Ópera en Alemania

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Ópera en Europa
Ópera en Alemania
marcha triunfal. El vestuario (Anna Aiermann), en su intento
de servirse de unas ideas estrafalarias, es horroroso. El grupo de
“cheersleaders” —en el que se incluye a Aida— va de un color
amarillo limón de morirse. En suma, la propuesta del director
escénico Karsten Wiegand no aporta alegría (en todo caso, que es
una de las “feas”) al vasto universo de producciones que de Aida
existen en las temporadas europeas.
por Federico Figueroa
Amadis des Gaules en Mannheim
Noviembre 3, 2010. Ofrecer obras de compositores raramente
programados en el circuito lírico hace que teatros de ciudades
de tamaño medio, como es el caso de Mannheim (tercera en
importancia en el estado alemán de Baden-Würtemberg, tras
Stuttgart y Karlsruhe) cobren importancia para los aficionados y
la crítica especializada. La obra a la que atienden estas líneas fue
la última ópera de Johann Christian Bach (1735-82), benjamín de
Johann Sebastian, cuyo estreno en 1779 tuvo lugar en la Académie
Royale de Musique parisina y que fue recibida con indiferencia.
Marina Prudenskaja (Amneris) y Héctor Sandoval (Radamès)
en Stuttgart
Aida en Stuttgart
Foto: Martin Sigmund; Hans Jörg Michel
Noviembre 4, 2010. Dos cantantes hispanoamericanos dieron
buena cuenta de los personajes principales de esta ópera: la soprano
uruguaya María José Siri como Aida y el tenor mexicano Héctor
Sandoval, con muy buenos resultados en ambos casos. Ella es
una lírica ancha, de cuidada línea de canto y sin problemas en
el registro agudo. Sandoval tiene un instrumento recio que ha
pulido con esmero. La temible ‘Celeste Aida’ que Radamès debe
interpretar a los pocos minutos del inicio de la obra, fue cantada
con bravura y coronada con un cuidado filado final de gran
hermosura. Ambos se desenvuelven bien sobre el escenario y eso
suma muchos puntos en producciones que exigen mucho en este
aspecto al cantante, como lo que aquí reseñamos.
El triángulo principal estuvo rematado primorosamente por la
mezzosoprano rusa Marina Prudenskaja, una voz de muchos
quilates que debería estar más valorada en el mundillo de hoy,
generosa en matices canoros e histriónicos. Su voz fluye con
facilidad y sabe imprimirle los tornasoles adecuados a cada
momento. Menos fino se mostró el barítono chino Yalum Zhang
como Amonasro, cantando siempre en forte y engolando la voz
para oscurecerla. Idónea, la cristalina y brillante voz de la japonesa
Yuko Kakuta para el personaje de Gran Sacerdotisa, y las de los
bajos Daniel Henriks (El Rey) y Liang Li (Ramfis) sirvieron
cabalmente a sus cometidos.
Manfred Honneck dirigió con energía, subrayando tensiones en
todas las capas posibles del entramado musical. La orquesta tiene
un sonido vigoroso, pero Honneck sabe dominarla en beneficio
de los solistas. Eso sí, los grandes momentos corales fueron
exultantes en volumen. La producción se estrenó en octubre de
2008 y es poco atractiva. La escenografía (Bärbl Hohmann) se
compone básicamente con unas enormes paredes doradas (al igual
que el techo y suelo) cerrando el escenario con el consiguiente
espacio constreñido, dificultando las escenas de masas, como la
marzo-abril 2011
El público estaba dividido en dos facciones: la de Christoph
Willibald von Gluck (en búsqueda de una ópera netamente
francesa) y la de Niccolò Piccinni (representante de la escuela
italiana). Un compositor alemán afincado en Londres, ciudad
en donde Johann Christian Bach había desarrollado una exitosa
carrera, que intentó complacer a ambos grupos con una creativa
simbiosis de los dos estilos, no fue comprendido.
