Algunas Reflexiones para pensar el Acompañamiento Terapéutico

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Algunas Reflexiones para pensar el
Acompañamiento Terapéutico Centrado en la Persona
Javier Panziera1
Resumen
Desde sus inicios, el acompañamiento terapéutico en nuestro país, se instaló como una
práctica ligada a teorizaciones psicoanalíticas. El presente trabajo parte de sistematizar algunas
reflexiones y articulaciones posibles sobre el acompañamiento terapéutico desde la aproximación
centrada en la persona, proponiendo un rol profesional claramente diferenciado. Posteriormente
para dar cuenta del mismo, se ilustrará experiencia de trabajo con un consultante.
Palabras Clave: Acompañamiento Terapeutico, Aproximacion centrada en la Persona,
Focusing, Alianza terapéutica
Introducción
Difícil resulta la tarea de definir el acompañamiento terapéutico, debido a su alto nivel de
sensibilidad a las necesidades de su destinatario. De entre todas las notas que podamos consignar,
la que resulta distintiva es la de constituir una estrategia terapéutica cuya intervención se realiza
en el espacio de circulación del paciente, es decir, en su entorno habitual (Rossi, 2007). De este
modo, permite sostener la continuidad de tratamientos ambulatorios o internaciones
(domiciliarias, o institucionales), mediante la contención y asistencia de pacientes que poseen
determinadas patologías (Pulice y Rossi, 1997)
En lo que respecta nuestro país, desde sus inicios, esta práctica estuvo ligada a
teorizaciones psicoanalíticas, sobre las cuales hubo prolíferos desarrollos (Puliese, 2011). Al
examinar otras alternativas teóricas, incluyendo a la aproximación centrada en la persona, no se
han hallado producciones que conceptualicen la labor del acompañante terapéutico. Por este
motivo, en el presente trabajo tomaremos distintas nociones para delinear un posible rol
1
Licenciado en Psicología, Universidad Nacional de Mar del Plata
profesional fundamentado en una forma de comprender al ser humano y
un conjunto de
actitudes para proceder en la relación terapéutica.
Centrado en el encuentro: compañeros terapéuticos
En una síntesis acotada, pero no menos compleja, Cooper y Mc Leod (2007) identifican
dos ideas centrales en la aproximación centrada a la persona: En primer lugar, toda persona es
movida por un conjunto de fuerzas interiores que la guían a sobreponerse a la adversidad y a
alcanzar su autodesarrollo. En segundo lugar e íntimamente relacionado con lo anterior,
sostenemos que la puesta en marcha de estas fuerzas y la actualización de las potencialidades
requieren de un contexto facilitador caracterizado por relaciones positivas de seguridad y calidez
relacional2. En contraste con las teorizaciones de origen psicodinamico, la relación terapéutica es
pensada como un encuentro actual y real entre dos personas (en contraposición con las nociones
de sujeto y de transferencia como un fenómeno pretérito y ficcional) en donde, la autenticidad e
implicación emocional de sus participantes son requisito fundamental para la eficacia terapéutica
(Vilanova, 1993). Por este motivo, el terapeuta3 deberá internalizar un conjunto de actitudes y
actuar conforme a ellas, es decir, absteniéndose de dirigir al consultante, sino poniéndose en
función de su experiencia, acompañándolo en su proceso de autoconocimiento (Rogers y Kinget,
1962).
A partir de estos elementos, un acompañamiento centrado en la persona será aquella
practica en la cual, una persona terapéutica (Artiles y Cols. , 1994) transita junto a otra su vida
cotidiana, establecimiento una relación que esta ultima pueda utilizar para sobreponerse a la
adversidad y actualizar sus potencialidades.
Para ilustrar este proceso, a continuación
examinaremos un relato de trabajo elaborado a partir de notas y registros vivenciales de una serie
de entrevistas llevadas a cavo en el marco de un acompañamiento terapéutico. Posteriormente,
plantearemos una serie de interrogantes y reflexiones críticas.
2
Las condiciones suficientes y necesarias fueron desarrolladas ampliamente en distintas obras, para más
información consultar Rogers C. (1974) El Proceso de Convertirse en Persona. Ed Paidos
3
Del mismo modo, nos referimos a toda práctica profesional de asistencia que coloque en el centro las
relaciones interpersonales (psicólogos, médicos, terapistas ocupacionales, docentes, enfermeros,
consultores, etc.)
Alberto: Nuestro recorrido juntos
Alberto tiene 76 años, ha sufrido cuatro ACV que se llevaron paulatinamente la movilidad
de sus piernas, su brazo derecho y gran parte de su capacidad de habla. Desde ese entonces, su
familia decidió internarlo en una residencia de ancianos, alegando que ya no pueden cuidar de él.
En cuanto a mi, hacía varios meses que había llegado a la ciudad y este era el primer
trabajo en el ámbito de la salud mental que obtenía. Habiendo ingresado a un centro de
acompañantes terapéuticos, me dirigí al hogar de ancianos con alegría, entusiasmo y muchas
expectativas. Anteriormente había consultado con el profesional derivante cuales eran los gustos
e intereses de Alberto, “para poder preparar temas de conversación” y “planificar actividades”.
