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MOOñlD,
•C"ir « r i ? TIÍ 7 A I ST Áménca y Europa rivalizan en e/ interés por la belleza femenina, Y las mujeres de todo el mundo acuden en ale=
r" IZJrí CJ\Í
J\yi
gres bandadas, desde todos los rincones del globo, allí donde sea solicitado sú concurso. Vean ustedes esta linda mu»
'
cbacbita polaca, Nota Smobilly, y esta lindísima criatura de la Rusia bolchevique, Nally Bais, que han acudido a
una fiesta de belleza norteamericana, representando a sus pueblos respectivos.
(Foto Marín.)
estampa
fb
anos e x q u i s i t a s ,
triunfantes por su destreza en
los deportes y por Ja suavidad
de su piel, son las de la mujer
moderna que se lava con
JABÓN
H E N O DE P R A V I A
\
Es el jabón de calidad, para
un cutis delicado. Puro, de
espuma suave, de perfume
intenso, inconfundible, único.
^'
PASTILLA,
1,25
EN T O D A
PERFUMERÍA
ESPAÑA
GAL. - M A D R I D
Casa en Buenos Aires: Maure, 2010-14.
Casa en L o n d r e s : S t r a n d , 7 6 .
Ky
estampa
La «señorita España», en Valencia, y Mariuca Gil,
en S a n t a n d e r
VALENCIA.—Pepita Samper, con la señera valenciana, en el salón de actos de la Alcaldía. A su llegada a esta ciudad,
la ^Señorita España^ fué adamada por el pueblo valenciano en masa, que acudió a recibirla a la estación,
(Potos DcsfilissBarberá.)
La ^señorita España». vistiendo el traje de valenciana que
¡e ha regalado nuestro colega iEl Mercantil Valencianoit •
con el qiK se presentará en París,
SANTANDER.—Mariuca
CU (x), que representó a Santander en el concurso de belleza, en el taller donde trabaja, sentaila ante la máquina de coser y rodeada de sus maestras y
compañeras.Después del grandioso recibimiento que le tributaron sus paisanos, la bella concursante se ha reintegrado a su vida de costumbre. Véanla ustedes entre sus amigas, que
hojean el último número de ESTAMPA, en que publicábamos el retrato de la sencilla y simpática muchacha.
(Foto Simot.)
estampo
LA
FINAL
D E L CAMPEONATO
DE
ESPAÑA
Bajo un verdadero diluvio y sobre una laguna auténtica, c] Español venció al Real Madrid por 2 a 1
Los <ionce» valientes del Real Madrid, gloriosos vencidos en la irregular lid, antes de que ésta diera comienzo y
de que la ducha del este les hubiera empapado y de que el imerengue^ de su uniforme se convirtiera en un acho=
colatado color.
Zamora, el gran «asi> de siempre, con buen o con mal tiem=
po, en una de sus prodigiosas paradas. Su actuación contribayo, en un gran porcentaje, a la victoria de su equipo.
La huerta valenciana, fértil e inmensa, habrá agradecido san duda cl pródigo obsequio de las nubes.
La multitud de fanáticos que 'hicieron el largo desplazamiento de Barcelona y de Madrid para ver a
sus equipos favoritos disputarse el supremo título de
las jerarquías futbolísticas, no habrán coinipartido
las alabanzas de los laboriosos agricultores levantinos. Un temporal desencadenado de aguas que duró
toda la jornada y ^ u e arreció mientras el partido se
desarrollaba, "caló" a jugadores y espectadores en
términos ante los que la hipérbole resi>U« ¿HMgnificante. Un iJesbordamiento de acequias ocasionó una
inundación en cl terreno; pero una inundación autentica, con verdaderas lagunas onduladas a lo Marcel por el oleaje.
En estas contficioues no era ipos-ible exigir a los
"equipiers" del Español y del Madrid que confirmaran
sus graitáes aptitudes de dominadores de la técnica
con una exhibición preciosista. No puede asegurarse que "aquello" fuera un partido tíe fútbol, sino
una lucha alucinante entre veintidós energúmenos
embadurnados con el barro arcílloío y achocolatado
de la ribera del Turia. El balón flotaba sobre las on-
das de la gran laguna formada en el costado de la
enlrada general, y su disputa originaba verdaderos
tifones, levantaba trombas en las que el balón solía permanecer indemne e inmóvil. Sólo de vez en
vez atisbos de juego, por parte de los grandes tenores de uno y otro equipo; "driblings" inverosímiles de Triana, ataques de Lazcano, paradas maestras
del gran maestro de los arqueros Zamora. Y las inevitables exteriorizaciones de mal humor de los jugadores traducidas en colisiones, ririas tumultuarias
bajo la lluvia implacable. Ün espectáculo sin igual,
indudablemente. No sabremos discernir si deportivo
o simiplemenle bárbaro.
Grupo de nmadridistasi>, a su llegada a Valencia. ¡No será
tan optimista su partida!
En tan irregulares condiciones y por supuesto que
el triunfo de uno o de otro había de ser precario, en
la victoria había de influir poderosamente el factor
suerte. Correspondió ella al Español, que logró dos
tantos, uno más que el Madrid, no obstante haber
sido éste el que dominó más frecuentemente a lo laTgo d d singular encuentro. Pero la íuerte—¡y Zamora!—no quisieron que el esfuerzo madridista tuviera recompensa.
A. DIEZ DE LAS HERAS
,-r^
í,,^^^'-J''^^^ '%^.-
El ataque del Madrid fué mucho más constante que el de los vencedores. Lo condujo casi siempre Triana,
allí está Zamora.
(Potos Alvaro.)
que en la fotografió
acaba de hacer, un pase a Cabo, que remata...;
'•'.'.' :>'. ,
pero
estampa
\¿i^
Otro momento del ataque madrileño. La defensa eipañolisia en acción al sacarse un ^córnerty en la puerta del campeón de Cataluña.
URO de los mítines organizados a raíz de alguna colisión.
La extravagante «jota* bailada sobre el fango entre López y Trabal.
Otra de las grandes paradas de Zamora, que retuvo y defendió el balón con verdadero heroísmo. El tiro de Triana, intenta rematarlo Lazcano.
estampa
LOS SUCESOS DE CIUDAD REAL
El cuartel de Artillería, albergue del Regimiento 1° Ligero.
El general'Orgaz (I), nombrado gobernador militar de la plaza de Ciudad Real, acompañado del coronel Liniers (2), jefe de la columna que llegó de Madrid, saliendo, en
la mañana del miércoles, del edificio del Gobierno militar, después de hacerse cargo del mando y de tomar las primeras providencias. Le rodean, además de varios jefes y
oficiales, ¡os periodistas Chaves Nogales (3) y Lucientes (4), de «Heraldo de Madrid*, y Sánchez«Ocaña (5), de ESTAMPA.
estampo
El momento de llegar la columna de tropas de Madrid al Cuartel de Artillería de Ciudad Real. Sobre la masa de curiosos, aglomerada a las puertas del edificio, se columbran los
banderines y las gorras militares.
Vi
•
.i
a . o
La plaza del Mercado, de Ciudad Real, el día de lossacesos.
(Foto G. Plaaa).
Otro aspecto de Ciudad Real el día de los sucesos.
(FotoG. Pl(u:«.)
CUampu
De
S.M
Sevilla
la estancia uci Kcy
Y en
en
.el Rey hablando con Gonzalo Bilbao, a la puerta del estudio del artista,
de haber posado para el retrato que le está haciendo el ilustre pintor.
después
Homenaje
a D. R
D. Ramiro Suárez, con los comensales que le rindieron un homenaje con motivo
nombramiento para el cargo de Subdirector de Enseñanza
Profesional.
(Pota Olmedo.)
El músico
(,1
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ruso v^naí^unor
SERA OSTED
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TAQUÍGRAFO
p
de su
(Poto Benftez Cassux.)
, ], ,
En cien lecciones, más de cien palabras. Taquigrafía mecá>
TINTA S A H A C^LiloqfafUcí
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Las Cunas
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l< . usr BRILLANTINA EMILMAT,
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dcjiíiitio el cabello
«.iifilo y liir.il fie riz-.ir
hN l't-KHIMhHÍA.'í 1 ni(ií''.UKHIA5
Inr
MADRID
-El ilustre compositor Glazunof, con su bija,
intérprete al piano de las obras de su padre.
mayor.
PERI-UMERIA
.Síiiifít
C.iiíilin.i,
(Poto Luque.)
UN ALUMBRADO
10. -
EMILMAT
MADKU)
SEVILLA.—La
señorita María Valverde Cabello, ganam
dora de la carrera de 50 kilómetros con handicap de cinco
minutos.
(Foto Olm«do.)
PERFECTO SE OBTIENE CON
LAMPARAS PHI Ll P S '
IDE
VENTA EN | _ ^ j ^ p ^ j j ^
TODAS PARTES Y
PHILIPS
S,A.E.
MADRID! Prado.So, BARCELOhíA: G5rcega,222k. °° H?
estompa
M
UCHOS asegruran que el Carnaval madrileño murió; y yOi aunque muy leo
jos de encontrarle floreciente, no comparto eso opinión. Es preciso reco=
noccr que el pobre ha perdido, en estos últimos años, las pocas gtilas y ftractivos que
le quedaban; que ha sido recluido en las afueras de Madrid, como algo molesto y
anticuado; que la gente no le hace caso...; pero piensen ustedes que negar su exis=
tencia sería negar también el gesto casi heroico del pequeño grupo de ciudadanos
que salen disfrazados en estos días de Carnaval.
Debe ser el más puro amor a la ti adición que anima estas últimas máscaras ma=
drilcíias a realizar un pequeño simulacro de fiesta en el paseo de Rosales, en
los bailes de la Zarzuela o en la Fuente de la Teja. Pero sea por lo que fuere,
debemos reconocer que gracias a ellas recordamos la existencia de un Carnaval,
y que representan les últimos ejemplares de una fauna en decadencia, que bien
pronto desaparecerá.
*
*
•
*
El traje de pierrof, entre todos los disfraces, es el que más partidarios tiene. El
motivo de esta predilección bien pudiera ser la baratura o la sencillez de su confec=
ción; pero, sea por una u otra razón, el lírico descendiente del Pcppi=Noppa de la
Commedia dell arte revive—si bien sólo vestuariamentc—en estos días consagrados
al dios Momo.
¿Verdad que este arlequín de sentil figura y bonito rostro en nada se parece a la máscara
tradicional de que habla nuestro colaborador L.C. de Linares?
El pierrot moderno no guarda ningún lazo espiritual con el desairado galán de
la frivola Colombina, ni con el dulce trovador del siglo XIX, y, de acuerdo con sus
aficiones, ha sustituido la clásica mandolina por una hermosa bota de vino peleón.."
Si el pierrot es el disfraz más popular en la calle, el dominó lo es en los bai=
les de máscaras. Esta prenda, que antaño usaban los sacerdotes para resguardarse
del frío, los cubría tan bien y tan perfectamente ocultaba la personalidad de sus
propietarios, que fué adoptada en Carnaval como disfiaz de mayor disimulo.
En el ocultaron nuestras recatadas abuelas la emoción del primer baile de
máscaras. En él cobijadas fueron a sorprender al marido, que se hallaba en grata
compañía por algún palco del Real. El dominó seiá siempre el disfraz que nos
infundirá la preocupación de lo absolutamente desconocido.
Vean ustedes un gracioso modelo de la máscara moderna, disfrazado con un iiaje de rea
sorte que parece va o dispararse de un momento a otro, llevándose por ios aires a la ¡inda
muchacha que lo viste.
Todos los lectores conocerán seguramente esa máscara que improviía up al hi=
guí, entre una nube de chiquillos zarrapastrosos. Va provisto de una caña, con
un higo atado en un extremo de la misma, que los chicos han de alcanzar con la boca.
La máscara agita constantemente la caña, y los improvisados peces, con una boca
como un buzón y el cuello estirado, saltan desesperadamente para alcanzar el
cebo. Claro está que para divertirse con este deporte se necesita tener un acri=
solado buen humor o haber.sido pescador ccr caña. En este último caso es entera=
.mente disculpable este pasatiempo, y sólo representa el gesto de venganza de un
hombre que paseó, durante varios años, un bien cebado anzuelo poi entre la indi=
ferencia de unos cuantos peces desganados.
Si el tipo del al higuí es bastante raro entre 'os poco numerosos ejemplares del
Carnaval mndrihño, no hay una máscara que prescinda del matasuegras tradi=
cional.
En todas las esquinas, un vendedor ambulante pregona:
—-¡Matasuegras! jPara matar a los suegros, para matar a las suegras! Cóm=
prcme uno, señorito. Yo le aseguro que no fallan...
¿Y quién resiste-a tan dulce promesa?
Los compradores del matasuegras bien saben que no se viene a cabo de una
suegra irascible con un simpte tubo de papel, pero viven algunos momentos de
risueñas esperanzas y de alegres ilusiones.
Los compradores del matasuegras son los mismos que acuden, con infinita cons=
tancia, a los toios, par? presenciar el ^desquite» del Gallo o de Cagancho. Son
también los descendientes espirituales de aquella Shehrazada que vivía la maiavi=
llosa vida de sus ilusiones.
(Fotos Marín.)
L. G. DE LINARES
Csfampo
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¿QrasnsDú
mcrii
luii";N haya visto desfilar por La Lonja, sobre la
TC^ ancha alfombra de 5ombra que el Monasterio
cscurialcnsc tiende en la arena, los Colegios de Cara=
l)¿ncros, no olvidará jamás el espectáculo de marcia^
lidad que ofrecen sus gastadores diminutos.
Derechos, serios, radicales al girar en los ángulos,
atentos ai pasodoblc, sin dejarse emocionar por él...
En su viaje a España, tal vez una de las cosas que
más impresionaron, en cierto modo, al rey de Italia,
fué este desfilar de los pequeños gastadores, sueltos,
distanciados; pero perfectamente guardadores de su
distancia matemática.
— ¡Es asombroso, es asombroso!—dicen que cx=
clamó—. Parecen un juguete...; pero van tan serios,
que no podría uno atreverse a tomarlos por un jugues
te. —Y recordándolos más tai de, añadía—; Vo les
hubiera hecho pasar más veces, de buena gana.
También nosotros, la primera pregunta que
nos acordamos de hacer al oficial que ama^
blemcnte nos acompaña, es ésta:
—Y esos gastadores, ¿cómo los eligen?
—Entre los m á s pequcñincs, los
que tienen más entusiasmo por la
instrucción. Hay algunos que a esa
edad aprenden las cosas alegres y
contentos. Lo malo es cuando se
les ve crecer... y se les arranca,
porque no hay más remedio, de
esc lugar en que los admÍrado=
res les han hecho un poquitín
vanidosillos. A más de uno le
ha costado eso algunas !agri=
millas calladas.
—Les cultivan ustedes el
espíritu militar, ¿verdad?
—Sí, claro; van a ser nii=
litares... Pero, en fin, esto es
un cuartel... con las agudas aris=
tas un poco redondeadas.
— ¿No son dos Colegios?
—Sí, sí; luego veremos el otro.
Este es el de huérfanos de Cara=
bineros y clases, o de hijos de los
que tienen ya cierta edad. E3 del E5=
tado. Sin embargo, los dos están com^
binados eu beneficio de todos. Cuando
un alumno de aquí sale buen estudiante,
puede cursar estudios superiores en el otro.
Ahora, si es sólo disciplinado y lo ha mere=
cido en los cursos de aquí, sale, como todos, caá
rabincro a los diez y ocho años; pero ya va con de.
recho a los galones de cabo, que se !e ponen a los
veintitrés, en la frontera donde se encuentre.
Visitamos los dormitorios luminosos, las limpias
cocinas, donde brilía el metal; los patios de piedras pu=
^ir«pt
^ ^
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Í.OS huérfanos de los jefes y oficiales éeí Cuerpo át Carabineros, que estudian en el Colegio de Alfonso
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j 1 Sjr" j^'-^wt!^
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XI¡I.
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lidas y fachadas claras; cl Paseo de los Terreros, donde
los carabincrillos chicos, con sus testas limpias y pe=
ladas, hacen la nueva cultura física del fútbol, con
equipos oficialmente protegidos,
—¿Y esa música que suena?
-'-Es la nuestra que ensaya. Ahora la dirige cl
maestro Ortega, que antes fué profesor en la banda de
Alabarderos.
Recuerdo que la banda de los Colegios de Carabi=
ñeros ha tenido fama en muchas ocasiones, y menos
me cuesta recordar que ahora es una de ellas. Cuando
han ido de El Escorial a Madrid, porque el Rey les
concede e! honor de que hagan guardia en Palacio,
muchos aficionados acudieron a la parada paca oír esta
banda, que tatnbién fué a dar conciertos diitc el micrófono.
El oficial sigue diciendo:
—Naturatn\cnte, los nn'isicos son huérfanos que aquí
hacen tan grata profesión. También hay talleres donde
los chiquitos se especializan como impresores, sastres,
carpinteros, etcétera; y para la mecánica, para cl in=
dispcnsable automovilismo, cuentan con un profesor
magnifico: cl capitán Caballero, un entusiasta del
motor, •
El n\ismo teniente que con tanto -afecto nos guía
por ios magníficos talleres, nos lleva luego a otro cdi.=
ficio apartado.
