hemera, la búsqueda de la ciudad de la luz

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HEMERA, LA BÚSQUEDA DE LA CIUDAD DE LA LUZ
PROLOGO
A veces, el ser humano invierte su vida buscando algo sin saber que lo tiene. Decía el viejo
sabio que lo que quieras ver lo verás, y lo que no desees ver no lo verás, todo es relativo en la
vida, solo depende de lo que haya en tu cabeza cuando lo mires, un día estará medio lleno, otro
tal vez medio vacío, pero siempre será lo mismo, la diferencia hay que verla en nosotros
mismos.
La búsqueda de la Ciudad de la Luz por el joven Prometeo es la historia de cientos de personas
que buscan algo sin saber exactamente qué es lo que quieren, solo cuando se tiene claro, se
habrá dado el primer paso en conseguirlo, todo lo demás es superficial, y la base se puede
romper en cualquier momento. Pese a ello, hay momentos en los que la base se tiene que romper
para que así se pueda construir una nueva, sobre todo si se ha construido contracorriente.
La noche representa la oscuridad pero… ¿Quién dice que no es bonito mirar las estrellas?
Noviembre 2002
CAPÍTULO I. La historia ante sus ojos.
Eran tiempos de paz, tiempos de tranquilidad a lo largo de toda la isla, tiempos en los que el
devenir de los días provocaba que aquella ciudad construida sobre las cenizas de los que allí
habían luchado, fuera cayendo en una fuerte monotonía. Las bases se pusieron sobre la sangre
de sus antepasados, derramada allí mismo durante décadas, eran otros tiempos, contaba
Homérico, el anciano de la ciudad y Gobernador Honorífico de la misma, contaba con ciento
dos años y un sinfín de situaciones vividas a lo largo de su existencia. Homérico, cuando tan
sólo contaba con dieciséis años ya había participado en alguna batalla, eran tiempos en los que
la supervivencia de su ciudad dependía de su espada y él, no cesaba en su empeño de ser algún
día el regidor de Orea, su tierra, su vida, una bella aldea rodeada por montañas y desde la cual se
podía ver el mar.
Orea era una aldea de belleza colosal, un bello paraje donde las casas, construidas con piedra y
madera, forjadas a mano, reflejaban el espíritu trabajador de los que allí vivían, era una aldea de
unos 4000 habitantes y Homérico veía como esta crecía año tras año, había visto mucho allí,
había luchado por aquella tierra, la había gobernado durante tres décadas, treinta años gloriosos
para aquellas tierras y en los que la paz y la tranquilidad habían sido su bandera. Allí, pensaba
pasar los últimos años de su vida, cultivando con su sabiduría y su experiencia a los más
jóvenes, guiándoles en el buen camino, trasladándoles a ellos los años de historia de Orea, en
parte construida sobre las cenizas de Geros, la aldea que, llevada por la ambición de su Jefe
Erebus, quiso hacer de Orea su tierra, y acabaron perdiéndolo todo.
Homérico pasaba los días en su butaca, construida con sus propias manos en los días en los que
ejercía de gobernante, estaba construida de madera de olivo, muy abundante en aquellas tierras,
era su amuleto, esa silla había sido testigo de numerosos acontecimientos y le había
acompañado durante años, había visto batallas, sobre ella se había derramado sangre, la sangre
de la libertad y Homérico ahora disfrutaba de ella, se sentaba al alba, observando desde su
privilegiada posición la salida del sol, del Rey Sol, para ya con la claridad del día, poder
observar la belleza de su tierra. Al sur podía ver la aldea de Electra, una aldea amiga que luchó
junto a ellos por la libertad frente a las tinieblas, contaba la leyenda que el Fuego Divino les
había dado la victoria, y que ese elemento se encontraba escondido en una cañaheja después de
que Prometeo se lo robara a Zeus, la leyenda contaba que Zeus consiguió arrestar a Prometeo y
castigarle después de que este usara la cañaheja para dar calor a la tierra, pero pese al castigo al
que fue sometido, la cañaheja nunca apareció y la luz del día volvió para siempre debilitando a
Zeus, se decía que quien lo encontrara, encontraría la eternidad.
Era temporada de invierno, y Homérico, que disfrutaba de los últimos años de su vida recordaba
a su familia, su esposa Safica había sido su fiel compañera hasta que falleció a los ochenta años,
con ella había tenido a su hijo Odín, quien se había convertido en un excelente guía en tierras
nórdicas. Odín vivía felizmente con su esposa Frigg y con Brunilda, su hija, otro de sus hijos,
llamado Zeus, gobernó toda la región durante años, pero su codicia le destruyó al igual que
destruyó a su familia. Zeus tuvo varios hijos de su primer matrimonio con Hera, una Bella musa
de cabellos dorados muy inteligente, algo que le sirvió para sobrevivir a su propio esposo y a la
situación que él había creado, una situación de guerras y conflictos, una situación que comenzó
a desmoronarse el día que un joven llamado Prometeo le robó su arma secreta, repartiéndola por
el mundo, y el día en el que la paz llegó en forma de niña.
