TEMA 8 LA RESURRECCIÓN DEL CRUCIFICADO

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Revista de Pastoral Juvenil 485 diciembre 2012
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TEMA 8
LA RESURRECCIÓN DEL CRUCIFICADO
José Serafín Béjar Bacas1
1.
Presentación del tema
¿Cómo hablar de lo que, en realidad, no se puede hablar? Esta es la pregunta
fundamental que se hicieron los discípulos después de su encuentro con el Señor
resucitado, la mañana de pascua. Una pregunta que da razón de la peculiaridad del
acontecimiento del que estamos hablando: la resurrección.
Los teólogos suelen decir que la resurrección es el acontecimiento escatológico
por excelencia. Con esa palabra, “escatología”, se refieren al hecho de que un pedazo de
cielo ha entrado en la tierra, de que la eternidad ha visitado al tiempo. Así es, la
resurrección de Jesús nos habla de un evento que no tiene comparación con nada
anteriormente sucedido en nuestro mundo. Por tanto, no podemos hablar de ello de la
misma manera que hablamos de Jesús anunciando el reino, relatando parábolas o
comiendo con los marginados de aquel tiempo. Por la resurrección, Jesús ha sido
introducido en el universo de Dios, el Padre lo ha glorificado y lo ha sentado a la
derecha de su poder. Esto significa que nos encontramos con un cambio de nivel que
nos introduce de lleno en el mundo de Dios. La resurrección de Jesús no es un hecho
accesible a nuestra voluntad o capricho, o incluso a los medios habituales de
investigación de la ciencia histórica.
Por esta razón, los textos del Nuevo Testamento que han llegado hasta nosotros,
y que son imprescindibles para sostener nuestra fe, nos hablan de la resurrección del
Señor como de un acontecimiento chocante, raro, extraño… En efecto, Jesús aparece
(cf. Lc 24,36), y desaparece (cf. Lc 24,31); pide que le toquen (cf. Jn 20,27), y también
ordena que lo suelten y no lo toquen (cf. Jn 20,17); no es conocido (cf. Jn 21,4), pero
acaba siendo reconocido cf. (Jn 21,7); ofrece una palabra (cf. Lc 24,38), pero sólo con
1 Profesor de Cristología y Antropología Teológica. Facultad de Teología de Granada.
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su silencio… Estas aparentes contradicciones son la mejor prueba de que nos hallamos
ante unos textos veraces. Si hubieran sido inventados, los artífices de este fraude se
hubieran esmerado en ofrecernos unos relatos perfectamente trabados en una coherencia
admirable. Sin embargo, las contradicciones de las que hablamos se mantienen en esos
relatos porque quieren indicarnos que, al hablar de la resurrección, estamos hablando de
un hecho que no es de este mundo, sino del mundo que viene, del universo de Dios. Y
las cosas de Dios no son tan fáciles de definir. Si así fuera, Dios se convertiría en
alguien fácilmente manipulable.
Pues bien, ¿cómo hablaron aquellos primeros discípulos de lo que no se puede
hablar?, ¿cómo le pusieron palabras a lo eterno, que visitaba nuestra historia?, ¿de qué
forma dieron testimonio y explicaron al mundo el cielo que se les hacía presente en sus
vidas, transformándolas de arriba abajo? Ellos pensaron que la mejor manera de
explicar a todos lo que ellos había vivido era utilizando símbolos y metáforas. En
efecto, hay una diferencia muy importante entre los conceptos y los símbolos. Los
conceptos son cerrados porque pretende definir; mientras que los símbolos son abiertos
porque pretenden provocar a la imaginación. Es decir, los discípulos de Jesús pensaron
que los símbolos se mostraban más humildes en relación con el misterio que ellos
querían transmitir al mundo. El símbolo busca evocar, sugerir, invitar a la
contemplación…
De esta manera, estos discípulos, y así lo podemos ver en el Nuevo Testamento,
crearon una constelación de símbolos para explicar, desde diferentes ángulos, un
misterio inexplicable: un judío muerto en la cruz, ha sido resucitado por Dios y
legitimado como su Hijo. Veamos algunos de los más importantes.
El término “resurrección” (cf. Rom 4,24; Gal 1,1), por ejemplo, viene de una
palabra griega que significa “despertar”. Se sugiere la idea de alguien que está dormido
y que es despertado por otro, o él mismo se despierta. Así, la imagen del sueño es una
forma de aludir al sueño de la muerte, del cual Jesús ha sido despertado por Dios, su
Padre. Del mismo modo, a la base de la idea de resurrección se encuentra otra palabra
griega que significa “levantarse” o “poner de pie”. Alguien es levantado, puesto de pie
desde una situación previa de postración o servidumbre; alguien se encuentra tirado por
tierra, humillado, y es restablecido, erguido, puesto derecho. Aquí encontramos
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imágenes fuertemente simbólicas donde también se nos está hablando del Señor
resucitado. En efecto, en el viernes santo Jesús ha sido humillado, tirado al suelo,
postrado, hasta el extremo de colgar en una cruz, la forma de muerte de los malditos de
Dios. Sin embargo, ahora ha sido restablecido de esa situación de vergüenza pública y le
ha sido devuelta su dignidad. Esto significa que Jesús ha resucitado de entre los
muertos.
