CILLA LÓPEZ, Rakel; MUÑIZ PETRALANDA, Jesús: “Navis Ecclesiae: las navetas litúrgicas en Bizkaia. La Iglesia como navío de salvación”, Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 6, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 2009, pp. 403-411. Navis Ecclesiae: las navetas litúrgicas en Bizkaia. La Iglesia como navío de salvación1 Raquel Cilla López, Jesús Muñiz Petralanda Eleiz Museoa. Bizkaia. Museo Diocesano de Arte Sacro. Desde los tiempos medievales siempre se ha vinculado a la Iglesia con la metáfora de una nave. Una nave guiada por los apóstoles que la han conducido a buen puerto y que ha conllevado constantemente un significado de salvación. Se recoge este sentido en numerosos textos religiosos y en los evangelios, como cuando se relata el cometido del obispo, para que como “patrón de esta gran nave vele por la decencia y el orden”2. San Ambrosio (340?-397), relata en su Sermón 46, que la Iglesia es una nave en cuyo mástil está Cristo, en la popa el Padre, en el timón el Espíritu Santo y mientras los profetas y apóstoles ocupan los remos3. Secunda esta alegoría San Agustín (354-430), que escribe que la nave “lleva a los discípulos y recibe a Cristo”4. Más tardíamente, Santo Tomás de Aquino (1225-1274) afirma que “sin el pilotaje divino, el barco de la Iglesia no puede cruzar el mar del mundo hacia el puerto celestial”5. También se hace referencia a la nave al tratarse de la iglesia como edificio, el lugar destinado a los fieles desde el que se camina hacia la salvación eterna: “El edificio será largo en forma de bajel y vuelto hacia el Oriente… Los diáconos de pie de modo que puedan trasladarse a donde sea necesario harán el oficio de los marineros que maniobran a los costados del buque. Enseguida los sacerdotes… y el obispo, piloto del navío, exhortarán al pueblo”6. Y más concretamente se viene denominando nave a la parte donde se acoge a los asistentes. Este concepto de la navis ecclesiae hunde sus raíces en el Génesis (6, 8), pues el relato del arca de Noé se puede interpretar como una alegoría de la Iglesia. Aunque es sobre todo en el Nuevo Testamento donde las descripciones de la vida de Cristo y sus discípulos remiten con más frecuencia a símiles con navíos desde los que llevar a cabo la misión evangelizadora7. Sería muy prolijo enumerar todas las referencias a este respecto que se acumulan en la tradición literaria universal, puesto que, además de las conocidas reseñas de compendios religiosos, se cuenta con alegorías en el mismo sentido de nave-iglesia en diversas obras sobre todo de época bajomedieval8. Esta concepción de la Iglesia como navis para la salvación gozó de una importante difusión desde épocas tempranas, y las artes plásticas se hicieron pronto eco de esta correlación en las obras de arte y objetos litúrgicos. Entre todas las piezas posibles destacan las navetas litúrgicas, cuyo nombre deriva de navícula por presentar la forma característica de un pequeño navío en sus más variadas tipologías. Se trata de recipientes para contener el incienso que será utilizado en los incensarios. Al parecer podrían tener su origen en las antiguas acerras romanas, donde los sacerdotes guardaban la aromática resina. Estas acerras solían adoptar forma de cofre, de caja redonda o cilíndrica, similar a una píxide eucarística9, formato que se mantendrá hasta el siglo XIII. 1. Queremos agradecer a Xabier Armendariz y a José Manuel Matés su valiosa colaboración en la confección de este artículo. 2. Constituciones Apostólicas, II, 57, en IGUACÉN BORAU, D.: Diccionario del patrimonio cultural de la Iglesia, Madrid, 1991, p. 626. 3. Extraído de San Ambrosio de Milán, De Salomone, 10, comentario de Proverbios 30, sermón 46, 18-19, en MIGNE Jacques-Paul (ed.): Patrologiae Cursus Completus. Series Latina, vol. 17, París, 1879, p. 452. 4. Lo expresa en el Sermón 75, dentro de sus Obras completas, vol. 7, Madrid, 1964, p. 475. 5. Santo Tomás de Aquino: Catena auera, cap. 9. vol. 1, Londres, 1842, p. 335. 6. Constituciones Apostólicas, II, 57, en IGUACÉN BORAU, D.: Loc. Cit. 7. Como por ejemplo en Mateo, 4, 19: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”; y en Marcos 4, 35-41, Lucas 8, 22-25 o Juan 6, 16-21. 