las dos caras de ira en la iliada

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enero - junio 2013
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: ῆ (mênis) − ό
(khólos)
Jeison Andrés Suárez
Universidad del Valle
Recibido: diciembre 2012; aprobado: marzo 2013
Revista Légein N° 16, enero - junio 2013: 7 - 26
ISSN 1794-5291
Andrés Suárez
Estudiante del Departamento de Filosofía de la Universidad del Valle. Su campo
de interés es la Fenomenología de Edmund Husserl y Marc Richir.
Correo electrónico: [email protected]
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ῆ (ĒĵēĎĘ) − ό (ĐčŘđĔS)
:
Jeison Andrés Suárez
Universidad del Valle
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El tema general del texto consiste en la exposición en favor de la caracterización
realizada en la Ilíada en torno al sentimiento de la ira. Delimitar, señalar y clasificar las
dos formas de ira que convergen, se constituyen y exhiben en la figura de Aquiles es
el primer objetivo hacia donde se orienta mi reflexión. Se trata en últimas de aceptar
plenamente la descripción homérica de la ira como una pasión, estado de demencia,
anublamiento o perplejidad momentánea de la conciencia moral que deriva en una
especie de semi-locura parcial y pasajera que debe atribuir su aparición o bien a
causas fisiológicas y psicológicas, o bien a un agente externo, en ocasiones divino y
sobrenatural como la ἄ (ate) con el fin de justificar sus acciones. Llamaré a esta
peculiaridad “la conciencia de sí como conciencia de otro”. Mi objetivo secundario,
no menos importante que el primero, consiste en plantear la cuestión de si el
sentimiento, la emoción o la pasión que afecta a Aquiles y que constituye, entre otras
cosas, el tema central de la Ilíada es lo que nosotros denominamos vulgarmente ‘ira’,
ῆ (mênis) para los griegos, o si es algo distinto, que solo sienten los dioses y
héroes como Aquiles que se denomina ό (khólos).
Palabras clave: Homero, ilíada, ira, Troya, Aquiles.
A
The overall theme of the text is the exposure in favor of the characterization in
the Iliad concerning the feeling of anger. The first aim is to delimit, show and sort
both forms of anger that converge, constituted and exhibit in Achilles’s figure.
Accepting Homer´s description of anger as a passion, state of dementia, clouding or
momentary bewilderment of the moral consciousness resulting in a kind of partial
and passenger madness that must attribute his appearance rather to physiological
and psychological causes or to an external agent ocasionally divine and supernatural
as ἄ in order to justify their actions. I call this peculiarity self-consciousness
as consciousness of other. The second aim is to propose the issue of whether the
feeling, emotion, passion that affects Achilles is what we commonly call anger, ῆ
for the Greeks, or whether is something different which only the gods and hero’s like
Achilles feel that is called ό.
Keywords: Homer, Iliad, Wrath, Troy, Achilles.
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La ira del rey es mensajero de muerte;
Mas el hombre sabio la evitará.
Proverbios 16:14
Pesada es la piedra, y la arena pesa;
Mas la ira del necio es más pesada que ambas.
Cruel es la ira, e impetuoso el furor;
Proverbios 27:3,4
Para muchos estudiosos del mundo griego la mirada de asombro
y la curiosidad con la que éstos contemplaron la naturaleza es la
base prístina para las primeras manifestaciones orales con las cuales
intentaron los poetas explicar el mundo mediante mitos y leyendas.
Aproximadamente hacia el 1580 a.C y durante la edad de bronce da
comienzo el periodo histórico que los arqueólogos denominan como
“heládico reciente”, periodo que coincide con la hegemonía de la ciudad
de Micenas en la Argólida. La guerra de los micénicos, que buscaban el
dominio absoluto de las rutas comerciales que conectaban el estrecho
de Helesponto —Dardanelos en la actualidad— con el mar de Mármara,
contra los habitantes de la ciudad de Ilión, dio lugar a mitos y leyendas
sobre la guerra, el amor, la ira, la venganza, el honor, el engaño, la
amistad o enemistad entre hombres y dioses. Dio lugar a toda una
tradición oral que se recoge y se ejemplifica ella misma en la narrativa
poética de Homero1.
En los anales de la poesía griega surgen con las epopeyas los
personajes y héroes que generalmente conforman los versos de los
cantos homéricos. Héroes que poseen características humanas pero
Si bien hay desacuerdo respecto de los eventos sucedidos en Troya, hay medianamente
consenso en los siguientes aspectos: 1) que lo sucedido en Troya fue relevante en el
lenguaje entero de los poemas homéricos, y constituyó los temas predilectos de las narraciones orales (L
1971: 68-98); 2) que las formas artísticas exclusivamente orales
que se producen a partir de los eventos en Troya dan el contorno del ethos del verso homérico que se caracteriza por su curiosa mezcla de peculiaridades eólicas y jónicas tempranas y tardías (O 2002: 23); 3) que las primeras composiciones orales de epopeyas
como la Ilíada y la Odisea fueron puestas por escrito en un nuevo alfabeto griego aproximadamente entre el 700-650 a.C (H
1963: 115); 4) que las complicadas formas
artísticas verbales de la poesía homérica dependen de métodos orales de composición
(P
1971: xix) y del ingenio del rhapsōidein para formular un grupo de palabras y
expresar una idea esencial (P
1971: 272) que se agrupa alrededor de temas que
resultan predilectos tales como la valentía del guerrero en combate, la descripción de
los ejércitos, el saqueo de las ciudades y los bene icios del botín de la guerra, etc.
