Ópera en Eslovenia I puritani en Bratislava Noviembre 22, 2010. Esta ópera de Bellini, la última que compuso antes de morir y con sólo 35 años de edad, es un duelo vocal entre tenor y barítono, jaleados por soprano y bajo, y vítores de mezzosoprano y coro. Siendo honesto, debo agregar que no se trata de una obra maestra, dramatúrgicamente hablando, pero la música es tan bella que todo aficionado al bel canto debería escucharla para no perderse un deleite supremo. Especialmente si en el elenco se encuentran nombres de provada inclinación belcantista, como fue el caso del presentado por la Ópera de Bratislava en estas representaciones, que no tuvieron nada que envidiar a las ofrecidas en la cercana capital austriaca. La soprano eslovaca L’ubica Vargicová fue una Elvira sin complejos vocales, de rica textura tímbrica, límpidas coloraturas y resplandecientes agudos. Su instrumento ha ganado peso en el registro agudo desde la última vez que la escuché (en diciembre de 2006, como Olympia de Les contes d’Hoffmann en Madrid), por lo que su escena de locura fue deliciosamente dramática. Además es una convincente actriz y perfiló muy bien el personje. El despechado Sir Riccardo Forth fue interpretado por su compatriota el barítono Aleš Jenis, de presencia escénica notable y de voz homogénea, atractiva y dúctil que le hicieron parecer el novio ideal para Elvira, aunque no lo fuera. El bueno de la trama, el tenor, Lord Arturo Talbot, estuvo impolutamente cantado por el georgiano Shalva Mukeria, dueño de una fraseo elegante y capaz de elevarse hasta un inhumano Fa sobreagudo en ‘Credeasi misera’. Estos tres solistas se colocaron en un primerísimo nivel, seguidos por el bajo Peter Mikuláš, un Lord Giorgio Valton de titubeante inicio, que logró imponer su fuerte personalidad paso a paso (muy bien empastado con Riccardo en ‘Il rival salvar tu dei’) y por la mezzosoprano Moniká Fabianová en el corto pero decisivo personaje de Enrichetta, la Reina de Francia. Este breve personaje muchas veces es confiado a voces tan pequeñas que no se escuchan. Ha sido un gran acierto contar con una que tuvo el empaque necesario para ponerse a la altura de sus compañeros de reparto. Ján Galla, como Lord Gualtiero Valton, y Joszef Kundiák, encargado de Bruno Robertson, fueron los deficientes de la velada. La dirección musical de Heiko Mathias Förster imprimió gradaciones muy convincentes, logrando darle gran vuelo a la orquesta, muy flexible y de embelesador sonido, con el consiguiente empuje a solistas y coro para hacer virguerías vocales, sin llegar a lo absurdo. La disposición escénica de Pavol Smolík y la sugerente escenografía de Marek Hollý contribuyeron decisivamente a que la representación subiera aún más de nivel. Esta producción fue estrenada la temporada pasada y, aunque sin grandes recursos técnicos, la propuesta es muy atractiva. Logra un acertado equilibrio entre el primoroso vestuario tradicional (L’ubica Varossová) y una dirección de actores más convencional, arropados en un diseño de iluminación de suprema belleza cuyo autor no aparece por ningún sitio del programa de mano ni en la página web del teatro. Como ya anoté algunas líneas antes, esta representación haría palidecer a muchas de otros grandes teatros europeos. Si alguno de los lectores tiene la oportunidad de acercarse a la coqueta capital eslovaca, no dude optar por una noche de ópera pues con mucha probabilidad saldrá muy contento.o por Federico Figueroa Escena de I puritani en Brastislava Foto: Ctibor Bachratý marzo-abril 2011 pro ópera