Desde la obertura podemos disfrutar de una música muy original,
con arias que se desarrollan de forma no convencional, un coro
que funciona como un personaje independiente y un argumento, a
peser de tratarse de un remake, que toca un tema muy interesante:
el anhelo de libertad. Un canto en boca de unos prisioneros diez
años antes de la gran Revolución que cambiaría el devenir de la
Historia. Hoy podemos ver rasgos en esta composición que forman
un puente entre Händel y Haydn con trasvase hacia Mozart.
La puesta en escena, firmada por Nicolas Brieger, es un buen
ejemplo de sencillez y franqueza. Trata con esmero la gesticulación
de cada uno de los solistas y lleva con buen tino el movimiento
Escena de Amadis des Gaules de Johann Christian Bach
pro ópera “árbol humano” como escena final; y recursos escénicos tan poco
novedosos como la escalera de la muerte y el espejo que muestra
la otra cara de la vida sirven para decorar el escenario y completar
la interpretación de Fischer y su equipo, que recibieron sonoros
abucheos al final de la representación.
general de los éstos y la masa del coro y la figuración. La
escenografía (Roland Aeschlimann) señala con claridad el
inframundo y crea el ambiente mágico (a pesar de cierta monotonía
por tratarse de una monoescenografía) aludido por el argumento,
apoyada en un excelente diseño de iluminación (Alexander
Koppelmann) y un vestuario adecuado (Andrea SchmidtFutterer), no exento de toques rayanos en el kitsch, potencian el
fantástico mundo del caballero Amadís de Gaula.
Fue estrenada en octubre del 2009 y repuesta este año. Ojalá y
permanezca en el repertorio de la compañía del Nationaltheater
para que pueda ser apreciada por una mayor cantidad de
buscadores de rarezas. La dirección musical de Reinhard Goebel
fue briosa y amplia en la paleta de matices, y la orquesta puso
en evidencia su forma estupenda, así como el coro. El elenco
de solistas, todos miembros del conjunto estable del teatro, fue
equilibrado, con destellos en la interpretación de la mezzosoprano
Marie-Belle Sandis (como Arcabonne), el tenor Maximilian
Schmitt (Amadis) y las soprano Cornelia Ptassek (Oriane) y
Antje Bitterlich (Primer Corifeo). El barítono Thomas Berau
(Arcalaus) mostró uno instrumento poderoso pero escaso apego
al estilo, empeñado en cantar esta obra, pre-clasicista, como si de
“verismo” se tratara.
por Federico Figueroa
Der Eingebildete en Aquisgrán
Julio 14, 2010.
Esta curiosa, interesante y bella obra traducida al español como El
enfermo imaginario fue denominada por sus autores —el famoso
dramaturgo Molière y el casi olvidado músico Marc-Antoine
Charpentier— como comédie ballet y desde hace un par de
décadas, tras el hayazgo en los archivos de la Comédie Française
de algunas secciones musicales, está gozando de cierto renacer en
las programaciones de centros líricos menos tradicionales.
La música incidental que Charpentier compuso, en 1672, para Le
malade imaginaire es un ejemplo de elegante equilibrio entre las
partes habladas y las cantadas, cuya suma da un obra redonda.
Si además es tratada con claridad, respeto y una buena dosis de
humor, como lo hizo Albrecht Hirche en esta producción para el
Teatro de Aquisgrán, el resultado es una joyita muy recomendable
para combatir el rechazo al género lírico de cualquier persona. Los
textos hablados se realizaron en alemán y las partes cantadas en
el original francés. La dirección musical de Friedrich Suckel fue
a la par de la escénica, con un planteamiento general claro, dando
el contorno adecuado a cada personaje y sirviendo de apoyo a un
entramado dramático un tanto complejo de la forma más sencilla
posible.
Foto: Matthias Creutziger; Wil van Iersel
Escena de Daphne en Dresde
La batuta de Omer Meir Wellber mermó el inconfundible sonido
de la Staatskapelle Dresde y olvidó concertar foso y escena.
