Artículos y ensayos - Universidad del Mar

Anuncio
Artículos y ensayos
Reflexiones sobre el devenir de la subjetividad:
pretextos presocráticos
Parte II
Resumen
Abstract
Résumé
Reflexiones sobre el devenir de
la subjetividad: pretextos
presocráticos II. En esta segunda
parte y final del ensayo, el autor
pretende dar consistencia a una
suposición: la sospecha de que los
límites de la subjetividad y la
objetividad son arbitrarios. El
problema no se resuelve al determinar
los límites físicos del cuerpo con
respecto al mundo, sino de la
exterioridad con respecto a la
interioridad: ¿Cómo se asegura que el
'exterior' y el 'interior' no son lo
mismo? ¿qué es lo uno y qué es lo otro
pues, al cabo, es a partir de la
percepción que ha de decidirsedecirse, en algún momento, cuáles
pertenecen a la exterioridad y cuáles a
la interioridad? Esta misma
categorización de un afuera y un
adentro tiene aspectos que pueden
discutirse: ¿Cómo construimos el
'adentro' y cómo el 'afuera'? ¿en qué
medida estas clasificaciones son parte
de un modelo culturalmente
aprendido? Este trabajo no pretende
resolver tales preguntas y sí, en
cambio, dar paso a la duda e intuición
que éstas sugieren, a partir del
análisis del caso particular aquí
tratado, el de los pensadores de la
physis.
Reflections on the development
of subjectivity: Pre-Socratic
pretexts II. This second and final
part of the essay intends to provide
arguments to support the following
assumption: that the limits between
subjectivity and objectivity are
arbitrary. The question is not
answered by establishing the physical
limits of our bodies with respect to the
outside world, but rather, by
establishing those of what we call our
exteriority with respect to our
interiority. How does one make sure
that the exterior and the interior are
not the same? What is that which we
call the exterior and how does it differ
from that which we conceive as the
interior, if in fact, we base our
assertions and decisions on whether
“something” belongs to the exterior or
to the interior, based on such
concepts? This same categorization of
interiority and exteriority leads us to
pose two additional questions: How
do we “construct” the exterior and the
interior, and to what degree are both
concepts part of our cultural model?
Although this essay does not intend to
solve such questions, it does purport
to take a step towards a process of
questioning and developing an
intuition on such matters, based on
the analysis of a specific case; that of
the thinkers of “the physis.“
Reflétions sur le devenir de la
subjectivité prétexte présocratiques II. Dans cette deuxième
partie et fin de l'essai, l'auteur
prétendre de donner consistance a une
supposition: Le suspect de que les
limites de la subjectivité et
l'objectivité sont arbitraires. Le
problème ne se résout pas en
déterminant la limite physique du
corps en relation au monde, sinon de
l'extériorité en relations a
l'intériorité: Comment on assure que
l'extérieur et l'intérieur, ils ne soient
pas la même chose? Qu'est ce que
c'est l'un, puis qu'est l'autre, en fin
de compte c'est à partir de la perception qu'on doit dire-décider, en un
moment, lequel appartient à l'extériorité et lequel a l'intériorité? Cette
même catégorisation d'un dehors et
d'un dedans tient des aspects que peut
être discutable: On construit comme
le dehors et le dedans? Cette classification est en que mesure en partie de
un modèle culturellement appris?.
Cet travail ne prétendre pas de
résoudre telles questions mais de
donner place à la doute et les
intuitions que celle-ci suggère, à
partir de l'analyse du cas particulier
qui ici à été traité, celle de penseur de
Physis.
Palabras clave: Epistemología,
interioridad, exterioridad,
presocráticos, physis.
Key words: Epistemology,
interiority, exteriority,
presocratic, physis.
Mots clés: Epistémologie,
intériorité, extériorité,
présocratique, physis.
Ciencia y Mar
Marco Aurelio Ángel-Lara*
*Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Tecnológica de la Mixteca
Reflexiones sobre el devenir de la subjetividad: pretextos presocráticos II
3
II. Apuntes sobre la epistemología presocrática
Ciencia y Mar
Vislumbrando un cambio en el sujeto
Creo que el paso de una filosofía de la
naturaleza a una de la polis puede sugerir la
existencia de diferencias de corte epistemológico
que van más allá del mero cambio de objeto de la
teoría. Atendamos un poco.
Para la tradición a la que el presocrático
puede ser adscrito, la palabra y su episteme son un
privilegio que la divinidad otorga a las figuras
pertenecientes a una especie de casta, la de los
maestros de verdad, la cual posee, según se cree,
un lugar privilegiado de intermediación comunicativa entre la divinidad y los hombres. En
contraste, y tal como la opinión general sostiene,
puede decirse que para el sofista la palabra y su
contenido de verdad son una mercancía en
circulación.
Pensando el caso del sofista, la intención
emparienta al mercader y al sabio; la palabra
antes sagrada, intocable, se manosea en una
oferta de ordinario intercambio comercial.
Contemplando ese escenario podríamos preguntarnos, ¿cuál o cuáles fueron los elementos en la
conciencia del sujeto griego que hicieron posible
este inédito pero pedestre uso de la reflexión?
¿Por qué la palabra verdadera, de ser concebida
casi como un fin en sí misma, como portadora de
un valor sagrado (la episteme), pasó a ser un medio
para la obtención de un valor económico?
¿Qué es lo que hace al sabio buscar otra
retribución diferente a la que ofrece la reflexión
misma? En el intento por responder a esta pregunta dejaré de lado, por el momento, causas de
carácter social que nos pudieren ayudar a la
explicación -tales como el origen, desarrollo y
formación de las comunidades políticas griegasy me concenraré en una hipótesis y una elucubración que apuntan en el sentido de un
devenir de la subjetividad.
Más allá de la gazmoñería intelectual que
ha satanizado al sofista por su afanes mercenarios, hay que señalar que el hecho de intercambiar
el trabajo intelectual por un bien de otro tipo,
tiene un significado mayor que el de una mera
degradación moral de la polis, evidenciada en la
4
Artículos y ensayos
codicia de sus sabios. Creo que de la actitud ante
la reflexión que distingue al sofista del presocrático se pueden colegir diferencias del orden del
sujeto productor de la teoría. Puesto que si
aceptamos que no hay objeto sin sujeto y viceversa, una modificación del objeto, en cuanto punto
de atención de un sujeto, acusa al menos un
cambio de acento en la lectura que el sujeto hace
del mundo. Esto es: no hay un mero cambio de
objeto, sino un cambio en el sujeto; cambio que se
manifiesta como una transformación de los
intereses de la reflexión.
El pensamiento pasa de ser reflexión sobre
la totalidad de lo autoconstituido a ser reflexión
sobre lo útil, lo que alguien ha constituido para
algo. Esto es, el pensamiento pasa, de ser una
reflexión sobre la physis, en cuanto aquello que
tiene su principio de ser y movimiento en sí
mismo, a ser una reflexión sobre las cosas que
tienen un principio de existencia ajeno a su propio
ser. La reflexión pasa de una experiencia de la
mera objetividad en cuanto tal a la reflexión sobre
las cosas que alguna entidad ajena a la objetividad
construye, a saber la subjetividad. Este es un salto
de la conciencia del sujeto, que delata algo más
que un mero cambio de atención: la conciencia
empieza a notarse a sí misma.1
Hay un nuevo punto de partida de la
reflexión. El pensamiento comienza a pensarse a
sí mismo. Con ello empieza a construir las definiciones del pensamiento en cuanto tal, en un
proceso de oposiciones que, de manera general,
pueden ser aludidos por la pareja antagónica
physis-nomos. El cambio de atención acusa por sí
mismo un inmediato aumento en la precisión de
lo atendido (el sujeto) y determinará en lo posterior, un gradual aumento de la definición de sus
contornos. La subjetividad ya no se verá a sí
misma como un mero elemento más entre las
1
La conciencia repara en ella misma, comienza a ser conciencia de sí, y la reflexión tornará con esto una especie de
autorreflexión; pero no en un sentido cartesiano, sino en
cuanto que se ponen a discusión sucesos internos privados e
intersubjetivos en el sentido de que aquellos, los priva-dos,
valgan para un sujeto y los otros puedan valer, de alguna
manera, para todos- y se dejan de lado los objetos de la physis
como tema central. El sujeto será, pues, capaz de pensarse a
sí mismo desde una nueva perspectiva.
