Capítulo 1 LA DIMENSIÓN INTELECTUAL EN EL TRABAJO La

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Capítulo 1
LA DIMENSIÓN INTELECTUAL EN EL TRABAJO
La primera dimensión de la experiencia humana es la dimensión intelectual, ese aspecto de nuestra
naturaleza que aspira a la verdad.
Todos los seres humanos tienen una mente y cada uno de nosotros tiene una dimensión
intelectual de su experiencia. Necesitamos ideas tanto como necesitamos comida, aire o agua. Las
ideas alimentan la mente del mismo modo que la comida nutre el cuerpo. Así entendido, está claro
que necesitamos buenas ideas igual que necesitamos buena comida, aire bueno y agua buena. Y, en
última instancia, lo que necesitamos es verdad.
El alma está involuntariamente privada de verdad.
Epicteto
Yo defino la verdad como esa delimitación de la realidad que corresponde a la manera como son
las cosas, o, para decirlo de otro modo, es la relación de exactitud que existe entre un buen mapa y el
territorio que representa. Aristóteles escribió acerca de la verdad como contrapuesta a la falsedad y
dijo: «Decir de lo que es que no es, o que lo que no es, es, es falso; mientras que decir que lo que es,
es, y que lo que no es, no es, es verdadero.» Quizá esto baste para que se alegren de estarme leyendo
a mí en vez de a Aristóteles. La verdad es nuestra línea vital, la verdad es nuestra guía. La verdad
acerca de la verdad es sencilla.
Nadie puede navegar bien por la vida sin un mapa exacto con el que guiarse. El conocimiento es
la posesión de ese mapa y la verdad es lo que nos da dicho mapa, conectándonos con la realidad.
Ahora empieza a reconocerse a nivel general la importancia absolutamente vital del conocimiento en
todo tipo de negocios. Para discernir las necesidades de los clientes, controlar los movimientos de los
competidores, beneficiarse de la experiencia de los socios y servir bien a los demás, resulta difícil
encontrar algo que, en última instancia, sea más importan te que la verdad.
Puede ocurrir, sin embargo, que la simple aceptación de j verdad diste mucho aún de ser
ampliamente valorada. Se ha dicho a menudo que la gente de hoy en día debe considerar la verdad
como algo precioso, y la utiliza poquísimo. Incluso ocurrencia que presento a continuación es una
perspicaz reflexión.
Así como se dice que la hipocresía es el cumplido más grande a la virtud, el arte de mentir es el
reconocimiento más grande de la fuerza de la verdad.
William Hazlitt
Las personas que dicen la verdad, por difícil que ésta sea es obvio que sienten un gran respeto por
su importancia, pero también la gente que miente nos indica, en una especie de camino marcha atrás
y lleno de dificultades, su reconocimiento parcial de un cierto poder, al menos, de la verdad: creen
que es demasiado poderosa como para confiársela a los demás.
¿Es la verdad importante y poderosa en nuestras actividades corporativas? Y, de ser así, ¿cómo
debemos tratarla? ¿cómo debemos tratarnos los unos a los otros con respecto la verdad? Éstas son
algunas de las cuestiones que plantearé en este capítulo y en el siguiente.
Los que saben la verdad no son iguales que aquellos que la aman, y los que la aman no son
iguales que aquellos que se deleitan en ella.
Confucio
La verdad y el respeto
Todos tenemos una mente que debe respetarse y utilizarse. Lo que esto implica, en primer lugar,
es que el trabajo que se hace con negligencia no puede resultar satisfactorio. Los seres humanos no
son máquinas, y es eso precisamente lo que tiende a asumir gran parte de la teoría económica y la
práctica empresarial de los últimos cien años.
