Tema 4 LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX: LA CONSTRUCCIÓN DE UN

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Tema 4
LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX: LA CONSTRUCCIÓN DE UN RÉGIMEN
LIBERAL
Al iniciarse el siglo XIX, la guerra contra la invasión francesa originó en España una profunda
crisis del Antiguo Régimen. El proceso bélico desmoronó todas las instituciones de la monarquía
absoluta de los Borbones y abrió paso a las nuevas ideas liberales.
La crisis del Antiguo Régimen (1808-1814)
La crisis de la monarquía borbónica
La reacción de la monarquía de Carlos IV frente a la Revolución francesa fue declarar la guerra a
Francia, temerosa de la expansión por España de las ideas liberales.
L a guerra fue un fracaso y Manuel Godoy, el ministro más influyente, dio un giro radical a la
política exterior. Se alió con Napoleón para enfrentarse a Gran Bretaña y autorizó al ejército
francés a atravesar España para atacar a Portugal (tratado de Fontanebleau)
El descontento de parte de la población con las decisiones de Godoy provocó el estallido del
motín de Aranjuez que forzó la dimisión del ministro y la abdicación del rey en su hijo Fernando
VII. Ante la situación, Napoleón decidió convocar a Carlos IV y a Fernando VII en Bayona
(Francia) donde les hizo abdicar y aceptar el nombramiento de su hermano José Bonaparte
como nuevo rey de España.
La Guerra de la Independencia
Estos acontecimientos provocaron la rebelión popular y, el 2 de mayo de 1808, el pueblo de
Madrid se levantó contra las tropas francesas. Su ejemplo fue seguido en muchos otros lugares,
lo que provocó un movimiento de resistencia popular.
Se crearon las Juntas para dirigir la resistencia, coordinadas por la Junta Suprema Central,
mientras grupos de patriotas se organizaron en guerrillas para hostigar a los franceses.
El curso de la guerra cambió cuando la campaña de Rusia obligó a Napoleón a desplazar parte
de su ejército a aquel país. LA ayuda ofrecida por las tropas británicas bajo el mando de
Wellington resultó decisiva para que los franceses empezaran a abandonar el territorio español.
Ese mismo año se firmó el Tratado de Valencay, por el que Fernando VII recuperaba la Corona y
Napoleón retiraba sus tropas de España.
Las Cortes de Cádiz
Las abdicaciones de Bayona dejaron un vacío de poder, ya que el rey José I no gozó nunca de
la aceptación de los españoles. Por ello, la Junta Central convocó una reunión de Cortes en la
ciudad de Cádiz, el único territorio no ocupado por los franceses. Con enormes dificultades se
reunieron representantes de todos los territorios y la mayoría defendieron en las Cortes las
nuevas ideas del liberalismo e impusieron sus opiniones al sector más absolutista.
La primera decisión tomada por las Cortes fue revolucionaria: todos los presentes, con
independencia de su origen, se reunían en una única Asamblea y su voto tenía el mismo peso.
Esa nueva cámara se erigió, por tanto, en representación de la nación española y redactó una
Constitución, aprobada en 1812, que reflejó los principios básicos del liberalismo político:
soberanía Nacional, división de poderes, sufragio universal masculino y amplia declaración de
derechos.
Las Cortes de Cádiz aprobaron también unas leyes destinadas a abolir el Antiguo Régimen:
supresión de los señoríos, abolición de los gremios, supresión de la Inquisición e igualdad de
todos los españoles frente a la ley y los impuestos.
Pero la situación bélica impidió aplicar todo lo legislado en Cádiz. Frente a los liberales, que
impulsaron las Cortes y la Constitución, los antiguos privilegiados sólo deseaban el regreso a la
situación anterior a 1808.
El enfrentamiento entre absolutismo y liberalismo
La restauración del absolutismo
Fernando VII, llamado “el Deseado”, regresó a España en 1814. Los liberales pretendían que el
monarca jurase inmediatamente la Constitución de 1812, pero los absolutistas presionaron para
que restaurase el absolutismo y derogase toda la legislación liberal de las Cortes de Cádiz.
El rey clausuró las Cortes y anuló la Constitución. Era la vuelta al Antiguo Régimen.
Los opositores del absolutismo organizaron múltiples pronunciamientos, la mayoría de los cuales
fueron reprimidos y sus dirigentes ejecutados.