Homérico recordaba cómo eran aquellos tiempos, recordando como con el nacimiento de
Heirene, hija del segundo matrimonio de Zeus, había llegado la paz a aquellas tierras, algo que a
Zeus no le gustó, y mandó sacrificar a su propia hija, algo que le valió para que en sus condados
le temieran, si mataba a su propia hija, ¿Qué no podría hacer con los demás?, pero entre
Prometeo y lo que simbolizaba Heirene Zeus fue poco a poco debilitándose.
Homérico disfrutaba de la vida, de sus años, y sobre todo de su relación con los más jóvenes de
la aldea, a quienes cultivaba para la paz, a quienes contaba viejas leyendas de dioses, de batallas
sin sentido, del nacimiento de los titanes y de sus propias situaciones vividas, les hablaba de
amor y de paz, de la crueldad de uno de sus vástagos, Zeus.
Dentro de esas largas charlas al ocaso del sol se encontraba Eter, un joven de doce años cuyo
sueño era ser como Homérico de mayor, y a quien le preguntaba sobre historias pasadas allí en
Orea y de las que el abuelo había sido testigo, el joven sin duda sabía lo que quería, quería ser
como él, y para ello tendría que saber tanto como él. Homérico estaba dispuesto a enseñarle toda
su sabiduría, tanto a Eter como a la joven Metis, su amiga inseparable.
CAPÍTULO II. Heridas invisibles que sangran.
El amanecer había llegado a Orea y Homérico, como cada día, se disponía a presenciar ese
espectáculo tan maravilloso que cada mañana le brindaba el Alba, en esos momentos recordaba
sus viajes a Electra, a Selenika, montaña arriba, justo bajo el volcán, Selenika era una bella
aldea desde donde la visión de la luna era hermosa, también recordaba sus días en la cárcel de
Némesis, donde fue llevado en un intento de derrocarle de su poder cuando gobernaba, pero
sobre todo se acordaba de Safica, y de los grandes momentos que juntos, habían compartido. Al
voltear la mirada Homérico pudo escuchar las voces de Eter y Metis.
- ¡Homérico hola!, buenos días, hoy nos hemos levantado pronto, queremos pedirte consejo,
veras, Metis y yo queremos viajar a Hemera, la ciudad de la luz, y queremos que nos cuentes
algo de aquella ciudad, queremos llegar allí.
- ¡OH!, Jovencitos valientes, sois muy jóvenes aun para ir allí, pero os contare algo, que tal vez
os ayude a pensar que en un futuro si podréis llegar, pero de momento olvidar esa idea,
desterrarla de vuestra mente, es todavía pronto. Hemera está muy lejos pero al mismo tiempo se
encuentra muy cerca, está tan distante como vosotros queráis que esté, os contaré algo, recuerdo
hace muchos años… “muchos, muchísimos años, yo era muy joven aun, en esos días un chico
de unos dieciséis años, llamado Prometeo decidió romper con las normas, era muy joven, pero
al mismo tiempo poseía la nobleza de un rey y la fuerza de un toro para romper con todo y
seguir así el camino que quería. Se quería guiar por sus inocentes instintos pero cuando se
reveló y comenzó a actuar por sí mismo, no le dejaron, le castigaron por su ofrenda y lo
enviaron a la cárcel de Némesis, allí estuvo durante años, forjando su propio destino, pero en
sus años en la cárcel algo cambió su vida y su forma de pensar y sentir las cosas.
La vida en Némesis era dura pero al mismo tiempo era llevadera, allí conoció a Eros, un joven
arquero con quien entabló amistad y en quien confió sus más preciadas pertenencias, sus más
íntimos sentimientos. Dejándose llevar por su propia nobleza, su nuevo amigo le daba todos los
días de comer unas ricas fresas y otras frutas que este recogía de los alrededores de Némesis,
Prometeo las degustaba con verdadero interés y se dejó llevar por su confianza en Eros, también
conoció a Mnemósine, amiga de Eros pero también de él, hasta el punto que Prometeo sintió la
llamada del amor por primera vez en su vida, le hacían sentir bien.
Eran tiempos en los que Prometeo se sentía bien, se sentía a gusto, confiaba en Eros y llevaba
bien su encierro, en cierto modo fue poniendo las bases de lo que sería su vida, Mnemósine le
hacía sentirse feliz, la amaba, y ella le trasladaba sentimientos que le abordaban el corazón,
estaba en una cárcel pero no se sentía preso, todo era bello, todo bonito, y Mnemósine, la mujer
de su vida, con quien quería compartir lo bueno y lo malo, la tristeza y la alegría, le había
entregado su corazón, pero un día…”.
- ¿Un día que abuelo?
“Un día Eros lanzó una flecha envenenada que dio en el corazón a Prometeo, le disparó a
conciencia después de conquistar su confianza, Prometeo se estaba desangrando y cayó enfermo
por el veneno, un veneno que Mnemósine había preparado, Eros tensó el arco y ella puso la
flecha, no tuvieron problemas en darle, pues ella tenía el corazón de Prometeo en la mano, y
dispararon desde muy cerca, directo al centro del corazón.