— Este es el Colegio de .Mfonso X H l , costeado por
los jefes y oficiales del Cucipo para nuestros huérfa^
nos. También tenemos otro para las niñas. Y
en ellos se admiten pensionistas; hijos de los
que viven, que pagan su pensión. Este Colegio es como un segundo padre, que no
les deja de la mano hasta que no ter=
minan la carrera. No es aquello de
dejarles solos con su pensión ¿com=
prende?
—¿Y qué estudian?
—El Bachillerato completo, si lo
necesitan. Y, además, unos para
las Academias militares (la ma=
yoría; y es natural: es cosa de
Tnilitares), otros van al Magis:;
terio a'examinarse, "y alguros
se hacejí abogados,
para
lo
cual teremos en combinación
el Colegio de Alfonso X l l l
con cl de estudios superiores
de los Padres Agustinos. Para
las Matemáticas hay un teniente
que Va adquiriendo prestigio den^
tro y fuera: jareño; de Ciraniáíi=
ca hay un profesor enterado y
competente de veras: el capitán Mi=
ilán; por fortuna, todos son buenos
profesores; Eymar, Valdés, Ayuso,
£/ gimnasio dtl Colesio.
Quintana, Lázaro, Santamaría, Tris
güeros. Mételo, Rico, Eormcntín, Ras
mos, Flores.., En fin: mis doce o catorce
Compañeros. Cuando ascienden estos oficias
les que valen, se les respeta el sitio, si es po5Í=
ble. Otra cosa sería una lástima.
•-—Para ponernos en todos los casos—le digo—, ¿qué
hacen ustedes con cl huérfano que falla?
—Aún se le ofrece un buen camino. Los que no
tienen ninguna afición a estudios superiores, pueden
ir al Colegio de tos huérfanos do Carabineros, aprender
estampa
la iustruccióp y en-:
trar sin graduación
en el Cuerpo; que
no crea usted que
es la p e o r profe=
sión: s t i c l d o s , as=
Censos, retiros, Co=
legro para los hiicr=
fanos...
V i s i t a m o s los
d o r m i t o r i o s , que
son magníficos. Es=
te Escorial es maes=
t i c en buenos dor=
m i t o r i o s y bue =
na salud. Por eso
se me ocurre prc=
gu ntar:
— ¿.V la stin-.uasia?
Nos abi c una
puerta; unes aluni=
nos están brincando
con trampolín. Hay
paraiclds, a n i l l a s ,
pcsah, duchas,,. Eí
cicerone de dos es=
tiellas nos dice;
• ¡Menudo proa
fcsor tle Ginmasia
es el teniente Sácnz
de Sanianioría! F.s
tm gran aficionadLi,
y a,ií ircuica la afí=
ción a loí muchas
chos, que a la hora
de Cata clase vienen
con cnt'isiíiimo. De
aquí l u m s a l i d o :
Aragc-iiís, ciimpeón
de lanzamiento en
la .Acvidcniia de !n=
fanlerín, uuc murió
en la Legión, y tres
de los deportistas
que componen el
eqi!Ípo de ru^by de
dicha A c a d e m i a ,
que en el canipeo=
i>ato quedó finidísta. Así resulta qnc
la Enfermería se v
pocas veces ccupa=
da. Fútbol, campo,
paseatas g r a n d e s ,
gimoaiiia... El Es=
corial nos a y u d a
mucho atener fuer=
tes a los chicos de
nuestros compañe=
ros nialogradc'S.
sus continuos ,ca=
ñonazos diminutos.
¡Quién fueía alfon^.
sino, con lo que de
c h i c o s nos gusta=
ban las patatas f r i tas! Un m o n t ó n
de sabrosos hiftek»
escurren su grasa.
Los cocineros, de
un blanco impeca=
ble, garantizan así
el mayor cuidado
ele los chavales.
""^^--^^^^-'^
Los marciales y diminuios gastadores del Colegio de
— ¿Alfonsinas los llama?
— Asi se Icü conoce aquí, haciendo alusión al nombre
del Colegio. Por cuanto a los que se han distinguido en
el orden intelectual, están, aparte del gran periodista
[ulio Alvarcz del Vayo, que estudió en este Colegie,
Luis del Arco, que a les diez y ocho años entró con uno
de los primeros n,úmero5 en el Cuerpo |uridi=
co, habiéndose hecho toda la carrera de Dcrc=
che con sobresalicr-tcs y matrículas, y Dionisio
Gutiérrez, que entró y salió cor, el número uno
en la .academia de Infantería. ¿No es para que
estemos orgullosos?...
—Vaya si lo es. ^ '"-/'-.. ''•.'\' ' .
_
Confieso m i sorpresa. U n pequeño Colegio dz
huérfanos; descentrado de la Corte aunque bajo
!a atención directa del Director Gcreral de Ca=
rabinoros. Sin pretender nunca epatar a nadie.
Y poce a poco ha ido haciendo ima labor de la
que los jefes y oficiales de Carabin.crcs pueden cnva=
necerse, y con motivo.
- - ¿ T i e n e n el mismo ¡efe les dos Colegios?.
—Sí. Cuando ascendió a general el señor M i q u e ! ,
gran entusiasta, nombraron al coronel Gómez de Lá=
zavo, que lo es ahoru.
Pasamos a las cocip.,.;s, por un patio en el que una
veintena de pavos espera la hora de sacrificarse por los
chiquilics. En una sartén enorme, infinitas patatas na=
vegdn en el aceite hirviente, y unas a otras se disparan
A la salida, pasa
por nuestro lado un
luier-fanito p c q u c =
ñín, cubierto el '.mi=
forme gris con un
mandilón que casi
le arrastra.
—¿Y a t i , que
' es lo que más te
huérfanos.
gusta?
— Pues... todo. '
— N o , no; eso no vale. Hay que contestar algo,
¿Qué es lo que te gusta a t i saber que están haciendo
en la cocina?
- P u e s . . . pues... pasteles, y ¡a mayonesa de la merluza... y el arroz y...
— ¿ T ú no vas pelado?
- - C o m o no me castiguen... pucb... pues... me dejan
llevar esta raya.
—^Bicn, honibre, bien. Hay que cultivar la estética,
sí, señor.
\\n apretón de maros en la puerta. Bajo por una
calle que en su beca deja ver irnas torres del Mo=
nasterio. _ .____~—
Vle detengo, y clavado en !a acera, apunto el resu:
men de mis impresiones, que luego ha de ser la nota
para esta crónica. Dice así:
('Magnífico cuidado— m i m o - • para los huérfanos.
Espíritu militar... Fútbc! y pasteles. Buen profesorado
completo. Y, sobre todo, les gastadoies.f
V es verdad: lo que más impresiona es el pequeño
grupo de soldaditos que, rcdeadoL por la jugosa envi^
dia de los chiquilics del pueblo, y por algunos grandes
que van con el pretexto de llevar en brazos al hijo,
marchan series, rígidos, y ^iran en las vueltas con una
tremenda y radical lapídcz seca, que siJmpre nos sor:
prende y nos encanta.
FERNANDO S.
(Fütoi Ztipata.)
-- ¿Taurbién aquí
hay equipo de fút=
bel?
- - V a lo c r e e .
El bizarro y simpáiico cabo de la
escuadra de sastadorcs.
Equipc'-i que, como
loí- de verdad, de=
caen o se levantan. Tienen puntos de comparación cotí
ctros equipos locales, con. los que a veces se juegan
copas, y así se sostienen encendidas de un modo in=
genuo las pasiones. T o d o ei;o es jugar a la vida de
por ahí fuera.
—¿Recuerda usted alguien que haya salido de este
Colegio?
—Hay nombres que ncs honran mucho. En M a d r i d
está ahora el capitán de Regulares M u ñ o z Morales,
ciego de un balazo.
—Sí, t i ; le he v i s t o ^ ; en efecto, recuerdo el doloro=
»o espectáculo.
- También López Maraber, Pérez Bcngú y otrü<^
de aquí, han ascendido por méritos de guerra. En. ,-\fri=
ca se han distinguido los a'.fonsínos como valientes.
EL AGUA DE COLONIA
C O N C E N T R A D A de la P - r f u m i r í a A L V A R E 2
G Ó M E Z goza de-farua mundial. S E V I L L A , z
L')s huérfanos haciendo aprendizaje de /os frohajos ite
imprenta.
Csiompu
Did>ioir Uuch hctkla JG McnénJc^ n
R
UBIO y Lluch empezó su cátedra de Literatura, en
la Universidad de Barcelona, a los treinta años
de edad. La ha ejercido durante cuarenta y dos, suces
diendo a Milá y Fontanals, que la profesó por espacio
de cuarenta; caso de peregrino abolengo y sin prcce=
dentes conocidos: dos nombres solos llenando ochenta
y dos años de vida de una misma cátedra, y una vida
gloriosa y fecunda, como difícilmente hallaríamos otra.
Pero Rubio y Lluch, en la plenitud de sus facultades,
ha tenido que «-sucumbir» a una ley ciega e inexorable
que io ha despachado para el ostracismo; que algo de
ostracismo raviste en estas circunstoucias el imperio
de la iubilaciói). Rubio y Lluch ha sido jubilado. La
Gacela, entre el fárrago de sus páginas
burocráticas, ha traído la disposición:
escueta, fría, inexpresiva. ¿Como la cus
chilla que separa im miembro caduco del
organismo pictórico? ¡No 1 Por esta vez,
el corte ha rajado en musculatura llena
de sangre, abriendo herida viva. Pero
también hay sangre generosa: Rubio y
Lluch apercibióse para ser amputado,
con una magnífica, sentida loa al Prína
cipe de los líricos castellanos, Fray Luis
de León. De esta manera ha querido
despedirse de su Universidad... ¿El can»
to del cisne? ¡Tanipoco! Por esta vez,
no cantó; sino que dejando atrás al cs=
pantajo del cisne, es la vida que sigue
adelante, por encima de la letra muerta.
— En circunstancias gloriosas. Mi padre me lo ha=
bía anunciado: (Va a venir—me dijo-^un chico de
extraordinario talento; ya lo conocerás; irá a tu mis=
ma clase.» Así, con esta fama de algo prodigioso, a su
edad, presentábase Menéndez y Pclayo en Barcelona.
—¿Qué edad tendría?
— Unos quince años; aproximadamente como la
mía. Iricióse el curso. El y yo íbamos a la Universi=
dad, instalada entonces ep el ex convento del Carmen,
edificio medio en ruinas. ¡A veces teníamos que atra=
vcsar por entre los cscombtos! Tanto Menéndez como
yo cursábamos ¿n la clase de nuestro coniiln maestro
Milá y Fontanals.
Delaao
le ofrecí, le ofrecí mi casa. Mis palabras debieron de ser
dichas con tanto calor, que Marcelino no titubeó en
aceptar mis ofrecimientos. Trabamos en seguida amis=
tad, una amistad que nos sellaría, inseparables, hasta
la muerte. Pronto vino a mi casa, que consideraba
como la suya propia. Mi padre convidábale a menua
do a comer, tos domingos, y mi madre misma le tomó
mucho cariño.
—¿En qué ocupaban ustedes sus conversaciones en=
tonces?
—En lo de iiemprc: literatura, bibliografía. Rccuer=
do lo ávidamente que se leía la rcviíta, única en aque=
líos tiempos, Lo Gai Saber, a la que estábamos sus=
critos en casa.
—¿Ya entendía el catalán?
— Lo entendió a los pocos días. No
tardó en ser un entusiasta de la lengua
de Llull, Verdaguer y Auziás March.
Incluso formaba en un grupo de unos
pocos universitarios que nos llamaban
«los cata'anes>'. Siempre se mantuvo fiel
a esa catalanidad adquirida; su entusiass
mo por el verbo popular de Cataluña
cristalizó más tarde en un magnífico
elogio que dudo haya sido aventEjado.
¡Cataluña puede sentirse de veras agra=
decida a e?\e hombre!
—^Hasta aquí por lo trascendental. Por
lo anecdótico, ¿recuerda usted algo?
El doctor Rubio y Lluch lecapacita
unos instantes. Luego añade:
—Como recuerdo anecdótico... nuestra
ida a Montserrat, el año 1885, cuando
la Exposición Universal de Barcelona.
Menéndez y Pclayo vino en aquella oca=
sión para tomar parte en los Juegos Flo=
rales, que presidió la propia reina de Es=
paña, doña María Cristina. Era el mismo
día de la visita de esta señora a Montse=
rrat, acompañada de su Corte y del Go^
bierno, con Sagasta en persona; nosotros
nos hallamos también en aquella montan
ña. El espectáculo que ofrece Montserrat
es en todo momento atractivo; su CDntem=
piación henchíame de gozo. En cambio,
Marcelino no le daba importancia algu=
na. ¡Su actitud llegó a contrariarme! Pero
terco yo en mi propósito de arrancarle
alguna frase o por lo menos un gesto de
admiración, llévele así como íbamos ba=
blando, a una de tantas «bellas vistas» de
que el extraordinario monte es pródigo.
Un panorama soberbio se abríaa nuestros
ojos.
Hallamos a D. Antonio engolfado en
sus estudios, rodeado de sus miles de
libros, de su valiosísimo archivo bibliográfico, de sus volúmenes de coirespon=
dencia internacional, de sus recuerdes
de Grecia, en particulai de la Grecia
catalana, de la que Rubio puede decirse
el «descubridor».
Reacto a exhibiciones y a públicas
manifestaciones, el d o c t o r Rubio y
Lluch, nos dispensa, con recibirnos,
señalado favor. Por nuestra parte, no
vamos 3 hablarle, o mejor a que nos
hable, de su salida de la Universidad,
—¿Alguna evocación de su primera
juventud?...—Ic pedimos.
— ¡Ah, mi primera juventud! Ya está
un poco leiana ella... ¿Alguna evocación?
Qué me sé yo; tantas podríamos susci=
— Una siquiera. Por ejemplo, cómo
conoció usted a Mcnéndez y Pclayo.
Hablarle a Rubio y Lluch de su en=
trafiable i:ondiscípulo es dar en su fibra
radiante. Menéndcz y Pelayo, éste que
—¿Y Menéndez y Pelayo?
consideramos hijo espiritual de Catalu=
—Sin hacerle caso... ^Contemple usted
ña, por su formación de base triangu=
qué ¡belleza!», le dije; «¿ve aquel fondo
Jaren Milá y Fontanals, Lloréns y Barba
de allá?» Maquinalmente, fríamente, el
y Cabanyes, fué hasta el fin uno de sus
La tminente figura del prohombre de ¡as letras catalanas Rubio y Lluch.
miró. Y seguía callando. Yo también me
más acendrados y puros afectos.
calle. Hasta que él rompió el silencio:
— Fueron ustedes grandes amigos, ¿no es cierto?
habló. Pero habló para recitarme con. toda naturalidad
—¿Sin copoceisc?
—«Mi fraternal amigo» fué el único y constante
un poema hermosísimo, no recuerdo de qué autor,
—Solamente de vista nos conocíamos: entre tantos,
tratamiento que me otorgó. Ni a mayor honra podía
español o americano...
él era uno, y yo era otro. Ha.^ta que llegó el día de la
yo aspirar.
—Menéndez y Pelayo ganó la partida; fui yo c!
—¿Databa de antiguo su amistad?
arrebatado. En la altura solitaria, entre ráfagas de vien=
to que nos traía perfumes de tierra húmeda y boj,
—De nuestra juventud, o mejor de nuestra adoles=
PRECIADOS, 27.-C0NDE ROMANONES, 4.
aquellos versos me sonaron como el eco de una ar=
cencía; puede decirse desde el primer momento en
monía divina.
que nos conocimos.
prueba; Menéndez fué interrogado por Milá sobre al=
gunos puntos de nuestra enseñanza. Su respuesta fué
Luis BERTRÁN Y PIjOAN
—¿Y en qué circunstancias establecieron ustedes su
admirable. Al terminar la clase, acerquéme a él, me
Barcelona.
(Fotos Badosa.)
conocimiento?
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E n b r e v e , LA G A R Z O N A
La Dirección general de esta entidad de ahorro libre
establecida en su casa de Madrid, Gran Víc, 2z, hace
público, para satisfacción de los interesados y las recti=
ficaciones que pudieran ser necesarias, haberles sido
abonados en Madrid y s^»'ados a provincias los agui=
naidos de 70, 80 y 90 pesetas con que todas las Navi=
dades se obsequia a los pensionistas más ancianos
(que lo tengan Solicitado), sobre las pensiones benefi=
ciadas que disfrutan todos los sexagenarios como ho=
m e n a j e a la a n c i a n i d a d , estatuido en servicio normal
por ésta Asociación que se fundó en 1904, y lleva cua=
tro años y medio pagando pensiones.
ELEGANTE
Perfume exquisito, y perfumes exquisitos, ya
se sabe, ALVAREZ GÓMEZ. --Sevilla, 2.
A
1 7 11 f I 1? 1 A
Calzado de lujo y a medida, de
•
V /iui^LrJ V
señora y caballero, desde ptas. 50
RompelanzaBf 1 ( e s q u i n a a CarniCD)*
Leed MACACO,
ei periódico de ¡oí niños.
estampa
D
E poco tiempo acá, ha visitado Su Majestad di=
versas poblaciones y parajes, con lo que la
desamparada región extremeña, que sólo conocía al
Rey por la moneda y al Gobierno por las contiibucio=
ncs, recibió g( zosamente una compensación propor=
cionadd al olvido, amén de aquellos gajes que suelen ser
forzoso corolario de tait s visitas; difusión de valores de
Historia y Arte, acrecentamiento del interés gubeina=
tivo, etc. Pero hubo entre estos viajes uno recientcmcnte efectuado, que, a pesar de su importancia, paió casi
desapercibido a causa del leve comentario periodístico
•—una referencia de cuatro líneas—, cosa no poi cierta
extraña; pucí de una parte efectuóse sin aparato ofi=
cial y de otra todavía quedan hidalgos en aquella tie=
rra, quienes, a ejemplo de sus antepasados, ^ffacen las
cosas e las callan».