8. Como sucede en la Divina Comedia de Dante Alighieri, en el poema de Guillaume de Déguileville titulado Peregrinaje de la vida del hombre, en la Vita Christi de Francesc Eiximenis o en unos versos del Libro rimado del Palaçio, compuestos por el Canciller Ayala. 9. DURET, D.: Mobilier, vases, objets et vêtements liturgiques, Paris, 1932, p. 83. 403 Raquel Cilla López, Jesús Muñiz Petralanda Por su parte, el uso del incienso es antiquísimo, puesto que ya era utilizado en el mundo grecoromano, en las liturgias paganas y en las reuniones familiares o festivas, con objeto de aromatizar el espacio y como señal de honor y dignidad. En las obras de arte, desde el primer cristianismo, es igualmente habitual encontrar la representación de ángeles turiferarios con incensarios en las crucifixiones tempranas. La naveta por consiguiente ha estado indisolublemente unida al incensario (thymiamaterium, thuribula), y su evolución formal y estilística corre paralela a la de éste, quedando sujeta al paso de los distintos modos artísticos. Aunque hasta el siglo XIII no adquiere la forma de barca o navío, es esta tipología la que se va a convertir en la favorita a la hora de fabricar las navetas litúrgicas. Y es que ajustaba a la perfección la concepción purificadora, de ofrenda y honor propia del incienso, con la de la nao redentora que proclamaba el Triumphus Ecclesiae –una condición reiterada durante época medieval y especialmente alentada con posterioridad durante la Contrarreforma10–. Estas navetas, por tanto, adquieren una morfología similar a la de pequeñas embarcaciones pero, eso sí, haciendo gala normalmente de un amplio repertorio decorativo que nos remite al momento de su creación plástica. Sin embargo, resultaría exiguo un análisis de estas navetas basándonos únicamente en su cualidad estilística o constructiva. De la misma manera, estas naos arrojan una interesante información sobre los patrones navales representados, que pueden corresponderse con el periodo cronológico de su manufactura –aunque como veremos, las piezas no siguen siempre estándares náuticos reales, y ceden mucho a la fantasía–. Nuestra exposición va a tratar de centrarse en estos dos aspectos, singularizando el estudio en las navetas litúrgicas conservadas en el territorio histórico de Bizkaia, aunque en algún caso nos referiremos a ejemplos atesorados en Gipuzkoa y Álava. Ya hemos adelantado que las navetas acompañan al incensario como elemento auxiliar en las celebraciones religiosas, para contener el incienso que se quema. Pues bien, como objetos destinados a un uso sagrado y, por tanto, vinculado a Dios, casi siempre se realizaron con materiales nobles y ricos –sobre todo plata–, pues debían estar a la altura del rito que se estaba celebrando, aunque al principio eran de otros metales como cobre, latón… Todo lo que rodeaba a la divinidad tenía que ser digno de su gloriosa naturaleza. Si bien desde un punto de vista formal no han sufrido modificaciones importantes desde el siglo XIII al XVIII, los cambios en el ornato son sustanciales y permiten establecer un recorrido temporal, pues recogen las señas particulares que identifican los estilos. Así los repertorios ornamentales plasmados varían desde los motivos navales –con profusión de detalles constructivos– de las piezas góticas, renacentistas o de un incipiente barroco, los vegetales o los cueros recortados frecuentes en el renacimiento y el clasicismo, pasando por la rocalla y los espejos de las piezas rococó hasta llegar a la depuración formal y limpieza de las obras neoclásicas. En Bizkaia se conservan navetas litúrgicas que se remontan hasta los primeros años del siglo XVII. Algunos ejemplares anteriores se conservan en Gipuzkoa11, y mayor fortuna tiene sobre todo el territorio alavés12. De comienzos del siglo XVII ha de ser una naveta procedente de la iglesia de San Jorge de Santurtzi, que hoy en día está depositada en el Museo Diocesano de Arte Sacro de Bilbao (nº inv. 192)13 [lámina 1]. Está realizada de plata en su color con algún elemento fundido y decoración realizada a buril. Como suele ser habitual en algunas piezas de orfebrería, exhibe una inscripción en la cubierta, 10. CALBARRO, J. L.: “Navis ecclesiae. Origen e interpretación de una joya iconografía de Betancuria”, en Tebeto. Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura, nº 15 (2002), p. 305. 