ESTUDIO BÍBLICO: Los enemigos del Alma La Amargura y la falta de espíritu de reconciliación Introducción: Debemos preguntarnos por qué vemos la amargura juntamente con la falta de espíritu de reconciliación. El motivo es que ambos pecados coexisten, es decir, van de la mano, tal como lo veremos en esta clase. Estos sentimientos son sumamente perniciosos: 1. afectan nuestra vida espiritual, nuestra comunión con Dios. 2. “manchan” el cuerpo de Cristo lastimándolo, no dejando que corra la bendición y siendo tropiezo para la obra de Dios. De modo que nosotros somos responsables directos ante Dios y ante la Iglesia por el daño que ocasionan estos pecados. La Amargura La amargura se origina y se desarrolla cuando algo que nos ocurre nos provoca enojo o dolor, y nosotros no cumplimos con la Palabra “No se ponga el sol sobre vuestro enojo” (Efesios 4:26) es decir, permitimos que la situación, transcurra mas allá del día del incidente sin resolver lo que se ha gestado en nuestro corazón. La amargura puede resultar de dos situaciones: 1. un perjuicio o una ofensa real, que nos han causado. A veces intencional, otras veces no. 2. un perjuicio u ofensa imaginaria, cuando creemos que tal persona nos quiso dañar, pero en la práctica el otro ni se entera. El enemigo nos hace ver lo malo que no existe. ¿Cómo limpiarnos de la Amargura? Reconocer que lo que estamos sintiendo es pecado y arrepentirnos de sentirlo. No justificarnos que pensamos que tenemos “razones” para sentirnos así. No por ello deja de ser pecado. Perdonar en oración al ofensor por todo lo ocurrido. Ir a hablar a solas y con sinceridad con la persona que nos ofendió y abrir nuestro corazón ante ella. Pedirle perdón a esa persona si hemos pensado malamente de ella, o hablado mal de ella con otros. Si la persona no reconoce su falta cumplir nosotros con el Señor perdonando y pidiendo perdón. Encomendar nuestra causa a Dios y descansar en El cuando a pesar de toda la situación que nos amargaba aún subsiste. Como vemos, el remedio para la amargura es el perdón, del cual hablaremos más adelante. Dos ejemplos de Amargura en la Biblia La amargura de Leví y Simeón (Génesis cap. 34) Este relato nos muestra como un príncipe llamado Siquem deshonró a la hermana de estos hombres, llamada DINA. Jacob, el padre de la muchacha, logró perdonarlo a pesar de todo y arreglar las cosas, pero Leví y Simeón dieron lugar a la amargura y al resentimiento. ¿Qué hicieron ellos? Tomaron cada uno su espada, y mataron a todos los hombres de la ciudad donde vivía el príncipe Siquem desprevenidamente. Algunas lecciones de esta Historia 1. la raíz de amargura nos ciega, de tal modo que no medimos lo que hacemos 2. la raíz de amargura hace brotar en nosotros deseos de venganza. La historia de Simón y como su raíz de amargura lo cegó En Hechos 8:18, vemos como Simón deseaba la magia y era tenido por un “grande”. Cuando supo de Jesús, él creyó y se bautizó, aunque todavía no había renunciado a su vida pasada. Cuando él vio que los apóstoles imponían sus manos y los creyentes recibían el Espíritu Santo, ofreció dinero para obtener ese don. La respuesta de Pedro fue: detente de esta maldad… porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. Las lecciones de esta historia 1. el deseo de figurar, de anhelar puestos en la Iglesia, termina generando amarguras. El humilde no se amarga y sirve en lo que Dios le da. 2. la envidia y el compararnos genera amargura para con los líderes, los hermanos en general y aún para con Dios. 3. la raíz de amargura no nos deja discernir que la obre de Dios es Santa, y no se compra con dinero como si fuera un trabajo secular. Es de Dios y para Dios y debo servir en lo que sea que Dios me ha mandado. La falta de Espíritu de Reconciliación El Señor Jesucristo murió por nuestros pecados para reconciliarnos con Dios (Romanos 5: 11) Nuestro corazón debe llenarse de gozo al pensar que mi Señor murió para que recibiera el perdón de todos mis pecados, aún aquellos que no me atrevería ni a mencionar. “Y vosotros estando muertos en pecados… os dio vida juntamente con Él, perdonándoos todos los pecados”. Si Jesús ha hecho tal obra con nosotros, ¿no deberíamos perdonar a los demás? ¿no deberíamos aceptar a los demás tal cómo son? ¿no deberíamos aborrecer nuestra falta de perdón? Muchas veces argumentamos: “el Señor sabe que es difícil perdonarlo porque me ha hecho muchas”, para ello sería bueno que meditemos en la parábola de los dos deudores. Parábola de los dos deudores (Mateo 18: 23-45) Allí podemos extraer las siguientes lecciones: 1. El que no perdona es egoísta, porque él acepta el perdón de Dios, pero no está dispuesto a darlo. 2. el que no perdona exige a los demás una perfección que él mismo no tiene. 3. el que no perdona va a ser juzgado por Dios con la misma vara con la que midió a su semejante. 4. que nuestro lema para con el prójimo sea: “La misericordia triunfa sobre el juicio” (Santiago 2:13) Algunas señales de un espíritu no perdonador 1. Deseo de hacer justicia por nuestra mano. 2. Obsesión en cuanto a pensar y hablar del tema. 3. Una angustia amarga “porque donde hay contención, hay perturbación y toda obra perversa” 4. Serias dificultades para orar. 5. Espíritu y actitud irascible. Consecuencias del no perdonar Dios no nos perdona (Lucas 6: 37) Se levanta una barrera, dividimos el Cuerpo de Cristo, y por lo tanto no estamos en condiciones de tomar la Cena del Señor porque estamos bajo juicio. La bendición de Dios no está sobre nosotros. ¿Qué hacer cuando alguien tiene algo en contra de nosotros? La respuesta está en Mateo 5: 23- 24 Debemos ir a él aunque no le hayamos hecho nada, no podemos permitir que nuestro hermano siga amargado y dolido. Acercarnos y decirle que lo notamos distinto para con nosotros, preguntarle si le hemos ofendido en algo, que nuestro deseo es que nos amemos y estemos en paz, es nuestra obligación el agotar todos los medios para que nuestro hermano no siga preso de la amargura. ¿Qué debo hacer si me entero que un hermano tiene algo contra otro que no sea yo? También debo procurar dentro de mis posibilidades que halla paz entre ellos. “bienaventurados los pacificadores” dice el Señor. En todo caso es nuestra responsabilidad el orar por los que viven en amargura y falta de perdón, “y Dios les dará vida” (1º Juan 5: 16) ¿Cómo limpiarnos de nuestra falta de perdón? 1. Reconociendo nuestro pecado delante de Dios. 2. Pidiéndole a Dios que nos ayude con su amor a perdonar. 3. yendo a hablar con la otra persona con franqueza, con un espíritu humilde y conciliador. Un sencillo modelo de oración podría ser: “Dios mío eres tú, el que perdona todos mis pecados. Te alabo por tu misericordia, y te ruego en esta hora, que perdones mi amargura, y mi falta de perdón. Quiero caminar en rectitud e integridad. Ayúdame a estar en paz con mis hermanos, y a restaurar todo el daño que haya ocasionado. ¡Eres maravilloso! Te pido todo en el Nombre de Jesús. Amén.