Nike compara a Ronaldo con Jesucristo, no

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Nike compara a Ronaldo con Jesucristo, no compres Nike
¿Qué tienen en común Ronaldo y Jesucristo? Fama y reconocimiento
internacional, millones de seguidores, y ahora también, gracias a Nike,
abreviaturas para delimitar eras históricas antes y después de la llegada al
mundo de Jesucristo.
Las asociaciones de usuarios y consumidores han solicitado a todos sus
miembros que no consuman los productos de la marca blasfema.
También se ha llevado a cabo una manifestación atea en la que se
profirieron insultos blasfemos contra Dios, la Virgen y los Santos. No se han
mofado, solamente, de una religión. Se han reído de la muerte de una
persona que, para más de mil millones de creyentes es, al mismo tiempo,
Dios. Siempre he afirmado que la blasfemia es el arma de los cobardes,
incapaces de ridiculizar al profeta Mahoma porque saben que les costaría la
vida. Una nueva profanación se ha ejecutado en la Parroquia de la
Ascensión del Señor al robar objetos para el culto.
En el artículo 525.1 del código penal dispone: “Incurrirán en la pena de
multa de ocho a doce meses de cárcel los que, para ofender los
sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan
públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de
documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen,
también públicamente, a quienes los profesan o practican”.
Por el contrario, en el monasterio de Lerma, sólo existe candidez,
obediencia e indigencia. Vida contemplativa y nada más. Las monjas
cambian su indumentaria anterior por un traje talar atado a la cintura por
un cordel blanco, sandalias todo el año; una celda como dormitorio,
oraciones desde las primeras luces del día, penitencia, quietud, vigilia y
labranza, para encontrar a Jesucristo.
El monasterio acoge a jóvenes religiosas que oran, interpretan canciones y
danzan sin abandonar la sonrisa de sus labios. Alzan los brazos a la
eternidad mientras cantan: “Soy de Cristo”. Las alegres monjas son urbanas
y universitarias. La madre superiora atraviesa mis ojos con su mirada
limpia, purificada por los sollozos; ladea la testa con humildad y coge mi
mano entre las suyas enflaquecidas: “Estamos haciendo algo grande por
amor a Cristo”. Y se ausenta transportando su hábito con garbo, del que
cuelga un rosario de madera de pino. En el monasterio de Lerma, en 1984,
estaban 23 monjas; hoy son más de 180 hermanas.
Esta es la otra cara de la moneda. Esas monjas enclaustradas,
contemplativas y sufrientes serán el fermento que transformará en gozo la
tribulación que, en estos momentos, está sufriendo la Iglesia de Cristo.
Clemente Ferrer
[email protected]
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