11. Para el estudio de estas navetas y de la platería guipuzcoana en general, ha de consultarse MIGUÉLIZ VALCARLOS, I.: El arte de la platería en Gipuzkoa. Siglos XV-XVIII, Donostia-San Sebastián, 2008. De Bergara (iglesia de Santa Marina de Oxirondo) se guarda una naveta inscrita en el último cuarto del siglo XVI (op. cit., pp. 190 y 482). No nos detendremos nosotros en pormenorizar dichas piezas, puesto que se dieron a conocer en la mencionada obra, a la que nos remitiremos en cada caso. 12. La obra de la profesora MARTÍN VAQUERO, R.: La platería en la diócesis de Vitoria (1350-1650) se ocupa de investigar la platería en esta área, donde se conservan navetas litúrgicas desde el siglo XVI: en Retes de Tudela, Uncella, Araya… Por tanto únicamente recogeremos las referencias a dichas piezas. 13. Sobre esta pieza ver BARRIO LOZA, J.Á. y VALVERDE Peña, J.R.: Platería antigua en Vizcaya, Bilbao, 1986, p. 69 y CILLA LÓPEZ, R. y GONZÁLEZ CEMBELLÍN, J.M.: Museo Diocesano de Arte Sacro. Guía de la colección, Bilbao, 2008, p. 234. 404 que hace referencia al donante que regaló la pieza, y dice así: ESTA NABETA MANDO ACER IVAN DE ÇUAÇO P(ARA) LA IGL(ES)IA DE S. GORGE DE S TVR(CE)+. Formalmente responde a un prototipo de nave cercano a la de un panzudo barco mercante, artillado, aunque con algunas libertades de interpretación14. Así vemos que el recipiente presenta la proa ciertamente idealizada, con una cubierta en pendiente, mientras la parte trasera nos recuerda a la de un galeón. En el cuerpo se detalla la quilla, el timón y el mascarón de proa, donde se representa a un monstruo marino. Esta figuración de animal fantástico con el cuerpo arqueado, aleta dorsal, cola de cetáceo y cabeza idealizada, fue habitual en portulanos y cartas de marear desde el siglo XVI15. El sistema constructivo de la nave se ilustra con cierto detalle, hasta el punto de señalarse el claveteado del casco, las tablas16, los herrajes de la pala del timón, la línea de flotación diferenciando la obra viva de la obra muerta, los vanos y los cañones imitando a los de un barco armado, cinco por banda, dibujando también los guardatimones en el espejo de popa. Los citados cañones mantienen además una dirección con cierta perspectiva, aspecto que se encuentra plasmado en obras pictóricas del momento. La estructura del maderamen está así mismo pormenorizada, señalando la línea de flotación que parece seguir un desarrollo real. El remate del tablazón de la roda y los que cierran a popa se encuentran también definidos, y el detalle constructivo de la naveta llega al punto de dibujar incluso la clavazón, en patrón de rombos, que intuimos pueda seguir un modelo de armazón real y que habría que contrastar con mayor detenimiento. La pieza se eleva sobre un pie circular que se decora con una faja de gallones burilados. El astil es abalaustrado y nace de una elevación troncocónica curva que da paso al nudo, en forma de ánfora y sin decoración. Lo más destacado de la naveta, como ya hemos indicado, es el propio contenedor, formulado en dos áreas distintas que son los dos castillos de la cubierta principal, separados por una escotadura cóncava que constituye el combés. Por una parte la popa cerrada y rectilínea y, por otro, la proa redondeada y practicable para depositar el incienso. En la popa se imita además la inclinación de lo que sería la toldilla. Elevada en la proa está la quilla, con mascarón animal, y en la popa incorpora un remate de espolón vegetal en el codaste que hace de timón. La tapa del depósito se completa con la figurilla fundida de un león con las fauces abiertas, a modo de trinquete de proa. A pesar de que la nave mantiene tipologías empleadas anteriormente, en cuanto a lo formal y ornamental atiende ya a planteamientos propios de comienzos del siglo XVII. De cronología más avanzada es otra naveta de plata en su color de la iglesia de San Miguel de Bernagoitia (Amorebieta-Etxano), que además es de mayor sencillez formal y decorativa [lámina 2]. El contenedor se traza a modo de navío, pero resulta poco realista. Se muestra sujeta sobre un sencillo pie circular con la estructura típica de muchas piezas del XVII, y sobre cualquier otra parte destaca el casco donde se detallan unas toscas cuadernas y el entablado burilado. Conserva todavía la idea del combés entre los castillos de proa y popa, pero el formato