una m inoría (o de una mayoría), ¿cómo es posible e ncontrar una estructura, un marco político dentro del cual sea factible llevar a cabo experim entos revo­ lucionarlos antl-autorltaríos susceptibles de conducir a una nueva sociedad so cia lista? “ (p. 54), no podem os por menos que m ostrarnos entre perplejos y escépticos. Acabam os por pensar que R. de Jong no está hablando ya aquí, bien m irado, del anarquism o español, sino que nos hace una proposición d octrina ria por su propia cuenta, de noble Inspiración, quien lo duda, pero que se nos antoja gratuita y, a propósito del m ovim iento que ha pretendido analizar, traída por los cabellos. Des­ ca lifica r contundentem ente el concepto m arxísta de la „dicta du ra del p ro le ta ria do “ - que es lo que en el fondo le ha dictado al autor el párrafo transcrito - es, te órica ­ mente, muy fácil, y hasta da testim onio de pulcritud moral, pero ya no lo es tanto si se piensa en la práctica revolu­ cionaria, de la que tanto supieron los anarquistas espa­ ñoles. Esta, que en muchas ocasiones ha de ensuciarse las manos, no puede prescindir, so pena de verse neutrali­ zada y hasta vencida, de una u otra form a de actuación enérgica — llámese dictadura o no — para m antener a raya a la reacción, dispuesta siem pre a todo para recon­ quistar y defender sus posiciones (Cfr. Chile, sin ir más lejos). Eso es lo que quiso dar a entender Marx con el concepto „d icta d u ra del p ro le ta ria do “ y si luego el concepto se ha interpretado de una manera mezquina e hipócrita y se ha encubierto con él la dictadura de un par­ tido o de una oligarquía burocrática, la culpa no es de Marx sino de quienes lo han falsificado. Figura del „cacique“ El estudio de R. Th. J. Buve, „Sociedad rural durante la II R epública Española“ , nos hace entrever en ocasiones la „in fra h isto ria " del período analizado, de form a que la situación conflictiva, agudizada por la polarización de las actitudes durante la R epública y aún más al plantearse tal situación, a p artir de ju lio de 1936, en térm inos de con­ flagración armada, se nos ofrece a un nivel poco estu­ diado hasta ahora, a pesar de co nstitu ir la dim ensión histórica que más se aproxim a a la „pa lp ita ció n biográfi­ c a “ de los españoles que poblaban el país en aquellos momentos. C ualquier español que los vivivó reconocerá el acierto con que el Sr. Buve ha logrado sondear zonas pro­ fundas de la realidad, aunque no dejará de advertir asim is­ mo sus errores de apreciación al intentar d e fin ir ciertos fenómenos, como el tan autóctono y peculiar del „c a c iq u is ­ m o“ . La figura del „c a c iq u e “ no puede desglosarse en la triple del secretario del ayuntam iento, del párroco y del interm ediario, como hace el Sr. Buve al rastrear el fenó­ meno en el noroeste de España, ni reducirse sim plem ente a la dei flnquero, al explorar el centro y el sur. Para empezar el cacique es, casi por definición, único: si es cacique es porque en su dom inio — „p o w e r d om ain “ , como puntualiza el autor — m onopoliza o pretende m ono­ polizar el poder efectivo. En segundo lugar, la base de la dom inación política y social del cacique es de orden económ ico: es inconcebible el cacique sin medios de fo r­ tuna — dinero o propiedades —. Sus procedim ientos típi­ cos son el cohecho, la venalidad — la com pra de votos, el alquiler de sicarios, la concesión o desposesión de preben­ das, empleos, aparcerías, etc. — para som eter las volun­ tades. Otros poderes, como el b urocrático del secretario del ayuntam iento, el espiritual „sui generis“ del cura pá­ rroco y el m ercantil del que el Sr. Buve llama intermediario, están supeditados al del cacicato y son con frecuencia, eso sí, agentes del mismo o su epifenómenos. Al lado de estas bases económ ico-sociales — el origen de todo poder, por lim itado que éste sea social y geográficam ente, hay EXPRÉS E S P A Ñ O L /Ju n io 1974 A. L. Consiandse: „N o fue sólo la Intervención m ilita r y económ ica directa de los países fascistas lo que decidió el desenlace de la guerra civil española, sino también el miedo que sentían los países dem ocráticos por una revolu­ ción so cia lista.“ que buscarlo siempre, en la sociedad europea postnapoleónica, en la región económ ica — concurre en la figura del cacique una determ inada contextura psicológico-cultural que le adscribe, consustancialm ente, a la ideología de derechas, característica a la que el Sr. Buve no alude en absoluto. Si el autor de este trabajo hubiera sabido calar más hondo en el fenóm eno del caciquism o, no habría incurrido en el despropósito de afirm ar (pág. 57) que „en tiem pos de la R epública“ los caciques eran ,,a veces, socia listas“ , porque, si en España ha habido una actitud antitética al caciquism o, ha sido, como es lógico, por lo demás, la que ha inform ado la d octrina y la práctica, en la m edida en que ésta ha tenido lugar, del socialism o. Entre la numerosa docum entación que podría señalarle al Sr. Buve para sacarle de su error, me lim ito a indicarle el libro de Andrés Saborit „Joaquín Costa y el so cia lism o “ (Ed. Zero, A lgorta - Vizcaya 1970), por asociarse en él al prim er y máximo denunciador del caciquism o y a la corriente político-sindical que se d istinguió precisam ente por com batir incansablem ente sem ejante plaga. Otros estudios Los ensayos que figuran a continuación del del Sr. Buve, „La inteligencia española durante la II R epública“ , de Francisco Carrasquer, „Poesía y guerra c iv il“ , de J. Lechner, y „La posición de la Iglesia C atólica durante y des­ pués de la guerra civil española“ , de Antoni Porta, se leen todos con gran interés y revelan un conocim iento pro­ fundo — inm ediato y casi em pírico en los casos de Carras­ quer y de Porta, erudito en el del Prof. Lechner, especiali­ zado en el tema de la poesía com prom etida española contem poránea — de las respectivas materias. Por último, el de Fernando Valera, presidente del consejo de m inistros del gobierno español republicano en el exilio, titulado „Orígenes y consecuencias de la guerra civil espa­ ñ ola“ , más que un análisis objetivo de lo que anuncia el título, es una apología „p ro dom o" de la actitud legitimista del gobierno noblem ente fantasm a que el autor preside. ■ F. M. Lorda Alaiz „De Spaanse burgeroorlog en zijn gevolgen“, contribuciones de Thomas, Constandse, G arcía Durán, R. de Jong, Buve, Carrasquer, Lechner, Porta, Valera. Universitaire Pers, Leiden 1973. ’ ) Un título más a los 15.000 ya existentes, cfr. misma publicación, pág. 27. 49