Verónica Raffo [email protected] Ferrere Abogados Menos libertad PARA las empresas La gota que derrama el vaso Las restricciones al despido propuestas por el MTSS son innecesarias. Muestran una tendencia creciente a querer intervenir y desequilibran las relaciones de trabajo, lo que pone en riesgo la inversión y el empleo. Lo que se planteó En las últimas semanas el MTSS informó que para este año proyectaba una regulación que prohibiría los despidos “sin causa justificada”. Esto significa que para despedir, la empresa debe estar en condiciones de probar los motivos de su decisión y estos sólo podrán ser, la falta de competencia del empleado o las necesidades de reorganización del servicio. Este planteo parece recoger las aspiraciones del PIT CNT de hacer obligatorio el convenio 158 de la OIT sobre despido, aunque este no haya sido ratificado por Uruguay. No está claro quién juzgaría la validez de los despidos, pero en la estructura actual del Estado sólo podrían hacerlo el Ministerio de Trabajo o los juzgados laborales. ¿En qué plazo? Mejor ni pensarlo. En pocas palabras, aún menos libertad y mayor injerencia del Estado. Algo que se ha vuelto rutina. Basta analizar la regulación de los consejos de salarios, fuero sindical, tercerizaciones, ocupaciones, entre otras. Este, sin embargo, es un paso mucho más peligroso aún y un apartamiento de una larga tradición en el Uruguay. La reacción de los empresarios Los empresarios reaccionaron duramente. No es para menos. Lo mínimo que pueden pretender es elegir con libertad a los integrantes de su equipo de trabajo. Es la capacidad de dirigir la empresa y definir los objetivos la que está en cuestión. Las escasas y rígidas alternativas que se podrían argumentar para despedir determinarían que un empleado regular, que no sobresalga por nada, tendría puesto asegurado de por vida. El riesgo evidente es transformar las empresas en cosas similares a oficinas públicas. Cuando expertos y jueces enfatizan que la relación laboral es “personalísima”, justamente están diciendo que son características de la personalidad las que hacen elegible a un empleado. Y salvo que ambas partes se sientan cómodas y satisfechas desde este punto de vista, no podrán trabajar en armonía. Sobre todo en un país como el nuestro donde más del 90 % de las empresas son PYMES y la distancia entre empresario y empleado es muy cercana. La regulación actual Lo que más sorprende de esta propuesta es que Uruguay tiene un sistema muy desarrollado de protección frente al despido. Para despedir la empresa debe pagar una indemnización tarifada por ley, la que se calcula teniendo en cuenta la antigüedad del empleado y la remuneración que recibía. Esto es en todos los casos, desde el primer día de trabajo y cualquiera sea la causa. No “vale” para no pagarlo alegar siquiera bajo rendimiento, poca contracción al trabajo, falta de conocimientos técnicos o reestructura. La única excepción al pago de la indemnización es la “notoria mala conducta”. Este análisis queda a cargo de los jueces, que sólo lo admiten en circunstancias graves y con una prueba muy exigente. Más aún, si hubiera abuso o motivos discriminatorios (raza, religión sexo, orientación sexual, etc.), la jurisprudencia obliga a pagar el doble o el triple de la indemnización común por concepto de “despido abusivo”. Ni que hablar en el caso de despidos antisindicales, en los que puede llegarse al extremo de la reinstalación en el puesto de trabajo. También están protegidos especialmente los casos de despido por enfermedad, embarazo o accidentes de trabajo. Y existe un régimen de subsidio por desempleo del que se benefician en forma automática los empleados desvinculados. El propio convenio 158 de OIT habilita a ordenar el “pago de una indemnización adecuada”, cuando no se considere posible la anulación de un despido, porque no se ajusta a la legislación o a las prácticas nacionales. Y esta solución es la que la ley uruguaya reglamenta desde siempre. Reflexión final El MTSS sostiene ahora que no existe una protección especial para el que “usa pelo largo o una caravana”. Pero que la empresa pueda opinar sobre la presencia de sus empleados es básico. ¿O suena abusivo que se exijan pautas de formalidad en la vestimenta como adoptar un uniforme o usar una corbata? En el peor de los casos, si se demostrara que hubo abuso, la justicia ya tiene instrumentos para impedirlo. Una mayor rigidez laboral inclusive a la actual va muy a contramano de lo que se necesita tanto en el cada día más competitivo mundo moderno, como en momentos en que las empresas enfrentan tantas dificultades y la inversión es tan necesaria. En un año como el 2009, esperamos que los esfuerzos no se concentren en imaginar soluciones para situaciones ya protegidas, sino en buscar herramientas para entre todos amortiguar los efectos de la crisis global. BREVES Se proyecta prohibir los despidos “sin causa justificada”. Sólo sería “justificado” ser incompetente o necesidades de reorganización. Esto significa menos libertad y mayor injerencia del Estado. En un momento de tanta crisis, lo que se necesita es lo contrario: reglas razonables, previsibilidad y fomento de la inversión productiva. La regulación actual sobre despido ya es muy protectora. Sólo la “notoria mala conducta” determina que un empleado no cobre una indemnización, que –en algunos casos especialespuede llegar a casi dos años de salario. El despido antisindical ya está cubierto por la posibilidad inclusive de reintegro al puesto de trabajo.