2
De hecho, aunque la teoría heracliteana del movimiento
constante plantea de entrada problemas muy serios a la idea
de una verdad no relativa; para ilustrar el punto, el homo
mensura Protagórico es el ejemplo paradigmático. El cosmos
dejará de ser el referente último de la verdad y pasará a serlo
la conciencia del sujeto; a tal punto que la única posibilidad
de superar la extrema relatividad de las opiniones de cada
conciencia como medida de todas las cosas será logrando el
acuerdo que conjunte a cada conciencia individual en una
sola comunidad. Y aunque la coincidencia de opiniones no
garantiza la verdad de lo opinado de consuno, habrá que
bregar con ello porque en el ámbito de la verdad política, la
'verdad' no está ante los ojos de todos de una única manera, y
no se podrá postular ya más ninguna verdad revelada sin
estar sujeta a objeciones.
En otro momento, la búsqueda socrática de un saber
demostrable como condición previa del acuerdo sobre la
verdad es, en cierto sentido, quizás una consecuencia
directa de la perdida vigencia del brillo de la verdad del
saber revelado. El diálogo filosófico confía en la posibilidad
en la comunidad de opiniones en vistas de lo verdadero; y en
esta fe en la existencia de la verdad pareciera notarse un
resabio nostálgico, que emparentaría a Sócrates y a Platón
con los primeros pensadores presocráticos.
empezará a derruir el carácter de revelación que
la verdad tenía en el mundo presocrático y, por
supuesto, se abrirá la posibilidad de pensar a la
verdad misma como instrumento. Estamos ante
el paso de la palabra sagrada a la palabra política.
Algunas notas para pensar la interioridad y
exterioridad griega
Será por causa de la perspectiva que
presta la nueva conciencia que la reflexión física
perderá sentido. Al contrario de lo sugerido por
Guthrie (supra), el sinsentido de la reflexión no se
gestó desde una teoría que se reveló como inútil
para aquellos mismos que afanosamente la
producían. Sino que fue la nueva subjetividad, la
de la época sofística, la que comenzó a ver al
producto del pensamiento presocrático como
algo ajeno e improductivo, puesto que los fines
perseguidos por dicho pensamiento no son los
que la nueva subjetividad se propuso.
“En sus comienzos el pensamiento no
sabía situarse frente a su objeto, ni siquiera
cuando ese objeto era el mundo físico. Pensarlo
equivalía a hacerlo existir; [...] por encima de
todo, el objeto debía ser tal como había sido
pensado.”3 Debido a que la subjetividad presocrática aún no había reparado en sí misma -y, por
tanto, no había empezado a definir ni a delimitar
su papel en el acto cognoscitivo-, la reflexión
sobre la naturaleza -al constituirse en pensamiento sobre la exterioridad, physis- no podía esbozar
con claridad límites que separaran en la conciencia a la exterioridad de la interioridad.4 Con ello
3
Wallon, H. La vida mental, p.47.
4
La relación del yo presocrático con su objeto puede ser descrita en los términos que Hegel describe la relación de la
conciencia teórica con su objeto. La relación del yo post-socrático
-permítaseme este nombre como alusión al tipo de
subjetividad que el Sileno inaugura- con su objeto puede
describirse, a su vez, en los términos de la relación de la
conciencia práctica con su objeto:
(La conciencia teórica) ya sea que se comporte percibiendo, o
como fuerza de la imaginación, o como pensante, su contenido
es siempre un dado ya existente, y en el pensar su contenido
es el ente en sí.
En cambio, el yo aparece como conciencia práctica, cuando
las determinaciones del yo no son solamente determinaciones de su representar y de su pensar, sino cuando
Reflexiones sobre el devenir de la subjetividad: pretextos presocráticos II
Ciencia y Mar
cosas de la physis.
Cuando el pensamiento toma conciencia
de su especial carácter, reordena al cosmos.
Arrebatando de la totalidad de lo autoconstituido todo aquello que tenga como principio de ser y movimiento a la subjetividad, conformando así el ámbito de la polis. En esta reordenación que equipara, en cuanto principios de
existencia de las cosas, a la subjetividad y la
objetividad, podemos vislumbrar la importancia
del cambio de objeto de la filosofía. La subjetividad se ha presentado a sí misma como
diferente de la totalidad de la physis, pero por el
mismísimo hecho que la equipara a ésta: el de ser
también un principio de ser y movimiento de las
cosas. Ya están puestos aquí, los elementos que
posibilitan la idea de una verdad construida con
la participación de la conciencia como artífice y
con ello se podrá dejar la idea de una verdad
objetiva que no es modificada por el accionar de
dicha conciencia, la idea de una verdad no relati2
va.
Por último hay que mencionar que esta
reordenación del cosmos plantea la posibilidad
de colocar a la palabra en el ámbito de la polis y,
con ello, darle calidad de instrumento. Puesto el
logos al servicio de los intereses humanos, se
5
se hubieron de atribuir al objeto características
que hoy aceptaríamos como propias del sujeto.
Al no ser conciente de sí, con el puro fijar
los ojos en la exterioridad la mirada presocrática
se vierte enteramente en dicha exterioridad, y el
pensar es absorbido completamente por el objeto.
Obviamente el pensamiento sólo puede dar
cuenta de lo percibido y no del acto de la percepción y, por tanto, en este primer momento la
conciencia fija sus ojos en una exterioridad que
aparece ordenada en una armonía que no puede
ser vista más que como intrínseca, y que por ello
se postula como un cosmos. 5
Será sólo hasta un momento epistémico
posterior cuando a la conciencia del sujeto le
tocará mirar hacia sí, volviéndose, en alguna
medida, conciente de ser ella misma la ordenadora de los objetos de la exterioridad. Pero las
características atribuibles a la conciencia habrán
de construirse gradualmente: el sujeto mismo, el
yo, es una abstracción obtenida de la experiencia
en bruto:
El acto de la conciencia no incluye como
dato descriptivo inmediato la asimilación de
un objeto por un sujeto. Lo único que da es
una unidad, la misteriosa unidad que hacía
decir a Aristóteles que el acto de lo sensible y
el acto del sentido son uno y el mismo acto (De
Ánima, 425b, 25). Si yo realizara un único acto
de conocimiento, nada más que uno, me sería
imposible hablar de la trascendencia del
objeto. Cuando describimos fenomenológicamente el conocimiento a partir de la
pareja de opuestos sujeto-objeto, no estamos
describiendo el acto puro del conocimiento,
sino el proceso de conocimiento, en el cual,
efectivamente, se destacan el sujeto y el
6
objeto.
Ciencia y Mar
aparecen en una existencia externa. Aquí yo determino las
cosas o soy la causa de las transformaciones de los objetos
dados. (Hegel, G., Propedéutica filosófica, p. 12).
Para nosotros la armonía es puesta por la entidad que ordena la correspondencia de las cosas con sus determinaciones:
la conciencia es la estructuradora del cosmos. La nuestra es
una estructuración epistemológica del cosmos, para los
griegos era ontológica.
6
Artículos y ensayos
5
6
Marina, J. A. Teoría de la inteligencia creadora, p. 363.
Es, pues, en un momento posterior -cuando la conciencia ya ha empezando a verse a sí
misma como dadora de cierto orden de índole
distinto a la armonía física intrínseca del cosmoscuando la conciencia se enajenará de la armonía
del cosmos para reparar en su propia consistencia. Este recogimiento de la conciencia en sí
misma, es un alejamiento del orden de la physis
que la arrojará en su propia ordenación de los
objetos, que es en gran medida el orden de las
cosas de la polis, su creación.7
Este giro de la mirada no encontrará a un
sujeto libre, individual, enfrentado a su objeto,
sino a un sujeto perteneciente a un grupo social
que en gran medida determina su forma de mirar.