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en un nivel muy superior, con frecuencia exageradas, cualidades
moralmente ambiguas y excesivas. Todas estas características, que
pertenecen en su mayoría a guerreros como Aquiles y Héctor son
puestas de manifiesto en la Ilíada donde se relatan las principales gestas
bélicas que surgen entre los pueblos griegos a causa de la intervención
de los dioses.
A diferencia de otros poetas, la epopeya homérica sugiere una
peculiar concepción acerca de la naturaleza de los héroes: ellos son
superiores por sus hazañas, sus cualidades oratorias y la capacidad de
defender, a pesar de los riesgos, todo su honor. La conducta de estos
héroes en el mayor de los casos no es moralmente superior a la de los
demás hombres. En el caso de Aquiles con frecuencia ocurre todo lo
contrario; se cree superior a la humanidad entera y a los otros reyes
porque a fuerza se ha convencido que su estirpe divina le da el derecho
de hacer su voluntad:
¡Átrida! Empezaré combatiéndote por tu imprudencia, como me
es permitido hacerlo […] Mas a ti, el hijo del artero Cronos, de
dos cosas te ha dado una. Te concedió que fueras honrado como
nadie por el cetro, y te negó la fortaleza que es el mayor de los
poderes. ¡Desgraciado! ¿Crees que los aqueos son tan cobardes
y débiles como dices? Si tu corazón te incita a regresar, parte:
delante tienes el camino y cerca del mar gran copia de naves que
desde Micenas te siguieron; pero los demás melenudos aqueos
se quedarán hasta que destruyamos la ciudad de Troya (Ilíada
IX/32-53)2.
El héroe homérico destaca sobre todo por su capacidad para
afrontar su destino y preferir una muerte gloriosa antes que una vida
sin reconocimiento; es sensible a la gloria y sus gestas están destinadas
a preservar su fama en el futuro: “pero no quisiera morir cobardemente
y sin gloria, sino realizando algo grande que llegara a conocimiento de
los venideros” (Ilíada XXII/303-306). En este sentido, la superioridad
de un héroe sobre otro, de Aquiles sobre el rey o Héctor se hace
evidente. Héctor, por ejemplo, es inferior a Aquiles porque teme a la
2
En adelante, todas las citas de la Ilíada son referentes a la traducción de Luis Segalá
y Estalella. La primera parte de la cita, los números que aparecen según la representación romana, hacen referencia a un canto especí ico. La segunda parte, aquella que se
representa según la forma arábiga, especi ica el número del verso incluido en el canto.
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muerte y en un momento dado olvida su destino. Sin embargo, el teucro
es consciente de su porvenir al despedirse de Andrómaca y su sentido
del honor le impulsa a regresar al combate (Ilíada VI/486 y ss.). Sus
victorias posteriores le hacen perder la conciencia de que su éxito es
pasajero, puesto que no escucha por dos veces o más los consejos y
la advertencia de Polidamante. Héctor se aferra a las esperanzas de
expulsar a los aqueos y matar al rey de los mirmidones. Solo, después
de haber “deliberado” consigo mismo y haber resuelto enfrentarse
a Aquiles reconoce su error y recuerda que no ha hecho caso de los
consejos de Polidamante. Aquiles, en cambio, sabe que el destino de los
seres humanos proviene del sufrimiento y la muerte.
Indudablemente en este poema hay un interés por lo humano que
emerge y se yergue sobre el fondo de una sociedad bélica y primitiva3.
Dicha preocupación se manifiesta en la compasión ante el sufrimiento
y la muerte que pueden padecer todos los hombres. Esta compasión se
destaca cuando Aquiles recibe al rey Príamo en su tienda y se apiada
del padre que ha llegado a escondidas al campamento enemigo para
solicitar el rescate del cadáver de su hijo amado (Ilíada XXIV/503 y ss.).
Este interés por lo humano preludia la tragedia clásica y el afán
característico de la cultura griega antigua por la explicación racional
que se logra a través de las acciones que realizan los héroes llegados de
la epopeya homérica; “así es como percibimos que el arte de Homero
se ejerció primero en un sentido puramente literario a través de una
elección constante de los rasgos esenciales. Y solo conservó el aspecto
más humano en todo lo que concernía a la imagen de sus héroes”
(R
1997:26).
¿Qué es lo que hace tan humano a héroes como Héctor o Aquiles? En
ambos casos, estos dos personajes expresan los sentimientos humanos
más esenciales, presentándolos de la forma más desnuda posible: el
primero expresa el cariño por su esposa, el sentido de responsabilidad
en la guerra y el deseo de esperanza de que el hijo sea superior en virtud
a lo que fue el padre. El segundo, en cambio, nos muestra lo irracional
de la ira, la cólera como una pasión ambivalente, peligrosa, aunque
noble; es expresión de grandeza a menudo mortal y trágicamente
desviada, pero expresión de grandeza al fin y al cabo (Ilíada XXIV/559 y
3
(Cfr. V
, 1982: 140).
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ss.). En esto radica la verdadera importancia de los cantos heroicos y la
gran hazaña de Homero: poner y prestar en calidad de cualidades “las
emociones o los gestos más fundamentales” (R
1997:26) a los
héroes que son los protagonistas de la poesía épica.
