Todo es un misterio en torno a la vida de este gran maestro del espíritu, para unos un mago formidable, para otros un profeta incomparable, para todos un sabio, un genial filósofo soteriológico y guía de guías del espíritu. En la medida de lo posible, y como haremos con los grandes iniciados y maestros espirituales que se incluyen en esta obra, trataremos de despojarle de los velos de la leyenda, lo que no siempre es fácil en ninguno de estos gigantes del espíritu. También la vida de Zoroastro está revestida de leyenda y se le atribuyen numerosos milagros y hechos portentosos. Lo que es indudable es que este singular sabio cautivó las mentes y los corazones de los filósofos griegos, quizá por el halo que siempre le ha revestido no sólo de gran guía del espíritu, sino de extraordinario chamán, profeta y demiurgo. Zaratustra helenizado es Zoroastro y seguramente vino al mundo alrededor del siglo VI antes de la era cristiana, y para muchos ha sido no sólo un liberado viviente, sino también un sagaz astrólogo, el introductor de la primera religión monoteísta, un impresionante taumaturgo y uno de los primeros, por no decir el primero, profetas del mundo. Por lo tanto, no le faltan a Zaratustra ingredientes para haber fascinado, y seguir fascinando, a tantos filósofos y pensadores. Su figura es muy poco conocida por el gran público, a pesar de que su influencia religiosa, moral y espiritual ha sido muy notoria. Seguramente nació en el noreste de Irán y no es, como a veces se ha dicho, el fundador del mazdeísmo, pero sí su gran renovador, hasta tal punto que se tiene que hacer una notable diferencia entre el mazdeísmo anterior a Zaratustra (que era politeísta) y el que promueve este hombre singular. Fue monoteísta, si bien, después de su muerte, los magos zaratustrianos y los oficiantes de esta religión volvieron al politeísmo, así como a los sacrificios sangrientos, proscritos por el alma sensible de este gran iniciado, que invitaba a cambiar el sacrificio exterior por el interior, el excesivo ritual (del que no gustaba) por la meditación. Era, además, un místico y un buscador desde niño de la realidad suprema. Aunque forme parte de la leyenda, se asegura que rió el mismo día de su nacimiento, lo que denota su carácter distendido e intrépido. Como otros grandes maestros o iniciados, Zaratustra se inspira en los principios espirituales de la corriente mística en la que bebe, pero sabe renovarla y se opone al excesivo ritualismo, a la fosilizada religión popular, a menudo degradada, y a los poderes eclesiásticos instituidos. Es, como otros iniciados, un auténtico revolucionario del espíritu al que nadie podrá doblegar. Se enfrenta abierta y osadamente a la religión formalista que ha extraviado su sentido original. En esta línea se encuentran también otros dos grandes revolucionarios espirituales, que son Buda y Jesús, ambos enfrentados a la ortodoxia degenerada y a las patéticas clases sacerdotales. No hay acuerdo sobre lo que significa el nombre de Zaratustra, pero bien podría ser "luz brillante", del mismo modo que Zoroastro es "estrella dorada"; pero para otros especialistas, el nombre significa "conductor de camellos dorados" o simplemente "conductor de camellos". Atendiendo a esta segunda interpretación del nombre, nos hallaríamos más cerca de la hipótesis de que Zaratustra nació en el seno de una familia de ganaderos que de la que apunta que nació en el seno de una sacerdotal. También se aventura como probable la hipótesis que señala que aunque naciera en un ambiente ganadero, sus abuelos o bisabuelos eran sacerdotes. Como quiera que fuere, durante años este hombre se dedicó a tareas sacerdotales como la oblación y las invocaciones, si bien hasta la edad adulta (que se consideraba a partir de los quince años) recibió una educación mazdeísta, típica de la época, y fue versado en las escrituras y formado como oficiante. Adiestrado en el culto, recitaba los himnos sagrados y atendía el ritual del fuego y, probablemente (aunque después rechazó toda bebida embriagante o alucinógena), se sirviera para los ritos y la modificación de la consciencia de la ingestión, en cantidades adecuadas y con un