En esta mirada del sujeto al sujeto, en la visible
impronta de la polis, se encontrará que en gran
medida la interioridad individual no externa su
propio parecer, sino el parecer impuesto por la
comunidad, el nomos. El sujeto no dice lo que
naturalmente desea (lo que es por physis, recuérdese la postura de Calicles en el Gorgias), sino lo
que es socialmente aceptado; con ello se constituye no un debate moderno sobre los límites entre el
Estado y el individuo, sino una discusión sobre la
oposición entre lo que es bueno en la polis (el
nomos) y lo que es bueno según la physis. Es lógico
que al aún no estar pensado con claridad el sujeto,
no puede haber una confrontación sujetoindividuo contra Estado, sino una que enfrentará
physis vs. polis. En fin, la relación epistémica en
una primera instancia no podrá ser pensada como
sujeto-objeto, porque al no estar pensado, y más o
menos definido, el sujeto individual de la teoría,
entonces no puede pensarse a sí mismo en relación con su objeto (en este caso la physis); de
manera que la reflexión dará un rodeo que
enfrentará a su objeto, la physis, con otro objeto, la
polis. Con esto se hará posible observar el juego de
contrastes que se producirá; pudiendo pensarse
el sujeto a sí mismo a veces como parte de la polis,
7
Este paso de la ontología a la ética y la política, que bien
pudiera parecer explicado por una pérdida de la inocencia
del pensamiento epistemológico, tiene causas de índole
socio-histórica que son excelentemente detalladas por los
estudios de Jean Pierre Vernant. Véase especialmente Los
orígenes del pensamiento griego.
olvidarse de sí y estar el pensador lleno de esta
'aprehensión en bruto de la exterioridad', cuando
se piense a sí mismo no podrá más que tomar los
elementos con los que cuenta para formular las
ideas que construya sobre sí y éstas, en un sentido
importante, “no” serán producto de una subjetividad, no le parecerán así al sujeto presocrático.
Para el presocrático pensar el ser es
aprehender el ser y no sólo a una mera forma de
pensarlo. Esta es una determinación fundamental
de orden epistemológico-ontológico que tendrá
efectos que no pueden soslayarse. Como la
existencia del mundo no es un problema del
pensador presocrático, sus presupuestos epistemológicos le permitirán no reparar en obstáculos
gnoseológicos en contra de las posibilidades de
aprehender la verdadera naturaleza de las cosas.
Por otra parte, sin la separación entre exterioridad
e interioridad que una conciencia que se concibe a
sí misma como cosa escindida de la physis (supra)
hace posible, los principios y los fines de la
interioridad y la exterioridad existen como no
8
diferenciados con claridad en la conciencia y la
posibilidad de asumirlos como una y la misma
cosa se hace probable.
La inexistencia de la escisión entre interio8
Estas afirmaciones no son descabelladas, la subjetividad se
construye, el yo es una versión unificada de la información
conciente. Aprendemos a pensar nuestra versión unificadora como un Yo.
El yo conciente es una creación social (...) lo que recibe el niño
al aprender el lenguaje es la posibilidad de hacer objetiva,
pensable, esa realidad esquiva que se llama “Yo”. Lo que era
un mundo acompañante de toda la vida conciente, es traído a
primer plano por el pronombre.(Marina, J. A. Teoría de la
inteligencia Creadora, p. 363).
Cabe aquí reproducir una cita de Ortega que Marina hace
unas páginas más adelante:
Milenios de esfuerzo han costado al hombre aislar esa pura
intimidad psíquica que dentro de sí mismo sentía. La
formación de los pronombres personales relata la historia de
ese esfuerzo y manifiesta cómo se ha ido formando la idea de
un “Yo” en un lento reflujo de lo más externo hacia lo más
interno. En lugar de “Yo” se dice primero “mi carne”, “mi
cuerpo”, “mi corazón”, “mi pecho”. Todavía nosotros, al
pronunciar con algún énfasis “Yo”, apoyamos la mano sobre
el esternón en un gesto que es un residuo de la vetusta noción
corporal del sujeto. El hombre empieza a conocerse por las
cosas que le pertenecen. El pronombre posesivo precede al
personal. José Ortega. O. C., II, p. 395.
Reflexiones sobre el devenir de la subjetividad: pretextos presocráticos II
Ciencia y Mar
a veces como parte de la physis. Ello irá dando
relieve a una complejidad de elementos que
podrán ser estructurados en una interioridad
particular y que conformarán cierta profundidad-, la cual, aunque responderá a las circunstancias de su proceso de construcción, será
pensada, y por muchos siglos, más que como una
creación como un hallazgo de algo que ya estaba
ahí.
El hecho de que, después de las teorías de
la physis, el sesgo del planteamiento teórico del
pensamiento griego es fundamentalmente
político -en griego esto quiere decir también
'ético'- y no epistémico, creo que metodológicamente se debe a que la reflexión epistémica
había menester de una etapa previa de reflexión,
en la que pudieran sentarse las bases de la conformación de la dimensión interior del sujeto.
Ante los ojos de un nuevo pensador -el
inscrito en la línea de la segunda sofística-, la
presencia de la ciudad en el hombre hará que éste
vea al mundo mediado por la contingencia de la
legislación: será legislado por la comunidad lo
que es bueno y lo que es malo; lo que antes era
atributo de la divinidad se habrá tornado un mero
privilegio de la ciudad. Lo divino, lo sagrado, la
ley, pasarán a ser asunto político y, hablando
crudamente, en las democracias un asunto de la
muchedumbre. En esa línea quizás se podría
decir que la polis levanta barreras con sus murallas y su ley para protegerse de un cierto ímpetu
de la physis; se agregaría que, lo político y sus
consensos se establecen como norma entre los
hombres, y que lo ontológico y la intuición
fundamental de su misterio, reculan a un terreno
que no tiene pertinencia para el nuevo habitante
de la ciudad: el hombre ha aprendido a vivir ajeno
de la physis, a protegerse del contacto con lo
ubicuo.
Si nos ponemos del lado de la subjetividad presocrática -previa a los problemas que
planteará la sofística y a sus maneras de abordarlos-, parece plausible pensar que de acuerdo con
sus propias premisas epistémicas, la “aprehensión” de la exterioridad no puede ser pensada
como mediada por el parecer de la comunidad.
Aunque el sujeto presocrático se vierte en la physis
y se vuelve objetividad sin darse cuenta de ello, al
7
Ciencia y Mar
8
ridad y exterioridad permitirá al pensador físico
ignorar cualquier obstáculo que pudiera estorbar
la confianza que tiene en la capacidad de la
inteligencia (aunque en realidad ésta no pueda
sobrepasar los límites que la contienen), para
obtener de ella la iluminación racional de la
experiencia.
Vale recordar que la tradición del uso de la
palabra a la que el pensador pertenece, es una
tradición en la que la palabra ha sido concebida
más como una manifestación de la exterioridad
que como una convención de origen humano.9
Por lo mismo, el lenguaje no se le presentará al
pensador como un alejamiento y una separación
con respecto de la realidad nombrada; sino que en
el fluir de su expresión el logos será concebido
como una conexión con la esencia misma de la
realidad. La verdad que se expresa en el logos se
aceptará como parte fundamental de la trama de
la physis. Hay una confianza absoluta e incuestionada en el lenguaje para hacer inteligible el
cosmos. Tómese en cuenta que en la tradición de
los maestros de verdad de la Grecia Arcaica la
palabra es la conexión con la que se expresaba y se
manifestaba la divinidad. Con esta ilustre procedencia el prestigio de la palabra será suficiente
para que la búsqueda de la verdad sea concebible,
entre presocráticos y sofistas, siempre dentro de
los límites del lenguaje. La idea de lo inefable, o en
cuanto tal lo místico, no será óbice para la búsqueda de la verdad, porque tal búsqueda sólo podrá
ser concebida en y por el lenguaje. Y aunque en
realidad el pensador no recorre más que la trama
de su propia inteligencia, en el entendido de
hacerlo en la del cosmos su logos enhebrará la
trama de lo multi-verso y lo volverá Uno,
Universo, Cosmos; su discurso le entregará la
verdad.
