cristianismo y cultura en la sociedad moderna secularizada

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WILLIAM R. CROCKETT
CRISTIANISMO Y CULTURA EN LA SOCIEDAD
MODERNA SECULARIZADA
Le chistianisme et la culture dans la société moderne sécularisée, La Maison-Dieu, 179
(1989), 45-56
Al abordar este tema procuraré hacer primero un análisis descriptivo del proceso de
secularización en la sociedad occidental, y luego intentaré elaborar una respuesta
teológica y litúrgica a la secularización.
Análisis descriptivo de la secularización
Es un proceso social en curso desde el siglo de las luces, que ha separado los principales
espacios de la vida pública de la influencia religiosa y del control eclesiástico. La
misión de la religión en las sociedades pre- modernas, ha sido descrita por Peter Berger
como "baldaquino sagrado", en el interior del cual se organizaba y desarrollaba toda la
vida social.
El efecto de la secularización es que la religión, en lugar de ser la clave de bóveda que
unificaba el edificio social, se ha convertido ahora en una parte del interior del mismo.
El siglo de las luces, que exalta la razón por encima de la vid a pública, de la influencia
religiosa y del control de la Iglesia, marca la línea divisoria entre la época de cristiandad
de Occidente y la aparición en él de las sociedades modernas. Es el fin de la cristiandad
como etapa histórica de la relación entre cristianismo y cultura, que empezó con
Constantino y el reconocimiento del cristianismo por el estado romano. La educación y
el servicio social ya no están bajo el control de la Iglesia sino del estado secular. La
unidad de la sociedad moderna ya no es el "b aldaquino sagrado" sino lo que Max Weber
ha llamado la "jaula de hierro". La secularización desplaza la orientación de la sociedad
y las dirige más hacia este mundo, cuyos acontecimientos ya no tienen explicaciones
trascendentales y sobrenaturales sino científicas y racionales.
Tras este proceso, las sociedades occidentales han marginado a la Iglesia como
institución, dejándola relegada a la vida privada, y son muchos los que viven de manera
secular sin ninguna interpretación religiosa de la existencia.
El estudio de la secularización se concentra también sobre la fuente de la legitimidad en
el orden social y político. Se habla de una crisis de legitimación porque la religión ha
dejado de ser la base del mismo. El orden moral es reemplazado por el técnico. El
dominio público y el privado están gobernados respectivamente por autoridades
distintas: el público por la legislación, la burocracia, la racionalidad y la tecnología; el
privado queda á elección del individuo, pero la religión elegida no tiene consecuencias
sobre el funcionamiento del sistema social. Existen diversas variedades de experiencia
secular. A pesar de la secularización, la religión persiste en diversidad de formas en la
sociedad occidental.
En diversos países, la secularización se efectúa de maneras diferentes: En la revolución
francesa, de modo radical: la cristiandad fue destruida y reemplazada por un Estado
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secular anticlerical. En Inglaterra, de modo menos agresivo, toma la forma de
indiferencia respecto a la religión. En los Estados Unidos del siglo XIX, se desarrolla
una "cultura autónoma" que queda más disimulada porque los símbolos religiosos se
ven transformados en el interior de círculos en los que una forma de cristianismo
individual y sobrenatural cede el paso a un evangelio social, encarnado acá en la tierra.
Pero, el cristianismo americano prosiguió y se acrecentó, desarrollándose un nuevo
"contrato social" en el que la religión acepta la misión de dirigirse a los sectores de la
vida personal y familiar, mientras que las dimensiones públicas (política, social,
económica y cultural) están destinadas a devenir autónomas o a pasar bajo el control de
otras formas de tutela. En los tres países la secularización ha significado, bajo formas
diferentes, la marginalización y la privatización de la religión.
Respuesta teológica y litúrgica a la secularización
En Occidente, se ha hecho necesaria una respuesta teológica a la Ilustración. Algunos
teólogos aceptaron, sin más crítica, las premisas de las "Luces" para desarrollar su
teología contemporánea, pero hoy día se requiere un juicio crítico del punto de partida
cartesiano con su subjetivismo, su dualismo y su preferencia por el concepto en
detrimento del símbolo, al mismo tiempo que del paradigma mecanicista de la ciencia
del siglo XVII. Hay que reconsiderar las premisas nacionalistas e individualistas,
epistemológicas y metafísicas que sirvieron de base intelectual a la secularización.
Los teólogos que en los años 60 aceptaron las premisas de las "Luces", han tendido a
aceptar la secularización como su consecuencia necesaria, sin criticarla; llegando
algunos a la conclusión de que Dios había muerto. Otros, más moderados, intentaron, en
cambio, hallar modelos de trascendencia alternativos; unos terceros consideraron la
secularización como un fenómeno histórico (final de la "cristiandad"), y trataron de
buscar relaciones alternativas éntrela Iglesia y la sociedad.
Como teólogo y liturgista me parece que ha sido un elemento clave del proceso de
secularización la pérdida de los símbolos y su substitución por un enfoque racionalista.
