El temor del neurótico obsesivo

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El temor del neurótico obsesivo
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XVI CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO. CLÍNICA PSICOANALÍTICA:
Del 8 al 11 de Octubre de 2008
Virginia Valdominos Pastor
Antes de comenzar me gustaría agradecer a la Escuela de Psicoanálisis y Poesía Grupo Cero
por darme la oportunidad de estar aquí hoy. Es un gran honor para mí. Muchas gracias.
EL TEMOR DEL NEURÓTICO OBSESIVO
Freud incluye la neurosis obsesiva en el grupo de las neurosis de transferencia, junto a la
histeria y la fobia, en las que el deseo que está en juego es un deseo sexual infantil sometido a
intensas tendencias represoras.
Como en toda estructura psíquica, los síntomas de la neurosis obsesiva no son más que
intentos de solución de un conflicto, un conflicto entre el yo y la libido que en su devenir
produce una regresión a la fase sádica de la constitución sexual humana y el fracaso de la
represión de un deseo que se convierte en acechante temor. En transacción, la fuerza
represora y el deseo producen continuos reproches transformados, obligaciones insensatas,
prohibiciones absurdas, ideas ajenas al interés y penosos ceremoniales de actos que no
brindan al paciente placer alguno.
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Las restricciones y preceptos morales del neurótico obsesivo se desarrollan como forma de
expiar sus crímenes cometidos y de evitar la tentación de cometer nuevas faltas. Su delito
consiste principalmente en padecer sentimientos hostiles, no púramente psíquicos, ya que tales
tentaciones entrañan una parte de verdad histórica.
Para llegar a ese núcleo de verdad, Freud establece una correspondencia entre los fenómenos
religiosos en la masa y los síntomas neuróticos individuales: en sus palabras, la religión como
neurosis obsesiva mitigada por su universalidad y la neurosis obsesiva como religión privada
desfigurada
.
Ambas manifestaciones son reproducciones de sucesos pasados trascendentes (prehistóricos
o infantiles), olvidados, de contenido sexual agresivo consistente en vivencias somáticas o
impresiones sensoriales. Nos advierte Freud, sin embargo, que este suceso prehistórico no
tiene porque coincidir con un trauma evidente sino que frecuentemente se refiere a sucesos
comunes al resto de individuos, resueltos mediante una reacción anormal y extraordinaria por
el neurótico. Estas reproducciones adquieren un carácter compulsivo, con gran intensidad
psíquica e independencia frente al resto de procesos anímicos. Los efectos positivos del
trauma, por una parte, lucharán por replicar el hecho olvidado mientras que los efectos
negativos, por otra, tratarán de que nada se recuerde o repita. Por otra parte, tanto los
fenómenos religiosos como los síntomas neuróticos, contienen un nódulo de verdad histórica y
suponen un retorno de lo reprimido tras un periodo de latencia.
La producción de la religión abarca diferentes etapas entre las que se encuentra una fase de
latencia en la que los temas y hechos negados por la historia no se perdieron en realidad, sino
que subsistieron en tradiciones conservadas por el pueblo. Partiendo de datos Darwinianos,
Freud desarrolló su tesis sobre la estructura social original en forma de horda primitiva, donde
un macho de ilimitado poder se constituía como padre y amo de la horda entera. Todas las
hembras le pertenecían y los machos o eran muertos, castrados o proscritos o, en el mejor de
los casos, eran condenados a vivir reunidos en pequeñas comunidades, raptando mujeres y
esperando conquistar una situación similar a la del padre.
Esta estructuración del grupo social continúa su transformación cuando los hijos desterrados se
reúnen y pactan el propósito común de matar al padre primordial y devorar su cadáver crudo.
Las disputas posteriores por obtener el poder y la conciencia de culpabilidad les llevó a
renunciar a los resultados derivados de su crimen y a establecer los dos tabúes fundamentales
del totemismo: la exogamia y la prohibición de matar al tótem.
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Así, la primera forma de religión humana, politeísta con numerosos dioses masculinos limitados
mutuamente en su poder, recuerda a la situación de los nuevos padres coartados por
preceptos sociales.
