La Verdad Oculta del Proteccionismo Análisis de la Política Comercial Agrícola Soluciones para la Agricultura Dr. Rigoberto Stewart La Verdad Oculta del Proteccionismo Serie Libros INLAP N2 Dr. Rigoberto Stewart La Verdad Oculta del Proteccionismo Análisis de la Política Comercial Agrícola Soluciones para la Agricultura 2000 iii Copyright Diseño de portada: Francisco Leiva Correctora de estilo: Ana María Umaña iv EL INSTITUTO PARA LA LIBERTAD Y EL ANÁLISIS DE POLÍTICAS –INLAP-- El INLAP es una institución sin fines de lucro, no partidista, creada para promover y defender la libertad individual en todos los ámbitos, así como analizar y promover políticas de gobierno que estimulen el desarrollo material, espiritual e intelectual de los costarricenses. El instituto se guía por los principios de la libertad con responsabilidad individual, la libertad económica, un gobierno estrictamente limitado y el respeto absoluto del derecho a la propiedad privada. INLAP Apartado postal 329-4050 Alajuela, Costa rica Tel. (506) 438-2464 Fax. (506) 438-2444 Correo electrónico: [email protected] Página web: www.inlap.com v vi CONTENIDO Presentación Prólogo Agradecimientos X Xii Xvi PARTE I: INTRODUCCIÓN 1. Política de Comercio Internacional Fundamentos del Libre Comercio Proteccionismo Agropecuario Mercantilismo Feudal Grados de Libertad Comercial 2. Tratados de Libre Comercio La Organización Mundial del Comercio Tratados Comerciales Negociaciones Comerciales Represalias Conclusión PARTE II: 5 6 7 9 11 13 13 14 16 18 18 FALSOS JUSTIFICANTES DEL PROTECCIONISMO AGROPECUARIO 3. Subsidios en Países Desarrollados El precio Internacional Los Subsidios Efectos de los Subsidios 23 23 24 34 4. Seguridad Alimentaria Costos de la (In)seguridad Alimentaria Opciones de Verdadera Seguridad Alimentaria Moralidad de la Seguridad Alimentaria 37 43 45 46 5. Estabilización de Precios e Ingresos Validez de los Argumentos 47 49 vii Conveniencia de la Estabilización de Precios 51 viii PARTE III: ASPECTOS ECONÓMICOS Y MORALES 6. Proteccionismo y Pobreza Los Productores de Bienestar Pobreza vía Transferencias Pobreza vía Reducción del Ingreso Real de los Trabajadores Pobreza vía el Mal uso de los Recursos Productivos Pobreza vía los Subsidios Directos 7. Proteccionismo y Moral Modelos de Sociedad y Proteccionismo Codicia de los Productores Omisión de los Subsidios Beneficiosos Perjuicio al Pequeño Productor Agrícola Iniquidad Entre Productores 8. Libre Comercio y Riqueza 55 56 59 63 65 69 73 73 79 80 81 83 85 PARTE IV: HACIA LA ACCIÓN 9. Soluciones para el Sector Agropecuario Acciones Gubernamentales Acciones Gremiales Epílogo 93 94 95 103 ANEXOS Anexo A. Más Falsos Justificantes del Proteccionismo Nulas Opciones de Producción La Industria Naciente 109 109 113 Anexo B. El Proteccionismo Como Crimen Económico Un Mundo más Libre El Crimen Económico 117 117 119 Referencias 121 ix El Autor 125 x CUADROS 1. Impacto de un arancel sobre la remuneración de la mano de obra (en dólares) 64 2. Panamá: uso real del recurso agrícola, 1996 66 3. Panamá: uso potencial del recurso agrícola, 1996 66 4. Costos económicos de las barreras al comercio forestal, 1992-93 68 5. Las empresas más subsidiadas con CAT, 1993-1996 70 6. Efecto del proteccionismo sobre el pequeño productor 82 A. Ilustración de la ventaja comparativa 111 GRÁFICOS 1. Efectos de los pagos compensatorios sobre la oferta agrícola 28 2. Efectos de los pagos compensatorios sobre las exportaciones 28 3. Pérdidas causadas por la falsa seguridad alimentaria 40 4. Interrelación entre productores 58 5. Excedentes del productor 60 6. Excedentes del productor y del consumidor 62 7. Área de bienestar 86 8. Área de bienestar por tipo de país 86 xi Presentación El fenómeno de la pobreza en Latinoamérica es generalmente explicado en círculos académicos y políticos como resultado de oscuras conspiraciones extranjeras o algo sorpresivo e incluso misterioso. Basta leer en la prensa artículos producidos por selectos profesionales para detectar el misticismo que se le confiere al término pobreza. Por otra parte los gobiernos se lamentan de que exista el fenómeno y recetan todo tipo de paliativos que a su vez empeoran el mal. En esta obra, el Dr. Stewart desmitifica el citado fenómeno y nos presenta de forma sencilla y clara la interrelación entre proteccionismo agrícola y su contribución a la pobreza en Latinoamérica con referencias específicas para el caso de Costa Rica. Es más, los tan cacareados tratados de libre comercio (TLC) son puestos bajo la inmisericorde lupa económica del Dr. Stewart quien llega a la conclusión de que éstos en vez de remover distorsiones más bien las empeoran. Me atrevo a afirmar que la presente obra es prácticamente única en su género puesto que está originalmente escrita en español, con un análisis y conclusiones originales y fácilmente comprensibles; además, está dirigida a un amplio público no necesariamente profesional. De modo sencillo se demuestra que las múltiples distorsiones que afectan nuestra agricultura y que son introducidas por el estado provocan perversiones económicas y morales. Su efecto final es la generación de pobreza para vastos sectores de la población y extrema riqueza para unas pocas familias ligadas al poder político. Para todos aquellos que buscamos una explicación clara y sencilla de porqué el proteccionismo agrícola es sinónimo de cinturones de miseria alrededor de nuestras ciudades y pobreza rural, los invito a explorar este magnífico tratado elaborado por el Dr. Stewart. Estoy seguro de que a muchos nos cambiará la forma de ver las estructuras socio-políticas asociadas con el instrumental coercitivo de medidas económicas. Leyendo xii esta obra también entenderemos los elementos que son necesarios para provocar profundas y radicales reformas económicas con el objeto de vivir en un país que al fin se merece la prosperidad. Prosperidad como la que ya existe desde hace décadas en muchos países con economías con alto grado de libertad y desarrollo, lo cual no se generó por accidente, sino por entender y aplicar aquellos elementos que transmite el Dr. Rigoberto Stewart a todos los que estamos comprometidos con la verdad. Lic. Mario A. Vedova, MPA xiii Prólogo A través de la historia, el mundo ha oscilado entre grandes y variantes oleadas de libertad comercial a escala internacional y de restricciones severas a esta libertad. No obstante, en el nuevo mundo, particularmente en Latinoamérica, se ha dado una manifiesta preferencia por las restricciones al comercio internacional, conocidas como proteccionismo. Adam Smith manifestó en La Riqueza de las Naciones (1776) que a pesar de tener menos recursos naturales que las de España y Portugal, las colonias británicas en América eran más prósperas. Atribuyó la diferencia a la mayor libertad económica que existía en ellas: había mayor libertad para el comercio internacional y pagaban mucho menos impuestos que los cobrados por los gobiernos españoles y portugueses. Esta preferencia por el proteccionismo es perfectamente comprensible cuando se trata de productores (normalmente empresarios) de bienes y servicios, pues es natural que cada uno quiera tener un monopolio en el mercado donde vende su producto. Pero cuesta mucho comprender por qué los jerarcas o gobernantes latinoamericanos también profesan esta preferencia. Para explicar este aberrante comportamiento gubernamental, se aduce que los productores agrícolas están bien organizados en grupos de presión – mientras que los consumidores se encuentran dispersos y sin poder– y que los jerarcas sucumben siempre ante este poderoso “lobby”. Esto es cierto, pero ocurre sólo porque los ciudadanos no tienen derechos individuales bien establecidos. Me refiero a los derechos a la libertad y a la propiedad, los cuales sustentan el derecho a la libertad económica, cuya violación es necesaria para poder conceder ventajas a esos grupos de presión, en detrimento de la gran masa de consumidores. Este desamparo del individuo está íntimamente ligado a la herencia colonial, la cual permite retratar al gobernante latinoamericano desde su perfil psíquico y moral. Entre los factores de este orden que influencian o determinan sus preferencias por ciertos tipos de xiv políticas encontramos: el complejo de inferioridad, el desprecio hacia el ser humano, la impudicia o descaro, y la estupidez o insensatez. Complejo de Inferioridad. En el área de la producción, este complejo se manifiesta en actitudes o aseveraciones como las siguientes: “No podemos competir; somos muy pequeños y desventajosos; el mundo está contra nosotros”. Esta tesitura impulsa a los gobernantes a adoptar medidas para proteger a los indefensos productores; es decir, sus propios temores e inseguridades los hace abrazar el proteccionismo agropecuario. Desprecio por el ser humano. Por circunstancias íntimamente ligadas a su propia crisis de identidad, el gobernante latinoamericano siempre ha desdeñado profundamente a sus propios conciudadanos. Una manifestación de este desprecio es el hecho de que él considera que los individuos fuera de la clase política son ciudadanos de segunda, indignos del derecho a consumir ciertos alimentos: vinos, carnes, lácteos, entre otros. Estos son bienes suntuarios (para ellos) y, por tanto, su consumo se debe disuadir mediante elevados aranceles y hasta la prohibición de importaciones; en tanto que los de la clase política gozan de exenciones fiscales o disfrutan de tiendas especiales y exclusivas donde los adquieren libres de impuestos y trabas (por ejemplo, las tiendas militares en el Ecuador). Otra manifestación de este desprecio es el hecho de que el jerarca no tiene empacho en estimular la importación de bienes de inferior calidad para el consumo de sus conciudadanos más pobres. En Ecuador, durante los años ochenta, se importaba para el consumo humano un cebo que no era recomendable ni para los animales. La impudicia. El descaro de los gobernantes se manifiesta de varias formas. La más obvia es el hecho de que los miembros de la clase política latinoamericana (y los gobernantes) son también grandes actores en el engranaje agroalimentario, donde participan como productores agrícolas, agroindustriales o comerciantes de un gran número de productos; por lo que no tienen ningún reparo en tomar medidas de políticas que favorezcan a sus propias actividades, aun en detrimento de la gran mayoría de los ciudadanos. Por ejemplo, en un momento dado, el presidente, el vicepresidente, el xv ministro de Agricultura y algunos diputados de Panamá eran ganaderos. ¿Favorecieron sus políticas a la ganadería? Claro que sí. Hubo crédito subsidiado y barreras de todo tipo a la importación de carne de res y, para colmo, esta carne fue incluida, por excepción, dentro