Prometeo estuvo débil y desangrándose estuvo así durante meses, pero gracias a su fortaleza
logró sobrevivir a una larga convalecencia, meses después había salido de aquella situación pero
aún estaba débil, pero eso no le amilanó, Prometeo en esos momentos hizo de su debilidad su
propia fuerza, aunque por otro lado comenzó a desconfiar de lo que le rodeaba, le había dado su
confianza a Eros y este le había traicionado, le había dado su corazón a Mnemósine y esta se lo
había roto, pasó el tiempo y el joven Prometeo se fue recuperando, años más tarde salió de
Némesis y continuó su camino hacia Hemera”.
- Homérico, pero si le disparó al corazón y le envenenó, ¿Cómo pudo sobrevivir Prometeo?
- Sobrevivió porque siempre confió en sí mismo Eter, gracias a eso pudo continuar su camino,
aunque su sangre derramada y la sensación de dolor la llevaba consigo.
- Ah, pero…… ¿consiguió llegar a Hemera?
“Prometeo continuó su caminar, recorría bosques frondosos de los que se alimentaba, pasaba
por valles, montañas, caminos de piedras, otros caminos eran más cómodos. Un buen día
decidió parar en una aldea llamada Tefebe a descansar, tras acomodarse en unos humildes
aposentos de una posada quiso pasear por la orilla del mar, era lo más cerca que había estado de
este y Prometeo quedó sorprendido por la grandeza del océano, era algo que nunca pudo
imaginar y que allí estaba, le deslumbraba su inmensidad, en aquel paseo conoció a Afrodita,
una bella mujer que brotó de la espuma del mar justo en el momento que Prometeo pasaba por
allí, su visión en un primer momento le sorprendió gratamente, conversaron durante largo rato y
después Prometeo se ofreció a acompañar a aquella bella mujer a la aldea, tras el paso de los
días se fueron conociendo y Prometeo sentía algo raro en su interior, era nuevamente la llamada
del amor”.
- ¿Qué es el amor abuelo?
- Hijos míos, eso es algo que yo no os puedo explicar, es una sensación superior que no entiende
de teorías, solo se conoce con el tiempo, solo se cura con el tiempo y solo el tiempo os lo
enseñará.
- ¿pero es malo o es bueno?
- Es algo bonito, es algo bueno, aunque a veces puede doler.
- ¿Y qué le paso a Prometeo?
“Prometeo sentía algo que ardía en su interior, pero no quería verlo, recordaba una sensación
parecida a la de Némesis con Mnemósine y no quería volver a repetir esa situación. Su relación
con Afrodita era muy buena, pero él mantenía una cierta distancia, así se sentía más seguro,
pero eso no evitaba que ese sentimiento fuera creciendo día a día, pero él, intentó pararlo y lo
consiguió, al menos eso pensaba, y así era, pero esa situación le había hecho daño, era un dolor
que sus ojos no veían y que sus sentimientos no sentían pero sentía algo sin saber a qué se
debía. Prometeo al ver que la presencia de Afrodita en su vida le empezaba a causar daños
decidió proseguir su rumbo olvidándose de ella, encerrando en una cajita todo lo que por ella
había sentido, una mañana, se levantó, besó a Afrodita como cada día al despertar mientras
descansaba en el lecho junto a él y se marchó sin más, dejándole una nota de despedida y
regalándole un pedazo de su corazón malherido aun, el recuerdo de Mnemósine perduraba en su
memoria”.
- ¿Continuó caminando?, ¿no quiso descansar más?
- Metis hija, quería descansar, su corazón quería descansar por eso se fue.
“Quería descansar y quería estar sólo consigo mismo, era una forma de sentirse mejor, más
seguro, pero al mismo tiempo empezaba a cargar un peso mayor del que en un primer momento
había sentido, un peso que sentía aunque no se daba cuenta, prosiguió la marcha en Primavera,
eso le alegraba el espíritu, le hacía llevar una sonrisa permanente, caminaba bordeando el mar,
por caminos de árboles frondosos y coloreados por las flores, su compañía era el cantar de los
pájaros, era la naturaleza lo que le hacía sentir bien y con su soledad como compañera de viaje,
quería llegar a Hemera tal y como se había propuesto, en Afrodita solo veía sentimientos, algo
que en esos momentos consideraba como un futuro problema, por eso se marchó, semanas más
tarde llegó a Urano, una villa desde donde la visión de las estrellas era colosal, Prometeo
decidió descansar unos días allí, en su primera noche se tumbó al aire libre, quería ver las
estrellas desde aquella cima y estas ahí estaban, brillando fuertemente, en esos momentos,
momentos en los que su mente elucubraba recordando a Afrodita, y sintiendo como una extraña
sensación que no reconocía le invadía su cuerpo y su alma, pero decidió olvidarla, al igual que a
Eros, y por supuesto a Mnemósine, no quería pensar en aquellas cosas que le hacían daño,
porque para Prometeo ya nada le podría hacer daño, esas dos experiencias las guardó bajo llave,
en un lugar en el que ni sus pensamientos las encontrarían, pero si sus sentimientos, aunque él,
no lo supiera”.