El trienio liberal
En 1820, un pronunciamiento protagonizado por el coronel Riego en Cabezas de San Juan
(Sevilla) logró triunfar, inaugurando el Trienio Liberal (1820-1823). El rey se vio obligado a acatar
la Constitución de 1812.
Pero este proceso reformista no contaba con la simpatía de Fernando VII, que pidió ayuda a las
potencias europeas para restaurar el absolutismo. La Santa Alianza encargó a Francia la
intervención militar en España, y, en 1823, los llamados Cien Mil Hijos de San Luis entraron en
España, derrotaron a los liberales y repusieron a Fernando VII como monarca absoluto.
La quiebra del absolutismo
Los gobiernos de Fernando VII se mostraron incapaces de dar solución a los graves problemas que tenía
que afrontar el país.
En primer lugar, existía una difícil situación económica debido a la guerra. Era imprescindible una reforma
fiscal que obligase a los privilegiados a contribuir con sus impuestos.
En segundo lugar, se produjo el conflicto dinástico. Fernando VII había tenido solo hijas y la ley sálica
impedía a las mujeres reinar en España. Para garantizar el trono a su hija mayor Isabel, el rey dictó la
Pragmática Sanción, que derogaba la ley anterior.
Muchos absolutistas no aceptaron el cambio y defendieron que el trono correspondía al príncipe Carlos,
hermano del rey. A finales del reinado de Fernando VII se hizo evidente la crisis del régimen absolutista y
la necesidad de reformas en profundidad.
Independencia de las colonias americanas (1808-1826)
En las décadas iniciales del siglo XIX se produjo la independencia de la mayoría de las colonias
americanas. Este proceso contribuyó a acelerar los problemas económicos y el desprestigio
político de la monarquía de Fernando VII.
A principios del siglo XIX, el malestar en las colonias desde hacia décadas estalló en forma de
guerras de independencia. Varios factores contribuyeron a ello:
La difusión de las ideas ilustradas y de los principios de libertad e igualdad
La proclamación de la independencia de los Estados Unidos.
El descontento de la burguesía criolla. Los criollos veían España como un freno para la
economía americana ya que obstaculizaba el comercio e imponía fuerte cargas fiscales.
En 1824, España perdió todas sus colonias excepto Cuba, Filipinas y Puerto Rico.
La revolución liberal (1833-1843)
La Guerra Carlista
A la muerte de Fernando VII, su hija y heredera tenía solo tres años. Los sectores más
absolutistas apoyaron los derechos al trono del hermano de Fernando VII, don Carlos. Para
defender los derechos de su hija, su madre Mª Cristina, que era la regente, buscó el apoyo de
los liberales. Se inició así una guerra civil, que bajo la forma de un conflicto dinástico, significaba
el enfrentamiento entre absolutistas (carlistas) y liberales (isabelinos)
El Convenio de Vergara puso a la Guerra, pero el carlismo se mantuvo a lo largo de casi todo el
siglo XIX.
Las reformas progresistas
Los liberales se hallaban divididos en dos facciones: los moderados, partidarios de reformas más
limitados y los progresistas, que querían desmantelar toda la estructura del Antiguo Régimen.
Entre 1835 y 1837, los progresistas, encabezados por Mendizábal implantaron un régimen
liberal. Un conjunto de leyes permitieron la disolución del régimen señorial, la desvinculación de
la propiedad y la desamortización de las propiedades del clero.
Este proceso culminó con la Constitución de 1837, que inauguró un largo periodo de monarquía
parlamentaria en España. El nuevo texto reconocía la soberanía nacional y los derechos
individuales pero aceptaba el papel moderador de la Corona, a la que concedía algunos poderes
(derecho de vetar las leyes, de disolver el Parlamento), y el sistema electoral era censitario.
La etapa isabelina: el liberalismo moderado (1843-1868)
En 1843 las Cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel II y la proclamaron reina.
La década moderada (1843-1854)
Durante el reinado de Isabel II, el Partido Liberal Moderado estuvo, con breves excepciones, al
frente del gobierno con el apoyo de la monarquía. En esta etapa se consolidó el liberalismo en
España, pero con un carácter conservador y centralista.
En los diez primeros años de la mayoría de edad de Isabel II y bajo los impulsos del general
Narváez, se proclamó la Constitución de 1845, que establecía un sufragio muy restringido y la
soberanía compartida entre las Cortes y el rey. También se firmó un Concordato con la Santa
Sede que configuraba un Estado confesional.
Otras reformas fueron la de Hacienda, que centralizó los impuestos en manos del Estado y la
elaboración de un Código penal. También creó la Guardia Civil para mantener la ley en el medio
rural.
