Universidad P. Comillas 15. Lectura orante de la Biblia LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO DE LUCAS Lc 7, 36-49 Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. En esto, una mujer, un pecadora pública, al saber que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de alabastro lleno de perfume y, poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le bañaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora.» Jesús tomó la palabra y dijo: «Simón, tengo algo que decirte.» Él dijo: «Di, maestro.» «Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?» Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más.» Él le dijo: «Has juzgado bien.» Y, volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha bañado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra.» Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados.» Los comensales empezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona los pecados?» Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz». Universidad P. Comillas 15. Lectura orante de la Biblia Cuando leas Hazlo activando todos tus sentidos: mira la escena como si estuvieras presente en ella. Contempla la sala del banquete, y a los tres personajes centrales: el fariseo, Jesús y la mujer. Fíjate en sus acciones: es la mujer quien aparece como el sujeto de la mayor parte de ellas (aparecen con otro tipo de letra) escucha las palabras que Jesús dirige al fariseo y las que dirige a la mujer; también las palabras no pronunciadas: los juicios del fariseo, los gestos silenciosos pero expresivos de la mujer. huele el olor del perfume inundando la casa, siente a qué saben estas palabras: “se le ha perdonado mucho”, “muestra mucho amor”, “tu fe te ha salvado” “vete en paz”... Cuando medites Observa el contraste entre el fariseo y la mujer, entre las apariencias y la realidad: él a los ojos de todos representa la Ley, la justicia, la pureza, la suficiencia, el autocontrol, el mérito, la ausencia de pecado. Está seguro en su propia casa, no se siente en deuda con nadie y por eso se cree capacitado para juzgar a otros: emite un juicio severo contra Jesús, descalificándole como profeta, y contra la mujer a la que desprecia y sentencia como “pecadora”. La mujer aparece en relación con la ciudad, una manera de señalarla como prostituta conocida por todos. Viene de fuera, es una transgresora de la Ley y de las costumbres de la hospitalidad ya que irrumpe en el banquete sin ser invitada; sus gestos resultan inadecuados y ambiguos ya que el sólo contacto de sus manos envilece a quien toca. Jesús interpreta las cosas de otra manera y des-vela lo que esconden las apariencias: Al fariseo la Ley le ha resecado el corazón, se engaña en sus juicios y está incapacitado para la hospitalidad; se creía por encima del perdón y su ausencia de amor se convierte en el peor pecado. Debe mirar a la mujer y aprender de sus aptitudes de relación, es ella quien puede iniciarle en la verdadera hospitalidad. Aquella a quien miraba por encima, es ahora su modelo, su rabbi: y en comparación con ella que está bajo el signo del más y del mucho, todo lo de él es poco y menos. La mujer posee el secreto de la circularidad del amor: ha recibido el de Jesús y lo vuelve sobre él, es quien sabe acoger y agradecer y conoce lo que hace heredar la vida eterna: “Amarás al Señor con todo tu corazón...” (Lc 10,27). Posee la verdadera sabiduría porque a través de Jesús ha conocido el corazón misericordioso de Dios. Su don expresado en lágrimas, besos, caricias y perfume son su respuesta al per-don recibido. Una excluida que al principio estaba fuera, detrás y abajo, está para Jesús arriba y se convierte en punto de referencia y en modelo de fe; ha arrebatado al que se creía intachable el puesto de anfitrión. Cuando se marcha, lo hace perdonada, salvada y escoltada por la paz. Cuando respondas a Dios con la oración: Haz memoria del perdón que has recibido tantas veces y alégrate de estar en deuda con el Señor y por lo tanto en disposición de amar mucho. Siente tu existencia como un frasco lleno de perfume: tus cualidades y dones, tu tiempo, tus recursos... Está en tu mano retenerlo y escatimarlo o entregarlo y derramarlo. Y hoy es en favor de los otros donde puedes realizar tus gestos de ternura, acogida y derroche. Imagina que Jesús te llama por tu nombre: “Tengo algo que decirte”. Lo que pone ante ti es la posibilidad de vivir una vida regida por la “lógica de la ley y el cálculo” (el plano de la medida, la severidad, lo razonable…), o por la “lógica del don y la gratuidad” (es decir el agradecimiento, el amor creativo, la esplendidez... ) . Pídele a él, el “Señor de la desmesura”, que te ponga “del lado de la mujer” que es también el suyo, que cure los “ramalazos fariseos” que pueden esconderse en tu corazón, que te enseñe a mirar a las personas como él, que te inspire los gestos del “mucho amor”.