“A mí me gustan los entrenamientos, y cuanto más duros son, más los disfruto” Nuria Mendoza, Coordinadora del Instituto de Lenguas Modernas de la Universidad Nebrija, ha reservado un momento, a pesar de su timidez, para compartir con nosotros su pasión por la danza, una afición que ha significado un antes y un después en su vida. ¿Cuándo te iniciaste en el mundo de la danza? ¿Qué te llevó a apuntarte a una escuela de ballet clásico? Empecé con el ballet clásico hace unos cinco años, y por casualidad. Quería bailar desde hacía mucho tiempo y comencé con clásico en vez de con otro estilo porque las clases me cuadraban en el horario. Es sólo una afición, pero me siento feliz de haber empezado. Una de las mejores decisiones que he tomado hasta ahora en mi vida. Para mí, significa un antes y un después en mi humilde existencia. Y me pregunto cuántos “Nebrijos” habrá por ahí con el mismo vicio del tutú y las mallas… Después de una jornada de trabajo y de corregir exámenes, ¿cuánto tiempo le dedicas a la danza? Dedico a la danza cinco horas semanales, y cuando empieza la época de ensayos, unas siete horas semanales. Pero hay tiempo para todo. La mayoría estamos muy ocupados, así que si se quiere hacer algo, hay que organizarse bien y combatir la pereza y el cansancio. Si no, uno se queda tirado en el sofá de su casa viendo la vida pasar. Eso no suena bien. Parece una técnica muy complicada, ¿Son duros los entrenamientos? Esta pregunta debería responderla nuestra maestra. Ella diría que no nos esforzamos lo suficiente y que no entrenamos tan duramente como debiéramos. A mí me gustan los entrenamientos, y cuanto más duros son, más los disfruto. Pero tiene razón la maestra: no sacamos todo lo que podemos de nosotros, nos autolimitamos y no rendimos al 100%. Es cierto por otra parte, que mis compañeros y yo hacemos esto por aprender y disfrutar, no sentimos ninguna presión como los bailarines que intentan vivir de ello. El ballet es realmente duro y necesita afán de perfeccionismo y exigencia constante. Es uno de sus muchos encantos. Como toda técnica que tiene complejidad, debe ser muy satisfactorio ver los resultados con el paso del tiempo… ¿Puedo evitar esta pregunta? El ballet pocas veces me resulta satisfactorio en el sentido de pensar que estoy haciendo algo perfecto o al menos muy bien. Las pocas veces que alguno de los profesores te dice que sí, que has clavado algo, te caes de espaldas de la sorpresa. La satisfacción me viene más bien por la sensación de superación y de relativo progreso, aunque sea de forma muy lenta. Y eso es lo bonito, tener entre tus manos un proyecto de vida en algo que aunque sólo tenga importancia para una misma, se ha convertido con los años en una pasión. ¿La escuela organiza alguna actuación en la que participen los alumnos? Bailamos todos los años en un festival que organiza mi escuela. Este será mi cuarto año haciéndolo, tras destruir por completo en los tres años anteriores la belleza de El Cascanueces, El Corsario, y la Gaîté Parisienne, respectivamente. Admiro el esfuerzo, la paciencia y el entusiasmo de mis profesores, que se meten en este embolado por amor al arte. Esté año haré dos coreografías: una versión clásica de Mary Poppins (sí, os podéis reír si queréis) y algún fragmento de algún ballet clásico romántico, pero aún no sabemos cuál. ¿Qué sientes cuando estás en el escenario? Lo que se siente va variando por etapas: no falla la sensación de cansancio los meses anteriores, sentir que no saco más tiempo en mi vida como para echar durante tres meses horas y horas a los ensayos; o pensar, cuando estoy a punto de salir a escena, " Dios, ¿qué hago yo aquí una vez más haciendo el ridículo?”. Pero todo compensa con la sensación de pura satisfacción al terminar y oír los aplausos de la gente. Es algo mágico, aunque honestamente, tenemos al público ganado desde antes de empezar, ya que la mayoría son familiares y amigos. ¿Hay algún bailarín que te guste especialmente? Muchos, pero últimamente tengo bastante adicción por Baryshnikov, por su elegancia, su potencia, su fuerza, su lenguaje corporal, por su forma de actuar y por la sensibilidad y masculinidad que consigue transmitir en sus interpretaciones. ¿Cuál ha sido el espectáculo de danza que más te ha impresionado? Tengo un recuerdo muy bonito de una versión que vi el año pasado de El Lago de los Cisnes con el Ballet Imperial Ruso que, por cierto, viene a Madrid bastante. Fue un regalo de algunos de mis compañeros “soletes” de Nebrija, una sorpresa total. Y la verdad, no pensé que iba a gustarme tantísimo. Nunca se sabe con los ballets rusos de ahora… a veces vienen bailarines buenísimos, pero no siempre es así. Recuerdo que era la misma tarde del desfile del Día del Orgullo en Madrid. Supuso un buen contraste pasar de la locura de la gente, carrozas, charangas y ruido de la Gran Vía, al silencio y tranquilidad del teatro y al mundo de Odette y Sigfrido. Otro aspecto del ballet que me encanta: la concentración, tranquilidad, inspiración e intimidad que consigo encontrar en mí. Y ya no me enrollo más, que tengo mucho carrete…