- No lo entiendo Abuelo Homérico, ¿Por qué se fue de Tefebe? Hemera siempre estará allí pero
tal vez Afrodita no estuviera si él algún día decidiera volver.
- Eso son cosas que se hacen Metis, el seguía los principios que se estaba creando, estaba
empezando a pensar por sí mismo y a actuar en consecuencia, pero a veces uno comete
errores…
- Ya abuelo pero se fue…
- Si, así es, se fue…
- ¿Y en Urano?
“Urano era una ciudad acogedora, pero nada le llamaba la atención, tenía claro que su objetivo
no estaba allí, pasaron los días y Prometeo pensaba en silencio, pensaba para si mismo, un día
decidió compartir una pequeña reunión con los habitantes de Urano, allí conoció a Atenea, una
joven del lugar que rápidamente embaucó a Prometeo con sus encantos, pasaron la noche juntos,
ella le daba algo que hacía a Prometeo sentirse bien, entonces el joven recordó las extrañas
sensaciones que le embargaron el alma tras abandonar a Afrodita y se dejó llevar un poco, sin
querer dejar que su corazón latiese con más fuerza. Atenea era encantadora, era lista, y hurgaba
en su corazón sin que Prometeo lo supiese, tampoco lo sentía, pero un buen día ella decidió
jugar con él, le engañó, engañó a los sentimientos de Prometeo y este, se sintió humillado, no le
dolía el corazón, él no amaba a Atenea, pero pese a que no la amaba sentía que algo le había
dolido, empezaba a notar como sus sentimientos eran cada vez más confusos, se dio cuenta de
que no hace falta amar a alguien para que te hagan daño”.
- ¿Qué le hizo?
- Prometeo se sintió mal porque Atenea le reconoció que él para ella era simplemente un juego,
una forma de pasar el rato en aquella aldea tan aburrida.
- ¿Y cómo se juega con una persona?
- No se juega con la persona Eter, se juega con sus sentimientos, eso es algo que un día
entenderás.
“Tras esa situación Prometeo, a quien la rabia consumía por dentro, decidió marcharse de aquel
lugar, recogió sus pertenencias y se marchó, pero al caminar notó algo muy profundo, algo que
faltaba, se sintió frío por dentro, pero esa sensación le aliviaba la rabia que aún sentía, y donde
residía su confianza se fue creando una gran muralla, una barrera hacia todo tipo de sensaciones
externas, un muro construido junto a la cajita donde tenía aun a Afrodita y el recuerdo de Eros y
Mnemósine. Prometeo guardó allí también a Atenea, allí guardados esos sentimientos él se
sentía más seguro porque lo que allí se guardaba no llegaba a su mente. Era verano y Prometeo
continuó su marcha pese al calor reinante, continuó caminando durante días por caminos secos,
por precipicios, andando por una delgada línea, atravesando ríos y montañas, caminaba y
caminaba sin descanso, el descanso le hacía recordar, y él, no quería recordar”.
- ¿Y nunca pensó en dar media vuelta y volver a casa?
- No, eso nunca, quiso continuar porque creía en lo que hacía, sabía que Hemera era su destino,
porque sabía que merecía vivir en la ciudad de la luz y hacia allí se dirigía.
- Bueno, es muy interesante lo que nos estás contando, ¿nosotros también pasaremos por todo
eso para ir a Hemera?
- Cada vida es un camino y cada camino lleva a un destino Metis, eso es algo que no se sabe
hasta que ocurre, puede que si hija mía, puede que no, eso solo lo sabrás con el tiempo, cada
uno tiene su propio destino, el que uno mismo se forja.
La tarde había caído en Orea y el sol casi llegaba a su propio ocaso, llegando así la noche a la
aldea, Eter y Metis marcharon a sus hogares no sin antes quedar con el viejo Homérico para que
al día siguiente continuara contándoles historias de Hemera, la ciudad de la luz y el camino que
Prometeo estaba recorriendo para llegar a ella.
Capítulo III. Cárcel sin rejas.
Un nuevo día había amanecido en Orea, era un día gris que amenazaba tormenta, Homérico
como cada día se levantó al alba, preparándose su tradicional infusión de hierbas, un
componente que durante años le había acompañado en sus despertares y que le facilitaba tener
la mente lúcida durante todo el día, unas hierbas que el mismo recogía en los extensos campos
que rodeaban su querida ciudad.
A Homérico le encantaba poder recordar viejas historias y compartirlas con los niños de la
ciudad, pero sobretodo con Eter y con Metis, esos dos jóvenes siempre le hacían compañía y
mostraban verdadero interés por las historias que les contaba día a día, pero aún tenían mucho
que aprender de la vida, eran demasiado inocentes como para entender determinadas cosas. Aun
no se había terminado su infusión cuando vio como por la pequeña colina que llevaba a su hogar
subían sus dos discípulos dispuestos para una nueva jornada de relatos.
- Buenos días Homérico, hoy no hace muy buen día pero quisiéramos seguir con la historia de
Prometeo...
- Si, eso, a ver, lo dejamos cuando se fue de Tefebe dolido por el comportamiento que Atenea
había tenido con el...