Don Petersen, que fue presidente de la Ford, nos cuenta una interesante historia. Una vez que
visitaba una planta estampadora en Buffalo, Nueva York, se le acercó un hombre muy corpulento y le
dijo: «Mire, quiero decirle algo. Antes no soportaba trabajar aquí, pero últimamente me han
preguntado lo que pienso y eso me ha hecho sentir alguien. Nunca creí que la empresa me
considerase un ser humano. Ahora me gusta venir al trabajo.»
Uno de los gestos más nobles que podemos tener hacia otro ser humano es preguntarle con toda
sinceridad qué piensa de lo que estamos haciendo juntos. ¿Cuál es su participación en la verdad?
Cuando preguntamos queriendo saber, tratamos a la otra persona con un respeto fundamental, y entonces es más probable que nos sea devuelto ese gesto.
Tenemos que cultivar un entorno en el que la gente no tema decirnos la verdad. Necesitamos la
verdad para avanzar de una forma segura a través de las dificultades que encontramos en el camino
hacia el futuro, y es probable que la obtengamos en poca cantidad si los demás no están dispuestos a
compartirla con nosotros. Muchos trabajadores y ejecutivos son reacios a decir una dura verdad a las
personas que tienen bajo su responsabilidad porque están trabajando en una cultura corporativista en
la que no está claro cuál es el valor exacto de la verdad.
Voy en busca de la verdad, que hasta ahora nunca ha dañado al hombre.
Marco Aurelio
Tom Peters, en un libro en que trazaba un breve perfil de tres de los directores generales más
importantes (Jack Welch, de la General Electric, el fallecido Mike Walsh, de la Union Pacific
Railroad, y Percy Barnevik, de la Asea Brown Boveri), señaló once rasgos que podrían ser
responsables de su éxito, y afirmó que una de esas once cualidades es su «afinidad visceral con la
verdad». La capacidad de tratar con la verdad, la habilidad para encontrarla y la facilidad para
emplearla conlleva su ejercicio de poder. Y no podemos esperar ser expertos en el ejercicio de ese
poder a menos que valoremos a las personas que nos rodean, y éste es un factor básico a la hora de
renovar el espíritu corporativo.
Hace unos años conocí a Tom Chappell, fundador de Tom´s de Maine, una importante empresa
de cosmética y cuidado corporal. Durante la mañana que pasamos juntos hablando en el porche de
una hermosa casa, me contó una de las historias más interesantes que nunca había oído de boca de
uno de los empresarios más importantes del país.
Tom había creado la empresa con unos fuertes principios morales, pero cuando el negocio creció
y hubo que contratar a más trabajadores que contaran con una experiencia técnica para afrontar aquel
crecimiento, Tom empezó a sentir que la empresa se estaba alejando de los principios sobre los
cuales había sido fundada. Para recuperar esos valores que habrían tenido que regir el negocio,
decidió tomarse un año sabático y dedicar parte de la semana a asistir a las clases de la Harvard
Divinity School. Fíjense en que estamos hablando de la Harvard Divinity School y no de la Harvard
Business School. El cuadro de la compañía pensó que Tom se había vuelto loco: no entendieron que
lo único que quería era encontrar su alma.
Uno de los descubrimientos más importantes que realizó en sus estudios fueron los escritos de
Martin Buber, un influyente teólogo judío que vivió entre 1878 y 1965. En su libro I and Thou, Buber
explica que, en este mundo, hay básicamente dos tipos de relaciones que pueden establecerse con
otra entidad individual. Primero está la relación yo-ello, que es la forma de relacionarse con algo
como una cosa, un objeto, cuyo único valor es extrínseco o instrumental. Cuando mantenemos una
relación yo-ello con algo, lo valoramos sólo en la medida en que sirve a nuestros propósitos. Ésta es
la relación que tenemos con una taza, cuyo único valor consiste en su aptitud para contener el líquido
que bebemos y llevarlo de una manera eficiente a nuestros labios. Ésta es la relación que tenemos con
la fotocopiadora, cuyo único valor es duplicar documentos, o con un ordenador, que no es más que lo
que hace o, mejor dicho, lo que nos permite hacer.
