LA FÁBULA DE PIRAMO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO

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ANDRÉS POCrÑA
muito distinta, num Latim que'Hissimula com agilidade o seu frequentíssimo
carácter centonarlo. O resultado final é essa tragedia Mauritius, retórica,
declamatoria, passional, que conserva, depois de tantos séculos passados, boa
parte das esséncias dos dramas de Lucio Aneio Séneca, o filósofo-dramaturgo nascido em Córdova há pouco mais de dois mil anos.
HVMANITAS - Vol. LIV (2002) 351 -396
PEDRO CORREA
Universidad de Granada
[Desejaria que constasse o meu agradecunento ao doutor Andrés-José
Pociña López, professor da Universidade de Extremadura, pela ajuda que me
prestou ao redigir a versáo portuguesa deste trabalho]
LA FÁBULA DE PIRAMO Y TISBE
DE MIGUEL BOTELLO
La primera octava sirve de introducción. Es un exordio anunciador del
sentido profundo del poema. Por un lado, un caso lastimoso, fatal dice, y con
dicho adjetivo adelanta el papel reservado a la muerte en el destino de los
protagonistas. Por otro, un amor manifestado hasta el final, sin fisuras aunque
con sobresaltos. En consecuencia, amor y muerte se dan un abrazo en la
fábula, caminan juntas, codo con codo, porque así había sido trazado por el
primer creador del mito . La popularidad del tema se refugia en una hipérbole
propia de los poetas barrocos. Un anhelo de universalidad ampara los mitos
en boca de los creadores literarios y no podía faltar en el caso que tratamos.
La octava es una amplificación al verso primero; varios modificadores
indirectos dependen tanto de suceso como de historia y suponen una audaz
progresión comparativa que le permite insertarlo en el terreno de la más
compleja hipérbole vindicativa de su propia creación. La maldición terrible y
lastimosa del dios Pactólo que lo condujo al suicidio en el río Crisórroas le
parece un juego de niños comparado con el sufrimiento y destino de los dos
amantes. Así como el de cualquier viajero que tratase de ir del uno al otro
polo, en el sentido de universalidad; también pudo cruzar por su mente el
recuerdo de Faetón quien dio con su carro varias vueltas a la tierra o bien los
fatigosos trabajos de Hércules, una de cuyas hazañas se desarrolla en el país
de los hiperbóreos y también lo encontramos deambulando por el norte como
La fuente originaria de la fábula se encuentra en Ovidio y a él remontan
directa o indirectamente todos los escritores que han poetizado o tratado la fábula.
El ser Ovidio una cantera inagotable de temas míticos, trajo en consecuencia que sus
obras fueran traducidas constantemente con mejor o peor acierto. El tema se encuentra
en Metamorpnoseon, liber quartus, vv. 55-166; v. OVIDIO, Metamorfosis, ed de
A. Ruiz DE ELVIRA, vol. 1, Barcelona 1964, p. 124-129.
PEDRO CORREA
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por el sur de Grecia (Libia y Etiopía). El comienzo no es fruto de una
improvisación; la estructura está bien pensada y hecha realidad mediante un
equilibrio distributivo y una lengua brillante, estrechamente vinculada con el
motivo en cuestión. El tono erudito que tantas dificultades y sinsabores
interpretativos nos causan hoy, constituyen la sal y pimienta de los textos
renacentistas y barrocos. En ocasiones está en él la correcta comprensión de
un poema. Es indudable que si bien Botello está dirigiendo su encomio a los
mitos no por eso deja de pensar en su poema que puede reportarle "fama
eterna" e "inmortal nombre" y así se lo desean algunos de los panegiristas de
la Introducción2.
Tres octavas están dedicadas a la familia de los Fíeseos bajo cuyo
patrocinio pone su composición: "A don Francisco y don Andrés Fiesco,
caballeros nobilísimos de la República de Genova". Indudablemente estamos
ante una laudatio de los genoveses, tomando como base su dedicación a las
armas, hecho plenamente demostrado, pues los Fíeseos fueron desde el
siglo XIII abanderados del partido gibelino frente a los Spínola y los Doria.
Su enemistad con estos últimos dio lugar a que la rama mayor de la familia
fuera desterrada de Venecia en el segundo tercio del siglo XVI, en especial
los seguidores del jefe de la conjuración que era Juan Luis Fiesco. Forma
parte de la laudatio la afirmación gratuita de constituir ambos caballeros y su
apellido la maravilla de nuestra época así como insistir en el "valor majestuoso" y en la "fama" y actuaciones públicas de los genoveses . La hipérbole
laudatoria le acerca a Góngora cuyos Polifemo y Panegírico tuvo bien
presentes.
Otras tres octavas están dedicadas a una dama que se oculta tras el
nombre de Rosaura; deducimos del contenido que sus relaciones con ella no
2
Para el texto he tenido presente la edición de Madrid de 1621. Contiene dos
aprobaciones, una de Vicente Espinel y otra de Juan de Jáuregui. A continuación hay
una serie de poemas panegíricos; un soneto de su paisano Manuel de Faría y Sossa,
otro de María de Zayas y décimas de Francisco de Tapia y Leiva, Francisco de
Francia, Cristóbal de la Serna, Rodrigo de Herrera y Jusepa de Avellaneda.
3
El poema está dedicado a dos caballeros de la familia de los Fiesco, don
Francisco y don Andrés. El carácter mundano del autor, viajero por la India como
acompañante del conde de Vidigueira y su estancia en París junto al embajador
Marqués de Niza, hicieron de é! un hombre avezado a las relaciones diplomáticas. Fue
militar de profesión y supo combinar las armas y las letras como su vida nos enseña.
Se deduce de la dedicatoria a los Fiesco que como buen humanista estaba en posesión
de los clásicos. En muy breve espacio encontramos dos citas latinas, una de Lucano y
otra de Ovidio. También hay un breve prólogo al lector en el que anuncia una novela
pastoril que tenía ya terminada.
LA FÁBULA DE PIRAMO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
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son camino allanado, aunque le pide ayuda para que su nave llegue a buen
puerto después de la tormenta:
Obliga, dulce amor, mueve a Rosaura,
que divino en mi pecho inspire aliento,
anima la intención, la voz restaura,
mueva Ninfa mi pluma, pues no imploro
las nueve hermanas del Castalio coro.
Dos octavas constituyen un inmenso símil dotado de fuertes connotaciones vinculadas a la dificultad de la empresa. Un buen piloto es capaz de
soslayar la tormenta y vencerla con su frágil barca y su pericia. Se ase al
casco de su barco y sortea los inconvenientes que el viento Noto pone en su
travesía así como los zarándeos de la diosa Tetis. Una vez más la huella de
Góngora se hace evidente en el verso "sorbiendo nubes y talando vientos".
No se le puede negar eficacia y fuerza a la octava cuando la comparación
entre el trabajo emprendido, vital por otra parte, y una travesía peligrosa por
mar era ya por esa época moneda de cambio corriente. Una sintaxis basada en
el anacoluto y la presencia de cultismos - gemina, indómitos - denuncia la
estética de la estrofa4.
Si establecemos la ecuación de igualdad nave-piloto=poeta, nave=creación poética llegamos a la octava en Sa cual Botello confiesa las dificultades
que encuentra para llegar a puerto seguro. Las dudas y temores del piloto,
quien difícilmente puede gobernar el navio contra los elementos enfurecidos,
son los mismos que padece el escritor enfrentado a su quehacer y a su propia
vida. Creemos que se refiere a su experiencia vital en relación con la vida
amorosa. Palabras como "esperanza" y "deseo" cobran un valor infinito aplicadas al yo, porque el poeta las inserta en el corazón. Todo un campo semántico negativo se desliza por la octava y tiene tal densidad que su eliminación
la haría desaparecer. "Tremendo, errante, cercado de imposibles, confusiones,
COSSIO, J.M. Fábulas mitológicas en España, ed Espasa-Calpe, Madrid 1952,
p. 372-374. Insiste en considerar la lengua del poema vinculada al clasicismo de Lope
de Vega porque alguno de sus contemporáneos hablaba de la limpieza y sencillez de
su verso, libre de las exageraciones cultistas. Esta afirmación es una verdad a medias;
es cierto que no existe el hipérbaton ni se dan con profusión los cultismos pero no es
menos cierto que Botello tuvo presente el Polifemo y Calatea gongorino y lo aprovechó para numerosas asociaciones sintagmáticas. También hay cultismos y exageraciones comparativas que están vinculadas a la retórica barroca y el clasicismo evidente
debe relacionarse con la estética del siglo XVI pues en varios ocasiones el poeta echa
mano de Garcilaso o al menos lo tuvo presente para diversos pasajes de su obra.
PEDRO CORREA
LA FÁBULA DE PÍRAMO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
cobarde, tiembla anhelando, débil, delirando, sin pulsos" crean un entorno tan
negativo que el poeta necesita del impulso y ayuda de alguien que le permita
proseguir el viaje proceloso del mito.
Por eso implora a Rosaura a través de la fuerza del amor que le dé
aliento, ánimo y la siempre tan difícil palabra. De camino alaba la belleza de
la dama aludiendo a su boca y labios. Pensando en ella, como inspiración en
complejo juego con lo anteriormente expuesto, la llama ninfa, no sólo porque
el ser mítico es una deidad marina sino como elogio personal. Y lo mismo
hemos de adivinar en el aura que se opone a Noto. Tal es la fuerza de la dama
que será ella y no las Musas quien le permita dar cima a su proyecto. La
hipérbole es evidente pero responde a una tradición lejana con la que era muy
difícil de luchar. Una selección de elementos - cristalino, rubí, aura, Castalio
coro - crea un ambiente difuso y elegante en la línea de un decantado aristocratismo cortesano. Hasta aquí la dos dedicatorias aunque esta segunda sea
una petición de ayuda a una dama desconocida que le permita seguir con el
proyecto iniciado. A partir de este momento entramos de lleno en la
narración de la fábula la cual le permitirá constantes amplificaciones surgidas
al hilo de los acontecimientos.
La efusión se instaura en la base de la siguiente octava. La palabra
Babilonia no aparece por ninguna parte y para que el lector desconocedor de
la fábula se sitúe, toma como base dos pilares, uno geográfico y otro histórico. El río Eufrates y el recuerdo del semilegendario Nembrot son las
señas de identidad de la ciudad donde viven los dos amantes. La exageración se apodera del autor al referirse al Eufrates; es comparada su
corriente con la furia de las marinas, rompiendo el campo con estridencia y fuerza, y es en este punto concreto donde se asienta la ciudad.
También es el lugar donde Nembrot intentó escalar las regiones del viento
con una monumental torre, cayendo en el mismo pecado que Icaro. El
recuerdo de Góngora se hace evidente al principio y al final. "Adonde
Eufrates" es recuerdo del verso gongorino "Donde espumoso" y "en líquidos
cristales despeñados" nos lleva al final de la fábula de Polifemo cuando se
produce la transformación.
En dicha ciudad nacieron y vivieron Píramo y Tisbe, protagonistas
de la historia. Ambos son considerados portentos no sólo por sus vidas sino
por haber consagrado su corazón al amor haciendo de él un templo donde
pudiera enriquecerse y guiarlos. Son ejemplos dignos de imitación por
su firmeza, aunque de trágico final como amantes. La niñez fue ya el
momento inicia! del amor que el tiempo transformó en pasión. Sacrifican,
dice el poeta con vehemencia, sus almas a Cupido aunque por razón de
edad y ante lo inasible y tortuoso del amor, un verso lapidario compendia
el alcance de estos amores nacidos a edad tan temprana, "las claras luces de
sus sombras vanas". Hace Botello exactamente lo mismo que Silvestre,
Montemayor, Villegas, Tirso; el dato escueto de la fábula ovidiana lo complican en amplificaciones más o menos extensas y así dilatan el texto hasta el
infinito.
El poeta presta atención a Píramo y destaca como virtud más acusada el
valor que hasta ahora no hemos tenido ocasión de comprobar, pero debe ser
cierto porque en diversos momentos lo caracteriza y se define por él. Recurre
a una hipérbole mítica para magnificarlo: si Medea, tan ardiente defensora de
su libertad, hubiese conocido el valor de Píramo, no se le hubiera ocurrido
encomendar a Jasón la expedición argonáutica para rescatar el Vellocino de
oro. De nuevo vuelve a la carga, tampoco al hado se le hubiese pasado por la
imaginación transformar en flor a Narciso embebido en su propia contemplación. El carácter ponderativo que adquiere la mitología es evidente. En el
mundo del amor Píramo es elevado a categoría de héroe para así estar a la
altura de su amada Tisbe.
Por eso el poeta presenta a continuación a los lectores un ideal de
belleza a lo largo de cuatro octavas. Cada una de ellas está dedicada a un
atributo de Tisbe, configurador de su atractivo y encanto. El color de ¡a piel,
la voz, los cabellos, la frente y los ojos, merecen su atención. Sigue el canon
establecido por la tradición, es decir preceptistas, retóricos y poetas, aunque
en el caso que nos ocupa el peso de la tradición garcilasiana se deja sentir así
como la importancia que los ojos y la mirada desempeñan en la poesía del
Petrarca. Esta descripción nos aparta del relato y nos conduce por caminos
amplificatorios a los que tan bien se prestan los mitos. Confiesa humildemente que intentar reproducir la belleza física de Tisbe es un imposible, porque el sujeto de la descripción supera los componentes de la belleza humana.
Llega a decirnos que el entendimiento, de raíz divina, no puede seguir el hilo
en torno al cual se vertebra su descripción. Hay que humillarse ante tanta
hermosura y rendirse ante ella sabe a gloria. Achaca la falta de talento a la
memoria por su limitación. Por eso tras cuatro octavas prefiere pasar a otro
motivo más asequible a la condición de hombre y de poeta. El amor ocupará
el lugar reservado a Tisbe.
La primera octava, dedicada al color de la piel, es un inmenso símil
poético tomando como émula la figura de Campaspes, amante y modelo de
Apeles, según nos lo recuerda la historia. Como no podía ser menos, el color
rojo resalta como alegoría de la eterna primavera y sensación de vida y
juventud. No hay originalidad en la asociación de jazmines y claveles con la
que pretende crear un color armonioso y equilibrado, el auténtico color de la
piel propia de la edad juvenil. La perífrasis colorista tampoco refleja nove-
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PEDRO CORREA
LA FÁBULA DE PÍRAMO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
dad, responde a una larga tradición aplicado al rostro de la mujer. Botello
crea un ambiente, recurre a constantes hipérbatos para atrapar al lector y
obligarle a recomponer el hilo conductor; supone una llamada de atención, un
estado de alerta, obligándole a reconstruir la octava según una lógica
implacable:
dida Venus por el pintor cuando en su venera salía radiante y juvenil
del mar5:
356
De Tisbe como heroica, la belleza
emuladora más de sus pinceles,
quiso por admirar naturaleza
componer de jazmines y claveles,
Estamos en presencia de un cuadro bien hecho en cuyo centro vemos
un rostro en primer plano que al estar dotado de voz quiere darle vida
y apenas lo consigue. Falta la perspectiva, por lo tanto el cuadro
queda reducido a un retrato hermoso de mujer joven con el que se quiere
embellecer la fábula. Es una descripción clásica en la línea de tantas
diosas mitológicas a las que el oropel de la divino oculta su humanidad.
Esto es cuanto sentimos al enfrentarnos con la descripción de Tisbe. El
poeta transmuta la realidad y crea un arquetipo. Muchos poetas habían
hecho lo mismo y hacía falta ser un Góngora para lograr el entusiasmo del
lector. Botello no lo consigue. Pero sigamos con la presentación de la
muchacha.