La religión monoteísta constituye una tentativa de interceder entre los deseos inconscientes y
la conciencia moral. El hijo se reconcilia con el padre asesinado por medio de la obediencia
retrospectiva. La adoración a un solo Dios significa restablecer el poder del protopadre de la
horda primitiva pero también el retorno de lo reprimido mediante la repetición de un suceso que
representa el triunfo del hijo sobre el padre: la muerte de Moisés y posteriormente, la muerte y
a la vez la ocupación del lugar del padre en el caso de Jesucristo.
Lo hombres siempre supieron, aún sin saberlo, que tuvieron un padre primitivo al que dieron
muerte. Sólo un fuerte proceso represivo puede explicar los potentes efectos que el retorno de
lo reprimido a la conciencia, generalmente de manera distorsionada, presenta sobre la masa,
que se somete a severas exigencias religiosas para satisfacer el sentimiento de culpabilidad
por hostilidad contenida. De la misma manera el individuo dispone de una autoridad a la cual
amar y admirar a la vez que temer, odiar y desear matar.
Los dos tabúes de la religión original coinciden con los dos crímenes Edípicos y con los deseos
primitivos del niño: hacer desaparecer al padre para apropiarse definitivamente de su madre.
De este modo el padre, como en la horda primitiva, se convierte en un cruel adversario que
amenaza al niño con el castigo de la castración si no renuncia a su deseo.
Lo que Lacán bautizara como “El nombre del padre” se constituye por vez primera con la
instauración de la religión monoteísta, cuando comienza a creerse en lo irrepresentable y
simbólico que es el padre como significante, lo que hace triunfar la intelectualidad sobre la
sensualidad. En el desarrollo ontogenético, la interdicción impuesta por el padre interrumpe la
relación entre la madre y el niño, que deviene inconsciente, instaura la ley en el sujeto, soporta
su actividad simbólica y permite su acceso a la cultura.
En la neurosis obsesiva, la represión primitiva, fundante del inconsciente, da paso a las
represiones secundarias que recaen sobre todo aquello que roza lo primordialmente reprimido:
el impulso hostil hacia el amado padre por deseo hacia la madre. Hostil y libidinoso debido a la
ambivalencia obsesiva característica, por regresión a una fase preedípica, donde el afecto
sádico sustituye a la tendencia erótica.
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En el obsesivo la evolución del yo se anticipa a la evolución de la libido. El sujeto se ve
obligado a la elección de objeto en un periodo en que la función sexual no ha alcanzado aún su
forma definitiva dando lugar a una fijación en la fase pregenital sádico-anal. De este modo,
desarrolla una supermoral para defender su amor frente a la acechante hostilidad. Al principio,
la represión se realiza con éxito: la representación es rechazada y el afecto desaparece,
creándose un producto sustitutivo por formación reactiva, una modificación del yo: el
incremento de la conciencia moral. Posteriormente, debido a la relación de ambivalencia en la
que se encuentra incluida el impulso sádico, la represión fracasa y se produce el retorno del
afecto reprimido.
El obsesivo se siente culpable por algo que desconoce, por algo no cometido, pero sí deseado:
la muerte del Otro. La culpabilidad en el obsesivo se refiere a un goce consumado de manera
imaginaria del cual se castiga sin llegar a la acción.
La influencia del impulso retornado se percibe como tentación, ante lo que nace la angustia que
se apodera del proceso de represión en forma de angustia expectante, angustia social,
angustia moral, escrúpulos y reproches que se asocian, por desplazamiento, a
representaciones diferentes a la rechazada, habitualmente elementos nimios e indiferentes.
Para evitar el displacer asociado al fracaso de la represión del afecto, el neurótico obsesivo
pone en marcha mecanismos de fuga, evitaciones y prohibiciones pero de manera inconsciente
la idea continúa y los ceremoniales obsesivos se convierten en una interminable lucha por
paralizar el impulso y evitar la acción. La renuncia a la satisfacción pulsional no es suficiente
para la conciencia moral que, conectada con el ello y conocedora de los deseos prohibidos del
sujeto del inconsciente, se torna cada vez más tiránicamente exigente.
El neurótico obsesivo teme y reprime el odio infantil que siente hacia el padre por deseo hacia
la madre. La sobreestimación del poder de sus fantasías y actos mentales, la “omnipotencia de
las ideas” y la creencia en la fuerza mágica de las palabras le llevan a sospechar que sus
deseos se convertirán en realidad. El odio es rechazado a lo inconsciente desde donde
sobredetermina el resto de funciones sin que la conciencia sepa nada de ello. Por reacción, el
amor consciente, se intensifica en un esfuerzo por mantener reprimidos los impulsos hostiles.