Quiso Dios que horas después atravesara yo los mis=
• inos caminos que el Monarca anduvo, teniendo ade=
más la foituna de hablar con persona que le acompañó,
de cuyos labios escuché la relación del viaje, que aquí
procuraré reproducir, porque el silencio arriba 5ub=
r.iyado es digno de admiración, mas nQ a;í de imitación,
cuando el lompcrlo beneficia interines regionales y
pone de relieve exquisitos aciertos .en la real mirada.
—Había estado ya en Cáccres—-principió
hablando el relator—, y a buen seguro que
en el alma y en la retina de D o n A U
foiHo quedaría profundamente graba=
dñ la impresión original de aqucl'a
ciudad.,. No acierto a compren^
d(-r por qué el turismo—-puja
d t curiosidad o acicate de cul=
tL'i-fi—no inscribe en sus rutas
l'i cxcuisión a Cácercs. ¿Será que
todavía nos envuelve la ronda
volante de sombríos epítetos,
que a coro repetían lectores y
periodistas, cuando al paso del
comentario daban con el nonibre
d t Extremadura? Tieira del latifun»
dio y dci absentismo, usufructo del regodeo caceril
de unas docenas de aristócratas que no saben de sus
fincas sino el número de jabalíes y la cantidad de renta
que al año picducen; tieria del paludismo endémico,
plaga menos funesta que la del señoiito que empezó en
estudiante de Universidad para acabar en cacique de
aldea; t-crra gcnerosannente habitable y casi del todo ins
habitada, de cotos y dehesas, sin escuelas ni caminos,
que mira indiferente las aguas del Tajo y del Guadiana,
corriendo hacia el mar, sin que haya dejado el limo
fecundador en las dilatadas vegas... Tal era, poco
más o menos, el índice de caliíicativcs que, a modo de
mortífera granizada, cayó sobre !a región, a lo iaigo de!
siglo pasado, más los primeros años del presente, que
abrieion, en efecto, un profundo paiéntesis de parali=
zaclón en la vida extremeña, florertísima y poderosa,
con eficacias imperecederas, en la formacióii de las
mejores épocas nacionales: e! dcícubi ¡miento y con=
quista de América, por no citar otras, casi toda ella
realizada por mano y corazón de mis paisanos.
Pero el paréntesis se va cerrando y un renacimierto
La <storre delSoh, uno de los man helios
monumentos de Cáceres, que fué \'i=
sitado por los ilustres excursionistas.
efigie, teniendo por fondo la cres=
tería ojiva! de la iglesia de San
Martín.
Quiso ver el Rey la estatua, y
en una mañana de domingo, a fines
de noviembre, sin ningún trámite
protocolario, con la atrav::ii;c llaneza
Su Majestad el Rey, los duques de. Miranda y de Alba y
las autoridadex de Cáceres contemplando el paisaje.
Uno de los más belfos rincones de la
ciudad.
antigua
integral aletea en los campos y vive en las almas.
Ei R e y l o ha visto, y la regia visión servirános de con=
suelo y estímulo. Disminuyen por días IOJ propictáilos
absentistas, no faltardo quienes por sí mismos labian,
de suerte que la gran p opicdad obtiene un cultivo
racional y un rendimiento mayor que, en lógica deri=
vación, calienta más hogares.
Nada menos que P.imc de Rivera ha citado como
ejemplar de estos cultivadoies de prosapia al señor
Duque de Peñaranda, y a la relación pudiéranse aña»
dir otros hombre; de la Nobleza, que empiezan a coms
partir la vida de Corte con la de cortijo, florida senda
de la paz social.
Animoso el gesto del voluntarlo repórter, su palabra
vibraba emocional al referirme la impresión del Rey,
junto al gran puente sobre el Tajo, que no ha mucho
se construyó, borrando así el padrón de vergüenza
que constituía tenet que hacer en barcas la travesía
de pasajeros y coches, frente a los luínosoi pilares de!
que sigits atrás edificaran los romanos en este sitio,
uno de los más frecuentados de la comarca. Con igual
complacencia, bien justificada por cierto, pasó en sea
guida al relato de la visita a T r u j i l l o , Monfrague y cl
renombrado puente del Cardenal. La generosidad de
una dama norteamericana, fervorosa hispanista, costeó
hace algún tiempo la erección de un monumento en
honor de Pizarro; e! Duque de Alba coadyuvó eficaz»
mente en la empresa de desagravio; Benliiurc animó
en el bronce la inmortal figura del conquistador, y allí,
en la evccadora plaza trujillana, yérguesc la pt celara
Restos de la muralla de construcción romana, con un típico
paisaje extremeño a¡ fondo.
estampo
ra, sus hijos y familiares;
prende la admiración en la
mirada ante aquella enor«
me fábrica de envidiable
solidez y gallardía. *Mana
dolo hacer —cuenta la eró»
nica - porque perecía mu=
cha gente en las barcas,
por ser el río en aquel si=
tío de no muy ancho cauce
y rápida corriente. Viendo
que la piedra de las ccr=
canias no fraguaba en la
obra, llevóla de la dehesa
del Robledo, sita a la parte
de arriba de Malpartida y
distante seis leguas del lu=
gar donde se edificó el
puente, teniendo que abrir
en la sierra un camino
para los carros, cerca de
la portilla del arroya de
Calzones.*
que Ic es propia, llegó a Ío
ciudad en visita d« efusi=
vo rendimiento a quien
fué «modelo de guerre=
ros y espejo de gobcr=
nantcs", Francisco Piza=
n o , ahora cabalmente en
verdad y pureza de vida e
historia, grac.as al celo de
uno de sus descendicates,
ci Vizconde de Amaya.
¡Lástima que los trui¡=
llanos no mostrasen al
egregio visitante las pa=!
redes rotas y desmante=
Ifldas que mal encubren
lo qiie fué casa sola, iega
del inmortal español! Si=
tuada estuvo y aún queda
el solar, en lo más alto y
glorioso de la ciudad, alli
donde, entre escombros y
chumberas, palpita el res
cuerdo de los días hcroi=
eos, y a d o r d e , en desama!
paro, yace la iglesia- de
Santiago, joyel del roma»
nico, que todavía conser=
Buen remate de la ex=
pedición pusieron los sc=
ñores Condes de Trespa*
lacios, agasajando al Rey
Una ennitu consiruida sobre ¡os restos de una antigua fortaieza, cuyos muros derruidos asoman aún.
; ' ^ - '. ' " . con espléndido lunch, que
en aquellas alturas sirvió un restaurant madrileño.
va a la entrada del templo, como reliquia de galantc=
Plasencia -8o kilómetros de carretera—eneucntranse
De esta suerte, pudo el monarca—subrayó el co=
ría filial y testimonio de la fuerza hercúlea del Sansón
no más de dos pueblos: Torrcjón el Rubio, de señorío,
mcntario cl informador—visitar en pocas horas buena
extremeño, Diego Gaicía de Paredes, la pila del agua
lo que muchas veces equivalió a dcci; de miseria, y Lua
parte de la provincia caccreña, donde las ansias de re=
bendita, pesada mole de granito que el forzudo varón
gar Muevo, fundado pOL Carlos l í l para defensa del
novación agraria y urbana van irradiando las luces
arrancó de un golpe de ]a pared donde estaba ado'sada,
bandolerismo por allí campante en otras épocas.
de justicia y caridad sobre los campos y las almas.
para que cómodamente pudiera su madre santiguaise
\' entra al cabo ia comitiva—sigue diciendo el voIun=
<'al entrar en la iglesia*...
tario repórter—en termino de ¿05 Corcbuelas, objetivo
En la noche de aquel día hospedóse cl Rey en la
Pero no hay que exagerar cl llanto ¡eremíaco sobre
del viaje. Rompió el hacha campesina la selva Ímpro=
dehesa de Guadalperal y visitó al siguiente los locales
las ruinas.
ductiva; poco a poco transfórmase en sembradío el mas
que por iniciativa del Duque de Peñaranda constituid
Los *autcsft se ponen en movimiento y la carretera
t o n a l y cl canto amoroso y creador del trabajo resuena
rán en breve la Algodonera Extremeña de Naval=
ofrécese ante nosotios prosaicamente recta.
pujante, gracias a que la riqueza cumple sus deberes
moral de la M a t a .
por mano de la Condesa Viuda de Trespalacios, pro=
Y otra vez las dehesas de apretados encinares. Le=
J. P O L O B E N I T O
pietaria de la finca.
guas y leguas de terreno. Aquella sí que es la Extremas
DEAN DE LA CATEDRAL DE TOLEDO
dura de la leyenda que en estéril soledad amengua y en=
E! Rey y su séquito hacen alto junto al puente del
turbia su poder fecundador. En la travesía de T r u j i l l o a
Cardenal, donde son recibidos por ta bondadosa senoc
(Fotos Diez y Diégucz.)
TRIUNFARA SIEMPRE
de todos sus imitadores porque los testimonios de LAS MAS ALTAS E INDISCUTIBLES AUTORIDADES MEDICAS Y FARMACÉUTICAS, entre las que descuellan los eminentes doctores D. PEDRO RAMÓN Y CAJAL,
D. JACOBO LÓPEZ ELIZAGARAY 3; /¿z del no menos eminente e inolvidable DOCTOR CARRACIDO, asi lo sancionan al proclamar al Sello Yer como el preparado MAS EFICAZ E INOFENSIVO ^ara calmar DOLOR DE CABEZA, GRIPE, ENFRIAMIENTOS, DOLORES REUMÁTICOS Y NERVIOSOS, ETC.
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T.—"í^eñor gigante—pregunta cortésmcntc nugstro héroe—, í t t n d r i a usted la amabilidad de decirme a qué
llora nos va usted a tlegoUar?" "Mi hora de inatar ger.
',e—contesta Mascaelaire—es la de las cinco de la tarde."
' ; Cóiiiíi me voy a aburrir hasta entonces! ¡Qué lástima
i|iiL' ustedes los gigantes no sepan jugar a las c a r i a s ! "
II.—'•Cómo, insolente—ro.-^púnde el j'igante—, ,;osas decir que yo no á¿ j u g a r ? Mejor que tú." "Sin embargo—
dice Pipo con una sonrisa incrédula—, no se atrevería
usted a echar conmigo un partídito de mus." " ¿ Q u e no?
Ahora mismo." Mascaelaire abre la jaula, coge a Pipo y
Pipa, los coloca .sobre la mesa y saca una baraja.
111,—'' Pero señor gigante—pregunta t'ipo—, ¿cual e.*.
la apuesta?" "Cualquier cosa (jue no sea vuestra vida.'"
" P o r I'ios, .señor gigante, nuestra vida es de usted: pero
si le parece píxüamos jugarnos cierta tarta de crema que
hay en esa alacena. .'Vsí como así las tartas .son mi debiliJaJ."' '•.\ceplad'i. 'I r k t e l a at punto **
TV.—Pipo se apresura a obedecer, y alcanza una tarta
de crema magnífica, cubierta de canela. A! pasar junto a
Pi¡ia nnirmiira al oído de ésta unas palabras, a las cuales la perrita contesta con un guiño malicioso. Se acerca
a la tarta, la olfatea y exclama:
V.—''Puah, que asco. lista crema huele a huevos podridos." PijK) finge protestar: "¿Que dices, tonta? Si
huele a gloria." " E s o te parecerá a tí—dice la perrita con
desdén—. A mí me !iueíe mal, y te aseguro que por muy
perra que una sea, una no comería semejante porquería."
VI.—Al oír esta discusión, Mascaelaire ha puesto cara
fcrochc, pues tiene el amor propio de su despensa: " ¿ P o r quería la tai-ta que yo tengo para postre ?—protesta indignado—. Imposible." " E s o digo yo. ¿Cómo va a haber
nuevos podridos en la casa del noble señor Mascaelaire?"
V i l . — A ñ a d e : "Huela, señor gigante, y verá cómo se
equivoca esta testaruda perrita." Con su exquisita amabilidad. Pipo acerca el plato hasta las narices del gigante;
Ix;ro en el momento en que éste va a oler, ¡pt^^^'. le tira
la tarta al rostro. KSe es el instante preciso que nuestros
liéroGs aprovechan para...
V I H . — ...echar a correr, dejando al monstruo sofocado por la crema, que le llenaba la boca, y lo que es peor,
la nariz y los ojos. Ya están Pipo y Pipa en el patio, corriendo como dos cohetes, y aun se halla el desdichado
gigante tosiendo, atragantándose, ciego y sin saber lo que
le pasa.
I X . - - " A l Metro, al Metro"—grita Pipo. Ki Metro e.-^ ..
t i pozo. Se refugian en el cubo de sacar agua. Ya sncnan
las pisadas formidables del gigante en la escalera. Pocos
segundes ^la necesitado para limpiarse, pero menos aún
íes han hecho falta a Pipo y Pipa para salvarse. Peni,
¿están realmente salvados?
T e x t o y d i b u jo s de B A R T OL O Z 2 I
(Continuará
tn e/ próximo
número.)
T R E I fe^ARAV^ILLAI DE P R E C I S I O M
16 ME$E$ DE CRÉDITO
FLEURUS
E L LARGO PLAZO DE P A G O Q U E
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NUESTROS
ARTÍCULOS
NUESTRAS CAJAS de R E L O J E S , p p o t e g j d a s pon
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MARCA REGI5TRADA
PUla V o x t i a \i\ m a r c a r e g i s t r a d a inspreSíS
EXIGIÓLA m LA CUBIERTA
DE CADA EMPLASTO
CMi la r u í ) i e r l a <ie c a d í i e m p l a s t o
R o L D d . ^ - 7 i K . O L E y E y : X.fK
eitompo
Ciieiif<i$«i« O s l a i n p a
—Usté ya anda dale que dale, don Fernando,
pero eso, muy drfisi} me párese.
Y después de dar por terminada la conversa»
ción con e<tas palabras, Anfhon se dirigió sin per=
der momento a la sidrería más próxima. Por el cas
mino se le unió 'Sardanko, quien le preguntó con
soma:
—¿Tú tamién con ese txotxolo de mé*
dico?
Sardanko tenía una antipatía generas
lízadit haría los desrendientes de Galec
no, antipatía derivada de lo poco bene»
ficiado que había calido en su trato con
todos tos que hasta entonces habíar
desfilado por e) p u e b l o . Desde niño
conrtituía uno de los números obliga=
dos en el programa de diversiones de
los chicos, a causa de sus andares de
pato Y de su cabezota. Después, cuando
llegó a tener edad bastante para salir al
mar, forreando parte de la tiipulacíón
de un gasolino, resultó una especie de
mascota negra. Lancha en que embar=
caba podía asegurarse que se pasaba el
mes de agesto sin pescar un bonito y e! de diciembte nrtar las costumbres imperantes hasta entonces en el
pueblo. Una de sus primeras campañas para conse>:
sin ver un besugo. Por si estos males fueran pocos, la
humedad del mar te proporcionó un reuma que no guírto, fué repaitir profusamente unas hojas de papel
se pudo curar completamente con todo el salicilato con letreros, en les que se leían máximas como éstas:
de la botica. El no cesaba de cargar la culpa de toda» El alcohol acabará por tiranizaros. Quien bebe alcohol
sus de:>gracías sobre los médicos, y, sin duda para pa= se suicida lentamente. Bebiendo alcohol abrís a vuestros
garles en la misma moneda, comenzó a ejercer un cxs= hijos las puertas del manicomio.
randerismo vergonzoso que, al mismo tiempo que sa=
Cuando Sardanko se enteró de estas cosas no hacía
tisfacía su sed de vengarza, le proporcionaba los mc^ má? que decir a todo el que se encontiaba:
dios suficientes para calmar la de su estómago.
—Ya podéií andarvos con caidao. Ese.
Nc admitía excepciones. En cuanto oía decir, por loco tiene que estar. El alcohol es una cosa
* M. ^
e temple, que a Pulano o a Mengano le había curado como agua de colonia, que je unta por
cualquiera de los médicos, de una pulmonía, respon^ puera. Aquí sidra y txokolí tamién bebe=
día con un gesto de profundo desprecio:
mos... pero... ¿alcohol?... EiC no tiene
buen punsionamiento en la CQ=
— ¡Qué va a curar ese!
besa...
Y, si alguno insistía, añadía él:
—A ver. Aquí me tiene a mí. ¡Hale! jQue me cure!
Lo cierto es que, a pesar
Ya le dejaré lusirse si quiere.
de la oposición encarnizada
Los dos médicos viejos le tomaban a broma y no de Sardanko, hubo algunos
le hacían caso. Pero últimamente vino al pueblo un —muy pccoj, eso sí—que se
mediquito recién salido de la Facultad, un verdadero decidieron a abandonar sus
revolucionario sanitario, y una de las prímeías cosas visitas a la taberna^
que hizo fué amenazar a Sardanko con denunciarle sí
Una de las conversiones a
le sorprendía ejerciendo de curai.dero.
la nueva fe llamó extraordi=
Sardanko, como es natural, le declaió guerra sin
naríamente la atención. Se
cuartel. Cuando alguno, para tomarle el pelo, le decía: t r a t a b a , efectivamente, del
—Ya puedes andar bien txintxo, Sardanko. Si no, célebre Potharra, un viejo, de
al cársel.
cueipo secc y cara muy coló»
rada, que desde su más iem»
Respondía él con rabia:
prana juventud había supñs
—Así ya podrá, llamando a I05 carabineros. Mano a
mido tctalmente el agua co»
«nano, ya veríamcs.