El poeta se eleva a un plano ideal para recordar la palabra
puesta en boca de Tisbe. Su voz lo paraliza todo y nos eleva a un grado
sublime de contemplación, por eso la voz es el vehículo a cuyo través
se adensa el sentimiento; ella dilata el placer y amplifica los bienes.
Una vez más la mitología viene en su ayuda y el recuerdo de un poeta,
Fernando de Herrera, maestro de la escuela sevillana, le sirve para
crear un mundo de irrealidad. La armonía de la voz de Tisbe, en arraigada hipérbole, supera la de Orfeo, el mítico cantor capaz de encantar
con su música y palabras hasta las bestias más feroces. La melodiosa voz
de la joven es capaz de suspender los aires y su tonalidad está llena
de atractiva gracia. Todo esto hace de Tisbe un "serafín humanado" a causa
de su "armónica voz". Es indudable que en la mente de Botelho quedó
impresa aquella imagen herreriana dedicada a ensalzar a doña Leonor,
"Armonía d'angéiica sirena". Hay un decidido empeño en crear un ser
ideal, en la línea de un platonismo humano, como complemento al valor de
Píramo.
A continuación centra su opinión en los cabellos y recuerda un
soneto de Garcilaso donde la dama que le ha permitido glosar el carpe
diem deja ondearlos al amor del viento como había sido sorpren-
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El valor que acompaña los cabellos,
si llegando obligada a descogellos,
por el ebúrneo cuello se esparcían;
Pero hay mucho más. Los cabellos de Tisbe tienen que causar mayor
impresión en el lector y el procedimiento es de nuevo recurrir a la mitología
para que ésta le preste la base y construir una nueva hipérbole. El color rubio
del pelo de la muchacha causa envidia a Febo, el dios-sol, y cuando se
esparcen por su ebúrneo cuello, el dios Favonio que lo ha permitido debe
sentirse lisonjeado. Es consciente el poeta de la impronta garcilasiana de su
descripción y por eso habla de un "estilo heroico y nuevo", muy distinto al
del soneto en cuestión. Vino viejo en odres nuevos es cuanto vamos
encontrando en estos poetas secundarios de principios del siglo XVII. Había
que ser un genio para innovar en una época llena de primeras figuras y
además con el peso de una gloriosa tradición, en consecuencia no pueden
librarse de la influencia de los nombres consagrados.
No quedaría completa la descripción si no aparecieran la frente y los
ojos. El color blanco de la piel se manifiesta con especial intensidad en la
frente y para destacarlo entra en juego con la nieve; aquél es capaz de
oscurecer la nieve; poderosa antítesis que se ayuda de un sintagma
parentético justificativo de su alarde cerrado con otro de mayor intensidad.
La segunda parte de la octava tiene como sujeto sus ojos. Un velado
petrarquismo de segunda mano aflora entre la trompetería barroca de "En
nichos de costosa argentería"; más importante es que ellos son imperio de las
almas; su atractivo y el poder que de ellos emana, semejante a los "fulgores
peregrinos", son capaces de oscurecer las antorchas inmortales, aquellas que
son ofrendadas a la divinidad en aras de reconocimiento y victoria. No podía
faltar un ideal de belleza femenina cuya ausencia iría en menoscabo de quien
es considerada un doble del Amor entre los humanos.
5
Es indudable que Botello debió haber leído el soneto garcilasiano "En tanto que
de rosa y azucena", especialmente el cuarteto siguiente:
y en tanto que'l cabello, qu'en la vena
del oro d'escogio, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena.
15Η
PEDRO CORREA
Aunque es cierto que la 'descripción de Tisbe, pormenorizada por
tradición y respeto al canon, distrae la atención del poeta conduciéndolo por
caminos amplifícatenos al margen del mito, también su conciencia le obliga
a intervenir para cortar las alas de su pensamiento y centrarse en lo que
importa. Confiesa con humildad que intentar reproducir la belleza de la
muchacha es imposible, porque el sujeto de la descripción supera los
componentes de la belleza humana. Afirma que el entendimiento, de raíz
divina, no puede seguir el hilo en torno al cual ha vertebrado su descripción.
En consecuencia hay que humillarse ante tanta hermosura y rendirse a
describirla es gloria. La memoria, dice, le juega una mala pasada porque su
capacidad es limitada. Por lo tanto, es preferible pasar a otro motivo más
asequible a la condición del hombre y del poeta. El amor va a ocupar el lugar
reservado hasta ahora a Tisbe. La voz será el vehículo a través del cual se
adense el sentimiento; ella dilata el placer y amplifica los bienes derivados
del mismo. Tras la voz, la mirada, sintonizadora de las almas de los amantes.
Cupido, partícipe del banquete de los sentidos, se hace cruces, y sus
coloquios amorosos saltan las barreras de la intimidad ofreciendo a los
lectores la constancia del corazón y el fuego devorador de las voluntades.
La pasión asoma con toda su problematicidad. Incide especialmente en
Tisbe más entregada a las delicias del amor. Ella la manifiesta con más
fuerza y evidencia; por eso, la inquietud se apodera de su alma si bien
no trata de exteriorizarla. Se mantiene firme por fuera pero la procesión
va por dentro, El poeta juega con los celos por medio de un toma y daca
creador de incertidumbre. Ella tiene conciencia de su seguridad y en este
sentido vive confiada pero los peligros son muchos y cercanos. Va a
emprender una aventura nueva de hondo calado y confia en su destino.
Afirma que no tiene miedo a los celos, aunque sabe que cuando éstos son
menospreciados, urden trampas para hacer caer a los amantes. Son traidores
por ser cobardes.
La fortuna se ensaña con los enamorados. No puede permitir que Tisbe
goce por anticipado del amor tan profundo que siente por Píramo. Amor en el
pleno sentido de la palabra. Amor que supone entrega con todas las
consecuencias. Y tampoco desea que Píramo se jacte de la gloria conseguida
y para lograr su propósito pone en contra de ambos al padre de la muchacha.
El cerco tejido en torno a los amantes se va cifiendo hasta producir un
ambiente asfixiante del cual va a ser muy difícil escapar. Todo esto es como
un anticipo de la muerte inevitable. Deja escapar el autor una de las causas
motivadoras de la prohibición. Parece que en los ojos de Píramo se notaba
demasiado la gloria del triunfo y esto molestaba a la Fortuna que tenía
trazados otros planes bien diversos.
LA FÁBULA DE PIRAMO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
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En definitiva, la familia, en concreto el padre, prohibe a Tisbe sus
relaciones con Píramo y la aisla en su casa. La forzada ausencia del amante
traerá la paz para su espíritu según la creencia paterna. Dice el autor que el
sufrimiento espanta al cobarde y el padre de Tisbe sintió miedo ante la
realidad de unas relaciones que consideraba muy desiguales y sobre todo por
la malquerencia sentida hacia Píramo. Hemos llegado con esta drástica
solución a la mitad de la fábula, al meollo desencadenador de la tragedia.
A partir de este momento vamos a ir viendo un continuo inclinarse la balanza
hacia el lado negativo a pesar de que los enamorados pusieron todo su
empeño en rehacer su vida de amor. Las consideraciones del autor suponen
una amplificación al motivo principal, la forzada ausencia, con especial
hincapié en el corazón como asiento del amor, sumido en terribles dudas, sin
capacidad para levantar el ánimo, en temblorosa espera.
El tiempo pasa en soledad y ausencia. Tisbe, enclaustrada en su casa,
siente los días como un peso difícil de soportar. La no presencia del amante,
que constituye su propia razón de existencia, le produce un profundo
desánimo entre "memorias tristes". Este se traduce en una pérdida constante
de vitalidad y ni siquiera el recuerdo del amor ausente la compensa. El poeta
saca todo el partido posible a esta situación y crea un entorno depresivo que
sólo podrá encontrar cierto lenitivo a través de la palabra, del monólogo
consigo misma, rememorando una veces, quejándose otras, de situación tan
injusta, esperando tiempos venideros mejores. Por eso el autor va a introducir
al lector en la intimidad de Tisbe y nos va a desvelar su alma entreverada con
constantes alusiones a su condición presente.
Por lo pronto el poeta en la estrofa 21 va a sorprender al lector con una
bellísima descripción de Tisbe soñando constantemente con su amante.
Enajenada de cuanto le rodea, va a ser sorprendida en la plenitud de su
belleza contemplando no sabemos qué. Su rostro es hermoso, clavel en sazón,
armonía de color con claras reminiscencias gongorinas. Por la mente del
autor se cruza la belleza ideal de Galatea. Su cara mira al aire y el valle
umbroso entrevisto en la lejanía siente el dolor que dicho rostro refleja.
Carece de valor para afrontar la situación, los sentidos permanecen
adormecidos, el labio ronco y el pecho temeroso. Las lágrimas riegan el suelo
aunque sus ojos vueltos hacia lo alto contemplan el impasible cielo. Parece
una estatua que ha perdido todo sentido de la orientación, carente de vida, en
actitud de espera. Expresa a través de su físico el sufrimiento que vive por el
sinsentido de una situación forzada:
Como el clavel que sin sazón cogido,
parece que lastima el valle umbroso,
360
PEDRO CORREA
LA FÁBULA DE PÍRAMO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
mirando estaba el aire enternecido,
purpúreas rosas de su rostro hermoso;
sin ánimo el valor, muerto el sentido,
el labio ronco, le pecho temeroso,
regando con sus lágrimas el suelo,
fijos los ojos en el alto cielo.
La situación del protagonista tampoco es halagüeña. Como solo con la
presencia el amor se atempera y encauza, siente la comezón ante la ausencia
de la amada. Lo menos que puede pensar y pasársele por la cabeza es haber
sido olvidado y empezar a dudar de su amor. La desconfianza se apodera de
su corazón y se asienta en él. Sin embargo todo esto es fruto de su condición
de profundo enamorado, ya lo dice el autor; "si amando muere", encierra toda
una lección para cualquiera que se encuentre en idéntica o parecida situación
y lo menos que puede pasar por su imaginación es que la causa de todo este
embrollo está relacionada con las sospechas de olvido. Este motivo se
encuentra en numerosos poetas amatorios y a cualquiera de ellos pudo
recurrir el autor, incluso a san Juan de la Cruz.
También se atormenta Píramo y siente la comezón de la ausencia y de
la falta de su amor. Todo cuanto le rodea es testigo de su insufrible estado
anímico. El poeta hace partícipe a la naturaleza del estado del amante. Todo
se concita como lenitivo al quedar como testigos de su condición el monte, el
campo, el prado, el aire, el viento, los arroyos, las flores, plantas, aves, peces.
Estos elementos de la naturaleza y seres que la pueblan, mediante los
procedimientos de la personificación y de la humanización, participan de la
tristeza del enamorado y muestran un sentimiento acorde con el estado del
paciente de amor. Hasta tal punto tiene fuerza el mundo sensitivo hecho
realidad por el poeta que las piedras se enternecen, los montes tiemblan y las
fieras huyen. El recuerdo del mejor Garcilaso se concita para conseguir un
efecto de auténtica poesía con el que el autor cierra la intervención de Píramo
para dejar paso a la amante. Las enumeraciones ponen un momento de
sosiego en el desarrollo del drama interior vivido por el muchacho.
Mientras estas cosas suceden, Tisbe vive sola y triste encerrada en su
habitación. Espera quizá lo imposible. Ya no tiene fuerzas para lamentarse
aunque siente profundamente cuanto le acontece. El dolor se le adensa en el
alma y le hace estar atenta al menor acontecimiento. Tiene tiempo suficiente
para analizar su estancia y no se le escapa ningún detalle. Al menos parece
haber encontrado cierta serenidad nacida de una intuición. Sabe que un acontecimento muy cercano está a punto de salvar tan comprometida contienda.
Siente en su fuero interno la inminencia de algo inexplicable cuya solución
vamos a encontrar en la estrofa siguiente.
Da paseos por su habitación sin dejar por eso de quejarse de su
desdichada fortuna y cuando más afligida se encuentra, observa atentamente
la pared medianera a la estancia de otra vivienda. No puede creer en el fruto
de su observación. Un pequeño resquicio deja pasar el aire y la luz, una falla
en la construcción del tabique. Este descubrimiento le pone en contacto con
el mundo exterior. Duda acerca de lo que ve; cree que es una especie de
La voz es la única posibilidad de consuelo, lo que puede producir un
contrapunto de serenidad a su ánimo destrozado. Primero se dirige a su padre,
causante de su desgracia. Su enajenación es tal que hasta quiere negar dicho
nombre a su progenitor. Sabe que ese tipo de lamento no sirve para nada
puesto que es su padre quien impide estas relaciones. Por eso, se revuelve
contra el cielo injusto que ha permitido que todo esto sucediera. Un constante
juego de antítesis se vive a lo largo de la octava. Ellas sirven para marcar la
realidad presente en relación con las fuerzas con las que hace frente al
momento concreto en que se encuentra. Le pesa enormemente la soledad, el
no poder compartir sus horas con alguien y esto es causa de que los rigores
de la ausencia se agudicen.
Sigue arremetiendo contra su padre y lo hace en un monólogo de oscuro
sentido donde también invoca a la vengativa Átropos añadidora de más lefia
al fuego. Cierta incoherencia se desprende de sus palabras, como si empezara
a hacer mella el aislamiento en que vive. Aunque el tiempo pasado es
mínimo, la intención del poeta es agrandarlo a través de la inventiva en aras
de la economía semántica. Con esta estrofa se cierra el monólogo en alta voz
revelador de su estado de ánimo que en su continuo discurrir ha ido desde la
furia del comienzo hasta la conciencia de que es imposible romperlo y no
tiene más remedio que apelar a la paciencia. Esto no quiere decir que se
resigne, todo lo contrario, pero no tiene ya la energía de sus comienzos,
probablemente por cansancio del escritor.
Con la estrofa 24 se remata el discurrir de Tisbe en su habitación. El
dolor se le adensa y solamente puede manifestarlo a través de las lágrimas
hechas realidad en el texto mediante un nuevo préstamo gongorino. El
destino, que es en última instancia el causante de todo, se alegra de la solución encontrada por su padre. No puede permitir que viva contenta con su
amor. Mientras el amor, origen de todos sus problemas, se retira entristecido
habiendo sido vencido por el fatum, queda Tisbe en situación desesperada sin
ver una pronta solución a su problema personal. Toda esta larga amplificación demora el resultado final y le permite al poeta manifestar sus conocimientos y en cierta medida sus ideas en torno a lo eterno amoroso. Hemos de
dar paso a Píramo, olvidado en pro de su enamorada.
361
:κ,2
PEDRO CORREA
LA FÁBULA DE PIR.4MO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
engaño hasta que por fin se cerciora de la realidad de la resquebrajadura. La
pena deja paso a la alegría, pues esto le permitirá un contacto imprevisto en
principio pero que pertenece al acervo común de la leyenda. Dentro de muy
poco va a poder reanudar su historia amorosa y entablar de nuevo relación
con el amante ausente. El resquicio permite al autor una interesante amplificación teórico-amatoria nacida del resultado de una conversación. El azar ha
puesto en el camino de Tisbe esta posibilidad que en principio nos parece positiva y satisfactoria, pero cuyo resultado nefasto va a desembocar en catástrofe.
Inmediatamente Tisbe, como todo bien nacido, da gracias al cielo por
haber permitido esa pequeña liberación para su atormentado espíritu. Sabe
que su voz puede ser transmitida a través de la abertura y no lo duda ni un
solo instante. Llama a Píramo, lo nombra, todo gira en torno a su amado y
desea por cuanto bien hay en el mundo que su voz tenga respuesta positiva.
La conciencia de una seguridad trae en consecuencia que se reavive la llama
de su amor y sienta una vez más la comezón de lo inesperado. Su corazón no
le cabe en el pecho y esto se debe a la fe que tiene en su amor. Cualquier
motivo es causa de una pequeña amplificación, pretexto para lucimiento del creador. La demora en el cruce de palabras es aprovechada para dejar caer ideas
de la época o bien asuntos relacionados con la tradición literaria amorosa.
