El día que marcó mi vida

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REVISTA MEDICINA NARRATIVA
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Mario León Mejía Borja
Sonó el timbre de salida de mi colegio y decidí salir de mi salón,
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me han gustado los días oscuros. Me dirigí hacia el lugar donde se
guardaban las bicicletas para reclamar la mía. En ese momento había
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padre eran muy costosos y la situación económica de mi hogar se había
tornado difícil.
Tomé mi bici y salí rumbo a mi casa. En el trayecto aprovechaba
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Mi padre padecía cáncer en el cerebro desde hacía un año y medio; mi
madre sufría por el estrés y por esta razón, el ambiente en mi casa no
era agradable.
Después de terminar mi pollo, tomé mi bici y me dirigí a casa.
Siempre disfrutaba del viento fresco de los días oscuros. Al llegar no
alcancé a frenar a tiempo, y me estrellé con la puerta de mi casa. Ni
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La empleada del servicio de mi casa se asomó para recibirme y también
tenía una sonrisa en su rostro por el incidente con la puerta.
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trasladarlo al segundo piso, donde estaba su habitación. A él le habían
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comer, caminar, mirar, las había olvidado; y otras como respirar, con el
tiempo las estaba olvidando.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
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si podía venir de inmediato.
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Mi mama entró en una especie de desesperación y no era capaz
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paramos alrededor de la cama donde se encontraba mi padre y lo
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normal. Pero no tardó en volver a dejar de respirar. En ese momento
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enfermedad era terminal y su muerte era inevitable.
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vida. Puse mi oído sobre su pecho para escuchar sus últimos latidos.
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pulso. En efecto, no pude sentir nada. Su piel empezó a tornarse de un
color amarillo, y sus labios perdían el color rosa.
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En un parpadeo mi casa empezó a llenarse de personas. Mi madre
entró a la habitación y mis hermanos y yo la miramos con resignación.
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lo sentía, y en ese momento mi madre se sentó en una posición de
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tardó mucho en mantenerse así, luego se paró y fue hacia la cocina. Al
poco tiempo, mi hermana entró a la habitación, lo observó, se despidió,
y se limitó a seguirlo observando. La doctora entró, tomó sus signos
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de mi mamá.
Minutos después, mi madre entró a la habitación y con su rostro
lleno de esperanza combinado con lágrimas, nos preguntó si era posible
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sudor se había secado ya. Al poco tiempo llegaron las personas de la
funeraria, lo tomaron sin ninguna delicadeza y lo metieron en una bolsa
negra como las de las películas de asesinatos o accidentes; se llevaron
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jamás.
Ya han pasado dos años, un mes, dieciséis días, doce horas y
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nada de lo sucedido ese día. Yo en cambio, lo recuerdo como si hubiese
sido ayer.
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tesoro más grande de una persona. Por eso, mientras nos sea posible,
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crónica aprendan a darle valor a sus familias sin la necesidad de pasar
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