Se produce hoy un retorno a lo simbólico, lo cual comporta profundas implicaciones
para una renovación de la liturgia en la sociedad secular. Se ha llamado a esto el
"reencantamiento del mundo" por oposición a la descripción Weberiana de la
secularización como "desencantamiento del mundo". Yo sugiero que la fosa entre
cristianismo y cultura característica de nuestra sociedad, podría eliminarse sobre todo
por el redescubrimiento de lo simbólico en la vida humana. Hoy se va comprendiendo
que la actividad ritual y simbólica es esencial para comprender el significado de lo
humano y de la vida en sociedad. La inculturación de la liturgia en la sociedad secular
moderna; conduce a dar una expresión simbólica a las dimensiones últimas ocultas que
se encuentran en la experiencia secular.
La liturgia es una variedad especial de actividad simbólica. En las sociedades
tradicionales, la actividad simbólica ritual permitía el contacto con lo trascendente. La
secularización ha implicado la pérdida del sentido trascendente, de la conciencia
simbólica, y ha dado una orientación hacia este mundo. Según las "Luces", los símbolos
son una supervivencia de una época primitiva supersticiosa; son ideas y
representaciones que carecen de precisión. Han de ser reemplazadas por ideas claras y
distintas, y por una descripción racional de la realidad. No obstante, en los siglos XIX y
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XX muchos autores de diversas disciplinas van redescubriendo la dimensión de lo
simbólico como cosa esencial al sentido de la existencia humana.
Descubrimos dos grandes tradiciones en la interpretación de los símbolos: la "simbólica
realista" y la "sociológica". En la primera, los símbolos tienen una integridad propia que
no puede ser reducida a otras categorías. Pueden hacer coexistir varios niveles de
significación y funcionan de maneras diversas. El símbolo no puede ser reemplazado
por un concepto; cosa que ataca al punto de vista de las "Luces" y el "reduccionismo
simbólico" de Freud y Marx, quienes reconocen la importancia de los símbolos en el
desarrollo de la personalidad humana y de la sociedad pero creen que enmascaran una
verdad que ha de ser expresada en las categorías de la ciencia y de la filosofía.
Para los realistas simbólicos, la interpretación de los símbolos no tiende a suprimirlos o
a substituirlos por conceptos sino a apreciarlos más mediante la revelación de su propio
sentido. La conciencia simbólica es la propiamente humana. En este punto; los antiguos
tenían razón y los pensadores de las "Luces" se equivocaban. El pensamiento racional es
ciertamente reflexión humana pero sólo alcanza uno de los niveles de un universo de
sentido simbólico con varios estratos. Reemplazando los símbolos por conceptos, la
cultura posterior a las "Luces" se ha empobrecido radicalmente. La pérdida del símbolo
nos ha deshumanizado. La finalidad de los realistas simbólicos es la reconquista de una
plena conciencia simbólica.
El análisis de los realistas simbólicos puede ser enriquecido con la tradición
"sociológica". Según Freud, no se puede explicar el desarrollo de la personalidad
humana sin tener en cuenta la dimensión simbólica. Según él, los sueños expresan la
profundidad oculta e inconsciente de la personalidad humana bajo la forma de un
lenguaje simbólico, por la interpretación del cual podemos acceder a las profundidades
del inconsciente de nuestras vidas, a sus anhelos profundos y a sus conflictos ocultos. Y
proporciona también un miedo de hacer frente a las dimensiones ocultas de nuestra
existencia y así experimentar la curación y el cambio. Los símbolos serían, pues,
instrumentos de transformación personal.
Los símbolos son también instrumentos de transformación social. Según Marx, tienen
una misión social ideológica: legitimar el orden social y económico existente. Para Max
Weber, también los símbolos religiosos pueden ejercer en la sociedad esa función
transformadora e ideológica. Según él, la religión nunca es un simple reflejo de la
sociedad.
Weber ha hecho del "carisma" el punto de partida de su estudio sobre la misión de la
religión en la sociedad. El elemento dinámico de las instituciones religiosas es la
persona carismática; la cual, sin mostrarse opuesta a la comunidad, tiene intuiciones a
nivel profundo y verbaliza la alienación de la comunidad, siendo capaz de expresar
claramente la experiencia y el sufrimiento fundamental de un pueblo. Le toca también
proponer un nuevo proyecto o visión capaz de vencer esa alienación. Aquí pensamos
inmediatamente en los Profetas, en los escritores apocalípticos o en personajes como
Martín Luther King. Esta irrupción de la imaginación en la vida de un pueblo,
proporciona una visión alternativa a la de la sociedad dominante y anima la esperanza
de un nuevo orden de cosas.
WILLIAM R. CROCKETT
Desde un punto de vista teológico y litúrgico, la misión del símbolo es revelar lo
trascendente y lo sagrado. La liturgia, en cuanto forma particular de una experiencia
simbólica, es la celebración de la presencia de Dios en la vida secular en vista a su
transformación redentora. Los símbolos religiosos revelan un mundo de sentido
trascendente oculto en la vida secular, que sirve de instrumento de cara a una
transformación personal y social. Como acción simbólica, la liturgia funciona de una
manera análoga a la metáfora o a la parábola. Abre al hombre nuevos horizontes y
nuevas posibilidades. Como las parábolas del Evangelio, su sentido simbólico múltiple,
nos pone en contacto con el misterio del Reino y nos pide conducir la totalidad de la
vida secular de aquí la tierra, bajo el gobierno de la justicia divina.
Tradujo y extractó: ROSARIO ALEMANY
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