Selección de textos del Libro de Buen Amor

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LIBRO DE BUEN AMOR
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita
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EL PRÓLOGO
Comienza el libro (que fue escrito entre 1330 y
1345) con una plegaria a Dios y a la Virgen. El
Arcipreste afirma escribir desde la cárcel y querer
realizar una obra moral. Tras esta afirmación
comienza el prólogo en prosa. En este prólogo puede
observarse la ambigua intención del autor. Desea
hablar del “amor a la virtud”, pero lo hará contando a
sus lectores sus propias aventuras amorosas, sus
galanteos con las mujeres. Su intención, pues, es
mostrar el mal ejemplo para que se aparten de él los
que deseen ser virtuosos. Sin embargo, irónicamente,
Juan Ruiz comenta acto seguido:
Pero, como es humana cosa el pecar, si alguno —lo cual no
aconsejo— desean usar del loco amor, aquí hallarán algunas
maneras para ello. Y así, este libro mío, a todo hombre o mujer, al
sensato y al insensato, puede decir: Intellectum tibi dabo, etc. Pero
ruego y aconsejo a quien lo oyere y lo viere, que guarde bien
estos tres asuntos del alma: lo primero, que entienda y juzgue bien
mi intención, y el sentido de lo que digo, sin quedarse en el sonido
feo de las palabras; pues, según es recto pensar, las palabras
están al servicio de la intención y no la intención al servicio de las
palabras. Y Dios sabe que mi intención no fue ni incitar al pecado
ni expresarme con ligereza, sino la de ofrecer ejemplo de buenas
costumbres y avisos para la salvación [...]
El tema del Libro de Buen Amor, por tanto, será el contraste entre las dos formas de amor
referidas: el “buen amor” (el amor a Dios y a la virtud) y el “loco amor” (el amor erótico y
carnal). Juan Ruiz, sin embargo, ironiza: él mostrará con ejemplos el camino del amor carnal,
pero solo para desaconsejarlo, aunque siempre en un permanente juego equívoco.
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A continuación sigue un cantar en verso de arte menor (es un zéjel o estribote tradicional
castellano en octosílabos). Trasladamos el comienzo en su lengua original:
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GOZOS DE SANTA MARÍA
Tras el prólogo, figuran una plegaria en que el poeta pide gracia a Dios para componer su
Libro, y unos “gozos” (exaltación de los momentos gozosos) de la Virgen. Esos cantares son
introducidos por una introducción en la que el poeta se presenta como autor del libro e indica
el modo en que ha de entenderse su libro.
Tú, Señor, que a los hombres les has creado, a este
inspíralo y ayuda, puesto que es tu Arcipreste,
que pueda hacer mi Libro de Buen Amor aqueste,
que a los cuerpos alegre y a las almas bien preste.
Señores, si queréis oír un buen solaz,
escuchad el romance, sosegaos en paz,
pues no os diré mentira en cuanto por él yaz',
porque por todo el mundo se practica y se haz'.
Y porque mejor sea de todos escuchado
os hablaré por trovas y cómputo rimado;
es un decir hermoso y saber sin pecado,
discurso placentero, hablar más adornado.
Y no penséis que es libro de necio devaneo,
ni tengáis como burla algo que de él os leo;
pues, según buen dinero yace en muy vil correo,
así en un feo libro está saber no feo.
La mostaza, por fuera negra más que caldera,
es por dentro muy blanca, mas que la peñavera 1;
harina blanca yace so2 negra cobertera;
azúcar dulce y blanco está en vil cañavera.
Bajo la espina está la rosa, noble flor,
en fea letra está saber de gran doctor;
como so mala capa yace buen bebedor,
así, so mal tabardo, se encuentra el buen amor.
Porque de todo bien es comienzo y raíz
Santa María Virgen, por ende yo, Juan Ruiz,
el Arcipreste de Hita, de ella primero hiz'
un cantar con sus gozos siete, el que así diz':
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O María, luz del día,
tú me guía toda vía.