",' • :?*!'--,
Don Fernando, el inédico ¡oven, no se había limis me líquido para uso interno.
De Patharra
se contaban
tado a tomar sus medidas contra el intnz»tsino de
Sandanko. Se veía que estaba dispuesto a transferí: anécdotar, u n a s ciertas y
otras no, que causaban la
admiración de todo el país
vascc. Una de tas que mayor resonancia había
alcanzado era la siguiente:
«Parece ser que cuando contaba veinticua=
tro arios pasó una tcnipcrdda en el caserío de un tío
suyo, párroco del pueblo. El buen cura se había proe
puesto que Potharra abandonara el vicio que tanta
popularidad debía de proporcionarle y no cesaba, para
conseguir su proposite, de mostrarle ejemplos que pu=
«ieran de relieve las terribles cor.secuencias de aque=
Ha insaciable sed de vino que devoraba al sobrino.
Un día que ambos estaban 3 la puerta del establo,
un criado tiajc unos cubos para que abrevaran las
vacas. Cuando éstas terminaron de hacerlo, observan»
do el párrcco que los tubos permanecían mediados,
quiso aprovechar ta oportunidad que se le ofrecía para
estampa
educar a su sobrino,
diciendo, al tiempo que
señalaba con una mano
a los animales y con la
otra a los recipientes
én que habían abie»
vado:
—Ahí tienen, robri*
no, la lección que te
dan ésos. Antes de baratarse lo dejan.
A lo que Patharra
respondió inmediata"
mente:
—¡Psch!... ¿Qué dejan esos? ¡Agua! ¡Eso
famién dejo yo!
Con e>tos antece*
dentes no es de extrae
ñar qu2 la conversión
de Patharra a las docs
trinas del nuevo médico fuera acogida con la misma
sorpresa que un n>eteoro inesperado.
Los intelectuales del pueblo afirmaban que aquello
no podía ser y que antes de una semana le volverían
a ver por la taberr.a.
Pero lo« augures se equivocaban. Pasó la semana
y pasó un mes y. Patharra no llevaba trazas de reincí»
dir. Ahora se le solía ver paseando por el muelle, cxm
un ge..to como de superioridad reflejado en zu curtí»
do ro-tro y rehuyendo toda conversación sobie el
tema- que a todos traía preocupados.
De repente dejó de vérsele, conociéndose muy prono
to la causa. Patharra había caído gravemente cnfer»
me. El médico, den Femando, comunicó que se tra»
taba de una bronconeumonía y que tenía muy pocas
esperanzas de salvarlo. Por lo visto, tenía el hígado re=t
ducido a una especie de alpargata seca, debido a los
numerosos hectolitros de alcohol que había consumí»
do durante tantos años.
Efectivamente: les pronósticos del joven doctor no
tardaron en verse comprobados. En una de las visi»
tas que hizo a los pocos días, se despidió citando el
lugar en que podrían encontrarle para firmar el cer»
tificado de defunción. El pobre Patharra se moría por
momentos.
Su mujer—la SesSlia—oo se resignaba a la desgránela que se le verüa encima. Viendo que la cieacía se
daba por vencida, decidió acudir a todos los recursos.
En aquellos tristes momentos una vecina tuvo una
idea luminosa:
—¡A Sardanko había que llamar!—exclamó la Asenshi, la vecina en cuestión.
Antes de los diez minutos la cabezota de Sardanko
se inclinaba, observadora, sobre el enfermo.
—¿Qué hay? ¿Qué tiene?—le preguntaron varias vo=
ees al mismo tiempo, apenas terminó su explorasión
del paciente.
Sardanko peimanedó unos momentos en silencio.
Después, solemnemente, dijo:
—¡Eqaivocasión!
E inmediatamente, con un tono perfectamente doca
toral, dictó sus disposiciones. Era necesario recurrir
sin tardanza a medios verdaderamente enérgicos, si se
quería salvar la vida del enfermo. Luego se marchó a
su casa y volvió en seguida, con un frasco contenien«
do ui' líquido ligeramente anaranjado, rotulado con
un papel en el que se leía, en letras de tm dedo de
gordas:
gro había desaparecido.
—Esto ha hecho cri"
sis, i n d u d a b l e m e n E
te—exclamó don Fcr=
nacdo.
—Sí. Así párese—di=
jo a su vez la Sesilia
con una sonrisa llena
de socarronería.
Algo debió s o s p e «
char el médico, pero
no lo dio a entender
por el momento. En
cambio, anticipó la vi«
sita de la tarde, pre»
sentándose inesperadas
mente y sorprendiendo
a la Sesilia cuando ésta
se hallaba i^alizando
la cura p r e c o n i z a d a
por Sardanko,
Por mucha prisa que se quiso dar para ocultar el
material de cura, no pudo evitar que don Fernando
se apoderara del frasco, para con esta prueba material del delito, poder castigar el intruitsnüo del curandero que allí había intervenido, manejando substan=
cias venenosas.
Cuando a la noche le ccmunicó el boticario el resultado del análisis del veneno, se quedó don Pemans
do de una pieza. El contenido del frasco era una
mezcla, a partes igualcr, de coñac, ron y aguardiente.
Días después, el mismo Patharra refería, en una
animada tertulia de amigos, que en la taberna se ha°
bian congregado, para celebrar su milagrosa curación,
el método que se había seguido en la irisma:
—...Yo, como tonto estaba... Oír y oír a te dos y
no poder desir nada, ni moveime íamién... Luego, la
Sesilia que te pone un trapo mojao ensinta de la naris
y... afuera... Entonses anpiesa a comprender y meterme
el trapo en la boca... Así, seguido y seguido, y, a la
tarde, otra ves toda la puersa dentro del cuerpo...
I E. DE M U Ñ A G O R R I
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J a r a b e
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BENENO
Había que empapar tres paños en la peligrosa me»
dicina y colocárselos a Patharra, uno en cada muñeca
y otro en la frente. Después, dejarle solo, para mayor
tranquilidad. Cada cuarto de hora se renovarían las
compresas.
Se hizo todo sin faltar en un detalle. La fiebre qu>
tenía el paciente debía ser extraordinaria, pues las
c o m p r a s aparecían cada quince minutos absolutas
mente secas y retorcidas.
Don Fernando estuvo aguardando toda la tarde y
toda la noche la noticia del fallecimiento.
A la mañana siguiente, muy sorprendido de lo pro=>
longado de la agonía, fué a visitar a primera hora al
moriburdo.
Su sorpresa no tuvo límite».. Patharra, no solamente
continuaba en este valle de lágrimas, sino que había
reaccionado de un modo milagroso.
AI día siguiente \a mejoría se había acentuado,' a
tal extremo, que casi se podía considerar que el peli=
Insista
FELLOWS.
EL TRASLADO DE SUS OFICINAS Y
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'
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j
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I
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"FELLOWS-*
•miuauíiiuiiii
IIIIIIIIIIIIIHIIIItil
estampo
De cuantas suertes se eiecutan en el transcurso de
la lidia, ning^una tan. verdad, por su arriesgo y pclie
gro, como la suerte suprema. Practicar el volapié Ie=
gítimo, marcando los tres tiempos, herir en lo alto
de las agujas, mientras el pitón derecho pasa rozan»
do la ingle del matador, el que con la mano ¡zquiers
da muy baja *cruzaf y cmanda» con la muleta para
salir limpiamente rozando los costillares del bovino...
eso es muy difícil.
En los tiempos que atravesamos, influenciados por
el «estilismo», desgraciadamente, nos vamos olvidan-
do de la suerte suprema, la de más mérito, la más
pura, la m&s peligrosa...
Gracias que aún nos queda un matador de toros
de depurado estilo, de gran valor y que domina, con
esa difícil facilidad de los elegidíw, esc momen=
t o , tan solemne y tan trágico, en que su acero
penetra por la propia tyema» de los morrillos de
los toros para hacerlos rodar sin puntilla.
Ese matador formidable, ese muchachote recio
y valentísimo, es Martin Agüero, el que mejcr
practica el volapié, y cuyo nombre, incluido
Martin Agüero, e/ matador que mejor practica el volapié.
Marfin Agúeroen ese momento, tan solemne y tan trágico, en que su acero penetra por ¡a propia tyciua» de ¡os motril
líos de hs toros para haceríos rodar sin puntilía.
en los carteles al lado de otras figuras, sirve de estí>
mulo para las mismas, puesto que »aben que Martin
Agüero, desde que se vistió de luces por primera vez,
ha sido el único diestro por el que se puede apos*
tar-—en la seguridad de ganar—<a que no pincha*.
Pronto empezará la temporada, y pronto también
Agüero escuchará ovaciones, cortará orejas, sumará
fechas y seguirá demostrando que su cartel como el
mejor matador de toros contemporáneo es legltUriaa
mente ganado.— | .
JiL accU¿ut^
0 0 0
El día ha sido duro y se dispone Vd. a una noche de reposo
que tanto necesita, Pero teme lo de tantas noches: dos horasi
tosiendo, sofocándose, sin conciliar el sueño. Se pasó el día fumando, y su garganta irritada, al calor de la cama, es acometida por fuertes accesos de Tos.
Ya que conoce Vd. el peUgro, prevéngase. Tenga al alcance una
caja de PASTILLAS del Dr. ANDREU, muy eficaces contra toda
clase de Tos. Cada noche, al acostarse, tome una Pastilla y
déjela disolver en la boca. Ello constituirá un gran calmante
para su garganta y sus bronquios, y le permitirá descansar
tranquilo.
Fume, si gusta, Pero prevéngase con
Pastillas
del Dr. Andreu
m
eslampo
R O L D Ó S T I R O L E S E S (S. >\.}
Cflampu
u<2¡j^ii^ctfj^ ctmiiacitj^ Lct^
qctviohciíJ^
I
NDUDABLEMENTE, ha tenido que ser una invitación
hecha en muy buenas formas lo que ha decidido
a las gaviotas a posarse en nuestros paseos urbanos.
Andan las pobres con mucho trabajo por las caU
zadas de la Zurrióla, llenas de esos menudos guijos
con que las alfombra el Ayuntamiento para menos=
cabo de nuestros pbillips. A l tocar tierra se las ve a
lo mejor doblarse de un lado, con las alas tendidas,
como si se les hubiera roto el tren de aterrizaje.
Y es únicamente que se les ha incrustado una piee
drccilla en sus delicadas membranas interdigitaics.
Hasta ahora los donostiarras no ros habíamos fija=
do en las gaviotas más que para conocer, en invierne,
de qué lado venía la tempestad o para descubrir, en
verano, por dónde andaban los bancos de sardinas.
Por lo demás, las teníamos por unos pajarracos per=
fectamente salvajes, al verlas siempre levantar el vue=
lo y llamarse a gritos en cuanto se daban cuenta da
que aparecía una persona.
Ahora, de pronto, nos hemos reconciliado con ellas
y aquí están todo el día en el pasco de Salamanca, y
en el de los Fueros y en el del Príncipe, comparticn=
Las gaviotas esperan Ja llamada de Urquío, el simpático mozo que ha hecho el milagro
de meter en la ciudad a estas aves tan asustadizas.
del pueblo, un, popular camarero de un bar donostiarra muy conocido.
Se llama José Urquía este muchacho, cuyc nombre ha popularizado ya ta
Prensa, y tiene un aspecto franciscano y humilde, que sin duda ha debido influir
mucho en la confianza que ha llegado a inspirar a las gaviotas.
Hace muchc tiempo que dedicaba sus horas libres a echarles de comer,
hasta que poco a poco se las fué atrayendo,
— L o que he hecho yo lo podía haber hecho otro cualquiera—dice él, qui^
tándose importancia.
Y así es, efectivamente; porque ya son muchos los que le imitan con éxito;
pero a él sólo se debe todo el mérito de la bella acción y él conserva siempre el
predominio sobre las asustadizas aves.
En cuanto el buen camarero se acerca a la barandilla y las llama con un siU
bido, se levantan todas del agua y le rodean en giros pedigüeños, reconociendo
entre m i l su boina toíosana y su gabancillo enjuto de San Antonio plebeyo, que
les vacia, í i n sermón, la faltriquera,,.
)osÉ R. R A M O S
San Sebastián, 1928.
(Fotos M s r i n )
Las gaviotas han oído el silbido de Urquía y acudtn a sus
manos,
do ccn les gorriones, que hasta ahora eran los únicos
beneficiarios, las ventajas de nuestra educación urbana.
En algunas panaderías próximas a estos paseos se
ha notado un exceso de venta, Y es natural. A los go=
Triones se les contentaba con unas n'igajas, pero las
gaviotas se tragan mendrugos enteros y se los disputan
en el aire sin dejarlos llegar al suelo.
E n el Puente de María Cristina las cigarreras, al sa=
lir del trabajo, se detienen para dar de comer a las
gavietas, que las acogen con revuelos alborozados.
Los viejos paseantes que buscan el sol del medio=
día a lo largo de la Zurrióla, llevan los bolsos llenos
de pan para sus nuevas amigas.
Dk: las casas de ambas orillas del río las llaman con
providente abundancia.
Los chicos, que son los que en mayor número cons
curren al espectáculo, al ver tratadas a las gaviotas
con tantos honores, se avergüenzan en secreto de que
alguna vez se les pasara por la cabeza la idea de tirar=
les una, pedrada,
Y el simpático milagro de metemos en la ciudad
estas aves tan asustadizas lo ha hecho un hombre
Las gaviotas nv se tiran al agua alocadamente, sino que primero la tocan con las patas y luego dejan caer el cuerpo
con suavidad.
^ompu
EL CASTILLO ENCANTADO
El edificio de la Bolsa
R
ECUERDAS, lector, los c u e n t o s m á s deleitosos d e
t u infancid? A p u e s t o d o b l e c o n t r a sencillo a q u e
los q u e m á s s u s p e n d i e r o n t u á n i m o d e los hilos d o r a d o s
d e la q u i m e r a .fueron aquellos en q u e p r í n c i p e s in^
t r é p i d o s arremetían a la conquista d e castilf.os encanta»
d o s p o r trasgos y hechiceros, castillos q u e g u a r d a b a » ,
iunto a u n tesoro inenarrable c o m o p r e m i o a la audacia,
sustos e s p a n t o s o s , asechanzas terribles y luchas mor^
tales para el c o n q u i s t a d o r .
¿ R e c u e r d a s ? . . . Pues bien, n o m e creerás ahora si t e
d i g o q u e e n p l e n o siglo XX sigue existiendo u n castillo
e n c a n t a d o . Y u n tesoro c o n q u i s t a b l e . Y t r a s g o s y he=
chiccros que hacen mortales los peligros de U con=r
quista. Y...
L o q u e n o h a y ya son p r i n c i p e s r o m á n t i c o s q u e
a r r o j e n el b o t í n g a n a d o a los pies d e u n a princesita
d e e n s u e ñ o . La l á m p a r a de Aladino pasa a m a n o s
m á s positivas d e los especuladores b u r s á t i l e s , y el
castillo e n c a n t a d o es la Bolsa. Por lo d e m á s , h a y q u i e n
p r e t e n d e s e g u i r t e n i e n d o la «luz maravillosa* p a r a <ver>
claror y *el tapiz mágico* para estar e n t o d a s p a r t í s , y...
«las botas d e n u e v e leguas», para c o r r e r si v i e n e n
mal d a d a s . Igual q u e e n tos c u e n t o s d e n i ñ o s .
N o t o m e m o s , poi c o n s i g u i e n t e , la Bolsa con dema=
siada s e r i e d a d . A u n q u e t a m p o c o sea u n pasalienia
p o infantil.
equivoca a veces'? Amigo m í o , n a d i e le m a n d a a U5=
t c d m o n t a r s e e n la trasera d e esc vehículo peligroso.
O t r a s veces, en c a m b i o , llegará usted a la estación del
éxito con «billete d e tope».
•TOTA PULCHHA...»
L a Bolsa madrileña carece d e ese z u m b i d o d e coU
mena— con sus c o r r e s p o n d i e n t e s «zánganos»—que ca=
tacteriza a las lonjas d e contratación d e t í t u l o s e n el
E x t r a n j e r o . C s , acaso, u n a Bolsa demodée, vetusta c o m o
u n a D o ñ a M a r i q u i t a d e las finanzas, p e r o fina, pulcra,
r e c a t a d a , «bien». L o s escándalos financieros d e alto
b o r d o , c o m o esos golpes estrepitosos d e soos y de
t i m b a l e s , ¡amas e m p u r p u r a r o n sus castas mejillas.