de la lista de productos de exportación no-tradicionales, con el fin de que recibiera un subsidio en la forma de un Certificado de Abono Tributario (CAT). Ahora, los CAT normales que recibieron la mayoría de las exportaciones no-tradicionales representaban un subsidio de 10 a 15 por ciento del valor de lo exportado, pero para la carne los jerarcas panameños inventaron que el porcentaje del CAT sería equivalente al arancel que cobraban los gobiernos de los países importadores. Como la mayoría del producto iba a Japón y este país cobraba un arancel del 50 por ciento, el CAT se fijó en 50 por ciento (Stewart 1996). En Costa Rica, durante 1950-80, los productores de arroz, muchos de los cuales eran políticos o individuos políticamente fuertes —un expresidente era productor, incluso durante su ejercicio—, recibieron una fuerte protección y altas ganancias a costa de los consumidores, mientras que la protección obtenida por los productores de frijol —un grupo de pequeños agricultores sin ningún poder político— fue negativa; es decir, recibieron precios inferiores a los internacionales (Stewart 1984). Pero esto no es todo. El proteccionismo agropecuario tiene muchos otros atractivos para los políticos latinoamericanos. Por un lado, confiere poder a una legión de mediocres para decidir si se permite o no la importación de un determinado producto agroalimentario, cuándo se puede hacer, en qué cantidades y quiénes recibirán los permisos. Esto les da la potestad de favorecer a ciertos grupos –normalmente amigos, allegados o copartidarios– o enriquecerse con los permisos que otorgan. Aunque sean gratuitos, el funcionario puede cobrar, por debajo de la mesa, por cada uno de ellos; o puede convertirse en socio de los importadores. Hay mil formas de enriquecerse; todas muy bien ensayadas en Latinoamérica. Ante la pregunta de por qué un profesional que se valore a sí mismo quisiera ser Presidente Ejecutivo del Consejo Nacional de Producción (la institución estatal que concedía permisos de importación y manejaba la compra de una proporción de la producción nacional de granos en Costa Rica), un conocido profesional xvi respondió: “Hay que ver cómo le llueven los regalos en Navidad”. En este sentido, y en otros, el proteccionismo no es más que una forma execrable de corrupción. La estupidez e insensatez. Einstein decía que los gobernantes no pueden ser considerados como representativos de los mejores elementos intelectuales de sus respectivas naciones. Tenía razón. Salvo un mínimo de excepciones, los jerarcas no pertenecen al grupo de los ciudadanos más lúcidos, sino al de los mediocres e insensatos. Esta realidad les induce a ignorar –y muchas veces a desafiar– los fundamentos o principios de la ciencia económica. Por ejemplo: a) No pocos jerarcas creen sinceramente que pueden acabar con el hambre encareciendo los alimentos. Esta es una de las razones por las cuales se empecinan en el proteccionismo agropecuario y la autosuficiencia alimentaria, negando así por completo el poderoso concepto económico de la ventaja comparativa. b) Ellos creen saber, mejor que el mercado, cuáles son los precios que deben tener los bienes alimenticios, de ahí que fijen muchos precios tomando como parámetro los costos de producción, un concepto obsoleto. c) Con igual sinceridad, estos individuos creen que el Estado, por arte de birlibirloque, puede hacer desaparecer ciertos costos, como los ligados a los servicios de comercialización en el campo agroalimentario: transporte, secado, limpieza, almacenamiento, distribución. Por eso, no es raro encontrarlos fijando precios al consumidor por debajo del pagado a los productores. Estas características de los gobernantes latinoamericanos conforman el marco de referencia dentro del cual este documento analiza la política comercial del sector agropecuario y la disyuntiva conformada por el proteccionismo y el libre comercio. En este sentido, el análisis se aparta de la forma tradicional de enfocar y abordar el tema. En particular, el documento lo analiza desde la óptica de la creación de riqueza o pobreza, la moral o modelo de sociedad compatible con cada política, además de la equidad y la sensatez. También explora opciones de asistencia a la agricultura, aceptables desde cualquier punto de vista, y provee una lista de acciones que deben emprender los gremios agrícolas para alcanzar su prosperidad sin violar los derechos de los demás. xvii Este libro no es un tratado de comercio internacional ni de economía; más bien se ha escrito para una audiencia sin conocimientos en estos campos. Se ha tratado de recurrir a la jerga económica lo menos posible, para que así cualquier persona interesada pueda ampliar sus conocimientos sobre las verdades ocultas de la política de comercio internacional conocida como proteccionismo. xviii Agradecimientos Deseo agradecer a Mario Vedova y Juan Ricardo Fernández el haber leído el borrador de este libro y proveer valiosísimas sugerencias. El documento mejoró mucho por esta razón. Le debo mucha gratitud a Ana María Umaña por su abnegado trabajo como correctora de estilo; y estoy en deuda con Myriam Blanco Moneo, mi asistente, quien sugirió el título de esta obra y corrigió varios borradores. Este trabajo no pudo haberse llevado a cabo sin el aporte financiero de la Fundación Francisco Marroquín y la Atlas Economic Research Foundation. A ellas, muchas gracias. No obstante lo anterior, asumo toda responsabilidad por el contenido del libro y por sus errores y omisiones. Rigoberto Stewart, Ph.D xix La Verdad Oculta del Proteccionismo PARTE I INTRODUCCIÓN 3 4 1 Política de Comercio Internacional Política es una serie de medidas que toman los gobiernos en campos determinados con el objeto de lograr resultados específicos. Igualmente, podríamos decir que políticas económicas son un conjunto de medidas que el gobierno adopta para manipular la economía, con el propósito de obtener resultados diferentes de los que se lograrían con la libre interacción de los agentes económicos: oferentes y demandantes. Por ejemplo, si alguien de la clase política desea producir caña de azúcar, el gobierno puede tomar las medidas necesarias para que la producción de ese bien sea un negocio lucrativo. Como el azúcar es barato en el mercado mundial, una medida indispensable sería prohibir la importación de azúcar o gravarla con un arancel suficientemente alto. Estas medidas le darían al político, improvisado como productor, la oportunidad de cobrar un precio —por encima de lo que ya pagaban los consumidores— que convierta la actividad en una operación lucrativa. En realidad, lo que se logra con estas medidas es transferir dinero del bolsillo de todos los consumidores de azúcar a las arcas de dicho productor (y de todos los demás productores nacionales de azúcar). En el campo agroalimentario, la política está definida por las medidas que afectan la producción, distribución, importación, exportación, uso y consumo de los alimentos. Estas medidas pueden incluir subsidios o impuestos a uno o varios insumos (crédito, fertilizantes), subsidios a la comercialización o participación en esa actividad de un ente estatal o para-estatal; barreras a la exportación, como prohibiciones, impuestos, cuotas; y barreras a la importación, como prohibiciones, aranceles, requisitos fitosanitarios y zoosanitarios, o normas de origen. Por ejemplo, si la política gubernamental consiste en 5 estimular la producción de carne y disuadir su consumo, puede lograrlo combinando los subsidios al crédito de producción, a otros insumos (como los fertilizantes) o a la exportación, con la prohibición de importar de carne o la aplicación de un arancel elevado. Como se ve, el comercio internacional juega un rol importante en la política agroalimentaria de los países latinoamericanos. Fundamentos del libre comercio Desde que el hombre empezó a vivir en sociedad, hace miles de años, comprendió que podía alcanzar mayores niveles de vida si en vez de producir todo lo que requería para vivir (ser absolutamente autosuficiente) se especializaba en la producción de algunos bienes para luego trocar parte de ellos por los que producían otros individuos bajo condiciones más ventajosas. Esto es así porque algunas circunstancias personales, tales como habilidad, interés, conocimientos, actitud, preferencias, capital y ubicación geográfica, además de otras como clima y calidad del suelo, varían mucho de individuo a individuo y a través de regiones; como resultado, cada persona está dotada de condiciones óptimas para ciertas actividades. Ahora, cuantas más personas intervengan y más variadas sean sus circunstancias, mayores serán las posibilidades de incrementar el nivel de bienestar para todos mediante la especialización y el intercambio. El nivel de bienestar que podrían alcanzar dos personas en circunstancias parecidas, condenadas a intercambiar pocos productos (arroz y carne) y solamente entre ellas, es muy inferior al que conseguirían si tuviesen la oportunidad de intercambiar con miles de personas cuyas circunstancias fuesen diferentes a las suyas y que produjeran bienes también distintos (leche, uvas, frijol, legumbres, etc.). Por sus evidentes bondades, este principio elemental es universalmente aceptado. Se ha aceptado a escala personal. Por ejemplo, muchos individuos se especializan en medicina, periodismo, educación, fontanería, agricultura, y truecan sus bienes o servicios por los de otros. El médico trueca sus servicios por los del carnicero, panadero, fabricante 6 de automóviles o chofer de autobús. Dicho galeno no es a la vez fontanero, fabricante de autos o carnicero. También se ha aceptado en los ámbitos distrital, cantonal, provincial y regional. Ningún distrito, cantón o provincia de un país produce todo lo que sus habitantes consumen. Se especializan e intercambian. En Costa Rica, la provincia de San José produce café; la de Limón, yuca, banano. Intercambian. La Región Norte produce arroz, melón, carne de res; la Región Central, cebolla, tomate, cocinas, refrigeradoras. Intercambian sus productos sin ninguna restricción. Igualmente, no hay conflictos entre las regiones costeras. En Limón se consume pescado de Puntarenas, y en esta última, carne de tortuga y langosta del Atlántico. ¿Qué sucede entonces a escala de país? ¿Por qué no ocurre lo mismo? ¿Por qué el principio económico (y de sentido común) es tan claro y funciona tan bien en todos los otros ámbitos, excepto en éste? Obviamente, el problema no es el principio económico, el cual se aplica de igual modo a todas las escalas, incluyendo la mundial. El problema es enteramente político. Valga una aclaración. Si en el futuro Costa Rica se uniera con Nicaragua, tal como hicieron las dos Alemanias, todo el problema de tipo comercial