Aquellos sentimientos o emociones que se ponen en juego (la
cólera, la ira, el amor, la ternura, la compasión) se reducen a formas
puras e intensas que son puestas de manifiesto a través de reacciones
espontaneas, vivas y francas, irracionales si se prefiere, que por
momentos no van acompañadas de análisis ni de reflexión como
tampoco de juicios de orden moral:
Así dijo. Abrieron las puertas quitando los cerrojos y a esto se
debió la salvación de las tropas […] estos, acosados por la sed y
llenos de polvo, huían por el campo en derechura a la ciudad y a
su alta muralla. Y Aquileo los perseguía impetuosamente con la
lanza, teniendo el corazón poseído de violenta rabia y deseando
alcanzar la gloria (Ilíada XXI/536-543)4
Este fragmento del canto XXI nos muestra la facilidad con la que
Homero es capaz de adjudicar a los héroes aquellas emociones, gestos
o sentimientos que hacen más humanos a los hombres. Logra, de igual
forma, mediante sus versos decir o sugerir en pocas palabras lo que
otros no alcanzan a decir en un tratado o en un ensayo; además, logra
“acercar a esos héroes a los lectores y a su experiencia en cualquier
época y en cualquier lugar” (R
1997: 28). ¿Por qué entonces nos
resulta tan humana y tan familiar la ira o la cólera que padece Aquiles?
¿Por qué tenemos la convicción de que los impulsos no sistematizados
(ά)5 y no racionales (ό)6 y los actos que resultan de ellos,
tienden a ser excluidos del yo y adscritos a un origen ajeno? En fin, ¿Qué
clase de ira es la que padece Aquiles?
(Cfr. Ilíada VIII/346 y ss.; XII/464 y ss.; XX/418 y ss.; XXI/519 y ss).
De inición: Tener bilis, irritarse, enfadarse contra algo. Sinónimo: estar demente, estar
furioso.
6
Cuando hablamos de impulsos no racionales hacemos referencia a un tipo de situaciones en las que el sujeto actúa motivado y mientras está bajo los efectos de un estado
emocional intenso como es el caso de la ira.
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Ante todo ¿qué es la ira? En el sentido más general podemos decir
que es un instrumento del cual se vale el sujeto para establecer una
preliminar y básica relación con aquello que apetece por el padecimiento
de tal sentimiento. La ira es el sentimiento por medio del cual el sujeto
entra en relación con el objeto de ese sentimiento, en este caso, el objeto
de la ira. Esta primordial relación hace posible el vínculo con la realidad
y con el mundo porque la mayoría de las veces el objeto de la ira son
otros sujetos o cosas del mundo. Esta relación individúa al sujeto y lo
ubica como el portador de la emoción afectiva frente al objeto de su
ira. Es gracias a esta relación afectiva del sujeto con el objeto, mediada
por cualquier sentimiento, que el modo de relación de cada quien con
la realidad es particular e individual. Deducimos de esto que la ira en
cuanto sentimiento es un instrumento del que dispone el sujeto que le
permite relacionarse con objetos y consigo mismo. La ira, por tanto, es
un “estado del yo” en la medida en que tal yo tiene el carácter de ser un
sujeto que lleva a cabo acciones motivado por el padecimiento de un
estado afectivo o emocional, que llamamos nosotros sentimiento, hacia
un objeto particular que se constituye como el objeto de su sentimiento.
Dijimos que el tema de la Ilíada versa sobre la ira, un sentimiento o,
por utilizar el término tradicional, una pasión. Si la ira es tal, es decir,
un estado inmediato del yo, entonces, tener ira es estar afectado por
un sentimiento solo en la medida en que un objeto la provoca. En el
caso de la Ilíada la ira es particular, es ira de un sujeto que está bajo
los efectos de un estado emocional intenso. En Retorica libro II 1378 a
20-1378 b 10, Aristóteles hace un análisis de las pasiones y comienza
con la descripción del sentimiento de la ira, definiéndola del siguiente
modo: “admitamos que la ira es un apetito penoso de venganza por
causa de un desprecio manifestado contra uno mismo o contra los que
nos son próximos, sin que hubiera razón para tal desprecio”. Si tenemos
en cuenta esta definición podríamos decir que la ira es todo lo anterior
y además una emoción que se puede expresar con rabia, irritabilidad,
resentimiento, furia y enojo. Una emoción que incluye efectos físicos
notorios como el aumento en el ritmo cardiaco, la manifestación de
la rabia en los ojos y el aumento del nivel de adrenalina en el cuerpo,
características que a menudo encontramos en el héroe homérico: “sus
ojos brillaban como el fuego” (Ilíada XII/466 y ss.).
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La ira es uno de los sentimientos predominantes, cognitiva y
fisiológicamente, cuando una persona toma conscientemente la decisión
de actuar en respuesta a la actitud amenazante de una fuerza externa
y ante la cual se siente amenazado. Se padece la ira con la “pretensión”
no reflexiva de salvaguardar la identidad del yo de aquel objeto que lo
amenaza.