sentido puramente religioso, de la bebida conocida como haoma, asociada a los rituales sacerdotales. Por un lado el haoma (seguramente equivalente al soma hindú) se utilizaba como ofrenda a los dioses y por otro como sustancia para alterar la consciencia y poder conectar así con el universo de las deidades. Se han ofrecido muchos puntos de vista sobre esta planta religiosa: para unos fue simplemente cannabis, para otros algún tipo de bebida fermentada, y por tanto alcohólica, y para otros una mezcla de varias plantas o flores trituradas. Como oficiante, tal vez Zaratustra no pudo escapar al habitual sacrificio de bovinos, si bien posteriormente se opondría radicalmente a todo sacrificio sangriento, tan habitual en esa época tanto en Irán como en India y otros países asiáticos. Zaratustra también debió de convertirse en un gran experto en filosofía mazdeísta y escolástica. Tuvo al menos dos hijas: Haecataspa y Pauruscita. Seguramente llevó una vida normal hasta que sintió la llamada de lo alto y cambió sus obligaciones sacerdotales por la búsqueda incansable de la última realidad y el uno sin dos. Meditación en las montañas e iluminación de la consciencia Zaratustra no se siente satisfecho con ser un mero oficiante, ni teniendo que hacer concesiones al poder de los sacerdotes y de los magos o dedicar su precioso tiempo a ejecutar rituales o ceremonias, cuando sus verdaderos anhelos son lograr la unión mística con el Supremo. Decide entonces retirarse a las montañas y emprender intensas prácticas meditativas. No hay certeza sobre dónde se refugió para llevar a cabo estos ejercicios, pero tal vez fue en el Hindu Kush. Se hizo estrictamente vegetariano y comenzó a deleitarse en la inefabilidad de los éxtasis místicos, que iban paulatinamente mutando su consciencia y despertándola a realidades supremas. Vive austeramente y alcanza la iluminación a la edad de treinta años. Renuncia a su colosal herencia, corta sus vínculos sacerdotales y familiares y se convierte en un sagaz maestro espiritual, que, como todos los grandes iniciados, despierta tanto el entusiasmo de sus seguidores como la enconada aversión de sus detractores. Comienza su predicación y reforma por completo el mazdeísmo, que pasa de ser politeísta, muy mágico y ritualista, a convertirse en una religión monoteísta con énfasis en la meditación, la adoración del fuego, la recitación de fórmulas sacras, la compasión y la caridad. Así va reformando Zaratustra el mazdeísmo arcaico, o sea la antigua religión persa, donde desempeñaban una función destacada los magos, y donde los sacerdotes habían incurrido en desmesurados sacrificios y huecos rituales. Zaratustra experimenta el convencimiento de que tiene como misión "sanear" el mazdeísmo y otorgarle a la religión su sentido de pureza. Se convierte así, en cierto modo, en un profeta, aunque es más adecuado considerarlo un reformador de gran altura y un revolucionario espiritual. Tenía el don de desenvolverse tanto en el plano de lo mundano y resolver los problemas cotidianos, como en el de las sublimes e insondables regiones del éxtasis místico. Era, seguramente, un hombre muy carismático y para algunos, por ello, uno de los más grandes iniciados y magos de la historia de la humanidad. Estaba del lado de los campesinos, a los que animaba en su labor y a los que ponía como ejemplo de buen hacer y sencillez. Durante años llevó a cabo su ministerio. Al principio se granjeó muchos enemigos y detractores, pero tuvo la fortuna de poder convertir a la nueva religión mazdeísta al rey Vishtaspa, que seguía el mazdeísmo arcaico alentado por sus muchos sacerdotes. Desde entonces, Zaratustra tuvo todo mucho más fácil para poder ir reformando una religión popularizada y degradada, que creía en dioses y espíritus, ponía un énfasis obsesivo en el ritual y daba la espalda a condiciones éticas y espirituales. Todo es muy oscuro en la vida de este hombre que tanto ha fascinado a pensadores y escritores (sin olvidar al mismo Nietzsche), por no mencionar las causas o circunstancias de su muerte. Dos versiones, entre otras, son tal vez las más plausibles. Una de ellas es que su asesino fue un hombre llamado