que ahora existe entre los dos países desaparecería, y los productos de Pérez Zeledón irían a Masaya sin causar ningún desastre, todo lo contrario. Si en un futuro próximo, Limón se separara administrativamente del resto del país, inmediatamente los políticos empezarían a tomar medidas con el fin de evitar el libre intercambio entre el resto de Costa Rica y esa Región Autónoma. Pronosticarían la ruina de los productores ticos por parte de sus homólogos limonenses. Pero, si de ser así ¿por qué no ocurre ahora, antes de la separación? Lo económico no variaría, sólo lo político. Proteccionismo agropecuario El proteccionismo agropecuario consiste en erigir barreras a la importación de productos agroalimentarios con el fin de evitar que los productores nacionales compitan con los de otros países en cuanto a la provisión de alimentos a los consumidores domésticos. Es 7 decir, con el fin de favorecer a los productores nacionales, los gobernantes impiden el libre comercio, crean un cerco protector –de los productores– alrededor del país. Pero, ¿por qué necesitan los productores esa protección? El argumento esgrimido desde la popularización de esta política es que por diversas razones –pequeñez del país, mala infraestructura, costos de producción elevados, tecnología atrasada, baja productividad, subsidios a productores en los países desarrollados, y otros que analizaremos en este documento– los productores nacionales, en cuanto al abastecimiento de los consumidores locales, son incapaces de competir con los productores de alimentos de todos o la mayoría de los demás países. El muro que se levanta para “proteger” a los productores nacionales de la entrada de productos agroalimentarios producidos en otros países tiene dos componentes: las llamadas barreras arancelarias y las no-arancelarias o para-arancelarias. El arancel es un impuesto que cobra el gobierno para permitir la entrada de un producto al país. El arancel puede ser ad-valorem, específico o una combinación de ambos. El arancel ad-valorem consiste en cobrar, como impuesto, un porcentaje del valor del producto puesto en el puerto. Por ejemplo, si el arancel es del 40 por ciento y el costo del producto puesto en el 1 puerto es de $500/tm , el impuesto a pagar sería $200/tm, y el costo total al importador sería $700/tm. El arancel específico consiste en cobrar un monto específico, por unidad de medida del producto, en lugar de un porcentaje del valor. El impuesto puede ser, por ejemplo, de $50/tm del producto importado, independientemente del costo o valor del producto puesto en el puerto. Si el producto antes mencionado pagara $50/tm, en vez del 40 por ciento, el costo total sería $550/tm y no $700/tm. En este caso, para que fuera igual al ad-valorem tendría que ser $200/tm. Se utiliza también la combinación de los dos. Tomando el mismo ejemplo, si el producto estuviera gravado con un arancel ad-valorem del 40 por ciento más uno específico de $50/tm, el costo total sería $750/tm ($500 + $200 + $50), puesto en el puerto. En Panamá, muchos productos agroalimentarios se gravaban de esta manera aún en 1995. 1 En todo el documento, el símbolo $ se refiere a dólares estadounidenses, US$; tm significa tonelada métrica y equivale a 1.000 kilogramos. 8 Además de las barreras arancelarias, existe toda una suerte de medidas que impiden el libre comercio. En la jerga económica éstas reciben el nombre de barreras para-arancelarias o no-arancelarias. En este grupo se encuentran los permisos de importación, cuotas, prohibiciones y requisitos sanitarios para plantas y animales. En Latinoamérica se ha arraigado el impedir la importación de muchos productos alimenticios si no se cuenta con un permiso otorgado por una dependencia gubernamental. Y estos permisos se dan sólo cuando se comprueba que la oferta o producción nacional es insuficiente para cubrir la demanda de los consumidores locales; es decir, cuando hay faltante o “déficit”. En muchos casos otorgan los permisos a priori pero sólo por un monto determinado, el cual normalmente es muy inferior a la demanda nacional (suele ser equivalente al faltante). En este caso se habla de una cuota. Los requisitos sanitarios han cumplido dos funciones. Cuando el propósito es evitar plagas o enfermedades no existentes en el país y que podrían causar estragos económicos, se considera que cumplen una función legítima; pero en numerosas instancias se convierten en un mecanismo usado únicamente para evitar la competencia con los productores nacionales. En este caso su función es ilegítima, y se convierten en un mecanismo de protección. Por último, los gobiernos a veces prohíben de plano la importación de algunos productos alimenticios con el mismo fin de evitar la competencia. Mercantilismo feudal El mercantilismo consiste en una serie de ideas y políticas económicas establecidas en Inglaterra y Francia durante el siglo XVII, acompañando el surgimiento del capitalismo comercial. Los mercantilistas enfatizaban la importancia del intercambio y el comercio como la fuente de la riqueza de la nación, e impulsaron políticas para incrementar la riqueza (amasar cantidades de oro) y el poder de la nación mediante el estímulo de la exportación y el desaliento de la importación (Pass et al.1991). A pesar de que las condiciones del siglo XVII que facilitaron esta errónea creencia han cambiado 9 sustancialmente, todavía hoy, en los albores del sigo XXI, se sigue pensado igual. El 5 de junio de 2000, el Dr. Fernando Naranjo, economista, ex ministro de Hacienda y ex canciller de Costa Rica, escribió: (...) Creo, sin embargo, que por más buenas relaciones políticas que tengamos con Colombia no se justifica, en los momentos actuales, un tratado de libre comercio con esa nación, tal como fue anunciado recientemente. Nuestras exportaciones a Colombia han sido ínfimas durante los últimos años: US$16 millones en 1995 y US$14 millones en 1999. No creo que un TLC aumente mucho nuestras ventas a ese país. Colombia está atravesando por una crisis política y económica sin precedentes. Es un país que no tendrá capacidad de importar montos significativos de productos costarricenses en los próximos años. Por el contrario, sería de suponer que más bien los empresarios colombianos desearían exportar a Costa Rica bienes a precios bajos, factor que iría en detrimento de los productores locales (...). La República No podía ser más claro el mercantilismo de don Fernando: si el TLC no aumenta las exportaciones, no lo quiere. Y si aumenta las importaciones, menos. Otra joya. El ministro de Comercio e Industrias de Panamá, Raúl Arango, anunció a principios de 1997 que su país tomaría represalias si El Salvador prohibía la libre importación del queso amarillo panameño, con lo cual hubiese violado el tratado bilateral firmado por ambos países. Por otra parte, durante las consultas que debió realizar como parte del proceso que culminaría con su incorporación a la Organización Mundial del Comercio (OMC), Panamá se opuso ferozmente a que Costa Rica exportara a su mercado 5 millones de litros de leche de larga vida UHT, así como leche pasteurizada y descremada, y logró, mediante arduas negociaciones, que se impusiera una cuota de 2 600 tm de leche de todo tipo (la cual incluía sólo 108 000 litros de leche UHT) a un arancel preferencial del 15 por ciento. Cualquier cantidad por encima de esta cuota hubiese pagado en ese momento un arancel del 90 por ciento, el cual debía bajar paulatinamente hasta llegar al 60 por ciento después de nueve años. Costa Rica, por su 10 parte, se peleó con Nueva Zelanda durante sus propias consultas para ingresar a la OMC, y consiguió un arancel del 111 por ciento para la leche, con el propósito de “proteger” su mercado. Estos hechos resaltan un aspecto muy peculiar de las políticas comerciales que rigen en muchos países latinoamericanos. Estas políticas han pasado del mero proteccionismo, mediante el cual los productores luchan para proteger “sus” mercados domésticos, a lo que el venezolano José Luis Cordeiro llama el mercantilismo feudal, mediante el cual pretenden obtenerlo todo: tanto el mercado interno como el externo. Es decir, luchan tan denodadamente para vender en otros países como para impedir que otros vendan en los suyos. Así exportan cuanto quieren, mientras mantienen como rehenes a los consumidores locales. Este es el caso de las industrias láctea y avícola y del azúcar en Costa Rica. Grados de libertad comercial En cuanto a la política de comercio internacional, existen dos extremos: el de cero barreras gubernamentales al comercio y el de cero comercio con otros países o unidades políticas. La primera se denomina libre comercio; la segunda, autarquía o completa autosuficiencia. Casi todos los países del mundo –por no decir todos– se ubican en algún punto entre estos dos extremos; algunos más cerca del libre comercio; otros más próximos a la autosuficiencia. Hay dos formas de medir el grado de libertad comercial que ostenta un país. El primero es el porcentaje de sus transacciones o de partidas arancelarias que no están sujetas a ninguna restricción comercial. Por ejemplo, en Singapur, el 99 por ciento de todas las importaciones están exentas de impuestos. El segundo es el arancel promedio de todas las importaciones. Este se obtiene dividiendo el valor de todas las importaciones por el total recaudado mediante aranceles. Por ejemplo, si un país importa bienes y servicios por valor de $10 000 millones anuales y sobre éstos recauda $1 000 millones 11 por concepto de impuestos a la importación, se dice que el arancel promedio es del 10 por ciento. Durante el período 1993-95, Singapur tuvo un arancel promedio de sólo 0,2 por ciento y Hong Kong de 0,3 por ciento. En 1999, Costa Rica tuvo un arancel promedio de 11 por ciento (55 veces el de Singapur) y el de varios rubros o partidas arancelarias superó el 100 por ciento. El 18 de abril de 1997, Mongolia abolió todo arancel o impuesto al comercio internacional y se convirtió en el primer país que practica un comercio internacional cien por ciento libre (The Economist 1997). 