Del bienio progresista a la crisis del sistema isabelino
En 1854 triunfó un pronunciamiento militar apoyado por progresistas y por moderados
descontentos.
Madoz llevó a cabo una nueva desamortización, que afectó a los bienes de los ayuntamientos y
también se impulsó la construcción del ferrocarril.
La última etapa del reinado de Isabel II (1856-1868) fue de alternancia en el poder entre los
moderados y la Unión Liberal. La oposición al régimen fue en aumento y surgieron nuevos
grupos político, como los demócratas, que defendían el sufragio universal masculino, y los
republicanos que abogaban por la abolición de la monarquía.
El sexenio Democrático (1868-1874)
La Revolución de 1868
A partir de 1866 se produjo una grave crisis económica que, unida al desgaste político del
régimen isabelino, desencadenó una revolución contra la monarquía.
Las tropas fieles al Gobierno y a la reina fueron vencidas e Isabel marchó al exilio.
Se formó un gobierno provisional que aprobó una Constitución de 1869.
La monarquía democrática (1870-1873)
La Constitución de 1869 establecía la monarquía como forma de gobierno y hubo que buscar un
rey entre las dinastías europeas. El elegido fue Amadeo de Saboya, de la casa real italiana, con
una concepción democrática del papel de la monarquía, el cual llegó a España a finales de 1870.
Pero Amadeo contó siempre con la oposición de los moderados, los carlistas y la Iglesia, que se
mantuvieron fieles a los Borbones.
Faltos de apoyos y con demasiados problemas por resolver, Amadeo de Saboya renunció al
trono en 1873.
La Primera República (1873-1874)
Ante la abdicación del rey, las Cortes españolas votaron por una gran mayoría la proclamación
de la República.
Los republicanos tenían un amplio programa de reformas sociales y, por primera vez, se
pretendió organizar el Estado de forma federal.
Pero la República tuvo que enfrentarse a un buen número de problemas: las guerras carlistas y
cubana; las divisiones entre los propios republicanos y, finalmente, los republicanos más
radicales precipitaron revueltas sociales.
En enero de 1874, un golpe de Estado protagonizado por el general Pavía disolvió las Cortes y
entregó la presidencia del gobierno al general Serrano. Pero la base social que podía apoyarle
había optado ya por el regreso de la monarquía.
La Restauración monárquica (1874-1898)
En diciembre de 1874, el general Martínez Campos proclamó en Sagunto, a Alfonso de Borbón,
hijo de Isabel II, como rey de España.
El nuevo sistema político, configurado por Antonio Cánovas del Castillo, tenía un carácter
claramente conservador.
Existían dos grandes partidos:
El partido conservador, liderado por Cánovas del Castillo
El partido liberal, encabezado por Sagasta
La estabilidad del sistema vino favorecida por la redacción de una nueva Constitución (1876),
que representaba un claro carácter moderado.
Conservadores y liberales se pusieron de acuerdo para alternarse en el ejercicio del poder (turno
pacífico), controlando la vida política española.
Esta situación era posible gracias a un sistema electoral corrupto que manipulaba las elecciones
y no dudaba en falsificar actas o comprar votos. Además, se utilizaban todo tipo de prácticas
coercitivas sobre el electorado, valiéndose de la influencia política y del poder económico que
determinados individuos ejercían sobre el conjunto de la sociedad, sobre todo en las zonas
rurales (caciquismo)
El afianzamiento de un Estado centralizado y uniformista provocó la emergencia de movimientos
nacionalistas en Cataluña, en el País Vasco y en Galicia
En 1895 estalló una nueva insurrección en Cuba por la incapacidad de la administración
española para hacer reformas políticas en la isla, dotarla de autonomía y reducir el control
económico ejercido desde España. Además, Estados Unidos apoyaba a los insurrectos a causa
de los aranceles que impedían el comercio, sobre todo del azúcar.
El fin del conflicto llegó en 1898, cuando Estados Unidos declaró la guerra a España, tras el
hundimiento del acorazado Maine en el puerto de La Habana. Después de una corta guerra,
España fue derrotada y perdió sus últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
La derrota de 1898 provocó en la sociedad y en la clase política española un estado de
frustración y arraigó en ella una fuerte sensación de pesimismo. Como reacción surgieron
movimientos regeneracionistas que pedían una verdadera democratización del Estado y el fin del
caciquismo y la corrupción.
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