Asociación Comunidades Cristianas Fe y Justicia Fede eta Justizia Kristau Komunitateen Elkartea Domingo 11 T.O. (C) 16.06.2013 APRENDIZAJES CON HONDURA SÉ QUE NO ME DEJARÁS Sé que no me dejarás, no me dejarás jamás, porque yo soy la obra de tus manos, porque yo soy obra de tus manos. Sé que no me dejarás, sé que no me abandonarás jamás, porque yo soy obra de tus manos, yo soy obra de tus manos. Tengo tanto que agradecer, Señor. Yo siempre camino ante peligros, y Tú me conservas la vida, yo busco los peligros y Tú siempre me salvas. No me dejarás jamás, Tú no me abandonarás jamás, porque hay algo de Ti en mi mirar, algo de Ti en mi palabra, algo de Ti en mi voz, por eso sé que no me dejarás. Tú eres fiel conmigo, cumples tus promesas, renuevas el vigor de mi aliento. Tú misericordia para conmigo es eterna. Por eso sé que no me dejarás, no me dejarás jamás, porque yo soy imagen de tu Hijo (bis), por eso sé que no me dejarás, no me abandonarás jamás, jamás. Hna. Glenda “Un fariseo lo invitó a comer con él. Jesús entró en casa del fariseo y se recostó a la mesa. En esto una mujer, conocida como pecadora en la ciudad, al enterarse de que comía en casa del fariseo, llegó con un frasco de perfume; se colocó detrás de él junto a sus pies, llorando, y empezó a regarle los pies con sus lágrimas; se los secaba con el pelo, los cubría de besos y se los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado dijo para sus adentros: –Éste, si fuera profeta, sabría quién es y qué clase de mujer la que lo está tocando: una pecadora. Jesús tomó la palabra y le dijo: Simón, tengo algo que decirte. Él respondió: Dímelo, Maestro. –Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía veinte mil duros y el otro dos mil. Como no tenían con qué pagar, se los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos le estará más agradecido? Simón le contestó: Supongo que aquel a quien le perdonó más. Jesús le dijo: Has acertado. Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: –¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa no me ofreciste agua para los pies; ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha secado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré no ha dejado de besarme los pies. Tú no me echaste ungüento en la cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: cuando muestra tanto agradecimiento es que le han perdonado sus pecados, que eran muchos; en cambio, al que poco se le perdona, poco tiene que agradecer. Y a ella le dijo: Tus pecados están perdonados. Los demás convidados empezaron a decirse: –¿Quién es este que hasta perdona pecados? Pero Jesús le dijo a la mujer: –Tu fe te ha salvado, vete en paz.” Lc 7,36-50 Los protagonistas He aquí un bello relato donde se describen dos actitudes opuestas. Son actitudes que se dan ya entre los diversos componentes del grupo de discípulos de Jesús. El evangelista narra esta escena para que los miembros de las comunidades, que van a leerlo y comentarlo, examinen sus propias actitudes y disciernan por sí mismos con cuál de los protagonistas se identifican. a) El primero que aparece en escena es un individuo masculino, perteneciente al grupo de los fariseos, o sea, al de los estrictos observantes de la Ley. Invita a Jesús a comer con él. Como siempre, Jesús acepta la invitación; él no hace distinción de personas ni rechaza la generosidad de otros por prejuicios sociales, religiosos o políticos. El fariseo, de momento, no lleva nombre. Pero en el preciso instante en que pone en duda que Jesús sea un profeta, éste lo pone en evidencia designándolo por su nombre: “Simón”. Es el único fariseo que es mencionado por su nombre en los sinópticos. b) El segundo personaje, en contrapartida, es femenino: una “mujer pública y pecadora”. La descripción detallada que Lucas hace de la mujer deja ya entrever que en ella se ha verificado un giro de ciento ochenta grados: “Y, mirad, una mujer, conocida como pecadora en la ciudad, al enterarse de que comía en casa del fariseo, llegó con un frasco de perfume; se colocó detrás de él, junto a sus pies, llorando, y empezó a regarle los pies con sus lágrimas; se los secaba con el pelo, se los besaba y se los ungía con perfume” (vv. 37-38). Con tres acciones –“regar/secar, besar, ungir”– describe el evangelista el sentimiento de profunda gratitud de esta mujer. La mujer, sin nombre, es representativa del estamento de los marginados por motivos religiosos y sociales. c) Junto a ellos, Jesús, que acoge, ama, enseña, interpela, perdona y libera; que se deja amar, besar, ungir; que manifiesta el amor y la ternura de Dios para con todos...; que es sensible a nuestro comportamiento y acogida... d) Y casi en la penumbra, esos convidados que son la voz de su amo..., y como tales critican a Jesús. El hilo conductor de la secuencia es la actitud agradecida de la mujer por la salvación que ha experimentado gracias a su adhesión a Jesús; por contraste, queda en evidencia la actitud fría y desagradecida del fariseo Simón. “Por eso te digo: cuando muestra tanto agradecimiento es que se le han perdonado sus pecados, que eran muchos; en cambio, al que poco se le perdona, poco tiene que agradecer” (v. 47). En el fondo, la temática es la contraposición continua que atraviesa el evangelio de Lucas: “buenos/pecadores”. Aquí se nos dice por qué los buenos no son capaces de amar ni de dar una adhesión plena y confiada a Jesús: se les ha perdonado poco y no han tomado conciencia de que la deuda, por pequeña que les pareciese, nunca la habrían podido enjugar; no están capacitados para valorar