Sin embargo Tisbe no las tiene todas consigo. No sabe si Píramo está
próximo al resquicio o muy alejado del lugar de su encierro. Este mar de
dudas comienza a transformársele en una confusión de ideas relacionadas con
su situación presente y su futuro. La esperanza en una solución se le torna
débil y regresa a las dudas y ambigüedades sentidas poco antes. De nuevo
vuelve a quejarse a la Fortuna haciéndola causa de sus desgracias. Solamente
ella es la que procura hacerla vivir para que sienta con más fuerza la ausencia
de su amado. Estamos ante una situación conflictiva que se ha apoderado del
ánimo de la muchacha y no le procura sosiego. Los cuatro primeros versos de
la octava están puesto en boca del poeta, los cuatro restantes en la de Tisbe,
bien en forma de pregunta bien como respuesta a su retórica invectiva contra
la Fortuna. Estamos a un paso del encuentro a través del resquicio, cuando la
voz se hace intérprete de los anhelos y deseos.
Y así llegamos en la estrofa 31 a uno de los momentos culminantes del
drama. Quiere el autor que Eros, compadecido de los sufrimientos de los
amantes, los ponga en contacto mediante el deseo del encuentro y parece
dirigir sus pasos al unísono hacia el resquicio de la pared. El dios del amor
se compadece de Píramo por haberle importunado con sus deseos y dirige
sus pasos al lugar donde Tisbe se encuentra. Esta está acechando a través
de la hendidura y puede ver a Píramo al otro lado de la pared, en una estancia contigua que el muro medianero separa. Lo contempla y lo ve sose-
gado, aunque muy pronto con la luz que todo lo ilumina se va a pasar
de la contemplación a hacer vehículo de la voz la resquebrajadura de la
pared. Ambos se presienten; al menos Tisbe está segura de su presencia porque lo ha visto y él está seguro de un pronto acontecimiento de
felicidad.
El primer encuentro tras la ausencia impuesta permite al poeta una
extensa amplificación en la cual los amantes reafirman su amor. En ella se
desarrolla toda una teoría donde los límites entre la realidad y la ficción se
difuminan en la línea del más depurado arte barroco. Se parte de una doble
extrañeza para ir poco a poco serenando los ánimos y recuperar una actitud
normal. Es Tisbe quien primero siente la presencia de Píramo. Los sentidos
tienen reservado un papel muy importante, aunque irán cediendo ante una
más intensa y espiritual concepción del amor-pasión. La vista y el oído de los
renacentistas visionarios recuperan la primacía en el texto. Tras el sentimiento de una presencia, la voz de Tisbe se adelanta y con ella halaga el oído
del amante. Aunque se ven o se adivinan tras el resquicio, hay que estar
seguro, no sea que los sentidos, unidos al deseo, jueguen una mala pasada. La
llamada de la amada ai amante provoca una mayor atención y la vista pasa a
ocupar el primer lugar. Ya no hay duda, son ellos. La contemplación provoca
un estado de mudez, no saben articular palabra, pero el amor se reaviva tras
la ausencia y se enciende. Si los sentidos no pueden hablar, lo harán las
almas. Los ojos se embargan de emoción y acude solícito el llanto como
lenitivo a la tensión.
Esta presencia es fruto de una forzada ausencia de ahí la importancia de
la memoria que insiste en el alejamiento de ambos y lo transforma en motivo
batallón. Es lo primero que acude a su recuerdo y punto de partida de la
conversación mantenida en el encuentro. En verdad todo se reduce a tiempo
ausente y el dolor se hace manifiesto por haber perdido con la separación una
etapa gloriosa en sus relaciones. El poeta interviene en el decurso de la
historia, como si lo vivido por los amantes tuviera que ver con su vida
personal. Dice que si uno se encuentra en tal tesitura, amor y ausencia, debe
manifestarlo en el encuentro para seguridad del otro si algo no lo impide
como pueda ser la emoción del encuentro. Recuerdan estas ideas esa
tradición literaria manifestada en los poetas del siglo XVI para quienes la
ausencia no podía ser causa de olvido sino todo lo contrario, refuerzo del
amor basado en la esperanza del reencuentro6. De ahí se sigue que ambos
6
Nos referimos al soneto
Quien te dize que ausencia causa olvido
mal supo amar, porque si amar supiera,
363
PEDRO CORROA
LA FÁBULA DE PIRAMO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
están obligados a traducir lo que sus corazones sienten por medio de la
palabra o a través de la intervención del poeta.
Reserva la octava siguiente para la manifestación pública del amor que
ambos se profesan y tratar de manifestarlo a través del resquicio. La unidad
está bien conseguida a! afirmar que hay una sola voluntad en dos corazones,
un sentimiento amoroso recíproco y una conformidad de acciones. Le
interesa destacar al poeta que a pesar de la distancia y ausencia no se ha
enfriado en nada el sentimiento común de entrega sino que ha salido reforzado. Indudablemente, cualquiera que se encuentre en esta tesitura no puede
articular palabra o no recupera el reposo necesario para que la voz exprese lo
que se siente, sólo las actitudes y la buena disposición manifiestan lo que el
corazón siente también. Bien lo dice el poeta a afirmar que ponen el deseo
como Tisbe en el platillo de la balanza o bien se atreven a decir parodiando a
Garcilaso, "!Ay, dulce prenda mía"! . Poco y mucho simultáneamente,
depende de la óptica que adopte el lector.
Una vez más el autor interviene con una observación personal al hilo de
los acontecimientos. El ignorante, dice, es incapaz de contemplar con alma y
con valor una situación semejante; lo más probable es que defraude al otro
con su comportamiento. Sin lugar a dudas tras la palabra ignorante se oculta
un compleja polisemia de sentidos entre los que ha de encontrarse el amor, la
capacidad de entrega, la pasión, la ausencia, la espera. En el poema, Píramo,
al ver la constancia de Tisbe en el amor, se inunda de felicidad y pone todo
su empefio en iniciar una conversación amorosa. Como buen barroco,
Botelho retrasa este acontecimiento y dice que sólo puede abrazar ilusiones y
desde luego tocar sombras. Bellas imágenes para la expresión de un
irrefrenable deseo. La escena es de una gran plasticidad, pues a través de
estas indecisiones e impedimientos se adiyina la impaciencia y desazón que
acomete al amante. Esta situación es entendida por Tisbe que lo contempla
desde al otro lado de la abertura.
Cuanto ve, está relacionado con el temor, la inhibición creada por
situación tan insospechada y sabe que en última instancia el temor es engendrado por el amor y el deseo. Ella debe poner paz en el corazón del amante.
Le pide que no se arredre ante los inconvenientes, es más, desea que este
temor nacido del amor prosiga en el amante porque así se siente más segura y
en paradójica antítesis más viva para permitirse el lujo de morir de amor.
Recuerda el poeta un verso ovidiano cuando nos dice que el amor hacía a
Tisbe audaz, condición adquirida que será causa de futuros males8. Todo
cuanto hasta ahora hemos escrito de lo sucedido ante el resquicio es como
un prólogo presagiador de momentos más dulces. La llegada de la serenidad
se hace prolija y ya es posible sustituir la mirada por la voz. Así la ha visto
el poeta.
A través de la palabra se confían el amor que sienten ambos y la luz se
hace en sus corazones, por eso Tisbe, más serena quizá por haber sido la
primera en adivinar la presencia del resquicio y ver a su amante, le hace una
serie de consideraciones relacionadas con el amor. Le pide que muestre su
voluntad a través de su condición enamorada, que sea constante en aquello
por lo cual padece, que sea firme en su decisión amorosa y atienda a las
finezas del amor. Es condición de cualquier persona dominada por la pasión
que en los momentos más difíciles manifieste su firme voluntad de salir
adelante frente a todos los inconvenientes puestos por las circunstancias. Esto
parece desprenderse de las palabras de la octava, especialmente en la
interrogación retórica final acabada en un verso lapidario que encierra toda
una lección, "publica el labio lo que siente el pecho".
La presencia incompleta del amante, la vista y la voz, ponen una
especie de tregua en el ansia del encuentro. El fuego que anida en el alma de
Tisbe se aplaca pero esto no es inconveniente para hacer pública una
profesión de fe amorosa hacia Píramo. Es un momento de sosiego en medio
del volcán y este remanso le sirve para apaciguar su ánimo y sentirse en
situación más cómoda, Conseguir que las palabras salidas de su boca hagan
mella en el amante al que pide la misma condición en que ella se encuentra.
Hacia él se dirigen su voluntad y sus deseos. Una confesión de fe constante
en su persona sirve de remate a la estrofa. Cuanto hace el autor es dejar caer
en pequeñas dosis toda una teoría del amor-pasión relacionada con la
ausencia forzada de los amantes. Esta hace dispararse el sentimiento amoroso
y solamente se aplaca cuando la presencia y la palabra permiten restaurar casi
por completo la situación vivida antes del encierro.
Pero hay por encima de todo un fuerza alimentadora del amor, la
presencia del ser amado, con ella aquél se convierte en gusto y se asienta en
el pecho que vibra a causa del poder de la mirada. La razón se aviva y
':,<•>*
?qué, la ausencia?; la muerte nunca'uviera
las mientes de su amor adormegido.
Que por otra parte aparece ya en Boscán y termina por incorporarse como tema
batallón a la poesía española de todos los tiempos. V. MEDRANO, F. Poesía, ed. de
D. ALONSO. Cátedra, Letras Hispánicas, núm. 281, Madrid 1988.
Recuerda el verso primero del soneto "Oh dulces prendas por mi mal halladas,".
365
Está recordando el poeta el siguiente fragmento ovidiano: "audacem faciebat
PEDRO CORREA
LA FÁBULA DE PÍRAMO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
deslumhra al ver presente a quien se adora, se lo siente y e! hálito de la vida
confiere vitalidad a quien contempla. El ser amado significa y se convierte en
gloria por eso no es capaz de explicarse cómo la ausencia no ha sido capaz de
matarlo, sobre todo cuando ésta vino impuesta por circunstancias extrañas
ajenas a la propia condición personal. Y no tiene más remedio que darse
gracias porque vive a pesar de la ausencia. Es un juego a través de conceptos
para demostrar la fuerza de la presencia corporal en el mantenimiento del
amor y también la esperanza y fuerza que confiere a quienes son capaces de
superar los inconvenientes derivados de la ausencia.
Una vez más insiste Tisbe en la fuerza y perseverancia de su amor y
establece el poeta un bellísimo símil entre él y la vida. Así como la barca
navega segura en medio de las olas, también ella se mantiene firme y sale
adelante en medio de los embates del presente. Por el mar de sus ojos navega
el recuerdo del ser amado como el leño lo hace en el mar. Seguros ambos.
También recuerda cómo la memoria mantiene la esperanza en el amor, aunque la ausencia provoce desasosiego y no deje conciliar el sueño necesario
como reparación y descanso. Es un tira y afloja que mantiene la enamorada
en presencia de su amante. Hasta ahora es soliloquio, justificación de lo
ocurrido a través del tiempo de la separación y supone en la intención del
autor un afianzamiento en la verdad del amor sentido y en la guarda de la
ausencia. Estamos en presencia de ideas que son frecuentes en los poetas
amorosos que han tocado dicho tema y constituyen una dialéctica amorosa
sin apenas novedad. Algún acierto formal salva la buena intención del poeta.
Naturalmente Tisbe se lamenta por las consecuencias tan nefastas que
causa la no presencia del ser amado. Muchas ideas pasan por la cabeza y
todas negativas. Por lo pronto lo más lógico es pensar que una ha sido
olvidada y su lugar lo ha ocupado otra produciéndose cuando menos un
descenso en la apetencia, aunque ella está segura de una idea. Es posible que
ese nuevo amor sea más dichoso y procure más felicidad pero indudablemente no sabe en finezas de amor lo mismo que quien durante tiempo la ha
puesto en práctica como ella ha hecho con Pírarno. No sabe a ciencia cierta la
razón íntima de este desasosiego; puede ser achacado a los celos, aunque ella
se inclina por el recelo, el miedo de que un nuevo amor haya ocupado su
lugar por causa de la forzada separación. Está desnudando su corazón y lo
hace con sinceridad, es una especie de confesión del alma atormentada que
todo lo ve negativo y trata de buscar una explicación lógica a lo imprevisible
de su estado concreto. No es desvarío sino la liberación de una conciencia
atormentada.
El saber que Píramo está al otro lado oyéndola la llena de rubor; ella ha
desnudado su alma y esa confesión se trasluce en su rostro, descrito por el
poeta según el canon establecido. Junto a la belleza natural, el blanco y el
rojo se combinan en sabia disposición; ambos colores son naturales porque
así lo quiso la naturaleza al formarla, pero también asoma el rojo vergonzoso
ante la presencia del ser amado. Cubre sus ojos con la mano para hacer
sombra a su rostro mientras que el alma vierte mil conceptos que salen a
borbotones, como una liberación de su estado de ansiedad. Es evidente que
estamos ante un momento culminante del drama, fruto del puro azar o de la
fortuna que puso en su camino esa resquebrajadura para la perdición de los
amantes. Tisbe ha dicho todo cuanto su corazón deseaba comunicar, lo
sentido y pensado en su retiro. Ahora tiene que abrirse paso la voz del
enamorado que estaba atento al otro lado del muro. Y esto es lo que vamos a
leer a partir de la estrofa 43.
En efecto, Tisbe termina su confesión y comienza el monólogo
compensatorio de Píramo. Este le pide que pare su voz para manifestarle todo
cuanto su corazón siente. Como no podía ser menos, tiene un hermoso
recuerdo para la belleza de su amada. Son los ojos entrevistos a través del
resquicio cuyo resplandor intuido puede avergonzar la luz del sol. Pero lo
más interesante es la huella que el monólogo de Tisbe ha dejado en su
conciencia. Supone la constatación del amor sentido por él y la necesidad de
su presencia. Es un halago a la vanidad del amante y expresión de la pasión
amorosa sentida. Tiene que haber una justa correspondencia en sus palabras,
un equilibrio entre el contenido apasionado de las palabras de Tisbe y las que
Píramo comienza a susurrar a través de la hendidura.
De brillante y vibrante oratoria en violentos contrastes y arrebatadas
paradojas se sirve Píramo para comunicar a su amada la pasión amorosa. Si el
temor lo inhibió durante un tiempo, eso nada tiene que ver con lo que su
corazón siente por ella y el sacrificio impuesto por causa de la ausencia que
hacía de la vida muerte, lucha constante entre el amor y la realidad. Nadie
mejor que el propio poeta lo ha expresado a través de estas palabras: "mi
pecho amante, / muriendo por amar, amante vive". Viene ahora la profesión
de fe en la fidelidad amorosa guardada, resuelta por medio de una serie de
interrogaciones retóricas a modo de reto lanzado al lector en su condición de
sujeto de amor. Sin lugar a dudas el soliloquio de Tisbe fue más apasionado,
había en él más sentimiento, un toque femenino de arrebatada pasión basada
en la sinceridad de sus afectos. Hay más cálculo en el de Píramo pero no
menor sinceridad. Es una voz masculina menos íntima, construida según
patrones retóricos de escuela.