de la nave no parece responder a ningún prototipo concreto. En la proa cuenta con un pequeño mascarón en forma de ángel fundido, que se repite, en peor estado de conservación, en la popa. Otros detalles ornamentales se disponen en el casco, a modo de roleos burilados, más otro motivo constructivo que acaso evoque a los fanales en la cubierta superior de popa. Atendiendo a su decoración y tipología podemos enmarcarla en el último tercio del siglo XVII, pese a que perpetúa un modelo que venía siendo empleado durante todo el siglo. De cronología pareja a esta última naveta es la de la iglesia de Santa María de Gautegiz de Arteaga, también de plata en su color que ofrece por el contrario, una hechura muy notable [lámina 3]. Lleva pie redondo liso, continua en altura con nudo de jarrón clasicista, y el casco se adorna con tornapuntas grabadas17. De la proa cuelga una cadenita para no perder la cucharilla que servía para 14. No era raro que los barcos mercantes estuvieran armados, para así poder servir tanto en el transporte de lana, en la pesca, el comercio con las Indias y Flandes, o como navío en la armada real. Así se recoge en BARKHAM, M.: “La construcción naval vasca en el siglo XVI: la nao de uso múltiple”, en Cuadernos de sección Historia-Geografía, nº 3, Eusko Ikaskuntza, Donostia-San Sebastián, 1984, p. 103. 15. Como nos ha indicado X. Armendariz, así se identifica en la carta del Golfo de Vizcaya, del cartógrafo holandés Lucas Janszoon Waghenaer, de 1583, que forma parte de su obra “Spiegel der zeevaerdt” (Espejo de los navegantes). Sobre este documento puede consultarse SUÁREZ GONZÁLEZ, J.: “El holandés Waghenaer y la construcción de su carta náutica del golfo de Vizcaya”, en XIV Congreso Internacional de Ingeniería Gráfica, Santander, 2002. 16. Una fórmula similar se observa en una naveta localizada en el Monasterio de la Santísima Trinidad de Errenteria, que además luce unos prominentes castillos de proa y popa. A este respecto ver MIGUÉLIZ VALCARLOS, I.: op. cit., pp. 190 y 482. 17. Un desarrollo ornamental comparable al de algunas navetas guipuzcoanas del siglo XVII (iglesia de San Bartolomé de Oikia en Zumaia, iglesia de San Juan Bautista de Alegi e iglesia de Santa Catalina de Elduain), publicadas en MIGUÉLIZ VALCARLOS, I.: op. cit., pp. 190, 241, 482, 565. Y solución decorativa análoga, aunque menos dinamizada, es la que presentan un par de navetas alavesas datadas en el último cuarto del siglo XVI, del convento de Madres Brígidas de Vitoria y de la iglesia de San Andrés de Orbiso, y que se estudian en MARTÍN VAQUERO, R.: op. cit., pp. 255, 956, 957. Tanto las guipuzcoanas como las alavesas son por otro lado de porte menos esbelto, pues presentan astiles muy reducidos o directamente apoyan la nave en el pie. 405 Raquel Cilla López, Jesús Muñiz Petralanda Lámina 1. Santurtzi (Bizkaia). Iglesia de San Jorge. Barroco. Hacia 1600. Lámina 2. Bernagoitia (Bizkaia). Iglesia de San Miguel. Barroco. Hacia 1660-1680. Lámina 3. Gautegiz de Arteaga (Bizkaia). Iglesia de Santa María. Barroco. 1676. Lámina 4. Karrantza (Bizkaia). Iglesia de Santa María de Soscaño. Barroco. Hacia 1670-1680. Lámina 5. Bermeo (Bizkaia). Iglesia de Santa María. Barroco. Fines del siglo XVII. Lámina 6. Dima (Bizkaia). Iglesia de Nuestra Señora de Lamindano. Barroco. Principios del siglo XVIII. Lámina 7. Durango (Bizkaia). Ermita de Nuestra Señora del Rosario de Tabira. Barroco. Hacia 1740-1750. Lámina 8. Gerrikaitz (Bizkaia). Iglesia de la Natividad de Nuestra Señora. Barroco. 1724. 406 Lámina 9. Lekeitio (Bizkaia). Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora. Barroco. Hacia 1760-1770. Lámina 10. Mendata (Bizkaia). Iglesia de Santa María Magdalena de Albiz. Barroco. Tercer cuarto del siglo XVIII. Lámina 11. Bilbao. Museo Diocesano de Arte Sacro. Rococó. Último cuarto del siglo XVIII. Lámina 12. Karrantza (Bizkaia). Iglesia de San Pedro de Sierra. Neoclásico. Hacia 1800. Lámina 13. Lanestosa (Bizkaia). Iglesia de San Pedro. Neoclásico. Primer cuarto del siglo XIX. Lámina 14. Bilbao. Iglesia de los Santos Juanes. Neoclásico. 