- Estos chicos, siempre tan curiosos, bueno venid aquí dentro, hoy no es un buen día para estar
en la calle….
“Veréis, Prometeo se marchó de Tefebe muy dolido como ya os he contado antes, marchó sin
dolor en su corazón, porque este había dejado de sentir hacía tiempo, pero esa sensación no era
real, a él le dolía, aunque no lo viera porque cuando deseas no ver algo, no lo ves, cuando
realmente no quieres sentir algo, no lo sientes, pero eso no quiere decir que no esté, al final
siempre descubres que existe, pero eso solo ocurre cuando es tarde. Prometeo continuó su
marcha, caminando durante toda la estación estival, al llegar el otoño decidió descansar en la
próxima aldea que encontrara, llevaba mucho tiempo caminando y se sentía solo, solo le hacían
compañía algunas bellas amazonas que se cruzaban en su camino, pero no le quitaban su
sentimiento de soledad, ninguna le llegaba a tocar el corazón, alguna le había lanzado dardos
envenenados que no sentía, a otras era él quien abandonaba a su suerte, nada le hacía sentir y se
seguía sintiendo solo, por ello necesitaba descansar y llegó a Eride, una aldea bastante
avanzada, allí conoció las artes de las iconografías y de las palabras, comenzó entonces un
aprendizaje, realizaba tallas en madera, dibujaba la vida cotidiana de Eride en ellas, la vida de
Eride y de sus gobernantes, con los que poco a poco fue entablando una amistad y con los que
trabajó, eran tiempos en los que tuvo que trabajar porque necesitaba dinero para proseguir su
camino ya que sus ahorros estaban llegando a su fin, Eride sería una pequeña pausa en su
camino, pero su desconfianza y su dolor por las traiciones que había sufrido seguían escondidas
en su interior, por ello Prometeo guardaba las distancias con todos los que convivía a diario en
aquella aldea, mantenía un margen que no quería traspasar porque no se fiaba de la buena
predisposición que con él estaban mostrando.
Su confianza en lo que le rodeaba estaba dañada, y Prometeo no quería volver a sufrir, evitaba
todo lo que sabía que podía hacerle daño, entonces creó un mundo para sí mismo, donde él era
el único regidor de su destino, y donde nadie podía entrar, continuó trabajando viviendo el día a
día con tranquilidad, aunque un día, cuando paseaba por los alrededores de Eride tuvo un
accidente, fue atacado por un grupo de asaltantes a los que conocía, eran todos de la aldea, pero
no por ello tuvieron piedad con él, le hirieron y le robaron, le menospreciaron y lo que fue peor,
le subestimaron, algo por lo que pagarían en un futuro, Prometeo se había caído, pero lo peor
fue que con esas heridas se abrieron otras más profundas.
Pasó unos meses convaleciente en Eride, allí conoció a Selene, una joven que le ayudo, le dio su
amistad y no le pidió nada a cambio, una amistad sincera, esto hizo a Prometeo meditar para sí
mismo, comenzó a divagar mientras trataba de reconocer quien era ese que se reflejaba en los
charcos cuando él pasaba por ellos, lo que habían hecho con él no era justo, le había dado su
confianza a mucha gente que le habían dañado, dio su corazón en una ocasión y se lo habían
roto, había tenido una forma de vida que no era la suya, nunca había jugado con los
sentimientos de nadie, pero había hecho algo peor, comenzó a sentir que había jugado con sus
propios sentimientos, y estos se estaban revelando.
Empezó a sentirse mal, y Selene se le acercó, pero tampoco era justo negarle lo que ella no le
había pedido, tan solo le ayudó, Prometeo sintió que alguien le ayudaba y le estaba haciendo ver
muchas cosas, nació entre ellos una amistad, eso hizo que la forma de ver las cosas de Prometeo
comenzara el camino de vuelta, comenzó a cambiar justo en el momento en el que veía que todo
se le venía abajo, se quedó sin trabajo, pero eso no le importaba, tenía ahorros, comenzó en ese
momento un retroceso duro, un retroceso que le llevaría al punto en el que le hicieron daño en
Némesis, al punto en el que le hicieron desconfiar, al origen de esas sensaciones tan extrañas
que le acosaban de vez en cuando, y que cada vez se hacían más frecuentes, ya no sabía siquiera
si Hemera existía, su confianza y su corazón estaban heridos de muerte, fue entonces cuando
poco a poco, todo aquello que durante años había estado escondido en una cajita en su interior
comenzó a salir a flote, a emerger, Selene se convirtió en su confesora, se convirtió en la
primera persona que hizo que Prometeo girara la llave de la cajita donde guardaba todas sus
malas sensaciones para no pensar en ellas”.