El protagonista recurre a la hipérbole como medio más idóneo para
mostrar a su amada la fuerza y perennidad de su amor. Va a poner una serie
de ejemplos que le servirán de comparación y le permiten una plasticidad y
Un,
367
PEDRO CORREA
LA FÁBULA DE PÍRAMO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
movilidad muy superior a cualquier teorización. Recurre a la mitología
clásica como saber universal y cantera inmensa apta para todo tipo de
posibilidades teóricas y prácticas de no importa qué doctrina amatoria. En la
octava 45 recurre a dos mitos. La primera mitad de la estrofa glosa el mito de
Adonis, sin nombrarlo, por quien suspira Venus una vez que fue muerto por
castigo divino en una cacería por un jabalí. Ya había sido cantado el mito de
Venus y Adonis y gozaba de una gran tradición literaria. En la segunda parte
parece recordar el mito de Alfeo, dios del mismo río, cuyas aguas van a
desembocar al mar, reino de Anfítrite, tumultuosamente enamorado de
Aretusa, una ninfa compañera de Artemis, también asediada constantemente
por él. Hasta tal punto llegó la persecución que Aretusa fue transformada en
fuente y Alfeo en río para así poder poseerla. Pues bien, según el poeta, el
amor de Píramo es muy superior a los sentidos por Venus y Alfeo
respectivamente.
Para destacar el valor universal de su pasión, superior a la que cualquier
mortal o mito, sigue con la hipérbole y supone que su amor es conocido por
todos, se ha extendido desde el polo a otro lugar muy alejado de él. Desde el
país de los hiperbóreos, asiento del dios del viento Eolo, donde Apolo, el sol,
no tiene nada que hacer hasta el infinito marcado por cielo. También pone
como ejemplo el recuerdo de los amores de Aquiles por Polixena y la pasión
maternal de la Aurora por su hijo Memnón, también sacrificado por el héroe
griego y recordado en las gotas de rocío que aparecen antes de la salida del
sol. Pretexto del autor para enlazar el tema con mitos amatorios unlversalizados por la tradición legendaria que se ampara en el ciclo troyano. También
trata el autor de serenar el alma de Tisbe y conseguir que Píramo revele su
amor puesto a la misma altura que el sentido por su amante. Hay un
equilibrio en ambas intervenciones, más humana la de la muchacha, más
literaria y heroica la del joven babilonio.
Tisbe se tranquiliza, considera que Píramo le ha dado suficientes pruebas de amor con los ejemplos tan significados que ha puesto y le pide que
persevere en él para así ser recompensado por ella. Lo considera digno de su
amor y le asegura que por nada del mundo dejará de amarle. Estamos ante
una estrofa compendio de los dos largos monólogos y cierre de la primera
parte del poema. En líneas generales los hitos más relevantes de la fábula se
han conservado en esta versión según la tradición recogida por Ovidio y cada
uno de ellos ha sido motivo en mayor o menor medida de su correspondiente
amplificación. Es precisamente esto último lo que separa esta versión de las
anteriores; cada glosador emplea ideas propias o de época, las incardina a una
determinada cultura y consigue con ellas cierta originalidad. Aparte consideraremos la estrofa elegida, en la línea de los grandes poemas mitológicos del
barroco y ciertas peculiaridades lingüísticas determinadoras de un estilo
peculiar.
La simple posibilidad de haberse podido ver y hacer sentir su presencia
mediante la voz, inunda de alegría el alma de Tisbe. No piensan en otra cosa
más que en poder hacer realidad la entrevista sin la enojosa pared que impide
la unión de los cuerpos. Se han jurado amor eterno. Sólo hay un
inconveniente y grave, la oposición del padre de Tisbe. Esa es la razón que
les empuja a apalabrar una reunión concertada. Deciden la cita cuando el sol
cambie de hemisferio y la noche haya transformado la ciudad en un
cementerio de suefio. El poeta lo expresa por medio de una perífrasis, apenas
Febo lleve el día a los antípodas. Píramo calla, dándole vueltas a su mente y
gozándose ya de poseer libremente a su adorada Tisbe. Pero el autor matiza
el ansia juvenil del muchacho llamándolo "infeliz", porque la decisión que
acaban de tomar se va a transformar en llanto y luto. Nunca podrá hacerse
realidad el contenido de estos versos:
368
369
gozar del himeneo venturoso,
en tálamo de amor dulce y sabroso.
Dominan sin embargo las palabras relacionadas con el lado positivo del
encuentro: contento, alegría, gozar, himeneo venturoso, tálamo de amor;
frente a ellas el silencio de Píramo, el adjetivo ya citado. Todo está en el
pensamiento como un futurible, puesto que conocemos de antemano el
resultado final.
El adjetivo "infeliz" va a encontrar su correspondiente glosa en la
estrofa 50. Una honda antítesis vertebra la octava; a la alegría del encuentro
se contrapone la realidad del mito, su historia de amor y muerte como
ejemplo de amadores imposibles. También se alude al lugar concreto del
encuentro y de nuevo otro contraste se apodera del ánimo del poeta:
en la fuente del árbol, cuyo fruto
entonces su candor vistió de luto.
No olvidemos que cada uno sale de una casa distinta y además lo hacen en
tiempos diversos. La impaciencia se apodera de Tisbe. No saben que el sitio
voluntariamente elegido es el de su muerte y con ella van a producir la
metamorfosis del fruto. Botello intensifica el aspecto negativo por medio de
una serie de violentos sintagmas que no dejan lugar a dudas. El presagio se
adensa en asociaciones del tipo "caso triste", "funesta historia", "desdichado
fin", "dura suerte", sumergiéndonos con ellas en la esencia argumental de la
fábula. Esta escena se sucede con gran rapidez si la comparamos con las
370
PEDRO CORREA
amplificaciones que por doquier nos asaltan; parece quel autor quiere señalar
cómo el gozo es efímero pues no deja de insistir en los aspectos negativos de
ia cita. Hay una evidente desproporción entre estas pequeñas calas y las
descripciones barrocas, sean de índole intelectual o plásticas.
Los amantes han de separarse para llevar a buen puerto la empresa. La
separación produce tristeza, es verdad que en esta ocasión contenida, pues
saben que dentro de unas horas van a volverse a ver, o al menos ésa era su
intención. A! intervenir el poeta como narrador omnisciente, sabe el resultado
y de un modo sibilino deja caer la nota negativa en aguda comparación
antitética amargos / esperanza. Una prolongada hipérbole cierra la primera
parte de la octava. Estas tres estrofas sirven de introducción a una bella
descripción nocturna, morosa y barroca en cuanto la luz cede su paso a las
tinieblas de la noche. Botelho precipita la acción pero antes nos deleita con
una muy lograda escena en ia actitud del Amor, Cupido, previendo el final y
lamentándose del resultado de quienes son sus fieles servidores. Rompe el
arco y con violencia tira el pasador como si ya no desease flechar a otros.
Estamos ante una hiperbólica y apretada alegoría Píramo-Tisbe=Amor, de ahí
la resolución adoptada por Eros.
Nos introducimos en el tramo final de la fábula. Una vez más el poeta
pide ayuda a su Ninfa para que le ayude a concluir felizmente el poema y
necesita del agua que mana de la fuente Aganipe, la inspiradora de ios vates,
y con ella recuperar las fuerzas ante tamaño reto. Es capaz de hacerlo y por
eso aparece la hipérbole comparativa con el papel desempeñado por Orfeo, el
cantor de la lírica antigua. Se inicia esta última parte con una prolija
descripción del atardecer y la aparición de las primeras sombras anheladas
por los amantes para poner en ejecución su proyecto. Estamos ante un alarde
descriptivo dentro de una depurada técnica barroca de contrastes, el juego
con la luz y las sombras, cuyas múltiples posibilidades ya habían adivinado
los renacentistas y puesto de moda los manieristas fin de siglo. Una vez más
el poeta recurre a la mitología en alarde de erudición y en un intento de eludir
el nombre de las cosas dificultando así la comprensión y el sentido de su
texto. Pide ai lector colaboración y al mismo tiempo que lee sea capaz de
reconstruir con su cultura cuanto nos quiere comunicar.
Comienza la descripción siguiendo el curso del sol en los últimas horas
de la tarde. El dios Apolo, el amante de Dafne, está a punto de hundir su
disco en Occidente en medio de una parafernalia cromática dotada de
movilidad y fuertes sensaciones:
Después que coronado de guirnaldas
el amante de Daphnes, que en su frente
LA FÁBULA DE PIRAMO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
37i
vencen rubís, deslustran esmeraldas,
las partes penetraba de Occidente;
después que fortalece las espaldas
del elemento puro y transparente,
de ardientes rayos, con radiantes tiros,
midiendo rumbos y contando giros.
A la caída de la tarde, tonalidades rojizas siembran el firmamento, y poco a
poco se hunde en el mar el disco solar. La presencia de color permite al poeta
el empleo de cultismos en depurada técnica de contrastes; une al arrebol, el
nácar, el tornasol, para terminar jugando con los girasoles en un alarde de
dominio de la técnica pictórica. La plasticidad del momento, la luz
crepuscular plenamente conseguida le permiten al poeta una octava brillante
y colorista. Nace la noche y la huida del sol permite ver el cielo cubierto de
estrellas, luminarias que tifien de luz las tinieblas y logran que el espectador
visualice todo cuanto a la vista se extiende. Estamos en presencia de una
bellísima descripción encuadradora perfecta de las escenas que se van a
suceder en su marco incomparable.
Es el momento aprovechado por Tisbe para tomar una decisión precipitada, fruto de la impaciencia. Apenas ha visto que las sombras lo han cubierto
todo, la fe en su amor le empuja a abandonar el hogar y para ella la noche es
claro día, porque va a cumplir con un deseo que se le ha adentrado en el
corazón y si no lo hace realidad no puede vivir. Va a partir sobre seguro.
Toma sus precauciones y observa cómo su padre duerme tranquilamente al
amparo del silencio de la noche. El poeta crea un símil estremecedor entre el
sueño y la muerte, un puro juego a través del cual adelanta el futuro. De
nuevo nos va a obsequiar Botelho con otra estremecedora descripción donde
su unen la naturaleza y la zozobra que se apodera del alma de Tisbe. Estas
pequeñas calas le permiten al poeta jugar con la lengua para no desmerecer
dentro del denso panorama que las letras ofrecían y en la rica orfebrería
conseguida con ella.
Aunque el poeta diga que la joven persigue una esperanza vana no por
eso nos hemos de dejar llevar por la tristeza, pues aquélla llega diligentemente al lugar convenido, el moral, a cuyo pie hay una fuente manadora
donde se sienta para esperar a Píramo. Se sorprende al no encontrarlo, sin
darse cuenta que ella ha salido de su casa antes de tiempo. Termina la octava
con un verso lapidario, una especie de presagio entre las aguas del hontanar y
la que va a manar probablemente de sus ojos. En su espera, la imaginación
empieza a jugarle malas pasadas. No sabe a qué achacar la tardanza de su
amado. Llega incluso a dudar de su palabra echando mano de la veleidosa
PEDRO CORREA
LA FÁBULA DE PÍR.4MO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
condición humana como explicación a tanta demora. El amor es verdugo de
la tardanza, dice el poeta, y es cierto al menos en el ánimo zozobrante de la
muchacha. Hay un verso que refleja fielmente su situación angustiada:
provocadora de desequilibrios y violencia. El verso se encabrita y la lengua
se torna tensa a través de la presión de una serie de figuras en la que domina
la visión hiperbólica de la circunstancia. La presencia de la fiera es comparada con la del toro en la plaza y si éste brama y corre en alocada carrera a
lo largo del redondel, la leona, echando espuma por la boca, se aproxima al
manto abandonado y lo destroza con sus garras al mismo tiempo que
restriega su hocico en él.
Este hecho va a ser el motivo central de la octava 64. Minuciosamente
describe la saña empleada por el animal con el manto. No en balde va a ser la
pieza de la acusación y motivo directo del desastre. La fiera se abalanza sobre
el manto como si en ello le fuera la vida o tratara de mitigar en él algún mal
oculto. La sangre que sale de su boca, denuncia de la cena reciente, lo tifie de
rojo y con ios ojos fuera de sus órbitas lo abandona para calmar la sed que la
atenaza. Hunde sus fauces en las aguas claras de la fuente y éstas se tifien de
púrpura con la sangre que se encuentra en su hocico. Todo es una pura
hipérbole, necesaria quizá para indicar la violencia, y con ella se rompe la
armonía creada estrofas atrás. Se detiene Botelho en la contemplación de la
fiera mitigando su sed. Parece que la limpidez de las aguas le atrae con
irresistible imán y sin pensárselo dos veces hunde su boca en el manantial
rompiendo con su actitud la cristalina superficie:
372
ya se anima, ya tiembla, ya tropieza
No le queda más que esperar y en esa esperanza pone todo su empeño.
Su impaciencia es sorprendida por Diana, la luna, cuyo resplandor es
oscurecido por la hermosura que el cuerpo de Tisbe desprende y para que no
fuera menos el entorno se adorna como ofrenda a la joven enamorada.
Bellamente lo expresa el poeta:
mil abriles la tierra producía,
depositando en respirantes flores
perlas del sur y de Pancaya olores.
La naturaleza se anima con su presencia como si quisiera distraer su pensamiento de enojosas consideraciones. El agua de la fuente cae produciendo
una armonía en consonancia con el lugar concreto donde está sentada la
joven; se alegra con su proximidad y la invita a la alegría. El aire sopla
refrescante e inclina suavemente las plantas al mismo tiempo que se mueve al
unísono con ¡os pasos de Tisbe. Todo invita al goce de los sentidos y es su
estancia en tan deleitoso lugar la causa de la animación de la naturaleza. Hay
una perfecta comunión entre su belleza y actitud de espera y cuanto la rodea.
Esto es lo que encontramos desarrollado en la estrofa 61. El campo rinde
tributo a la joven y la compensa haciendo crecer flores donde sus pies pisan.
Sin embargo ella no encuentra reposo a su inquietud. El miedo penetra en su
corazón y la tristeza le nubla los ojos. Pierde el color de su rostro y la
valentía que da el amor huye ante la soledad y lo que considera abandono.
Un nuevo ser va a entrar en el argumento de la fábula para complicar
más las cosas. Una leona se dirige a la fuente donde reposaba. La naturaleza
tiembla ante los bramidos de la fiera cuya estampa feroz es presentada con
todo lujo de detalles. No sólo rompe la paz y el sosiego del lugar sino que
para producir una impresión más fuerte se la ve con la boca ensangrentada.
Tisbe no se lo piensa dos veces y huye despavorida ante la presencia del
animal. En la precipitada huida se le cae el manto con que se resguardaba y
no hace caso de él. Desastroso resultado se seguirá de este forzado abandono.
Como dice el poeta:
de dos muertes ha sido el instrumento.
Al quebrarse la armonía con la presencia del animal, el poeta aprovecha la
situación para pasar de la quietud de la espera a la dinámica desenfrenada
373
haciendo al beneficio tiranía,
enturbia la corriente con la boca,
que sórdida dejó de rojo escuro
con impuro licor el cristal puro.
Ya ha saciado su sed y con el mismo desafío puesto a la llegada se va a
retirar al hondón del bosque donde tiene su guarida. Si imponente fue su
presencia, también lo va a ser el regreso al punto de partida. Hasta la naturaleza tiembla a su paso. Las flores mismas se desmayan y hasta se masca el
silencio. Poco a poco se hunde en la espesura del bosque y desaparece del
lugar que había desasosegado con su presencia.
¿Qué va a hacer Tisbe ante tamaño reto? El terror se apodera de su
ánimo y ve la muerte segura y de cerca, pero sacando fuerzas de flaqueza se
pone a salvo. Cerca del lugar en el que estaba esperando a su amigo hay una
impensada cueva y sin pensárselo dos veces penetra en ella con rapidez para
librarse de la furia de la leona. La pena se transforma en alegría y el daño en
bien. Pero todo es engañoso, no sabe que la decisión tomada va a ser la causa
de su tragedia. El implacable destino puso en su camino a la leona, quiso que
el manto se le cayera y atenazada por el miedo no se atreviera a salir de la
PEDRO CORREA
LA FÁBULA DE PÍRAMO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
obligada clausura. Para completar su aciago sino, el animal se ensaña con su
manto, lo ensangrienta y desgarra. Así se teñirá la escena de verosimilitud a
los ojos de su amante.