Para la especulación presocrática no será
necesario ir más allá de la palabra para conocer.
Por ello puede decirse que más que la disposición
a crear un sistema de pensamiento como proyecto
teórico, lo que hay en el pensador presocrático es
la realización de la posibilidad de concebir el
universo desde la fluidez con que el logos genera
su propio deducir. Y aunque el pensamiento
presocrático parece delimitar una realidad
invisible a los sentidos, en vez de tratar de extraer
el conocimiento desde las impresiones de los
mismos; para dicho pensamiento siempre será el
logos un instrumento más confiable que la propia
realidad empírica. Si la premisa de la coincidencia entre interioridad y exterioridad es aceptada,
entonces esta situación es comprensible: ¿Para
qué acudir a los sentidos si el camino de la reflexión no tiene mediaciones, puesto que el orden
que subyace a la realidad se entrega al pensamiento en el lenguaje?
Elucubraciones desde la postulación de una
relación sujeto-objeto en la mentalidad presocrática
No es el caso detenerse en el problema
gnoseológico de saber qué relación hubo o hay
entre la observación de un hecho y las proposiciones que lo representan. Plantear desde esa
vertiente una discusión acerca de si el hombre
podía lograr o no un conocimiento cierto no fue
una inquietud de la época. Tal problema fue
inexistente en el pensamiento presocrático,
porque para éste no hubo duda alguna sobre la
aprehensión 'mental' de la verdad. Y por sí
misma, esta creencia fue un punto de partida que
determinó significativamente la percepción presocrática, su manera de ver el mundo -y de pensar
la mirada- y, por ende, la elaboración de la teoría.
Pues, como es sabido, cualquiera que sea, una
construcción teórica sólo puede hacerse desde
una forma particular de mirar al mundo, forma
que, en un proceso autorreferente, a su vez
siempre será confirmada y afirmada por lo que la
teoría arroja. “Vemos desde lo que sabemos,
percibimos desde el lenguaje, pensamos a partir
de la percepción, sacamos inferencias de modelos
construidos sobre casos concretos”.10
Todas las construcciones son elaboradas
en el acto de percibir, a partir de distinciones
que se ejecutan por medio de comparación
9
Es significativo que Platón todavía considerara necesario
discutir teorías del lenguaje muy simples pero, si no en boga,
sí muy recientes, en el Cratilo.
Artículos y ensayos
10
Marina, J. A. Teoría de la inteligencia Creadora, p.58.
Esa ingenuidad epistémica presocrática
estuvo acompañada de una concepción del
lenguaje que permitió no parar mientes en
objeciones de partida al instrumento -el lenguajede una elucubración con pretensiones de conocimiento verdadero de la physis. Para el presocrático no hay duda de que el lenguaje casa con la
supuesta realidad que describe. Ambos no son
esencialmente diferentes.12
En general, la reflexión presocrática
trabajó cómodamente sobre el presupuesto de la
coincidencia entre la objetividad y la subjetividad. Y pensando alegremente la objetividad, sin
considerarla tan sólo mera experiencia de la
objetividad, sino objetividad pura, no hizo
distingos entre los posibles principios y fines de la
una con respecto a los de la otra. Eso, que a
nosotros podría parecernos una confusión,
permitió el poderoso desarrollo de un trabajo
teórico que sostuvo sus empeños en una alta idea
de la verdad y de su propio deber para con la
misma. Un pensamiento que, debido a una
especie de pertenencia a una tradición de la
palabra sagrada, apreció especialmente el valor
de la verdad y que -gracias a la poca conciencia de
sus propias limitaciones- se creyó en la posibili11
Ceberio, M. y P. Watzlawick. La construcción del universo,
p. 92.
12
El sofista que se complacía en construir con las técnicas de
la palabra la apariencia de la verdad, se encontraba en el
extremo opuesto de la sabiduría entendida por el
presocrático como un oficio casi reverencial. Ese sofista
podía lograr aparentar lo que no es; pero si se suponía como al
parecer lo hacían Sócrates y Platón- la existencia ontológica
de una realidad y la de un discurso legítimo que la designa,
entonces se debería concluir que el engaño no podía ser
sostenible por mucho tiempo.
dad de aprehenderla.
Lógicamente este modelo de mundo -en el
que se confunden pensamiento y 'realidad'- debió
generar significados acordes al punto de partida,
pues el significado alumbra los objetos de una
manera propia, acorde al modelo que coordina y
que instrumenta los contenidos de la conciencia.
Dicho de otra forma, si los modelos que percibimos en el ambiente circundante se ba-san fundamentalmente en modelos que tenemos dentro de
nosotros; entonces una physis concebida de
manera particular delata un modelo de interioridad particular. Por lo que podemos conjeturar en
la constitución de la teoría presocrática, la manera
particular de presenciar el mundo sería ésta: la
que es posible con los elementos obtenidos de una
reflexión sobre la objetividad que no es conciente
de sí misma en cuanto mera reflexión sobre una
experiencia de la objetividad.
Puesto que, en lo que se refiere a sus fines
y principios, la objetividad se presentaba a la
mirada del pensador como esencialmente "en sí",
"para sí" y "por sí", entonces la teoría presocrática,
como producto de una interioridad con-fundida
con su objeto y que se pensaba a sí misma desde
los elementos que dicho objeto proporciona, no
podrá ser ella misma más que teoría que es "en sí ,
"para sí" y "por sí".
La relación entre la interioridad presocrática y la exterioridad es más estrecha de lo que
podría parecerle a la mirada hecha desde una
conciencia posterior -como por ejemplo, la
nuestra o la del sofista-, y obviamente los juicios
sobre la exterioridad diferirán en función de las
escalas valorativas y los fines que se puedan
concebir en cada una ellas. El hombre presocrático vive en la physis como parte de ella, sin una
conciencia constante de límites claros que lo
enajenen de la misma. Así, la relación interioridad-exterioridad acusará una relación hombrenaturaleza en la que parecerá simplemente que la
naturaleza está vinculada consigo misma, puesto
que el hombre no es otra cosa que parte de ella. Es
decir, si la confusión entre exterioridad e interioridad induce a percibir a estas dos de manera
muy semejante y la physis, que es el objeto de la
reflexión sobre dicha exterioridad, es pensada
como algo que brota en sí misma, por sí misma y
Reflexiones sobre el devenir de la subjetividad: pretextos presocráticos II
Ciencia y Mar
(...). “Un universo se genera cuando se separa
o aparta un espacio”, y por ende, los límites
del mismo pueden ser trazados en el perímetro que se desee. Esto producirá de acuerdo
con las distinciones individuales- la construcción de universos compartidos (...)
Las teorías pautan la mirada, dirigiendo
los recortes que se trazan en la observación y
que se llevan a la pragmática, construyendo
acciones que se vuelven a mirar desde esta
11
perspectiva.
9
para sí misma, entonces la interioridad -y las
manifestaciones de la misma- será percibida con
características similares.
La reflexión sobre la physis se concebirá de
manera semejante al libre manifestarse del ser de
las cosas de la naturaleza; así como brotan las
plantas, así brota el pensamiento: el pago y la
retribución de la teoría será una verdad sin otro
fin más que el de su propio manifestarse. En cierto
sentido puede pensarse que la "libertad" de la
reflexión existe como tal, por no estar sujeta a fines
ajenos al contenido mismo de la reflexión. Una
teoría que es libre por no ser instrumentalizable a
fines ajenos a los de su mera aparición.13 Una
reflexión que, en contraste con la reflexión sofística, parece brotar para sí y por sí misma, y no para
14
ser vendida al mejor postor.