El neurótico obsesivo espera la muerte del amo absoluto, el final de su mandato, para empezar
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a vivir, para empezar a tener deseos. Teme algo que sabe que existe y evita saber lo que
realmente sabe. Así, se mantiene en perpetuo estado de indecisión a consecuencia de la
inhibición del amor por el odio, cuando se propone realizar algún acto. Frente al amor intenso
también existe un odio intenso que lo conduce a una parálisis parcial de la voluntad. Duda de lo
que para él debería ser lo más seguro, su propio amor, y si duda de esto cómo no difundir esta
duda sobre todo lo demás, desplazándose sobre las cuestiones más nimias e indiferentes.
La obsesión neurótica constituye una tentativa de compensar la duda y rectificar el insoportable
estado de inhibición. La intensa actividad mental queda sexualizada y la inmersión en un
laberinto de pensamientos anulantes entre sí, agota al enfermo. Las acciones obsesivas
suponen una resolución de los dos impulsos contrapuestos mediante la formación de productos
transaccionales que en ocasiones recuerdan a las conductas onanistas.
Insoportable, la aceptación del nombre del padre que lo convierte en mortal, lleva al obsesivo a
huir despavorido de la seguridad y permanecer en perpetua incertidumbre. Goza en
ambivalencia de sentimientos, dominio de pensamientos y actos coartados entre sí. De esta
manera, en eterna espera de la vida eterna, vive como un muerto, protegiéndose de la
mortalidad, deseando imposibles deseos.
Para concluir me gustaría leer un poema de Alejandra Pizarnik que dice así:
EL MIEDO
En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
¿Sabes tú del miedo?
Sé del miedo cuando digo mi nombre.
Es el miedo,
el miedo con sombrero negro
escondiendo ratas en mi sangre,
o el miedo con labios muertos
bebiendo mis deseos.
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Sí. En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
Virginia Valdominos
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Bibliografía:
Díez Cuesta, Amelia (1998). Los Laberintos de la Neurosis Obsesiva. Madrid. Editorial
Grupo Cero.
Freud, Sigmund (1907). Los actos obsesivos y las prácticas religiosas. En Biblioteca
Sigmund Freud. Obras Completas (2001). Madrid: Editotial Biblioteca Nueva.
Freud, Sigmund (1909). Análisis de un caso de neurosis obsesiva. (“Caso El Hombre de
las Ratas”). En Biblioteca Sigmund Freud. Obras Completas (2001). Madrid: Editotial Biblioteca
Nueva.
Freud, Sigmund (1912-3). Tótem y tabú. Algunos aspectos comunes entre la vida mental
del hombre primitivo y los neuróticos. En Biblioteca Sigmund Freud. Obras Completas (2001).
Madrid: Editotial Biblioteca Nueva.
Freud, Sigmund (1913). Sobre la disposición a la neurosis obsesiva. Una aportación al
problema de la elección de neurosis. En Biblioteca Sigmund Freud. Obras Completas (2001).
Madrid: Editotial Biblioteca Nueva.
Freud, Sigmund (1915). La represión. En Biblioteca Sigmund Freud. Obras Completas
(2001). Madrid: Editotial Biblioteca Nueva.
Freud, Sigmund (1916-7). Lecciones introductorias. En Biblioteca Sigmund Freud. Obras
Completas (2001). Madrid: Editotial Biblioteca Nueva.
Freud, Sigmund (1923-4). Esquema del psicoanálisis. En Biblioteca Sigmund Freud.
Obras Completas (2001). Madrid: Editotial Biblioteca Nueva.
Freud, Sigmund (1924-5). Autobiografía. En Biblioteca Sigmund Freud. Obras Completas
(2001). Madrid: Editotial Biblioteca Nueva.
Freud, Sigmund (1925-6). Inhibición, síntoma y angustia. En Biblioteca Sigmund Freud.
Obras Completas (2001). Madrid: Editotial Biblioteca Nueva.
Freud, Sigmund (1934-8). Moisés y la Religión Monoteísta. En Biblioteca Sigmund Freud.
Obras Completas (2001). Madrid: Editotial Biblioteca Nueva.
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