DEMOS GRACIAS A DIOS POR ESTA VOCACIÓN «Comencé a sentir un vacío grande. La discoteca y todas las juergas en las que participaba con otros jóvenes me dejaban peor. Volvía a casa descontento, vacío. Nada ni nadie era capaz de llenar ese vacío. De pronto, en medio de ese malestar, comencé a oír una voz que parecía que quería llenar ese vacío. Era Jesús. Me asusté porque apenas tenía trato con él; no iba a Misa y rezaba más bien poco. Pasado el primer susto, cada vez que escuchaba su voz en mi interior me sentía a gusto, cómodo, con paz. Mi relación con Jesús alegraba mi corazón, daba sentido a mi vida. Era otra persona. Comencé a tener un buen trato con Jesús. Pero yo no preveía a donde me podía llevar esta amistad. Me asusté cuando escuchaba en lo más hondo de mi corazón que Jesús me llamaba para ser sacerdote. ¿Cómo podía llamarme a mí, precisamente a mí, que apenas frecuentaba la Iglesia, que no estaba en ningún grupo de la parroquia, que no llevaba una vida muy ordenada…? No salía de mi asombro. El susto iba en aumento hasta que el compañero de trabajo me dijo: “Habla con el sacerdote”. Así lo hice. Iba con miedo; me parecía que yo era un “bicho raro”, que esto no le pasaba a nadie. El sacerdote me acogió muy bien, me escuchó, mi ánimo se iba serenando, me sentía cada vez mejor. Salí contento y animado. Hasta hablé con el Obispo. ¡Qué nervios! Pero ¡qué bien me quedé! ¡Cómo me escuchó y cómo me comprendió! Hoy estoy en el Seminario, después de haber dejado el trabajo fijo que tenía, estudiando primero de filosofía y preparando el acceso a la Universidad para mayores de 25 años. Estoy feliz. Me falta tiempo para lo mucho que tengo que estudiar pero lo hago muy a gusto y estoy muy contento. Hasta saco buenas notas». Este es el relato de la vocación de uno de nuestros seminaristas, que hoy vive feliz su vocación al sacerdocio después de pasar momentos de incertidumbre. ¿Dónde está la fuerza que ha movido a este joven para ser sacerdote? Su decisión no es fruto de razonamientos o de búsqueda de seguridad. Una fuerza mucho mayor ha conmovido su vida y le ha hecho dar un giro de 180 grados. Esa fuerza es Dios. Se ha sentido querido por Él; ha descubierto que el proyecto que Dios tiene sobre él es un proyecto que llena su corazón y que siendo sacerdote puede ayudar a llenar el corazón de mucha gente. Escribo este testimonio en la Hoja de este domingo porque hoy celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. El papa Benedicto XVI nos dice, en su Mensaje para esta Jornada, que «en todo momento, en el origen de la llamada divina está la iniciativa del amor infinito de Dios, que se manifiesta plenamente en Jesucristo». Nos presenta también la vocación como un don que Dios nos hace como fruto de su amor. Realmente toda vocación es un regalo para el mundo, puesto que la vida de los consagrados está dedicada a expresar el amor de Dios a todo el mundo, especialmente a los que están en peor situación. Demos gracias a Dios por escuchar nuestras oraciones en favor de las vocaciones y sigamos pidiéndole que nos conceda las vocaciones que necesitamos. Con mi afecto y bendición. + Alfonso Milián Sorribas Obispo de Barbastro- Monzón