12 13 2 Tratados de Libre Comercio En un modelo de sociedad basado en los derechos individuales, los mal llamados tratados de libre comercio (TLC) no serían necesarios porque prevalecería como norma precisamente el libre comercio. Los TLC son parte de un mundo compuesto por sociedades colectivistas, en las cuales sólo cuenta el bienestar de los productores. Este hecho hace que los tratados y el proceso de negociación sean muy peculiares, en especial si se analizan, como los negociadores pregonan que se hace, desde la óptica de los intereses de los consumidores. Como actualmente esas negociaciones se hacen al amparo de las reglas de la OMC, iniciamos señalando algunas de sus características. La organización mundial del comercio El 1 de enero de 1995, un total sin precedentes de 112 naciones, grandes y pequeñas, ricas y pobres, dieron su firma para establecer la OMC. China, Corea del Norte y los países de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas no participaron (Lodwick 1996). En la formación de ese ente no participaron empresarios ni consumidores –los únicos que comercian–, sino los gobiernos. Por eso se dice que la organización es “government driven” (impulsadas por los gobiernos); en ella, cada gobierno, a través de sus representantes, negocia concesiones comerciales con otros gobiernos. Pero, como no es aventurado decir que los gobiernos son representantes exclusivos de las cámaras de productores, la OMC se convierte esencialmente en un club donde se reúnen los 14 productores de cada país para negociar concesiones comerciales mutuas, especialmente las arancelarias. La OMC tiene dos propósitos básicos. Primero, implementar y dar seguimiento a los procedimientos de comercio internacional aceptados por los países miembros antes del 1 de enero de 1995. Estas reglas identifican en detalle las condiciones bajo las cuales cada país acepta exportaciones de otros países. Las reglas abarcan temas como aranceles, cuotas, regulaciones fitosanitarias, salvaguardas, inspecciones preliminares de embarques, reglas de origen, aranceles compensatorios, subsidios y valuaciones aduanales. Segundo, estimular discusiones para preparar futuras rondas mundiales de negociaciones, como la fallida en Seattle a principios de 2000. Ningún individuo, corporación, cooperativa o cualquier otra entidad puede iniciar un procedimiento de disputa, ya que ésta es una prerrogativa exclusiva de las naciones que componen la OMC (Lodwick 1996). Cualquier nación puede retirarse de la organización con sólo el requisito de dar un preaviso de seis meses. Tratados comerciales Durante los años 90 Costa Rica firmó un TLC, por separado, con República Dominicana (RD), México y Chile (este último no había sido ratificado por la Asamblea Legislativa aún a mediados de 2000). Nicaragua firmó uno con México. El Salvador firmó uno con RD y expresó públicamente su disposición para negociar otros con países como Panamá y Chile, y su interés por una adhesión al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés) o eventualmente negociar un TLC con Estados Unidos. Honduras firmó un TLC con RD. Y el Triángulo del Norte, constituido por El Salvador, Honduras y Guatemala, suscribió otro con México en junio de 2000, después de más de cinco años de negociaciones. Esos tratados se han llevado a cabo y continúan no porque los gobernantes de esos países hayan entendido finalmente los principios del comercio internacional –los de 15 la especialización y el intercambio– sino porque están de moda y la clase políticoempresarial se percató de que a través de esas negociaciones puede obtener jugosas ganancias. De ahí que los TLC que se negocian no tienen nada qué ver con el libre comercio. Son únicamente concesiones recíprocas de preferencias arancelarias que se dan entre sí los gremios productores de esos países, a través del gobierno. En el caso latinoamericano, se convierten en manifestaciones de la “viveza criolla”, en las cuales se entremezclan y confunden el mercantilismo, la estupidez, la inmoralidad y el desdén por los derechos de los consumidores. Las evidencias de esa tesitura son abundantes. Durante una conferencia de prensa, José Figueres, presidente de Costa Rica durante 1994-1998, manifestó que “a quien más le conviene un tratado de intercambio comercial es a los Estados Unidos, debido a que sus productos tienen que pagar impuestos al entrar en nuestros mercados, mientras que las exportaciones de esta área gozan de un ingreso más libre a la economía estadounidense”. ¡Qué horror! Cuando a Luis Guillermo Solís, director de política exterior de la Cancillería costarricense durante la misma administración, se le consultó si Estados Unidos estaba sintiendo celos de que las naciones latinoamericanas le pudiesen ser infieles en materia comercial, dijo: “No tanto celos, sino miedo. Y qué dicha que están dispuestos a jugar porque si no juegan nos vamos a ir abajo, hacia el Sur”. Sin palabras. Mientras se proferían estas barbaridades, Mongolia abolía todo arancel e impuesto al comercio internacional y su primer ministro, Mendsaikhany Enkhsaikhan, declaraba: “Aunque una reacción natural a nuestra situación geográfica sería erigir altas barreras proteccionistas, sabemos que eso significaría condenarnos al atraso y el aislamiento perpetuo”. Las dos posiciones demuestran que, en materia de comercio internacional, los mongoles actúan con más inteligencia que los ticos. En 1992, el Ministro de Agricultura de Panamá demostró su insensibilidad y candidez al felicitarse porque había logrado negociar aranceles agropecuarios de entre 80 y 150 por ciento. Pedía más. Desde el punto de vista de los beneficios para la sociedad, ese “éxito” es equivalente a ufanarse porque uno pretendía cortarse cinco 16 dedos y logró, por medio de una “hábil negociación”, que le permitieran cortarse sólo tres. Esta tesitura confirma la aseveración de Einstein sobre la inteligencia de los gobernantes. 17 Negociaciones comerciales Es bien sabido que para que exista comercio necesariamente debe haber uno que compre y otro que venda. El mercado está conformado por oferentes de un lado y demandantes del otro. Si falta una de estas partes, no hay mercado ni comercio. Sin embargo, en los TLC esto es precisamente lo que ocurre. Cada país envía a la mesa de negociaciones a los representantes de sus productores, por lo que, en esencia, de un lado se sientan los productores del país A y del otro, los del país B. Ambos equipos llegan a dicha mesa armados hasta los dientes con altas dosis de estupidez, impudicia y viveza criolla (aquella que tiene a una altísima proporción de latinoamericanos hambrientos) y negocian implacablemente en defensa de los intereses de los gremios que representan, y desde posiciones totalmente contrarias a los intereses de las sociedad en cuyo nombre realizan la gestión. ¿Cómo se inician las negociaciones? En lugar de que el equipo negociador del país A presente una lista de todo lo que quiere comprar y el del país B, la lista de todo lo que quiere vender. Los dos equipos presentan una lista de todo lo que no quieren comprar (que no desean que entre a su país). Paradójicamente, brilla por su ausencia el listado de lo que cada país quiere vender; no hay propuestas de venta. Durante las negociaciones con México, el Triángulo del Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras) presentó siete listas de todo lo que no quería comprar: una por cada país, una por cada dos países y una consolidada para los tres. Negación de las ventajas comparativas La tragicomedia de las negociaciones comerciales comienza con la presentación de esas listas y continúa –no podía ser de otra manera– con una serie de violaciones a la ética, al sentido común y a los principios de la economía. Aquí presentamos sólo algunas muestras. 18 Negocian sobre el mismo producto. Los equipos negocian concesiones arancelarias sobre el mismo producto. Toman la partida arancelaria, digamos 02011000, y cada uno hace una oferta de desgravación sobre esa misma partida. Lo lógico es que negocien desgravaciones sobre los productos que cada uno produce y vende con ventaja. Por ejemplo, si Honduras y México negocian un TLC y el primero produce el bien 02121100 con ventaja, este país debería solicitar una reducción arancelaria sobre este producto, mientras que México debería solicitar una reducción sobre el producto 21022201, el cual produce con ventaja. Es decir, Honduras debería presentar la lista de aquellos productos a los cuales quiere que México les dé acceso, y México debería proponer una lista (diferente) de productos a los cuales desea que Honduras les dé acceso. Pero esto no es lo que ocurre. Exclusiones. Cada país declara como “sensibles” los rubros que produce con desventaja comparativa y los excluye de la negociación. En la negociación del TLC con Chile, después de que los agricultores amenazaron con bloquear todo el país, Costa Rica excluyó pollo, cerdo, lácteos, entre otros (productos en los que no tiene ventaja comparativa). Chile descartó trigo, aceites, azúcar, cebolla, papa. Pero aquí no termina el disparate. También eliminaron rubros que producen con ventaja. Por ejemplo, los silvicultores ticos cuentan con clara ventaja comparativa en la producción de maderas tropicales; los chilenos, en pino. Sin embargo, decidieron excluir los productos forestales del TLC. Asimetría. Los representantes negocian plazos de desgravación asimétricos y ridículos. Parece ser que el negociador más “hábil” es aquel que logre los plazos más largos, es decir, aquel que postergue por más tiempo los beneficios para los consumidores. Este hecho quedó suficientemente claro en el TLC Costa Rica-Chile. Como negociaron que la mayoría de los productos de Chile sólo pudiesen ingresar, sin gravámenes, después de 12 y 16 años, Anabel González, la viceministra de Comercio Exterior, y Roberto Echandi, el negociador, manifestaron que “a su juicio son las condiciones más favorables que el país haya tenido nunca en cualquier otro tratado”. ¡Qué bárbaros! Consideran al país sólo como un puñado de productores e industriales. 19 Otra prueba irrefutable de la poca valoración que reciben los consumidores de parte de sus gobernantes. Por último, los países centroamericanos no sólo cometen la torpeza de negociar plazos diferenciados (ej. México desgrava en 4 años y ellos en 11, para el mismo producto), sino que negocian plazos muy largos para bienes que ni siquiera producen. Represalias Si el país A cambia las reglas e impone barreras comerciales a determinado producto (s) del país B, éste puede tomar represalias e imponer restricciones a cualquier otro producto(s) del país A, por montos equivalentes al daño. Estas acciones están contempladas en las reglas de la OMC. En Latinoamérica se habla de represalias cuando un país rico impone alguna restricción comercial a sus exportaciones; pero, ¿quién gana o, mejor aún, quién pierde más con esa acción? El sainete de las represalias se desarrolla de la siguiente manera: el Gobierno estadounidense le impone una restricción a un exportador latinoamericano, entonces el Gobierno del país latinoamericano reacciona señalando: “Si usted no permite que mi productor de X se beneficie vendiendo en su país, yo no permitiré que su productor de Y se beneficie vendiendo en el mío”. Esta represalia se traduce en: “Si usted no permite que sus consumidores de X se beneficien, yo tampoco permitiré que mis consumidores de Y lo hagan. Lo que ya es una monumental estupidez. ¿Por qué deben sufrir los consumidores de Y? No obstante, ésta tampoco es toda la verdad. En el campo agroalimentario, lo que verdaderamente anuncia el desalmado político latinoamericano es lo siguiente: “Si eres capaz de perjudicar a tus consumidores de X, los cuales gastan menos del 10 por ciento de sus ingresos en alimentos, yo te demostraré que puedo ser más macho, cruel y despreciable que tú, y no permitiré que mis famélicos y paupérrimos consumidores, quienes gastan entre 60 y 80 por ciento de sus ingresos en alimentos, se nutran con tu baratísimo alimento”. Acto seguido, y sin inmutarse, le impone un arancel de 100 por ciento a la leche y 320 por ciento a las alas de pollo. El domingo siguiente va a misa y reza por los pobres. 