LA HOJA VOLANDERA RESPONSABLE SERGIO MONTES GARCÍA Correo electrónico [email protected] En Internet www.lahojavolandera.com.mx ¿QUÉ ES EXPLICAR? Roger Cousinet 1881-1973 Roger Cousinet (nació en Arcueil, Francia, el mes de noviembre; murió en París, el 7 de abril) durante muchos años ejerció el cargo de inspector de primera enseñanza. Fue titular de la cátedra de Pedagogía en la Sorbona y creó, con Mme. Guérritte, “La Nueva Educación”, asociación desde donde luchó fervorosamente a favor de los métodos activos. A Cousinet se le reconoce como uno de los más destacados exponentes de la pedagogía francesa contemporánea, entre otras razones, por ser un educador pleno en quien se armonizan las amplias visiones del teórico y la experiencia del práctico. Promotor de una pedagogía basada en un conocimiento profundo del alumno, es el creador del Método de trabajo libre por grupos, que para él constituye un medio tanto de formación intelectual como de educación social a partir de un gran respeto a la libertad personal del niño, lo que hace a M. Debesse expresarse de Cousinet como “el representante por excelencia de una sólida tradición de la pedagogía francesa: la de la libertad espiritual”. Cousinet escribió, entre otras obras, Un método de trabajo libre por grupos (1925), La vida social de los niños (1953), La escuela nueva (1962). ¡Explicar! Esta es la noble tarea del maestro, de la que está orgulloso y que reivindica como suya propia. Por supuesto, el maestro enseña, pero a me- nudo delega esta tarea en el manual, que puede cumplir esta función tan bien como él. En cambio, lo que se llama explicar, sólo él es capaz de hacerlo. Explicar para conseguir ese resultado de valor incomparable: que el alumno comprenda. Porque, claro está, el alumno asiste a clase para aprender, pero no puede aprender realmente sino comprendiendo; y, por otra parte, aprende para comprender, y sólo puede comprender si el maestro explica y en la medida en que lo hace. Sí, es cierto. Pero quizá sea preciso que examinemos la cuestión más de cerca. Desarrolla el maestro en clase dos actividades, a las cuales corresponden, o deben corresponder, dos actividades complementarias de los alumnos. El maestro enseña y los alumnos aprenden, y aprenden porque enseña. Explica, y los alumnos comprenden, y comprenden porque él explica. Lo que aprenden depende de la atención que prestan, de su aplicación, de su memoria, sea cual sea el sentido de estas palabras. Pero depende mucho más aún de las enseñanzas del maestro. Su comprensión depende de su aplicación y de su inteligencia, pero aún más de la explicación del maestro. Esta distinción entre las dos actividades magisteriales es, en primer lugar, una distinción de hecho: la enseñanza y la explicación constituyen dos actividades distintas. No hay enseñanza pura, netamente diferente de la explicación, sino cuando el maestro enseña lo inexplicable, sea ello un dato en sí (un fenómeno natural) o bien un dato convencional (un uso social, o gramatical). La enseñanza comprende gran cantidad de estos datos, puros o convencionales (tal montaña tiene tal altura, tal cuerpo tiene tal composición, etc.). El maestro, pues, los comunica a sus alumnos, se los hace aprender, sin pedirles que comprendan, pues no hay que comprender, ya que la pregunta de alcance comprensivo, la pregunta ¿por qué?, no puede tener respuesta en semejante caso. Pero el maestro no se aviene a esta actitud que tiene trazas de resignación y puede sugerir al alumno la idea de una confesión de impotencia. No ex- Mayo 10 de 2011 plicar nada resulta una posición válida cuando realmente no hay nada que explicar; lo es menos cuando no se explica porque se es incapaz de hacerlo. Por otra parte, el hacer comprender, en su valor intelectual, al menos aparente, se considera una actividad pedagógica superior al simple hacer aprender, que tiene un no sé qué de mecánico. Por esto se ha recomendado siempre, tanto al maestro como a los alumnos, la segunda actividad, como superior a la primera. Se ha repetido sin cesar al maestro que no sólo debía enseñar, sino que tenía que explicar. También se ha repetido sin cesar al alumno que no