Gáname graçia e bendiçión,
e de ihesú consolaçión,
que pueda con devoçión
cantar de tu alegría.
El primer gozo que s'lea:
en çibdat3 de Galilea,
Nazaret creo que sea,
oviste mensajería
1
peñavera: manto blanco hecho de piel de armiño.
2
so: debajo de.
3
çibdat de Galilea: la ciudad de Galilea.
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del ángel1 que a ti vino,
Gabriel santo e dino2,
tróxote mensax divino,
díxote: “Ave María.”
Tú, desque el mandato oviste,
omilmente3 lo resçebiste,
luego virgen conçebiste
al fijo que Dios en ti envía [...]
EL TEMA DEL LIBRO:
EL BUEN AMOR Y EL LOCO AMOR
El tema de El libro de Buen amor, como indica
el título que Don Ramón Menéndez Pidal 4 puso a la
obra, es el de la contraposición entre el loco amor
citado en el prólogo, es decir, el amor sensual hacia
las mujeres, y el buen amor, recomendado siempre
por el Arcipreste, el amor a Dios y a las virtudes.
Con todo, el libro juega constantemente con la
ambigüedad, como hemos visto ya, de un modo
poderosamente irónico, muy típico, por otro lado,
del lenguaje medieval.
El tono doctrinal se oculta bajo una apariencia
muy poco edificante. El Arcipreste nos narrará en
su Libro sus aventuras amorosas (sus “amores locos”) como ejemplos negativos de lo que un
hombre virtuoso no debe hacer. Este juego nos sitúa en el ámbito de la poesía indecorosa de
los escolares goliardos5 centroeuropeos, con la que el libro guarda íntima relación. Esta
poesía trataba temas que se volvieron tradicionales y que están asociados al universo
festivo: el sexo y el erotismo, el mundo al revés, la burla de la autoridad, la lucha entre las
virtudes y los vicios... Precisamente dentro de esas coordenadas hay que interpretar la obra
del Arcipreste6.
CONSEJOS DE DON AMOR
Tras tan desgraciado suceso amoroso, el Arcipreste maldice al amor y a las mujeres.
En ese mismo momento, se le aparece don Amor, y el Arcipreste lo increpa por torturar a los
hombres. Juan Ruiz lo acusa de provocar todos los
pecados del mundo (codicia, soberbia, avaricia, etc.),
y ejemplifica sus acusaciones con fábulas. Pero don
Amor no se va, y le aconseja qué debe hacer para
enamorar: tiene que regalar a las damas, no ha de
ser perezoso, ni cobarde, ni bebedor; será, por el
contrario, cortés y nada mezquino.
En primer lugar, Don Amor le recomienda que
busque a una bella mujer, y la describe dando el
retrato ideal de una mujer hermosa, en lo que constituye una de las primeras descripciones
del ideal de belleza femenino de la literatura peninsular. Observa sus rasgos
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1
oviste mensagería del angel: recibiste un mensaje del ángel.
2
dino: digno.
3
omilmente: humildemente.
4
Ninguno de los tres manuscritos del Libro de Buen Amor posee título ni nada que se le parezca. La
denominación tradicional fue postulada por el gran investigador Ramón Menéndez Pidal a raíz de unos
versos del poema en los que el Arcipreste habla de la composición de su “libro de buen amor aqueste”. La
denominación de Pidal tuvo éxito y arrambló con otras denominaciones igualmente tradicionales como
“Libro de los cantares” o “Libro del Arcipreste”, utilizadas en la Edad Media por el Marqués de Santillana en
su Carta prohemio.