No
obstante,
estos
dos
símbolos,
usados
unilateralmente,
tenían
el
inconveniente, y así lo percibieron los propios discípulos, de no dar razón
convenientemente de lo que había sucedido a Jesús. En efecto, no se trataba
simplemente de que Jesús hubiera vuelto a la vida, como había ocurrido, por ejemplo, a
Lázaro después de ser revivificado por el propio Jesús. Había que profundizar el tipo de
vida a la que el Señor había retornado. No se trataba de volver a esta vida nuestra para
morir de nuevo, sino entrar en la Vida de Dios que no conoce ocaso, ni fin. Jesús, esta
era la experiencia vivida por los apóstoles, ya no vuelve a morir porque la muerte ha
sido vencida por su resurrección (cf. Rom 6,9).
Por esta razón, junto a los anteriores símbolos, ofrecieron muchos otros que
quería poner de relieve esta nueva dimensión. Por ejemplo, la expresión “Jesús ha sido
glorificado” (cf. Jn 7,39), propia del evangelio de Juan, nos da la idea no sólo de
retornar a la forma anterior de vida, sino la de ser elevado a otra dimensión donde
participa de la naturaleza misma de Dios. También la expresión “Dios lo ha exaltado”
(cf. Hech 5,31), propia del himno de San Pablo en la carta a los Filipenses, nos está
hablando de mucho más que revivir. O la forma, propia del libro del Apocalipsis, donde
se nos habla de Jesús como “el viviente” (cf. Ap 1,17s.), que porta consigo las llaves de
la vida.
En definitiva, la resurrección de Jesús supone el “espaldarazo” de Dios a la vida
toda del Hijo, el reclamo de su pretensión como verdadera, la legitimación de su ser
como la de Aquel en el cual todos los hombres han de decidir su existencia.
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2. Textos de profundización
En primer lugar os he dado a conocer la enseñanza que yo también recibí. Os he
enseñado que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que lo
sepultaron y que resucitó al tercer día, como también dicen las Escrituras; y que se
apareció a Cefas y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos
hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos ya han
muerto. Después se apareció a Santiago y luego a todos los apóstoles. Por último se me
apareció también a mí, que soy como un niño nacido fuera de tiempo. (1 Cor 15,3-8)
La resurrección de Cristo por su naturaleza misma escapa a una constatación
puramente empírica. Ella introduce a Jesús en “el mundo que viene”. Su realidad
puede ser inferida en las manifestaciones de Cristo en gloria a los testigos
privilegiados, a la vez que es corroborada por el hecho de la tumba vacía. Pero no se
puede simplificar esta cuestión suponiendo que todo historiador, con los solos recursos
de la investigación científica, podría demostrarla, como un hecho accesible a cualquier
observador: también aquí la “decisión de fe” o mejor la “abertura del corazón”
determina la posición tomada. (Texto tomado de PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA , Bible et
Christologie, París 1984, 55)
Que un muerto vuelva a la vida no carece de precedentes en el ámbito bíblico. Pero no
es esto lo que quiere decir la resurrección de Jesús. Lo que la resurrección en el caso
de Jesús expresa es que Jesús pasa a un tipo de existencia que ha dejado tras de sí la
muerte de una vez para siempre (Rom 6,10), que ha llegado a Dios superando para
siempre las fronteras de este eón (Heb 9,26; 1 Ped 3,18). Al contrario que David y que
todos los resucitados por él mismo, Jesús se ve libre de la corrupción (Hech 13,34),
vive para Dios, vive “por los siglos de los siglos, y tiene las llaves de la muerte y del
hades” (Ap 1,17s). Esto carece de analogías, como suele repetirse con toda razón.
Rompe de una vez todo nuestro mundo de vida y muerte, y al romper nos abre un
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camino nuevo hacia la vida eterna de Dios (1 Cor 15,21ss). (Texto tomado de H.U. VON
BALTHASAR, El misterio pascual, en J. FEINER-M. LÖHRER (dirs.), Mysterium Salutis,
III/2, Madrid 1969, 270s.)
3. Para trabajar…
1. Trata de definir y entender qué significa “acontecimiento escatológico”
2. ¿Sabes diferenciar entre “resucitar” y “revivificar” o “reanimar”?
3. Busca los textos bíblicos que encuentras en el texto de presentación del tema
y haz una lectura atenta de los mismos
4. Recuerda de nuevo la constelación simbólica que intenta expresar el
acontecimiento de la resurrección de Cristo. ¿Qué símbolo o imagen te
parece más sugerente? ¿Por qué?
5. ¿Cuáles son las dificultades que, a tu juicio, tienen nuestros contemporáneos
para abrirse a la fe en la resurrección?
6. ¿Qué consecuencias concretas se derivan para tu vida del hecho de que
Cristo ha resucitado?
4. Para profundizar…
Textos
-
Serafín Béjar, ¿Cómo hablar hoy de la resurrección?, Ed. Khaf, Madrid 2010
-
J. Ratzinger, Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la
resurrección, Ed. Encuentro, Madrid 2011
Links
http://www.youtube.com/watch?v=yAvWZ9AYlgA
(Programa Canal Sur, Diálogos en la vida)
http://www.idtp.org/mod/resource/view.php?id=340
(Instituto Diocesano de Teología y Pastoral de la diócesis de Bilbao, Conferencia
sobre la resurrección de Serafín Béjar)
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