Mientras la mayoría de los que han experimentado la ira explican su
despertar como el resultado de algo que les ha sucedido a ellos, como un
hecho totalmente inexplicable que ha surgido por efecto de una pasión
incontrolable, otros apuntan que una persona que padece la ira o que
es irascible puede fácilmente estar equivocada debido a que la ira causa
una pérdida en la capacidad de auto-monitorearse y en la observación
objetiva de los hechos (Ilíada IX/119 y ss.). Si esto es la ira, entonces,
es necesario que el iracundo se encolerice contra un individuo concreto
pero nunca contra el hombre en general, por ejemplo; y que sea por algo
que le han hecho o iban a hacerle a él mismo o a los suyos. En este caso,
el sentimiento de la ira le sigue un cierto placer nacido de la esperanza
de vengarse.
Esto parece suponer que el sentimiento de la ira, o lo que por tal
solían entender en la Grecia antigua, al menos desde la definición que nos
brinda Aristóteles, es semejante y se corresponde con la caracterización
que tenemos de dicho sentimiento en la actualidad. Paradójicamente
esta semejanza no sucede con todos los sentimientos. Recordemos, por
ejemplo, cómo fue descrito por Platón en El banquete el sentimiento
del amor mediante la relación entre un varón adulto y un varón
adolecente, representado en la figura de Sócrates y Alcibíades, y cómo
la Modernidad, contrariamente, ilustró dicho sentimiento mediante la
relación de dos jóvenes representados en personajes como Rafael de
Valentín y Paulina, Matilde de la Mole y Julien Sorel o entre Fabricio del
Dongo y Clelia Conti. También, y en relación con el sentimiento de la
ira, han dicho algunos que los sentimientos, o que algunos de ellos, son
una creación cultural. En otras palabras, que aprendemos en nuestra
cultura al menos algunos de los sentimientos que poseemos.
Si esto es así, podemos suponer que la definición aristotélica de la ira
se corresponde con la moderna; es decir, que la ira en la Grecia antigua
es el sentimiento de la ira según es definida en la actualidad, o, mejor
aún, que la definición de Aristóteles en el libro II de Retórica es válida
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para lo que hoy caracterizamos, definimos y entendemos como ira.
Digo que es una suposición porque la tradición judeo-cristiana nos ha
convencido de considerar la ira como uno de los siete pecados capitales,
una falta mortal, un vicio capital tan grave que a los que la padecen,
es decir, a los iracundos, les está reservado —nos ha dado a entender
Dante— el quinto círculo del infierno. ¿Es la cólera de Aquiles igual, o al
menos semejante, a la ira que pueden padecer los hombres en general?
Habíamos dicho en párrafos anteriores que el poema de la Ilíada, es
ante todo, la epopeya de la cólera. La ira aparece inmediatamente en
el primer verso del primer canto como una pasión negativa portadora
de desventuras. Se dice que ella causó infinitos males a los aqueos,
arrastrando consigo la muerte de muchos héroes. Se dijo también,
que toda pasión parece llevar a la ruina porque en el caso de la ira
esta siempre va acompañada de tristeza (Retorica libro II 1378 a 201378 b 10). Pero en este caso particular de la Ilíada, la ira amenaza con
destruir por completo una gran colectividad, con hacer perder la guerra
a todos los griegos aliados en contra de la gran y fortificada ciudad de
Troya. No se trata entonces de una cólera común y corriente. ¿De qué
tipo de ira estamos hablando? Veamos: la palabra griega ό, por
ejemplo, se usa como sustantivo y significa literalmente enojo, cólera e
ira, es sinónimo de resentimiento. ή se aplica como causa
de la ira, ofensa grave, pero también significa resentimiento y cólera. En
cambio, la palabra griega ῆ (mênis), indica la reacción a una ofensa
profunda e injusta contra el honor público de un dios o un guerrero, es
decir, un derecho inalienable de la persona sancionada por un ritual
o por una costumbre vividos y sentidos como una ley religiosa. Esta
es la ira de la que estamos hablando. Si hemos de conceder validez al
argumento anterior, la mênis que padece Aquiles es, al menos en un
principio, justa e incluso debida; es una respuesta no solo psicológica
sino también éticamente motivada y necesaria.
¿Cuál es, entonces, la causa de la mênis que padece nuestro héroe?
Harto lo sabemos: el rapto de Briseida, su recompensa y botín de guerra,
a manos del rey Agamenón. Es lo que impulsa a Aquiles a no combatir
como aliado de los aqueos contra los troyanos: “no he de combatir con
estas manos por la joven [Helena], ni contigo ni con otro alguno, pues al
fin me quitasteis lo que me disteis” (Ilíada I/297 y ss.). Esta declaración
es fulminante pero a la vez necesaria si tenemos en cuenta el tema
principal del poema, el cual descansa por completo en la evolución del
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sentimiento de la ira que sucede en el corazón de nuestro adalid. Esta
cólera lo aparta del combate originando en el héroe dolor y pena por la
pérdida del bien amado. Pero es otra la ira que reconduce nuevamente
al héroe a la lucha cuando muere su muy querido compañero Patroclo.
La mênis de Aquiles en este primer momento surge a causa de la
indignación. Ella organiza la subjetividad heroica, junto con otras
significaciones que expresa el término thymos, la respuesta colérica que
se erige en defensa del honor, esto es, la areté del guerrero.
