Testimonio seminario

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 Busca tu vocación, Dios te llama. Testimonio del
Seminario
PABLO MARINA (6º curso)
“ Dios me estaba pidiendo algo y no sabía que era:
Pues claro, ¡cómo lo vas a saber si no rezas! Yo
tampoco lo sabía, porque tampoco rezaba ”
¿Crees que Dios te puede estar pidiendo algo y no sabes lo qué es?, ¿es así que tienes
todo lo que un joven de tu edad puede desear (coche, amigos, trabajo, novia, etc.) y te
sientes vacío?, ¿es en la oración que notas como tu vida cobra un nuevo e inesperado
sentido?
Tranquilo, a mí también me pasó.
Éstas son las preguntas más usuales que un joven con inquietud vocacional se puede y
de hecho se debe plantear. La respuesta a las mismas, esconde el misterio de tu vida. Si
te atreves, respóndelas conmigo una a una y verás cómo te puedo ayudar.
Dios me está pidiendo algo y no sé que es: Pues claro, ¡cómo lo vas a saber si no rezas!
Yo, tampoco lo sabía, porque tampoco rezaba. Buscaba a Dios en las criaturas, sin saber
que no era ahí, sino en mi interior dónde Él habitaba (y habita). Cuando estaba
estudiando la carrera de Derecho en ICADE, lo único que me preocupaba era: tener
novia y en su momento conseguir un buen trabajo. Con lo cual, los horizontes de mi
vida eran bastante reducidos a la vez que pobres.
Efectivamente, tuve novia y aunque me encantaba, la relación con ella no me llenaba;
me faltaba algo. Más tarde tuve trabajo y ciertamente que estaba a gusto; en un bufete
de abogados de prestigio en Madrid, con compañeros/as estupendos/as e incluso con un
sueldo bastante aceptable. Eso sí, los horarios dejaban bastante que desear, como suele
ser habitual en el sector jurídico.
Y es así que en ese contexto de joven profesional con un futuro prometedor, un
sacerdote se cruzó en mi vida; Alfonso, párroco por aquél entonces de un pueblo de la
sierra de Guadarrama de Madrid. Le conocí un verano, coincidiendo con las vacaciones
que solemos pasar allí toda la familia. Hubo dos cosas determinantes que marcaron en
ese momento mi vida: el ejemplo de este sacerdote, completamente entregado a la cura
de almas y al servicio pastoral y la experiencia de hacer oración, que nunca antes había
tenido.
Para ti, que estás leyendo este testimonio, te diré que siempre he sido creyente y como
siempre he creído que no podía ser de otra manera, también he sido practicante; ¡vamos
que iba a misa todos los domingos! Esto, si te lo cuento no es para presumir, porque el
merito no es propio, sino de Dios a través de mis padres, verdadero ejemplo de vida
cristiana. Pero, aún con estos antecedentes, mi experiencia de oración era nula.
Empecé rezando 10 minutos delante del sagrario, porque así me lo indicó Alfonso,
entonces mi director espiritual. Así estuve unos meses, hasta que el 3 de mayo de 2003,
vino el Papa Juan Pablo II a Cuatro Vientos en Madrid. En ese encuentro tan esperado
por algunos, Dios me tenía preparado un gran regalo: la vocación sacerdotal.
El ejemplo de este Papa anciano y enfermo, pero fuerte e interiormente joven, marcaron
mi vida y la de muchos de mi generación. Desde el “¡no tengáis miedo, abrir las
puertas a Cristo!” con que inició su Pontificado en 1978, hasta la célebre frase de: “¡los
que oigáis la voz de Dios en vuestro corazón, no la acalléis!”, dicha en Cuatro Vientos,
Dios no ha dejado de decir cosas al mundo de boca de este gran e inolvidable Juan
Pablo II.
De hecho, fue la frase antedicha; “ Los que oigáis…” la que cambió mi vida. Dios me
hablaba, pero yo no le escuchaba. Los afanes de este mundo, tan atractivos y seductores,
habían conseguido acallar la voz de Dios en mi vida.
Me bastó con oír al Papa decirlo tan claro, para dar un giro de 180 grados en mi vida; a
partir de esa tarde primaveral y calurosa del mes de mayo, es cuando definitivamente
descubro mi vocación y despejo con ello multitud de dudas e inquietudes. Desde ese
día, dejo de seguir mi propia gloria, para ser un fiel seguidor de Jesucristo. Cambio la
toga de abogado, por el seminario y te puedo asegurar que no he tomado mejor decisión
en mi vida, que cuando decido ser, por gracia de Dios y con la ayuda de la Iglesia,
sacerdote de Jesucristo.
El resto, te lo puedes imaginar; hago una parte del camino de Santiago con un amigo,
dónde veo confirmada la llamada a ser sacerdote y en septiembre de 2003, dejando la
casa familiar junto a mis padres, comienzo una nueva vida en el seminario, junto a otros
compañeros con los que me une, una misma vocación y un mismo destino.
Espero que este breve relato de mi vocación te haya ayudado y que también tú como yo
y como tantos otros, puedas escuchar esa voz de Dios que te habla en lo más íntimo de
tu corazón…. La respuesta depende sólo de ti.
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