personalidad del letrado granadino que fué Quesada, el primero

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personalidad del letrado granadino que fué Quesada, el primero que
escaló esa meseta andina, emplazaron para siempre la capital de la
nación en Santa Fe de Bogotá, llamada así porque recuerda en su
topografía la Vega del Genil, Cuarteles de los Reyes Católicos en la
reconquista de Granada. Después se pensó en abrir caminos hasta
ella, aprovechando la navegación del río Grande de la Magdalena.
Pero para siempre hubo de ser Bogotá la capital más retirada del
mar entre todas las americanas y para siempre los colombianos nos
familiarizamos con la distancia, con las largas jornadas, con el aislamiento de las aldeas y con la dispersión demográfica. Encajados en el
continente vivimos como isleños, prescindimos del mar y nos resignamos a ser olvidados de ultramar. Confinados, nos faltó el estímulo de
ser testigos del esfuerzo ajeno y nos creamos normas contraídas para
medir los valores humanos. Los que tuvieron caudales buscaron gastarlos lejos y los lujosos hubieron de importarlo todo para sentirse y
aparentar que eran señores. Por paradoja ausentes de los hombres que
crean la cultura del mundo, concedimos al extranjero un valor fetichista y remachamos las cadenas de una mentalidad pedisecua, de una
postrada capacidad de ataque a la vida.
Este proceso inexorable de psicología de masas explica muchos
detalles de la historia de la Expedición Botánica y declara ciertas
actitudes de Mutis, de Caldas y de todos los hombres de su escuela.
La obra botánica de Mutis llevaba su disolución en las entrañas.
Semejante a los aviones dé hoy día, cargados de combustible listo a
desintegrarse, volando a velocidades que al menor roce provocan la
incandescencia de los metales; la Expedición, por sus propias excelencias, cabalgaba en la muerte.
Mutis a fuer de europeo proyectó como entonces se proyectaba en
los países más adelantados. Como español templó más el arco, se enardeció en el esfuerzo, se enamoró de Dulcinea. Como una sirena homérica lo iba atrayendo la flora granadina cada vez más incógnita. Y no
medía ya, ni los años de su vida, ni los recursos editoriales para su
obra, ni la veleidad de sus continuadores, ni la fugitiva vigencia de la
protección real.
Cambiaron los vientos, desfalleció el timonel en su puente de guardia, y la obra que para España era gigante, para la colonia convertida
en república resultó desmesurada. No había llegado el momento de
equipararnos con nuestra propia naturaleza.
Si por este aspecto del plan que concebía, el científico español
resultaba inmenso y Nueva Granada pequeña, por otro sucedía al
revés. El era gota no más sobre campos dilatados, rayo de luz en densas tinieblas.
Ya insinuamos que Linné dividió en dos la historia taxonómica del
mundo; que quiso poner orden en las especies florales y zoológicas de
todos los continentes; fijar las normas, precisar los caracteres exactos
para colocar en su puesto y casilla, con su nombre y rótulos internacionales, a todos los seres que, en avalancha, se precipitaban desde
todos los ángulos del planeta, sobre el interés de los naturalistas. Y
quiso — obligada limitación de la técnica — encuadrar esos caracteres
dentro de los ejemplares botánicos, en los exsicados de herbario, en la
tabla pictórica de unos cuantos centímetros cuadrados; proceder que
lo condujo a determinar palmeras por sola su inflorescencia. Esto
hacía escabroso el camino de Mutis, inciertas sus determinaciones.
En la vida de la Expedición jugaron otros factores de grandeza y
pequeñez.
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Llega Mutis a Santa Fe con su colega el cirujano don Jaime
Navarro quien debía ser de los de saco corto y las gentes, aunque urgidas por mil dolencias, les muestran menos confianza que a los curanderos charlatanes.
Proyecta Mutis su Historia Natural de América, pule las aristas de
sus planes con minuciosidad exquisita, pero en Santa Fe — ¡qué va!
no halla recursos para desarrollarlos.
No pocas contrariedades debió sufrir Mutis por causa de la incomprensión de la sociedad santaferefia; incomprensión con que los mediocres castigan siempre a quienes notoriamente los superan. Una frase
suya incidental nos revela ese aspecto de su lucha: ¿Pero qué progresos, dice, podría hacer un hombre sin protección y con la nota de distraído
de ideas extravagantes, según estos sabios de aquel tiempo en el Palacio y
en la capital del Reino?
¡Oh los sabios de la corte de Santa Fe; los del vestido viejo de
Fernando V I y las gorras de terciopelo carmesí! Con razón don Pedro
de la Zerda los metió a todos en la cárcel por media hora, como a
rapaces de escuela, porque a su regreso de Cartagena por el camino
del Carare no salieron a rendirle pleitesía en Usaquén, según era de
protocolo»;
Dirige Mutis desde 1763 su representación al rey solicitando su
patrocinio en cambio de toda su vida entregada al esfuerzo y al
prestigio de la nación y la respuesta sólo llega al cabo de veinte años,
cuando los climas y las angustias han mermado su salud y su energía y se le ha adelantado en el favor del monarca una turba de
mediocres.
Se accede a su solicitud, pero con la condición de que entregue
para el Gabinete Real todas sus colecciones y dibujos hechos a su costa
en veinte años.
El investigador se entrega a su obra con alacridad sin ejemplo y
halla dificultades en conseguir colaboradores; no puede, por falta de
imprenta publicar las especies nuevas; otros menesteres ineludibles le
distraen y su salud decae por la rampa de la senectud.
Al sabio faltó presenciar lo más triste de su destino, pequeñez de
América indescifrable: la volubilidad de sus favorecidos; la insubsistencia de los favorecedores de su obra; la secular interrupción de su
esfuerzo; el silencio de los llamados a lista por sus obligaciones con
España, con el Nuevo Reino, con la ciencia y con la naturaleza.
Hasta su tumba se perdió bajo el palustre de algún albañil innominado.
Cuando sintió que el suelo se hundía bajo sus pies, él, el caballero
de la alta bandera y de la profunda melancolía, debió decir como Sir
Walter Releigh la víspera de su muerte:
Con que ese es el tiempo, que nos arrebata la confianza
Juventud, alegría y cuanto poseemos
Y así nos paga en polvo y en vejez,..?
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