1867. Lámina 15. Bilbao. Museo Diocesano de Arte Sacro. Contemporáneo. Siglo XX. Lámina 16. Arrieta. Iglesia de San Martín obispo. Contemporáneo. Siglo XX. 407 Raquel Cilla López, Jesús Muñiz Petralanda depositar el incienso en el incensario. El casco está formulado con un diseño ficticio, resultando funcional para su uso como contenedor de la aromática resina, pero sin remitirnos a ningún barco determinado. La inscripción de la cubierta, en capitales, nos permite conocer al donante: LA DIO DE LIMOSNA EL ALFEREZ FRANCISCO DE BARAIZ AÑO DE 1676. Este elemento, junto con un incensario y otras piezas, las envío desde Veracruz (Méjico) el mencionado personaje18. De fecha ligeramente más avanzada será otra naveta perteneciente a la iglesia de Santa María de Soscaño (Karrantza), de la que se desconoce su paradero en la actualidad [lámina 4]. Pieza de gran mérito artístico, se erige sobre un esbelto pie redondo que continúa con astil y nudo en forma de jarrón al que le sucede un estrechamiento cóncavo que da paso al recipiente contenedor, de nuevo lo más notable. En esta obra se dejan de plasmar en su casco los detalles constructivos navales de piezas anteriores, y gana terreno lo meramente decorativo. El resultado es un recipiente bello y a la par utilitario. La ornamentación a base de ces y carnosas hojas vegetales llena todo el espacio del casco y la cubierta superior. La quilla se ha solucionado imitando un sogueado, que en la proa evoluciona hasta convertirse en roleo y en la popa termina en el timón y otros remates avolutados. La cubierta principal es igualmente interesante, desarrollando el mismo ornato vegetal que el casco. La tapa, ubicada en proa, dispone de un pomo balaustral que sirve de asidero y, al mismo tiempo, de engarce para la cadena de la que pende la cucharilla. El combés divide la cubierta superior en dos zonas; la zona delantera donde se sitúa el pomito y la parte trasera coronada a su alrededor por un fino antepecho de hojitas fundidas, que recuerda en cierto modo a los castillos de piezas medievales. Y en el centro de ésta se levanta una figurilla masculina fundida apoyada en una columna19 cuya iconografía resulta imprecisa dado que se ignora el paradero de la pieza, y las fotografías conservadas no nos permiten aclarar este aspecto. Al haberse extraviado no se puede comprobar si ostenta punzones, si bien su distinguido porte y proporcionada hechura nos acerca a modelos del barroco novohispano. Mucho más sencilla, aunque muy interesante desde un punto de vista tipológico, resulta una naveta perteneciente a la iglesia de Santa María de Bermeo [lámina 5]. Elaborada en plata en su color, tiene forma de bote o de arquetipo naval de pequeñas dimensiones utilizado normalmente como embarcación auxiliar de otras mayores, que es igual a proa y a popa. Tiene un formato bastante cuadrado, con la quilla muy plana y la roda angular formando casi 90º, aspecto que nos remite a las embarcaciones vikingas20 o incluso a las canoas. A pesar de su simplicidad, se remata en el pie elevado, en el contorno de la cubierta y en la quilla por una moldura lisa que la adorna someramente, y aparte en la cubierta superior se detallan unos torpes vegetales sobre fondo rayado. Coronando la proa se incorpora un mascarón de animal fantástico fundido. Es pieza de factura humilde y seguramente local, acaso de fines del siglo XVII, que lamentablemente se conserva algo abollada. Más imprecisa resulta la cronología de una naveta de la iglesia de Nuestra Señora de Lamindano (Dima), que quizás se labrara en fecha más próxima al siguiente siglo [lámina 6]. Apoyada en pie redondo y astil troncocónico bajo se levanta el casco, de fondo casi plano surcado por la quilla, y sin decoración, salvo en la zona del espejo de popa ocupado por un ramillete vegetal grabado. La cubierta superior es plana, sin combés, apuntada en proa y cuadrada en popa, rematada ésta por un antepecho fundido y punteado que parece imitar brotes vegetales y vuelve a ser una reminiscencia del castillo de popa21. Esta naveta simula una embarcación robusta pero sencilla, aunque no se asimila a nada existente. Otras navetas vizcaínas del siglo XVII son las dos conservadas en el Museo Diocesano de Arte Sacro de Bilbao procedentes de donación particular22. La más interesante está realizada de plata en su color (nº inv. 1324), recorrida por ornato matizado y brillo a base de carnosas ces y tornapuntas. La otra, de bronce (nº inv. 1326), es lisa y únicamente agraciada con un antepecho fundido de senci- 18. Así se recoge en el certificado de entrega del legado, trascrito en las cuentas del 30 de enero de 1677. Archivo Histórico Eclesiástico de Bizkaia, Gautegiz de Arteaga, Libro de fábrica de la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, sig. 2219/004-01. Véase al respecto CILLA LÓPEZ, R.: “Panorámica de la platería hispanoamericana del Barroco en Bizkaia”, en Estudios de platería. San Eloy (2008), pp. 139-159 y en particular, p. 155. 