20 Conclusión Los tratados de “libre” comercio se llevan a cabo porque los “países” (sus productores) quieren vender sus productos en otro país. Obviamente, si todos desean vender, ninguno aceptará que otro venda en su país si éste no acepta sus ventas también. De ahí que la única forma de lograr esas ventas es mediante concesiones mutuas. Nada haría más felices a los gobernantes del país A que los del país B les permitieran que ellos exporten todo lo que quieran sin pedirles nada a cambio. Aunque ya sabemos que el país (la mayoría de su gente) que más se beneficiaría es el B. En términos de la relación costo/beneficio, los TLC son un disparate. Comparado con lo que gana la sociedad (en la mayoría de los casos), el costo en que se incurre a lo largo de cinco o siete años de negociaciones más el seguimiento posterior es demasiado, especialmente si se mira sólo desde la angostísima perspectiva del productor. En este caso, don Fernando Naranjo tiene razón, sólo que la conclusión debió ser el libre comercio con Colombia en lugar de su propuesta proteccionista. Queda claro que para que haya un verdadero tratado de libre comercio se necesitan dos mesas de negociaciones: una para los productores del país A y los consumidores del país B; otra para los consumidores del país A y los productores del país B. En cada una, la negociación inicia con una delegación mostrando la lista de todo lo que quiere vender y la otra, la lista de todo lo que quiere comprar. En vez de siete años, las negociaciones probablemente se completarían en un día. Pero esto equivale al libre comercio, y para el libre comercio no se necesitan tratados. 21 22 PARTE II FALSOS JUSTIFICANTES DEL PROTECCIONISMO AGROPECUARIO 23 Introducción Para justificar las medidas proteccionistas ante sus pueblos, los políticos se han valido de una serie de justificantes con base en los cuales han podido vender el proteccionismo al gran público, aun, como veremos, a costa de su propia pobreza y miseria. De todos los argumentos empleados, discutiremos los siguientes: la necesidad de contrarrestar los subsidios otorgados a productores en los países desarrollados, la inseguridad alimentaria de los consumidores y la necesidad de estabilizar los precios agrícolas y los ingresos de los productores. En el Anexo A se discuten la falta de opciones de producción para los agricultores y la necesidad de darle un respiro o una ventaja a la industria naciente. Iniciamos con los subsidios en los países desarrollados. 24 3 Subsidios en Países Desarrollados Uno de los argumentos esgrimidos frecuentemente por quienes defienden el proteccionismo agropecuario es que los productores de los países desarrollados reciben subsidios de sus gobiernos que les dan ventajas con respecto a los productores latinoamericanos. Sin estos subsidios, continúa el argumento, los productores latinoamericanos podrían perfectamente competir con cualquier otro productor tanto en el mercado doméstico como en el mundial. Pero en vista de que sí existen, es necesario “proteger” a los productores latinoamericanos –de la competencia “desleal” de los productores de los países desarrollados– para que puedan seguir produciendo. ¿Tienen razón los que así arguyen? Ya lo veremos, pero primero hay que aclarar algunos conceptos en relación con los mercados y los precios internacionales. El precio internacional El precio internacional de cualquier bien es el precio que resulta en el mercado mundial como producto de la interacción de la oferta y la demanda en ese mercado. La oferta mundial, el lado del mercado más relevante para lo que queremos explicar, es la suma de los excedentes de un gran número de países. (La demanda está compuesta por la suma de los faltantes de igual número). Excedente, en este caso, es la diferencia entre la oferta y la demanda en un plazo determinado, digamos, un año, en cualquier país. Por ejemplo, si en una año determinado, Ecuador produce 500 000 tm de trigo y los consumidores sólo demandan 300 000 tm, en ausencia de un programa de reservas, como ha sido normal en 25 estos países, Ecuador contribuiría a la oferta mundial de ese año con el excedente de 200.000 tm de trigo; de igual manera lo harían un buen número de países. La suma de todos esos excedentes que van a ese mercado constituye la oferta mundial. Cada uno de esos países, que de alguna manera forman parte de esa oferta mundial, tienen sus propias políticas agroalimentarias. Algunos subsidian a sus productores o la exportación del alimento; un buen número erige barreras a la importación; otros, a la exportación; hay sequías e inundaciones en muchas regiones o países; excelente clima en otros, etcétera. Al final se termina con una oferta y una demanda globales (en el mercado mundial), las cuales determinan el precio internacional. Por esta razón, lejos de reflejar la influencia de sólo ciertos subsidios que se dan en países desarrollados, el precio internacional refleja la confluencia de un sinnúmero de factores y de intervenciones en cientos de países, la mayoría de los cuales son subdesarrollados. Quizás lo más importante de todo esto es que el precio internacional que resulta es el que cualquier persona, empresa o gobierno recibe o paga cuando acude al mercado internacional. En ese sentido es un parámetro de comparación o el reflejo de una oportunidad para transar el bien en cuestión. De ahí que en economía se le llama el costo de oportunidad. Los subsidios Los países desarrollados otorgan una variedad de cuantiosos subsidios a sus productores agropecuarios. De esto no hay duda. En 1995, el Progressive Policy Institute y el Cato Institute estimaron que la agricultura estadounidense recibía subsidios por el equivalente a US$31 000 millones (en la forma de pagos directos al productor, promoción de exportaciones y otros) y unos US$3 000 millones en exenciones o reducciones de impuestos (Offut 1996). Sin embargo, por más cuantiosos que sean, no todos esos subsidios son relevantes para la discusión que nos ocupa; no todos pueden ser utilizados 26 para justificar medidas proteccionistas en los países subdesarrollados. Los únicos subsidios válidos para este propósito son aquellos que inciden de alguna manera sobre el precio internacional. (Recordemos que lo argumentado es que, a raíz de esos subsidios, el precio internacional es más bajo de lo que debería ser). Este punto es muy importante, ya que existe la costumbre de hablar de subsidios a productores de otros países sin hacer ninguna diferenciación. Empecemos por señalar que en los países desarrollados existen dos grandes grupos de subsidios: los directos y los indirectos. Subsidios indirectos Los subsidios indirectos incluyen los gastos o logros en carreteras, investigación y extensión, crédito, educación, telecomunicaciones, nutrición, y hasta los incurridos en la formación de una sociedad honrada y con buena ética de trabajo. ¿Por qué se incluyen éstos y muchos más? Porque un productor estadounidense, por ejemplo, tiene un costo relativamente menor de llevar su producto al mercado local o al puerto de exportación debido a la disponibilidad de auténticas autopistas, en tanto que el productor latinoamericano —al cual se quiere proteger— tiene que utilizar caminos que con frecuencia son prácticamente intransitables. En el área de la investigación y extensión, los países desarrollados invierten considerablemente más que los países latinoamericanos, tanto en montos como en porcentajes del valor de la producción. Y no sólo invierten más, sino que lo hacen de forma más eficiente e inteligente. Más eficiente, porque una proporción menor va a gastos administrativos y salarios; y más inteligente, porque, en general, la inversión se hace en aquellos rubros donde tienen una ventaja comparativa. Esto es todo lo contrario de lo que sucede en América Latina. Es por esto que los países desarrollados terminan obteniendo rendimientos de 12 tm por hectárea (ha) para un cultivo X, en tanto que los productores latinos promedian 1,5 tm/ha para el mismo cultivo. Y si los comparamos en términos económicos, en lugar de rendimientos físicos, el resultado sería similar. Se llegaría a 27 conclusiones muy parecidas con respecto a los gastos o logros en telecomunicaciones, educación, carreteras, etcétera. Es necesario resaltar que todos estos subsidios indirectos son muy relevantes para esta discusión puesto que de una manera u otra influyen sobre el precio internacional de los productos agroalimentarios. Subsidios directos Cuando los defensores del proteccionismo agropecuario argumentan que tal o cual alimento está subsidiado en otro país, normalmente se refieren a los subsidios directos. Los que más se han utilizado en los Estados Unidos son los siguientes: precios de sustentación (price support), precios de sustentación más restricciones de área o producción, pagos compensatorios (deficiency payments) y varios subsidios a la exportación. Precio de sustentación. Este es un programa donde el gobierno de los Estados Unidos fija un precio, normalmente por encima del precio de equilibrio, al cual el productor puede vender toda su producción a la Corporación de Crédito para Mercadería (Commodity Credit Corporation, CCC). Este programa, que ha sido empleado para productos como lácteos, trigo, maíz, sorgo, algodón, entre otros, durante los últimos 50 años, creó muchos problemas de reservas a la CCC. En 1980, por ejemplo, ésta tenía en su posesión 1,2 millones de toneladas de productos lácteos: mantequilla, queso y leche en polvo. Precio de sustentación con restricción de área. En vista de que el gobierno acumulaba una cantidad impresionante de granos y otros productos, se ideó restringir el área (o la producción) que los agricultores podían dedicar a cada cultivo. Esto se llamó acreage allotments y se aplicó a algodón, maíz, trigo, maní, entre otros. También hubo cuotas de producción (output quotas) para tabaco y maní. Este programa tuvo una modalidad llamada Desviación Voluntaria