Bracitos mira para el techo

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El Clarí-n de Chile
Bracitos mira para el techo
autor Ismael Llona M.
2010-08-16 21:40:48
Recién su hermano, que beodo y en curda atropelló con su asno a una doncella en la feria, habÃ-a sido enviado por las
Cortes a cantar en los suburbios, a pesar de las protestas de la plebe. Recién también se habÃ-a sabido que la
popularidad de Bracitos habÃ-a caÃ-do tanto que nunca la habÃ-a tenido en tan poco prÃ-ncipe o princesa alguna en todo
el reyno.
Recién habÃ-an empezado las nuevas protestas de los jóvenes siervos de la gleba (que salÃ-an de sus tierras y
caminaban por los senderos alegando por la poca instrucción que recibÃ-an en los conventos).
Y entonces muchos señalaron que a alguna de esas sinrazones, a dos de ellas o a las tres, se debÃ-a seguramente la
extraña nueva conducta de Bracitos Cortos.
AsÃ- opinaba, al menos, uno de sus bufones tutelares, apellidado Méndez o Menéndez, que se dedicaba a explicar mal
lo que estaba claro para todos.
El cura Karadima, capellán de palacio, que no habÃ-a sido indultado por Bracitos como esperaban los frailes,
proclamaba en los pasillos del castillo para que todos lo escucharan:
“Yo dejaré de ser cura porque me tienen pillado pero Bracitos está peor: le ha entrado lipiria al saber que unos
multimillonarios gringos han donado la mitad de sus fortunas a los pobres, y al temor de que le pidan hacer lo mismo.
¿Por qué no se lo piden, por qué no se lo pide el Cardenal? Está turulato, ha caÃ-do en el retortijón y la apatÃ-a, y por
ello sólo contesta ¿cuánto?―.
En efecto, “¿cuánto?― era la única palabra que a Bracitos se le escuchaba.
Era para no creerlo.
El amo del castillo permanecÃ-a en su despacho, que usaba ya de comedor, cagadero y dormitorio, tirado de espaldas
en la alfombra, dÃ-a y noche, mirando con atención el ovalado cielo interior, sin despegar su vista de allÃ-, de esa
mágica aparición. Llevaba asÃ- casi una semana. Tal vez más. Con una bacinica al lado.
Y sólo contestaba las preguntas de sus cagatintas con el cortante “¿Cuánto?― o “¿Cuánto, ah?―.
La adelantada Van Rissen (que en alemán significa la mina más buena para la risa del reyno) entró a la covachuela y
le preguntó:
“DÃ-game, maestro, ¿cuándo se demolerá el primer edificio siniestrado y cuándo podremos inaugurar la primera casa
definitiva en mi zona?―
“¿Cuánto?― respondió Bracitos con la vista pegada al techo.
Antes que abandonara el aposento de Bracitos Van Rissen, anonadada pero igual de buena para la risa, entró sin pedir
permiso Heil Peter, el primer ministro de Bracitos, que intentaba imitar a Clark Kent.
“¿A quién hay que decapitar ahora?― preguntó.
“¿Cuánto?― respondió Bracitos sin mirarlo y con la vista pegada al techo.
Nadie en el castillo pudo enterarse que en el cielo del aposento de Bracitos, como en un inmenso telón de cine,
 habÃ-an hecho su aparición varias pantallas de terminales Bloomberg que informaban de los sube y baja de las bolsas
de Nueva York, Londres, RÃ-o, Buenos Aires, Lima y Santiago, donde Bracitos y otras dos o tres humildes familias
manejaba más del 40 por ciento de las transacciones del reyno.
Al lado de Bracitos, junto a la bacinilla, se ocultaba el último Financial Times con un comentario en portada de Judy
Webba, un par de pequeñas computadoras y un formulario de boletas de depósito.
Tras la salida de Heil Peter, que no recibió más respuesta de su jefe que un seco “¿cuánto?― ingresó a hablar con
Bracitos, la monja Von, preocupada por las encuestas que señalaban que Bracitos era el más bajo de los jefes de
palacio en cercanÃ-a y, pese a sus esfuerzos y a la profesión de Cortos, el peor calificado en manejo de la economÃ-a.
“¡Qué vamos a hacer, dijo ella, mire Bracitos que pese al apoyo de todos los medios, el dinero que gastamos en
asesores, sus disfraces para la ocasión y la publicidad que hemos hecho sobre sus éxitos económicos personales,
todos lo ven como alejado de todos y nadie lo ve como manejando la economÃ-a! ¡Qué vamos a hacer?―
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“¿Cuánto? respondió Bracitos que, además, estaba harto de Vones y de Vanes a pesar que él mismo las habÃ-a
nombrado sólo por tener esos apelativos dizque distinguidos.
El castillo se conmocionó aún más y ni siquiera llamaron a un doctor.Â
Heil Peter ordenó cerrar las puertas del aposento de Bracitos y hacer mandas.
Tras el portazo, que Bracitos casi no sintió, sonó su celular.
“Papá, perdimos entre 350 y 400 mil millones de pesos…―
“¿Se te cayó el quiosco? Tienes que levantarte más temprano.―
“No, déjate de bromas, fue por la venta prematura de los avioncitos…―
“¿Qué le hace el agua al pescado…Dime, ¿quién manejó el asunto? ¿Blackstone?―
“Creo que Koniberg  Kravis Roberts and Co…―
“Por eso… mejor hubiera sido Paulson and Co…―
“¿Mi hermana pregunta, además, qué se va a hacer con la Junji?―
“¿Cuánto? No importa, con Chileficción y el club, que representa sólo el 1 por ciento de lo que tenemos, empezaremos
el repunte para llegar a controlar en la bolsa algo más del 50 por ciento… Además, fÃ-jate en el éxito de la fusión.―
Y cortó Bracitos. No quiso convencerlo que cuando se pierde ganar 400 mil millones más, no se pierde nada, porque a
ese nivel el monto de las inversiones, de las movidas y de las ganancias es tal que no hay lÃ-mites y los bancos, si es
necesario, pedirán plata al Estado para volver a poner el dinero en las manos que correspondan.Â
Bracitos volvió a preocuparse sólo del cielo, gozó viendo cómo se unÃ-an las empresas de avioncitos, cómo
Chileficción subÃ-a cada dÃ-a de precio y cómo era posible y casi seguro que se iba a  conseguir un par de bufones
más para el festival del próximo año: una ex miss universo y un galán hispano, amigo de Michelle, que estaba feliz con
la nueva legislación argentina.
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