El humano terror al Infierno

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DESDE LA CÁTEDRA
El humano terror al Infierno
Manuel Zevallos Vera
Filosofo
Desde niños las culturas religiosas nos atormentan con la existencia del infierno.
Vivimos de jóvenes y adultos con el pánico de ser castigados por Dios con un
destino infernal por los pecados cometidos en la vida terrestre contra los
mandamientos que cada religión nos impone como norma de conducta personal.
El infierno está definido “como el lugar donde los condenados sufren después de la
muerte, castigo eterno privado del perdón de Dios”. En diversas mitologías y
religiones no cristianas se concibe el infierno como el lugar donde habitan los
espíritus de los muertos. El concepto opuesto a infierno es cielo donde van los
espíritus generosos nobles y dignos que han sabido acatar con fidelidad y amor los
preceptos de las santas escrituras.
El cielo se define “como la esfera aparente azul y diáfana que rodea la tierra, donde
habita Dios o su providencia. Morada en que los ángeles los santos y
bienaventurados gozan de la presencia de Dios. En el cielo reina y gobierna Dios,
cualquiera que sea la religión que profesemos. En el infierno reina el diablo con
todos sus atributos de maldad, odio, destrucción y corrupción.
En la tradición judeocristiana, cada uno de los ángeles rebelados contra Dios fueron
arrojados por Él al abismo.
Tales ángeles representan el espíritu del mal o sea el diablo, sinónimo de Satanás y
demonio, ambos significan espíritus que incitan al mal, sentimiento u obsesión
persistente y torturadora.
Por principio el ser humano como creación de Dios, con el don de la libertad no
puede creer ni suponer que un ser tan generoso y amoroso como es Dios, pueda
castigar a sus criaturas enviándolas al fuego eterno sin perdón ni retorno al seno del
Padre. Dios no puede ser perverso ni rencoroso y su propia palabra confirma su
bondad cuando dice: “¿Acaso creen que me complace la muerte del malvado?”
Ezequiel 18:23.
Pesando y repensando sobre el destino infernal de las criaturas que mueren con el
estigma del pecado , podemos deducir que existen infiernos y diablos personales,
familiares y colectivos y en el fondo de todos ellos subyase la sentencia de todos las
religiones cuyo destino, para los que han perdido la gracia de Dios es el infierno pero
con la esperanza de ser perdonados, después de haberse depurado con el dolor del
fuego, tal como lo sostiene la promesa esperanzada del cristianismo, como dice
proféticamente (Juan 5.28,29; Hechos 24:15) “De modo que el infierno” se vaceará y
volverán a la vida todas las personas a quienes Dios considere dignas de ser
resucitadas.
El concepto existencial del infierno en las religiones contiene un pragmático sentido
moral que las personas por temor al castigo eterno sujetan su conducta a las normas
dictadas e impuestas por las santas escrituras, es decir que se trata de una moral
por el terror y el miedo.
Yo comparto con la opinión de quienes piensan que el infierno y el diablo son
realidades que existen y se dan en la vida humana y que cada uno va construyendo
o destruyendo su infierno y su diablo y tal como lo he mencionando anteriormente
tales seres diabólicos y demoniacos son de carácter personal familiar y colectivo
como lo demuestra la dolorosa experiencia humana cuando aterrorizada ha visto
derrumbarse a personas culturas e imperios en los abismos infernales de las
conciencias corroídas por el germen de la putrefacción y la degeneración, al punto
que la de ”Divina Comedia o el Inferno de Dante” absorto y pálido queda ante el
drama real de los tiempos históricos en los que desatados caminan el león de la
soberbia, la loba de la avaricia y el leopardo lujuriento.
En los tiempos actuales, a pesar de las grandezas y desarrollo científico y
tecnológico alcanzado y los avances sociales logrados existe una antisociedad de
gentes que promueven e incentivan la corrupción, el engaño y el terrorismo al punto
que lo de Sodoma y Gomorra quedan pálidos y lo de Roma pagana es tenue. Este
sudmundo es pues el infierno humano y terrenal, pues sería injusto pensar y temer
que después de vivir en este infierno humano, para algunos sectores desquisiados,
tengamos todavía que sufrir el infierno del más allá. Esto sería “pagar justos por
pecadores”.
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