Ahora bien, si tenemos en cuenta la caracterización que nos brinda
Aristóteles de las pasiones “las causantes de que los hombres se hagan
volubles y cambien en lo relativo a sus juicios” (Retórica 1378 a 20)
como son la ira, la compasión y el temor, es necesario —toda vez que
nos ayuda en nuestro objetivo de delimitar la definición del concepto
de la mênis— recordemos los tres aspectos que son distintivos en lo
que a la ira respecta: en qué estado se encuentran los iracundos, contra
quienes suelen irritarse, y por qué asuntos. Los dos primeros aspectos
no necesitan mucha explicación: Aquiles está ofuscado, su honor, su
honra y su dignidad han sido heridos; está irritado contra Agamenón
atrida por causa de la falta que éste le ha cometido (Ilíada I/293 y ss.).
¿Por qué asuntos está indignado Aquiles contra Agamenón? Por el rapto
de Briseida ¿Cuál es la justificación de la mênis de Aquiles? Homero nos
concede una explicación. Aparece en el canto IX cuando convocados al
ágora, y reunidos por la noche, los jefes y reyes aqueos, más exactamente
Diomedes y Néstor, acuerdan con la aprobación de Agamenón enviar
una embajada (súplica) a Aquiles para pedirle que regrese al combate,
debido a que la derrota de los aqueos es inminente. La cólera de Aquiles,
según este fragmento, es una respuesta justa y éticamente motivada;
un impulso no reflexivo que surge por efecto del ultraje a la honra del
guerrero y del héroe ya que “la joven que los aqueos me adjudicaron
como recompensa y que había conquistado con mi lanza al tomar una
bien amurallada ciudad, el rey Agamenón Atrida me la quitó como si yo
fuera un miserable advenedizo” (Ilíada XVI/55 y ss.).
La ira en este caso, nos la presenta Homero como una pasión
ambivalente. Peligrosa porque a causa de ella se pone en juego el destino
de la guerra, pero también es una expresión de nobleza puesto que ella
surge de la desdicha del hombre. Una persona incapaz de padecer la
cólera aparece como privada y exenta de una cuerda fundamental del
ser humano; a diferencia de la envidia, por ejemplo, que es solo negativa,
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la ira se entrelaza peligrosamente con la magnanimidad, es decir, con
el alma superior. Dios —y también el hombre, según algunos, hecho a
su imagen y semejanza— debe a menudo enfurecerse, pero obviamente
no es posible que lo roa la envidia. La ambivalencia de la cólera y
todos los aspectos que la caracterizan confluyen en la figura del héroe
homérico, exactamente en la persona de Aquiles: él es un ser ardiente
(transemocional) capaz de pasar del enternecimiento a la cólera y de la
rabia asesina a la piedad (Ilíada XXIV/507-518, contrastar con: Ilíada
XXIV/559-571). Sus emociones, generalmente, responden a las grandes
y particulares situaciones humanas: un ataque al honor, las demandas
de afecto como también la de “el fiel amigo, el mejor auriga, el ser más
querido en el mundo” (Ilíada XVIII/79 y ss.). Otro aspecto que cabe
resaltar es que, como todas las pasiones, la ira está muy presente en la
poesía griega. Es un tema, un objeto de la representación poética y, sobre
todo, un modo de vivir y describir el mundo por parte de los aedas7.
2. R
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En el canto XIX Aquiles, tras pactar con Agamenón y haber
recuperado a Briseida, hace público el renunciamiento a la cólera que
tanto lo había apartado del combate, decidiendo regresar a la batalla
para vengar la muerte de Patroclo que fue asesinado en el combate a
manos de Héctor: “pero dejemos lo pasado, aunque afligidos, pues es
preciso refrenar el furor en el pecho. Iré a buscar al matador del amigo
querido, a Héctor; y yo recibiré la muerte cuando dispongan Zeus y los
demás dioses inmortales” (Ilíada XVIII/113-117; XIX/63-66). La ira, tal
y como la definimos desde el termino griego mênis, se caracteriza, como
habíamos dicho anteriormente, por ser justa y debida, una respuesta
psicológica, éticamente motivada, necesaria pero impersonal.
Pues bien, esta nueva forma de la ira, que lleva nuevamente a combate
al héroe, salvaje e incontrolable, no puede ya adecuarse a la definición
del término de la mênis por cuanto es excesiva, desmesurada y peligrosa
Respecto a este punto, Romilly a irma que el verdadero logro de Homero consistió en
construir la epopeya como una tragedia; no como una serie de hechos relativos a un
acontecimiento histórico, sino como una sucesión de sentimientos que podrían desarrollarse en muchos hombres y en muchas épocas (Cfr. R
1997: 30).
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para los hombres y hasta para los propios dioses quienes pueden resultar
afectados (Ilíada XXII/5-11). No nace de la orgullosa reivindicación del
propio derecho-deber para consigo mismo como sucede con la mênis;
está, en cambio, peligrosamente cercana a la locura, a la pérdida de la
razón porque es capaz de sacar al yo de sí mismo. La ira es triste, dice
Aristóteles, porque enturbia la mirada y ofusca la visión gozosa de las
cosas, la capacidad de gozarlas con ese libre abandono a la seducción de
vivir que es posible solo en la alegría, en fraterna comunión con otros.
Este tipo de cólera triste es la que padece Aquiles tras saber que ha
muerto Patroclo en la lidia del combate; es una ira totalmente diferente
de la mênis que denominaremos bajo el nombre de khólos.
El término griego ό8 como sustantivo significa bilis, hiel y
connota, además, cólera, enojo, rencor, y hasta veneno de serpiente.