19. Rememora esta idea la de algunos exvotos del mundo clásico, en los que se incluía la figura fundida de una divinidad en la parte superior de la cubierta del recipiente, de los que existen varios ejemplares. 20. Este vínculo de las embarcaciones cantábricas con lo nórdico es un aspecto abordado en estudios como ALBERDI, X. y ARAGÓN, A.: “La construcción naval en el País Vasco durante la Edad Media”, en Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco. Nº 2. La construcción naval en el País Vasco, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 1998, p. 15; y en LABURU, M.: La nao ballenera vasca del siglo XVI, Donostia-San Sebastián, 1989, p. 37. 21. Con una estructura similar en el formato del navío y el remate de popa, existe una naveta de la iglesia de la Asunción de Argote y otra de Treviño (iglesia de San Esteban), ambas de bronce y fechadas en el siglo XVII, recogidas en MARTÍN VAQUERO, R.: op. cit., pp. 284 y 1002. 22. Ingresaron en el Museo en octubre de 2001, gracias a la donación del sacerdote Eugenio Rodríguez Condado. 408 llos grumos vegetales sobre la cubierta trasera. También con una factura limpia, guarda el convento de Santa Ana en Elorrio una naveta lisa, sin decoración, y la iglesia de San Miguel de Ahedo (Karrantza) otra más, de formas simplificadas y que muy remotamente nos remite a navío alguno. Durante el siglo XVIII las formas artísticas se complicaron, ganó terreno la ornamentación y los volúmenes se hicieron progresivamente más abultados y sinuosos. Así lo vemos en una preciosa naveta de la ermita de Nuestra Señora del Rosario, en Tabira (Durango) [lámina 7]. De plata en su color, la estructura ya persigue el movimiento y la asimetría. Va posada sobre un pie redondo abultado y decorado con espejos burilados, aunque el cuerpo es el verdadero protagonista. El casco se decora con ces, espejos y acantos grabados, mientras la cubierta principal, irregular, se estructura en dos alturas separadas por el combés, siendo la de proa más baja que la de popa. Esta solución imita a las embarcaciones con la popa elevada, desde donde se gobernaba el barco. De ésta surge una prolongación curva rematada por pináculo abalaustrado, que se vuelve hacia el frente y le otorga mayor dinamismo a la pieza. Se trata de un elemento que le aporta vivacidad y que resucita, en cierta forma, el uso de estos remates en barcos egipcios y romanos. La cubierta de proa constituye la tapa del contenedor, y se adorna con otro balaustrito y una tornapunta en el extremo, motivo que se repite a modo de mascarón de proa. La naveta será de mediados del siglo XVIII, y se advierte la evolución del estilo con la elevación de los pisos y la irregularidad formal. También de Durango, y manteniendo una estructura similar, es otra naveta del convento de Santa Ana. De plata en su color, es más recia y abultada, con la prolongación curva, avolutada y elevada de la proa, acusado combés dividiendo la cubierta y nulo ornato. Mantiene la estructura de dos castillos, referente a lo naval, si bien el resto es pura interpretación del orfebre. Más sencilla y maltrecha resulta otra naveta de plata en su color, que pertenece a la iglesia de La Natividad de Nuestra Señora de Gerrikaitz [lámina 8]. Se mandó labrar en 172423 y es lisa, recta en su cubierta superior –formulada idénticamente en proa y popa– , sin combés y con un discreto asidero para hacer practicable la tapadera. Con el paso de los años se va renovando el repertorio decorativo y vemos como se van perdiendo las referencias navales originales, para dar paso a contenedores más volubles y aparatosos, con ornato puramente vegetal y caprichosas formas estructurales. Sin embargo, aún se conservan piezas de la etapa rococó que siguen apegadas a modelos de embarcaciones más o menos reales. Es el caso de una naveta de plata en su color de