de Tierra (Voluntary Diversion of Land) donde la participación era voluntaria para obtener el precio de sustentación, pero para ello debían 28 dejar de producir una proporción determinada de la finca. Entre 1962 y 1971, el 12 por ciento del área de producción fue incluido en un banco de suelos. En Japón este programa de subsidios ha sido popular desde 1969. El área “pagada” por no producir arroz en ese año fue de 10 000 ha; en 1980, de 535 000 ha; en 1990, de 830 000 ha y en 1998, de 954 000 ha (Cramer et al. 1999). Los pagos han oscilado entre $340 y $4 240 por hectárea. El efecto de este tipo de subsidios es reducir la producción mundial e incrementar el precio internacional (todo lo contrario de lo que argumentan los proteccionistas). En Japón, mediante este programa, el área sembrada de arroz se redujo en 21 por ciento entre 1982 y 1999: pasó de 2,3 a 1,8 millones de hectáreas. Pagos compensatorios. Este es un esquema de sustentación de precios diferente. El gobierno fija el precio objetivo (target price), Pt, de antemano (también fija otro precio llamado loan rate, al cual el agricultor puede obtener crédito adelantado), los productores venden toda su cosecha al precio de mercado, P m, y el gobierno les paga la diferencia entre los dos precios (Pt-Pm). Este gasto del gobierno [Q(Pt-Pm)] se conoce como pago compensatorio (deficiency payments). Q es la cantidad total del producto adquirido por el gobierno. A finales de los años 80 se fijó un máximo de $50 000 por finca. Este programa, por obvias razones, incluía control de la producción a través de la restricción del área cultivada. La participación era voluntaria, pero una vez aceptada se debía cumplir con las restricciones de área (abarcaba algodón, arroz, trigo y granos para la alimentación animal). Para la soya, azúcar, lana y miel la participación era igualmente voluntaria pero no había restricción de área. Para tabaco la participación fue obligatoria durante mucho tiempo; ahora es opcional. Uno de los efectos de este programa es la reducción de la oferta (debido a la reducción de área), y por tanto, el incremento del precio internacional y el estímulo de la producción en otros países. Pero dependiendo de la diferencia entre el precio objetivo y el precio de mercado, el efecto puede ser un incremento de la oferta. En estos casos, el programa de precio objetivo es equivalente a un subsidio a la exportación; el precio internacional se reduce (Gráficos 1 y 2). 29 En el Gráfico 1 la curva de oferta se desplaza hacia la izquierda debido a que el programa requiere retirar cierta área de la producción. Cuando el precio objetivo es P t, resulta probable que la producción sea mayor que la del mercado libre (Qt en vez Qe) y que el precio sea inferior (Pm, en vez de Pe). Esto es equivalente a un subsidio a la exportación. En el Gráfico 2 se ve que no había exportación sin intervención. Pero con un subsidio de S, resulta una exportación equivalente a (Qp-Qc). 30 Gráfico 1 Gráfico 2 31 A partir de 1983, la restricción de área se hizo a través de pagos en especie (PIK, por sus siglas en inglés). En lugar de dinero, el productor recibía de los stocks de la CCC hasta un 80 por ciento de la cosecha (trigo, algodón, arroz, soya, maíz, centeno) que hubiera producido en cada hectárea retirada. En 1983 se dejaron de producir 28,7 millones de hectáreas y los agricultores recibieron granos por un valor en los libros de $9 000 millones. Y como se había levantado el límite de $50 000 por finca, algunos agricultores (o compañías) recibieron más de $1 millón. Además de ser uno de los programas más costosos, el PIK incrementó el precio local e internacional y redujo las exportaciones de los Estados Unidos. Subsidios a la exportación. Ya hemos señalado que cuando el precio se fija suficientemente alto, el programa de precio objetivo con restricción de área puede funcionar como un subsidio a la exportación. Además de éste, el gobierno de los Estados Unidos ha utilizado otros programas de subsidios a la exportación: el de la Ley Pública 480 (PL.480), el Programa de Estímulo a la Exportación (Export Enhancement Program) y Préstamos de Comercialización (Marketing Loan). (1) PL. 480. Este programa conocido también como Alimento Para la Paz (Food por Peace) fue diseñado para deshacerse de las inmensas reservas que acumuló la CCC a través de los años. El Título I consistía en vender trigo y otros alimentos a países en desarrollo en términos muy favorables –largos plazos para pagar y sin intereses. El Título II era un mecanismo para donar alimentos a los gobiernos de países muy pobres. (2) Programa de estímulo a la exportación. Iniciado en 1985, este programa usó los stocks de la CCC para realizar pagos en especie (PIK) a exportadores, lo que les permitió vender en el extranjero a precios más bajos. (3) Préstamo de comercialización. Este programa fue creado en 1985 también para reducir los stocks de la CCC. Mediante éste, el gobierno permitió a los productores recomprar el producto vendido a la CCC, pero a un precio menor que el recibido. Esto les permitió exportar a un precio reducido. 32 Breve historia de los subsidios en Estados Unidos Los programas de subsidio agrícola en los Estados Unidos surgieron a raíz de la Gran Depresión2. De 1929 a 1932, los precios recibidos por los agricultores cayeron un 56 por ciento y el ingreso bruto del sector agrícola cayó un 54 por ciento. El ingreso neto de las fincas pasó de$6 300 millones a $1 900 millones (Paalberg 1997). En 1933, el Congreso de los Estados Unidos aprobó una ley (act) que instauró la Administración de Ajuste de la Agricultura (Agricultural Adjustment Administration, AAA), la cual dio vida a muchas otras leyes agrícolas (programas de subsidio), todas muy parecidas a la original. Los programas han sido enfocados a siete productos: trigo, maíz, sorgo, centeno, avena, arroz y algodón. Los productores de soya han sido ayudados a través de un programa de préstamos, mientras que los de tabaco, maní, azúcar y productos lácteos han sido “ayudados” a través de programas particulares diseñados según el caso. Cada una de las acts hizo pagos substanciales a los agricultores para que redujeran sus operaciones agrícolas Con el propósito de manejar los múltiples problemas que fueron surgiendo, los programas de ayuda sufrieron muchas modificaciones a través del tiempo. Así, la ley de 1973 (1973 Act) autorizó los pagos compensatorios (deficiency payments) con el fin de sustentar el ingreso de los productores, y el de 1977 (The 1997 Food and Agricultural Act) reemplazó los cuotas de producción (allotments) por el concepto de pagos compensatorios (Hardwood y Jagger 1999). Pero siguieron los problemas de sobreproducción. Ya para el año agrícola de 1985, los altos precios de sustentación (en este caso los loan rates) asociados con una oferta abundante y bajas exportaciones, entre otros factores, aumentaron sensiblemente los stocks de trigo, lo que obligó al Congreso a bajar los loan rates, echar a andar el programa de subsidio a las exportaciones (export enhancement program, EEP) y usar la Reserva de Conservación para promover el retiro 2 La Gran Depresión fue causada por una combinación de desafortunadas intervenciones del gobierno de los Estados Unidos: altos aranceles, altos impuestos, políticas monetarias restrictivas y políticas para mantener precios y salarios. Por ejemplo, el Smoot-Hawley Tariff Act de 1930 incrementó los aranceles estadounidenses a los niveles más altos registrados en el siglo XX: 52,8 por ciento ad-valorem. Durante 1929-32 la oferta monetaria se redujo en un 33 por ciento. 33 de tierras productivas por un largo plazo. Y es a partir de este momento (del Farm Bill de 1985) cuando los programas comenzaron a estar más orientados hacia el mercado y ser menos distorsionantes, aunque durante la crisis de 1986, los agricultores recibieron subsidios por $26 000 millones (Doering y Paarlberg 1998). A principios de los años 90, los participantes en programas agrícolas dejaron de percibir pagos compensatorios para todo el trigo producido y las áreas base de trigo. Cambio drástico. En 1996, el Congreso pasó lo que se ha llamado la Ley de la Libertad para Producir (Freedom to Farm Act) la cual dio muerte a la vieja AAA y sus retoños, estableciendo así un tipo nuevo de programa (Paalberg 1999). Esta ley fue incorporada a la Ley de Reforma y Mejoramiento Agrícola de 1996 (Federal Agricultural Improvement and Reform Act of 1996, FAIR), la cual introdujo varios cambios revolucionarios. Primero, los pagos al agricultor, que siempre habían estado ligados a la reducción de producción, fueron liberados de tal cumplimiento. Segundo, se hizo un calendario de reducción de subsidios al agricultor que contempla llegar a cero en el año 2002. Tercero, eliminó las restricciones a la oferta y flexibilizó la producción. El agricultor recibía un pago independientemente de si producía o no y del cultivo que produjera. Estas acciones fueron llamadas desligue y flexibilidad (decoupling and flexibility) y consideradas como cambios fundamentales en la política agrícola de los Estados Unidos (Browne, Allen y Schweikhardt 1997). Y cuarto, introdujo disciplina fiscal (Orden, Paarlberg y Roe 1996). La ley también contemplaba la eliminación de la Autoridad Lechera de Compra para la Sustentación de Precios para el 1 de enero de 2000 (Siebert, Stephenson y Anderson 1997). Esta ley contenía la noción de que la agricultura estadounidense debía encaminarse hacia la orientación del mercado y reducir su dependencia de la intervención gubernamental (Offutt 1996). Parte de su importancia se debió a que por primera vez los pagos a los agricultores (subsidios) estuvieron desligados de la producción, por lo que dejaron de causar distorsiones en el mercado internacional. FAIR mantuvo una “malla de seguridad” básica para los agricultores mediante el uso de lo que se llama Pagos de Compensación Mediante Préstamos (Loan Deficiency Payments, LDP). Primero se fijaba un precio de préstamo (loan rate) bastante bajo, y si el 34 precio de mercado caía por debajo del establecido, el gobierno le pagaba al agricultor la diferencia entre los dos. Al contrario del viejo programa, el gobierno no tomaba el grano ni acumulaba stoks. Hubo una pequeña desviación en 1998 cuando los precios e ingresos agrícolas cayeron. Aunque no se volvió a los programas de control de áreas, el Congreso adelantó pagos que estaban fijados para años siguientes y aprobó una ley que les concedió US$6.000 millones a los agricultores (Morehart y McElroy). Estas sumas fueron utilizadas para cubrir pérdidas de mercado y dar asistencia de emergencia debido a los bajos rendimientos. Paalberg (1999) cree que a pesar de todo, el FAIR Act se mantendrá incólume, que