Segismundo Freud entre el Lenguaje y la Historia JESÚS FERRO BAYONA Nos proponemos echar una mirada a Freud. Así como suena, un poco irreverente. Pero con seriedad. Cuando hablamos de psicoanálisis nos limitamos a Sigmund Freud y su obra. Y miramos el asunto desde el lugar en que el hombre mismo se encuentra, es decir, desde la comunicación intersubjetiva, ahí donde él habla y es hablado, desde el lugar de la cultura, la cual determina el grado de locura o de normalidad, de alienación o de sentido común, o simplemente de adaptación. Si vamos más lejos, miramos el asunto freudiano desde la perspectiva del individuo y la sociedad, desde una epistemología, propósito que no es extraño a Freud cuando escribía a Wilhelm Fliess: “En lo que a mí se refiere, alimento en lo más hondo de mí mismo la esperanza de alcanzar por el mismo camino (la medicina) mi primer objetivo: la filosofía. Es a lo que me dirigía originalmente desde antes de haber comprendido por qué estaba yo en el mundo”. Psicoanálisis y lenguaje El lenguaje es un tema perspectiva psicoanalítica. fundamental en la “Que se quiera agente de cura, de formación o de diagnóstico, el psicoanálisis no tiene sino un medio: la palabra del paciente. La evidencia del hecho no lo dispensa a uno de no tener en cuenta esa afirmación.”(1) Freud con su hijo Pero no es únicamente en la pura comunicación sino en el sueño donde Freud puso su primer objeto de investigación. Freud convirtió el sueño en un modelo de todas las expresiones enmascaradas, substitutas, ficticias del deseo humano. Más aún, Freud, invita a buscar en el sueño la articulación del deseo y el lenguaje: no es solamente el sueño soñado el que puede ser interpretado sino el texto mismo del relato del sueño. Es a ese texto al que el análisis quiere sustituir otro texto que sería como la palabra primitiva del deseo. Así pues, es un sentido traducido en otro sentido lo que mueve al psicoanálisis. A esa particularidad se añade, por otro lado, el aserto de Heidegger que dice que el hombre habita el len guaje y no puede alcanzar el mundo objetivo sino a través de las palabras. Las cosas vienen al mundo humano por medio de la palabra: “hay gente que nunca hubiera llegado a enamorarse si no hubiera oído jamás hablar del amor” ( La Roche - foucauld). 1) LACAN, J., Ecrits 1, ed. du Senil, 1966. pg. 123 4 Huellas Vol. 3 No. 6 Uninorte. Barranquilla pp. 4 - 7 Junio 1982. ISSN 0120-2537 sustituirlo por algo que pueda incluirse en la concatenación de nuestros actos psíquicos como un factor de importancia y valor equivalente a los demás que lo integran” (2) El capítulo sexto de “La Interpretación de los sueños” ahonda más en el llamado trabajo del sueño. “El sueño es el cumplimiento de un deseo reprimido”, escribe Freud. Detrás de esa definición hay una combinación del discurso, del sentido con el de la fuerza, el cual es el lenguaje confuso de la represión. Porque el sueño tiende hacia el lenguaje por su carácter de relato pero, su relación al deseo, que lo alimenta, lo hace de pender de la energía libidinal “se debe pensar que en el trabajo del sueño se manifiesta una fuerza psíquica (einepsychische Macht )", dice Freud. Por eso se dice que el sueño está sobredeterminado en cuanto es el lenguaje de una fuerza psíquica. Freud revisando el manuscrito de “Moisés” La pregunta que surge ahora es: ¿cómo la palabra le sirve al deseo?, ¿cómo el deseo hace fracasar la palabra? Esa relación deseo-palabra hace situar al psicoanálisis en el gran debate sobre el lenguaje. El sueño, pues, está organizado como un lenguaje que remite al deseo porque es el cumplimiento del deseo. Pero añadamos algo importante, el sueño da lugar a un fenómeno fundamental que es como un espejismo en el desierto: la regresión. En efecto, encontrar los pensamientos del sueño es realizar un cierto trayecto regresivo que, más allá de las impresiones y las excitaciones corporales actuales, más allá de los recuerdos de la víspera o restos diurnos, más allá del deseo actual de dormir, descubre al inconsciente, es decir, los más viejos o antiguos deseos (3). Es nuestra infancia la que sube a la superficie con sus impulsos olvidados, represados, y con ella, sale a flote la de la humanidad resumida en cierta manera en la del individuo. En efecto, “La Interpretación de los Sueños” (Traumdeutung), esa obra que Freud redactó entre 1898 - 1899 ( publicada el 4 de noviembre de 1899) considerada su obra maestra, es un indicativo de la dirección que debe tomar nuestro asunto. Según escribe Freud, el sueño tiene la estructura de una frase, de una escritura de enigmas: tiene su retórica como la tiene un conjunto de frases. El trabajo del sueño (Traumarbeit) que va del contenido latente hacia el contenido manifiesto (este último enigmático) se presenta como un relato cifrado, en alemán Verstellung, es decir, transposición, (comedia, disimulo) o distorsión (Entstellung). En ese descubrimiento ( i, e., el sueño es una transposición) surge naturalmente la pregunta por el “pensamiento”, la “idea”, el “deseo” que están ahí en forma disfrazada, desfigurada. Además, el sueño (como el síntoma) es