La segunda relación básica es la que Buber llama yo-tú. Ésta es la actitud fundamental que una
persona debería tener hacia otra, una relación de respeto en la que se considera el valor intrínseco del
otro individuo, un valor que tiene en sí mismo, independientemente de que ese individuo pueda tener
otro valor para nosotros.
Si respetas a las personas tal como son, serás más efectivo a la hora de ayudarlas a que sean
mejores de lo que son.
John Gardner
En la tradición del gran filósofo alemán Enmanuel Kant (1724-1804), Buber sostiene que un ser
humano nunca debe tratar a otra persona sólo como medio para un fin extrínseco, sino como un fin en
sí mismo. Nunca debemos utilizar a las personas de la manera como utilizamos los objetos. Eso, por
supuesto, no quiere decir que no podamos pedirle a otro que nos traiga un documento, atienda una
llamada telefónica, etcétera. Lo que quiere decir es que nunca tenemos que valorar a las personas
sólo por lo que pueden hacer por nosotros. La actitud yo-tú es una relación de respeto y dignidad.
Cuando Tom Chappell comprendió esa diferencia, advirtió que su empresa había derivado hacia
una relación yo-ello con sus clientes, cuyo único valor era el dinero que podían proporcionar, y si así
es como veían a sus clientes, concluyó, ¿por qué iban a querer darles su dinero? Tom utilizó la obra
de Buber, así como la de otros filósofos y teólogos, para darle la vuelta a las cosas y cambiar las
actitudes de las personas dentro de la empresa, de forma que pudieran convertirse en la organización
ejemplar que son ahora. Tom explica todo el proceso en su excitante y magistral libro The Soul of a
Business (El alma de un negocio), aparecido recientemente.
La veracidad es el corazón de la moralidad.
T. H. Huxley
Para nuestros objetivos presentes, la tesis vital es ésta. Si no creamos un entorno en el que se
respete la verdad, no tendremos un entorno laboral en el que la gente sea respetada. La única manera
de entablar una relación yo-tú con los que nos rodean es decirles la verdad sobre lo que estamos
haciendo juntos y buscarla en ellos. Ésta es la única forma de tratar a nuestros compañeros de trabajo,
y ésta es también la manera en que debemos tratar a los proveedores y vendedores por un lado, y a
todos los clientes, actuales y potenciales, por otro.
La sinceridad hacia la otra persona es la expresión de ese respeto individual. Cuando pedimos
opinión a otra persona, también le estamos mostrando respeto, y cuando buscamos de veras la
inversión de un cliente, y realmente le escuchamos, le estamos tratando con respeto. Este trato está en
el núcleo de una relación moralmente sólida. Y si se mantiene en el espíritu correcto, siempre es
apreciada. El interés por compartir la verdad, por transmitirla y recibirla correctamente, ayuda
siempre a generar un espíritu de cooperación que es crucial para mantener unas relaciones de trabajo
sólidas y duraderas.
El conocimiento y la necesidad de verdad
La verdad es el fundamento de la confianza; en cualquier relación comercial, no hay nada más
importante que la confianza. La confianza es una necesidad indispensable para que las actividades
interpersonales sean realmente efectivas.
Si entre las personas que tienen que trabajar juntas en una empresa hay confianza mutua porque
están todas actuando según una serie de normas éticas comunes, hacer negocios cuesta menos.
Francis Fukuyama
Se dice a menudo que avanzamos rápidamente hacia una economía de la información. Tenemos
que pensar en la importancia que esto tiene cuando tratemos con las personas de nuestro entorno
laboral. ¿Les estamos dando a esas personas toda la información que les beneficiará tener? ¿O
retenemos información hasta que notamos que existe una necesidad absoluta de que la divulguemos?