la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora de Lekeitio [lámina 9]. A pesar del mal estado de conservación que presenta y sus numerosos “arreglos”, es relevante por su porte, su tamaño y su programa decorativo. Izada sobre pie redondo y astil periforme, la nave es un imponente barco atravesado por una quilla lisa y con prominente timón, dos cubiertas (la de proa apuntada y la de popa roma), que se rematan por una fina crestería de hojas en los castillos de proa y popa. La proa sufre un descenso curvilíneo en su extremo que evoca en cierto modo a la testa de un cetáceo, lográndose una sugerente simbiosis barco-ballena24. Por su parte la popa presenta castillo escalonado, con alcázar y toldilla, y el espejo rayado. A pesar de reproducir en lo estructural una embarcación, idealizada, en lo decorativo recurre a la moda plástica del momento, con rocalla y vivaz decoración vegetal. Otra pieza notable, que repite estos mismos modelos ornamentales, es una naveta de la iglesia de Santa María Magdalena de Albiz (Mendata), actualmente custodiada en el Museo Diocesano de Arte Sacro de Bilbao (nº inv. 172) [lámina 10]. Se trata de una obra de plata en su color, con unos sencillos pie y astil, cuyo cuerpo se recorre por rocalla y hojas creando una composición dinámica. La parte de la cubierta superior, seccionada en dos por el combés, es lisa y únicamente un murete almenado la anima algo en la zona de popa. Mantiene además la disposición de los castillos, un estándar heredado que cede el protagonismo a lo ornamental. La naveta no tiene marcas, pero afortunadamente la cucharilla exhibe punzón de autor: Fernando Acha (ACHA), platero de Bilbao documentado entre 1769 y 1800. Y aunque esta cucharita pudiera formar parte de otra naveta, consideramos que se integra en el conjunto que nos ocupa. En esta pieza ya observamos como poco a poco los artífices van perdiendo las referencias náuticas de las que son poseedoras obras de épocas anteriores, aproximándose a las modas del neoclasicismo. 23. Junto a esta naveta se ordenó fabricar un cáliz, pagándose por ambos 291 reales y medio. Archivo Histórico Eclesiástico de Bizkaia, Munitibar-Arbatzegi-Gerrikaitz, Libro de fábrica de la iglesia de la Natividad de Nuestra Señora, sig. 0163/003. 24. No debemos olvidar la estrecha vinculación de los marinos vascos con la pesca de la ballena, como se recoge por ejemplo en LABURU, M.: op. cit., pp. 37-44. 409 Raquel Cilla López, Jesús Muñiz Petralanda Y todavía más apartada de los modelos de embarcaciones, ajena a cualquier paralelismo con lo naval, se cuenta otra naveta de donación particular25 (hoy en el Museo Diocesano de Bilbao, nº inv. 1325) [lámina 11], que presenta en la superficie de su casco y cubierta una abigarrada decoración a base de rocalla, “ces”, fronda y un fondo de losange punteado. Dicho contenedor exhibe forma ondulada, a lo que contribuye una elevación convexa al centro que divide la cubierta en dos mitades simétricas, finalizadas en sendos flancos conformados con vegetales abultados. Se trata de una pieza que todavía exhibe la decoración propia del rococó, aunada con un formato más característico del neoclasicismo. De la misma procedencia se guarda en el Museo Diocesano otra naveta (nº inv. 1328), más esbelta, que mantiene esa misma traza del contenedor ondulante, decoración de rombos como fondo y follaje, todo en disposición simétrica que, sin embargo, ya difiere en la compostura del astil y el pie, geométricos ambos, lisos y depurados, como viene siendo la tónica en las piezas ya neoclásicas. Con una hechura cercana a ésta, existe una naveta en la iglesia de San Pedro de Sierra (Karrantza) [lámina 12], que podríamos incluir ya en el catálogo del neoclasicismo. Así se deduce por la cinta de flores y láurea que surca su casco y por la propia depuración formal de la pieza, si bien la cubierta todavía recuerda el ritmo y ondulación típica del rococó. Procedente de la iglesia de San Pedro de Lanestosa, y de porte más elegante y grácil, resulta otra naveta cuya semejanza con un navío ya se halla más lejana [lámina 13]. Con un voluminoso pie y un estilizado astil, el depósito resulta desproporcionadamente pequeño estructurándose en casco redondeado y cubierta plana de la que sobresale un cuerpo abombado convexo que tendrá una función meramente ornamental. Desde