Creíble como actriz, Camilla Nylund (Daphne) acusó las carencias
de una voz con sólidos medios, pero de agudos metálicos. Robert
Dean Smith, engolado y muy flojo en los graves, careció del
heroísmo que Apollo requiere. El joven tenor Ladislav Elgr
interpretó un convincente Leukippos. Absolutamente impecable,
el Peneios de Georg Zeppenfeld fue lo mejor de la noche. A su
mismo nivel, Christa Mayer, estuvo brillante en el arduo rol de
Gaea.
por Lorena Jiménez
Daphne en Dresde
Octubre 2, 2010. Para su debut como Intendantin de la Ópera
del Estado de Sajonia de Dresde, y como primer estreno de la
temporada, Ulrike Hessler eligió este título de Richard Strauss,
estrenada en 1938 bajo la dirección de Karl Böhm en Dresde, que
no se representaba en la casa desde hacía 51 años. Pero la tragedia
bucólica de Strauss, con libreto de Joseph Gregor, poco tiene que
ver con la producción de Torsten Fischer, quien apuesta por un
enfoque político e impone su propio punto de vista de la trama,
convirtiendo a Daphne en la activista anti-nazi Sophie Scholl.
Más allá de la discutible conexión entre la heroína straussiana y la
heroína de la resistencia alemana (en el momento de su ejecución
era estudiante de biología y hay una carta en la que ella escribe:
“trato de ser un pedacito de corteza de árbol”, Fischer dixit), su
versión con pretensiones renovadoras resulta teatralmente estática
y confusa; un escenario vacío con un texto de Sophie Scholl
impreso sobre una cortina, agentes de la policía secreta del Estado
que van y vienen con amenazantes fusiles, Apolo como jefe de
la Gestapo, quien dirige la maniobra desde un gran sol naciente,
y el lanzamiento de panfletos, una masacre, y un gigantesco
pro ópera
Escena de Der Eingebildete en Aachen
marzo-abril 2011
Irrelohe en Bonn
Noviembre 7, 2010. Las óperas del austriaco Franz Schreker
(1878-1934) empiezan a ser exhibidas con mayor frecuencia en
los teatros. Olvidadas por diversos factores, cuando algún teatro
se atreve a ponerlas en escena no dudo en asistir a alguna de las
representaciones. Así, tras Der ferne Klang y Die Gezeichneten
(que pude presenciar en Sevilla y Stuttgart, respectivamente), me
alegré mucho al ver programada Irrelohe, una desconocida joya
lírica cuyo libreto fue escrito por el propio compositor, y cuyo
estrenó tuvo lugar en la Ópera de Colonia en 1924.
Escena de Elektra en Colonia
El sonido de la Orquesta de Aachen fue miel a los oídos y los
cantantes solistas mostraron un gran empaque, siendo de justicia
mencionar a los más destacados de ellos: el tenor chileno Patricio
Arroyo (Cléante) y su colega de cuerda, surcoreano, Louis Kim
(Thomas Diarrhoerius) y la soprano Michaela Maria Mayer.
Asimismo, cabe destacar la estupenda actuación de Karsten
Meyer en el personaje de Argan, sin menospreciar la brillante labor
de todos los que participaron en la representación.
por Federico Figueroa
Elektra en Colonia
Noviembre 6, 2010. Muy acertada, tanto musical como
escénicamente, esta nueva producción de la Ópera de Colonia.
La orquesta y el coro respondieron contundentemente a la garra y
fuerza con que Markus Stenz emprendió el camino de no retorno,
batuta en mano, de esta tragedia de Richard Strauss. Sin embargo,
fue cuidadoso con los solistas, permitiéndoles un amplio espectro
de facetas en la interpretación de cada uno de ellos. Magníficas, las
sopranos Catherine Foster y Edith Haller en sus acercamientos
a Elektra y Chrysothemis, respectivamente. Ambas convincentes
actrices con instrumentos fuertes, densos; con mucho brillo la
segunda y una pizca de templado metal la primera.
Foto: Klaus Lefebvre; Thilo Beu
Dalia Schaechter encontró el punto agrio para una bien cantada
Klytämnestra inspiradora de amargura y sonoro el recio Orest del
bajo-barítono Samuel Youn, quizá un poco alejado de los violentos
sentimientos que debería expresar su personaje. La presencia del
veterano tenor René Kollo, otrora gran cantante wagneriano,
añadía brillo a la cita aunque, sin faltar a la verdad, sus facultades
vocales estén muy mermadas. La breve intervención de Aegisht
está aún dentro de sus posibilidades y el excesivo vibrato quizá
refuerce la pusilánime personalidad del personaje.