Representa en el caso de Aquiles una cólera privada que nace del dolor
por la muerte del philotés y que engendra al mismo tiempo el deseo de
venganza que se sacia solo con la muerte. Sin duda, esta nueva forma
de cólera está estrechamente ligada al sentimiento de la venganza
porque surge de la desesperación de Aquiles al enterarse de la muerte
de Patroclo. El dolor que padece el héroe es tan intenso que Homero
presenta a un Aquiles que da muestra de la más sincera amistad que
puede engendrarse entre dos hombres cuando éste no acepta ninguna
invitación para saciar el deseo de comer a causa del inmenso pesar que
se apodera de su ser (Ilíada XVIII/22-35; 215-225; XIX/301-315 y ss.).
La mênis y el khólos, pasiones ambas que convergen en la personalidad
de Aquiles, no se expresan ni significan siempre del mismo modo, pues
se hallan íntimamente condicionadas por los imaginarios sociales y
las prácticas sociales que las legitiman. Es legal y justa para todos los
aqueos, incluso para Agamenón, la mênis que padece Aquiles porque
ella es la respuesta colérica que se erige en la defensa del honor que ha
sido ultrajado. Recordemos como en el canto XIX Agamenón se retracta,
aunque termina culpando a Zeus, la Parca y a Erinis, de la injuria que ha
cometido contra la honra de Aquiles tras haber arrebatado el premio
que le correspondía como recompensa9:
Es importante tener en cuenta otros términos en griego que también hacen referencia a la cólera. Por ejemplo, ά: tener bilis, irritarse, estar demente, estar furioso;
, , : colérico, irritado.
9
(Cfr. D
1997: 15)
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Muchas veces los aqueos me han dirigido las mismas palabras,
increpándome por lo ocurrido, y yo no soy el culpable; sino Zeus,
la Parca y Erinis que vaga en las tinieblas; los cuales hicieron
padecer a mi alma, durante el ágora, cruel ofuscación el día en
que le arrebate a Aquileo la recompensa. Mas ¿qué podía hacer?
la divinidad es quien lo dispone todo. Hija veneranda de Zeus es la
perniciosa Ate, a todos tan funesta: sus pies son delicados y no los
acerca al suelo, sino que anda sobre las cabezas de los hombres, a
quienes causa daño, y se apodera de uno, por lo menos, de los que
contienden” (Ilíada XIX/85-95).
La aceptación de la culpa por parte de Agamenón llega a tal punto que
considera necesario colmar a Aquiles de dulces palabras y agradables
presentes otorgándole, en pago de su falta, una de las tres hijas que
aguardan en los fértiles campos de Argos y de Acaya: “pero ya que falté
y Zeus me hizo perder el juicio, quiero aplacarte y hacerte muchos
regalos” (Ilíada XIX/137 y ss.). Pero no ocurre lo mismo con el khólos,
que hace al corazón impaciente y poseedor de violenta rabia; a causa de
él Aquiles ha perdido la piedad y ya ni siquiera conserva el pudor que
tanto favorece a los hombres:
por el contrario, oh dioses, queréis favorecer al pernicioso
Aquileo, el cual concibe pensamientos no razonables, tiene en su
pecho un ánimo inflexible y medita cosas feroces, como un león
que, dejándose llevar por su gran fuerza y espíritu soberbio, se
encamina a los rebaños de los hombres para aderezarse un festín
(Ilíada XXIV/33 y ss.).
Esta nueva forma de la ira es irracional, desmedida, incontrolable
por cuanto lleva a Aquiles a cometer el ultraje más grave de cuanto les
pueda suceder a los míseros mortales: que los perros y las aves de rapiña
destrocen el cuerpo de quien ha muerto en el feroz combate. Incluso el
mismísimo Apolo se ve en la necesidad de criticar lo irracional de la cólera
que padece Aquiles (Ilíada XXIV/46 y ss.). Esta nueva furia que se asemeja
a la bilis y a la hiel es salvaje, incontrolable, excesiva, desmesurada e
indecorosa. Describe la desesperación de Aquiles tras la muerte de
Patroclo, del philotés, generando así un cierto placer que nace de la
venganza (Ilíada XXIII/19-24) y le incita, incluso, a la antropofagia (Ilíada
XXII/344 y ss.). Ya nada pueden hacer los hombres para controlarle;
puesto que todos le temen, el único capaz de detenerle y obligarle a que
entregue el cuerpo de Héctor es el dios Zeus (Ilíada XXIV/104-120).
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De la misma forma como Homero denuncia las crueles acciones que
deben soportar los hombres por parte de aquellos que están poseídos
por la ira o por la ate, también nos brinda, aunque en un caso límite
en la Ilíada, un rasgo que es particularmente griego: el sentido de lo
humano, la capacidad que tiene el hombre de elegir y de redimirse.
Estoy hablando del discurso que el anciano jinete Fénix le profiere
a Aquiles en el canto IX: “pero, Aquileo, refrena tu ánimo fogoso; no
conviene que tengas un corazón despiadado; cuando los dioses mismos
se dejan aplacar” (Ilíada IX/496-498). Esta exhortación trae implícito
el verdadero valor de las súplicas como también una bien merecida
enseñanza sobre lo que es la equivocación o el error que se figura en el
relato de Meleagro, quien supo, después de haber vencido las pasiones
en su corazón, renunciar a la cólera y salvar a los suyos.