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Recuérdese que los goliardos eran los escolares universitarios franceses e italianos que, abandonados a
la vida errante, recorrían Europa en una suerte de vida pendenciera de la que dejaron constancia en sus
poemas. Esta poesía goliárdica nos habla de una Edad Media festiva y desenfadada muy diferente a la
imagen siniestra de la que habitualmente tratan los libros: canciones de disputas y libertinaje, cantos sobre
la taberna y el vino (poesía potatoria), sobre las mujeres de mala vida y sobre la vida errante, sobre lo
absurdo de la existencia terrenal y el gobierno alocado de la diosa Fortuna... Vid. sobre estos textos el
apéndice final de estos apuntes. La principal recopilación de poesia goliárdica es la realizada en el códice
latino-germánico de la Abadía de Bauern, los famosos Carmina Burana.
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Busca mujer hermosa, muy donosa y lozana 7,
que no sea muy alta, pero tampoco enana,
si pudieres, no quieras amar mujer villana,
pues no sabe de amor: es como bausana 8.
Busca mujer, de talla y cabeza, pequeña;
con los cabellos rubios, no teñidos de alheña 9;
las cejas, apartadas, largas, altas, en peña;
ancheta de caderas: esta es talla de dueña.
Ojos grandes, no hundidos, pintados, relucientes
y de largas pestañas,, destacadas, salientes;
las orejas pequeñas, delgadas; para mientes
si tiene el cuello alto: eso quieren las gentes.
La nariz, afilada; los dientes, menudillos,
iguales y muy blancos, un poco apartadillos;
las encías, bermejas; agudos los colmillos;
los labios de la boca bermejos, angostillos.
La boca muy pequeña, así, de buena guisa;
sea su cara blanca, sin pelos, clara y lisa.
6
El mundo de la fiesta, tradicionalmente soslayado de la investigación, ha recibido en los últimos años
atención por parte de los investigadores. El libro clásico y originario sobre ese tema es el estudio de Mijail
Bakhtin, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento: el contexto de François Rabelais ,
traducido por Julio Forcat y César Conroy, Alianza Editorial, Madrid, 1990. Un adecuado resumen sobre la
importancia de la fiesta en la Edad Media española lo tenemos en María Jesús Lacarra y Juan Manuel
Cacho Blecua, Entre oralidad y escritura. La Edad Media, volumen I de la Historia de la literatura española
dirigida por José- Carlos Mainer, Ed. Crítica, Barcelona, 2012, pp. 171-208.
7
donosa y lozana: limpia, pulcra, simpática.
8
bausana: ignorante.
9
alheña: planta que se utilizaba para blanquear el rostro o el pelo.
Procura hallar mujer que veas sin camisa,
pues la talla del cuerpo te dirá: esto aguisa.
Don Amor continúa aleccionando al Arcipreste. Si quiere triunfar en el amor, también
necesitará la ayuda de una vieja, que pueda entrar en las casas de las damas sin llamar la
atención, intercediendo en su favor. “Toma una de esas viejas”, le dice:
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que van por las iglesias y saben las callejas;
grandes cuentas1 al cuello, saben muchas consejas;
con lágrimas de Moisés, encantan las orejas:
¡son muy grandes maestras estas falsas paviotas2!
En todas partes entran las astutas viejotas,
a Dios alzan las cuentas con sus quejas devotas:
¡ay, cuánto mal saben estas viejas arlotas3!
Toma una de esas viejas que se hacen herberas4,
que andan de casa en casa y se llaman parteras;
con afeites5 y polvos y con alcoholeras
engañan a las mozas y las ciegan de veras.
Búscate mensajera, de esas de negras patas,
que están siempre con frailes, con monjas y beatas;
son grandes andariegas, se ganan las zapatas:
esas trotaconventos hacen muy malas tratas.
Donde esas mujeres entran, todo se ha de alegrar;
pocas mujeres pueden de ellas escapar;
para que no te engañen, las tienes que halagar,
pues tal encanto emplean que saben bien cegar.