Los personajes secundarios estuvieron a la altura de los principales,
redondeando a la alza el espectáculo, muy bien narrado en la
propuesta de la directora escénica Gabriele Rech, capaz de
transmitir la personalidad esquizoide de la protagonista, ajena a los
sentimientos que no sean exclusivamente los de ella. La minuciosa
dirección de actores, la claustrofóbica escenografía diseñada por
Matthias Schaller, el neutro vestuario (Matthias Hoheisel) y
la sugerente iluminación de Andreas Frank fueron el exacto
equilibrio a esta apuesta fuerte que salió muy bien librada.
por Federico Figueroa
marzo-abril 2011
Esta vez, la Ópera de Bonn se anotó un buen tanto programándola,
pues desde el año 2004 en que la Volksoper vienesa la llevó
a la escena, no había vuelto a subir a las tablas en una nueva
producción. Periodistas y público de diversas partes de Alemania,
y aún del extranjero, se dieron cita para el estreno, al que yo
también asistí. La orquestación de la obra, de textura pastosa (con
reminiscencias straussianas y puente hacia Korngold), tuvo una
cálida lectura por parte de Stefan Blunier, director musical de la
Ópera de Bonn, y la orquesta y coro de la casa respondieron con
soltura y aliento.
Las voces solistas salieron más o menos airosas, dependiendo de
las posibilidades de cada uno y del embate sonoro de la orquesta.
En este sentido, el director musical debió haber adaptado el
caudal sonoro de acuerdo a quien estuviera en ese momento
cantando. Adecuados, y hasta brillantes en algunos momentos,
las intervenciones del tenor Roman Sadnik (Heinrich, Conde
de Irrelohe) y el barítono Mark Morouse (Peter), ambos
interpretando personajes de gran enjundia, especialmente el de
Sadnik, quien evidenció desgaste vocal en el transcurso de la
representación. Menos afortunadas, las dos féminas principales,
la mezzosoprano Daniela Denschlag (Lola) cuya voz corría
con dificultad, y la soprano Ingeborg Greiner (Eva), escasa de
convicción. Digamos que se mantuvieron en un buen nivel medio.
Los nueve solistas restantes para igual número de personajes,
todos masculinos, desempeñaron sus partes con suficiencia, sin
desentonar demasiado con los cuatro protagonistas. La puesta en
escena de Klaus Weise (intendente general del teatro) buscó la
grandilocuencia a partir de una escenografía de fuerte impacto
visual, con la escena del incendio del castillo de Irrelohe como
meta final. En líneas generales fue una buena guía visual, a pesar
del traslado de época del original siglo XVIII a las tercera década
Escena de Irrelohe en Bonn
pro ópera Florian Hoffmann
(Tom Rakewell) y
Gidon Saks (Nick Shadow)
Si la escenografía (Martin Kukulies) y la iluminación (Thomas
Roscher) fueron firmes puntos de apoyo del espectáculo, el
horrible vestuario (Fred Fenner) fue un lastre. Mujeres vestidas
en el más puro cliché gitano, colores imposibles de imaginar en
una época tan oscura, el conde en versión Matrix y muchas otras
banalidades inconexas. En un futuro cercano saldrá al mercado el
CD de estas representaciones. Deseable sería también la grabación
de un DVD para acercar esta obra, sin duda merecedora de más
atención, a un mayor número de amantes de la opera en general y
de las “rarezas” en particular.
por Federico Figueroa
The Rake’s Progress en Berlín
Diciembre 29, 2010. Se sabe hasta el cansancio que en Alemania
existen producciones de concepto que transforman el significado
original del compositor. Estos conceptos muchas veces son
exitosos, porque ayudan a descubrir facetas de obras que
permanecen sepultadas bajo la forma tradicional de presentarlas y
que, por su parte, revelan poco o nada. Existen dos campos bien
definidos, pero la línea divisoria debe ser impuesta por la calidad
del espectáculo y su realización sin perder la esencia de la obra.
pro ópera
Nadie le aconsejó al director Krzysztof Warlikowski que su
concepto no calzaba con la obra ni con su espíritu. Hay, por
supuesto, muchísimas formas de presentarla, pero decir que la
caída de este libertino en la homosexualidad se debe a que sus
tendencias no fueron entendidas cuando niño es una perversidad.
