¿por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?

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Asociación Comunidades Cristianas Fe y Justicia
Fede eta Justizia Kristau Komunitateen Elkartea
Domingo de Resurrección (C)
31.03.2013
¿POR QUÉ BUSCÁIS ENTRE LOS MUERTOS AL QUE ESTÁ VIVO?
COLOR ESPERANZA
Sé qué hay en tus ojos con solo mirar,
que estás cansado de andar y de andar
y caminar, girando siempre en un lugar.
Sé que las ventanas se pueden abrir;
cambiar el aire depende de ti,
te ayudará, vale la pena una vez más.
Saber que se puede, querer que se pueda,
quitarse los miedos, sacarlos afuera.
Pintarse la cara color esperanza,
tentar al futuro con el corazón.
Es mejor perderse que nunca embarcar;
mejor tentarse a dejar de intentar,
aunque ya ves
que no es tan fácil empezar.
Sé que lo imposible se puede lograr,
que la tristeza algún día se irá
y así será, la vida cambia y cambiará.
Sentirás que el alma vuela
por cantar una vez más.
Saber que se puede, querer que se pueda,
quitarse los miedos, sacarlos afuera.
Pintarse la cara color esperanza,
tentar al futuro con el corazón.
Saber que se puede, querer que se pueda,
quitarse los miedos, sacarlos afuera.
Pintarse la cara color esperanza,
tentar al futuro con el corazón.
Vale más poder brillar
que sólo buscar ver el sol.
Pintarse la cara color esperanza,
tentar al futuro con el corazón
Saber que se puede, .......
querer que se pueda, .......
Pintarse la cara color esperanza,
tentar al futuro con el corazón.
Saber que se puede, querer que se pueda,
quitarse los miedos, sacarlos afuera.
Pintarse la cara color esperanza,
tentar al futuro con el corazón.
Saber que se puede, (saber que se puede)
querer que se pueda (querer que se pueda)
Pintarse la cara color esperanza,
tentar al futuro con el corazón.
Torres, Diego
“El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro
llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la losa, entraron y no
encontraron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían qué pensar de aquello, cuando se les
presentaron dos hombres con vestidos refulgentes; despavoridas miraban al suelo, y
ellos les dijeron:
–¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado.
Acordaos de lo que os dijo estando todavía en Galilea: “Este Hombre tiene que ser
entregado en manos de gente pecadora y ser crucificado, pero al tercer día resucitará”.
Recordaron entonces sus palabras, volvieron del sepulcro y anunciaron todo esto a
los Once y a los demás. Eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago; también
las demás que habían ido con ellas les decían lo mismo a los apóstoles, pero ellos lo
tomaron por un delirio y se negaban a creerlas. Pedro, sin embargo, se levantó y fue
corriendo al sepulcro. Asomándose vio sólo las vendas por el suelo, y se volvió a su
casa extrañándose de lo ocurrido.”
Lc 24,1-12
Un mensaje liberador
a) “El primer día de la semana...” (v. 1). Importante introducción. Comienza una nueva
semana de la historia de la humanidad, se inaugura el mundo nuevo, la creación definitiva;
y éste es su primer día, el más importante. Es el “domingo”, palabra que etimológicamente
significa “día del Señor”, el día en que Jesús venció a la muerte y fue constituido como
Señor y Cristo. Es el día de “Pascua”, o sea, del “paso” de la muerte a la vida, de la
opresión a la liberación, de las tinieblas a la luz... Se inicia así un día simbólico, que va
desde la resurrección hasta la ascensión –sin que se precise ningún cambio de día–. En el
libro de los Hechos, en cambio, se afirmará que “se dejó ver durante cuarenta días y les
habló del reinado de Dios”. “Uno” y “cuarenta” son aquí la misma cosa: un período de
tiempo muy largo, pero delimitado, un hecho único, durante el cual Jesús se presenta
viviente a los que lo habían experimentado bien muerto y fracasado, después de haber
convivido largo tiempo con él.
b) La tumba vacía. No es una prueba de la resurrección, sino un interrogante, que encontrará
su respuesta en la experiencia del encuentro con el resucitado. El mensaje de los dos
hombres desconocidos sintetiza esta experiencia, remontándose a las palabras de Jesús. A
diferencia de Marcos, que habla de un solo joven (Mc 16,5), Lucas menciona dos,
evocando tal vez
Dt 19,15, donde se dice que son necesarios al menos dos testigos para que un testimonio
sea válido. Así, la ambigüedad de la tumba vacía desaparece ante la revelación divina.
c) El protagonismo de las mujeres. Las mujeres, a pesar de ser las únicas de entre los
discípulos que han acompañado a Jesús en los últimos acontecimientos, siguen ancladas en
la institución de la Ley y, pasadas las fiestas, cuando el precepto del reposo ya no estaba en
vigor, van al sepulcro con la intención de embalsamar a un difunto. Se encuentran con que
la losa (no mencionada con anterioridad) estaba ya corrida. Entran y no encuentran el
cuerpo de Jesús. Hasta aquí su experiencia es negativa, en cuanto contradice sus
convicciones.