Hoy en día nos preocupa seriamente cómo conseguir una mayor eficiencia en nuestros negocios,
porque hemos comprendido su importancia para mantener la competitividad. Necesitamos descubrir
y eliminar todas las fuentes de despilfarro e ineficiencia que existan, pero aquí nos enfrentamos con
algo sobre lo que casi nunca se discute cuando se habla de eficiencia. En la vida empresarial moderna
no hay menor pérdida de tiempo y energía que la distracción que surge en el medio laboral cuando no
hay acceso a la verdad, y la especulación, las habladurías y los rumores llenan el vacío que deja.
Sin conocer todos los hechos que tienen importancia para su trabajo, la gente se siente perdida y
experimenta una carencia de control sobre su vida y su destino. La naturaleza detesta este tipo de
vacío. Los seres humanos no soportan verse impotentes, y para compensarlo se aferran a la primera
idea que les parezca un hecho relevante. Y entonces la especulación o las habladurías se extienden
como el fuego, consumiendo los corazones y las mentes de las personas a las que toca.
No hay nada más veloz que un rumor.
Virgilio
Los seres humanos no pueden vivir sin la verdad. Si no tienen el artículo auténtico, se
conformarán con otro que sea una imitación, y esto puede crear problemas serios en cualquier
empresa.
Marcial, poeta romano de origen hispánico, escribió en el siglo I: «Esconde un pequeño defecto y
el mundo imaginará lo peor.» Cada vez que afrontamos un problema, afrontamos la necesidad de la
verdad. La gente que trabaja con nosotros no puede dar lo mejor de sí misma si está ocupada
imaginando lo peor respecto a la situación de la empresa, o respecto a lo que opinan de su
rendimiento, o respecto al futuro. La verdad, por dura que sea, si se transmite con la máxima
comprensión, amabilidad y sensibilidad posibles, constituye siempre la base para la resolución de
cualquier problema.
Tal es la naturaleza irresistible de la verdad, que todo lo que pide y todo lo que desea es la
libertad de aparición.
Thomas Paine
Un vecino mío trabajó muchos años en la General Electric, colaborando directamente con Jack
Welch. Su labor consistía en ir a las empresas deficitarias de la General Electric y transformarlas o
cerrarlas. Me contó que la política más efectiva era la de explicar a todo el mundo por qué había
llegado a ese cargo, cuál era la situación general y lo que tenía que hacerse si aquella empresa quería
sobrevivir como negocio. La divulgación de la verdad, por dura que sea, siempre ha levantado la
moral y ha dado las mejores oportunidades de éxito a las personas implicadas. Mi vecino afirma que
cuando ve que en otras empresas se evita afrontar la verdad, ve también que eso lleva siempre a la
especulación, a las habladurías y al desespero, al tiempo que la moral se hunde y baja la
productividad, y la quiebra es el resultado inevitable.
En su libro The Corporate Coacb, James B. Miller cuenta la historia de su remarcable empresa,
Miller Business Systems and Business Interiors, citada a menudo por tener una tasa de
mantenimiento de clientes más elevada que otras empresas similares. Al principio del libro aconseja
qué se debe hacer cuando existe un problema que afecta al cliente, y dice: «Acerquémonos al cliente
con la verdad por delante.» Así de sencillo y efectivo. A continuación, previene ante cualquier otra
estrategia y añade: «No servirá otra cosa que no sea la verdad.»
Poco después de leer estas palabras tuve una experiencia personal que ilustra muy bien esta tesis.