los productores habiendo sido “comprados” —en 1996 los productores de trigo y dueños de tierras recibieron casi $2 000 millones en pagos bajo el alero de la Libertad para Producir frente a los menos de $40 millones que hubiesen recibido bajo el programa viejo. Los dueños de tierras para maíz y productores recibieron $5 000 millones, en lugar del $1 millón que hubiesen recibido bajo el programa viejo (Doering y Paarlberg 1998)— se quedarán así, y que el control de la producción, elemento clave de los grandes programas agrícolas, caducará. Las razones que da Paarlberg son las siguientes: es muy difícil que ocurra nuevamente un desastre económico como el de la Gran Depresión; los agricultores, que ahora sólo representan un 2 por ciento de la población (comparado con 40 por ciento en 1940), han perdido poder político; otros temas como el ambiente, los derechos de los consumidores, la equidad y el comercio internacional están tomando el lugar de los programas agrícolas; con la nueva forma de pagos, el público se dará cuenta de que los agricultores reciben beneficencia y esto destruirá su imagen; y los votantes están aprendiendo también que los programas no son para salvar a la pequeña granja familiar sino para enriquecer a la agricultura industrializada. Subsidios en la Unión Europea 35 La Unión Europea también ha subsidiado fuertemente a sus productores mediante programas similares a los de Estados Unidos. La Política Agrícola Comunitaria (PAC) es la política agraria general que los socios de la Unión Europea (UE) aplican en bloque para toda su producción agraria. Esta política ha sido simultáneamente todo lo siguiente: Un sistema de precios garantizados para el agricultor europeo: si hay excedentes, la UE se compromete a comprarlos al precio garantizado para que no desciendan los precios domésticos. Un cupo de niveles asignados de producción para cada productor doméstico europeo. Si el productor sobrepasa el cupo es penalizado de maneras diversas. Un sistema de protección mediante aranceles de tasa variable que garantizan un aislamiento absoluto, y la completa ausencia de variaciones en las cantidades de las cuotas de entrada asignadas a los productos extranjeros. Un sistema de subsidios al agricultor para que abandone ciertas actividades productivas; por ejemplo, el banano. Una Organización Común de Mercado (OCM) sistematizada por sectores para cada uno de los productos agrarios que están incluidos dentro de la PAC. La OCM especifica claramente las cuantías de los aranceles, ayudas, subsidios y precios garantizados que se aplican a cada uno de los productos, clasificados a su vez por procedencias (comunitaria o del exterior). Antes de las reformas de 1992, el apoyo a los ingresos elevados de los agricultores se hacia por medio de altísimos precios internos. Este apoyo mantuvo los precios domésticos muy por encima de los precios mundiales, lo que obligó al subsidio de la exportación de los excedentes, en montos equivalentes a la diferencia entre el precio mundial y el de sustentación (Glauber 2000). En esa época los desembolsos de la PAC a través del Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agraria (FEOGA) llegaron a superar el 60 por ciento del presupuesto total de la UE. Desde 1992, sin embargo, la PAC ha sido 36 sometida a reformas sustanciales que han logrado reducir los precios de sustentación, pero manteniendo a la vez el apoyo a los ingresos de los agricultores a través de pagos directos (deficiency payments y area reduction payments). En cuanto a los precios, las reformas iniciadas en 1992 redujeron los precios de sustentación en 20 por ciento, y la Agenda 2000, adoptada en 1999, redujo los precios de sustentación en otro 15 por ciento. Como resultado, la diferencia entre los precios domésticos y los internacionales de los granos se ha reducido considerablemente. Según Leetma y Burnstein (1999) es muy probable que la UE exporte trigo en 2002-2003 sin subsidio alguno. Los pagos directos son sustanciosos: todo retiro de área de la producción recibe un pago en adición al pago por área sembrada. Para cereales, en 1996, este pago equivalía a $528 por hectárea retirada y $420 por hectárea sembrada (Sheehy 1997). Tal ha sido el cambio que actualmente los productores reciben la mayor parte de su apoyo gubernamental por medio de pagos directos en lugar de precios de sustentación. Efectos de los subsidios Se señaló al principio de este capítulo que los subsidios a los productores en otros países son relevantes para la discusión sobre el proteccionismo latinoamericano sólo so tienen influencia sobre el precio internacional del rubro en cuestión. ¿Qué se sabe con referencia a este punto? Mucho. Como el tema es de interés político y académico, se han hecho muchos estudios para determinar los efectos de los subsidios, así como de los programas agrícolas en general sobre un buen número de variables: precios, área de producción, gasto fiscal, exportaciones, importaciones. Uno de esos estudios fue llevado a cabo por Eric O’N Fisher y Harry de Gorter (1992), de la Universidad de Cornell, con el fin de determinar los efectos internacionales de los subsidios agrícolas estadounidenses. Una de las preguntas que los investigadores querían contestar era: ¿qué pasaría con los precios mundiales –y otras variables– si se eliminaran por completo los subsidios 37 agrícolas en los Estados Unidos? Para ello usaron cuatro cultivos: arroz, maíz, algodón y trigo, y se concentraron en los dos programas de subsidios más importantes del momento: pagos compensatorios (deficiency payments) y pagos por retirar tierra de la producción (diversion payments). Una conclusión general del estudio es que los programas de subsidio restringen la producción e incrementan la rentabilidad de las fincas, por lo que, si se eliminaran, se incrementarían las exportaciones (de los países desarrollados) y los precios mundiales caerían. En efecto, los resultados indican que si se eliminaran los subsidios agrícolas en los Estados Unidos, los precios mundiales del arroz, trigo y algodón bajarían en 6, 12 y 19 por ciento, respectivamente; en tanto que el precio del maíz subiría un 3 por ciento. Esto implica que si el criterio que se ha de utilizar para fijar aranceles proteccionistas es el efecto que tienen los subsidios agrícolas en países desarrollados sobre los precios internacionales –el argumento de los agricultores–, en el caso de los tres primeros cultivos, en vez de los aranceles que reclaman los productores y jerarcas latinoamericanos, habría que abogar por subsidios a la importación. Y en el caso del maíz, se justificaría un arancel de 3 por ciento, pero no entre 30 y 90 por ciento que rige en algunos países latinoamericanos. Con respecto a los resultados –que no son nada sorprendentes, pero sí reveladores– hay otros dos aspectos que vale la pena resaltar. Uno, que los resultados han de ser muy similares si se incluyen los programas de subsidio de la Unión Europea, Canadá y Japón. Esto, por cuanto esos programas tienen la mismas características. Y dos, que el argumento sostenido por los agricultores latinoamericanos de que compiten con las tesorerías o ministerios de hacienda de los países desarrollados, no tiene ninguna validez. El criterio correcto Los representantes de los agricultores, políticos y muchos economistas han externado hasta la saciedad que los subsidios agrícolas de los países desarrollados hacen 38 descender el precio (internacional) que recibirían los agricultores latinoamericanos, y que para regresarlo a su nivel, sus gobiernos se ven obligados a imponer aranceles compensatorios. Hemos visto que aun si aceptáramos este criterio no se justificaría el proteccionismo que ha prevalecido en Latinoamérica. Todo lo contrario: en vez de un arancel, en muchas ocasiones el criterio serviría para justificar un subsidio a la importación. Sin embargo, cabe preguntarse si ese criterio es el correcto. La regla sugiere que si elimináramos los subsidios en los países desarrollados el precio internacional resultante sería el correcto. Pero, ¿es esto cierto? Hemos visto que si se quitan los subsidios, los precios internacionales variarían muy poco. Esto es así porque el precio internacional, como ya se ha señalado, es el producto de la confluencia de numerosos factores, muchos de los cuales son muy subjetivos. Dentro de esa inmensa lista de factores encontramos las políticas de precios, monetaria, fiscal y comercial de más de un centenar de países, condiciones climáticas en ciertas regiones, cambios en el ingreso per cápita de igual número de sociedades, incidencia de plagas, precios de muchos otros productos, y así hasta sumar varios miles de factores. De tal manera que resulta absolutamente imposible decir cuál sería el precio internacional correcto, justo, apropiado o ideal. No existe. El precio en cualquier momento siempre será distorsionado de alguna forma: la distorsión es la norma, no la excepción. Esta es la razón por la cual, a final de cuentas, se sugiere que el precio prevaleciente en un momento dado es el correcto. Se podrá anticipar cómo variaría si se cambia una o dos variables, ceteris paribus (todo los demás constante) pero el precio resultante no sería mejor que el ya existente. 