Carpeta N°2 - LOS ENEMIGOS DEL ALMA

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Carpeta N°2 ‐ LOS ENEMIGOS DEL ALMA ‐ Lección 1: LA AMARGURA (Parte I) Introducción: Estaremos viendo en estas dos primeras clases la Amargura y el Resentimiento los cuales son pecados que coexisten, es decir, que van de la mano tal como lo veremos a lo largo de la clase. Tanto la amargura como el resentimiento son actitudes que denotan la falta del espíritu de reconciliación. Estos sentimientos son sumamente perjudiciales y peligrosos ya que: - Afectan nuestra vida espiritual y nuestra comunión con Dios. - “Manchan” el cuerpo de Cristo lastimándolo, no permitiendo que la bendición de Dios fluya, siendo de tropiezo para la obra de Dios. I. La amargura La amargura se origina y se desarrolla cuando nos ocurre algo que nos provoca enojo o dolor. Quizá estuvimos expuestos a malos tratos, críticas o desprecios, pero sea cual fuere la causa, dentro nuestro acumulamos amargura. Podemos notarlo cuando la sola mención del nombre de la persona que nos ha herido nos provoca un sentimiento negativo y cualquier comentario que hagamos al respecto seguramente irá cargado de resentimiento, (aunque tratemos de disimularlo). La amargura y el resentimiento indican la falta de perdón y de reconciliación. Este sentimiento es como un cáncer que va creciendo: primero se muestra como rencor, luego se convierte en odio, y a veces llega hasta la búsqueda de venganza, de retribuir de alguna manera la mala acción. La amargura es una emoción involuntaria que se agrava con el deseo de no querer perdonar de modo que echa raíces y crece hasta cubrirlo todo, absorbiendo los pensamientos y las fuerzas de la persona, y destruyendo su vida espiritual debido a que no permite el correr de la bendición del Señor por la persona. “El resentimiento y la voluntad de no perdonar son un problema importante en la vida espiritual y pueden repercutir en la salud, tanto psicológica como física”. Dios nos llama a una acción diferente: a perdonar y amar al ofensor. Jesús nos enseña a perdonar a todos los hombres sus ofensas. El Padre nuestro dice: “...y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. (Mt 6:12). Esta palabra “como”, nos da a entender que así como nosotros perdonamos, así es como Dios nos perdona. Con la vara que medimos seremos medidos, y al no perdonar los más perjudicados seremos nosotros. “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mt 6:14‐15). En la muerte de Jesucristo fue crucificado nuestro viejo hombre, y es el Señor el que ahora vive en nosotros por medio del Espíritu Santo. Leer: Ro 6:6, Gá 2:20, Fil 4:13, Mr 11:25, Ro 12:18. El perdonar tiene que ver con tomar una decisión concreta, no debe basarse en los sentimientos ya que éstos podrían traicionarnos, por otra parte es un mandamiento y no da opción. II. Dos ejemplos de amargura en la Biblia 1. La amargura de Leví y de Simeón: (Gn 34) Este relato nos muestra como un príncipe llamado Siquem deshonró a la hermana de estos hombres, llamada Dina. Jacob, el padre de la muchacha, logró perdonarlo a pesar de todo y a arreglar las cosas, pero Leví y Simeón dieron lugar a la amargura y al resentimiento. ¿Qué hicieron ellos?, tomaron cada uno su espada y mataron a todos los hombres de la ciudad donde vivía el príncipe Siquem desprevenidamente. Algunas lecciones de esta historia: A. La raíz de amargura nos ciega de tal manera que no medimos lo que hacemos. B. La raíz de amargura hace brotar en nosotros deseos de venganza. C. La raíz de amargura nos lleva a justificarnos pensando que está bien lo que hacemos, pues ellos dijeron: “¿Había él de tratar a nuestra hermana como a una ramera?”. D. La raíz de amargura afecta a todos los que nos rodean. Jacob se vio avergonzado por el obrar de sus hijos. Respecto al último punto, tengamos en cuenta que la amargura es “contagiosa”, es un sentimiento que contagia a muchos tal como lo expresa Hebreos 12:15. 2. La amargura de Simón: (Hch 8:9‐25) En Samaria había un hombre llamado Simón que ejercía la magia y era tenido por “un grande”. Cuando el evangelio llegó a Samaria él creyó y se bautizó, aunque todavía no había renunciado a las cosas del mundo. Cuando él vio que los apóstoles imponían las manos y los creyentes recibían el Espíritu Santo, ofreció dinero para obtener ese don. La respuesta de Pedro fue: “Arrepiéntete de esta maldad, ...porque es hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás”. Algunas lecciones de esta historia: A. El deseo de figurar y de anhelar puestos en la iglesia termina generando amarguras. El humilde en cambio no se amarga y sirve en lo que Dios le da. B. La envidia y el compararnos genera amargura para con los líderes, los hermanos en general y aún para con Dios. C. La raíz de amargura no nos deja discernir que la obra de Dios es Santa y no se compra con dinero como si fuera un trabajo secular. Es de Dios y para Dios y debo servir en lo que sea que Dios me ha dado. Año 2015 Iglesia “Rey de Reyes” Pastores Claudio y Betty Freidzon 
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