- ¿Y no surgió nada de ahí?, me refiero a si no pasó nada como con Atenea o Afrodita, o alguna
de esas chicas que conoció durante su camino…
- No, hija mía, solo surgió un fuerte cariño y una bonita amistad…
“Cuando Prometeo decidió partir de Eride, muy desengañado por la situación que había vivido
allí, se volvió a encontrar solo, esa soledad ya no le gustaba, ya notaba que le hacía daño, notaba
que le faltaba algo y lo que era peor, un cúmulo de sensaciones negativas le atacaban a su único
punto débil, su corazón, entonces comenzó un proceso en el que Prometeo volvió a confiar en
las personas que de un modo u otro, estaban a su alrededor, caminaba feliz por lo que sabía que
tenía, pero entonces también recordó que era lo que no tenía, y que era lo que no podía dar,
porque no lo sentía, durante muchas veces había sentido la llamada del amor pero nunca se
decidió a dar el paso, sabía que podía querer, pero tenía la sensación de que no podía amar, por
su mente comenzaron a pasar imágenes de los años que llevaba caminando, comenzaron a
alcanzarle dudas, comenzaron las noches de insomnio, comenzaron a martirizarle recuerdos que
sin saber por qué no había visto antes, entonces su ánimo comenzó a decaer, fue cuando se dio
cuenta de que había construido su camino sobre una base muy flexible y esta había cedido hasta
romperse, de repente se dio cuenta de que tanto esfuerzo, tantos días caminando para sentir que
no había avanzado nada, nada en lo que creía le había dado muestras de estar ahí, había estado
en algún momento, pero se había esfumado, la desconfianza en lo que le rodeaba le atacó en el
único sitio en el que le podían ganar…, su corazón, ese era el único punto débil de Prometeo.
Tras caminar y caminar Prometeo llegó a Erebo, ciudad gobernada por Zeus, quien había
llenado de oscuridad y tinieblas toda su región, todo lo que le rodeaba era oscuro, era curioso
pero había llegado a la oscuridad cuando lo que el buscaba era la luz, sin duda se había salido
del camino, se había perdido. Fue en ese momento cuando pudo ver que a su alrededor todo se
tambaleaba, nada era sólido, todo estaba oscuro y no sabía dónde estaba su camino, caminaba
perdido entre la oscuridad, la desconfianza y el miedo a saber que lo que durante años había
sido su sustento, se estaba desmoronando, se estaba desgastando y sus fuerzas decaían, entonces
decidió rebelarse de nuevo, esta vez ante si mismo, y comenzó a caminar hacia adelante, paso a
paso.
Un día, Prometeo pensó que si una vez había roto con las normas, ¿Por qué no dos veces?,
entonces ante su propia inestabilidad decidió algo muy serio, robó el fuego a Zeus y lo guardó
en una Cañaheja, lo robó para hacer el bien, con el comenzó a dar calor al frío, luz a la
oscuridad y alegría a la tristeza, una actividad que le reforzaba anímicamente pero le debilitaba
el corazón, estaba dando todo lo que tenía pero recibía poco, un cúmulo de situaciones estaban
saliendo de esa cajita y le estaban debilitando, le estaban desgastando, pero no se quiso dejar
llevar, aguantó las acometidas, sus miedos fueron desapareciendo uno a uno, pero eran
demasiados para volatilizarse con rapidez, cuanto peor estaba más fuerte se sentía y más ganas
tenía de recuperar lo que era suyo, su propia luz, ese brillo que siempre le había guiado y que no
veía por la oscuridad y que había perdido sin darse cuenta, por ese motivo robó el fuego a Zeus,
para buscar también su propia luz y así no dejarse guiar por ninguna otra que le volviese a
desviar de su camino, entendió que eso le había pasado tras salir de Némesis, esa era la huella
que Mnemósine le había dejado.
Zeus, tras el robo, mandó arrestar a Prometeo y nuevamente fue enviado a Némesis castigado
por sus acciones, por robar el fuego y por tratar de dar con el vida a la muerte, pero esta vez ir a
Némesis era distinto, se había visto tan abajo que ahora, no se iba a dar por vencido, sentía que
comenzaba a reflotar”.
- ¿Volvió a la cárcel?
- Si Eter, volvió a las cadenas, pero ahí fue donde más fuerza tuvo, y pudo superar las cadenas.
- ¿Y eso cómo se hace?
- Porque comprendió que Némesis era una cárcel sin rejas, sabía que la única persona capaz de
destruirle era el mismo, sus propios sentimientos, poco a poco estaba descubriendo que en su
corazón estaba su único punto débil, había descubierto que Némesis en realidad no existía si
cada uno se convencía de que no estaba allí, ahora sabía que tenía un punto desde el que
comenzar, y desde él volver a buscar Hemera, pero con una mayor experiencia, ya habían
pasado varios años desde su primera partida.
Tanto Metis como Eter estaban profundamente concentrados en lo que Homérico les contaba,
pero un día más la noche cayó sobre sus cabezas, era muy tarde y ya era el momento de regresar
a casa para los dos jóvenes, al día siguiente les esperaba otra jornada con Prometeo y su
búsqueda de la ciudad de la luz.
Cápitulo IV. El calor del sol.
Homérico esa noche había dormido muy poco, pensaba en lo que les estaba contando, pensaba
en lo mucho que él había pasado a lo largo de su vida, pensaba en Prometeo y en la búsqueda de
Hemera, sabía que esa historia ayudaría a esos jóvenes a plantear su vida y la búsqueda de lo
perfecto, la búsqueda de lo perfecto que era sinónimo de imperfección, nada era perfecto y lo
que parecía demasiado bueno, se derrumbaría provocando una dura caída, eso lo sabía
Homérico y tenía que trasladárselo a esos pequeños diablillos que eran más astutos de lo que
pensaba.