3. L
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Aquiles no renuncia al khólos porque no está afectado, como en el
caso de la mênis, sino poseído. Esta posesión genera en él la sed de
venganza. Motivado por el padecimiento de esta triste cólera lo único
que apetece es la muerte de Héctor. Pero la posesión es tal que ni siquiera
la muerte es suficiente para refrenar la ira. La deshonra y el ultraje del
cadáver tampoco lo son. No son suficientes simplemente porque la ira
ha mutado en odio. El objeto de la ira, como khólos —incluso como
mênis— se identificaban con referencia a una persona, Agamenón atrida
y Héctor, respectivamente. Pero la ira vuelta odio tiene un referente
con la persona y, además, con la imagen de esa persona a la que desea
destruir, la muerte de Héctor y la deshonra de Troya. El khólos que
padece Aquiles le influye un deseo irrefrenable de destrucción. Volcado
totalmente hacia el objeto del odio lo único que tiene sentido para él es
la aniquilación del objeto estrictamente material e incluso de la imagen
de tal objeto.
La ira vuelta odio tiene un carácter en dos direcciones; es un
sentimiento que va desde el sujeto hacia el objeto, más exactamente,
Tuve conocimiento de este tema por Jean-Michel Roy y su conferencia “La conciencia
de sí como otro: revisitando la tradición psicopatológica”, III Encuentro de Filoso ía y
Psiquiatría del IV Congreso Colombiano de Filoso ía en la Universidad de Caldas.
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desde el deseo a la acción, o inversamente, desde la inhibición de la
acción al puro deseo. En esta bidireccionalidad el yo es como sacado
de su lugar, del sí mismo, y llevado hacia el objeto del odio; es la
peculiaridad de la conciencia de sí como conciencia de otro. Solo por
ello las acciones de Aquiles son irrefrenables y por tanto reprochables.
Aquiles el poseso de ira y odio vive en la conciencia de la destrucción
del objeto odiado de una manera ingenua, es decir, sin darse cuenta de
ello, si ser reflexivo respecto de sus acciones. Aquiles poseso es mero
pathos, él no reflexiona y por tanto no debe explicar por qué ha hecho
lo que ha hecho. Un pathos, esta ira vuelta odio, que si bien se presenta
como una pasión que raya en la demencia y que ocasiona la pérdida de
la conciencia moral, no es una afección que deba explicarse en relación
a un agente externo que no sea el sujeto que padece o el objeto que es
la causa del padecimiento.
La verdadera particularidad de la conciencia de sí como conciencia
de otro la encontramos en la figura de Agamenón, que contrariamente
a Aquiles sí debe dar cuenta de sus acciones, sean éstas por motivo o no
de la ira, acudiendo a un agente externo, con el añadido de que es divino
y sobrenatural, que es la ate —aquella capaz de apoderarse del juicio
de los hombres. Quién otro sino Agamenón para decir que fue por culpa
de la perniciosa ate que arrebató a Briseida de las manos de Aquiles,
aun cuando parezca, al decir de Dodds, que es una débil excusa. Sólo un
hombre como Agamenón puede explicar los impulsos no sistematizados
y no racionales y los actos que resultan de ellos adscribiendo su origen
a causas que no dependen de él. Denominaremos alienada a este tipo
de conciencia.
La conciencia alienada es una suerte de conciencia esquizofrénica
en la que: 1) el sujeto no se aprehende como la fuente causal de las
acciones; 2) el sujeto aprehende un elemento exterior a su cuerpo como
la fuente causal de las acciones; 3) el sujeto aprehende sus acciones
como involuntarias, es decir, como efectuadas por un agente externo
que le obliga a hacer lo que quiere que haga. En la mayoría de los casos
en que un sujeto vive la conciencia de sí como conciencia de otro en el
modo de la conciencia alienada le oímos decir muchas veces: “no sé lo
que me pasó”, “no era yo sino otro”, “perdí la cabeza”, “me dejé llevar
por la ira”, etc.
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En el caso de Agamenón tenemos no sólo una forma de conciencia
alienada sino también una escisión del yo. Recordemos nuevamente la
cita en la que acepta haber causado mal a otro “pero ya que falté y Zeus
me hizo perder el juicio, quiero aplacarte y hacerte muchos regalos”
(Ilíada XIX/137 y ss.). Tenemos por un lado a Agamenón poseso por
la ate, y por el otro, el Agamenón que reflexiona sobre las acciones
cometidas por el yo poseso; tenemos, en efecto, un yo pasado y uno
actual. Tengamos por ejemplo esta cita sin tener en consideración las
razones por las cuales el yo actual delibera sobre las acciones del yo
pasado y concentrémonos exclusivamente en que sólo es posible tal
deliberación del yo por efecto de un acto de reflexividad.
Por medio de un acto de reflexión el yo actual juzga al yo pasado
bajo la peculiaridad de que aquello que juzga son sus propias acciones.
Tenemos entonces el yo que juzga y el juzgado, pertenecientes ambos a
la misma identidad de la subjetividad posesa: quien juzga es una parte
de un todo que llamamos yo y su contraparte es lo juzgado. En la cita
anterior el yo actual califica negativamente las acciones del yo pasado.