Al llegar al Hogar de Ancianos, Alberto estaba esperando en su silla de ruedas en la
entrada (más adelante las enfermeras confirmaron que parte de su rutina era esperar su
acompañante habitual para que lo llevara de paseo), al saludarlo advierte que no soy el
acompañante habitual, expresa desilusión y fastidio y por medio de señas me pide que lo lleve al
comedor. Allí, comenzará una larga historia de silencios, desencuentros y tenciones de todo tipo,
finalizando en una experiencia de aprendizajes mutuos.
Ante los primeros minutos de un silencio “infértil” comienzo a desenvolver las
conversaciones que anteriormente había planificado, luego le leí el diario haciendo énfasis en las
novedades deportivas y el pronóstico del clima, para terminar realizando observaciones sobre la
institución. Tras dos horas de haber estado a su lado, conectamos en una mirada, y con tristeza
me doy cuenta que no solamente no había acompañado a Alberto sino que mi presencia estuvo
lejos de ser terapéutica.
En el período que transcurrió en el próximo encuentro reflexiono, y habiéndome
conectado con mi vivencia, advierto que las anticipaciones y prenociones de mi parte obturaron
de manera tal que no permitieron que se produzca un encuentro en ese momento. Decido
acercarme con una mayor apertura y con la motivación de conocer a Alberto tal cual se me
presente.
Pasaron una serie de encuentros que se instauraron como rutina: Me acercaba a Alberto,
él me miraba tras un gesto de negación con el dedo y permanecíamos en silencio por periodos de
20 a 30 minutos, interrumpidos por las propuestas que él rechazaría, preguntas sin contestar e
intentos de generar conversación frustrados. Rogers (1967) señaló una serie de limitaciones y
obstáculos de la terapia centrada en el cliente ante consultantes con escasa motivación, esto me
llevo a preguntarme ¿Cómo aceptar y valorar incondicionalmente a alguien que constantemente
expresa hostilidad y apatía hacia mí? ¿Cómo establecer una relación con alguien que no desea mi
presencia? En este punto es donde un marco de referencia que consiste no solo en premisas sino
en actitudes marca la diferencia (Rogers, 1974). De este modo, se apostará a la congruencia del
acompañante y a la confianza en las potencialidades la otra persona.
Los
encuentros no podrían centrarse ni depender de las palabras y su contenido.
Consultando lecturas de Gedlin (1967), encuentro que en su trabajo con pacientes gravemente
perturbados, dedicaba previamente periodos de gran esfuerzo en instaurar y reparar algún tipo de
conexión alternativa. De este modo ante los repetidos silencios prolongados, conecto con mi
vivencia y la trasmito de manera clara y explícita, comunicando lo que acontecía en mi interior en
ese momento: “La manera en la que miras hacia allá con tanta atención me hace imaginar que
estarás pensando o sintiendo algo muy importante… no quiero interrumpirte, pero me gustaría
que compartieras eso conmigo”; “¿Sabes? me pongo muy nervioso en estos momentos, me
gustaría poder ayudarte y no sé de que manera hacerlo”.
A partir de estas intervenciones comenzamos a conectar en miradas y el carácter de los
silencios cambió paulatinamente. Aprendí a decodificar sus gestos y a acompañarlo, a transitar con
él lo que estaba vivenciando en ese momento, pudiendo formular propuestas del modo y en el
momento adecuado. Alberto, con pequeños gestos de su mano empieza a solicitarme que lo lleve
a pasear alrededor de la manzana. En los momentos en que se establecen largos silencios logro
empatizar con él y formular en palabras lo que me trasmite:
-
T: “ No te sentís bien hoy”
-
A: (Mueve su mano dando a entender que no)
-
T: “Qué difícil es estar acá … de este modo... cuanta soledad”
-
A: (Se recuesta sobre la mesa)
-
T: (Apoyo mi mano en su hombro, permanecemos en silencio, tomamos una taza de té
nos saludamos y me retiro)
Luego de dos meses de encuentros semanales con Alberto, termino mi trabajo como
acompañante por razones institucionales. Llegado el momento, pasamos nuestro último
encuentro paseando en el parque a la sombra de un árbol, nos despedimos y antes de marcharme
permanecemos en silencio compartiendo miradas.
Discusión
Antes de comenzar a desarrollar las reflexiones provenientes de la viñeta, resulta
necesario retomar aquello que caracteriza el acompañamiento terapéutico, y es que tiene lugar
en el entorno cotidiano de la persona asistida y por este motivo, el acompañante constantemente
deberá resolver distintas contingencias inesperadas a las cuales no puede anticipar previamente.