Tampoco calza la idea que Anne Trulove sea abusada por su padre
y que exhiba un bebé al final de la ópera: ¿de quién es?, ¿de su
padre? Ni menos aún calza el exhibicionismo homosexual de
muchas escenas que nada tienen que ver con esta caída. W. H.
Auden era abiertamente homosexual y —si lo hubiera deseado—
habría escrito precisas instrucciones en su excelente libreto. El
público de Berlín no conoce esta obra maestra del género como
la conoce Londres, donde existen producciones modernas y
desafiantes, y esta nueva producción debe ser considerada como
una oportunidad perdida.
No ayudó un elenco mediocre, Florian Hoffman se encontró
con dificultades de tesitura para Tom Rakewell, Anna Prohaska
mostró buen canto pero cierto grado de acidez en la voz para un
rol (Anne) que es toda dulzura. Gidon Saks se convirtió en una
caricatura homosexual como Nick Shadow y, en general, todo se
desintegró porque la base estaba mal construida. Hasta el siempre
eficiente Ingo Metzmacher no logró infundir vida desde el foso
a una obra que pedía a gritos ser liberada de las cadenas de este
malguiado régisseur. o
por Eduardo Jacobo Benarroch
Foto: Ruth Walz
del XX, quizá un guiño a los tristes acontecimientos acaecidos
en Alemania en aquellos años y que llevaron a la muerte (de un
ataque al corazón) del compositor.
marzo-abril 2011
Concierto de Vittorio Grigolo en Dresde
N
oviembre 27, 2010. Diez años después de
que Giuseppe Sinopoli dirigiera el concierto
inaugural —entre andamios, cuando la iglesia
aún estaba en construcción—, las unidades
móviles de la cadena de televisión alemana ZDF
irrumpieron en la plaza del Neumarkt, frente a
la silueta de la Frauenkirche (Iglesia de Nuestra
Señora), dispuestas entre las casetas de madera
que se reparten la venta de adornos navideños,
pan dulce y vino caliente con especias, para
retransmitir el primero de los conciertos de
Adviento. El tradicional concierto de Navidad de
la ZDF: Adventliche Festmusik aus Dresden.
Para alivio de la decepcionada audiencia, la
otra estrella solista del concierto, Vittorio
Grigolo, sí acudió a su cita de Adviento. El
tenor italiano de moda, que interpretó en
solitario el “Panis Angelicus” de César Franck,
“Domine Deus” de Rossini, y un muy sentido
“Ave Maria” de Schubert, lució potencia
y agilidad vocal, emocionante vibrato, y
una voz cálida y expresiva. La Staatskapelle
Dresden acompañó al coro y a los solistas con
su sonido de siempre, más romántico que
barroco. o
por Lorena Jiménez
Foto: Alessandro Dobici
La anunciada presencia de la famosa cantante
Anna Netrebko hizo que las entradas se
agotaran con muchas semanas de antelación.
Sin embargo, Netrebko canceló su actuación
por razones artísticas (una hora después tenía
que cantar el concierto de Semana Santa, que
la ZDF grabó el mismo día), y Mojca Erdmann,
prevista inicialmente como sustituta, se puso
enferma la noche anterior. Sólo unas horas
antes del concierto se avisó a la joven soprano
chilena Carolina Ullrich, quien aceptó el reto
y cantó el programa sin cambios. El exigente
público de Dresde aplaudió la valentía de
la cantante chilena (desde la temporada del
2010 es miembro del elenco de cantantes de
la Semperoper), quien puso de manifiesto:
versatilidad técnica, excelente dicción y
limpia coloratura; una hermosa voz que,
por extensión y color, sugiere un futuro
prometedor.
Vittorio Grigolo dio un concierto en Dresde
marzo-abril 2011
pro ópera 
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