Pero sucede que por tratarse de Agamenón, en lugar del abierto repudio
del yo que juzga sobre el juzgado, que sobreviene de inmediato en el
acto de reflexión, lo que vemos es una conciencia alienada que trata
de justificarse exponiendo que no fue él propiamente quien cometió
tan indignas acciones. Vemos cómo la figura de Agamenón encarna
la conciencia de sí como conciencia de otro, como una enajenación o
extrañamiento del yo que se mostró en la actuación. Una conciencia
alienada en la que el sujeto no reconoce al yo de la actuación. Pero por ser
Agamenón, el nuevo yo que se alza sobre la actualidad del acto reflexivo
—el mismo yo que promete compensar a Aquiles con regalos— es un
yo alucinado, como de mentiras, meramente provisional, un yo evocado
porque la situación así lo requiere. Agamenón no le interesa en lo más
mínimo la honra de Aquiles; lo que le importa es adular, aparentar y
seducir con falsos sermones para convencer al de los pies ligeros de que
de veras reconoce el error de su falta. Una falta que a fin de cuentas no
es tan grave porque “yo no soy el culpable; sino Zeus, la Parca y Erinis”
(Ilíada XIX/85-95).
En resumen, la conciencia alienada que promueve Agamenón nos
ofrece un caso por medio del cual se puede efectuar un análisis de un
tipo muy particular de actuaciones y comportamientos en los cuales
el yo juzga reflexivamente —aunque esta palabra es mucho para lo
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que hace Agamenón— sobre las acciones de un yo pasado que tiene la
peculiaridad de presentarse como un otro yo que es aprehendido como
distinto del yo que en la actualidad del acto le juzga. La peculiaridad
aumenta en la medida en que el yo tiene conciencia de sí como
conciencia de otro en un fenómeno de disociación. Las acciones en el
sentido de impulsos no racionales que ocasionan pena a Aquiles son
llevadas a cabo por un yo extraño, un alguien simultaneo agenciado por
la divinidad en un proceso de disociación, aparentemente virtual porque
no se tiene conciencia plena, que establece claramente una escisión del
yo, permitiendo una distinción en el mismo acto de reflexión entre un
yo que hace de sujeto y un yo que hace de objeto y al cual se le atribuyen
los orígenes de las desventuras.
4. C
Son varios los aspectos que hemos pretendido resaltar o por lo
menos mencionar a lo largo del ensayo: que la cólera de Aquiles es el
tema central de la Ilíada y además está narrada como símbolo de la
guerra de Troya; que mênis y khólos son dos formas de la ira y ambas
acontecen como respuesta a causas determinadas, que son ambas una
respuesta no solo psicológica sino también éticamente motivada, la
primera es impersonal y justa, mientras la segunda —que está más
cerca de la locura— es excesiva, desmesurada e indecorosa; que, como
dice Dodds, los impulsos no sistematizados, no racionales, y los actos
que resultan de ellos, tienden a ser excluidos de la propia subjetividad
pero adscritos a una causa externa; que los temas de la cólera del héroe,
el enfrentamiento con el átrida y la elección de una vida breve y gloriosa
constituían motivos tradicionales en la épica griega antigua; que la ira,
al menos desde la definición que nos brinda Aristóteles, es una pasión
capaz de hacer volubles a los hombres, un “apetito penoso de venganza”
y en este sentido equiparable a la definición actual de dicho término;
que la cólera está estrechamente ligada al sentimiento de la venganza.
Finalmente, hemos visto que la reacción colérica que despierta una
injusticia, que para el caso de Aquiles es el rapto de Briseida y la muerte
de Patroclo, es psicológica y éticamente necesaria.
También fueron varios los aspectos que no se desarrollaron, pero se
insinuaron, en el texto. Uno de ellos, el más importante, tiene que ver con
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lo que Dodds ha definido como los tipos de “intervención psíquica” en
Homero, es decir, todas aquellas desviaciones respecto de la conducta
humana normal cuyas causas no son inmediatamente percibidas, sea
por la conciencia del propio sujeto, sea por la observación de otros.
En Los Griegos y lo Irracional se analizan dos términos que tienen
que ver con esta caracterización que propone Dodds; él se detiene a
desarrollar la interpretación de Homero de los elementos irracionales
de la conducta humana como “intervención psíquica”, una injerencia en
la vida humana por parte de agentes no humanos que ponen algo en el
hombre, influyendo con ello en su comportamiento y en su conducta
(Dodds 2001: 26). Tales términos, que permiten adecuarse a dicha
caracterización, son la ate y el menos (el valor o la valentía heroica).
En ambos casos estas dos formas de intervención divina permiten a
los hombres, como también a los héroes, llevar a cabo con facilidad las
proezas más difíciles. Específicamente, el menos es el acto de un dios
que acrecienta o disminuye a voluntad la arete de un hombre, esto es, su
potencia como luchador (Ilíada XX/242; Jueces 14:6/15:14). En cambio,
la ate para los griegos representa la tentación divina; infatuación que
llevó a Agamenón a resarcirse de la pérdida de su amada favorita
robándole a Aquiles la suya (Ilíada XIX/86 y ss.). Ahora bien, algunas
cuestiones que se desprenden de los argumentos que nos propone
Dodds, y que están evidentemente en relación con el tema de la ira, solo
quedan brevemente insinuadas por cuanto no hacen parte del objetivo
principal del presente ensayo: ¿Puede la ate, según como se narra en el
canto XIX, ser la culpable de la mênis de Aquiles? ¿Es la cólera una forma
de intervención psíquica a la manera como Dodds caracteriza la ate y
el menos? Por último ¿Cuál es la importancia de la intervención de los
dioses en el desarrollo del sentimiento de la ira que padece Aquiles?
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