símbolo de un conflicto difunto, latente, que está detrás del conflicto actual. El símbolo es un pacto con ese conflicto difunto convirtiéndose así en significante de una ausencia que se oculta, que se calla. Podemos afirmar entonces que la interpretación freudiana es una interpretación del símbolo en cuanto este último es el lenguaje del deseo. Es cierto que en los inicios del psicoanálisis, Freud acentuó la clave del símbolo en los dolores histéricos en los cuales se manifiesta una relación entre símbolo y recuerdo; el símbolo toma allí el valor de una reminiscencia del sufrimiento. El símbolo es, de esa forma, u n equivalente de la memoria para la escena traumatizante cuyo Por eso el trabajo de la interpretación dice: si el sueño es un relato cifrado, un texto alterado, para su comprensión debe realizarse una operación inversa, en sentido contrario. Es el trabajo del desciframiento el que hace la interpretación mediante la cual se sustituye el relato del sueño por otro relato con su semántica y su sintaxis propia; algo así como el paso de un texto oscuro a un texto claro. De ese modo, se puede comparar un texto (el del sueño) con otro texto (el de la interpretación). Es la traducción de un lenguaje primitivo a otro lenguaje lo que nos ayuda a descubrir el sentido disimulado y que sirve para afirmar rotundamente, que el sueño tiene un sentido: " Me he propuesto demostrar que los sueños son susceptibles de interpretación ... pues interpretar un sueño quiere decir indicar su “sentido”, o sea 2) FREUD, S. “La Interpretación de los sueños”. Barcelona : Círculo de Lectores, 1975. Pág. 145 3) RICOEUR, P. De l’interpretation, ed. du Senil, París 1965. Pág. 98 5 recuerdo se ha abolido, se ha expulsado. Dice curiosamente Freud: “Es de reminiscencia sobre todo de lo que sufre el histérico” ... La simbolización cubre todo el campo de la conversión histérica. “Símbolo y lenguaje son dos polos de una dinámica interna al hombre y a la sociedad “. Con eso volvemos al símbolo en su íntima relación con la retórica empleada por el trabajo del sueño. El símbolo está ahí como un pacto de significantes (síntomas, sueños), con los significados, stricto sensu, con el inconsciente. que es a su vez simbólico porque no es simple negación de conciencia sino que se ordena como lenguaje críptico, como texto lleno de prohibiciones. El inconsciente habla porque es el modo como se organiza lo que ha sido reprimido pero no suprimido ni aniquilado. Es importante recordar cómo Freud establece la siguiente proporción: la conciencia es a la percepción como el inconsciente es a la memoria. Y esto último en cuanto que lo olvidado se recuerda en los actos. Psicoanálisis e historia Hagamos un paréntesis que nos sirva de intermedio entre el tema del lenguaje y el de la historia. Dice Lacan que la originalidad del método psicoanalítico consiste en que: “Sus medios son los de la palabra en cuanto ella confiere a las funciones del individuo un sentido; su campo es el del discurso concreto en cuanto campo de la realidad tansindividual del sujeto; sus operaciones son las de la historia en cuanto ella constituye la emergencia de la verdad en lo real.” (4) Símbolo y lenguaje, pues, son dos polos de una dinámica interna al hombre y a la sociedad. El símbolo es un lenguaje en el cual el hombre se mueve, ordena o expresa su pasado. En síntesis, el hombre habla porque el símbolo lo ha hecho hombre, porque ha nacido en los símbolos y refiriéndose a ellos. Volviendo a nuestro punto de partida sobre el lenguaje, debemos repetir que en el psicoanálisis se cuenta principalmente con la palabra como medio de comunicación. La intención imaginaria que el analista descubre no debe ser desligada de la relación simbólica en la cual se expresa esa intención. Esa relación simbólica estaría diciendo: yo no he sido eso sino para llegar a ser lo que yo puedo ser. Que es una traducción muy amplia de la célebre expresión freudiana “Wo es war, soll ‘ich werden”, donde estaba ello, debo llegar a estar yo. En el proceso de la cura, el índice y el resorte del proceso terapéutico es la oposición de la anamnesis al análisis del hic et nunc, del aquí y el ahora. O sea que la palabra plena, como dice Lacan, comienza con la rememoración. Cuando el sujeto verbaliza los orígenes de su persona está haciendo historia. La recitación de la rememoración, cuando el analizado echa sus cuentos, es una reproducción del pasado pero sobre todo es una representación (Verstellung) hablada, implicando toda suerte de presencias. Se produce aquí un verdadero drama en donde se presentan los materiales en que están afincados los símbolos del individuo, su destino. Heidegger decía que el sujeto individual es “gewesend”, el “siendo aquél que ha sido así”: el haber sido (pasado) converge hacia el siendo (presente), en una temporalización que muestra que el siendo presente del sujeto es un resultado de transformaciones del pasado. Así pues, en el acto de la comunicación que se establece entre el sujeto analizado y el análisis, el lugar de las palabras es esencial en cuanto son ellas las que le dan el indicio de las