Se termina así la primera parte del final del drama. Todo él ha sido
protagonizado por Tisbe. El poeta se detiene en cada momento y se permite
una serie de amplificaciones deteniendo el tiempo; unas veces es en la
contemplación de la naturaleza, otras en la belleza y competencia de la joven
con el paisaje descrito, cuando no en la presencia imponente de la leona. No
podemos negar el efecto que produce en el lector la situación angustiosa de la
muchacha, sus vacilaciones ante la ausencia de Píramo, la impresionante
soledad rota para su desgracia con la presencia de un animal tan poderoso y
sanguinario. Todo se concita para perderla. El lugar queda tan solitario como
al principio, sin la presencia de vida alguna, pero con señales inequívocas de
una supuesta tragedia acaecida entre la leona y la persona que estuviera
reposando junto al moral y en la proximidad de una fuente. Tisbe cede paso y
voz a su enamorado.
Píramo se dirige a! lugar de la cita en la hora concertada. Llega después
de Tisbe, porque ésta se adelanta al tiempo concreto, un instante, en que
había sido fijado el encuentro y la huida. Conforme se va acercando al árbol
señalado, el moral de la metamorfosis, se alma se sume en un profundo
abatimiento. Quizá sea fruto del amor la desazón que se apodera de su corazón y de su mente. El autor habla de penas y presagio. Adelanta acontecimientos futuros por estar en posesión de la historia. Cada paso le hace más
sombrío el panorama, y el porvernir se mueve entre la ignorancia y el temor.
Esta predisposición íe va a ser fatal, pues veremos cómo se muestra incapaz
de razonar y reaccionar en el momento de tomar decisiones. El presagio de
un acontecimiento funesto se apodera de tal manera de su ser que obliga al
poeta a recurrir a un verbo de fuerte contenido, enajenado, fuera de sí, de toda
capacidad de raciocinio. Esta situación vital, de origen desconocido, se
adensa de tal modo que llega a engendrar temor y unido éste a la tristeza
reflejan el abatimiento en que había caído. El poeta se recrea en un estado de
ánimo lastimoso relacionado con los avatares de una vida amorosa en la cual,
honor sea a la verdad, lo negativo había dominado a lo positivo. Hay una
predisposición razonable, pero en este momento injustificada. Ningún signo
externo se había manifestado en Píramo que le condujera a esta situación. Se
abre un pórtico de impredecibles consecuencias que va a ser aprovechado por
el poeta a lo largo de las sucesivas estrofas.
Comienza con una actitud de duda en el amante. No hay razón para el
desánimo porque objetivamente nada hay que incite al mismo. Pero el
corazón no las tiene todas consigo. Es él quien le ha creado ese estado de
ánimo del cual no puede librarse. Es más, el cuerpo le tiembla a modo de
presentimiento de un mal próximo. Y el poeta nos hace una pregunta que
suele encerrar en sí misma una verdad. Si el corazón presiente ¿cuándo se ha
engañado? Se nos van cerrando las puertas de la posibilidad para conducirnos
a una certeza inevitable. El destino guía sus pasos hacia un desenlace previsto
y fatal. Son cuatro versos que demoran la agonía de Píramo y preparan la
escena motivadora de sus querellas interiores. Mientras estas cosas son
pensadas y su cuerpo y ánimo las exteriorizan, el amante llega al lugar
convenido. El presentimiento deja de serlo para transformarse en verdad
evidenciada por sus ojos.
Echa una mirada rápida al lugar y los sentidos se sobrecogen ante una
visión alucinante; visión interiormente descrita pero que debe ser definitiva y
probatoria. Todo su ser queda en suspenso. Los sentidos se le paralizan,
"absortos" en lo contemplado; todos sus cuidados y preocupaciones sufren un
proceso de insensibilidad que le sobrecoge el ánimo. En unos segundos se
han hecho plásticos en el espacio todo lo interiormente imaginado. El
desengaño barroco le hace pasar de la ficción a la realidad en un instante, de
lo soñado a lo vivido. Sólo queda exponer al lector la escena motivadora de
tantas impresiones y para eso se reserva la estrofa siguiente.
Cuanto fue puro presagio en la octava anterior, se le hace evidencia en
ésta. La prueba del delito se presenta ante sus ojos y sin embargo mantiene
un hilo de esperanza. Sin embargo ésta que le abre una débil luz, termina por
arrojarlo a una sima de dolor y considerará irreparable el caso. Una mayor
insistencia en la situación le hace ver las pisadas de una fiera e inmediatamente se unen en su mente el manto y las huellas. La sangre se le hiela y
todo pasa por su imaginación como una inmensa desgracia. El poeta acumula
e intensifica negaciones para hacer más negra la escena. Sangre, daño, pena,
desdicha, se unen en apiñada síntesis hasta constituir un entramado sin salida
posible. Todos los caminos se le cierran y aunque lo último que se pierde es
la esperanza, ésta corrobora la primera impresión de negatividad. Todo se ha
perdido.
Estamos ante una estrofa de transición entre la llegada y el lamento
preludio de la muerte. Ella reafirma lo que en las octavas anteriores quedaba
como presagio. Aquí se encuentra la evidencia engañosa. El destino que le
persigue, transforma la esperanza en desesperanza y lo enreda en sus mallas
de fina credulidad. "Que es cierta su desdicha" puede servir de colofón al
espectáculo. Sólo queda recomponer su ánimo para el obligado planto. Poco
a poco se impone en su ánimo la certeza de la muerte de Tisbe. Una mala
pasada que vive en la entraña de la fábula. Estamos ante la causa próxima de!
desenlace. Causa engañosa, pero evidente a los ojos del amante.
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PEDRO CORREA
LA FÁBULA DE PÍRAMO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
Un signo se le hace presente como muestra inequívoca de la verdad. La
sangre que ve en el manto de Tisbe cree ser la de su amada y siente las
angustias de la muerte anudada en su garganta. El poeta muestra a los
lectores la impresión producida en su ánimo al afirmar que luchaba a brazo
partido con la parca. Es un juego mental y emocional porque todavía no ha
llegado el momento decisivo. Se adensa el dolor y lo percibimos en la entraña
de la octava setenta y una con la acumulación de palabras con sentido
negativo. Temor, sangre, suspiro, feroz, de su primera mitad crea un entorno
previo al desenlace ya adivinado por el Sector. La presencia de la sangre
incide en su corazón que se le quiere salir del pecho y solamente es capaz de
recoger el manto ensangrentado como prueba evidente de que su vida ya no
tiene sentido. "Incierta" dice el autor, porque la serenidad cede paso a un
precipitado y desastroso final.
En su lamento, Píramo se dirige a la Fortuna, inflexible ésta ante el
grave daño infligido al amante. En el centro de la octava encontramos la
acusación de haber sido ella quien pronunciara su sentencia de muerte. De
nada han servido una fe inquebrantable, un amor poderoso y un deseo
perseverante; sin pruebas de ninguna clase, lo condena inexorablemente a un
fin desastroso. Con toda razón se considera desdichado, el más desdichado de
todos. En continuo y constante imprecar a su aciago destino, vamos a ver
cómo la razón se le turba y pierde la confianza en sus fuerzas. Inevitablemente esto conduce a un fin de antemano cantado. Lo interesante no es
el argumento sino estas amplificaciones creadoras de estado de ánimo,
situaciones o exposiciones teóricas que pueden comunicar a lo consabido
cierta originalidad. Es una de las razones de la existencia de tantos temas
míticos iguales; sirven para desahogo del autor y nos permiten situarlo dentro
de una estética determinada. Este lamento le sirve a Botello para hacer un
alarde de expresión de sentimientos dentro de una depurada técnica barroca.
Siempre es posible rastrear alguna novedad que nos conduzca por derroteros
desconocidos.
Píramo de nuevo se dirige a la fiera. Pide un imposible pues nada de
cuanto presupone ha sucedido. Para él, su amada es conducida en las fauces
del animal a su guarida. Implora suplicante que no prolongue más su
desdicha. Cree que la fiera sigue su curso con indiferencia y trata de
conmoverla a piedad como si de un humano se tratara. Su pensamiento le
representa la escena vividamente y pretende seguirla paso a paso. Como en el
fondo de su conciencia es consciente de la imposibilidad de cuanto pide,
suplica al irracional que ya que se lleva el cuerpo, deje el alma de su amante
en el lugar del encuentro. Parece un proceso de idealización del amor a través
del alma de Tisbe. Es lo único que en ese momento puede poseer y con eso se
conforma. Su idea de la muerte de ¡a muchacha se adensa en su pensamiento
y lo bloquea hasta el extremo de no ver nada de cuanto le rodea. El autor
produce la impresión de que Píramo sigue el rastro de la fiera, aunque
sabemos que es incapaz de moverse. Algo ¡o atenaza y ata al lugar fatídico.
Todo ocurre en su interior y se exterioriza por medio de un alocado discurso
a caballo entre la realidad y el corazón.
Continúa el poeta con su lamento hasta el punto de humanizar a la fiera
y esto le permite dirigirse a ella a través de interrogaciones retóricas. Se
establece un símil entre el curso del animal y su deseo. Si abrevia el paso, la
muerte se alarga. Si el pecho poderoso del irracional pone espuelas en su
carrera, la carga tan dulce que lleva le permite proseguir su camino sin
impedimentos. Sabe que es imposible seguirla. No le queda otra solución más
que implorar y preguntar el porqué de las cosas. Y el silencio es la única
respuesta posible, pues esas preguntas tienen lugar en su interior. La estrofa
se desarrolla a través de una serie de oposiciones entre lo que hubiera
deseado que aconteciera y cuanto cree haber sucedido. Se crea un contraste
entre el rigor y sus anhelos. En consecuencia, una infinita tristeza se respira
por los entresijos de la octava hasta conducirnos a un precipitado final. Es
como si Píramo quisiera recrearse en su dolor y encontrara en él un lenitivo a
su desesperada situación. Crea el autor cierta confusión al eliminar elementos
necesarios, recurriendo a elipsis semánticas, buscando un juego de conceptos
entre deseo, rigor, voluntad y la condición de triste.
La estrofa setenta y cinco es una de las más hermosas del poema. Cada
verso encierra una alabanza a la belleza de Tisbe. Emplea la gradación para
llegar al final a una solución abarcadura de su situación. La muerte de una
persona causa dos muertes porque la suya es inevitable. Considera a la amada
como representación de la más perfecta hermosura. Para él, su muerte ha
supuesto la desaparición del espejo en el que se contemplaba; su rostro, al
irradiar luz, iluminaba el entorno donde se encontraba, pero la imagen se ha
empañado para siempre. Su cuerpo era un portento de gracias, estaba dotado
de todas las perfecciones imaginadas por el ser humano. Era, además, un
fénix de amor; cualquiera se abrasaba con su contemplación, cuanto más el
amante. Una larga letanía de sublimes cualidades y afectos se resuelve en
ordenada cadena de versos. Sentimos la presencia de su belleza y lo que
supuso para Píramo el amor de la muchacha. Su dolor es por eso mucho más
profundo y lo sentimos los lectores como partícipes en su recuerdo. Muchas
vueltas ante lo irremediable. Por más que se empeña en dilatar la decisión
tomada, no hay solución para su problema. Así lo dispuso el destino en juego
constante con la vida de los hombres. La gradación enumerativa creadora de
un entorno bellísimo le sirve al amante para reprochar a sus componentes el
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PEDRO CORREA
LA FÁBULA DE PIRAMO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
silencio guardado en un momento tan terrible para Tisbe. El poeta va del
cielo a la tierra y a todos recrimina envidiosos de la belleza de la muchacha.
Estamos ante una exageración explicable que permite al autor componer un
cuadro natural con todos los elementos que los poetas habían puesto de moda
desde el Renacimiento. Hipérbole tras hipérbole, la belleza sin medida de la
joven sale una vez más a relucir. Sus ojos son divinos y capaces de eclipsar la
luz del cielo. La nieve de sus mejillas provoca en el bosque deleitoso un
decaimiento tal pese a estar cuajado de flores. Pretexto del poeta para crear
una octava fluida, descriptiva, un contrapunto entre la naturaleza y Tisbe. Es
una amplificación muy hermosa y lograda; van los versos en continua cadena
hasta el "desmayos" final con el cual resume la subordinación de la
naturaleza a la perfección de la amada. Es una cala entre tanto lamento; una
tregua en el dolor; una evocación de la belleza perdida por el amante. No hay
más remedio, tras este compás de espera, que proseguir con el asunto dándole
un giro insospechado.
No se lamenta ni culpa a la fiera, porque ella es ejecutora inconsciente
de algo trazado de antemano por el destino. El verdadero culpable de la
desgracia es él, porque no estuvo avisado y demoró la partida al no darse
cuenta que la impaciencia es condición de mujer. Debió haber previsto que
Tisbe se adelantaría ante el deseo sentido de reunirse con su amado. El amor
en la mujer es más atrevido que en el hombre y esto debió haberlo sopesado.
Pero no ocurrió así y la consecuencia la tiene ante sus ojos. El inexorable
hado se ha impuesto sobre los deseos de los hombres. El "divino cielo" así lo
había dispuesto. Todas estas consideraciones comienzan a hacer mella en su
ánimo. Sufre un decaimiento en sus fuerzas y en su voluntad, preludio de un
final desastroso. El poeta interviene en la segunda parte de la estrofa para
decirnos que hubiera deseado seguir con el lamento, mas el ánimo desfallece
y las fuerzas faltan. Nada hay que levante su ánimo, nadie lo compadece o lo
alienta y en consecuencia la voz se debilita hasta transformarse en desmayo.
El cuerpo se le desmadeja y se inclina al suelo en señal de entrega y
vencimiento. Ya no puede quejarse más. No le queda más remedio que
acelerar su fin pues toda espera es inútil si bien hay lucha interior, sin
remedio.
El corazón batalla con la realidad. No se resigna a perder, a darse por
vencido. Las desgracias de su amante valen la pena un esfuerzo final y por
eso saca fuerzas de donde no las hay. Es un breve paréntesis, un espejismo
mantenido a través de la memoria. Un atisbo de esperanza parece iluminar la
primera mitad de la octava, aunque esto es engañoso, pues inmediatamente
cae en el desvanecimiento preludio de su fatal destino. La cobardía, dice el
autor, quizá el miedo, le hace temblar, se pone en pie para consumar su sino;
el dolor no encuentra lenitivo, aumenta a! par de su congoja. Aquél va a ser
testigo de su muerte. En un impulso arrebatado saca la espada del cinto para
poner punto final a sus desdichas. Todo ha sucedido en breves instantes.
Como si fuera una instantánea, los acontecimientos se precipitan después
de haber imprecado a lo divino y humano. La larga amplificación encuentra
el cauce adecuado según la fábula originaria. Dos estrofas dedicará el
poeta a la muerte de Píramo. Vamos a asistir el digno colofón a su morosa
agonía.