Esa inocencia epistémica de la conciencia
presocrática determinó una idea peculiar sobre el
potencial de la subjetividad como dadora de fines
para los objetos de la exterioridad. Veamos,
puesto que no hay una conciencia proyectiva que
instrumente los objetos de la exterioridad para
lograr los propios fines en cuanto fines de la
interioridad, lógicamente no se encontrará en
esos contextos una evaluación de los objetos de la
exterioridad en cuanto medios para la interioridad: como no hay una división entre interioridad y exterioridad, no hay conformada de
hecho una conciencia que ordene a los objetos en
virtud de la función que éstos deban cumplir para
13
El fin que es alcanzado desde esta conciencia proyectiva de
los objetos es la teoría misma. No hay un punto de mira más
allá que el pensamiento mismo. Por otra parte, en una
tradición de la palabra sagrada el cultivo de la palabra, su
cuidado, son por sí mismos deberes religiosos muy altos;
puede entenderse fácilmente que el sabio no piense para otra
cosa ajena que su pensar, éste no es un medio para conseguir
algo sino el fin más alto de la teoría.
Ciencia y Mar
14
10
La actitud que entiende a las cosas existentes en el mundo
natural y al pensamiento -en cuanto que pueda ser
considerado una de estas cosas- como un bien no
intercambiable, especie de manifestación de lo sagrado, es
frecuente entre los hombres sabios del conocimiento
tradicional mágico religioso. Pueden ponerse como ejemplos
la llamada carta ecológica del Jefe Seattle -en realidad su
carta de rendición- o, en los límites de la literatura y la
antropología, la saga de Carlos Castaneda, relatos de sus
experiencias con el brujo yaqui Juan Matus.
Artículos y ensayos
lograr la satisfacción de una intención preexistente.
Así que desde la conciencia proyectiva
presocrática de los objetos, el fin de la teoría
tendrá que ser la teoría en sí misma. Para el sabio
presocrático no hay un valor deseable más allá
del pensamiento mismo, dicho pensamiento no
es un medio, pues el sabio no piensa para obtener
otra cosa que su pensar: en la tradición de la
palabra sagrada el fin más alto es la manifestación
de la verdad en la palabra misma, así que su
cuidado, su cultivo, apuntan a ese único fin.
Al no tener plena conciencia de sí en
cuanto potencial determinante de las cosas externas, al no instrumentarlas concientemente a los
fines que ella misma pudiere disponer, la subjetividad presocrática tampoco pudo hacer una
clasificación negativa de la teoría tal como ella la
produjo (como una teoría no-determinante del
ser y movimiento de las cosas externas). Y aunque
quizás hubiera podido imaginar finalidades a las
cuales la teoría podría aplicarse, lo cierto es que
todo parece indicar que nunca produjo la teoría
expresamente para una finalidad que estuviera
más allá de la teoría misma.15 Si queremos entender el pensamiento del cual hablamos, eso es algo
que debiéramos tomar como una característica
significativa para un análisis más detenido, antes
que catalogarlo como un defecto.16
La valoración negativa de este tipo de
teoría es un juicio que sólo es posible desde una
subjetividad diferente: la que ya es conciente de sí
como el origen de sus propias determinaciones y
conciente de su posibilidad de hacer del pensamiento un medio para lograr la realización de un
valor distinto que el pensamiento mismo. Desde
una perspectiva como ésta, sí se podría pensar
que una teoría libre -que no sirve para nada que
15
Incluso si se acepta a la clepsidra, que en La aurora del pensamiento griego Burnet tanto celebra, como un objeto vinculado
de alguna manera -por intermedio de la ciencia griega en
general o algo así- con las teorías presocráticas; todavía está a
discusión si es éste un caso aislado, que no puede ser utilizado para probar una cultura tecnológica ni una inclinación
experimental griegas similares a la moderna. Cornford
comenta agudamente el punto en Principium sapientiae.
16
Recuérdense los comentarios de Guthrie al respecto
(supra).
'encontrados' en la objetividad. Así, en general, el
sujeto presocrático tomará como suyas las leyes
de la exterioridad, las de la moral vigente y la
costumbre; la ética -salvo en contadas ocasiones
como la de Heráclito- no será uno de los problemas recurrentes de su pensamiento, porque no
hay en el sujeto la dimensión interior íntima
necesaria que sería el espacio propio del conflicto
y el desgarramiento moral. Y por lo mismo
todavía no hay lugar para elaborar como uno de
los problemas más importantes del pensamiento, la oposición entre las inclinaciones del
sujeto a hacer lo que es útil por nomos o lo que es
útil por physis.
Por su parte, el hombre común presocrático sabe qué debe hacer, orienta su acción
tomando como punto de referencia principios
morales que hacen coincidir los objetivos personales con las aspiraciones de la comunidad a la
que pertenece; ésta es la fuente de los valores fuente externa, por cierto- con los que se identifica, de ahí que asuma principios y reglas aceptados por la población a la que está integrado sin
cuestionar la legitimidad de su origen.17 Hay que
señalar de paso que, aunque ya hay un germen de
tal cuestionamiento en los productos del pensamiento de esta época que eclosiona con gran
fuerza en los trágicos, no es éste uno de las problemas fundamentales que se trabajan en el pensamiento de los físicos, como después lo será en la
sofística. Si el hombre medio presocrático obtiene
el principio de su acción de un código moral
aceptado sin cuestionamientos por la comunidad
moral a la que pertenece, es porque las determinaciones propias del yo no pueden ser asumidas
reflexivamente como determinaciones pertenecientes a la subjetividad individual misma, sino
como determinaciones obtenidas de la exterioridad y asumidas como tales -pero con el agregado de toda la convicción personal propia del sujeto que las asume- en cuanto que exterioridad e
interioridad se tienen como iguales por principio.
Si bien la objetividad tiene sus propias
determinaciones, siendo en sí, por sí y para sí; por
otro lado, la objetividad es susceptible de ser
Todavía se encuentra lejos una subjetividad como la de
Alcibíades.
Ciencia y Mar
no sea su propio manifestarse- carece de la
finalidad desde la cual todo lo instrumental cobra
sentido.
Por otro lado, si la concepción que se tiene
de la interioridad la exenta de ser autora de las
determinaciones de ser, movimiento, finalidad de
las cosas, entonces los valores no pueden ser
concebidos más que con un carácter fuertemente
objetivista puesto que la participación del sujeto
no es lo suficientemente ponderada en la construcción del objeto y es la objetividad, como
vimos, la 'responsable' del orden y de las determinaciones de tales cosas. No quiero decir con
esto que no exista ninguna participación del
sujeto como determinante de las cosas; sólo
quiero remarcar que, en un sujeto construido sin
la idea de una escisión o fisura de sí mismo con
respecto a la objetividad -en donde ésta y aquél
existen con-fundidos-, los valores no son pensados
como puestos desde el sujeto porque éste al
pensarse a sí mismo (o al no pensarse) se ha
constituido sólo “con los elementos 'tomados' de la
objetividad”.