Llevé a mi familia a comer a uno de sus restaurantes favoritos; después de pedir lo que íbamos a
tomar, nos pareció estar charlando y admirando la decoración un tiempo inusitadamente largo. Por lo
general, aquel restaurante se caracterizaba por un servicio rápido, y mientras los minutos pasaban,
empecé a preguntarme si el camarero que nos había atendido no sería un malévolo estudiante
universitario gastándonos una broma con su mejor imitación de un camarero. Y seguíamos
esperando. Finalmente, cuando aquel caballero pasó sin detenerse junto a nuestra mesa, le pregunté
con la máxima amabilidad posible si tardaría mucho en traerme la sopa. Me miró asombrado, como si
fuera la primera vez que habláramos, dijo: «Espere un momento», y desapareció de nuevo. ¿Iba en
busca de algún amigo suyo disfrazado de chef. Al cabo de unos instantes apareció el encargado y se
disculpó, diciendo que nuestra orden se había perdido en la cocina y que la comida correría por cuen-
ta de la casa.
Ese acto de decirnos la verdad y asumir la responsabilidad de las consecuencias hizo que, de ser
clientes ocasionales, pasáramos a ser clientes asiduos. En primer lugar, el encargado no tenía que
haber salido porque no le habíamos llamado ni nos habíamos quejado de la tardanza. Aun en el caso
de que nos hubiésemos quejado, podría haber atribuido el retraso a la cantidad de trabajo que tenían
en la cocina y sacársenos de encima de ese modo, pero no lo hizo. Nos dijo la verdad. Y, por
supuesto, no es irrelevante el hecho de que nos invitara a comer, pero, incluso sin ese amable gesto
adicional, el Rockola Cafe se habría ganado nuestra confianza de una manera nueva: mediante la
verdad.
En los negocios, como en cualquier otra faceta de la vida, las relaciones rigen el mundo. Una
relación basada en la falsedad es como una casa construida sobre arena. Una relación basada en la
verdad es como una fortaleza sobre una roca. En su importante y reciente libro, Relationship
Marketing, Regis McKenna ha señalado que las modas de los ochenta están siendo por fin superadas
por una nueva sabiduría. Este autor cree que, en vez de seguir viendo a las empresas poniendo parche
tras parche para mejorar su posición económica, ahora empezamos a presenciar algo distinto. A este
respecto, dice: «Las empresas intentarán llegar a una posición mejor mediante la construcción de
unas relaciones sólidas con sus clientes unas relaciones basadas en la confianza, la capacidad de
respuesta y la calidad.» Como hemos visto, el primer elemento de la lista es la confianza, que, a la
larga, es imposible sin la base más profunda de la verdad.
La verdad es el bien apropiado para el hombre, y la única cosa inmortal que se nos ha dado para
ser utilizada por nuestra naturaleza mortal.
Ben Jonson
Un aspecto fascinante del marco cuatridimensional de la satisfacción humana y las
correspondientes cuatro bases para la excelencia en el trabajo es que cada una de esas dimensiones
debe ser respetada, fomentada y puesta en práctica en el con-texto dominante de las otras tres para
que den como resultado una felicidad verdadera y una auténtica excelencia humana.
En consecuencia, la verdad debe emplearse siempre de forma coherente en la belleza, la bondad
y la unidad, para que su utilización transmita respeto auténtico a otras personas. Las profundas
interrelaciones entre las cuatro bases de verdad, belleza, bondad y unidad serán significativas en cada
coyuntura Y, a su vez, esta conectividad de las cuatro dimensiones de la experiencia humana es tan
importante como la esencia interior de cada una de ellas.
Gracias a las palabras, nos hemos podido elevar por encima de los animales; y, gracias a las
palabras, a menudo nos hundimos por debajo de los demonios.
Aldous Huxley
Sin comprender este punto, el decir la verdad puede te-e: un efecto corrosivo en una relación o en
una oficina. Todos hemos estado cerca de personas que se deleitan en divulgar verdades terribles en
momentos inoportunos, con la aparente intención de herir a otros. Esto no es vivir la verdad de una
manera productiva, sino que es utilizarla como arma.
El principio del doble poder
Hay un principio universal que parece gobernar toda la vida, y al que me gusta llamar el
principio del doble poder. Es tan sencillo como profundo.
Siempre que algo tiene poder para el bien, tiene el correspondiente poder para el mal. La mayor
parte de las veces, la utilización de ese poder depende de cada uno.