el punto de vista decorativo, la pieza se distancia de la madurez del estilo pues toda su superficie está recubierta por óvalos encadenados con flores inscritas en circulos, hojas y otros vegetales que se distribuyen por la cubierta. Otros ejemplares de la colección del Museo Diocesano que también pueden incluirse dentro de la corriente neoclásica como una naveta procedente de Mungia (nº inv. 522), acentúan la tendencia a la simplicidad tanto formal como decorativa, con un cuerpo semiaovado de afilada proa que mantiene no obstante la tendencia a las formas sinuosas de fines del barroco, aunque esté apoyado sobre un pie de planta circular característico del neoclasicismo. Mucho más interesante dentro de la nómina de piezas neoclásicas y perteneciente ya a la fase final de disolución del estilo que se desarrolla en la segunda mitad del siglo XIX, es una naveta de la iglesia de los Santos Juanes (Bilbao) (nº inventario 679)26, en la que ya podemos observar como se ha perdido toda remisión naval, aunque se halla imitado en cierto modo la forma de una caracola, tipología que ya existía cuando menos desde el renacimiento [lámina 14], rematada en este caso en un hermes alado. Desde finales del siglo XIX, la orfebrería al igual que otras artes recupera modelos y decoraciones de estilos del pasado, dentro de la corriente que se conoce como historicismo. Por lo general el ejercicio de recuperación no es completamente respetuoso con el estilo de origen como sucede con una naveta (Museo Diocesano de Bilbao, nº inv. 1331) perteneciente a la colección de D. Eugenio Rodríguez Condado [lámina 15]. Es de clara inspiración gótica en las volutas decoradas con hojitas que coronan el cuerpo y sirven de asidero de la cubierta y espolón de proa, o en el desarrollo del pie facetado, obviando por el contrario el realzado de los castillos de proa y popa que puede observarse en los escasos ejemplares de fines de la Edad Media que nos han llegado, sustituida aquí por una cubierta totalmente plana. Esta última es una característica común a otras piezas neomedievales realizadas ya en serie que se caracterizan por un voluminoso depósito de forma acorazonada, y cuentan con asa y pie lobulado, como un ejemplar perteneciente a la parroquia de Sopuerta (nº inv. 312). Concluimos la etapa de la platería contemporánea deteniéndonos en un ejemplar ilustrativo de la recuperación de otro estilo histórico: la naveta procedente de San Martín de Arrieta expuesta en el Museo Diocesano (nº inv. 917) [lámina 16]. El bello diseño torso de su pie evoca soportes propios del gótico tardío o del incipiente renacimiento, aunque aquí se muestra muy depurado en lo ornamental. El cuerpo por su parte desarrolla una cubierta plana en la proa, que contrasta con el voluminoso 25. Procedente del legado del sacerdote Eugenio Rodríguez Condado, depositado en 2001. 26. Sobre la evolución del estilo ofrecimos hace algunos años una breve contribución que incluía el estudio de esta pieza; véase al respecto MUÑIZ PETRALANDA, J.: “La orfebrería neoclásica en Bizkaia: una aproximación a través de los fondos del Museo Diocesano de Bilbao”, en Ondare, nº 21 (2002), pp. 303-315. 410 desarrollo de la popa donde se retoma la propuesta de una caracola de amplias espirales, delimitándose ambas mediante una leve escotadura o combés. El interés de la pieza reside no obstante en la cuidada ornamentación de la cubierta abatible, ricamente decorada con una máscara provista de una generosa cabellera vegetal, evocación de los grutescos renacentistas, que viene a enfatizar la inspiración en referencias estilísticas propia del siglo XVI. Con esta pieza concluimos la aproximación a esta sugerente tipología de la orfebrería en el contexto del País Vasco en la que, tal como hemos expuesto, se cuentan interesantes ejemplares, la mayor parte de ellos inéditos hasta el momento. BIBLIOGRAFÍA ALBERDI LONBIDE, X. y ARAGÓN RUANO, Á.: “La construcción naval en el País Vasco durante la Edad Media”, en Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco. Nº 2. La construcción naval en el País Vasco, (1998), pp.13-29. BARKHAM, M.: “La construcción naval vasca en el siglo XVI: la nao de uso múltiple”, en Cuadernos de Sección Historia-Geografía, nº 3, (1984), pp. 103-126. 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