Las prácticas de existencia presocráticas
serán consecuentes con los contenidos de su
saber, y éste es un saber sobre la objetividad que no
es conciente de ser tan sólo tal, de manera que los
valores, como todos los otros contenidos de la
conciencia, serán tomados en una labor de
aprehensión del afuera que no es conciente de su
propio proceder. El del hombre presocrático será
un proceso de valoración que no se ha originado
concientemente en su interioridad, por eso, hasta
aquí sólo puede haber moralidad. La eticidad, la
ética, se iniciará cuando -en la relación de la
subjetividad con la objetividad, del yo con el
objeto- las determinaciones internas, las de la
subjetividad, ya han sido notadas como propias
de un yo que las reconoce como suyas. Antes de
esto, el ego vertido en la objetividad, con-fundido
con ella, toma como suyas las leyes que encuentra en ésta. El individuo en cuanto tal no ha
aparecido aún y, al no haberse constituido la
dimensión interior del sujeto -al menos no con la
amplitud y la firmeza posteriores-, los valores que
actualmente pueden pensarse como pertenecientes a éste no tienen posibilidad de aparecer
con una claridad mayor que la de los valores
Reflexiones sobre el devenir de la subjetividad: pretextos presocráticos II
11
17
subordinada a las determinaciones de la subjetividad "mediante el actuar a través del cual las
determinaciones prácticas internas adquieren
exterioridad".18 En este actuar se encuentra una
nueva posibilidad de valoración de las cosas,
considerando por separado tanto aquello que es
en la physis como aquello que es en la polis. Y en
esta valoración el entendimiento de lo primero -lo
que es por physis- como aquello que "es", ni bueno
ni malo, sólo que "es"; y de lo segundo -lo que es en
y por la polis- como aquello que puede ser explicado en su accionar por una determinación diferente a ser, y que es susceptible de ser calificada por
un predicado moral que tiene que ver directamente con alguna determinación interna de algún
hombre.
El principio del ser y la acción de las cosas
de la physis y de las cosas de la polis, en cuanto que
el principio de las primeras obedece a sí mismas, a
su misma naturaleza, y que el de las segundas a
otra naturaleza diferente a las de ellas, debe -por
tanto- ser diferente. En el futuro, notar la diferencia será el síntoma que indicará que ya se ha
podido hacer la diferenciación entre unas y otras
que las escinda en la conciencia, tomando en
cuenta los principios del ser y de la acción; y el
indicio del poder de la conciencia para colocarse a
sí misma en una u otra parte por haber aprehendido, en una reflexión sobre sí misma, las características que la hacen diferente de la physis en cuanto
dadoras de principios, en cuanto el origen de las
determinaciones del ser y el movimiento de los
objetos de sus propias esferas. Por todo eso, si
bien el cambio de objeto es lo que diferencia el
pensamiento presocrático de la reflexión que
inaugura la sofística, este cambio no puede darse
sin la existencia de esa escisión en la conciencia de
la objetividad y la subjetividad como diferentes
por principio.
Creo que la confusión en la conciencia
entre los límites de la exterioridad y la interioridad, permite suponer que en ese momento
no pudo existir, como un tópico medular de la
teoría, una profundidad aceptada como propia
del sujeto que reflexiona; pues sin postular una
interioridad del sujeto no hay la posibilidad de
dimensionarla. Esto no niega la posibilidad de los
relieves y complejidades de la conciencia que
podrían pensarse como características de su
profundidad intelectual, en todo caso sólo se
negaría que esto haya podido ser achacado por el
pensamiento típico de la época al sujeto individual. En el repertorio ideológico con que el
contexto regalaba al sabio presocrático, no pudo
haber la idea de buscar en el interior del sujeto la
Verdad, sino sólo en tanto que este interior
participaba de lo exterior que se le entregaba puro
y neto. Es decir que, al fin y al cabo, la verdad sólo
podía ser encontrada en la exterioridad.
Si lo que he dicho es cierto, entonces
podría pensarse a la introspección como un
proceso de separación con respecto a la exterioridad, un acto que podemos pensar como una
franca enajenación del sujeto respecto de la
verdad de la physis, un proceso que, posteriormente, permitirá al sujeto entregarse a sus propias verdades. El sujeto individual parece ser así
un producto emergente de un proceso de distanciamiento con respecto de la physis.
En cierta forma, en la etapa presocrática
algunos pensadores parecen, más que nada, una
especie de voceros de una verdad que los trasciende y que los busca para expresarse, que se
presenta en ellos mismos como lo más alejado de
un producto de un proceso de construcción
epistémico y que, por el contrario, se presenta
como una manifestación ontológica universal
contenida en la consistencia de su logos.
“Es necesario seguir a lo común; pero
aunque la razón (logos) es común, la mayoría
viven como si tuvieran una inteligencia particular.”19
Ante sí entonces -y sin que este “ante”
signifique para el pensador una disociación de sí
con respecto a la exterioridad- el presocrático
tiene en bruto la existencia incuestionable del
mundo, en cuanto que no es puesta por él mismo,
sino que está en el pensador por el hecho de que la
existencia misma del mundo y la existencia del
18
19
Ciencia y Mar
Nota sobre la episteme
12
Hegel, G. W. F. Op. cit. p.13.
Artículos y ensayos
Heráclito, 22 B 2.
Conclusiones
El cosmos
Hay una singular combinación de ingenuidad, audacia, fuerza y alegría en el pensa-
miento de los physicos griegos, de ahí que frecuentemente se hable de ellos con una fuerte impresión de la jovialidad de su pensamiento.
Esta gran confianza en las posibilidades
del pensamiento, que es necesaria para emprender el camino de la reflexión filosófica, no puede
darse más que sobre ciertos presupuestos sobre la
verdad. Tales presupuestos en los presocráticos
están estrechamente ligados a una idea de lo
humano en relación con el ser. Por el momento
digamos tan sólo que esta idea no es la misma que
en el caso de la teoría sofística, y que por sus
propias características excluye la posibilidad de
pensar a la discusión argumental como medio
para llegar a un posible acuerdo consensuado
sobre la verdad. De hecho no puede haber acuerdos consensuados sobre la verdad, porque la
verdad del presocrático está más allá de toda
discusión, ¿para qué tendría que tomarse en
cuenta el parecer y la palabra de otros hombres, si
se estaba presenciando al logos? La mera idea de la
posesión de la Verdad significa un cierre de
camino a la búsqueda abierta que supone el
proceso de la sabiduría filosófica de Sócrates y de
los sofistas.
En todo caso lo que sí existe es un consenso implícito anterior a toda discusión, el de que
existe un acuerdo entre la realidad y el lenguaje.
Podría decirse que los physicos creen en la palabra,
no en el diálogo. Y esta afirmación habría de
apuntalarse no con una distinción entre presocráticos, por un lado, y los sofistas y Sócrates, por
otro; puesto que una distinción como esa no
serviría si concordamos con Platón que el diálogo
no es sofístico sino filosófico; sino que tendríamos
que hacer recurso a la hipótesis de que quizás el
saber del sabio se produce y desarrolla en un
proceso de pensamiento distinto -más inspirado,
más meditativo- que el saber mundano del sofista
y su oponente, saber tan cercano al ámbito
profano de la palabra social de la polis y sus
mecanismos de intercambio comunicativo. El
logos que puede extraerse de la naturaleza no se
obtiene dialógicamente en un cara a cara entre
dos o más personas. En todo caso, el discurso
presocrático no está siendo ejercitado frente a
sujetos concretos como lo será en el caso del
sofista y Sócrates y sus ideas sobre la polis (y sus
Reflexiones sobre el devenir de la subjetividad: pretextos presocráticos II
Ciencia y Mar
pensador son parte de la misma cosa. No es
solamente que se esté confundiendo el mapa con
el territorio, el nombre con la cosa nombrada, sino
que ver en la naturaleza humana parte de la
naturaleza del universo es síntoma de aceptar el
presupuesto propio del pensamiento tradicionalde una diversidad unificada. Identificar qué es lo
que unifica lo diverso, será uno de los trabajos
más importantes que se impondrá el pensador.
Aunque la experiencia presocrática se
permita suponer a la existencia del mundo como
incuestionable, después de este presupuesto no se
permite aceptar la creencia de que el ser del
mundo es idéntico al aparecer del mundo. A
diferencia de nosotros -a quienes las cosas nos
aparecen-, para los griegos presocráticos las cosas
sencillamente aparecen; aunque, estric-tamente
hablando, todavía no son: porque lo que aparentan no es precisamente su ser. Éste ser es incuestionable pero su presencia real, admitida de
antemano, debe ser colegida de las apariencias
cambiantes por el pensador.
En el caso de la tradición eleática, el
presupuesto de una inmutabilidad subyacente al
devenir cambiante llevará a la inteligencia
presocrática a realizar entonces una exploración
de la experiencia que le es propia para intentar
descubrir qué es lo que subyace bajo el engaño de
lo aparente. Por parte de la tradición materialista
jónica, se dará un voto de confianza a los sentidos
y se intentará colegir desde lo que ellos entregan
las respuestas a los problemas del momento.