Aquí n o ha existido n u n c a aquel b i z a r r o «Bolsín de los
pies mojados*, d e P a r í s — r e u n i d o e n u n patinillo hú*
m c d o del edificia—, reclamo d e cocineras y d e buró=
cratas q u e c o m p r a b a n c o m o b i e n a v e n t u r a d o s acciones
d e «Faros del M e d i t e r r á n e o » , «Minas d e C o k ccntrí=
fugo», «Puentes giratorios s o b r e el estrecho d e G i b r a U
tar» V o t r o s «valores» p o r el estilo. G e r t o q u e al m a r g e n
d e la Bolsa se a n d u v i e r o n los pasos en alguna ocasión
para f u n d a r una famosa Sociedad q u e con el n o m b r e
d e «Neveras del G u a d a r r a m a » p r e t e n d í a refrigerar
n u e s t r a capital d u r a n t e el estío c o n la nieve acarreada
d e s d e la Sierra, d o n d e cae «gratuitamente» e n e!
i n v i e r n o . El público se, percató en seguida
d e q u e allí n o había m á s «neveras* q u e
Ic-s «sociosf f u n d a d o r e s , y el albo ne»
gocio n o llegó a cuajar.
ORGANOGRAFÍA DEL AZAR
N o p o d e m o s incluir a
la Rolsa e n t r e los
fuegos d e e n v i t e .
H a y allí cierta 16=
gica- O d e b e ha«
be r í a . T a m p o c o
- V a m o s a cerrar
c o n t r a la e s p e c u t
lación, d e la q u e
u n espíritu t a n
selecto c o m o L a *
martine ha dicho
q u e e s tel a l m a
del c o m e r c i o s . La
e s p e c u l a c i ó n es
necesaria — m i e n *
tras no bordee
las t u r b i a s l i n d e s
del a g i o — , c o m o
es necesario el v i gía p a r a el n a v e "
g a n t e y el e x p í o "
r a d o r p a r a e l viaie»
r o . Eso e s . Anun»
cía, a d v i e r t e , o t e a
y p o n e s i e m p r e en.
g u a r d i a . ¿Que s e
Es algo grave y solemne eso de eotixar oficialmente
madrileña.
LIBERTAD, IGUALDAD
Y„.
MDCHA VISTA
— ¿ S e l l e v a n bien
t o d o s los asiduos
c o n c u r r e n t e s a la
Bolsa m a d r i l e ñ a ?
—preguntamos
con la vista fija en
las «liquidaciones»
escalofriantes, en
los «pisotones» d e
«airas» o «bajas*
atrevidas, en los
«reventadores» d e
posiciones
muy
recargadas.
los valora.
Tienen los agentes de Bolsa, para hacerlo, este í6refiio9
confortable.
— M u y bÍen-~-se
nos c o n t e s t a .
—-Aquí e s t a m o s
c o m o en familia'—
tercia o t r o d e tos
m á s rollizos y sf
ludables element o s del c o r r o d e
Explosivos—. N o
estompa
tiene nada que ver que nos «amolemos* mutnamcnte
(síc) paia que impere ía fraternidad particular «al
respective» de las personas.
— Además--interviene otro, menos «académico»
que el anterior, pero también «cxplosiNÍsta» de
pura cepa—, esto es ima verdadera escuela de
democracia.
Y así es en efecto, porque en aquel mo=
mentó un procer de aspecto respetable se
empareja junto a nosotros con un mus
chacho cetrino que distribuye su ticm=
po entre la Bolsa y los Mosteases,
cpic no sólo no se encoge frente al
empaque blasonado del interpelante,
sino que le trata con llana camaradería.
Sólo una vez y hace mucho tiempo—
se nos asegura—por un «quítame allá
esa doble, se enzarzaron a cachetes dos
«corredores». Pcrc ni llegó la sangre al
río ni uno de ellos a ser Agente. Se
contentó con ser «paciente».
Los anales de la Bolsa, dicho sea en
su honor, no registran más «duelos»
ni «qiubrantos» de esta clase.
tuvo sitiadas todas las salidas hábiles de la Bolsa por
otras tantas damiselas de su exuberante muestrario). En
aquella época, los corretajes eran ínfimos—por 12,50
se podían «llevar» 50 Nortes c Alicantes—y la clien»
tela bursátil, numerosa y abigarrada.
— ¡Poneos en fila!—gritaba Arderfus desde
la barandilla del parquet.—¿Qué queréis?
¡Cor» un céntimo de diferencia doy y tomo
inferior!...
Cuándo la sesión agonizaba y los
dependientes iban desalojando el sa^
lón hacia la escalinata de la plaza de
la Lealtad, en tan breve tiempo y tra=
yecto se contrataban millones y mi=
llones de pesetas en Interior, en «Cu=
bas» (certificados de la guerra) y en
Ferrocarriles. Y aun la jomada tenía
un apéndice en la plazoleta lateral de
la Bolsa, donde, resguardados de los
rayos del sol por un grupo de plátanos,
seguían los especuladores- y zurupetos
voceando sus transacciones mientras
chupaban afanosamente naranjas y más
naranjas. Hoy las modernas exigencias
de la circulación harían imposible este
Bolsín aa p¡ain air. Quedaría inmedia=
tamenle «litiuidado* por los guardias de
la porra.
S. M . EL RUMOR
El rumor no ha salido nuncd de en=
tre bastidores, pero es primer actor en
la farándula bursátil. Bajo el pabellón del
«se dice»..., «se asegura..,», han navegado
machos infundios por estas sirtes procelosas
del parquet.
El rumor tiene, por otra parte, una embriología
muy sencilla. Un «zurupeto* cualquiera va a csperai
a un deudo procedente de Picamcixóns. Apzrece éste
en el vagón pertrechado de impermeable y paraguas.
Como el sol madrileño luce aquella mañana espléu=
dido, el que espera protesta;
—¡Pero, chico! ¿A qué vienen esos adminículos?
¿Es que llueve en tu pueblo?...
—A cántaros—contesta el interpelado.
.—¡Caramba, eso es grave!—replica el primero, que
es «bajistas de Explosivos. Si llueve en Tarragona,
llueve en Barcelona. Si llueve en Barcelona, llueve en
Cardona. Al llover en Cardona no es posible que'la
mina «Fulana» se haya quedado en seco. El agua es
enemiga personal de la potasa. ¡¡¡La mina «Fulana*
está inundada, no me lo
niegues!!!...
—i..-!
Aquella tarde los BH"
plosivas bajan i oo pesetas.
-
LA MECÁN!C:\ BURSÁTIL
¿Cuándo se debe com=
prar o vender? ¡Ah, si hu=
biera una fóimula quínti=
ca, una receta de laboia»
torio para hallar la clave
del é>tito bursátil!...
«Comprar al silbido de
las balas y vender al son
de los violiiies» es un ato»
rismo que corre mucho
entre la gente de Bolsa.
Pero Guillo lo traduciría
diciendo que se ha de
comprar en épocas malas
para los valores—cuando
están bajos—y vender en
las buenas—cuando est&i
altos—. Inconmovible.
Más certero está Pier»
pont Morgan cuando re»
comienda que para ganar
e a Bolsa c s necesario
«comprarlosvalores ysen=
tarsc sobre ellos*, es decir,
esperar, esperar siempre...
EL CORRO DE LOS PLATA»
NOS
Y DE
HECHCK, DICHOS V RECUERDOS
Indefectiblemente, el gran público in=
_ genuo tiene una recomendación postrera
al confiar sus operaciones al agente.
Cómpreme «de lo que_ vaya a subir», o «vén»
dame de lo que vaya a bajar». Como si la Bolsa
fuera un cronómetro que diera «los cuartos» con
matemática puntualidad.
Escena final del cierre, un poco agitado, de una operaeióa
que hace danzar tos millones.
Ha famosísima ibatalla de las naranjas», el jugoso hespes
ridio ha desempeñado un papel importante en la his=
toria bursátil madrileña. Era en los tiempos en que
la Lucrecia Arana tenía su aguaducho en el Piado y en
que triunfaba como agente de Bolsa aquel gran Ar=
deríus, pariente del Ardcríus de los Bufos y hombre
célebre en el Madrid de la segunda mitad del siglo XlX
poi sus «polifacéticas» aventuras amorosas (alguna ve2
Un torero cordobés, famoso por sus rivalidades tau^
riñas con otro célebre astro de los ruedos, tenía ya
estereotipadas sns órdenes de compra en una fiase
sacramental.
—Cómprenme «oztés» de «ezo» que «zc corta er cu=
Pón».
«Indo» fué un ricacho bolsista del siglo pasado,
que dio ciento'y raya a los más hábiles estrategas.
Un mes que jugaba a la baja se vio tan acorralado
por los alcistas que, a pe=.
sar de sus esfuerzos, c
llevaron el papel «a las
nubes». La catástrofe e.a
inminente, pero «Indo»
sonreía flemático e ¡ms
perturbable. Y en efecto,
el estupor de los contrin=
cantes no tuvo límites
cuando vieron pararse a
la puerta de la Bolsa—
que estaba entonces en la
calle del Barquillo—im ca»
rro cargado de fardos de
papel, la víspera óe la li=
quidación. Por las bocas
de los sacos rebosaban ín^
discretamente y como a!
desgaire numerosos títus
los de la Deudí».
El «cargamento» no lle=
gó a descargarse, pues ia
noticia de que «Indo» iba
a entregar el papel fué
bsstante a desmoronar el
artificio alcista y los agens'
tes de aquél adquirieron
bajo cuerda y a lús prc=
cios más convenientes.
Claro que el papel de
los fardos sólo tenía tí=
tulos de la Deuda... lo
que se veía por las bo=
cas. El resto eran recor»
tes de periódicos.
LAS NARANJAS
ANTONIO
Así como la guerra con
Portugal nos deparó aque=
DE
El parquet bursátil donde et «se dicc^h y e/«se asegura,..* son frases terriblemente peligrosas.
(Fotos Zapata).
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He aquí la mesa de trabajo donde el ilustre novelista D. Ramón Pérez de Ayaía escribe sus prosas maestras y da vida a las figuras ejemplares de sus
obras. Es una mesa sencilla de líneas severas: en ella se ven una «Biblia) y un «Quijote^), los dos libro-i predilectos del escritor, una pluma
estilográfica,
una copa y una caja de cigarros, con muchos cigarros. Porque Ayala es un fumador infatigable que en sus horas de trabajo necesita el picante eatimulo
del tabaco para escribirá
gusto.
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(Fotos Zapata-)
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Antes de poneírZ •
escribir,
Péreí ¡f>
Ayala, siemprí ^
el cigarro en los -,
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su despacho, cuf''^ *
aquí y allá, hoj^ • '
libro...
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Ahora.
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De pronto se detiene,
se inclina sobre la
mesa y con un lápiz
traza en las cuarii^
lias unas breves notas, en las que acaso
se contiene el rasgo
definitivo que ha de
servirle luego
para
que los personajes de
novelas den fe
de vida.
Ayala
se ha acercado a la biblioteca,
ha cogido un volumen y lee unas
páginas.
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II •iiiiiljiiií iiait'vj..
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N.
•^V':
B\ escritor
donado el
ha puesto
periódico.
luego un
ha aban=
libro y se
a leer el
Enciende
cigarro,..
Lo inquietud de la obra
que. ha de escribir, quizá
comience a
apoderarse
de él en estos momentos.
La pluma corre ya por las cuartillos. ¿Quiénes andan por ellos? ¿Belormino y Apolo'
nio? ¿Urbano y Simona?... El autor se incorpora, i/ue/i'e a encender un cigarro y, con
la mirada lejana, sostiene mudo diálogo con sus personajes.
El novelista i'""Pone a reanudar el trabajo. Perc parece esperar. Se adivina la cow
'^"tracion de su pensamiento en trance de producir.
Ya terminada
la obra, D. Ramón Pérez de Ayala le da las cuartillas escritas a su hijo y se las oye leer
con una complacencia doblemente paternal,
i,;
Cftámpa
wsiumSres espaíwlm
Crece alegre, inquieto, saitarín y glotón, en el alegre bullido del corral, creyéndose acaso dueño del porvenir
zamiento, qué canibalesca orgía de sangre y—
que rico que resulta luego!...
Así nos paga. A cambio de tan refinada
crueldad, él se deshace en manteca, brilla en
las morcillas y chorizos, 5C espesa en los sa=
brosos jamones...
Sí; yo quisiera escribir una elegía; pero
no se la puedo hacer; DO puedo empezar
pidiendo perdón.
A estas alturas llegaba n i discurso, cuando
m. .grupo de encantadoras señoritas, que me
escuchaban riendo, se adelantó, cortando mi
elocuencia, para decirme: «¡Nosotras pedire=
mos perdón!^ Y como el lector no ha de
negárselo, hago punto en el introito.
Pero, empecemos por el principio.
También, como el personaje de la famosa zarzuela,
el cerdo nace muy chiquitito. Viéndole tan esmirriado
y gruñón, nadie creería que aquello será, con el tiempo,
una mole sabrosísima, capaz de dar un peso de veinti=
cirtco a treinta: arrobas y aún más. Luego va creciendo
alegre, inquieto, saltarín y glotón, entre sus hermanos.
Bulle en los corrales o se esparce por los campos en
pintorescas manadas, >Í3 sé qué clase de cerdos, si los
domésticos o sedentarios, o esos otros libres y trashu=
mantés, serán los más afortunados. Estos que vegetan
en las corraladas, hay un momento en que pierden su
pequeña libertad—[también ellos!—y pasan a engordar
entre las cuatro paredes de las cochiqueras. Y ahí es,
sin duda, donde ganaron el nombre.
PARA MATAR UN CERDO
CUANDO
SE ANUNCIA
UNA
MATANZA
Vean ustedes a la pobre víctima, poco después de nacer,
dulce y tierna, cómo sonríe sin sospechar su destino fatal.
INTBCUTO
L
O primero en que
yo pense a! escribir
esta información fué en
pergeñar una sentida ele=
gía al cerdo. Con ningu=
no de los animales de
Nuestro Señor se ha mos=
trado el hombre tan cruel,
tan solapado, tan artera^
mente hipócrita. Primero
le dio un nombre ínfa»
mante, el único nombre
tras del cual se pide in=
mediatamente p e r d ó n .
¿Por qué? ¿Por qué, en
lugar de ese nombre gro»
sero, no se le puso otro
más decente, como, por
efemplo, se ha hecho con
las gallinas? Después...
Para matar un cerdo, lo prímeto que se necesita es
tenerlo. Luego...
«Tómese un cerdo bien criado y engordado, sano,
fuerte, optimista. Uno de esos cerdos de alegre gru=
nido glotón, de jeta inquieta y turbia mirada digestiva;
uno de esos cerdos que nos recuerdan que el lobo es,
al lado del hombre, una especie de ex diputado de la
mayoría. Y...
Cuando se anuncia una matanza, la cara de los con^
vidados refleja más alegifa que cuando se anuncia una
boda. En una boda, el novio o la novia, y muchas ve=
ees los dos, son amigos de los invitados y no hay nada
tan superior a este sentimiento nobilísimo de la amiss
tad. Por mucho que la fiesta prometa, por largo que se
espere del banquete y la danza; per amor que se juren
los contrayentes, el invic
tado no puede menos de
sentir la responsabilidad
del acto que sus amigos
realizan. Unos a otros van
disculpando a tos despoc
sados.
—Se quieren como dos
tórtolos.
—Están locos.
—Ella es muy buena.
—El es un chico cxcc=
lente;
¡Ah! Después, con la más
fina maldad, con la pre>
meditación y el ensaña»
miento más cruel, se le
mima, se le dan palmadt°
tas en el lomo, se le acá»
ricia con la mirada, ade»
lantando ya la inefable vi»
sfón de los solomillos. ¡Y
qué muerte se le da, s e ñ e
res! ¡Qué atroz puñalada,
guc espantoso dcscuartis
.,, Y un día, al salir de AU pocilga, con el aire confiado de quien va a dar un tranquilo paseo, el Destino le tiende su
gancho inexorahle.
—Y luego, que todo el
mundo se casa.
—Claro. No iban a ser
menos.
—Ahora que...
—Ya, ya...
—Después será ella.
Es la amistad; ese ex=
quisito, ese noble, ese de>
ticado sentimiento. Ni los
dulces y los licores, ni los
habanos ni las viandas son
bastante a evitar esa leve
inquietud de quien ve a
otro hacer cabriolas sobre
un precipicio. Es la amis»
tad; ese sutil, ese Inefas
ble, esc estremecido sen»
timiento humano. Pero
en una matanza no existe
más sentimiento que el de
la gula, ese natural instinx:
Ctitímpo
Después viene el'descuartizamiento, el hacerlo tiras
y picadillo, el extraer el hígado para asarlo con mucha
sal.
V DE PRONTO...
Cuando los convidados charlan y beben con la
esperanza
dice:
Sujeto, impotente para defenderse, le conducen por las calles. Acoso él crea que se trota del triunfo soñado. Pero—¡ay!—
fo que ¡t espera es una mesa de operaciones y un coro de giotones que contemplarán sus sufrimientos llenos de alegría.
.'
de
la
gran
comilona,
una
alegre
voz
''-•'-"••! '•• • V .
— S e í í o r e s , v a m o s a h a c e r morcillas.
A p l a u d e la chiquillería al aililugio ingeniosísimo y
práctico. S u b e y baja la palanca é m b o l o , y p o r la gar»
ganta d e m e t a l , a la que p r e v i a m e n t e se le ha a d h e r i d o
u n a t r i p a , d e s c i e n d o la masa d e carne y cebolla y eme
pieza a f o r m a r s e la larga y sustanciosa morcilla. Rá=
p i d a m c n t e , la van a t a n d o en p e q u e ñ o s t r o z o s . Y, «¡yo
e s t á ! , grita el d u e ñ o d e la casa.