Había amanecido un nuevo día en Orea, y Homérico ya estaba sentado en su silla, viendo el
radiante sol salir de su escondite, era de día y Eter y Metis se acercaban a él para continuar con
esa leyenda, ese cuento, en definitiva, esa historia que les había cautivado, la búsqueda de
Hemera, la Ciudad de la Luz.
- Hola Homérico, que bello día hace hoy, nos encantará escucharte mientras vemos la belleza de
este paisaje…
- ¿Qué es aquello abuelo?
- Aquello es Electra Metis, ¿ves que bella es?
- Si… es muy bonito, además en un día como hoy se ve muy claro...
- Allí iba yo a pasear mucho cuando aún tenía fuerzas para hacerlo, es una aldea amiga Metis,
algún día podrás visitarla, ahora es aún pronto, son dos días de viaje y es muy duro para alguien
tan joven como tú.
“Bueno jovencitos, recordáis que ayer os conté que Prometeo se encontraba en la oscuridad, en
Némesis, sintiendo que todo a su alrededor estaba derrumbándose, pero al mismo tiempo se
sentía mejor… pues un día, Prometeo, que estaba dolorido salió de Némesis de una forma un
tanto especial, salió de allí pero se llevó algo consigo, no había conseguido aun despojarse de
ese peso que le impedía caminar hacia arriba, y que poco a poco le hundía un poco más, solo sus
ganas por ser feliz le mantenían en pie, fue entonces cuando viajó a su hogar de nuevo, volvía a
casa, quería recuperarse allí, pero a mitad de camino conoció a Iris, una joven con la que
compartía momentos, pero su corazón seguía siendo incapaz de sentir algo incapaz de sentir
algo más que cariño, pero esa sensación se había convertido en algo que ya no le preocupaba,
aunque al mismo tiempo le pesaba, su vacío era su losa, Iris nunca consiguió traspasar su piel y
eso ella lo sabía”.
- ¿Y que ocurrió?
“Prometeo en un viaje a su aldea tuvo una visión, vio un rayo de sol que le cegó y sintió que
algo comenzaba a latir dentro de él, era una situación extraña, pero marchó al encuentro de Iris,
cuando llegó y estuvo con ella se dio cuenta de que su cabeza estaba en otro lugar, y lo que era
más importante, su corazón quería irse de aquellas tierras y volver a sentir de cerca esos rayos
de Sol…”
- Pero, si no la quería ¿Por qué estaba allí?
“Fue para hacer ver a Iris que sus sentimientos no estaban con ella, era buena chica, pero
Prometeo no quería jugar con ella, y le hizo saber que su vida iba por otro camino.
Prometeo, antes de tiempo retomó el camino a su hogar, cuando llegó, pudo entender cuál era el
motivo por el cual, de repente su corazón volviese a latir, sin darse cuenta había dejado que Eros
le lanzara otra flecha, pero le daba igual, pensaba que esta no estaría envenenada, y se entregó a
esos rayos de Sol, unos rayos que provocaron el deshielo de su corazón, pero que al mismo
tiempo, ese deshielo incontrolado, le hizo ver que no sabía amar, aunque sentía que amaba, era
un sentimiento que desconocía desde hacía mucho tiempo y que no recordaba, Prometeo vio en
aquella hermosa dama, llamada Sol, algo que nunca había visto, vio cariño, lo sintió, y se dio
cuenta de que lo que su corazón añoraba desde hacía mucho tiempo era la sensación de recibir
una mezcla de amor y cariño, aquella luz apareció de la nada, y Prometeo se empezó a dejar
llevar, ya no recordaba nada de lo malo que le había pasado, le estaban haciendo sentirse
seguro, ahora se empezaba a sentir bien, y poco a poco, le fue dando al sol lo que el más quería,
lo que el más valoraba, le dio su corazón, su amor, sabía que su cariño lo curaría”.
- ¿Y se olvidó de Hemera?
- En esos momentos solo había una cosa en su mente, el sabía que no estaba bien, pero que era
cuestión de tiempo y postergó el viaje a Hemera, quería darle al Sol lo que el Sol le estaba
dando a el, estaba enamorado, y pensaba que el sol también aunque este no lo reconociera, se
sentía en una nube…
- ¿Y que ocurrió?
“Un buen día el sol se marchó, pero Prometeo estaba tranquilo, a los pocos días volvió a estar
con él, pero ya no era igual, ya no sentía aquellas sensaciones, el sol se estaba marchando,
avanzando poco a poco, se esfumaba de su vida pero seguía en su corazón, eso provocó en
Prometeo una situación de desconfianza que le hizo recordar en episodios pasados, el Sol se
marchaba, se iba y él cada día se sentía más solo y más inseguro, sentía que Eros se la había
vuelto a jugar, con el tiempo fue comprendiendo que aunque el sol era especial, no era la
persona que pensó que podría cuidar su corazón, que nuevamente se fue desangrando,
lentamente, entonces a Prometeo le volvieron a surgir un millón de dudas”.