Sin embargo, a diferencia de los apóstoles, las mujeres, con nombres y apellidos, figura y
realidad del grupo femenino de discípulos provenientes de la marginación social y
religiosa, captaron inmediatamente la revelación, recordaron las palabras de Jesús y
contaron a los Once y todos los demás lo que les había pasado. Como era de esperar, los
Once y los demás discípulos pensaron que deliraban, y no las creyeron. Tampoco Pedro
saca las conclusiones pertinentes de lo que ha visto. El sepulcro vacío sólo produce en él
asombro, no la fe pascual.
d) “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?” El relato de Lucas expresa con
suma claridad el gran mensaje de la fe cristiana: no seguimos a un muerto sino a alguien
que vive, que es la vida. Es inútil ir a una tumba para embalsamar su cuerpo, porque no es
un cadáver lo que adoramos, ni el recuerdo de un hombre bueno lo que nos une. Es una
presencia. La frase clave está puesta en labios de los dos personajes celestes, como
expresión de que es el mismo Dios quien lo revela. No se trata de un hecho experimental,
pues pertenece al plano de la fe, a la convicción de que estamos llamados a la vida y a
buscar la vida. “No busquéis entre los muertos al que vive” es una consigna de renovación
de la vida, de la sociedad, de las estructuras opresoras que nos sumergen en el miedo. Es la
llamada a no vivir como muertos, con el espíritu adormecido, hundido y corrupto. Creer en
ese mensaje es “levantarse” –eso significa resucitar–, ponerse de pie y caminar erguidos
con toda la dignidad y libertad de personas nuevas.
Sugerencias para orar
a) Como las mujeres en la mañana de Pascua. A través de sus sentimientos, de lo
que buscan, recuerdan, miran y hacen, descubrimos que lo que habita la
interioridad profunda de estas mujeres está absolutamente polarizado en Jesús. Su
ausencia ha despertado en ellas el deseo y la búsqueda y ha integrado todos sus
afectos: amor, temor, desconcierto... No tienen más centro de atracción que él. Es
cierto que no hay en ellas esperanza de resurrección y van a ungir un cadáver,
pero la intensidad de su amor va a conducirlas a la fe. Una forma de orar es
aprender de ellas en la mañana de Pascua.
b) Salir. Salir de ti mismo y acercarte a otros. Dejar los lugares que nada ofrecen. Ir,
ya de madrugada, hacia donde tienes tu tesoro y tu corazón. No te resignes a ver
tumbas vacías, archivos llenos de polvo, reliquias del pasado... Tu papel, como el
de las mujeres, es empalmar cabos sueltos, contar, anunciar que está vivo en otra
parte, en Galilea, en ese cruce de caminos, culturas y razas.
c) Poner nombre a los miedos que nos paralizan o nos hacen huir. No intentar
prolongar el sábado refugiándonos en una espiritualidad evasiva o permaneciendo
en una parálisis inerte. Pero tampoco salir huyendo, por temor o desconcierto ante
lo que escuchamos, se nos anuncia o vemos. Descubrir nuestros miedos, nuestras
fobias, nuestras cadenas, nuestras huidas. Ver por qué tratamos de escapar no sólo
del dolor, sino también de la memoria de los crucificados de hoy.
d) Buscar un camino alternativo. Siempre hay, en la mañana del primer día de la
semana, un camino alternativo: el de quienes, entonces y ahora, echan a andar
"todavía a oscuras" y se acercan a los lugares de muerte para intentar arrebatarle
algo de su victoria, como intentaban borrar algo de su rostros aquellas mujeres.
Orar es buscar un camino alternativo en medio de tanto silencio, soledad y
fracaso. Hacer ese camino abiertos al asombro, apoyados en el recuerdo de
palabras que prometen vida, dispuestos a dejarnos sorprender por una presencia
oscuramente presentida...
e) Escribir y proclamar un pregón pascual. Escribirlo con palabras y sentimientos,
con hechos y vivencias. Y proclamarlo con los sentidos bien despiertos, con
palabras vivas y gestos significativos, con las entrañas y con la cabeza. Cantar a
Dios y a la vida por su triunfo. Cantar a Jesús de Nazaret porque vive, porque nos
ha enseñado a vivir y nos ha dado razones para vivir: para creer, esperar y amar.
¿Y SI DIOS FUERA...?
¿Y si Dios fuera “el viento”
que penetra por la nariz y todos los poros
hasta oxigenarnos los pulmones y el espíritu?
¿Y si Dios fuera “el silencio”
que envuelve cada noche en papel de celofán
nuestros sueños azules y locos?
¿Y si Dios fuera “el río”
que baña y refresca nuestros pies cansados
y calma nuestra sed de vida y ternura
en este mundo peregrino?
¿Y si Dios fuera “el perfume”
que llena nuestra vida de gozo y placer
sin pedirnos nada?
¿Y si Dios fuera “el fuego”
que quema y consume nuestras entrañas
para que resplandezcan acrisoladas
esas pepitas de oro escondidas?
¿Y si Dios fuera “la música”
que nos invita a cantar y bailar en las plazas
rompiendo todas las reglas con alegría?
¿Y si Dios fuera “el rocío”
que nos refresca cada día la historia y la vida
para que andemos despiertos y erguidos?
¿Y si Dios fuera “el mendigo”
que nos tiende su mano
sin atreverse a confesar sus miedos y sus hambres?
¿Y si Dios fuera “el niño”
que desde las ventanas de su cuerpo
nos hace carantoñas de plastilina?
¿Y si Dios fuera “el grito”
de los pueblos oprimidos en la tierra
que viven y mueren ignominiosamente
reclamando un puñado de libertad?
¿Y si Dios fuera “Jesús de Nazaret”
muerto y resucitado hace dos milenios,
y en la actualidad estandarte de vida y esperanza
de pobres, misericordiosos y perseguidos?
¿Y si Dios fuera a la vez viento, silencio, perfume,
fuego, música, rocío, río, mendigo, niño, grito, ¡Jesús el Nazareno!?
¿Y si tú y yo también fuéramos Dios
–dioses en miniatura– con la responsabilidad
de convertir este mundo inhóspito
en un “reino” de paz y de fraternidad?
¿Y si Dios fuera ¡todo!,
todo lo que vemos,
sentimos, ignoramos, y deseamos?
Ulibarri, Fl.
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