El d u e ñ o d e la casa e s Pepico. Pepico es bajo d e
estatura, h o r r o d e c a r n e s , p a u s a d o y seriecico. Habla
u n idioma especial, b c l a r m í n i a n o , que sólo sus ínti*
mos c o m p r e n d e n e i n t e r p r e t a n .
La mujer d e Pepico se llama M a r í a . Es alta, gruesa,
b o n d a d o s a , sonriente y afable.
Y d e este m a t r i m o n i o t a n dispar, ban nacido ya
n u e v e s e ñ o r e s y señoritas M a r t í n e z . P o r estas señoritas
JO, ese deseo de todos los animales del S e ñ o r , que los
iBeva a comerse u n o s a los o t r o s .
I?, D e s p u é s d e u n a matanza, la infeliz esposa n o llora=
t á malos t r a t o s ni infidelidades sin c u e n t o ; d e s p u é s d e
•jina m a t a n z a , n o t e n d r á el m a r i d o que correr c o m o u n
f^l^o en busca d e la pasta mineral precisa; n o h a y
jucgras, n o h a y c u ñ a d a s , n o hay más molestia q u e la
Se la digestión, y para eso, el h o m b r e , q u e t o d o lo
prevé y q u e p o r algo es el rey d e la creación, ha ¡nven=
lado el b i c a r b o n a t o .
N o . N o se p u e d e c o m p a r a r u n a b o d a con u n a ma=
yanza.
DECÍAMCe AYEH...
I Para m a t a r u n c e r d o , lo p r i m e r o que se necesita es
TOnerlo. V, en seguida, r e u n i r una fantástica cantidad
ue cebollas, pelarlas c o n v e n i e n t e m e n t e y cocerlas luego
p n u n a gran caldera.
L u e g o ' q u e está p r e p a r a d a esta cebolla, q u e se t i e n e n
m a n o los grandes lebrillos para batir la' s a n g r e y
acoger el picadillo para los e m b u t i d o s , es c u a n d o
ienc aquello d e : « T ó m e s e u n cerdo...» Pero, ¡ay!, q u e
o es t a n fácil eso d e t o m a r l o .
En el corralillo nos a g r u p a m o s los invitados. Los
flcrificadores
t i e n e n ya listas y afiladas sus terribles
X'rnas q u e , p o r el t a m a ñ o y el peso, m á s p a r e c e n disa
¿ y quién había de decirlo? Son estas mismas manos piadosas de mujer ¡as que preparan el picado de cebolla qae ha de
tuestas para degollar u n t a n q u e que para el sa=
aderezar su sangre y convertirla en sabrosas morcillas.
kificio d e la p o b r e bestia.
(
A u n a voz mía—grita
y s e ñ o r e s Mai*íocz es p o r
)no,
lo q u e Pepico mata cuatro
La cochiquera se abre y
cerdos, cinco cerdos, diez y
) la Voz d e m a n d o , caen
seis o diez y siete cerdos,
pbre el p o b r e cerdo v a t i o s
s e g ú n íifirma.
lombres, q u e le sujetan p o r
Y ahora, en este instante
J's patas, q u e le r e t u e r c e n
d e la masa fresca, d e las
fI-rabo y las orejas, q u e le
morcillas recién hechas, del
frtncan el m o r r o . . .
hígado asado c o n sal, d e la
comilona y la danza, es
t i espectáculo hay q u e
c u a n d o Pepico y los invita=
Confesar q u e n o sirve p a r a
dos, rodeados p o r la chi#
os juegos florales.
quillería, g r i t a n , ^f-Uman,
Inmovilizado s o b r e u n a
devoran e n la f<í>s'.a J e la
fn«sa, üi; artista del facón
matanza.
V Coloca p o r la p a p a d a u n a
|iedia_ estocada l i g e r a m e n t e
Fl N
travesada y t e n d i d a . L a
jestia se revuelve furiosa e
L a fiesta d e la ' matan=^
f"Potcntc, en estertores d e
za es glotona y alegre.
gonía. La sangre salta a
Lleva consigo el baile y
J i o r r o p o r el b o q u e t e ; u n a
el atracón. La oreja cha=
p i i i c r la recoge e n u n gran
muscada, el m o r r o frito,
'^brillo y la va b a t i e n d o
las e n t r a ñ a s asadas, el jaa
*=on la m a n o . . .
r r o del vino... ¡Ay, Panta>=
i Ya e s t á . Casi
consuma^
grucl y G a r g a n t ú a ! ¡El Ar«
ifom erf.
cipreste y S a n c h o !
'Jigo casi, p o r q u e luego,
Wicendicndo a n c h o s m a n o »
Pero...
ys d e e s p a r t o , van c h a m u s a
F. MARTÍNEZ
i n d o la infeliz víctima,
CORBALAN
t^ra, con los r a s p a d o r e s ,
¡(ranear la c e r d a , m á s d u r a
y hela aquí: ^La morcilla, gran señora digna de veneración*, que dijo el clásico. Todos gritan, aclaman,
sonríen...
# n p o r la m u e r t z .
y esperan su parte.
(Fotos R l p o l U
Cslumpu
fi W
lAPICíS PAR* LABIOS
JVGO°^ ROSAS
COLORETE
COMPACTO
(al Jago de Rosas)
LAPICES
PARA LABIOS
(al Jugo de Rosas)
Para embellecer las m q ^ b t
Caja con mota, 1,25.
Be sriD tiDan y •BIOBIIMII.
Precio: 0.75.1.1.20, y 1,40.
JABÓN
FLORES DE
.>!#'• .1-.
CAMP O
Es el deleite de los niños^ por su
abundante espuma, y el preferido de
^as señoras por la tersura y fragancia
que comunica a ¡a tez.
HOMO DE SÁNDALO
Para los ojos.
Los rodean de interés ses
ductor.
Pasiel. 3,75. Lápices. I y 1.25.
Pastilla:
0.35. 0,75 y 1.25.
Oeja el vm\ sio olor,
S U D O R AL
FLOR ALIA
No mancha. Desinfecta las ro
pas contaminadas.
Prtcio: 2.5n.
Cdompq
<•
u@ir
^or\aAr
Traje compuesto por falda de kasha gris y chaqueta
de terciopelo negro adornado con piel de astracán
gris, del coloi' de la falda.
O por una falda de terciopelo negro fruncida a los
lados, y una chaqueta de ogneUa rasé gris, cuyo cue=
lio forma una echarpe.
O per una falda de terciopelo gris y una chaqueta
de caracul exactamente del mismo matiz.
O por una falda de terciopelo negro y una chaqueta
igual, bordeada con piel de skungs blanco.
Tra/e
de otoman rojo,
adornado con ter=
cÍQpi-lo escocés rojo
y negro sobre fon=
do blanco. (Creación
^Maitial et Armand».)
;'*<y
Tra/e
dé'níasha rosa
fuerte, adornado
con bordado rosa
sobre fondo rabí.
(Creación «^FhiUppe
et Gastona.)
Claro está que no es ¡mprcscíndihle
la combinación de la pie! y el tejido
para lograr el efecto de fantasía.
A veces, basta para poner una nota
caprichosa en un conjunto impecable^
mente clásico, con la novedad del paU=
over (si es que es posible, a estas attu=
ras, encontrar un puU~oVer que oirczca
aún cierta novedad), o de la blusa, en=
trevista por la abertura de la chaqueta.
Estas blusas, aun cuando siguen sien=
do de estilo de camiserú, las más de
las veces se diferencian bastante de tas
de antes.
La diferencia eslá a veces en un des
talEito bordado, o en la corbata, que
puede ser de tejido de lana, igual al del
irajc.
Pero también p u e d e s e r diferente
toda la blusa, porque en lugar de eme
plear en su- confección los sempiternos
crespones (de China o Geor^etie), o las
no menos sempiternas /oi/es de seda, y
los t a m b i é n sempitetnos matices de
blanco o de rosa carne, se hacen en crépe=satin y en
color amarillo paja.
Esto, sobre todo, si el traje es marrón, ya que la
combinación de marrón y amarillo es la que apunta
ahora con intenciones de sustituir a U de rojo y nec
gro, o negro y blanco, de este invierno.
ha fanfasia en los
/rajes de sas /re
S
ASTRE* y Fantasía* fueron durante
mucho tiempo enemigos que se
disputaban duramente el terreno (re=
presentado por los trajes de falda y !e=
vita) y lograban alternativamente que*
<Iar dueños de él.
Cuando dominaba el «sastre* no pera
niitía en sus dominios la más pequeña
'ntromisión de su rival; los trajes debían
Ser impecables, de un corte clásico, pa=
iCcidísimos a los de hombre.
Pero cuando la «fantasía» lograba su
^esquite, entonces reinaba con tal ab=
^iutismo que todo, tela, color, adornos,
"«chura, había de ser caprichoso, y el
•Sastre» se veía relegado al olvido, al
"ísdén, peor aún, reservado para las
señoras de tipo marimacho.
Ahora, poi fin, se han reconciliado,
*4nto que forman una pareja acarameladísima, y se
•*s ve unidos, basta confundidos, en un mismo t r a i c
La ejecución de muchos «trajes de sastre» de hoy,
'Stial puede confiarse a un verdadero sastre dotado
^^ fantasía, que a una modista de flou, que tenga coite
impecable.
Es de sastre el traie porque se compone (¡otra vez')
"c una falda y de una chaqueta corta.
Es de fantasía a veces por el color, otras por la tela,
** por algún detalle o por la novísima combinación de
piel y terciopelo, o Urna. .
Abundan los ejemplos de esta última novedad:
' *—-
La
^
pasta
la fne}or defensa de la
dentadura
En fin, para terminar, otros ejemplos de la intro=
misión de la fantasía en los trajes de sastre, los tene=
Traje de lanilla ma=
rrón y 'ibeise*,yblua
sa de *cr¿pe satina
amarillo, con corba-:
fa de lana y flor bar*
dada.
(Creación
dBernard et Coma
pagnie».)
PLISADOS
BoriiwliM, VaEnicu
—
—
VIVAS^SAN MARCOS. 37.
mos con las chaquetas rectas, bordeadas con un ga^
lón bordado, adornadas con terciopelo escocés, o bordeadas con Varias hileras de tenues iaretitas.
Vo/artles
Ya se perdieron en el pasado aquellos trajeciía
que «salían* con dos metí os cuarenta de tzla; tres j
lo sumo, con mangas y todo.
Hoy, la preocupación dominante, al crear un n o-^
délo, parece ser la de colocar en él la mayor canticid
Cttampo
posible de tejido. Uno de los procedimientos más se*
guros para aplicar este principio, base de la moda
actual, es el de los volantes.
Y ciertamente no nos privamos de ellos.
Tenemos el volante en {orma, no muy ancho, que
remata, d^ un modo un tanto absurdo, c! vestido
tldo, cu forma de cascada.
Y los oblicuos, y los ver»
tlcaTcs, que adornan la es=
palda.
Y tenemos, cn fin, los VOE
lantcs colocados por grupos
de dos o de tres o aislados,
que rodean la cintura, o las
caderas, y Junto a los cua=
les debería colocarse cn el
figurín un caritativo cartelito
avisador: «¡Cuidado! ¡No to»
car, s i n a n t e s examinarse
minuciosamente ante el es*
peje! Peligro de ensancha^
miento de silueta.»
J^3ra e¡ bar
En la casa moderna, el es^
pació es tan reducido, que se
suele suprimir el comedor y
la alcoba; pero se instala el
bar. Hoy se c o m e menos,
pero se bebe más. Ya resuU
ta poco actual regalar un
servicio de te; se regala un
servicio de cocktail. La mis
nuciosidad de los mantelillos
de encaje se sustituye por
la impecable corrección del
níquel. Y ninguna pieza de
icpostcría tiene paia nuestra
vista cl atractivo que esas pc=
drerías líquidas q u e son e l
Porto Flip o cl GiaaFíZz
vistos a través de un sbaker
de cristal, color de topacio
tostado.
Y, sin embargo, por no sé
qué Vago resto de pudor es=
tético hay una mescolanza de
lo «muy de a n t e s » con lo
«muy de ahora*.
El más perfeccionado de
los bars de salón queda, en
cuanto a distinción, muy por
bajo del bar que se instala
en un armario antiguo, uno
de aquellos armarios de otros
siglos, rígidos y sólidos como
la buena ropa casera que en
ellos se encerraba.
Y tal c u a l austeio volu»
men de c u e r o , de aspecto
medieval que parece que de*:
be entrañar la gran verdad
de la ciencia, no encierra más
verdad que la que hay en el
fondo del vino, mejor dicho
en el fondo de un cocU'=^ail.
Vestido de crespón ro¡o, con volante y hebilla de *sirass*
(Creación *Doeii¡etmDoucet».)
(Fotos S*rtony Lafflttc y Hcnri
Manuel.)
Vestido de tafetán azul, con la falda de volantes sombrero ^taupét azul. (Creación
vDeffontainei.)
princesa, de terciopelo o de crepé satEn, recto y ce=
nido, y da a la falda el vuelo indispensable.
Y la falda formada por media docena de volantes
fruncidos, que es como una superviviente de los vestidos de estilo.
Y los volantes ¡uveniles de tul, cubiertos de estre»
EMINAL
El tónico de la mujer. Evita el dolor'
normaliza los trastornos. Farmacias.
chos galones encerados, y los volantes de tul, un poco
menos juveniles, bordadas de (elpitla.
Tenemos !cs votantes que SÉ itcentúan por iet'üii
formando un pico pronunciadísimo, y Ics que, por
el contrario, se alargan por delante fot mando una
onda redondeada.
Y los volantitos planos, sin forma ni frunces, cuyos
extremos se dejan sueltos y caen a un lado del vesc
..1*-*
SALES
MARINAS
PARA
««
BAÍlOS
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ESI»EC lAL
MADRID
v
TelMono 70900
Nuevos frascos para licor. (Creación *Hirby Beardit.)
Cflampu
Poríie/ras' de GallcicL
Lo QUE s e v e
DCSfDC £X MONT£
D£ SÜVHTA T e c tA
CUESTA ARRIBA
N
ADA tan bello en este drcuito que realiza nuestra
curiosidad por tierras de riajif}^^ como la asxxn^
sión al Monte de Santa Teda.
Acercaos con nosotros al mirador del monte y de»
Portugal, e/ Mino, Galicia. •, todo esao mismo paisaje.
estocada, se hunde lapido en el pecho heicúleo del mar.
Acodémonos en el mirador. En el iiando. La Guardia.
Y a lo lejos, los pueblos portusrueses que parece
que se tocan con la mano—Caminha, Seixas,
Valen^a, en la más remota lejanía—-tie>
nen el relieve de los «nacimientos».
Pero no hay nada de tanta grandíoa
sidad espectacular como vei al
Miño escanciar su vino blan»
quíazulado en la copa del mar.
FIESTA EN LA ALTURA
En estas casas circulares se dice que habitaron hace miles
de años hs aborígenes del pueblo gallego.
cidnos .*:i hay en el mundo algún punto de mayor be=
llera panorámica (juc éste. Desde aquí se atalayan las
rocosidades de la costa galiciana, hasta la ría de Arosa,
donde comienza la costa indomable,la costa de la mueite.
Volved un poco la vista a la derecha y ccntempbd
el lajuríante valle del Rosal. Sigue después la relucien=
te carretera líquida del Miño, que biílla como la bru=
ñjda ho)a de una tizona toledana. Allí abajo, después
de horadar el corazón de Galicia y Portugal, en graciosa
El*Fa=
chot, el
faro pri"
mitivo que
vía ¡legar de
Indias
la
* Pinta» , la
primera carabela
de la expedición
colombina que sur=
có aguas españolas.
El día de la Ascensión de la
Virgen se celebra la ñesta
anual que la villa de La
Guardia le dedica en la
cumbre desde tiempos re>
motos. Allí acuden gentes
de los pueblos inmediatos.
Portugal da un ccntingente
fabuloso de romeros a la reli=:
giosa efemérides. En ella, la
Santa, procesíonalmente, da la
vuelta a la ermita. Viene luego
la fiesta pagana. No faltan en ella
fuegos de artiñcio, ~ los célebres «mu°:
Túfates*, gaitas, «fadistas*, bailes y me<=
riendas. V todo en grande.
Bella fiesta es la fiesta del Voto. Ordena la pe*
nitencia—anterior al siglo XV y motivada por una
pertinaz sequía que asolaba la comarca—que tan sólo
los romeros habían de hacer refacción de pan. En otros
tiempos esta penitencia era de una sevetidad espartana.
Se ayunaba un día entero. Hogaño no acontece<así. Sin
embargo, aun hay inquebrantable fe. Los guardeses
adoran a Santa Tecla con místico fervor. Así vense a
diario grupos de mujeres enlutadas—viejas, jóvenes,
niñas—recorriendo, muchas da ellas descalzas, el ingrato
camino del Calvario. Son las madres, las novias, las
hermanas de los hombres que en una noche se per»
dieron en el laberinto del mar, en el monstruo que jamás
perdona, entre las criminales sirtes de la costa brava.
EN EL «PACHO»
Hemos subido al «Eacho», el lugar donde en tiem*
pos prehistóricos se encendía una hoguera para que
en la noche sirvieseo sus resplandores de guía al üa=
vedante que cinzaba estos mares. En este faro piímiti'
vo nos hemos sertado para desear sar.