sólo debía aprender, sino también comprender. Y ello aun cuando la noción que el maestro presentaba a sus alumnos, el contenido de la enseñanza, no tuviese explicación por no ser explicable, y aun cuando esa noción aprendida por los alumnos no fuera susceptible de ser comprendida, por ser incomprensible. Hasta el punto de que los maestros se han convencido con facilidad de que había efectivamente explicación y comprensión donde sólo se daba preparación nueva o aparente. Infinidad de veces han dicho a sus alumnos: “Voy haceros comprender”, o les han preguntado: “Habéis comprendido”, cuando se contentaban, por ejemplo, con escribir en el encerado, con tizas de colores diferentes, el dato en bruto: b, a = ba. En efecto; la verdadera explicación aparece cuando, a propósito de cierto objeto de enseñanza, los alumnos pueden formular las preguntas: “¿por qué?” y “¿cómo?” (“¿Por qué hubo en los Estados Unidos de Norteamérica en 1861 una guerra de Secesión?”, o “¿Cómo funciona un aparato de radio?”). Preguntas que conducen a la búsqueda de las causas del objeto, esas causas que existieron realmente y son cognoscibles, o al conocimiento de la disposición de los elementos que permiten el funcionamiento, esos elementos que pueden ser descubiertos. En los dos casos, el procedimiento es el mismo: explicar un fenómeno, consiste, según la etimología, en desplegarlo, desarrollarlo, ver lo que contiene y, por lo tanto, descomponerlo en sus elementos. Ello es así tanto en la búsqueda del porqué como en la del cómo. Cierta pedagogía simplista se ha sentido, y aun hoy se siente, tentada a descuidarla en el momento del porqué y a presentar o hacer encontrar a los alumnos la causa de un fenómeno, cuando hoy sabemos muy bien que la mayor parte de los fenómenos tienen varias causas. Para el cómo no se plantea la pregunta. Podemos, pues, afirmar que explicar es descomponer un todo en sus partes, es decir, proceder a un análisis. El análisis puede ser práctico (explicación de una operación: nadar, montar en bicicleta, elaborar un dulce, etc.), mecánico y técnico (explicación de un funcionamiento: el del automóvil, el de un aparato de radio o de televisión, el del teléfono, etc.), científico (explicación de un modo de vida, animal o vegetal, de una acción médica o una reacción química), literario o filosófico (explicación de un objeto que no funciona en presencia del alumno, pero que ha sido construido merced a un funcionamiento mental: obra en prosa, poema, obra de arte, pensamiento o conjunto de pensamientos). En todos los casos el procedimiento explicativo es el mismo. El que explica descompone el movimiento global de la natación, por ejemplo, en movimientos simples, cuya combinación y cuya ordenación, conforme a ciertas reglas, dan lugar a la natación. Descompone el movimiento de un automóvil en cierto número de movimientos simples que, producidos primero por el constructor y luego por el conductor, permiten que el automóvil exista, avance, retroceda, aminore la marcha, cambie de dirección o se detenga. Descompone el movimiento respiratorio en ciertos movimientos elementales que, al unirse y armonizar, producen la respiración. Descompone un texto literario, artístico o filosófico, en cierto número de movimientos materiales, pero cada vez más espirituales: elección de las palabras, líneas, colores y forma musicales, y de los instrumentos y pensamientos, cuya ordenación ha producido la obra literaria, artística o filosófica. Haciendo esto ha realizado su labor. Fuente: Roger Cousinet, La Escuela Nueva, segunda edición, Editorial Luis Miracle, Barcelona, 1972, pp. 141-144. PROFESOR, consulta la HV en Internet. En este número: De los profesores: “Cicerón” por Laura E. Montes Vásquez. De los estudiantes: “Los medios de comunicación pueden convertirnos en idiotas” por Valeria Berenice Soto Ortiz. De la HV: “Los genios sin título” por Manuel Gutiérrez Nájera. LA HOJA VOLANDERA festeja, con sus lectores y amigos, los primeros 17 años de su existencia. Con tal motivo, reafirma su compromiso de continuar con su tarea de publicar quincenalmente los textos que sean de utilidad para el mejor ejercicio de la docencia.