En ambos casos, la consistencia de sus
conclusiones conformará la firmeza de un territorio diferente de aquel en que se mueve la mera
opinión. La verdad presocrática se pensará a sí
misma como un develamiento de la realidad
objetiva incuestionable, y no como una mera
concordancia construida en la mente del pensador entre lo pensado con aquello que podría ser
llamado “lo real”.
13
Ciencia y Mar
14
ideas en la polis). El presocrático no confronta su
opinión con otra ajena en un proceso de afirmaciones, refutaciones, conjeturas, sino que externa
lo que ha sido suscitado en su propia inteligencia
en un confrontarse tan sólo consigo misma y sus
determinaciones, aunque de esto en realidad no
se es conciente y se tenga la convicción de estar
ofreciendo un logos obtenido desde la misma
objetividad. Por último, el presupuesto que subyace a esta convicción es la -a estas alturas ya muy
por nosotros manida- coincidencia de la interioridad con la exterioridad, que determina una
subjetividad que se piensa a sí misma con la
referencia constante de la physis.
Para los hombres de aquellos tiempos la
naturaleza no estaba tan alejada, como lo está
para nosotros, por una barrera de artificios
técnicos de plástico y metal de uso cotidiano. El
contacto con la misma era extenso y prolijo, ella
era una presencia que con muy poco esfuerzo
podía verse manifestada casi en todo lo que
acontecía, como principio de acción y origen de
existencia. Incluso en los materiales que el hombre utilizaba en la construcción de los relativamente pocos -comparación hecha con el presenteobjetos artificiales en uso cotidiano.
Tener esto en cuenta quizás hace más fácil
entender porqué los discursos presocráticos
apuntan sin más en dirección de la existencia de
una base única, unificadora, de la diversidad. Las
cosas aparecen como éste o aquel objeto particular, pero recortadas desde un fondo único y
común que es la naturaleza. Los objetos en su
venir del universo -que es propiamente un
devenir en sus determinaciones particulares- no
se enajenan del mismo: el universo se manifiesta
en lo diverso, pero amén de las diferencias, lo
diverso participa de lo Uno. Y esta participación
es concebida por la conciencia presocrática como
la idea de un elemento (material o intelectual)
común a todo lo que es en la physis, un elemento
común al todo-Uno, que es sólo en apariencia
diverso.
La physis es la totalidad en cuanto principio de existencia de lo que es y esencia de lo
diverso (lo que está). Es tanto fundamento de la
existencia de las cosas, como totalidad de las cosas
que aparecen. Y en tanto fundamento de la
Artículos y ensayos
existencia de las cosas que aparecen es responsable de la existencia específica de cualquiera de
éstas y, por tanto, en la physis debe buscarse la
explicación del ser de las mismas. Puede pensarse
la idea de un arjé de la physis como una variable
conceptual del pensamiento presocrático, que en
cada uno de los distintos pensadores tiene contenido propio, ya sea el agua, lo indefinido, el aire, los
elementos, el logos.
Así, pues, el saber presocrático griego
consistirá en desentrañar la presencia que está en
todas las cosas, en hacer ver a la conciencia eso
que está debajo de toda la multiplicidad de las
percepciones y que le da su carácter unitario, de
percepción única, de cosmos. Saber, pues, qué es
lo que hace de lo multi-verso un uni-verso.
Nosotros buscaríamos el fundamento de
la unidad en la conciencia misma -puesto que las
cosas nos aparecen-; los griegos en cambio lo
buscan en las mismas cosas, pues para ellos éstas
aparecen como y son el cosmos sin la intervención
ordenadora de la subjetividad. De aquí que la
idea de la teoría como un algo pensado que es
correlato coincidente, aunque tan sólo paralelo, a
lo real no es lo que propiamente el presocrático
consideraría como producto de su labor intelectual. Esto sería posible en caso de que pudiera
pensar a la suya como a una conciencia ajena a la
exterioridad, inventora de realidades mentales,
pero de la ontología a la psicología aún no se ha
pasado. Por ello el pensador no se mira a sí mismo
como tal, no hay puesto un acento en la singularidad de su propia reflexión como el origen real de
la concepción del pensamiento.
El sabio se olvida de sí porque se entrega a
una verdad, que no es tan sólo “su” verdad. No
realiza este olvido de la manera en que el pensador actual lo hace, sino entregándose a una
verdad que no se está generando en el interior del
sí mismo, sino que sin serle ajena, lo trasciende y
lo penetra. La locura de entregarse al pensamiento para resolver el enigma del universo es intenta20
da con un total olvido del sujeto; no es un sola20
Cabe citar lo que Gadamer escribe en El inicio de la sabiduría:
Si hay algo que puede ser de ayuda a nuestro meditar
moderno sobre el enigma de la autoconciencia, es
seguramente el hecho de que los griegos no tenían una
problemático para una clasificación blanco y negro de
“pensadores presocráticos”, por un lado, y “pensadores
sofísticos”, por otro.
22
Continúa Gadamer: “Sin duda alguna, Heráclito veía
(como Platón) que el fuego y el calor son en el fondo una y la
misma cosa. Hay fuego en nosotros y en todo lo que tenga
calor. Sólo en apariencia es la inflamación abierta del fuego a
ojos del profano- algo completamente diferente. Así tiene
que haber pensado Heráclito. Si esto es correcto, me parece
que se ofrece una vía para hacer un poco más comprensible el
doble rostro del fuego del calor y el fuego de la llama, por un
lado, y de la vida y la conciencia, por otro.” p. 29, Op. cit.
Reflexiones sobre el devenir de la subjetividad: pretextos presocráticos II
15
expresión para sujeto o subjetividad ni tampoco para la
conciencia o el concepto de yo. Por más que, mirando
abiertamente lo que se muestra, acogieran finalmente en su
mirada el milagro del pensamiento mismo, nunca, ni
siquiera Aristóteles, afirmaron que la autoconciencia tuviera
una posición central. p. 34.
21
unidad al universo y a la conciencia como unificadora, como él mismo dice, lo siguiente es menos
cosmología que crítica de la misma: “Heráclito,
por el contrario, se atreve a distinguir precisamente el fuego, eternamente vivo, como lo Uno
detrás de todos los fenómenos y tránsitos. [...] En
su base el interés de ver conjuntamente con el
fuego a la psyché y el pensar. Esto puede ilustrarse
de dos maneras. Por un lado, en la unidad heraclítea de fluir y detención, que encierra en sí la
lámpara ardiendo (la lámpara de aceite) y su
llama flameante tanto como la mismidad del alma
que expulsa su vapor desde lo húmedo (fr. 12).
Hasta su estado supremo: Un hombre prende en la
22
noche una luz para sí”. Si esto es cierto, en la
postulación de un logos en el que los opuestos se
develan lo Uno, y los contrarios se manifiestan
como la apariencia de una identidad oculta, se
empieza a esbozar a la participación activa del
sujeto bajo la armonía del cosmos.
Esa seguridad y economía de recursos
explicativos característica de los pensadores
antiguos -que suele señalarse hoy como uno de
los rasgos del pensamiento científico moderno-,
nos muestran al menos dos supuestos fundamentales de la elaboración de la reflexión presocrática: el todo diverso se explica por lo Uno y el
pensador -esto es importante- puede hallar este
Uno por sus propios recursos, a saber, los de la
reflexión especulativa o, como en el caso de
Heráclito según Gadamer, hallar lo Uno en la
mismísima reflexión especulativa.
Esta confianza en las posibilidades del
pensamiento para explicar el universo o para
crear un universo de lo pluriverso, quizás en sí
misma entrañaba la mayor traba para que el
Ciencia y Mar
zarse en la propia especulación personal, sino un
entregarse a ese logos que es parte del cosmos y
que designa a su misterio con la idea de un
principio universal que subyace a todo lo diverso.