La figura de la tercera o alcahueta, mediadora entre dos enamorados, tiene antiguos
orígenes. Aparece en la literatura latina, y en bastantes obras de la Edad Media europea. Sus
trazos principales están ya en la comedia latina del siglo XII Pamphilus, atribuida al poeta
latino del siglo I a. de C. Ovidio Nasón. Y es esta comedia la que Juan Ruiz convierte en un
relato famosísimo dentro de su Libro. El arcipreste, transformado en Don Melón de la Huerta,
asedia a doña Endrina con la ayuda de la vieja Urraca, la Trotaconventos. Nuestro poeta
enriquece, con datos observados en la vida castellana, a su modelo latino.
EL EPISODIO DE DON MELÓN
Y DOÑA ENDRINA
Haciendo caso, pues, a don Amor, Juan Ruiz ha contratado los servicios de
Trotaconventos para que le ayude a conquistar a la viudita doña Endrina de Calatayud. La ha
visto en una plaza y se ha enamorado de ella. Esta es la presentación de la joven Endrina:
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Don Melón de la Huerta (en quien, como hemos dicho, se ha transformado el Arcipreste)
se decide a, hablarle, pero ella se muestra reacia a sus requiebros. En vista de ello pide
ayuda a Trotaconventos, la cual no es —como será en La Celestina— un personaje
diabólico. Juan Ruiz poseía un talante jovial, y pinta a una vieja urdidora y entrometida, con
rasgos repugnantes compensados por el hecho de que los amores de Melón y Endrina
acabarán en boda. (Todo el episodio tiene la intención moral de prevenir contra esas mujeres
perversas que, con piadosa apariencia, minaban la voluntad de las jóvenes incautas.) Pero
hela aquí comenzando su trabajo:
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1
cuentas: las cuentas del rosario. Las está llamando beatas, falsas devotas.
2
paviotas: como pavas, que se pavonean vestidas de negro, como las hembras del pavo que gorgotean
por todas partes.
3
arlotas: charlatanas.
4
herberas: que venden hierbas aromáticas y medicinas populares.
5
afeites: las substancias que se usaban como maquillaje, igual que “los polvos” y las “alcoholeras” que se
citan en el mismo verso.
¡Ay Dios!¡Y qué hermosa viene doña Endrina por la plaza!
¡Qué talle, qué donaire, qué alto cuello de garza!
¡Qué cabellos, qué boquita, qué color, qué buenandanza!
¡Con saetas de amor hiere cuando sus dos ojos alza!
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6
7
La buhonera6 con su cesto va tocando cascabeles,
pregonando sus joyas, sortijas y alfileres.
Decía: “¡Llevo toallas! ¡Compradme estos manteles!”
Doña Endrina la vio y dijo: “Entra aquí, no receles.”
Entró la vieja en casa; díjole: “Mi señora, hija,
para esa mano bendita, aceptad esta sortija.
Dejadme que en secreto una ocurrencia os diga
que he pensado esta noche.” Poco a poca la aguija 7.
“Hija, siempre estáis en la casa encerrada.
buhonera: la persona que se dedica a vender prendas y artículos por las calles. Venedor callejero.
poco a poco la aguija: la conduce por donde quiere poco a poco. “Aguijar” era guiar a los caballos,
meterles prisa.
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Envejecéis a solas, sin ser vista y admirada:
salid, mostrad en la plaza vuestra beldad1 loada;
entre cuatro paredes, no vais a ganar nada.
En esta villa vive gallarda mancebía2,
muy apuestos mancebos de mucha lozanía,
en todas las costumbres mejoran cada día,
nunca se ha reunido tan buena compañía.
Aunque soy pobre, me acogen con cordialidad;
el mejor y el más noble de linaje y beldad
es don Melón de la Huerta, buen chico de verdad:
a los demás supera en hermosura y bondad.
Doña Endrina no se fía ni de la vieja ni de las intenciones de don Melón. Pero acaba
yendo a ccasa de Trotaconventos. El mancebo finge pasar por casualidad, y llama con gran
violencia. He aquí su maligno asombro al encontrar allí a su amada:
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Tras este episodio, el Arcipreste aconseja a las mujeres con varias fábulas, leeremos una
de las más de cincuenta con que cuenta el Libro de Buen Amor.