El ronco bramido de las olas que se deshacen con^
tía las rocas nos arrulla Pero soñemos despiertos. ¿No
estamos en la tierra alta, más ceica de las nubes que
de los hombres?
JOSÉ S I G N O
La villa de La Guardia, que mira al Océano,
(Fotos Kaudo.)
estompa
CIRUGÍA
PLÁSTICO-ESTÉTICA
por el especialista Dr. en Medicina H. Deselaers, Barcelona
L
A cirugía plásticoeestética es tan antigua como el deseo del hombre de pare=
cer hermoso y agradable en sus formas exteriores ante sus semejantes. Con
esto queda expuesto lo que significa la cirugía plástico=estética y sus fines. Trata,
en primer término, de las irregularidades, defectos y deformidades de la cara. En
estos estudios es, naturalmente, el órgano más principal, la nariz, por ser la que
causa la mayoría de las deformidades y, a la vez, la que da carácter al rostro. iQaé
repugnancia por su mal aspecto produce una
nariz destrozada, roída por lacras crónicas, ta=
les como las que produce la tuberculosis, sífilis,
cáncer, lepra, etc.! La cabeza, sin la nariz, tic=
ne el macabro aspecto de una calavera. Los
defectos de una nariz son, pues, los más fa=
tales para la fisonomía.
Ya en tiempos muy lejanos probaban en la
India de corregir tales defectos mediante un
injerto de la piel de la frente, y un médico ita=
liano, en la Edad Media, aplicó un trozo de
la piel del brazo. Estos dos métodos sor. aún
hoy los principales para corregir la falta total
de la nariz.
La cirugía plástica progresaba muy ler.ta=
mente. Los cirujanos alemanes Dieffenbach, £5=
march, Lexer, ideaban una serie de nuevos
métodos para corregir defectos de los labios,
párpados y nariz. El cirujano alemán RocUcn=
heímei, recopilaba en su libro Plastiscbe Ope=
rationen, en 1914, todos los métodos plásticos
hasta entonces conocidos.
Este ramo de la cirugía alcanzó su mayor
desarrollo en la Gran Guerra (1914=1918), cuan^
do tantos desgraciados acudían a los cirujanos
para que remediaran las horribles mutilaciones
causadas por la lucha. Mutilados, enfermos cr&=
nicos, deformes de nacimiento, son los clientes
que, por lo general, recurren a la ciencia del
especialista plástico. Naturalmente, abarcan és=
tos una gama muy extensa y variada, desde las
más graves deformidades, hasta las más insig=
nificantes.
Hay aquí un tema realmente interesante: Las
diversas influencias que estas derformidades ejer=
cen sobre la psiquis del individuo. No siempre
lo grave de la deformación está en razón directa
con la depresión psíquicomoral, que es la que lle=
va el cliente al cirujano. Una deformidad pequeña
o una cicatriz insignificante puede hacer des=
graciado a un individuo, mientras que otras
mucho más graves dejan a otro del todo indife^
rente. Esto, como es natural, depende en gran
parte del sentimiento estético individual.
Después de la Gran Guerra, el campo de estas
operaciones ha variado por completo, pues cna
tonces y aun en el periodo de la postguerra,
solamente buscaban auxilio los mutilados, en
tanto que boy ocupan el primer lugar las pcr=
sonas con deformidades e irregularidades de
nacimiento. A estos fuertes y sanos de cuerpo,
una simple deformidad o cicatriz los deprime
en tal grado, que alguna vez han llegado hasta
el suicidio. Por otra parte, hay circunstancias
sociales que exigen la corrección de ciertos de=
fectos- Conocí a un joven artista, israelita que, a
pesar de sus grandes facultades para galán joven,
no podía representar ^stos papeles por su nariz,
excesivamente semita. Con una sencilla operas
ción, cortándole la protuberancia del puente,
quedábale un perfecto perfil romano, abriendo
con ello los horizontes de su carrera artisttca.
También hay mujeres muy bonitas a quienes
la deformidad de la nariz les impide ser tan ad=
Antes de ¡a operación.
miradas como merecen, redundando esto en
perjuicio de sus legítimas aspiraciones matr)i=
moniales; corrigiendo el defecto se allanarían estas dificultades.
Todos sábeme s que en la vida sccíal siempre encuentra más facilidades una
físonomfa agradable. Esto prueba que no sólo por vauidad hay que recurrir a
estas operaciones.
¿Qué puede corregir la cirugía plástica, y qué peligros pueden resultar de sus
intervenciones para el individuo?
Empezaré tratando los defectos más leves, pasando después a las deformidades
más graves.
DR, MED. H. DESELAERS.
Hay, en primer lugar, cicatrices en la cara y cuello con desviaciones y hoyos;
se pueden extirpar y unir los bordes en una línea fina, llevando la cicatriz a los
pliegues naturales de la piel y en la dirección de sus fibras elásticas. Los hoyos,
restos de procesos escrofulosos y tuberculosos, se llenan con tejido adiposo y te=
jído de tendón, y encima se vuelve a unir la piel en una línea. Cuando se trata de
extirpación de cicatrices graves se tapa la herida con un trozo de la piel inmediata,
sacada por toisión, teniendo la precaución de
que no se origine una desviación en las faccÍo=
nes, aunque cirujanos expertos en esta materia
saben muy bien evitar este mal. Por este me=
dio se pucdcr corregir hasta las más repugncns
tes. La cicatrización se verifica muy pronto, y
a los seis u ocho días está el paciente compIe=
tamente curado, sin haber tenido que guardar
cama ni un solo día.
Existen algunos enfermos de cicatrización d¡=
fícil a quienes se les forma una cicatriz roja y
abultada parecida a un cordón y que lleva el
nombre de «íteloide*. Esto proviene de una
predisposición del individuo, sin que esté en la
mano del cirujano, por hábil que sea, el evitarlo.
Esto empieza a iniciarse tres o cuatro semanas
después de la opteración. Ahora bien, yo he ob=
servado que en las heridas no expuestas al sol,
no es tan manifiesto. Afortunamente hay hoy
un remedio eficaz para corregir esta cicatriza^
ción defectuosa: el radio. Tres o cuatro días
después de operadas las cicatrices, se las somete
a la acción del radío durante unas horas, cica»
trizando así en una línea fina y normal.
El segundo grupo de deformidades—c' más
grande quizá^—le forman las dcfcrmidades de la
nariz; se puede decir que las más repugi^antes
son las más aptas para una feliz actuación del
cirujano. Hay varias deformidades: nariz roma,
aguilefia, ancHs, larga, corta y torcida. GeneraU
mente se asocian les deformidades: así, la nariz
aguileña suele ser larga, y la ancha, corta. Estos
dos casos son los más frecuentes en España.
Mi maestro, el eminente profesor Dr. Joseph,
de Berlín, se ocupa desde el año 98 de esta
especialidad, habiendo ideado una serie de fór=
muías, adoptadas ya por cuantos se dedican a
la cirugía plástica. La operación se hcce por el
interior de la nariz, no quedando ninguna ci=
catric visible. En mi trabajo «Cirugía plásticaestética», publicado en la Revista Española de
Medicina y Cirugía, trato la práctica de estas
operaciones. No basta operar bien; hay que tener
conocimientos de estética y escultura; es r.ecc=
sario saber qué cara requiere un perfil griego
o romano, es decir, el perfil adecuado a cada
fisonQmía.
Otra'deformidad frecuente es la de las orejas
excesivamente separadas. Se corrige con exce=
lente resultado, pues se pueden colocar a cuaU
quier distancia del ciáneo, hasta quedar por
completo adosadas a él. Esto es cuestión de sen=
timiento, pues cada fisonomía es diferente. Para
lograr la nueva posición de la oreja, sólo hay que
extirpar un trozo de cartílago. Tampoco queda
cicatriz visible, pues se disimula en el pliegue
posterior de la oreja.
La operación que hoy se practica mucho en
la mujer es la supresión de las arrugas f?cialcs.
Hasta hoy no ha sido sirficientc para corregí;este defecto pomadas, masajes, etc. El único
procedimiento eficaz es quitar la piel sobrante,
dejándola más tensa. La cicatriz queda oculta
entre el pelo y tras de las orejas. Al mirarnos al
Después de la operación.
espejo, estirando la piel hacia atrás y hacia arriba,
veremos rcjuvenecersclaexprcsión,de nuestra cara.
Otro defecto estético en ia mujer es el de les senos caídos. También es opea
rabie este caso, pudicrdo dejarles reducidcs y ganando cor. esto en belleza. A
esta operación dedicaré un trabajo especial.
Para terminar, diré que estas operaciones plásticas se hacen con ar.estesia local;
por tanto, sin ningún dolor; la cicatrización es muy rápida, y en tres o cuatro días
pueden suprimirse los vendajes y a les echo estar compíetamcntc curado. No es
necesario guardar cama, quedando el paciente agradablemente sorprendido al ver la
transformación tan bella que en peces días ha sufrido su fiscncmía.
RAMBLA CATALUÑA, 4 9 - 5 1 , U% 2.^.-BARCELONA
Roidós.Tirok.«.s.A.
eftampa
Bl árabe busca su felicidad en la vida de
¿ enc^ctnto^ cíe
interior.
fJTcirmeco^y^
A raza árabe, reina del m u n d o m e r i d i o n a l , señora d e los inmensos cs=
' pacios aiirasados, sintetiza su milenaria sabiduiía en los más r o t u n d o s
p r o v e r b i o s . «Siéntate a la p u e r t a d e t u casa si quieres ver pasar el cadáver
d e t u enemigo», «Mujeres, perfumes y plegaria son !a esencia d e la vida»,
íiRstaba cscritort. T o d o s ellos p u e d e n c o n d e n s a r s e en una sola palabra:
«La Paz".
El p u e b l o m o r e n o de los d e s i e r t o s , c u a n d o s a b e e n c o n t r a r s e a sí m i s m o
es p l e n a m e n t e feliz; en e! f o n d o d e l alma árabe d u e r m e el Islam, síntesis d e
t o d a sabiduría y t o d a s e r e n i d a d . Vivir p l e n a m e n t e la vida c o m o si el minu=
to actual fuera el ú l t i m o , aprovecha! el valor d e cada m o m e n t o , de cada
sensación, gozar con t o d o s los colores y t o d o s los a r o m a s , hacer t o d o lo que se
d e b e p o r q u e se d e b e hacer sin ii.quietarse del r e s u l t a d o . Fatalismo d i n á m i c o .
Por eso el á r a b e se repliega, busca su felicidad en la vida interior y a b r e
Mujeres
moras, s¡o
¡endosas eos
mo
fantasmas
blancas y empaa
queiadas como momias.
su casa hacia el patio, p o n i e n d o entre su hogar y la
calle u n e n o r m e p a r e d ó n b l a n c o . F u e r a d o m i n a la
luz: e n ie sierra biava con el calor* d e n s o q u e huele
al á s p e r o aroma d e los jarales; entre las altas cum=
bres d o n d e flota tajante, imperativo, el espeso pcrfu='
m e d e los cedros; en la solemne soledad d e las Ilanu=
ras, país austero y triste d o n d e brillan los d o r a d o s
lastrojos y los castillos severos s e . e n c a r a m a n e n los
altos riscos; j u n t o a las callejuelas aldeanas, apretadas
e.'itre paredes d e t e n acota, pasillos furtivos y callados
d o n d e a veces rechina u n a noria y pasa u n gato de
a n d a r suave o u n viejo camello soñoliento; bajo las
b ó v e d a s profundas d e la ciudad extraña, mezcla d e
d e s l u m b r a m i e n t o s y sórdidas c a t a c u m b a s , Poi todas
partes luz y calor, sol cruel, naturaleza potente y brava
qi.ic jadea bajo los rayos a b r a s a d o r e s .
Bl chorro de una fuente deja caer pedazos de arco iris, y en los rincones danzan las estrelUtas doradas del
polvo.
D e n t r o reina la s o m b i a y l e l a m p a g u e a n los azulea
jos. El c h o r r o d e una fuente deja caer pedazos de
aico iris y en los rincones danzan las cstrcllitas dora=
das del polvo. El aire inmóvil está e m p a p a d o de olo=
res q u e , h i n c h á n d o s e , s u b e n , se e m p u j a n y formar*
en la atmósfera una serie geológica y aromática d e
estratos invisibles. Al lado está el jardín cuajado d e
rosas y c o r o n a d o p o r el airoso ramillete d e las pal=-
Cttampo
mas, por la severa dignidad de los ciprcses. Bajo las curvas de las ramas una pe=
numbra deliciosa atenúa las lincas y los colores, fundiéndolos en una incomparable
armonía de medias tintas. Ei sol, que se filtra a través de las palmas, atraviesa
ios sraliardos abanicos, esparciendo m i l chispas doradas sobre las arenosas ondulaciones del suelo sombreado. Entre los salones biillantes y la policromía del jardín
corren los senderos de esmalte estrechas plotafoimas de cerámica, y en todos l^s
linconec, jazmines y naranjos se disputan el imperio de la atmósfera.
Las vírgenes del Islam—caftanes luminosos y babuchas de oro—son el encanto
de las tierras calientes. Vibran sus carnes moienas bajo los pesados ropajes de
Especialmente
para
las
mujeres,
con tanta frecuencia se ven
por
jaquecas,
un valioso
es
importante
que
atacadas
conocer
remedio que esté libre de
e f e c t o s nocivos. El nuevo antidoíoroso
V e r a m o n - S c h e n n g , por su acertada y
original combinación química, no
daña
el corazón ni los ríñones y no produce
cansancio y desagradable sensación de
E! Islam es la ley de los cinco lavados
diarios.
cálidos reflejos, los pañuelos de seda verde y roja hacen resaltar el tinte broncea=
do de la piel, y sobic el pesado lujo de las telas se extienden las túnicas de blanca
muselina. La musulmana es además el símbolo legendario de la pereza; resplan=
deciente de joyas en el fondo de los palios multicolores; misteriosairiCPte embrii=
jadoríis en el silencio de (as callejuelas.
Mujeres moras, sup.cmo encanto del África sonadora. Silenciosas como fantas=
mas blancos y empaquetadas como momias dcsUzansc a lo largo de las callejuelas,
andando despacio como sí viniesen de! fondo de los siglos. Los cuerpos finos y
nerviosos se adivinan con trabajo entre las vaporosas muselinas sobre las cuales
brillan los grandes ojos de fuego bajo el arco perfecto de las cejas. La árabe que
lleva sobre su cuerpo todos los colores, los perfumes y ios resplandores del Sur,
es la humanización de la paz.
Y , por último, el agua. Salta en el cohete de los surtidores, ondula en el verdor
incomparable de la alberca, murmura en las acequias escondidas. El agua es la
sangie de la tierra árabe y su música es el origen de los más apasionantes en=
sueños. En Granada, donde las espadas europeas hicieron callar el canto de los
almuédanos; en Granada, vacía, ruinosa, privada de todas sus glorias y todas sus
bellezas, vuelve a resucitar la emoción de los viejos tiempos cuando e! rebullir
plateado de las acequias se desploma cuesta abajo, hacia el D a r r o .
N o se puede comprender el Islam en las bibliotecas, sino en las casas de baño.
E l Islam—fe y sistema de vida del arabismo—pesa poco, es aéreo, simple, fresco,
l i m p i o . Es la ley de los cinco lavados diarios, del mal identificado con la sucie=:
dad, lo feo como un residuo adherido a lo estrictamente humano. Eí islam es psi=
coanálisis y deporte. Por eso la pereza musulmana es una vida representada, con=
tenida, parada por exceso de exuberancia, que no puede encontrar la forma de
expresión. En Grecia, como en África M e n o r , el reposo es el supremo movimiento.
(Fotos Flaiidrls V G«rand.)
GiL B E N U M E Y A
calor. S e p a Vd. que por estas cualidades se ha conquistado el Veramon
pronto el aprecio de todos
los m é d i c o s y dentistas.
t^iS^tCI/ItlCfV
íi --iOOS
l!ROU*i> ^ >.
etlampa
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Academia: Preciados, 1.—Librería: Preciados, 6.
Correspondencia: Apartado 12.2501—Madrid.
E(TÓHÁCO
^ ^ • ^ • -
E
de ascensor q u e funcione s i e m p r e . P o r q u e , e n la acs
tualidad, n o son para n a d i e : ni para los ricos, ni para
los pobres... Son u n o s artefactos ilusorios que t i e n e n ,
en m u y raras ocasiones, la fantasía de subir,.,
Y, no es por congraciarme con los p o r t e r o s . M a s
no son los porteros quienes tienen la c u l p a , Txli son
los a m o s d e las casas, ni los fabricantes de los ascen^
sores... Los señores con=
cejales—o las señoras con*
cejalas — deben «señalar
mejor», s u b i r más alto...
A u n q u e sea a p i e .
L corresponsal d e un diario m a d r i l e ñ o describe,
a n t i c i p a d a m e n t e , la fiesta de la G r a n O p e r a d e
París, en que se rendirá honienaic «a las veinte mujeres
más guapas d e Europa*. En el fondo magnífico del pri=
m e r teatro d e Francia, una apoteosis d e grande revue...