significaciones y por tanto posibilitan la interpretación porque ésta, desde Aristóteles mismo, quiere decir significación: “es interpretación todo sonido emitido por la voz y dotado de significación " o sea, todo sonido semántico (phone semantiké). Entonces, si cuando hablamos estamos significando lo real, es decir, estamos simbolizando, podemos decir que cuando hablamos estamos interpretando, en una palabra, comunicando sentidos que en el caso de la comunicación analítica son sentidos figurados, crípticos, enigmáticos, incluso sentidos clavados en la carne como son los síntomas. Descifrarlos es la tarea del análisis. En la rememoración (por ejemplo, en la historia) se patentiza la verdad de la palabra, es el testimonio de los poderes (la physiche Macht) del pasado que han sido descartados, es decir, reprimidos. Para Freud esa rememorización analítica es auténtica historia contraría al proceso de creación del síntoma neurótico que es fábula. La rememoración es una objetivación presente pero a base de las distintas subjetivaciones del suceso original que el sujeto ha ido reestructurado: ese suceso original debe venir en la palabra para que haya acto de posesión de la historia por parte del sujeto. El inconsciente es el capítulo de mi historia que está 4) LACAN, J. Ecrits 1, pg. 134 - 135 6 marcado por una página en blanco u ocupado por una mentira; es de todas formas un capítulo censurado. Los sucesos traumáticos se encadenan en una historia callada: en la interpretación psicoanalítica se le enseña al sujeto a reconocer como inconsciente su historia: se le ayuda a realizar su historización actual (el cuento que cuenta al analista) de los hechos que determinaron en su existencia los virajes decisivos con que se orienta actualmente su subjetividad. El imperativo de escribir la historia bíblica, según Freud, a partir de ese hecho transpuesto descansa sobre un vacío que hay que llenar. Hay que imaginarse la imponderable fuerza del duelo que Freud definía en un ensayo grandioso llamado “Duelo y Melancolía” : “el duelo es siempre la reacción a la pérdida de una persona amada”... Hay en el duelo una economía del sufrimiento (Schmerz) : el objeto amado ha dejado de existir y la libido ha debido renunciar a todos los lazos tenidos entre ella y el objeto desaparecido. Y aunque la libido se revela, realiza sin embargo un enorme trabajo de energía dándole a la laguna de los recuerdos del objeto perdido el orden que impone la realidad. Quedan las huellas de ese objeto perdido pero transpuestas en un orden que se llama religión. Fue así como se olvidó “el hecho” traumático del asesinato del padre. Existe un texto, el último que escribió Freud, que ilustra colectivamente esa reproducción neurótica del pasado tan contraria a la historización productiva que se busca en el análisis, se llama “Moisés y el Monoteísmo” (Agosto 1938) “Lo que Freud demuestra en relación a la historia del psicoanálisis es no existe el pasado como lo que fue y no vuelve.” Lo que sucede en el psicoanálisis, pues, en esa rememoración de que hemos hablado más arriba, es la reproducción de lo prohibido: algo pasó y se archivó como prohibido. Hay que hacerlo volver: ese “retorno” del pasado es así productivo para el individuo y la civilización. De esa manera es como empieza la cura, la terapia analítica. Freud quería llamar a Moisés y el Monoteísmo novela histórica. Porque es la historización de un olvido o sea de un reprimido que tuvo lugar y se olvidó. La hipótesis de ese olvido es ésta: El judaísmo, la religión judaica, nació de la muerte de Moisés. A Moisés, padre del pueblo, se le asesinó. La significación de la religión que nace de esa culpa surge pues de un asesinato. “La eficacia de la religión, como la de una neurosis, consiste en borrar el pasado que molesta, en llevarlo al olvido”. Qué es ser judío, entonces? se pregunta Freud. Es plantarse en la culpabilidad. Es la culpabilidad salida del asesinato. A partir de ese momento, lo que se cuenta que le sucedió al pueblo errante en el desierto no es una historia sino una fábula, una fantasía. Recordemos aquí la analogía con el trabajo del sueño y el tipo de representaciones psíquicas que se operan como transposiciones (Umsetzen) o reemplazo (ersetzen): hay aquí una laguna o defecto de la conciencia (Wegfall des Bewusstseins). Toda esa fábula que sustituye a la historia es “comedia dell’arte”, un aparataje que tiende a encubrir la escena infantil del pueblo, el asesinato. La religión, dice Freud, llena el vacío dejado por el asesinato: “Las grandes ruinas hacen los grandes poemas”. La ruina es la posibilidad de la producción homérica, también lo es la muerte de Moisés. En relación, con el papel de la historia en el psicoanálisis, lo que Freud demuestra es que no existe el pasado como lo que fue y no vuelve. No, el pasado vuelve, se repite. El pasado está ahí, el asunto es cómo tratarlo. El pasado está ahí siempre porque ha dejado huellas y si hay huellas es preciso que algo haya sucedido. Freud añade: la eficacia de la religión, como la de una neurosis, consiste en borrar el pasado que molesta, en llevarlo al olvido. 7