Aquí trata del consejo que el Arcipreste
da a las mujeres [...]
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¡Señora doña Endrina, por mí tan bien amada!
Vieja, ¿por eso me tenías la puerta cerrada?
¡Gran día es este en que hallé tal dama celada!
Dios y mi buena ventura me la tuvieron guardada.
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Los designios lascivos de don Melón, ayudados por la vieja, se cumplen, y Endrina
increpa así a esta:
Doña Endrina le dijo: “¡Qué viejas tan perdidas!
Traéis a las mujeres engañadas, vendidas;
ayer me dabas mil cobros, mil artes, mil salidas;
hoy, ya deshonrada, todas resultan fallidas.”
Pero Trotaconventos pone fin a tanta desesperación con esta sentencia, y casa a los dos
amantes.
1
2
Pues por mí, según dices, el daño ha venido,
por mí quiero que el bien os sea restituido;
sed vos su mujer; sea él vuestro marido;
todo vuestro deseo lo dejo así cumplido.
Doña Endrina y don Melón en uno casados son;
en la boda, los amigos se alegran con razón.
Si es malo lo contado, otorgadme perdón,
que lo feo de esta historia es de Pánfilo y Nasón 3.
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El león estuvo enfermo, le dolía la testa 4;
cuando sanó del mal, y la traía enhiesta 5,
todos los animales, un domingo, en la siesta,
se fueron ante él para hacer una fiesta.
Allí estaba el burro, y lo hicieron juglar;
como estaba bien gordo, comenzó a retozar
tocando su tambor, y empezó a rebuznar:
al león y a los otros los quería atronar.
Harto por sus alardes, se puso el león sañudo 6,
y quiso despedazarlo, pero alcanzarlo no pudo;
tocando su tambor, se fugó de aquel feúdo;
se sintió muy ofendido el león del orejudo.
El león dijo luego que lo perdonaría;
mandó que lo llamasen, que la fiesta honraría,
y que cuanto pudiese, todo le otorgaría;
la zorra juglaresa quedó en que lo traería.
Marchó la raposilla a donde el asno andaba
paciendo en un prado, y así lo saludaba:
3
Pánfilo y Nasón: El Pamphilus era una comedia latina escrita durante la Edad Media y que se atribuyó al
poeta clásico del siglo I a. de C. Ovidio Nasón. El argumento del Pamphilus es básicamente el que se
traslada a la historia de Endrina y Melón, que es una versión de esta comedia mediolatina.
4
la testa: la cabeza.
beldad: belleza.
5
la traía enhiesta: la levantaba en alto.
gallarda mancebía: hombres muy atractivos.
6
se puso sañudo: se enfadó muco, le salió la saña.
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“Señor”, dijo, “cofrade1, vuestro toque alegraba
a todos, y ahora la reunión bostezaba.
Más vale vuestro estrépito y vuestro buen solaz,
vuestro tambor sonante y el rebuzno tenaz,
que toda nuestra fiesta; no seas suspicaz.
El león allí te quiere, a salvo y en paz.”
Creyó aquellos halagos, y ocurrió lo peor:
a la fiesta volvióse bailando el cantador;
las mañas no sabía el burro del señor:
¡pagará el juglar recio el son de su tambor!
Como el león tenía secuaces preparados,
a don Burro prendieron; estaban avisados.
Al león lo trajeron: lo abrió por los costados.
Todos, de su mentira, quedaron espantados.
Mandó el león al lobo, de uñas tan parejas,
que le guardase al asno mejor que a las ovejas;
cuando el león traspuso una o dos callejas,
comióse el corazón el lobo y las orejas.
Volvió el león hambriento, a comer preparado,
pidió al lobo el asno que le había confiado;
sin corazón ni orejas, lo trajo desfigurado.
El león contra el lobo se puso muy airado.
Dijo el lobo que el asno así había nacido,
pues si corazón y orejas él hubiese tenido,
comprendiera las mañas, y no hubiera venido;
pero no las tenía y así había salido.
