El papel de hombres y mujeres ante un sistema establecido de

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El papel de hombres y mujeres
ante un sistema establecido de
dominación
Ensayo a partir del curso Paz y género
Máster Internacional en Estudios de Paz, Conflictos y Desarrollo
Profesora: Dra. María José Gámez Fuentes
Profesor: Dr. Fabricio Forastelli
Adrián Alcolea Moreno
Castellón, Febrero de 2011
Introducción
Durante el desarrollo del curso sobre Paz y Género me ha ido surgiendo una
inquietud en torno a diferentes textos y comentarios que vendría ser algo así como...
¿En qué medida puedo yo escapar de las construcciones de género? ¿Qué papel me
corresponde en toda esta suerte de expectativas sociales, determinismos (o no)
culturales o biológicos, sistemas de dominación, valores y conductas en relación con la
violencia o el cuidado...?
Como una forma de organizar mejor las ideas y poder encajar el papel de una
persona concreta que nace dentro de un sistema de dominación de género, me ha
servido de gran ayuda plantearme una perspectiva del problema separándolo en dos
dimensiones. En una charla con el profesor Fabricio, que me ha ayudado a aclarar
ciertos aspectos de las mismas, me ha propuesto plantearlas de la siguiente manera:
Por un lado estaría la dimensión regulatoria del sistema de género, que se
correspondería con todo un sistema de opresión por el que se regulan,
socialmente, las relaciones de género.
Por el otro, estaría la dimensión normativa o transformativa de género, la
cual me permitiría encontrar un contexto donde dar sentido a mis
preguntas, ya que respondería a cómo ese sistema regulatorio determina
las relaciones humanas y en qué medida afecta a la vida de una persona.
En este ensayo, voy a hacer un pequeño repaso de algunas de las ideas que
desde la cátedra se trabajan en torno al género y su relación con los estudios de paz
tratando de analizarlas desde estas dos dimensiones. Para tratar la dimensión
regulatoria, comenzaré por analizar el sistema de género como sistema de opresión, y
me centraré especialmente en las relaciones establecidas entre masculinidad y violencia
y entre feminidad y cuidado. Posteriormente, para analizar la dimensión transformativa,
iré planteando una serie de preguntas que me lleven a repasar las propuestas de
deconstrucción de la violencia y de reconstrucción del cuidado. Por último, a modo de
conclusión, recapitularé, aunque ya las haya ido haciendo explícitas a lo largo del
ensayo, las principales ideas que habré ido repasando en el mismo.
1.- Dimensión regulatoria del sistema de género. Un sistema de dominación
Tal y como ha sido construido históricamente, el sistema de género constituye
un auténtico régimen de dominación, concretamente de la dominación del hombre hacia
la mujer. Además, más allá de la violencia que de por si supone dicho régimen de
dominación, éste parece estar en la base de otros usos sociales de la violencia, incluido
el sistema de la guerra. Teniendo estos dos aspectos en consideración, el fuerte vínculo
entre género y paz parece indiscutible.
Vicent Martínez habla de sexismo para referirse a la dominación masculina y
llama culturas sexistas a aquellas que imponen un ideal normativo de masculinidad, que
él concreta además como el del hombre blanco, adulto, heterosexual y occidental; e
introduce aquí el segundo aspecto de dicho sistema en el que me quiero detener, que es
su relación directa con el sistema de la guerra (Martínez Guzmán, 2001, 2).
Dada las relaciones que parecen existir entre violencia-masculinidad y
cuidado-feminidad, y las importantes implicaciones que estos pares tienen en la
configuración de nuestra sociedad y nuestras relaciones, voy a tratar de profundizar más
en dichos aspectos.
1.1.- Masculinidad y violencia
Basta con observar a nuestro alrededor, o remitirnos a las cifras, para encontrar
cierta conexión entre la masculinidad y la violencia. En la búsqueda de un factor
causante de dicha relación, Vicent Martínez se basa en los argumentos de Betty
Reardom para concluir cómo es el miedo a la diferencia, unido al rechazo social hacia la
asunción de la fragilidad masculina, lo que lleva a los hombres a responder a las
expectativas sociales de género desarrollando conductas violentas (Martínez Guzmán,
2001; 2009).
Reardom parte de estos argumentos para establecer así mismo una conexión
entre el ideal de masculinidad y la cultura de la guerra, a partir de la cual Vicent
profundiza en cómo, la concepción masculina de la seguridad, construida desde el
miedo a la diferencia, sería el germen de los estados nacionales militarizados (Martínez
Guzmán, 2001; 2009).