Pensemos en ejemplos conocidos. La energía nuclear tiene un enorme poder para el bien, tal
como vemos en la medicina nuclear, pero su poder para el mal es mucho más obvio, como en el caso
de las armas nucleares. Y pensemos por un momento acerca del fenómeno del deseo humano. Sin la
existencia del deseo entre los seres humanos, nunca habríamos creado ni construido nada, la cultura y
la civilización no existirían; sin embargo, el deseo incontrolado es el responsable de muchísimos de
los problemas sociales, políticos y personales del mundo.
Cuanto mayor es el poder, más peligroso es el abuso.
Edmund Burke
En una conferencia sobre ética y éxito que di a un grupo numeroso de ejecutivos, se me ocurrió
mencionar un par de veces el aspecto espiritual de la vida humana. Después, mientras me decían lo
mucho que habían apreciado la esencia de mis palabras, el presidente añadió: «Permítame
comentarle una cosa. Hacia el final de la conferencia ha hablado de espiritualidad. La tesis que
usted ha defendido me ha sorprendido por su importancia, aun cuando siempre he sido muy precavido ante la religión organizada. A lo largo de los siglos, se han hecho tantas cosas terribles en
nombre de la religión...»
Aunque yo no había hablado de religión organizada, establecer la relación era algo muy natural.
Aquel atento ejecutivo y yo mantuvimos una fascinante conversación sobre el principio del doble
poder. Si la religión institucional ha tenido tanto poder para el mal en nuestro mundo, creo que esto
evidencia también su gran poder para el bien, según el principio del doble poder. Y, por supuesto, lo
mismo puede aplicarse a las personas preocupadas por otras formas de organizaciones humanas,
como el gobierno y el mundo corporativo de los negocios. Si vemos las organizaciones humanas bajo
la regencia del principio del doble poder, vislumbraremos unos beneficios fantásticos en la vida
humana, así como también grandes males.
En el momento en que escribo esto, el sentido que tenemos de nosotros mismos como nación,
como Estados Unidos todavía se está recuperando del golpe mortal contra todos los ciudadanos que
ha supuesto el bombardeo del edificio del gobierno federal en la ciudad de Oklahoma. Hasta en esa
tragedia podemos ver el funcionamiento del principio del doble poder: el fertilizante con el que se
cultiva la comida de los habitantes de Oklahoma fue el\ mismo producto que se utilizó para acabar
con algunas de sus vidas y destrozar a sus familias.
Del principio del doble poder hay miles de ejemplos como éste, pero aquí nos ocuparemos de
cómo aplicarlo a la verdad. La verdad tiene un gran poder para el bien, pero es igualmente importante
ver que el principio del doble poder también se aplica a ella, como a todo lo demás. Si se hace un mal
uso de la verdad, si se utiliza para la creación de fealdad, mal y desunión, los resultados pueden ser
terribles. Como la verdad es tan poderosa, puede hacer mucho bien y también mucho mal
Todas las personas crueles se consideran a sí mismas ejemplos de franqueza.
Tennessee Williams
En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo habla de «decir la verdad con amor». Creo que, en
última instancia, lo que quiere decir puede considerarse una aplicación de lo que yo estoy
comentando aquí. La dimensión intelectual de la vida humana no debe olvidarse ni abandonarse
nunca, pero es igual-mente importante que se ejerza vinculada a las tres otras dimensiones de la
experiencia humana. La verdad no debe se-pararse nunca de la belleza, la bondad y la unidad, y
siempre, en tanto que sea posible, debe ser presentada en su contexto Esto sólo supone ya un
importante paso en el camino de la felicidad y la satisfacción humanas.