- ¿Pero el Sol se fue sin más? ¿Por qué no lo guardó en la cajita y se olvidó de él?
- Porque ya no tenía cajita, esta se había roto y de ella habían surgido miles de sensaciones
negativas, todo era desconfianza en él, y su corazón, su único punto débil se había vuelto a
romper, el Sol nunca quiso irse del todo, entonces fue el quien decidió alejarse de ella.
- ¿Y no construyó otra cajita?
“No Metis, había comprendido que los sentimientos no se pueden guardar en una cajita, porque
cuando esta se rompe, salen todos y es más duro que afrontarlos uno a uno, Prometeo estaba
empezando a entender muchas cosas, le dolía el hecho de haberle dado su corazón a la persona
equivocada, o quizás se lo dio en un momento equivocado, le dolía mucho la forma en la que el
Sol había desaparecido de su vida, ya no confiaba en ella, le dio su corazón y ella no supo
cuidarlo, pero había aprendido muchas cosas, ahora sabía que su vacío era su losa, ahora sabía
que en su corazón estaba su punto débil y que tendría que cuidarlo un poco más, y si se lo daba
a alguien, tendría que ser alguien especial que supiera cuidarlo, ahora, Prometeo, aunque estaba
triste, había visto por fin que era lo que año tras año le pesaba más, en esos malos momentos vio
que si tenía gente en la que confiar, gente que nunca estaba pero que apareció cuando los
necesitaba, comprendió que su problema principal era que había estado tanto tiempo solo, que
se había cansado de sí mismo, también se dio cuenta de lo difícil que le resultaba compartir su
vida con alguien, era una sensación nueva, como la del amor, una sensación que le cegó y que
quizás por ello no supo ver lo que el Sol le estaba ofreciendo, no era el Sol quien le había hecho
daño, era su propia inexperiencia lo que le había dañado, era el mal hábito de negarse a ver lo
que no quería ver, algo que ahora sabía y que desterró de su mente, ahora sabía que los
sentimientos, sentimientos son, y que las cosas buenas hay que disfrutarlas y las malas
afrontarlas, no meterlas en una cajita porque con eso, Prometeo comprendió que lo único que
había conseguido era tener que afrontarlos todos de golpe, y eso le había hecho mucho daño y
quizás por ello, por no saber leer ese tipo de situaciones, había perdido la estela del astro rey”.
- ¿Y qué ocurrió con el Sol?
“El sol se ocultó, pero lo llevaba dentro del corazón y siempre fue especial, pero ya no se lo
haría saber más, comprendió que lo que el Sol significaba no era un sentimiento correspondido,
su corazón le deseaba lo mejor al astro rey y entendía que lo mejor era que ella le olvidase, y lo
mejor para el olvidarse de ella, tenía dudas, pero cada día que pasaba y no recibía noticias del
Sol se daba cuenta de que esas dudas se disipaban, desaparecían de su mente, poco a poco
derramaba menos lágrimas por ella”.
- ¿Y se sintió muy triste?
“Bueno, al principio si, la recordaba, día a día, se convirtió en su primer pensamiento al alba y
el ultimo con el ocaso del día, pero con el paso del tiempo vio que realmente la aparición del Sol
en su vida había sido lo mejor que le había pasado en años, le había hecho sentir de nuevo el
significado del amor, le había hecho recordar lo que era sentir amor por alguien, y le había dado
vida a su corazón de nuevo, ahora solo tenía que darle la tranquilidad que este necesitaba, no
quería que lo que le había ocurrido con el Sol le volviese a ocurrir con nadie, sabía que ella no
siempre había sido sincera, y tras haber sufrido por ella notó que se había sentido engañado y
humillado, pero no como le ocurrió otras veces, por eso, no la dejó vivir en su corazón, aunque
ese sentimiento que le atormentaba se lo guardaría muy dentro, pero sin escondérselo a si
mismo”.
- ¿y sobre Hemera? ¿qué pasó? ¿no quería ir allí…?
- Eso, eso, ¿encontró la Ciudad de la Luz?
“Prometeo, a raíz de la situación tan desagradable que había vivido durante los últimos meses, y
sobre todo a ese cúmulo de sentimientos desconocidos para él que el Sol le había hecho sentir,
comenzó a ver todo con más nitidez, ahora se sentía fuerte, ahora tenía ganas de sentirse bien, y
lo más importante, descubrió que Hemera, la Ciudad de la Luz, la ciudad con la que tanto había
soñado, la tenía ante sí, ya se encontraba en ella, sólo tenía que abrir los ojos, tranquilizar su
mente y su corazón y verla, así comenzó una nueva vida para Prometeo, ya no giraba en
círculos, ahora iba en línea recta y sabía dónde iba, por fin sabía dónde estaba su camino, y por
fin, sentía bajo sus pies una base sólida sobre la cual iba a comenzar a construir su propio
destino, ya estaba en Hemera y ahora iba a conquistarla, ahora caminaba solo pero ya no se
sentía solo, se había reencontrado con sí mismo, volvió a sonreír”.
THE END
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