Siguiendo sus mismas ideas, entiendo que, en la medida en que la
masculinidad, como ideal normativo, define aquellas conductas y valores socialmente
aceptados y bien reconocidos, la deconstrucción de la correspondencia socialmente
creada entre masculinidad y violencia estaría en la base de la relación entre la
transformación del sistema de género y la construcción de una cultura de paz.
En una línea de estudio algo diferente, me parecen también muy interesantes
las ideas que desarrolla María Jesús Izquierdo sobre la relación entre género y violencia,
en las que expone la fuerte unión entre ésta y los diferentes modos de reivindicar la
identidad masculina y femenina en un contexto social que así lo exige. Plantea además
que, si bien los hombres tienen una mayor propensión a usar la violencia física en sus
relaciones con las mujeres, en parte debido a su mayor fuerza, las mujeres utilizan otro
tipo de violencia directa que también afecta a la autoestima de quien la sufre y que ella
relaciona con la humillación (Izquierdo, 1998).
Lo que más me llama la atención de sus argumentos no es tanto el que haya
encontrado también en las mujeres un uso extendido de la violencia, aunque sea en otros
términos, sino el hecho de que éste, en tanto que expresión de la forma en que
socialmente las mujeres actúan desde su posición pasiva con respecto a los hombres
(Izquierdo, 1998), está totalmente inserto, al igual que la violencia masculina, en los
parámetros sociales definidos por un sistema de dominación de género.
La idea que me interesa destacar aquí es que, tanto al estudiar unos u otros
aspectos de la violencia en relación al sistema de género, de una forma más concreta en
las relaciones entre hombres y mujeres, o de una forma más amplia al hablar del propio
sistema de la guerra; como al buscar las raíces de la relación entre ésta y la
masculinidad; hay una característica que parece, al menos desde los puntos de vista que
he consultado, indiscutible: la existencia de una profunda relación de la violencia y sus
usos sociales con el sistema de dominación basado en el género, concretamente de
dominación masculina.
1.2.- Feminidad y cuidado
El mismo sistema de dominación basado en el género causante, como hemos
visto, del extendido uso de la violencia directa en nuestra sociedad, ha generado
también una fuerte unión entre el cuidado y lo femenino.
La ética del cuidado puede suponer grandes aportes a la transformación hacia
una cultura de paz. Irene Comins propone algunas aportaciones concretas para la
transformación pacífica de conflictos a partir de habilidades personales que desarrolla el
cuidado en aquellas personas que lo practican. Teniendo en cuenta además la relación
ya vista entre violencia y masculinidad, me parece bastante claro que las mujeres tienen,
y si no, deberían tener un papel fundamental en dicha transformación. La propia Irene se
preocupa de aclarar sobre este punto que esto no es debido a una predisposición
biológica de las mujeres, sino precisamente a las construcciones sociales del sistema de
género (Comins, 2009: 40-41, 71-86).
En relación a esa predisposición biológica o no de habilidades que la práctica
del cuidado potencia, Mº Luz Pintos desarrolla un argumento muy interesante con el
que defiende que emociones, empatía y tolerancia son tres habilidades biológicas pregenerizadas, es decir, anteriores al género y por lo tanto compartidas entre hombres y
mujeres, y las califica de estrategias biológicas adaptativas. La base del argumento está
en que los seres humanos al nacer somos necesitantes de nuestros congéneres física y
ontogenéticamente. De hecho cita incluso el trabajo de un médico que llega a afirmar
que esa necesidad sería producto de la selección natural. Que las personas se necesiten
unas a otras parecería ser parte de nuestra superioridad evolutiva (Pintos, 2010: 56-60,
67-70).
Par finalizar este punto me gustaría destacar las ideas que extraigo del mismo:
el cuidado y las habilidades que con su práctica se cultivan son fundamentales para la
transformación de una cultura de guerra en una cultura de paz, siendo las mujeres
quienes más las han desarrollado históricamente; pero esto último no quiere decir que
los hombres no puedan cultivarlas igualmente, ya que de hecho son inherentes a todo
ser humano. Las diferencias históricas son consecuencia de cómo hemos construido el
sistema de dominación basado en el género.
2.- Dimensión transformativa del sistema de género. El papel de mujeres y
hombres
Hasta ahora hemos visto cómo el sistema de dominación basado en el género
no solo ha supuesto la asociación de masculinidad y violencia y de feminidad y cuidado
a través de las construcciones sociales de conductas diferenciadas, sino que además,
siendo la masculinidad violenta el ideal normativo a seguir, ha generado una aceptación
social de la violencia y una construcción masculina de la seguridad, originando el
sistema de la guerra basado en el miedo a la diferencia.