Robert Townsend, ex director de la American Express y presidente y director general de Avis
Rent a Car, nos habla de un antiguo socio que dominaba el arte de decir la verdad con amor. Cuenta
Townsend que cada vez que presentaba una nueva idea que su colega creía que no tendría éxito,
recibía un memorándum que empezaba con la frase: «Querido jefe del oro si usted lo dice así, será
mi preocupación constante que sea así, pero antes de ponerme en marcha para llevar a cabo esta su
última causa, debo decirle con profundo afecto y respeto que está usted equivocado de nuevo.»
Townsend dice que este valiente comunicador de las duras verdades detallaba a continuación todas
las razones por las que creía que el último invento genial de Townsend fracasaría, y de esta manera,
su atento colega le había librado varias veces del desastre.
La sinceridad, sin las normas de la educación, se convierte en rudeza.
Confucio
Tenemos que esforzarnos por crear un contexto en el que la gente no tema compartir verdades
que pueden ser duras, y sea capaz de comunicarlas de la manera más fácil posible. Ningún ejecutivo
puede prescindir de la opinión bien informada de sus socios, que tal vez ocupen una mejor posición
para ver un lado distinto de la misma situación. En una organización no hay nadie que pueda dar lo
mejor de sí mismo si no está dispuesto a transmitir, y es capaz de hacerlo, una verdad difícil o
potencialmente perjudicial de la manera más positiva y agradable posible. La habilidad de decir la
verdad con amor es un hábito de valor incalculable en toda relación laboral, y los que ocupan
posiciones de autoridad deben alentarla y practicarla explícitamente.
Conocimiento y poder
En muchos contextos corporativos, los empresarios y ejecutivos actúan con lo que podría
llamarse el principio de la necesidad de saber, un principio totalmente inapropiado y que consiste en
compartir con sus empleados sólo lo que creen que esas personas deben saber para hacer su trabajo.
Pero el conocimiento mínimo está casi siempre relacionado con la competencia mínima. Lo que esos
ejecutivos no comprenden es que hay muy pocas personas capaces de hacer un trabajo excelente si
sólo tienen un conocimiento limitado de las condiciones generales que atañen a su labor.
En los contextos corporativos, como en la vida, cuanto más conocimiento tengamos, mejor. O,
dicho de otro modo, la «necesidad humana de conocer» tiene un alcance y una profundidad mucho
más grande de lo que parecen reconocer los que abrazan dicho principio.
El hombre no es otra cosa que lo que conoce.
Francis Bacon
El filósofo Thomas Hobbes (1588-1679) dijo: «El conocimiento es poder». Y eso es cierto, pero
de ello se infiere a menudo una proposición sutil y peligrosamente falsa, la creencia de que si
queremos adquirir y retener poder, lo mejor es adquirir conocimiento en exclusiva, atesorándolo y
protegiéndolo como si fuera nuestra propiedad privada. Hay muy pocos ejecutivos que crean que el
resultado de compartir conocimiento es algo más que compartir poder y, por lo general, ese resultado
es una mayor expansión del poder. La razón de que esto sea así es la siguiente: el poder de un
ejecutivo en el mercado, o en el mundo, está siempre directamente relacionado con el poder de su
empresa y depende de éste. El poder de la empresa no es otra cosa que el poder colectivo de las
personas que trabajan en ella. Así, toda expansión de esa base de poder expande la esfera de acción, o
el alcance, del poder de dicho ejecutivo.
En mi experiencia como profesor he aprendido que cuando compartimos conocimiento,
expandimos conocimiento. No se trata sólo de que lo que nosotros sabíamos ahora lo sepan
doscientas o trescientas personas más, ocurren muchas más cosas. El alumno con el que comparto mi
conocimiento está escuchando y procesando ese conocimiento desde la perspectiva de una serie de
creencias y experiencias distintas hasta cierto punto de las mías. La interacción entre ese
conocimiento recién compartido y el conocimiento previo de estas treinta o trescientas personas crea
un discernimiento que genera cocimiento nuevo, distinto del que yo he comunicado, un
conocimiento que ni siquiera yo poseía. Ésa es una de las razones de por qué en una buena clase el
profesor puede aprender de sus alumnos tanto como éstos aprenden de él.