Tur i Bratrokes, que llevaba ya muchos años tratando de dar muerte al profeta y así acabar con su ministerio y sus reformas sociales y religiosas; según la otra, fuerzas policiales le dieron muerte por error cuando perseguían a unos salteadores nómadas. El caso es que este gran maestro murió a una edad que nos es desconocida. Tampoco se sabe por cuánto tiempo se mantuvo pura su doctrina, porque a su mazdeísmo reformado y depurado siguió un neomazdeísmo que volvió a ser politeísta y se centró en las prácticas ritualistas o mágicas. El mazdeísmo llegó a ser religión nacional bajo el poder de los sasánidas en los siglos III al VII, pero la nueva religión incorporó divinidades del mazdeísmo arcaico y comenzó a desviarse de la doctrina reformada por Zaratustra. El texto medular del mazdeísmo y libro sagrado por excelencia de la religión irania mazdeísta es el Avesta, que está dividido en dos partes, el antiguo y el moderno, el primero de ellos de unos mil años antes de nuestra era. El Avesta incluye himnos poéticos, que se llaman "gatha". El Avesta antiguo suma diecisiete himnos y es la obra fundamental de los actuales zoroastrianos, tanto de Irán como de India (los parsis). Es una fuente de inspiración espiritual y estos gathas recogen las enseñanzas de Zaratustra, si bien el profeta no escribió nada directamente. Se considera, empero, que el que recita estos gathas es el mismo Zaratustra y que por ello es el autor de los mismos. Ésta es, por supuesto, una consideración de los mazdeístas, para los que la parte antigua del Avesta, o Avesta antiguo, es el resultado de la revelación directa del profeta. La enseñanza Según el antiguo mazdeísmo existía una oposición muy radical entre las fuerzas del bien y las del mal, y esta religión se quedó anclada y desvitalizada en un formalismo ritual y en el sacrificio sangriento. Parte del poder lo detentaban los magos. Las fuerzas del bien estaban representadas por Ahura Mazda y las del mal por Ahriman. Uno era la luz y el otro las tinieblas. Se creía en numerosos dioses y espíritus, sobre los que Ahura Mazda y Ahriman ostentaban un gran poder. También existía la creencia en los demonios y se rendía veneración a elementos como el Sol, la Luna, el agua y el fuego. Se ejercía un culto específico a los elementos, y cada uno de ellos era regentado o representado por una divinidad. Zaratustra llevó a cabo muchas reformas religiosas. No hay que pasar por alto que era a la vez un hombre de mundo y un místico; un conocedor de los problemas cotidianos de su gente que también se deleitaba en el trance místico. Al parecer se opuso a la utilización de sustancias embriagantes o tóxicas, como el haoma, y a los sacrificios sangrientos; también frenó el excesivo y formalista ritual y, sobre todo, imprimió al mazdeísmo un carácter completamente monoteísta, que superó la clásica "distribución de poderes" de Ahura Mazda y Ahriman. Ahura Mazda era el Dios único, principio y fin, creador del Universo e incluso de los demás dioses (que quedaban supeditados a él). Aunque reconocía el espíritu del mal, tambien éste estaba controlado por el Dios del principio, pura luz, inteligencia cósmica. Opuesto al espíritu del mal estaba el espíritu santo, también subordinado al Dios único, que es el gran poder y hacia quien había que dirigir los pensamientos, el culto al fuego (que adquirió una gran importancia entre los mazdeístas seguidores de Zoroastro) y la oración Ahuna Vayria. Zoroastro exhortaba a sus discípulos y seguidores a que venerasen al Dios único, llevasen una vida honesta y sencilla y practicasen la compasión y la caridad. Ahura Mazda es el señor de la Sabiduría. El mazdeísta debía procurar tener pensamientos, palabras y actos correctos. Ahura Mazda es el "guardián, el vigilante, el creador, el protector, el alimentador, el que conoce, el que conoce mejor". Zaratustra invitaba al recogimiento interior, al desarrollo del espíritu y a la elevación de la consciencia, pero desenvolviéndose en la vida cotidiana. Él supo dar vitalidad y consistencia a la antigua religión irania y convertirse, sin duda, en uno de los personajes espirituales más fascinantes, insólitos y misteriosos.