Así, señoras mías, entended el romance:
guardaos de amor loco, no os coja y alcance.
Abrid vuestras orejas; que el corazón se lance
al amor de Dios limpio; loco amor es mal trance.
EL ARCIPRESTE CON LAS SERRANAS
Juan Ruiz sigue hablando de las mujeres que amó, y en esta
especie de repertorio de posibilidades que es el Libro de Buen
Amor, llega el turno a las serranas, es decir, a mujeres que vivían en
las proximidades de una sierra, y que ayudaban a los viandantes a
cruzarlas mediante pago; otras veces no les dejaban pasar adelante
—aunque el paso no ofrecía dificultades— si no les daban regalos o
dinero.
He aquí el encuentro del Arcipreste con una serrana del
Guadarrama, narrado en versos de arte menor:
Cántica de serrana
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Pasando yo una mañana
el puerto de Malangosto,
asaltóme una serrana
cuando asomé yo el rostro:
“Desdichado, ¿dónde andas?,
¿qué buscas o qué demandas
por aqueste puerto angosto?”
Contestéle a la pregunta:
“Me voy para Sotosalbos.”
Dice: “El pecado barruntas2
por tus vocablos tan bravos;
porque por aquesta entrada
que yo tengo bien guardada
no pasan los hombres salvos.”
Paróseme en el sendero
la deforme, ruin y fea.
“Por mi fe —dice—, escudero,
aquí me estaré yo queda,
hasta que algo me prometas;
y por mucho que arremetas
no pasarás la vereda.”
Dije yo: “Por Dios, vaquera,
no me estorbes mi jornada;
quítate de mi carrera,
porque no te traje nada.”
Ella dice: “Entonces, torna,
por Somosierra retorna,
que por aquí no hay entrada.”
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cofrade: hermano. La zorra lo llama hermano de profesión porque, como se ha dicho, ella es “juglaresa”
y él “juglar”.
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el pecado barruntas: estás arriesgándote mucho.
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Mas la Chata endemoniada
¡qué San Julián la confunda!
arrojóme la cayada,
y dio vueltas a la honda,
preparando su pedrero:
“¡Por el Padre verdadero
me pagarás hoy la ronda!”
Nieve había y granizaba.
Me habló la Chata luego,
y casi me amenazaba:
“Págame, si no, te pego.”
Díjele: “Por Dios, hermosa,
he de decirte una cosa;
mejor será junto al fuego.”
[...] Me agarró fuerte la mano,
y en su pescuezo me puso
como a un zurrón muy liviano,
llevándome cuesta ayuso1:
“Desdichado, no te espantes,
que ahora te daré qué yantes,
como es en sierra el uso.”
[...] Buen vino me dio primero,
manteca de vacas mucha,
y mucho queso asadero,
leche, natas y una trucha.
Dice luego: “Desdichado,
come pan duro, amasado,
después haremos la lucha.
[...] La vaqueriza traviesa
dice: “Luchemos un rato;
vamos, levántate aprisa
y despójate el hato2.”
Por la muñeca cogido
hice lo que ella ha querido...
¡Pienso me salió barato!
LA BATALLA DE DON CARNAL Y DOÑA CUARESMA
Se acerca la Cuaresma, y Juan Ruiz recibe una carta en que ella desafía a don Carnal, su
enemigo; el Arcipreste decide pelear al lado de doña Cuaresma y prepara el singular
combate, que es, en definitiva, una parodia (o visión burlesca) de las batallas épicas
(compárese con la batalla de Alcocer descrita en el Poema de Mio Cid). Describe ambos
ejércitos (con doña Cuaresma militan las sardinas, los puerros, los verdeles, las jibias, las
anguilas...; con don Carnal, gallinas, perdices y conejos, patos, cecinas, cerdos...). Se trata
de una alegoría, es decir, la traslación metafórica de una idea abstracta: en el año, el
Carnaval es vencido por la Cuaresma. En esta época del año, los alimentos de vigilia
“vencen” a las carnes y a las grasas. El poeta representa este paso de una época del año a
través de la batalla entre Carnal (grueso y dado a los placeres) y Cuaresma (devota y flaca).