E n la sala, e n los paU
eos y en la corbeille esta=
rán el Presidente de ta
República, t o d o s los mi=
nistros, t o d o s los cmba=
¡adores y representantes
diplomáticos, las vedettes
d e los teatros, los ases de
los deportes y el «todo Pa=
rís* de los estrenos sen=
sacionales,
Al día siguiente, al=
m u e r z o e n el Journal, en
honor d e las veinte her=
nnosuras, Y el jueves, en
los m i s m o s salones del
Journal, r e u n i ó n del areós
pago q u e ha d e elegir a
Mademoiselle Europe. Un
jurado imparcialísimo. Lo
afirma el simpático coa
r r e s p o n s a l . Y nosotros
n o s a p r e s u r a m o s a creerá
lo. La «Señorita España*
tiene tantas probabilida=
des de triunfo como «Mao
dcmoisclle
F T a n c e ».
Pero... «se sabe d e ante=
m a n o q u e en el C o n c u r s o
de Gálvcston no será elc=
gida la «Señorita Euro=
La eximia escritora Concepción Arenal, una de las más
pa». Y esto sí q u e no que=
grandes figuras de mujer del siglo XIX, a la cual se la va a
r e m o s creerlo. T a l vaticia
erigir en Madrid un monumento.
(Foto Moreno,)
nio nos parece capricho^
so. ¡Manes de Wilson, presidid, por si acaso, con vues=
t r o espíritu d e justicia, al areópago d e Gálveston!
UN TRIUNFO DE
LAS MUJERES
En Inglaterra, el país de
las sufragistas, el país de
las feministas...
¡Cómo
reposará a g u s t o , e n su
t u m b a , M i s t r e s s Panh=
kurst! Van a pasar d e los
seis millones las mujeres
con derecho al sufragio.
Y a nadie le s o r p r e n d e r á
que estén flirteando
los
tres p a r t i d o s políticos d e
la Gran Bretaña con esos
seis millones de electoras.
N o es p r o b a b l e q u e u n o
solo las c o n q u i s t e . Las
inglesas h a n d e m o s t r a d o ,
así en política como en
a m o r , ser m u y personales
e i n d e p e n d i e n t e s . Las vo=
t a n t c s se repartirán entre
los tres partidos, según
sus ideas y sus pasiones...
Claro está q u e C u p i d o
hará claudicar a más d e
u n a . Pero esto n o invalida la victoria p o s t u m a
M i s t r e s s Panhliurst...
CONCEPCIÓN ARENAL
Una buena digestión asegura
la salud y equivale, en la
mayoría de los casos, a
robustez y bienestar
físico e intelectual
•
CON EL
'HJXIRBKWACUi
'SAIZDEOMI
.
PAULINO Y RUFINO
AI gran U z c u J u n l e acaba d e salir ú n c o n s o n a n t e . . .
Ruf ir o — m a t e r i a l m e n t e — r i m a con Paulino, Perc, a
pesar d e la victoria del asturiano Alvaicz sobre el ne=
gro Pearson, y a pesar de c u a n t o nos d i c e n «los entc=
rados* d e Rufino, el pareado n o p u e d e c o m p o n e r s e
a ú n . , . ¿ D e s p u n t a , en la pugilística española, u n astro
que eclipsará al formidable éuscaro? La respuesta
está e n el regazo d e los dioses. Y podría ser la de que
España, t a m b i é n en el boxeo, fuese el país d e las com»
pctencias. Lagartijo y Frascuelo, Joselrto y Bclmontc,
Paulino y Rufino. Vamos a ver...
LOS ASCENSORES
(STOMALIX)
U n a nueva c a m p a ñ a a favor d e los ascensores. Los
ascensores para t o d o el m u n d o . C o m o el tranvía,
¿ Q u é son los ascensores sino tranvías verticales? Lo
justo, lo caritativo y lo patriótico es q u e todas las casas
de m u c h o s pisos, sean módicas o costosas, dispongan
de ascensores. M a s lo p r i m e r o es conseguir u n genero
se abrevian las digestiones lo
I.
mismo en el estómago que
en el intestino por ser un
poderoso tónico digestivo.
Esta gran mujer española—de la fibra d e u n a Isabel
la Católica y una Santa T e r e s a de Jesús—va a t e n e r al
fin su m o n u m e n t o . Fué una santa laica y una reina d e
la inteligencia. Y; como afirma la señorita Clara Cam=
p o a m o r , n o se le ha r e n d i d o a ú n el homenaje q u e me=
rece su genio, ¿Y cuál fué su genio? El d e la caridad
p r o f u n d a . N o hay en la o b i a d e la penalista insigne
una sola página q u e n o esté a n i m a d a por el espíritu
d e C r i s t o . Defendió a los p r e s o s , a los p o b r e s , a los
trabajadores, a las mujeres p o s t e r g a d a s , a los n i ñ o s . . .
Y n o sólo c o n el s e n t i m i e n t o . Sus escritos r e b o s a n
cultura y dialéctica. Es algo más q u e una gloria espa»
ñola. U n a figura p r o c e r del siglo XIX, q u e s u p o s e r
romántico y h u m a n i t a r i o . Si e n vez d e la socioe
logia y los estudios penales hubiese cultivado doña
Concepción ta novela, habría que emparejarla con
Tolstoí.
Eríjase, sí, el m o n u m e n t o a la gran e s p a ñ o l a . Pero
hagan t a m b i é n los p r o m o t o r e s del m i s m o q u e sus
o b r a s , e n ediciones casi gratuitas, lleguen al corazón
del p u e b l o .
El Uasire afKc« Aitrua Haría proctami coma la ae¡«r norda lauriaa que te ha escrita,
MmjjjjmM}}MiÉi
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MU.
INTEtTIHO)
LA MUJER, EL TORERO Y EL TORO
La magistral novela de Alberto Insúa, reeditada por RIVADENEYRA
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ÍNotas 5ráncas de
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VALDEPEÑAS.—Bellas
y distinguidas señoritas de la localidad, ataviadas con la clásica mantilla, que
tomaron parte en la velada teatral a beneficio del Asilo de Ancianos de los Desamparados, celebrada re=
y.
cientemente en la capital manchega.
(Foto Rodríguez.)
CARTAGENA
.—El alcalde pedáneo anunciando ¡as fiestas de Carnaval por medio del
«bando de ¡a Huerta*.
(Polo liquierdo.)
.T
Retrato del cardenal Benlloch, por la eminente pintora madame Labriola,
cedido por su propietario, Sr. Quer Boule, primer secretario de la Lega»
ción de España en Berna, para que figure en la Exposición de Barcelona.
La bella señorita Conchita Crespo y D. José López Rodríguez, hijo de D. José López
Carballo, después de la ceremonia de su enlace.
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Campeonato de
galgos
en
el
Campamento
y
cacería
Venta
en la
áe
la
Sü Alteza ¡a Infanta Doña María Cristina, qae asistió a
la cacería celebrada en ¡a Venta de la Rubia.
La duquesa de Albarquerque,
S- M . la Reina Doña Victoria, acompañada del Duque de
Fernán»Núñez, dispuesta para tomar parte en la cacería.
con otras distinguidas personalidades que asistieron al
campeonato,
Los galgos «Mimosa» y «Torera*,
OROCREMA
^ÍMOJ-O
JABÓN
PE
Su Alteza
ÁLMENDÜAJ^
la Infanta Doña Beatriz, momentos antes de
empezar la cacería.
del duque de Alburquerque,
del Rey.
ganadores de la Copa
EL MEJOR. C A T A D O DE BELLEZA DE LA PIEL
Ey UNA
PR.ODUCCION
DE
Cffampa
TEATRO LARA.—Una escena de la comedia de don
Manuel Linares Rivos (ÍHÜOS de arañai», cuyo esfreno
AQ constituido un gran éxito y en ia que ¡a arrogante y
admirable actriz Carmen Díaz obtuvo un señalado
triunfo.
A
VUELA PLUMA.—Charlando, charlando,
al calor de una reconciliación rcs
cientc, los señores Arnichcs y Abati die
ron con un asunto que prometía, sin
duda, situaciones regocijantes y epi
sodios de peregrina comicidad. Y
¡hala! jA escribir! La verdad es
que el dar alojamiento en una
cárcel, con la complicidad del
jefe del establecimiento, a una
alegre caravana de juerguistas
de ambos sexos, podía haber
sido clave de innúmeras y
donosas peripecias. H a s t a
una de esas tragedias groa
tescas, en que ha culminas
do el ingenio de Arniches,
con originales atisbos de
humanismo caricaturcsco,
podía haber salido de tan bis
zarra aventura. Faltó~pre=
sunción la más verosímil—
atención reposada y pulso se»
reno en la tarea. El hallazgo del
asunto acució la pluma de dos
veteranos encanecidos en el ofi»
cío. Fiados en su experiencia de
acreditados practicones, los autores
de La cárcel Modelo o la venganza de
un malvado procedieron a levantar el
edificio sin planos a la vista, limitado el
designio a la modesta aspiración de aprove»
char para una «chapuza» su aburdante provisión
de materiales de derribo. La premura de la labor
ha frustrado de este modo una graciosa farsa. Queda
un juguete desarticulado, con muchas entradas y sali»
das de personajes, sembrada a voleo—asolador pedris=
co—la sal gorda de un diálogo en que la afectación
deliberada busca inútilmente en el retorcimiento de las
palabras alivio perentorio a la penuria del donaiic. El
primer acto fué aplaudido y celebrado; no tanto el se^
Después del estreno.—El ilustre autor D. Manuel Linares
Rivas, con doña Leocadia Alba y Carmen Díaz, las dos no=
tables intérpretes de su nueva obra ^Hilos de arañan.
gundo; menos aún el tercero, en que los hilos se rom=
pen sin desenredar la madeja. Irene Alba, Carmen
Sanz y los seííores Bonafé, Perales, Hidalgo y Torre*
• cilla salieron victoriosos en su cometido. Los autores
hubieron de ser llamados al proscenio reiteradamente.
E L BHÍO DRAMÁTICO.—Las almas viven su folletín
sentimental. Un folletín elegante cuyos episodios
ostentan apariencias de conflicto humano al so»
caire de las situaciones hábilmente prepara»
das. Tal es La femme masquée, de Charles
Mere, comedia traducida por Cristóbal
de Castro, con tino y eficacia magis»
trales. La destreza constructiva del
autor le permite simular un vigor
dramático que en el fondo no es
otra cosa sino ímpetu y violen"
cia. Pero ese brío es impulso me=
ramente esporádico. El debate
sicológico se muestra tan somero, que los caracteres no
encuentran asidero firme ni
un solo instante. En cam^
bio, ta atmósfera pasional,
cargada de fluido, fragua a
través de la comedia tem»
pestades apaiatosas. Cuyos
fragores tienen la virtud de
sacudir y soliviantar la sen»
sibil!dad de la muchedumu
brc. Obra es La dama del an=
tifaz, en la cual puede hallar
propicia ocasión de personal Iw
cimiento una actriz dotada de
vivo acento dramático. Irene Ló»
pez Heredia, que con el estreno de
la comedia de Mere celebraba su be»
neficio, acertó a incorporar con pode=
roso aliento la figura de la protagonista.
Secundáronla con toda fortuna las señoritas Barrón y Morano. Mención especial mes
rece la excelente interpretación de Asquerino y
el decorado de Mignoni, digno de todo elogio.
DON JUAN Y DON LUIS.—Tristísima idea de Don
Juan ha formado Anita Prieto. Al menos en su obra
denominada con laudable modestia Un suceso vulgar
presenta un émulo de Tenorio merecedor de la unis
versal execración. Sujeto poco recomendable, en vera
dad, este Don luán, cuyos ardides traicioneros hubia
mos de reprobar en Fuencarral, de acuerdo con los
estompa
designios feministas de Anita Prieto, su autora.
Ocspucs d e D o n Juan, D o n L u i s . Pero este D o n
Luis no es Mejía, sino el b a n d i d o L u i s C?jidelas, cu=
yas andanzas h a n inspirado a d o n Javier de Burgos al=
gunas jornadas melodramáticas. El t o n o folletinesco de
la obra n o autorizaba al autor para aderezar su rapso=
dia con un a b u s o de anacronismos q u e en nada acre=
cienta la emoción ni el interés d e la fábula escénica.
POEMA M E R C A N T I L . — N o
es la p r i m e r a
vez q u e
el
Sr. Linares Rivas proclama las excelencias del tra=
bajo de m o s t r a d o r . T a m p o c o es nueva e n él la repulsa
hacia c u a n t o signifique prejuicios de abolengo. Hábil=
me rite amalgamados a m b o s t e m a s , ha surgido u n a
nueva comedia. Hilos de araña, estrenada con éxito
próspero e n el teatro de la C o r r e d e r a . Dos e n a m o r a d o s ,
cuya noble alcurnia se ve desasistida de apoyos crc=
Teatro Alkázar.—Esfreno
de ¡a comedia de Arniches y Abatí
venganza de un malvado^..
<*La cárcel modelo o la
sacrifica en aras de la dicha conyugal. Esta es la comedia. L o s personajes t i e n e n ,
t o d o s , esa locuacidad sentenciosa e n q u e la filosofía domestica agota sin desmayo
las máximas sapientes y las amenas agudszas d e los a l m a n a q u e s . S i e m p r e fué pro=
fundo el teatro del ilustre autor galaico. La obra h u b o de ser acogida con singular
agrado p o r el público, e n el cual p r e d o m i n a b a el e l e m e n t o f e m e n i n o .
La cálida efusión de C a r m e n Díaz, n o b l e y arrogante estampa de mujer hcr=
mosa y de actriz comprensiva, halló acentos t a n briosos, sinceros y h u m a n o s , q u e
cl público h u b o de i n t e r r u m p i r alguna vez c o n s u s aplausos el curso de la rc=
presentación. Leocadia Alba, S i m ó Raso, Bardem y Vico, m u y acertados e n s u s
intervenciones respectivas.
E S T A M P A R O M Á N T I C A : — A c a s o es
una
de
las
obras
más
afortunadas
de
los
Q u i n t e r o esta evocación romántica de la Sevilla de hace u n siglo, q u e , con el
título de El Duque de El, h e m o s visto en el C e n t r o , d e s p u é s de u n a prolongada
ausencia d e nuestros escenarios. Lola M e m b r i v e s c o m u n i c ó a la figura de la pro*
tagonista el garbo gitano y el t u m u l t o pasional q u e cl personaje d e m a n d a b a .
El S r . Aragonés hízose asimismo acreedor a los m á s vivos elogios.
(Fotos Benttez Cuaux y Antsa.)
ALBERTO M A R Í N A L C A L D E
Teatro Infanta Beatriz.—¡rene
López lieredia y Asquea
riño en <fLa dama del antifaz^*, de Charles Mesé, tradue
cida al castellano por Cristóbal de Castro.
matísticos, deciden ir al m a t r i m o n i o , pese a la ccrra=
zón de su horizonte económico. Vida m o d e s t a , apar=
t a m i e n t o del rpedlo social q u e por fuero de estirpe
les c o r r e s p o n d e , renuncia de p o m p a s y vanidades: he
aquí el p r o g r a m a . M a s el m a r i d o no tarda en amohis
n a r s e , llegado el m o m e n t o del sacrificio. Conflictos d e
setecientas pesetas. E n ellos ha e n c o n t r a d o siempre
rico venero d e substancia dramática el S r . Linares
Rivas. La protagonista d e Hilos de araña, d a m a de
t e m p l e , si las h a y , pecha con la situación, y para salir
victoriosa de ella, resuelve aplicar sus actividades al
Comercio, luego de h a b e r vencido los altivos escrúpus
los del a m a d o consorte. El negocio de la aristócrata
se consolida, acrece y lleva camino d e convertirse en
montaría de o r o . M a s , d e p r o n t o , el marido e r c u e n t r a
los holgados estipendios q u e su laboriosidad venía
negándole de c o n t i n u o . Ella ha de a b a n d o n a r la lu=
josa tienda, obra de s u s afanes abnegados, para seguir
al esposo. Discuten. La escena se eriza de d a r d o s
dialécticos. N o cede n i n g u n o de los cónyuges. Es
i n m i n e n t e la separación, amarga y definitiva. Finalmen=
te, triunfa el a m o r de la esposa, q u e , u n a vez más, se
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Nicolás, de La Coruña.
LLOYD
i íesta en el v^asíno ele velases
La Directiva del Casino de Clases, con el ilustre escultor D. Mariano Benlliure y los
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b l Kcal O l u b
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fie aquí al equipo campeón de España, los once
bravos que, en lucha con rival tan digno como ei
Real Madrid, ha conquistado el más preciado ga=
lardón en el más popularizado de los depories. El
equipo del Real Club Deportivo Español llega a
conquistar el campeonato nacional de fútboi, por
primera vez en su largo historial de activa actuaa
ción deportiva, después de una brillantísima
tempos
rada, en la que no ha conocido el amargor de la
derrota. Sólo ante rival de tantos méritos, tan a
punto de clase y de forma, podía inclinarse el Real
Madrid, que, con justicia, era considerado como el
más calificado candidato.
La victoria del Real
Club Deportivo Español, por el historial y signia
ficación del equipo, será, sin embargo, acogida con
deportiva simpatía
general.
Deportivo
campeón
Cspaña
< P o t o s Al va r o . )
fíe aquí los once campeones, sesún el orden de alineación en el campo de jueeo: ^a"»»™ a), guardameta; Saprisa (2) y
!»
_X
Kaiser
1
2
(6), medios;
EVITA
Ventoldra
(7),
LA
Broto
(8),
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lí
(9), Padrón
L
(lO)
í
2 —
y Boseb (II),
CARIES
zález (3), defensas;
delanteros.
Trabal
(4).
Sola
(5)
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Descargar