El amante se dirige a la noche y a las estrellas como testigos mudos de
tan drástico acontecimiento. La noche es hermosa y serena a la manera de
fray Luis; va a ser "descubridora de mi agravio fuerte". También tiene un
recuerdo para los luceros nocturnos que han sido y son involuntarios testigos
de sus últimos instantes. Ellos asistieron mudos a su largo lamento y van a
ser jueces de su muerte. Es un momento impresionante embellecedor de la
circunstancia. Píramo trata de conversar con ambas y así sepan que él no es
culpable de su final, sino el destino que lo ha condenado irremediablemente a
esta situación. Su suerte está ligada a una fuerza de la que es imposible
escapar. Por eso, pide a la noche y a las estrellas publiquen su caso, no lo
echen en olvido, que sirva de lección. El ha sido constante en su amor; ha
hecho lo posible e imposible y esa constancia la va a llevar a efecto siguiendo
el mismo camino de su amada. Este breve paréntesis es una especie de confesión de la firmeza de su amor y necesario para explicar dentro de una implacable lógica amorosa la solución encontrada y efectuada sin titubeos. Queda
solamente la decisión suprema, ese instante que supone el tránsito a la
inmortalidad en comunión con su amada. No sabía Píramo que todo era una
jugarreta del destino.
Dirige la punta de la espada al pecho. El cuerpo ya no le sostiene, la voz
no le sale del cuerpo, el amor se le vuelve nostalgia mientras el hado sonríe
satisfecho con la escena presenciada. Hay un segundo decisivo: cuando se
arroja sobre su espada para ir al encuentro de Tisbe. La fe en ella le anima,
junta los brazos invocando su nombre, rompe a llorar y la sangre sale a
borbotones deslizándose por la tierra. Se mata junto al moral de la cita. El
destino quiso que su sangre fuera absorbida por las raíces del árbol y en su
vertiginoso ascenso llegue a las flores blancas y las metamorfosee. Su sangre
tifie de rojo las flores y por eso el fruto adquirirá el mismo color. Algo de la
esencia de Píramo permanece vivo, es la tonalidad adquirida desde entonces
por la mora. Estamos ante una metamorfosis cromática en la línea más
puramente ovidiana. Quizá el acontecimiento tan denso hubiera necesitado
otra estrofa. El cambio de color beneficia a un poeta barroco; ese juego entre
el blanco y el rojo se presta a múltiples símiles y a sintagmas polisémicos
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PEDRO CORREA
LA FÁBULA DE PÍRAMO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
audaces. Pero es una constante en los poetas la rapidez del cambio y en este
sentido Botello se muestra respetuoso con su modelo.
Poco después de este acontecimiento luctuoso aparece Tisbe en el
mismo lugar donde Píramo se ha quitado la vida. Era el lugar de la cita y
encuentro. Y sus ojos no pueden dar crédito a la visión que tiene presente. Se
derrumba su valor, la sangre se le hiela en las venas al ver el cuerpo de su
amado desangrado en el suelo. Es un momento de singular emoción y
tristeza. No sabe qué hacer ni qué decir. Al poeta sólo se le ocurre buscar un
símil natural para reproducir el efecto causado en su alma. A Tisbe lo ocurre
igaul que al lince ciego, vive para sentir la proximidad de la muerte. Ha
perdido su guía. Quien animaba su pasión amorosa ha dejado de existir. La
vida no vale la pena vivirla y ha de afrontar la realidad hasta que llegue el fin
apresurado por su propia mano.
Pero Píramo no ha muerto todavía, le queda un hálito de vida y hace lo
posible e imposible por ponerse en contacto con su amada. La ve, pero la voz
no aflora a sus labios incapaces ya de moverse. Está en la agonía, a punto de
expirar, aunque todavía tiene el consuelo de ver junto a sí a su amada. Tisbe,
por su parte, no se cansa de mirarlo y muere viviendo mientras su enamorado
vive muriendo. Este contraste juego barroco, basado en antítesis violentas
sirve para marcar bien el angustioso momento que ambos están protagonizando. La muchacha trata de acoger en sus brazos el cuerpo moribundo
para ver si consigue infundirle aliento, pero lo que abraza no es la vida sino la
muerte, porque en ese mismo momento es cuando el amante expira dejándola
en la soledad más terrible. Sólo queda el llanto y la decisión final.
Siete octavas dedica el poeta al lamento puesto en boca de Tisbe,
preludio de su suicidio. La primera es un alarde de ingenio entre el color del
cabello y las lágrimas salidas de sus ojos ante la contemplación del mísero
Píramo. En el punto de partida, una vida sin sentido. Faltándole la apoyatura
y razón de su vivir, la existencia se le toma pura desdicha a costa de ¡a
pérdida visible de fuerzas exteriorizadas por los sentidos. Pasa por su
recuerdo como en fugaz visión una vida sin amante. Es como navegar en un
mar de desdichas y de esta manera no vale la pena continuar una penosa
existencia. Vocear al cielo no tiene sentido, porque los cielos permanecen
impasibles. No queda más que una solución humana. Exteriorizar el dolor.
Por eso, mesa sus cabellos y al aire vueltos el amor los cogía. Se hace a Tisbe
modelo de amor en la línea marcada por Ovidio desde los primeros versos.
En virtud de un ser que vive para el amante no es posible la impasibilidad.
Sólo las lágrimas, "finísimas perlas", se mezclan con ios cabellos para crear
una escena de patetismo y dolor. Estamos ante el preludio de una situación.
Hay que ir preparando el ánimo ante una decisión drástica pero necesaria
para que se cumpla el destino en su integridad, y nada mejor que llevar hasta
las últimas consecuencias cuanto ya no puede ser. Si ¡a vida fue incapaz de
unirlos, la muerte se encargará de hacer realidad la unión. Tras la presentación posicional de Tisbe, comienza el largo ¡amento ante el cadáver de
Píramo.
La muerte del amante es fruto del puro azar. Ante los ojos humanos
cerece de sentido. Es como si una fuerza adversa se hubiera interpuesto en su
camino y no cejara hasta el final. La incomprensibilidad es la base sobre la
que se apoya Tisbe; una sinrazón ante la firmeza de su amor. De ahí la
pregunta retórica que encierra toda una lección para los fieles amantes. Nada
puede responderle el cuerpo traspasado y muerto de Píramo. La firme
protesta de su fe queda en el aire como un eterno interrogante. Si él fue dueño
y dulce amigo ¿a qué viene la crueldad que muestra? No pudo la fuerza del
amor oponerse a un determinado sino. Sólo le queda a Tisbe afrontar y
comprender la realidad. Por eso, arremete contra el hado, creador de pena,
rigor y "caso grave". El amor concebido como entrega y destrucción del yo
para vivir en un tú queda como único lenitivo en sólo palabras. La confesión
de Tisbe es valiente. La consecuencia no se deja esperar. El verso "¡que lo
que empieza amor, la muerte acabe!" encierra toda una lección para los
amantes. También una profunda verdad. Es el amor la causa de todas las
desdichas; él se ha mostrado, como fuerza, impotente en la lucha contra las
circunstancias, que sea pues testigo de su final. Amor y muerte eternos se dan
la mano como en tantos escritos trágicos creados por todas las culturas. Es
una constante de la condición humana. Nunca la felicidad es completa y
perfecta. Siempre hay fuerzas contrarias que traen la desdicha en cuyo final
se vive la destrucción.
Sin embargo lo último que se pierde es la esperanza. Tisbe, con la
huida, deseaba consumar sus amores. Fundirse con el amante sin trabas ni
testigos. Revela lo profundo de su deseo y lo hace sin pudor de ninguna clase.
Es cierto que la hipérbole es grata a los poetas manieristas y barrocos, pero es
más lógico pensar en la realización de los anhelado que en un excurso
retórico fuera de tono y lugar. Es el momento de los abrazos. La amada
hubiera deseado en uno solo compendiarlos todos. De ahí el recuerdo del
gigante Briareo, el de los cien brazos. Pero ya es imposible. Se queda en
conato cuanto su impaciencia le empujaba a la perdición. El amor la hizo
atrevida y la empujó a salir primero con las consecuencias de todos sabidas.
Queda en suspenso para el lector el contraste entre lo que pudo ser y la
realidad contemplada.
Aún hay más. Tisbe deseaba concentrar en sus brazos el contenido
deseo de tanto tiempo ausente. El contacto les había sido vedado. Sólo la voz
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LA FÁBULA DE PÍRAMO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
y la presencia a través del maro fueron posibles, así que era llegado el
momento del desquite. Por desgracia sus esperanzas sólo "sufren males, ven
daños, lloran penas". Todo esto no puede oírlo su amante con los sentidos
pero sí el lector que capta la hondura de una pasión y el último sentido de la
fábula. Estamos ante el declinar de una decisión, en la vertiente que conduce
a la muerte como liberación. Todo se precipita. Vivimos presencialmente una
larga preparación para un final rápido.
Nada de cuanto Tisbe se había propuesto puede hacerse real. Sus
lamentos, sus palabras, sus deseos se los lleva el viento. La soledad más
terrible es su única compañera. Sus tormentos interiores, apenas exteriorizados, quedan vacíos de contenido. No pueden tener respuesta. Esperaba la
gloria y sólo encuentra sus lágrimas. Estas sirven de lenitivo en la pausa que
va a preceder a su muerte. Su voz es la única esperanza, transformada en aire
y llanto. Estamos ante la descripción rápida de la desesperanza que se
apodera del alma de Tisbe. Ya no hay consuelo para ella, sino llegar cuanto
antes al final que permita fundirlos en el más allá. Todo el pasado se le torna
confuso. La memoria cede ante un mar de desdichas. La tormenta es tal que
las ondas embravecidas con su fragor apagan el recuerdo que poco a poco se
va difirminando. La vida se le escapa voluntariamente y solamente quedan el
mal, el daño y el dolor. Para la situación actual el primer adjetivo: para lo
irreparable el segundo; para lo íntimo de su ser el tercero. Un interrogante sin
embargo permanece en el aire. Supone una lección y una honda meditación
en la línea de una tradición largamente perseguida. Que cada uno se conteste
a esta interrogación retórica: ¿Que atreverse al amor pueda la muerte? La
vida de los amantes fue un constante equilibrio entre dos fuerzas: el corazón
y el destino. En la lucha titánica sostenido entre ambas, el destino se llevó la
mejor parte. Sólo después de la muerte pude haber un encuentro de almas.
A pesar del suicidio.
La estrofa ochenta y siete, extrañamente pasional, supone la culminación del amor humano. No importa que sea un cadáver quien está junto a
Tisbe. La muerte se había producido instantes antes. Existe el rescoldo de un
cuerpo inerte poco ha abrasado en la esperanza del encuentro. Por eso, nada
tiene de extraño que Tisbe enloqueciera de amor y esto le permita al poeta
crear un pasaje romántico exaltado. La amante se abraza convulsiva al cuello
de Píramo. No duda un instante en tomar esta decisión. La empujan su
esperanza y el dolor. Bien lo índica el poeta en un verso lapidario. Lo que no
pudo hacer mientras vivieron, va a ser realizado en la muerte. Es el abrazo
final antes de tomar una drástica decisión. En continuo crescendo, Tisbe no
sólo se conforma con arrojarse al cuello de Píramo muerto sino que acerca
sus labios a los helados del amante. Todo el rito de la pasión amorosa se
cumple íntegramente. Es el amor el motor, impulsor de los afectos y
sentimientos de Tisbe, la cual quiere en imposible deseo dar vida al cuerpo
yacente. Aunque su boca sea el puerto del aliento, queda en eso. El lector no
se siente defraudado sino participa del trasunto narrado con toda la fuerza y
vigor que la fraseología amorosa pueden prestar. Estamos a un paso del final.
Faltas las fuerza para seguir luchando con la muerte, queda como último
recurso dirigirse a los culpables de tamaña situación y poner término al
sufrimiento de amor. Sirva esta octava como compendio de lo que pudo
haber sido en aras de la ficción y que el poeta presenta con lo mejor de su
bien hacer y entender.
Botello se adscribe a aquellos que consideran una causa social la raíz
del desencuentro entre Píramo y Tisbe. Se habla con claridad de la oposición
del padre que busca para su hija un galán mozo y discreto como solía apostillar el teatro de la época. Al parecer Píramo no gozaba de buena reputación
y desconocemos la causa. Tal vez se deba a una diferencia socio-económica
profunda aunque vivieran puerta con puerta. Quizá ella tuviera más honor
que su amante secreto e imposible o bien puede ser cierto que Píramo fuera
de carácter alocado y pasional por razón de su excesiva juventud y quizá
amistades. Tisbe se lamenta de la situación presente y achaca a su padre el
"triste efeto" ahora vivido.
La muerte puede matar el cuerpo pero no el amor. La fe en su
inmortalidad le asegura una eternidad de amor en el mundo del más allá.
Honda tradición de lejanía clásica puesta de moda por manieristas y barrocos.
Un eco perdido de la tradición ovidiana late en estos versos con temblorosa
voz. Estamos ante el pórtico de la unión definitiva. Es una confesión pública
de fe en el amor y de constancia en la fidelidad a su amante. La presencia del
padre en la intención de la enamorada responde a una tradición social que
hace al padre de familia responsable del destino civil de sus hijos, especialmente de la hija casadera. Y Tisbe era en su Babilonia natal un buen partido;
de ahí el celo en la salvaguardia y custodia de su honor. Algo muchas veces
olvidado y que tantas creaciones literarias ha alimentado. Es la posición de
numerosas obras dramáticas.
A continuación Tisbe se dirige a su madre para hacerle una petición. El
epíteto "piadoso" encierra toda una lección de comprensión e imposibilidad,
pero sabe que su demanda va a ser atendida. Apelando a su fibra sensible, le
pide que una vez muerta, ambos sean enterrados en la misma sepultura. El
caso que motiva el poeta es lo suficientemente grave como para que sea su
última voluntad llevada a efecto. De nuevo vuelve a insistir en ideas antes
expuestas. Quiere que su final sea una lección digna de elogio y compartida
por todos los que se encuentran en su misma situación. Considera su vida y la
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LA FÁBULA DE PÍRAMO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
de su amante, trasuntos del arnor. Para él vivieron y por él mueren. No hay
recriminación en sus palabras, sino la conciencia plena de estar en el camino
recto. Cuanto negó la vida, lo una la muerte, aunque el lugar reservado para
los cuerpos sea helado y frío.
El último verso encierra una profunda enseñanza. Los dominados en
vida por el amor, aunque la muerte los prive de ver realizados sus deseos,
triunfa de ella, de la envidia y de la fortuna. El primer triunfo radica en la inmortalidad; el segundo puede apuntar a todos aquellos que impidieron la felicidad,
envidiosos de su belleza y atractivo; el tercero es un alegato al destino, el cual
se había concitado con todas sus fuerzas para que la historia que intentaba
vivir no llegara a buen puerto. Sólo queda el instante definitivo, sin dudas en
el camino trazado. El único posible para quienes viven dominados por una
pasión invencble. El suicidio por amor también tiene una lejana tradición.
Narra el poeta la muerte de Tisbe en una octava. Una serie de consideraciones al hilo del acontecimiento. Es toda la teoría amorosa sustentada a lo
largo de la fábula, especialmente en el largo lamento que precede a la estrofa.
Justifica Botello la razón que empuja a Tisbe al suicidio. En primer lugar le
atormenta la muerte de su amante pues ese mismo tormento, al anidar en su
corazón, se transforma en otro mayor ante la demora de su decisión.
Tampoco hay posibilidad de una marcha atrás; la decisión tomada debe ser
llevada hasta el final y cuanto antes. Es cuestión de fe y ésta se traduce en
anhelante deseo. Esta justificación sirve para exculpar a Tisbe. Un fatum
inevitable la conduce al precipitado final Se va a la esencia, a la rapidez en la
acción, sin concesiones a la duda. Por eso, tras los dos versos iniciales, Tisbe
se arroja sobre la espada que momentos antes habia servido a Píramo para
quitarse la vida. El corazón, asiento del amor, es traspasado por el acero. La
fidelidad de la amante, señalada oportunamente por el poeta a través del
adjetivo "verdadero", la conduce hasta el final trágico. Como la muerte es por
amor, el autor aprovecha un motivo empleado, entre otros, por F. de Medrano
para profundizar en su actitud. Su decisión es comprendida y valorada por la
naturaleza: campos y montes se cubren de luto para servir de perfecto encuadre a la escena contemplada. Encontramos una lógica interna en toda la
octava a través de una perfecta gradación semántica, fidelídad-muerte-oscuridad. Creemos que en lo más profundo de la intención del poeta hay una apoteosis amorosa que la muerte no pudo destruir. Todo lo contrario. La muerte
es un puente restaurador de la vida amorosa rota por un capricho del destino.