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1
cuesta ayuso: cuesta arriba.
2
despójate el hato: quítate la ropa.
El primero de todos que hirió a don Carnal
fue el puerro cuelliblanco, y lo hirió muy mal:
le hizo escupir flema, lo que es mala señal;
pensó doña Cuaresma que ya era suyo el real.
Vino luego en su ayuda la salada sardina,
e hirió muy gravemente a la gruesa gallina,
se atravesó en su pico y la ahogó, muy dañina;
después, a don Carnal partió la capellina.
De parte de Valencia venían las anguilas,
saladas y curadas, en grandes manadillas;
a don Carnal le daban por entre las costillas,
las truchas del Alberche le daban en las mejillas.
[...] El pulpo a los pavones no dejaba parar,
tampoco a los faisanes permitía volar,
a cabritos y gamos los intentaba ahogar;
al tener muchas manos, con muchos puede luchar.
Vencen, pues, las tropas de doña Cuaresma, y don Carnal es hecho prisionero; un fraile le
obliga a hacer penitencia, lo cual permite al Arcipreste explicar las virtudes de la confesión.
Don Carnal, sin embargo, se escapa, y el día de Pascua entra triunfante en el mundo,
acompañado de don Amor.
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Víspera era de Pascua, abril casi pasado,
el sol había salido y al mundo iluminado;
circuló por la tierra un anuncio sonado:
que dos emperadores al mundo habían llegado.
Estos emperadores Amor y Carnal eran;
salen a recibirlos cuantos a ambos esperan;
las aves y los árboles hermoso tiempo agüeran,
y los enamorados más que nadie se esmeran.
MÁS AMORES Y MUERTE DE TROTACONVENTOS
Pasado este tiempo, el Arcipreste urge a Trotaconventos para que le procure nuevos
amoríos. Ahora serán una dama a la que vio rezando, la monjita doña Garoza y una mora.
Pero muere la vieja, y el poeta increpa a la Muerte en un planto funeral:
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¡Ay muerte! ¡Muerta seas, muerta y mal andante!
Me has matado a mi vieja, ¡me mataras a mí antes!
Enemiga del mundo, a ti nada hay semejante,
de tu recuerdo amargo, nadie hay que no se espante [...]
¡Ay, mi Trotaconventos, mi amiga verdadera!
Viva, te querían muchos; muerta, yaces señera.
¿Dónde te me han llevado? No sé cosa certera:
con noticias nunca vuelve quien anda esa carrera.
El Arcipreste escribe el epitafio de la vieja:
“Urraca soy, que yago en esta sepultura;
tuve, estando en el mundo, bienestar y soltura;
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a muchos yo casé y no quise locura;
en una hora caí so terra, de la altura.
'Sin sospecha, en las redes de muerte me tenéis.
Amigos y parientes, ¡ya no me socorréis!
Obrad bien en la vida, contra Dios no pequéis,
pues, como yo morí, vosotros moriréis.
'El que llegare aquí, ¡que Dios bien le bendiga
y le conceda amor y placer con amiga!
Que por mí, pecadora, un padrenuestro diga;
si decirlo non quiere, a muerta no maldiga.”
FINAL DEL LIBRO
Todavía toma el Arcipreste un criado, Furón, para que le sirva; pero lo hace mal:
Trotaconventos es insustituible. Y el Libro acaba como empezó, con unos gozos a Santa
María, porque la Virgen, dice el poeta, “es comienzo e fin del bien”. Pero antes recomienda a
los lectores que presten su obra, que la aumenten o modifiquen cuanto quieran:
Todo hombre que lo oiga, si hacer versos supiere,
puede otros añadir, y enmendar si quisiere:
ande de mano en mano de aquel que lo pidiere.
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