La Enseñanza Social de la Iglesia Católica y la Migración Introducción. En el trabajo de protección de los migrantes, inmigrantes y refu- La Enseñanza Social de la Iglesia Católica giados, es importante entender que la posición de la Iglesia Católica se deriva de los Evangelios y enseñanzas de Cristo; declaraciones y cartas encíclicas de los Santos Padres, declaraciones y cartas pastorales de obispos alrededor del mundo, incluyendo a obispos de Estados Unidos. Es importante entender que la posición pública de los obispos en asuntos de inmigración es fundada en la doctrina social de la iglesia, y es importante, para saber defender la posición de la iglesia especialmente ante una audiencia católica. Fundada en el Evangelio. No se necesita mirar más allá de la vida y las palabras de Jesucristo para comprender que la personas en movimiento – refugiados, migrantes e inmigrantes – son especiales ante los ojos de Dios. El niño Jesús fue refugiado, quien junto a la Sagrada Familia, huyó del terror de Herodes hacia Egipto. (Mt. 2:14-15) En su ministerio publico, Jesús fue un itinerante, trasladándose de lugar en lugar, “sin un lugar donde recostar su cabeza….” En el Evangelio de San Mateo, Jesús nos enseña a recibir al extranjero: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis” (Mt. 25:35). Jesús no fue acogido por su misma gente: “llego a los suyos, y los suyos no lo recibieron.” (Jn. 1:11) Cuando acogemos al forastero entre nosotros, acogemos a Cristo, porque en el rostro del migrante, inmigrante y refugiado, vemos el rostro de Cristo. El Evangelio de Lucas nos habla de la experiencia de los discípulos en camino a Emaús (Lk. 24: 13-15), quienes acogiendo al extranjero, acogen a Cristo. Las Enseñanzas del Santo Padre. En la primera encíclica social, Rerum NoJusticefor immigrants.org 202-541-3174 3211 Fourth Street, NE Washington, DC 20017 varum (sobre la condición de los obreros), El Santo Padre Leo XIII establecía el derecho de la persona a trabajar para sobrevivir y mantener a su familia. El Papa Pius XII, en la constitución apostólica Exul Familia (sobre el Cuidado Espiritual de los Migrantes) confirma que los migrantes tienen el derecho a una vida digna, y por ende, el derecho a migrar con ese fin. Desde entonces y de acuerdo a la enseñanza del Rerum Novarum, el derecho de la familia a una vida con dignidad es reconocida. Cuando esto sucede, el alcance de la migración toma su curso natural… En la encíclica, Pacem in Terris (Paz en la Tierra), el Papa Juan XXIII claramente articula el derecho de migrar y el derecho de no migrar: “el derecho de cada hombre a conservar o cambiar su residencia dentro de los límites geográficos del país; más aún, es necesario que le sea lícito, cuando lo aconsejen justos motivos, emigrar a otros países y fijar allí su domicilio.” Esto también fue expresado en 1985 por el Papa Juan Pablo II cuando dio su discurso al Congreso del Nuevo Mundo sobre el cuidado pastoral de inmigrantes: “Cada ser humano tiene el derecho a la libertad de movimiento y de residencia dentro de los confines de su propio país. Cuando hay razones justas en favor de ello, se le debe permitir migrar a otros países y tomar residencia allí. El hecho de que es un ciudadano de un estado particular no es para privarlo de membresía en la familia humana, ni de ciudadanía en la sociedad universal, la hermandad común por todo el mundo.” Declaraciones de los Obispos Estadounidenses. Los Obispos han tomado las enseñanzas del Evange- lio y el Santo Padre y la han aplicado a la realidad en Estados Unidos. En enero del 2003, los obispos publicaron la carta pastoral Juntos en el Camino de la Esperanza: Ya No Somos Extranjeros. En este documento, los obispos articulan cinco principios que gobiernan como la Iglesia responde a propuestas de política pública. 1. Las personas tienen el derecho de encontrar oportunidades en su tierra natal. Este principio establece que toda persona tiene el derecho a no migrar. En otras palabras, las condiciones económicas y sociales en su patria deben brindar la oportunidad para que las personas trabajen y apoyen a sus familias con dignidad y seguridad. En términos de política pública, esfuerzos para combatir las desigualdades económicas a través de prácticas de comercio justo, desarrollo económico y alivio de la deuda deben aplicarse. Los esfuerzos de paz deben avanzar para poner fin a los conflictos que obliga a las personas a huir de sus hogares. 2. Las personas tienen el derecho de emigrar para mantenerse a si mismas y a sus familias. Cuando las personas no consiguen encontrar un empleo que le permita obtener la manutención propia y de su familia en su país de origen, esta tiene el derecho a buscar trabajo fuera de él. Este derecho no es absoluto, ya que el Papa Juan XXIII afirmó que este derecho se aplica cuando “hay razones justas.” Sin embargo, en la condición actual del mundo, en el que la pobreza global es rampante, los migrantes que abandonan sus hogares arriesgando sus vidas para entrar a otra nación están buscando sobrevivir y sostener a sus familias, una razón justa para la migración. Este principio apoya la posición de política pública de la iglesia en favor de la legalización de indocumentados. 3. Los Estados soberanos poseen el derecho de controlar sus fronteras. La Iglesia reconoce el derecho soberano de proteger y controlar sus fronteras al servicio del bien común de sus ciudadanos. Sin embargo, esto no es un derecho absoluto. Las naciones también tienen la obligación del bien común universal, articulado por el Papa Juan XII en Pacem in Terris, así deberían tratar de acomodar la migración en la mayor medida posible. Poderes económicos, como el de Estados Unidos, tienen una mayor obligación de servir el bien común universal. En el actual entorno global, en el que hay puestos de trabajo que los inmigrantes ocupan, Estados Unidos debe establecer un sistema de inmigración que ofrezca vías legales para que las personas puedan entrar legalmente de una manera digna, segura y ordenada. 4. Debe protegerse a quienes busquen refugio y asilo. Las personas que huyen de sus países de origen porque temen persecución deben dárseles refugio y protección en otro país. Conflictos y disturbios políticos en muchas partes del mundo obligan a las personas a abandonar sus hogares por temor a perder sus vidas. Los Estados Unidos deben emplear un sistema de refugiados y asilados que no cree barreras para obtener refugio y seguridad en nuestro país. 5. Deben respetarse la dignidad y los derechos humanos de los migrantes indocumentados. Las personas que entran a una nación aún sin permiso deben ser tratados con respeto y dignidad. No deben ser detenidos en condiciones deplorables durante largos periodos de tiempo, encadenados por pies y manos, o abusados de cualquier manera. Deben ser otorgados el debido proceso permitido por la ley y permitirles articular el temor de regresar a su país por un juez autorizado. No deben ser culpados por los males sociales de una nación.