En la octava 91 el poeta prepara el elogio de dos escritores que en el
siglo XVI trataron el mismo asunto. Se disculpa por su atrevimiento y no
tiene inconveniente alguno en afirmar que su poema no entra en competencia
con nada ni con nadie. Es una especie de alabanza implícita tanto de Jorge de
Montemayor como de un desconocido valenciano a quienes dedica las dos
últimas estrofas. Es indudable que los tuvo presentes para la construcción de
la suya.
Invoca a la Musa, pidiéndole disculpas por haber hecho realidad una
materia motivo de numerosos poetas precursores de su mismo tema y lo hace
sin segundas intenciones, sin odiosas comparaciones. Está orgulloso de eso.
Octava compleja, llena de retruécanos y paradojas en la línea de gran parte de
su poema. El juego entre competir, obedecer y acertar supone un desafío para
el lector y una clave barroca decisiva en la ejecución de la fábula. El acto de
creación como gratuidad se constituye en el centro de la estrofa la cual se
pliega en sí misma a través de los gerundios. Además el poema está dedicado
a la familia de los Fíeseos en primer lugar y a una innominada dama oculta
tras el nombre poético de Rosaura.
El encabalgamiento y el duro deslizarse de los gerundios contribuyen a
constituir la octava en coda y resumen de sus intenciones. Como todos los
poetas que han tratado la fábula por extenso, un precipitado final apenas si
compensa las constantes amplificaciones nacidas al hilo del mito. Desde el
punto de vista formal, la estrofa apenas se diferencia de otras del mismo
estilo, pero en su segunda mitad asoma el espíritu dominante en la lengua de
los primeros decenios del siglo XVII hasta constituirse en documento de
época. El poeta mantiene la brillantez en ese jugueteo con las palabras y los
conceptos, y en este sentido consigue crear un poema digno tras la asimilación de las audacias gongorinas.
En la estrofa 92 encontramos un elogio al estilo de Montemayor. Bien
es verdad que Botello tiene en el recuerdo la fábula de Píramo y Tisbe de su
paisano pero no es menos cierto que está pensando en la obra mayor del
lusitano. Nos referimos a la Diana. En ella está constituido el estilo pastoril
en prosa digno de imitación así como la versión del Abencerraje
popularizada por la imprenta. Montemayor es el primero en utilizar el tema
como pretexto doctrinal; es proclive a las amplificaciones de todo tipo y con
eso dignifica el mito para constituirlo en modelo. Ahora bien, Montemayor
mira al pasado. No puede desprenderse de la tradición cancioneril castellana
mientras Botello se inserta en el futuro. Tal vez el primero haya sido motor
móvil del segundo y se propusiera emularlo. No debemos olvidar que también contribuye a la tradición pastoril y en este sentido está cerca de su paisano. Puede ser, en última instancia, un eiogio interesado por razón de vecindad y así encontramos la debida explicación a estas palabras:
384
que ilustre en el estilo reverbera
del gran Montemayor, siempre eminente.
385
LA FÁBULA DE PÍRAMO Y T1SBE DE MIGUEL BOTELLO
PEDRO CORREA
VA
387
Desmesuradas hipérboles encadenadas a antítesis muy marcadas se encuen-
Podríamos pensar, con desmesurada fantasía, que Botello considerara el
tran en la segunda parte de la estrofa. Si su poema es "corto rauda!", el de su
tema pseudo-histórico turolense como una actualización del motivo central
paisano es "corriente", y competir con Neptuno es punto menos que impo-
de Píramo y Tisbe. Dos amantes condenados a vivir separados por diferencias
sible. Si su poema es "débil centella", el otro se hace realidad como "rayo
sociales. El mismo final. Sin embargo no creo se refiera a esto, sino hemos de
veloz". Finalmente, si su obra es la luna, "opuesta estrella", la de Monte-
buscar en algún poeta valenciano que a finales del siglo XVI hiciera un
mayor es "resplandor del sol". No se pueden pedir mayores elogios para una
obra bien hecha pero no excepcional. Hemos, sin embargo, de estar habituados a este tipo de encuentros. En ocasiones hay una falsa modestia.
Μ ARCILLA -
Dame
para que en parte derrame
un pensamiento esse libro,
LAYN-
Si una vez de aquí me libro,
no aya miedo, aunque me llame.
Vinieran a Teruel otros,
sigún las fiestas son grandes
(si viene a mano) de Flandes,
y perdérnoslas nosotros.
Ampararse en el elogio de un antecesor que gozó de singular nombre es
marchamo de inmortalidad. Y tal vez fuera ésta la intención de Botello.
La estrofa 93 y última encierra un enigma. Desconocemos el nombre
del poeta valenciano que se acercó al mito y lo hizo, según nuestro autor, de
un modo excelente. En su opinión, mejor en elocuencia que la obra de
Montemayor:
Solo puede vencerle en
del que con fama al orbe
elocuencia
dilatada
el asunto ilustró, del que a Valencia
MARCILLA- Ábrele.
sublima con la sangre y con la espada;
no la pasión, inclina la
mi pluma en su alabanza
no reciproco
excelencia
acreditada,
amor, estilo claro,
sujeto peregrino,
ingenio
raro.
LAYN-
Como lo mandes.
MARCILLA - Quan a espacio lo desata:
arrebátale, arrebata,
y como en libro de suertes,
di lo primero que aciertes.
El escritor levantino une en su persona la doble condición de poeta y hombre
de armas. El único del que tenemos noticia es Rey de Artieda, dramaturgo y
soldado. Ahora bien, Rey de Artieda no tiene ninguna obra con el título de la
fábula, ni teatro ni poema. Sólo en Los amantes
aparece una extensa refe-
LAYN -
De Piramo, y Tisbe trata.
Notitiam, primosque; gradus uiciniafecit.
Tempore creuit amor, iure quoque; tedae coissen,
Sed uetere paires, quod non potuere uetare.
rencia que no es digna de ser llamada "elocuente", pues su aparición en
escena viene al hilo del relato dramático y por su conexión temática con la
leyenda de los amantes .
9
REY DE ARTIEDA, A. Los amantes, ed. de C. IRANZO, col. Temas de España, núm
92, ed. Taums, Madrid 1971, p. 67-69 (acto segundo, escena tercera):
LAYN-
Ea pues fauor, y auxilio
para emprendello de espacio,
quiero traduzir de Orado,
aunque mejor es Virgilio,
y Ouidio mas de palacio:
Todo esta ya a punto.
MARCILLA - Hay dos tan conformes casos
como estos dos? Haylos? no.
Di, la vezindad causo
la primer noticia, y passos,
con el tiempo amor creció.
Solo ay ser mi ángel casada,
y que fuera abominada
por Tisbe, essa ingratitud.
Hora muéstrame el laúd,
que este exercicio me enfada.
Con variantes gráficas pero manteniendo el texto podemos leerlo en Poetas
dramáticos valencianos, vol. I, ed. de JULIA MARTíNEZ, E., R.A.E., Biblioteca selecta
de Clásicos Españoles, 2." serie, Madrid 1929, p. 11.
388
PEDRO CORREA
poema, bien original o traducidq. Estoy pensando en Felipe Mey como
traductor-adaptador de Ovidio, pero no tengo ningún dato que acredite mi
hipótesis. Me parecen excesivos los elogios dispendiados por Botelho al
breve pasaje dramatizado por Rey de Artieda, así que hemos de poner los
ojos en otro escritor.
E! poeta emplea la octava real aclimatada por Garcilaso en su Égloga III.
Es una estrofa que se presta bien para las descripciones, narraciones y motivos
personales. Acepta los interludios líricos y es de extensión adecuada para estos
fines. La unidad de cada octava se percibe a través del pareado final, perfecto
cierre para una unidad de contenido. La apropiación de la estrofa por los poetas
épicos, siguiendo a sus modelos italianos, la hizo apta para la expresión de los
mitos como demostró Góngora en Polifemo y Calatea. Al ser consideradas estas
fábulas como épica en tono menor, la existencia de un esquema argumental,
normalmente respetada por los transpositores, hace que la estructura narrativa
adquiera especial relieve y ésta encuentre en la octava un cauce idóneo para su
realización. Los poetas barrocos rompen con la tradición del siglo anterior que
había puesto de moda para este tipo de poemas la quintilla doble con la
excepción manifiesta de A. de Villegas quien empleó el terceto encadenado con
verso endecasílabo. Primer intento de transposición de un poema mitológico
extenso a un molde italiano.
La poesía mitológica se presta por su contenido a insertar en ella otros
mitos o referencias que sirven de adorno y dan un carácter erudito al texto. Ya
hemos hecho referencia a ella en el momento oportuno, pero lo que ahora nos
interesa es ver de conjunto su densidad y el oportuno encuadre. La mayoría de
las veces aparece el nombre del dios y héroe que viene a cuento, pero en otras
ocasiones la presencia del mito es para conseguir un símil, una hipérbole, o
cualquier otra figura que dé fuerza el poema. Sirven para demostrar los
conocimientos del autor y obligar al lector. Nuestro poema no es una excepción
sino todo lo contrario; encontramos numerosas referencias más o menos conseguidas y oportunas. Así cuando el poeta dice
LA FÁBULA DE PIRAMO Y T1SBE DE MIGUEL BOTELLO
38')
o bien cuando se refiere al "fiero Noto", viento sureño, cálido y cargado de
humedad así como tras la asociación "Tetis brama", esconde la furia
del mar.
Hay constantes referencias a Apolo, la primera, eludiendo su nombre se
identifica con los mitos de Admeto y Dafne. Servidor del primero como pastor y
de la segunda como frustrado amante:
como en Anfriso número superno,
del gran pastor de Admeto rutilante,
mi frente ciñirá Daphnes ovante.
En el verso con el cual cierra ¡a octava 7 el poeta recuerda a las Musas
a través de
las nueve hermanas del Castalio coro.
Y tras "rapaz flechador" se esconde Eros, el dios del amor, evocado porque
precisamente la historia que va a poetizar es ante todo una leyenda en la cual el
amor juega un papel de primerísimo interés.
La estrofa 10, dedicada a Píramo, ofrece en su primera mitad una alusión
completa a las relaciones de Medea y Jasón, y en la segunda, sin citarlo se
refiere con claridad la mito de Narciso. Dice la octava así:
Si la sabia de Coicos atendiera,
de Píramo al valor, siempre divino,
como su libertad, nunca ofreciera
al osado Argonauta el Vellocino;
en respirante flor no convirtiera
el hado injusto al mozo peregrino
en la plata, mirando fugitiva
su vida muerta, su hermosura viva.
las doradas arenas del Paciólo
está recordando que el río se llamaba Crisórroas, es decir, "río de oro" y cambió
su nombre por Pactólo a partir del incesto habido entre él y su hermana
Demódice. En otras ocasiones es un simple sintagma construido sobre el sentido
mítico del dios, por ejemplo cuando dignifica a los Fíeseos afirmando que
lapalestra
del belicoso Marte despojando,
Mientras que Tisbe es parangonada con la amante-modelo de Apeles,
Campaspe. Su voz es capaz de competir con Orfeo y sus cabellos lisonjean a
Favonio y causan envidia al dios sol Febo por su color y libertad.
Cuando Tisbe es encerrada en su cámara y se le prohibe entrevistarse con
Píramo, el autor se acuerda de la moira Átropos, la que enrolla el hilo de la vida,
y establece un símil entre ella y la actitud tomada por el padre de la joven. En
otro momento el poeta complica el diálogo que mantienen los amantes junto
al resquicio recordando diversos mitos en cuyo final está la muerte o la
3-:0
PEDRO CORREA
transformación obligada. Por una parte Adonis, el amado de Afrodita; por otra a
Alfeo, amante de Aretusa:
?Puede igualarme aquel que temeroso
perdió la vida el monte penetrando,
por quien el cielo rompe luminoso
en Chipre, Cuerea suspirando?
?Ni aquél que vuelto en río caudaloso,
el reino de Anfitrite atravesando,
bien que celosa de su amor confusa,
en los brazos descansa de Aretusa?
Y en la estrofa siguiente el poeta se refiere a la universalidad de! amor en rica y
complicada hipérbole ponderativa de la pasión de Píramo. Por una parte aparece
el dios de los vientos Eolo, el que vivía encerrado en una caverna de Eolia
("Dando nombre a los montes que engrandece") y en la segunda parte de la
octava de nuevo aparece Apolo relacionado con el laurel alusivo a uno de sus
muchos episodios legendarios.
En la estrofa 47, los cuatro primeros versos recuerdan el mito de Polixena
sacrificada en la tumba de Aquiles:
Afición no señala tan divina,
de quien el lago Estígio visitando
en el templo murió, la peregrina
beldad de Policena idolatrando;
Los cuatro siguientes hacen referencia a Eos, la Aurora, precursora del dios sol y
madre de Memnón, su hijo preferido, muerto por la furia de Aquiles:
ni de la luz fulgente matutina
precursora de Febo, arrebatando
al mancebo gallardo, de la estrella
que es madre de Menón, candida y bella.
Hay una nueva alusión a Eros a causa de la cita apalabrada por ¡os amantes junto
al moral de su perdición. El dios, sabedor del futuro, se ve en el trance de
despojarse de sus atributos míticos, no sin antes aludir el poeta a Argos, el de los
cien ojos, incardinándolo a la presciencia del hijo de Afrodita:
ya no ciego el amor, un lince, un Argos,
viendo el daño fatal que procuraban,
LA FÁBULA DE PIRAMO Y TJSBE DE MIGUEL BOTELLO
391
de tristeza los triunfos no celebra,
el pasador arroja, el arco quiebra.
Aludiendo a su dama, a la que pide fuerzas para llevar a buen puerto su tarea, y
agradecido a su ayuda, la ensalza mediante el recuerdo de varios mitos que se
entrecruzan en su camino. Por una parte Aganipe, por otra Pindó y finalmente
Orfeo se dan la mano en la misma estrofa. Se refiere el poeta en el primer caso a
la fuente que según la tradición está consagrada a las Musas o bien a la hija del
río Termeso cuyas aguas estaban dedicadas a las Musas y a Apolo y tras esta
perífrasis parece aludir a Góngora que le sirvió de modelo en diversos aspectos
de su fábula. Con Pindó es difícil decidirse por el mito o por el monte ligado a
tradiciones míticas. De Orfeo recuerda su condición de cantor, músico y poeta y
aspira a emularlo.
El pasaje en el cual el poeta alude al momento en que han de salir de su
casa para encontrarse junto al moral, es decir, apenas el sol se oculte y la noche
aparezca, es motivo para echar mano constantemente de los mitos relacionados
con Apolo o Febo como indistintamente es conocido entre los clásicos. Así en la
estrofa 49 se dice
el verse facilitan cuando Febo
llevase a los antípodas el día;
y en la 53, mediante una perífrasis, se alude con brillantez al mismo en el
momento preciso de abandonar un hemisferio por otro:
Después que coronado de guirnaldas
el amante de Daphnes, que en su frente
vencen rubís, deslucen esmeraldas,
las partes penetraba de Occidente;
La última cita es la comparación que establece Tisbe entre un deseo y un mito.