Esta misma tesis puede aplicarse al contexto empresarial y a la cuestión del poder. El
conocimiento, cuando se comparte, se expande, y a medida que se expande el conocimiento, se expande también el poder. ¿Por qué dirigir una empresa de cuarenta watios si podemos ser una
organización deslumbrante? _compartamos nuestro conocimiento y multipliquemos nuestro poder.
Invertir en conocimiento da el mejor interés.
Benjamín Franklin
El juego del libro abierto
En el mundo empresarial empieza a conocerse el «juego del libro abierto», un enfoque que se
centra en el concepto de compartir con todos los socios el conocimiento de la situación financiera, el
mercado en general y los proyectos estratégicos de la empresa. Su nombre procede de una nueva y,
en algunos círculos, radical práctica de la «apertura de libros», que permite a todos los empleados de
la empresa leerlos, a fin de que conozcan su estado de salud financiera. Esta apertura de libros
apuesta por el poder y por la tendencia de las personas bien informadas a realizar un trabajo cuya
excelencia se mantenga.
Tuve el placer de hablar brevemente con uno de los pioneros de esta práctica de apertura de
libros, Jack Stack, el día que la Business Enterprise Trust le concedió un premio por su ejemplar
liderazgo moral en el mundo corporativo. Cuando se hizo cargo de la Springfield Remanufacturing
Company, la empresa acababa de separarse de la International y colgaba de un hilo, con una
proporción de deuda-capital propio de 89 a 1. Afrontaban graves problemas y no podían permitirse
ningún error. Stack estaba convencido de que la única manera de asegurarse de que la empresa
funcionara era conseguir que la verdad estuviera en la base de todo lo que hicieran. Trabajó mucho
para crear confianza y un espíritu positivo en la empresa, y finalmente decidió que tenía que mostrar
a todos los empleados la gran imagen del trabajo que realizaban todos juntos. Así, enseñó a todo el
mundo a leer y comprender los informes financieros de la empresa, y abrió esos libros a intervalos regulares para poner la verdad a disposición de todos, para que los empleados supieran dónde estaban y
hacia dónde debían avanzar.
En su fascinante libro The Great Game of Business (El gran juego de los negocios), este
innovador líder nos cuenta todas las implicaciones del rol de la verdad en el medio laboral y los
sorprendentes resultados económicos que él ha visto en su propia experiencia. Se trata de uno de los
pocos libros que recomiendo casi siempre que hablo de temas referentes al espíritu corporativo.
Stack descubrió que la verdad libera, que da libertad a las personas para que den lo mejor de sí
mismas. Si éstas saben dónde están y qué ocurre, pueden idear cómo hacer lo que es necesario que se
haga. Si se les dan las materias primas adecuadas y la oportunidad idónea, los seres humanos pueden
mostrar una creatividad sorprendente. Cuando Jack Stack habla con posibles futuros empleados, les
dice que el treinta por ciento del trabajo en la empresa consiste en aprender.
Sólo los instruidos son libres.
Epicteto
Hace tiempo que se ha reconocido que trabajar de una manera inteligente es tan importante como
el trabajo duro, y trabajar de una manera inteligente es imposible si no se tiene acceso a la verdad.
Todas las personas que trabajan a nuestro alrededor como colegas o con nosotros como clientes o
proveedores tienen una dimensión intelectual, independientemente de cuál sea su educación formal o
la descripción que pueda hacerse de la labor que desempeñan. Si respetamos y cultivamos esta faceta
de sus vidas, dando ideas y recibiéndolas y entregándoles toda la verdad que podamos darles,
haremos una importante contribución a que sientan cierto grado de satisfacción y felicidad en su
trabajo, y nosotros, por nuestra parte, estaremos creando un entorno mejor en el que prosperar.
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