Es aquí donde la aproximación centrada en la persona realiza uno de sus grandes aportes, ya que
por medio de las actitudes internalizadas e hipótesis básicas le otorga al facilitador una base desde
la cual poder posicionarse ante las distintas situaciones y posteriormente instrumentalizar
modalidades de interacción congruentes con su forma de concebir las relaciones humanas, la
dinámica de la personalidad y necesidades de la otra persona (Rogers, 1962).
Íntimamente relacionado con lo anterior, y siendo quizás uno de los puntos nodales de la
experiencia de trabajo ilustrada, un punto de inflexión en el acompañamiento fue aquel momento
en el cual el acompañante desistió de estructurar la relación y las actividades, y se estableció
como objetivo central comprender a Alberto, conectar con el sentido singular de su vivencia y
encontrar un modo de crear una relación que él pudiera usar para su autodesarrollo. A partir de
este momento, el acompañante comienza a intrumentalizar realmente las actitudes planteándose
continuamente una serie de preguntas que lo acercaban más a la experiencia de Alberto (Rogers,
1977): “¿ De qué modo puedo transmitirle mi interés por ayudarlo y acompañarlo en este
momento de manera tal que él pueda percibirme como merecedor de su confianza?; De que
manera debo comportarme para que pueda sentirse seguro y contenido?; Como puedo acercarme
a él para comprender lo que está experimentando en este momento?; Que puedo hacer para
establecer una relación que lo ayude a sobrepasar sus obstáculos y que pueda activar sus
recursos?”
Es a parir de esta nueva posición de desconocimiento y apertura que el encuentro, en un
sentido genuino puedo manifestarse. Del mismo modo, es aquí donde emerge otro de los puntos
particulares del relato: Si bien Alberto no podía hablar, por medio del silencio, de su silencio,
buscaba expresar rabia, tristezas, soledad e igualmente una enorme necesidad de afecto y
contención, y por esta dificultad también se volvería más exigente hacia los otros, demandando
otra dimensión de sensibilidad. Aquí se pone en cuestión un dilema constante de la práctica del
acompañamiento terapéutico, si bien la consigna relacional del dispositivo consiste en trasmitir al
otro que se cree en su capacidad de autodeterminación, esto no debe ir en dirección contraria al
respeto por su vivencia de impotencia y el tiempo que él necesite para activar sus recursos
latentes . Por este motivo, las actitudes de empatía y congruencia, para instrumentarse de forma
efectiva, requerirían no solo una implicación a nivel verbal, sino también un compromiso corporal
de alta intensidad que permitiera conectar con los significados tácitos que emergían de manera
cotidiana y constante ( Okun, 2005).
A modo de cierre y retomando el objetivo de este trabajo, el análisis de la viñeta nos
permitió el accionar del acompañante terapéutico desde un marco de referencia fundamentado
en la Aproximación Centrada en la Persona, tornándose esta misma como una alternativa a los
modelos psicodinamicos o de estimulo respuesta que actualmente dominan el campo de
formación profesional. Asimismo, de manera clara se observa la importancia del trabajo personal
del Acompañante a la hora de brindar asistencia y tener que resolver situaciones problemáticas.
Se espera que nuevas publicaciones específicas en este ámbito incentiven, fortalezcan y motiven a
la formación de Acompañantes Centrados en la Persona, instaurando una nueva modalidad de
pensar el rol, en tanto facilitador y compañero.
Referencias Bibliográficas
Artiles, M. (1977) “La actitud psicoterapéutica”. Ed Bonum.
Artiles, M. y cols. 1994 :” Psicología Humanista, aportes y orientaciones. Ed Hernandarias.
Corbella, S. y Fernández-Álvarez, H. (2006). El terapeuta, posiciones, actitudes y estilos
personales. Ed. Edebe.
Cooper, M. and McLeod, J. 2007. A pluralistic framework for counselling and
psychotherapy: Implications for research. Counselling and Psychotherapy Research, 7(3),
135–143.
Gonzales Bravo, L. (2009) “Formulación de casos en psicoterapia”. Terapia Psicológica.
27(1), 93-102
Kappel, J. (1987) “Del dialogo real al monologo imaginado”. Congruencia, revista argentina
del ECP. 1 (2), 7-16.
Orange, D. (2010) “Pensar la práctica clínica”. Ed Cuatro Vientos.
Okun, B. (2005)” Ayudar de forma efectiva, técnicas de terapia y entrevista”. Ed Paidos.
Pulice G. y Rossi G. (1997) “Acompañamiento terapéutico”. Ed Polemos.
Rogers, C. (1977) “El proceso de convertirse en persona”. Ed Paidos.
Rogers, C., Stevens, B. y cols (1967) “Persona a persona”. Ed. Amorrortu.
Rogers,C. y Kinget, M. (1962) “Psicoterapia y Relaicones Humanas. Ed Alfaguara.
Rossi G. (2007) “Acompañamiento Terapéutico (Lo cotidiano, las redes y las
instituciones)”. Ed Polemos.
Vilanova, A. (1993) “Contribuciones a la psicología clínica. Algunos aportes teóricos de
psicólogos notables”. Ed ADIP.
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