Anhela tener cien brazos como Briareo, el hecatónquiro, para con ellos amparar
el cuerpo inerte de Píramo y en uno solo producir el efecto del abrazo del
gigante:
por daros solo en uno cien abrazos,
procuraba tener los de Briareo;
La mitología ha cumplido con la misión destinada a este tipo de citas; por una
parte la desmotración de una cultura clásica en la que debían estar impuestos los
escritores de la época, por otra la indispensable nota erudita elevadora del texto a
un plano superior poético y lector. Pero no queda solamente en esto las
PEDRO CORREA
LA FÁBULA DE Ρ ¡RAMO Y T1SBE DE MIGUEL BOTELLO
aportaciones del poema sino que hemos de considerar determinados aspectos
que dan a la lengua una cierta originalidad y la vinculan estrechamente a un
ideal barroco.
La naturaleza de la fábula y la época confieren a la lengua empleada
ciertas características que le son propias y otras compartidas con la tradición
mitológica. Crea el autor un estilo peculiar para incidir en la corriente lingüística
propia de los culteranos y crear con ella una dinámica en su desarrollo, consiguiendo de camino una vibrante condición en el devenir del argumento. Especial
interés tiene la adjetivación, lograda mediante diversos procedimientos y ei
empleo de adjetivos verbales, no sólo participios de pasado, sino de presente,
bien y abundantemente representados. Con esta última condición se relaciona la
acción que es una de las características del poema. Creo que con él se refuerza la
naturaleza cultista y la incardinación del mismo a los presupuestos lingüísticos
gongorinos. Se evidencia ya en los dos primeros sintagmas documentados,
"resonante mi voz", "rutilante mi frente". Lo hacedero se constituye en esencia
potenciando el devenir de la historia con fuerza y precisión y al mismo tiempo
recrea los actos más pequeños vinculándolos estrechamente a la línea principal.
El propio poeta lo hace realidad tras asociaciones del tipo "pecho errante",
"corazón palpitante", "esfera ardiente", "respirante flor". Encontramos vida
desde las primeras estrofas que al fin y al cabo constituyen una obligada dedicatoria.
Hay asociaciones en las cuales ¡a intención cultista es evidente, suponen
una llamada de atención e incardinan el texto a una estética de moda; también la
poesía mitológica en cuanto tiene de heroica se presta a ellas y procura que
restallen como la luz en medio de la mediocridad. Cumple así el adjetivo una de
sus misiones fundamentales y aunque sea atractivo al lector no llega a desplazar
al sustantivo del todo sino se funde con él constituyendo una estrecha unidad.
Quizá el carácter activo del participio le comunica vigor y por esta causa le
devuelve lo que la sustancia en sí encierra, la clave semántica de los núcleos
significativos que progresan mediante ia acción verbal. Esto se torna meridiano
en las asociaciones siguientes: "llamas... fulminantes", "rayos fulgentes",
"radiantes tiros", "lucientes girasoles", "fulgente luz", "resonante mi voz",
"rutilante mi frente", encontrando otros numerosos participios de presente
menos llamativos pero representativos de un estilo, como: errante, ardiente,
amante, vigilante, penetrante, triunfante, resplandeciente...
También adquiere un papel relevante el participio pasivo con valor de
adjetivo calificativo; su presencia revela la existencia de un agente casi siempre
oculto y adivinable; en ocasiones sirve de palabra rima pero puede aparecer en
cualquier posición y comunica un mundo de sentimientos y afectos que le
confiere cierta humanidad a la tragedia. Nos hace ver que estamos ante una
historia dolorosa y entrañablemente sentida por el autor a pesar de las exigencias
de su estilo. Recordemos cómo el poeta hace partícipe a la naturaleza de la
situación de los amantes, "aire enternecido", o bien en construcciones más
complejas, "muerto el sentido", "turbado de contento", "desmayado el poder",
"sentidos absortos de insufribles", "desmayada la voz", "abrasada en su
esperanza", o en sintagmas normales del tipo "dueño amado", "lucidas estrellas",
"boca ensangrentada", "confusa calma", "cielo oscurecido", "labio helado",
"alabanza acreditada", y también en otras posiciones como las veces que aparece
como predicativo, "queda turbada", "dice alterada", "responde agradecido" (en
algunas de estas asociaciones el adjetivo adquiere un claro valor adverbial).
Es muy importante el epíteto; podemos, en virtud de su significado, considerarlo positivo o negativo. La fábula se mueve entre dos extremos; hay
momentos de felicidad entre los amantes, aunque domine el espíritu trágico y no
sólo está encomendada esta misión al sustantivo sino que en multitud de
ocasiones es el adjetivo el matizador, quien comunica lo bueno o malo de la
situación. También proyecta un halo de humanidad y suaviza los duros contornos de lo dramático. Puede aparecer en cualquier situación dentro de la
estrofa, pero siempre con la intención de revelar la sustancia y destacarla. En
ocasiones el sustantivo supera al adjetivo en valor, su perfil es pleno y no puede
el epíteto desvirtuar su susíantividad. Se cuentan por decenas los sintagmas
adjetivo + sustantivo y constituyen uno de los rasgos de estilo más acabados del
poema. En ocasiones la negatividad de la situación es conseguida mediante
asociaciones del tipo, "profunda tristeza", "infeliz mancebo", "funesta historia",
"desdichado fin", "dura suerte", "fatal ruina", "trágico fin"; la parte positiva es
adivinable en estos conjuntos, "dulce empleo", "sublime gloria", "recíproco
amor", "amorosa pasión", "peregrina beldad", "hermosas flores", "hermosa
noche...serena". En otros momentos el sintagma es de una enorme carga poética
y tiene una fuerza expresiva impresionante, sirvan de ejemplos, "costosa
argentería", "purpúreas rosas", "fina grana", "fulgentes arreboles", "finísimas
perlas".
Una tercera posibilidad la ofrece la estructura sustantivo + adjetivo, donde
este último actúa como predicativo y atributivo indistintamente; a pesar de la
cantidad de ejemplos que podemos poner, no alcanza la belleza y audacia de las
anteriores asociaciones, pero no es desdeñable la misión cumplida. Desde e!
punto de vista semántico podemos encontrar muchas posibilidades y entre
sintagmas corrientes es posible espigar otros más logrados, dignos de mención
por haber conseguido con ellos precisión y belleza. Nadie duda que "tálamo
dulce", "valle umbroso", "daño receloso", "aire fugitivo", "tributo dulce y
blando", entre otros mil ejemplos, constituyen asociaciones que realzan la
misión del sustantivo dentro del contexto al que va referido. En otras ocasiones
y η
393
jl>,)
PEDRO CORREA
el sintagma es lógico, proviene de. ia tradición literaria o es connatural con la
sustancia pero no por eso deja de tener su valor afectivo y sentimental. Es en
consecuencia el adjetivo clase de palabra fundamental en la ejecución de su
proyecto. La versatilidad de su empleo, antepuesto o pospuesto, nominal o
verbal, apositivo, predicativo, atributo, contribuye a darle al texto una nota de
humanidad que normalmente el barroco rehuye, aunque también, hay que
decirlo, da lugar a conjuntos propios de dicho movimiento en cuanto comunican
dinámica y belleza plástica.
Hemos de considerar en último lugar el uso y abuso del gerundio. Más de
cien encontramos desperdigados a lo largo de las octavas, en diversas ocasiones
constituyen rima básica de la misma pero en otras aparecen en cualquier
posición hasta el punto de dar al texto un sentido muy personal. Como el
gerundio indica proceso de la acción verbal, un devenir de lo significado sin
principio ni final, marca esta forma no personal del verbo la situación de la
historia en constante progresión hasta el desenlace final. La fábula está
constituida por la yuxtaposición de pequeños incidentes, cada uno con su propio
sentido, y cada uno de ellos supone el anterior y anuncia el siguiente para que la
trabazón argumental no se resienta; pues bien, el gerundio contribuye a ese
constante deslizarse de un momento a otro, de un tiempo sucesivo en el cual
ocurren pequeños incidentes que se van sucediendo sin apenas interrupción.
Sólo los excursos y la erudición detienen la acción en aras de la concepción de
lo poético en el siglo XVII. Tenemos la impresión de que las acciones se
encabalgan, no terminan cuando ya ha empezado otra, tampoco tenemos
conciencia de su inicio sino que las vemos en su devenir, como si hubieran
empezado en una época lejana y estuviéramos contemplando su desarrollo.
Hemos dado señales de algunas características formales del texto. Otras
muchas podríamos añadir como la importancia concedida al contraste, la
presencia constante de hipérboles, la aparición de alguna imagen bien conseguida, especialmente en las descripciones, de símiles y metáforas, pero nunca
con la originalidad y audacia de las gongorinas sino, y esto es evidente, aprovechando materiales surgidos de las lecturas o de la fama adquirida por
determinados poetas. Quizá muchas asociaciones se habían constituido en patrimonio de todos y se empleaban con naturalidad, pues las encontramos por
doquier y con cualquier motivo. Una lanza en favor de estos escritores secundarios que pusieron su granito de arena, hicieron las cosas lo mejor que supieron
y pudieron y ocupan por derecho propio una lugar en el Parnaso del variopinto
entramado literario existente en los primeros decenios del siglo XVII.
Sin lugar a dudas la Fábula de Píramoy Tisbe está dignamente tratada. No
puede competir con los poemas mitológicos de los grandes poetas del momento,
pero no supone eso un desdoro para su autor. Participa en líneas generales de los
LA FÁBULA DE PÍRAMO Y TISBE DE MIGUEL BOTELLO
395
ideales tanto del siglo XVI como del XVII, es pues un poema de transición en
numerosos aspectos, especialmente en haber sido utilizado como pretexto para
exposiciones teóricas. Mantiene el autor y defiende el concepto de poesía como
ciencia y no debe causarnos extrañeza la serie de excursos que aparece a lo largo
del texto. Adolece quizá de excesivas repeticiones en cuanto respecta a la
palabra rima, incidiendo con harta frecuencia en lo fácil y sencillo, pero es un
exponente válido de la situación de la lengua en la década de los veinte. Hemos
observado que el adjetivo alcanza infinidad de registros, que no rehuye los
cultismos, aprovecha la retórica dominante en la época, contrastes e hipérboles,
pero rehuye el hipérbaton y en este sentido hay una contención sintáctica que lo
aproxima a los clasicistas de la época como Lope de Vega. La fábula hay que
situarla en la misma línea que su obra Prosas y versos del pastor de Clenarda
(1622) y muy alejada de su poema pastoril La Filis (1641)10. Es indudable que
Botello estaba orgulloso de su poema pues alude a él en el prólogo de su novela
pastoril con una llamada de atención a los lectores:
Por cumplir (o letor discreto) lo que he prometido en los desdichados
amores de Ptramo y Tisbe quise dar a la estampa los venturosos de Lisardo y
Clenarda, mas si te pareciere en algunas partes no guarda el decoro αϊ estilo
pastoril, ha sido por importar a la historia disfracada con estos pastores.
Y en el prólogo brevísimo puesto al frente de la Fábula volvemos a leer lo
siguiente:
Si estimas favorable (o Lector amigo) la Fábula de Ρ ¡ramo y Tisbe, daré
brevemente a la estampa El pastor de Clenarda, historia disfragada, si bien
verdadera.
Botello se mueve dentro de una dorada medianía; no podía competir con
los monstruos literarios de su tiempo, tampoco su obra es extensa y variada,
pero no es desdeñable su labor, especialmente en la fábula en cuestión que
podemos considerar una de las mejores transposiciones del mito por cuanto
La bibliografía sobre nuestro autor es muy escasa, aunque su nombre
aparezca en tratados específicos sobre novela pastoril. V. SOUSA VITERBO, Dois
poetas seiscentistas, Lisboa 1906, p. 14-26; GARCÍA PERES, D. Catálogo razonado
biográfico y bibliográfico de los autores portugueses que escribieron en castellano,
Madrid 1890, p. 58-59; AVALLE-ARCE, La novela pastoril española, ed. Revista de
Occidente, Madrid 1959, p. 167-170; COSSIO, J.M. Fábulas mitológicas en España,
Madrid ¡952, p. 372-375
PEDRO CORREA
¡9>>
HVMANITAS- Vol. LIV (2002) 397-399
JOSé AUGUSTO SEABRA
supone de asimilación de modelos anteriores y de adaptación de diversos estilos
y tendencias. Es indudable que su nombre no puede estar ausente de una historia
completa de Píramo y Tisbe corno tema en nuestra literatura ya que presenta un
modelo desarrollado con pasión y sobre todo humanidad. Un sentimiento personal parece vivir entre los meandros amorosos y no desdice su poema de tantos
otros escritos en la época por la dignidad de la lengua, la fuerza del contenido y
cierto toque original que lo aparta de sus predecesores.
Prqfessor da Universidade do Porto,
Embaixador de Portugal em Buenos Aires
FERNANDO PESSOA Y LA LATINIDAD
RESUMEN
En 1621 M. Botello publica su Fábula de Píramo y Tisbe, una de las mejores y
más completas manifestaciones de dicha leyenda babilónica. Quizá se sintiera
empujado por la obra de su paisano J. de Montemayor para el que tiene un recuerdo al
final de su poema. El texto, a caballo entre el clasicismo y el barroco, supone una
digna representación de la leyenda que también le sirvió de pretexto para la
exposición de ideas teóricas amorosas al mismo tiempo que nos daba una lección de
retórica y dominio de la lengua. Sus amplificaciones son ejemplares aunque respeta el
lejano modelo ovidiano.
ABSTRACT
In Í621 M. Botello publishes his Fábula de Píramo y Tisbe, which is one of the
best and most complete works of the said Babylonian legend. Perhaps he was
motivated by the work of his fellow countryman J. de Montemayor, to whom he
dedicates a memory at the end of his poem. The text, which is between the classicism
and the baroque style, is a worlhy representation of the legend that he also used as an
excuse to show his theoretical ideas of love whiie, at the same time, he gave us a
lesson on rhetoric and on the mastery of the language. This amplifications are
outstanding despite the fact that he respects the oíd Ovidian model.
La génesis lengüística, civilizacional y cultural de la latinidad es
históricamente reconocible, en cuanto es una herencia común de los pueblos
europeos y latinoamericanos, en su diversidad continental y nacional. Aún,
como lo señaló Georges Duby, "la latinidad fue a lo largo de las edades una
entidad fuctuante", en modo tal que "de estas fluctuaciones depende el lugar
que ocupa en el mundo actual"1.
Eso explica las posiciones múltiples de los más destacados intelectuales
de los países latinos sobre el sentido y la latitud de su pertenencia a ese
espacio matriz. Un ejemplo significativo de esa multiplicacidad de visiones
es el de Fernando Pessoa, el gran poeta portugués de los heterónimos.
Más conocido como un poeta de las vanguardias convergentes en la
generación de Orpheu y del Portugal Futurista, durante la Primera Guerra
mundial, se olvida o minimiza el hecho que el poeta fue también un poeta
neo-clásico, en la persona del beterónimo Ricardo Reis.
La biografía imaginada de Pessoa para este heterónimo, exiliado en
Brasil, indica que Reis era un "latinista por educación ajena" y un "semihelenista por educación propia". Sus "Odes" son inspiradas sobre todo en
Horacio, incluso en la estructura sintáctica del leguaje, muy cercana a la del
latin clásico.
Cabe decir que Pessoa, en los biografemas de sus heterónimos y en los
del ortónimo mismo, mezclaba elementos reales de su biografía con
elementos ficticios, construyendo así sus dramatis personae, en el marco de
lo que llamamos un poetodrama2. El modelo del heterónimo Ricardo Reis fue
su profesor de Latin en la High School de Durban, en Sudáfrica, donde
1
Georges Duby, Civilisation Latine. Ed. de "Unión Latine", París, 1986, ρ. Η.
José Augusto Seabra, Fernando Pessoa ou le Poétodrame, Ed. José Corti,
Paris, Π
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