En esta entrega que el pensador hace de sí al
pensamiento (no a 'su' pensamiento), se intenta
descubrir lo que es el mundo en una experiencia
neta (no sensorial) de la objetividad, pero por
medio de un aguzamiento de la mirada reflexiva.
Se confía en que un aprender a mirar las cosas del
universo objetivo más allá de la mera apariencia
sensible, hará clara la presencia del ser del cosmos
en cuanto tal.
Este mirar se presentará como un descubrimiento, un develamiento de las minucias de
la apariencia. Develamiento que mostrará la
presencia real, la cual siempre ha estado allí a
pesar de no ser evidente. La operación de mirar
bien ilumina esa presencia encubierta, la hace
aparecer en la luz deshaciendo el ocultamiento
tramado por el cambio engañoso de las apariencias.
Cuando, por ejemplo, Tales señala al agua
como procedencia única de todas las cosas (panta
ex hidratos estin), está dando 'un correlato empírico' a una operación intelectual que trata de
explicar la pluralidad por medio de lo uno. El
presupuesto del arjé como fundamento único de
la physis obliga al pensamiento a buscar un
principio particular al cual señalar como responsable. Decir en este caso que el agua es tal principio, implica decir que ésta, de ser tan sólo un
elemento, deviene en el fundamento mismo de
los elementos, en sustancia de la cual deriva lo
diverso. Ella es causa del ser de los otros todos,
por ella lo diverso vuélvese universo, lo particular deja de estar en sí mismo ajeno a lo demás y
participando de lo uno, permite pensar un
Cosmos.
21
Gadamer sugiere en Heráclito un punto
de encuentro de ese elemento objetivo que da
Heráclito es, sin duda -y qué bueno-, el ejemplo
pensamiento saliera de la especulación pura y se
cotejara dialógicamente con los otros discursos o y aunque decir lo siguiente quizás es demasiadopara que tuviera la posibilidad de interesarse en
recurrir a los experimentos como una de sus
herramientas de trabajo. Creo que puede decirse
de esta manera: debido a sus propios presupuestos la especulación presocrática no ve la necesidad de un criterio de verdad ajeno al trabajo de la
reflexión consistente con respecto de sus propias
premisas. Vale declarar que si esto es así, parece
poco plausible la idea de que hubo una gran
23
discusión entre las diversas escuelas , una
discusión que llegó a conclusiones irreconcialiables, según sostiene Guthrie (supra). En el plano
de la corroboración de conclusiones, no se hizo
necesario solicitar discusión ni experiencias
proyectadas con situaciones controladas, sino la
aceptación de la revelación de la verdad, en
cuanto iluminación de un hecho previamente
oculto por las apariencias de la diverso.
Revelación de la verdad que acerca, en alguna
medida, la figura del pensador -confiada en la
posibilidad de ocurrencia de esa revelación y en
su propia capacidad para presenciarla- a la figura
del poeta y, en el extremo, a la del profeta.
Por otro lado, el mero suponer del pensador capacidades en sí mismo que le posibilitan
presenciar la verdad, provocará una gran confianza en las posibilidades de la inteligencia, en la
medida que un pensador creía que la verdad tiene
que ver con ésta y la reflexión que inquiere por lo
Ciencia y Mar
23
16
De manera que yo estoy de acuerdo con lo que afirma
Gadamer:
Es bien conocida la controversia sobre la relación entre
Parménides y Heráclito: por una parte, se dice que
Parménides critica a Heráclito; por otra, se afirma que es
Heráclito quien critica a Parménides y algunos dicen que se
trata de un problema histórico. Pero tal vez lo cierto es que no
se conocían entre sí. Es muy probable que [...] no hayan
tenido ninguna relación, al menos en el período de su
relación creadora.
Más abajo Gadamer explica la exaltada reacción de algunos
a éstas afirmaciones:
Ahora bien, ¿por qué mi relación ha levantado tanta polvareda? La respuesta es clara: porque existió Hegel. Pues resulta evidente también para el historiador que todas las cosas
están ligadas entre sí en el desarrollo progresivo del saber...
la herencia hegeliana. El inicio de la filosofía occidental, p.25.
Artículos y ensayos
inmutable, y no con la impresión de diversidad
cambiante y perecedera que sus percepciones
sensoriales le entregaban.24
Último comentario
Por último, puede decirse que canjear la
búsqueda de respuestas al misterio cósmico por
la de la solución a los problemas que ocurren
dentro de las murallas de la polis quizás constituye, en cierta forma, una especie de debilidad del
pensamiento, o algo así como un principio de su
debilitamiento: la reflexión que se limita a sí
misma de esta manera requiere de una confianza
y una vitalidad menores de aquellas de la que
pretende abarcar por sí sola al universo.
La osadía del pensamiento, si bien no es
garantía de su certeza -y sí una muy probable
desmesura-, no desmerece en sus tendencias ante
las inclinaciones y los vicios más extremos de la
“moderación” del intelecto que se presentará en
la etapa posterior al llamado giro antropocéntrico. No quisiera hablar ahora románticamente, sino llamar la atención sobre los
posibles vértigos de cualquiera de las dos 'etapas'
de pensamiento -la presocrática y la sofística- en
sus tendencias epistémicas, para balancear un
juicio sobre las 'fallas' de la primera. Por otro
lado, confieso cierta simpatía por las figuras de
los pensadores-poetas presocráticos antes que
por su verdad- la figura profética y la poética
tienen para mí cierto encanto. Lejos de mí ribetes
posmodernos, aclaro que estas últimas palabras
son, más bien, sólo un desliz de reconocimiento a
la barbarie que requiere el espíritu para interpelar
al cosmos, en contraste con el civilizado acto de
dialogar con otros hombres.
Bibliografía
Burnet, J., 1944. La aurora del pensamiento griego. Trad. O.
Muñoz. Ed. Argos, México. 462 pp.
Ceberio, M., y P. Watzlawick, 1998. La construcción del
24
Para una explicación de la verdad presocrática griega
como una contraposición de lo permanente esencial con la
inasible mutabilidad de las apariencias, remito al libro de
María Zambrano, Filosofía y Poesía.
universo. Conceptos introductorios y reflexiones sobre
epistemología, constructivismo y pensamiento sistémico.
Herder, Barcelona. 222 pp.
Cornford, Francis Mc Donald, 1987. Principium Sapientiae.
Visor, Madrid. 311 pp.
Eggers, C. y V. Juliá (eds.), 1981. Los filósofos presocráticos.
Vol. I, Gredos, Madrid. 518 pp.
Gadamer, H. G., 1995. El inicio de la filosofía occidental.
Lecciones compiladas por Vittorio De Cesare, trad. Alfonso
Díez y Carmen Blanco. Paidós, Barcelona. 135 pp.
Gadamer, H. G., 2001. El inicio de la sabiduría. Trad. Antonio
Gómez Ramos. Paidós, Barcelona.132 pp.
Guthrie, W., 1969. Historia de la filosofía griega. Siglo V,
Ilustración. T.III. Gredos, Madrid.
Hegel, G.W.F. Propedeútica filosófica: teoría del derecho, de
la moral y de la religión (1810). UNAM, México, 1984. 81 pp.
Marina, J. A., 1993. Teoría de la inteligencia creadora.
Anagrama, Barcelona. 386 pp.
Platón. Obras completas. Aguilar, Buenos Aires, 1974. 1715
pp.
Vernant, J. P., 1973. Los orígenes del pensamiento griego. 3ª
ed., EUDEBA, Buenos Aires. 109 pp.
Wallon, H., 1991. La vida mental. CONACULTA-Grijalbo,
México. 267 pp.
Zambrano, M., 1989. Filosofía y poesía. FCE, México. 123 pp.
Ciencia y Mar
Recibido: 13 de agosto de 2003
Aceptado: 25 de agosto de 2003
Reflexiones sobre el devenir de la subjetividad: pretextos presocráticos II
17
Descargar