la gracia del perdón, ya que son autosuficientes. Los pecadores, en cambio, tienen conciencia clara de la absoluta gratuidad del perdón. Sugerencias para orar a) Atreverse. Atreverse a entrar, a cruzar el umbral, a ir adonde él está. Atreverse a salir de uno mismo, de nuestros círculos y cárceles, de nuestros problemas y murallas. Ir a su encuentro romper esquemas y costumbres sociales, no renunciar a nuestras esperanzas y sueños; colocamos a sus pies. Así comienza toda oración, con un acto de confianza y osadía. b) Entrar en el mundo de la desmesura. Que el escepticismo que amenaza con retenernos del lado del sentido común, de lo inmóvil, de lo viejo, de quienes temen emprender la aventura de renacer, no se instale en nosotros. Que la costumbre de medirlo todo, de calcularlo todo, de pensarlo todo no nos impida ver y entender los gestos de quienes deciden llegar más allá en el amor. Orar es, en cierta medida, entrar en el mundo de la desmesura, de la ruptura de esquemas... Dar, darse, amar... entregarse. c) Acoger la buena noticia. Dejar que nos empape, que nos cale hasta las entrañas. Quitarnos todas las capas e impermeables que llevamos encima. No poner más obstáculos, desprendernos de todo lo que nos defiende. Abrirnos a su amor y a su palabra. Acoger todo lo que él nos da. Dejarnos tocar, dejarnos purificar, dejarnos enriquecer por él... d) Agradecer. Acércate también tú a contemplar los pies de Jesús, a abrazarlos y a ungirlos. Trae contigo todo tu agradecimiento por las veces que han salido en tu búsqueda a encontrarte, porque te han esperado en las encrucijadas de tus caminos, porque han marchado delante de ti cuando no sabías por dónde ibas, detrás de ti para defenderte del peligro, junto a ti cuando te creías solo. Da gracias al Padre por este caminante infatigable que ha llegado adonde estamos y que nos da la posibilidad de acercarnos a él, de expresar nuestros sentimientos; que nos acoge y reconoce, que nos defiende y libera, que nos devuelve la paz y la vida... e) No murmurar. No adentrarse por los caminos de la murmuración, del juicio y del prejuicio, de los esquemas e imágenes prefabricadas. Orar es romper ese mundo sin vida y sin esperanza, asfixiante, de caminos marcados y corsés sin piedad y abrir las puertas y ventanas de nuestro ser a otra realidad. A la realidad de un Dios que nos comprende y ama, que nos acoge, que agradece nuestros gestos, que nos defiende, que nos rehabilita. OLÍA A PECADO Bajó Jesús la vista y topó su cabeza con otra cabeza que estaba a sus pies. Un sedoso pelo de oro que le acariciaba y besaba con ternura. Y dispararon rayos sobre Él los ojos de los fariseos y de los escribas y de todos los hombres de bien. Y estalló en sus pechos una descarga atómica de miles de megatones. Y olía a pecado y a prostitución y a suciedad y a barrio bajo de marginados y proscritos... Jesús agarró con las dos manos las bridas del miedo, para no desbocarse. Se mantuvo tenso en el conflicto. No retrocedió ni un milímetro. Y se veía a lo lejos una cruz... Y se complació Jesús en aquel olor. Olía muy bien. Aquella tarde el velo de tu misterio se descorrió unos metros más... Loidi, Patxi, LO QUE A DIOS LE PLACE Cuando entré en tu casa tú no me ofreciste agua para los pies; ella, en cambio, me los ha regado con sus lágrimas y me los ha secado con su pelo largo. CANTO: COLOR ESPERANZA Sé qué hay en tus ojos con solo mirar, que estás cansado de andar y de andar y caminar, girando siempre en un lugar. Sé que las ventanas se pueden abrir; cambiar el aire depende de ti, te ayudará, vale la pena una vez más. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró no ha dejado de besarme. Saber que se puede, querer que se pueda, quitarse los miedos, sacarlos afuera. Pintarse la cara color esperanza, tentar al futuro con el corazón. Tú no me echaste ungüento en la cabeza; ella, en cambio, ha ungido mis pies con perfume caro. Es mejor perderse que nunca embarcar; mejor tentarse a dejar de intentar, aunque ya ves que no es tan fácil empezar. Y si pasamos a otras cosas… Tú me invitaste y me has dejado plantado; ella se invitó y me ha acompañado. Sé que lo imposible se puede lograr, que la tristeza algún día se irá y así será, la vida cambia y cambiará. Sentirás que el alma vuela por cantar una vez más. Tú has estado mirando de reojo; ella, con sus húmedos ojos llorosos. Saber que se puede, querer que se pueda, quitarse los miedos, sacarlos afuera. Pintarse la cara color esperanza, tentar al futuro con el corazón. Tú, en tu fuero interno, has murmurado de ella y de mí sin reparo; ella me ha amado como sabe y me place ser amado. Saber que se puede, querer que se pueda, quitarse los miedos, sacarlos afuera. Pintarse la cara color esperanza, tentar al futuro con el corazón. Tú has sido bien tacaño y hasta taimado; ella, agradecida con sus gestos humanos. Pintarse la cara color esperanza, tentar al futuro con el corazón Vale más poder brillar que sólo buscar ver el sol. Tú te has escandalizado; ella ha recuperado su dignidad perdida y se ha salvado… Saber que se puede, ....... querer que se pueda, ....... Pintarse la cara color esperanza, tentar al futuro con el corazón. El banquete ha terminado. No te sorprendas. Dios quiere personas nuevas. Saber que se puede, querer que se pueda, quitarse los miedos, sacarlos afuera. Pintarse la cara color esperanza, tentar al futuro con el corazón. Ulibarri, Fl. Saber que se puede, (saber que se puede) querer que se pueda (querer que se pueda) Pintarse la cara color esperanza, tentar al futuro con el corazón. Torres, Diego