Programa de mano - Teatro de la Abadía

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Limpieza
Concepción Hernández
Juan Luis Herranz
Acomodadores
Andrea Delicado
Javier Gómez
Alberto González
José Ramón Herrero
Taquilla
Luza Peña
Jefa de Sala
Gloria Navarro
Prensa
Alexis Fernández
Comunicación
María Fernanda Ahedo
Sastrería / Utilería
Nuria Martínez
Iluminación
Pedro Yagüe
Eduardo García
Maquinaria
José Ramón Salguero
Braulio Blanca
Sonido
Javier Almela
Ayudante Oficina Técnica
y Mantenimiento
Paco Segura
Asistente Oficina Técnica
Deborah Macías
Producción
Lourdes Novillo
Contabilidad
Inmaculada García
Administración
Mercedes Tresguerres
Santiago Aragoneses
Dirección Técnica
Elisa Sanz
Tecni-front
Equipo del
Teatro de La Abadía
Secretaria
Emma Tulla
Ayudante de Dirección
Carlos Aladro
de Albert Camus Adaptación de Rodolf Sirera Dirigida por Carles Alfaro
Interpretada por Francesc Orella
Gerente
Alicia Roldán
Director Adjunto
Joaquín Hinojosa
Director
José Luis Gómez
www.teatroabadia.com
La
Abadía
el placer
inteligente
FERNÁNDEZ DE LOS RÍOS, 42
TAQUILLA: 91 448 16 27
Traducción y
adaptación teatral
dramaturgia
Intérprete
Vestuario
Fotografía
Efectos sonoros
Composición musical
Ayudante de dirección
Espacio escénico,
iluminación y dirección
Equipo técnico y de
producción
Rodolf Sirera
Carles Alfaro y Rodolf Sirera
Francesc Orella
Joan Miquel Reig
Jordi Pla
Quique Morales
Joan Cerveró
Ferran Catalá
Carles Alfaro
Moma Teatre
Ganadora de los Premios de la Crítica Valenciana
Nominada a los Max 2003 en las categorías:
Mejor adaptación teatral, Mejor director de escena,
Mejor diseño de iluminación, Mejor escenografía, Mejor actor protagonista
y Mejor empresario o productor privado de artes escénicas MOMA Teatre
Moma Teatre en coproducción con el Teatro Nacional de Catalunya
¡Querido amigo! El peso del tiempo es terrible para quien está solo, solo ante uno
mismo, solo ante el juicio de los demás, sin
Dios y sin amo. Ya no hay padre, ya no hay
reglas. Somos libres, libres, ¿no nos gusta
tanto?, pero entonces nos las hemos de
arreglar como podamos. Pero la libertad
no es una recompensa, es una carga muy
pesada. Al final de cada libertad hay siempre una sentencia. Por eso, todos le tienen
miedo.
Albert Camus. La caída.
He aquí un hombre que se confiesa y
mientras lo hace se aniquila. He aquí la historia de un hombre dual en una época doble. He aquí un hombre cayendo sin fin. He
aquí el corazón moderno, es decir, un hombre que no puede soportar ser juzgado y se
desquita haciendo su propio proceso, para
así juzgar mejor a los demás.
Huir. Este podría ser el verbo que mejor expresara nuestro devenir por la vida. Nos pasamos la vida huyendo de las cosas, de las personas, incluso -o sobre todo- de nosotros
mismos. No queremos, evitamos plantarle
cara a la vida. Pero quizá algún dia, de la manera más inesperada, en un momento de de-
bilidad, aparezca nuestra imagen sonriendo
al espejo y descubramos que la sonrisa es doble... Una sonrisa que nos obligue a sentir
aquello que no quisiéramos, que nos haga
entrar en confrontación. Estaríamos atrapados entonces. Ya no podríamos continuar mirando hacia otro lado, ya no podríamos continuar huyendo ni vivir confortablemente
instalados en la mediocridad. Daría comienzo
nuestro calvario particular, con sus obstáculos
y sus caídas, por tal de encontrar una respuesta a aquello que arruina nuestro presente. Porque la memoria es persistente y, poco a
poco, siempre acaba por retornar. Y mientras
recordamos caemos. Y mientras caemos recogemos los trozos del espejo destrozado, aquel
en que antes nos mirábamos el rostro satisfecho, con una ironía y una crudeza que hiela,
con el alma inflamada por la culpa y atizada
por la vergüenza.
¿Qué podemos hacer para ser otro? Nada. No habría que ser nadie, olvidarnos
de nosotros mismos para poder ser otro,
al menos una vez. No obstante, no deberíamos menospreciar el raro valor que
hay en fustigarse sin compasión, el extraño gozo de entregarse a una desnudez
aterradora.
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