En este punto me pregunto ¿cómo afecta eso a las personas de carne y hueso?,
¿qué supone para una persona, dentro de este sistema, nacer hombre o nacer mujer?, ¿en
qué medida podemos escapar de dicho sistema?, ¿qué papel podemos jugar en su
transformación? No son, desde luego, preguntas a las que pueda pretender dar una
respuesta concreta, tanto por su dificultad como por su amplitud, pero sí van a servirme
como eje para hacer un pequeño repaso a algunas de las ideas que me interesa destacar
al respecto:
2.1.- ¿Cómo afecta eso a las personas de carne y hueso? ¿Qué supone para
una persona, dentro de este sistema, nacer hombre o nacer mujer?
No es difícil observar cómo el sistema de dominación de género afecta, y ha
afectado históricamente, a hombres y mujeres; especialmente a estas últimas, como
parte dominada, al haberlas excluido del ámbito público de toma de decisiones. Irene
Comins hace notar una posible relación entre esta exclusión de la ciudadanía y la
adjudicación de las responsabilidades domésticas, a pesar de las cuales, dice, las
mujeres siempre han participado activamente de la sociedad civil (2008: 7-10). Vicent
Martinez expone también cómo los hombres han perdido la capacidad de cuidado, y
cómo la falta de asunción de su fragilidad y vulnerabilidad les ha supuesto también un
desapoderamiento de sí mismos, y no solo de las mujeres (2001: 8-10). En sus
conclusiones expone:
Inicialmente nos dimos cuenta de que las éticas de la justicia ciegas a la
categoría de género, podían devenir sexistas, porque excluían a las mujeres de
los asuntos públicos de la justicia. Posteriormente nos hemos dado cuenta lo
que los hombres nos hemos perdido respecto de la ternura, el cuidado y el
cariño por considerarlos propios de las mujeres (2001: 13).
Pero la perspectiva que aquí me interesa, y por la que he propuesto el análisis
desde estas dos dimensiones, haría más referencia a cómo este sistema afecta a la vida
de una persona. Por concretar más, podría exponerlo preguntándome en qué medida
llega a condicionar la toma de decisiones de una persona durante su vida.
María Jesús Izquierdo utiliza comillas en los términos hombre y mujer para
referirse a la construcción social del género y a cómo el lugar que una persona ocupe
con respecto al mismo define una parte de su situación social, estableciendo así una
diferencia entre dichos términos y los hombres y mujeres sin comillas (1998: 71). Esta
diferencia me resulta especialmente atractiva y se encuentra en la línea de lo que yo
quiero destacar al separar estas dos dimensiones del problema, pudiendo llevar a
reflexiones tan interesantes como la siguiente:
Ese hombre que anuncia el acto antes de cometerlo está diciendo, sin saber lo
que dice, que en él, el “hombre” domina al hombre, que el sistema de
relaciones antagónicas “hombre”/”mujer” es el que gobierna sus actos, y el que
los debe gobernar en tanto que miembro del orden patriarcal. Cuanto menos,
está representando con sus advertencias los daños que causaría que se
comportara como un “hombre” (Izquierdo, 1998: 87).
Así podemos observar en qué medida esta dimensión regulatoria puede llegar
a afectar a la transformativa... lo que me lleva a la siguiente cuestión.
2.2.- ¿En qué medida podemos escapar de dicho sistema?
Parece estar claro que el sistema de dominación de género tiene una gran
influencia en la vida de todas las personas, aunque afecta de manera diferente a hombres
y a mujeres. Pero además, la negación u ocultación de dicho sistema dificulta
enormemente su transformación. Esta negación y mantenimiento puede observarse en
diferentes situaciones. Por ejemplo, María Jesús Izquierdo hace la siguiente reflexión al
respecto:
Cuando la violencia física de los hombres sobre las mujeres llega a un cierto
nivel, se convierte en la enunciación –en el sentido de anunciar o hacer correr
la noticia– de que las relaciones entre las mujeres y los hombres son de poder.
Tal vez por eso hay que denunciarlos, ha de comunicarse a la autoridad el
delito que han cometido, que no es haber maltratado a las mujeres, sino el de
haber hecho visible el carácter de las relaciones entre los “hombres” y las
“mujeres” (1998: 83).
Un buen ejemplo que hace visible hasta qué punto tenemos interiorizada la
dominación masculina, de forma que acaba por mantenerse muchas veces incluso
cuando buscamos su transformación, lo expone Irene Comins al estudiar lo que supuso
el paso de la escuela segregada a la mixta. Lo que debería haber supuesto una igualdad
real de oportunidades para hombres y mujeres, al igualar su educación, no solo
reprodujo los mismos patrones de desigualdad sino que dificultó su visibilidad social
(2009: 208-214).
2.3.- ¿Qué papel podemos jugar en su transformación?
Llegados a este punto, parecería que las personas de carne y hueso tenemos
poco que hacer frente a un sistema que está en la base de nuestra socialización... ya he
expuesto anteriormente la gran influencia que la dimensión regulativa ejerce sobre la
transformativa. Pero no debemos caer en los determinismos, ni biológicos ni culturales.
Vicent Martínez expone cómo cultura y naturaleza no están separadas, sino que
forman parte de un todo, dentro del cual, los seres humanos siempre tenemos, como
ejercicio de nuestra libertad, la posibilidad de deconstruir las competencias para actuar
violentamente, entre las que se encontrarían aquellas relacionadas con el sistema de
dominación, para reconstruir nuestras competencias para hacer las paces, estableciendo
nuevas relaciones de manera concertada (2008: 4-7). Concretamente, y en sus propias
palabras, debemos tener en cuenta que «entre las posibilidades humanas está la de no
polarizar los roles de los seres humanos por criterios de género» (2009: 176).
Es aquí donde cobra total relevancia la propuesta que desde la ética del cuidado
hace Irene Comins acerca de la coeducación. Ésta supondría la búsqueda de la
eliminación de la jerarquía de géneros y la unión de los saberes tradicionalmente
atribuidos a lo femenino y lo masculino por separado (2009: 209-214).
La base de su propuesta parte de la importancia del cultivo del cuidado en el
desarrollo de habilidades que tienen que ver con el reconocimiento de la diversidad y la
valoración de la pluralidad como una riqueza en el contexto de la complejidad; el
desarrollo de la empatía y la auténtica preocupación por el otro y la otra, que llevaría a
una diferente concepción de los conflictos; el reconocimiento y aceptación de la
fragilidad y vulnerabilidad humanas; y la necesidad de una educación afectiva y
sentimental. Además, todo ello debe estar inserto en el contexto de la educación para la
paz, que implica un compromiso y una auténtica concienciación en la importancia de
dicha educación sentimental y del cuidado, que deberían así mismo formar parte
fundamental del currículum (2009: 76-86, 181-188, 202-208).
3.- Recapitulando
-
He partido de la consideración del sistema de género como un sistema de
dominación del hombre hacia la mujer causante, además, del sistema de la guerra. Lo
que me ha llevado a estudiar las aparentes relaciones entre violencia y masculinidad por
un lado, y cuidado y feminidad por el otro.
-
Con respecto a la primera de dichas relaciones me parece imprescindible
resaltar que, si bien la violencia no es utilizada únicamente por los hombres, la
dominación masculina, además de suponer violenta por sí misma, ha extendido y
normalizado socialmente el uso de la violencia.
-
En cuanto a las prácticas del cuidado, puedo afirmar su gran importancia
en la transformación social hacia una cultura de paz en la que, por lo tanto, las mujeres
deben jugar un papel fundamental; sin que esto signifique en ningún caso que éstas no
puedan, y deban, ser igualmente cultivadas por los hombres
-
Analizar la dimensión transformativa del sistema de género me ha
servido para reivindicar, partiendo de las consideraciones anteriores, el papel
fundamental que tenemos las personas en la transformación de dicho sistema y cómo, a
través de las teorías que exponen principalmente Vicent Martínez e Irene Comins,
podemos reconstruir el sistema de género sin que suponga un sistema de dominación.
Bibliografía
COMINS MINGOL, IRENE (2008): La ética del cuidado y la construcción de la paz,
Barcelona, Icaria
COMINS MINGOL, IRENE (2009): Filosofía del cuidar, Barcelona, Icaria
IZQUIERDO, MARÍA JESÚS (1998): «Los órdenes de la violencia: especie, sexo y género»
en Fisas, Vicenç (ed.): El sexo de la violencia. Género y cultura de la violencia,
Barcelona, Icaria, 61-91
MARTÍNEZ GUZMÁN, VICENT (2001): Roles masculinos y construcción de una cultura de
paz, se puede encontrar este artículo en internet en la siguiente dirección:
http://www.golnotas.com/pdf-ROLES-MASCULINOS-Y-CONSTRUCCI%C3%93NDE-UNA-CULTURA-DE-PAZ/, consultada en Febrero de 2011
MARTÍNEZ GUZMÁN, VICENT (2009): «Género, paz y discurso» en Martínez Guzmán,
Vicent: Filosofía para hacer las paces, Barcelona, Icaria, 173-187
PINTOS PEÑARANDA, Mª LUZ (2010): «Fenomenología,, género y paz» en Comins
Mingol, Irene y Sonia parís Albert: Investigación para l paz. Estudios filosóficos,
Barcelona, Icaria, 51-71
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