39 4 Seguridad Alimentaria Otra justificación del proteccionismo agropecuario ha sido la mal llamada seguridad alimentaria. Pero ¿qué es seguridad alimentaria? La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés; 1994) señala que en los primeros años de la década de 1970, cuando por razones de oferta y demanda los precios internacionales subieron fuertemente, la falta de un adecuado abastecimiento alimentario en cada país latinoamericano se presentó como un problema, en algunos casos agudo, y surgió de esa manera el tema de la seguridad alimentaria, entendida como la forma de asegurar niveles de oferta interna que no resultaran insuficientes frente a la evolución de la demanda. Esto es equivalente a un altísimo grado de autosuficiencia. No es de extrañar entonces que para los formuladores de las políticas agroalimentarias en Latinoamérica, la seguridad alimentaria consista en producir localmente ciertos alimentos –sin importar el costo– para así tener la “seguridad” de que dichos alimentos estarán siempre disponibles para el consumo nacional. Es decir, para ellos, la única manera de estar completamente seguros de que el alimento estará disponible para el consumo es produciéndolo en el país. Con base en este error, fundamentan su argumento en favor del proteccionismo de la siguiente manera: si por razones de costos, el país deja de producir un alimento considerado básico, existe la posibilidad de que en cualquier momento se incrementen los costos de importar dicho alimento, que el país vendedor (el que lo exporta) decida no vender más su producto al importador, o que el mundo entero decida hacerle un bloqueo al país importador, de tal manera que ese alimento no pueda ingresar a dicho país. Cada uno de estos tres casos implica una inseguridad de que el alimento esté disponible para su consumo. Javier 40 García, gerente general de Coopeliberia, confirma la primera parte del argumento (el incremento de precios) al escribir: (...) Tampoco se dice que los actuales precios internacionales del arroz –los más bajos de los últimos diez años– son consecuencia de programas de subvenciones directas o indirectas en otros países, especialmente en los Estados Unidos, que causaron la sobreoferta en el mercado internacional. Sin embargo, estas subvenciones ya se han reducido, por lo que no podemos esperar que se mantengan los precios bajos en forma indefinida. La Nación 23/12/99 Antes de entrar a analizar los tres elementos del argumento, debemos señalar que, en la práctica, la seguridad alimentaria no se refiere a todos los alimentos, sino a rubros considerados básicos, estratégicos, indispensables o insustituibles. Este es el criterio subjetivo que utilizan los jerarcas para seleccionar los rubros que el país debe producir a toda costa. Esta decisión, sin embargo, no está divorciada del poder político que ostentan ciertos grupos de productores3. Por esta razón la lista de productos varía mucho de un país a otro, y, dentro de un mismo país, de una época a otra. A través de Latinoamérica la lista incluye arroz, frijol, maíz, papa, trigo, azúcar, a veces carne de pollo y de cerdo, leche y algunos de sus derivados. Debemos señalar también que el tema de la seguridad alimentaria sólo puede ser analizado si se toma a los habitantes de un país como un colectivo en el cual las preferencias y los derechos individuales pierden validez. Ya hemos señalado que el individuo promedio cree en la especialización y el intercambio, y lo practica. Para él no existe un problema de inseguridad alimentaria. Ahora bien, analicemos cada uno de los tres componentes de este argumento. El precio internacional sube. En primer lugar, se alega que los precios internacionales pueden subir, en algún momento, lo suficiente como para que sea más barato producir el producto que importarlo. Pero este hecho por sí solo no crea 3 Debemos insistir en el hecho de que en muchos países latinoamericanos, especialmente centroamericanos, los jerarcas gubernamentales, y sobre todo los que definen la política agropecuaria, suelen ser a la vez productores agropecuarios. ¿Conflicto de intereses? 41 inseguridad alimentaria y no es motivo suficiente para tomar medidas proteccionistas. Los precios, tanto nacionales como internacionales, fluctúan de acuerdo con variaciones de los factores que determinan la oferta y la demanda en esos ámbitos y, como ya hemos visto, estas fluctuaciones son indispensable para que el sistema funcione. Ahora, lo obvio sería producir cuando el precio esté alto e importar cuando esté bajo, pero los defensores del proteccionismo contraatacan diciendo que cuando se abandona la actividad, se pierde todo el conocimiento y el andamiaje necesarios para producir dicho alimento, y que toma tiempo desarrollar de nuevo la capacidad de producción. Esto puede ser muy cierto, pero aunque así fuere, la respuesta no sería el proteccionismo ¿Por qué? Porque depende, entre otras cosas, de si el incremento relativo del precio del alimento es permanente o transitorio. Si es transitorio, es decir, si el precio sube por encima del costo de producción local por un tiempo relativamente corto, es muy probable que el incremento en el costo de importar una cantidad determinada sea inferior a lo que se ahorra durante los períodos cuando los precios estén más bajos, lo que implicaría la inconveniencia de producirlo localmente. Todo esto es fácilmente estimable. Si el cambio es permanente –es decir, si el costo de importación llegara a ser mayor que el costo de producción local, en forma permanente–, entonces, a partir de ese momento (t1, en el Gráfico 3), el país gozaría de una ventaja comparativa en la producción de ese alimento y podría realizar todas las inversiones necesarias para su producción, sin necesidad del proteccionismo. Esas inversiones representan los costos a los cuales se refieren los defensores del argumento. Pero también hay beneficios. Durante el tiempo en que el precio internacional esté por debajo de los costos locales (t o—t1), la importación trae beneficios a la sociedad, pero a partir del momento en que el precio suba por encima de los costos locales en forma permanente, la importación implicaría costos a la sociedad. Este período de costos duraría el tiempo que tome aprender –de nuevo– a producir el alimento. De ahí que –dentro de un contexto netamente colectivista– lo único que se necesita para saber si “el país” debe producir desde el inicio, utilizando el proteccionismo, es el cálculo de los costos y los beneficios de esa decisión. Si el beneficio es mayor que el costo, lo conveniente sería no utilizar el proteccionismo para producir 42 cuando es más barato importar; si por el contrario, el beneficio es menor que el costo, lo conveniente sería 43 Gráfico 3 44 utilizar el proteccionismo para así producir aún durante la época en que es más barato importar el alimento. Para realizar estos cálculos es necesario saber cuánto tiempo dura cada período, algo prácticamente imposible. Hay que insistir en que esta metodología para determinar si a “la sociedad” le conviene el proteccionismo en un momento dado sólo es válida en un contexto netamente colectivista ya que el proteccionismo implica la violación de derechos individuales, a saber: en el primer período (to—t1), cuando es más barato importar, se debe imponer un arancel para proteger (hacer viable) la producción local. En el segundo período (t 1—t) cuando es más caro importar hay que imponer un impuesto o de plano prohibir la exportación, ya que a los productores les convendría vender su producto al precio más alto, es decir, al de exportación. En el primer período los consumidores pierden; en el segundo les toca a los productores perder (Gráfico 3). En efecto, este fue uno de los reclamos de Javier García, quien escribió en el mismo artículo: (...) Seguridad alimentaria. Mucho menos nos recuerda el editorialista que hace tan sólo dos años, cuando estábamos en vísperas de las elecciones, el precio internacional del arroz era más alto que el precio local, pero al productor de arroz se le prohibió exportar –lo que habría aumentado el precio al consumidor– porque en ese momento era más importante la “seguridad alimentaria” que el libre comercio (...). La Nación, 23/12/99 Boicoteo del país exportador. En segundo lugar, aducen que podría darse un boicoteo, de tal manera que el país vendedor (exportador) no continúe suministrando el producto. ¿Es válido este argumento? No, porque esto ha ocurrido raramente en el mundo. Podríamos citar el caso de Cuba con respecto a ciertos productos estadounidenses y, quizá, el de Irak, luego de que este país invadiera a su vecino Kuwait. En todo caso, aún 45 si el temor fuera válido para un exportador en particular, el país tendría la oportunidad de importar el alimento desde otros países 4. Bloqueo mundial. En este punto, los defensores del proteccionismo no se dan por vencidos y amplían el argumento diciendo que el boicoteo puede ir más allá de un solo país y convertirse en un bloqueo mundial. Es decir, con referencia a un alimento determinado, el temor estriba en que todo el mundo decida no venderle al país X, esto es, que se le haga un bloqueo comercial total. 4 No se debe olvidar que la seguridad alimentaria se concentra en alimentos básicos producidos en casi todos los países del mundo. 46 Aquí debemos señalar varios puntos: (1) Prácticamente no hay experiencias de este tipo en el mundo, ni siquiera el embargo impuesto a Cuba por Estados Unidos, puesto que muchos otros países siguieron sus relaciones comerciales con Cuba; tampoco las situaciones vividas durante las guerras mundiales, puesto que éstas eran entre países o bloques enemigos y no todo el mundo contra un país determinado. (2) Las experiencias acumuladas en los países latinoamericanos indican que es mucho más probable que ocurran bloqueos de carreteras dentro de un país que dejen a un gran sector de la población sin alimentos, que se dé un bloqueo externo, lo cual indica que la producción interna –a costos altos– por sí sola no garantiza una “seguridad alimentaria”5. A pesar del mayor riesgo interno, no se observa a los habitantes tomando medidas de corte proteccionista en el interior de ningún país; es decir, siguen aceptando la especialización y el intercambio a nivel regional. (3) Aunque los defensores del concepto sobre seguridad alimentaria pretenden hacer creer lo contrario, no existe ningún indicador de que la gente no pueda sustituir un alimento determinado por otro, ante un eventual bloqueo de tipo mundial contra su país. No es cierto, en el caso latinoamericano, que los individuos han de morir si no hubiese, por ejemplo, arroz durante un período determinado. Sustituirían el arroz por maíz, yuca u otro alimento durante ese tipo de emergencia. De hecho, a través del tiempo y a medida que el ingreso per cápita ha crecido, la población ha ido sustituyendo ciertos alimentos básicos por otros “menos básicos”. (4) Por último, es conveniente señalar que en Latinoamérica muchos de los alimentos considerados básicos son producidos mediante el uso de un gran número de insumos importados: tractores, fertilizantes, insecticidas, herbicidas, fungicidas, cosechadoras. De ahí que en vez de bloquear la importación de uno o varios alimentos, los gobiernos beligerantes podrían impedir la importación de esos insumos; en cuyo caso sería imposible para el país producir el alimento o lo haría a costos unitarios demasiado altos, inclusive con el proteccionismo. 5 En Costa Rica, durante 1999-2000, en menos de un año hubo dos bloqueos protagonizados por agricultores y varios bloqueos por diferentes agrupaciones manifestantes. En toda la historia del país –180 años de vida independiente– no hay récord de un bloqueo externo. 47 Todo lo expuesto hasta ahora, indica que la seguridad alimentaria, como está planteada, no es segura y que los costos de esa “inseguridad” alimentaria pueden resultar astronómicos. Desde el punto de vista social ¿valdrá la pena incurrir en esos costos para lograr poco o nada? Costos de la (in)seguridad alimentaria El concepto tercermundista de seguridad alimentaria –el que se está discutiendo aquí– es sumamente costoso. La estrategia utilizada para lograr dicha “seguridad” —el proteccionismo agropecuario— fuerza a muchos individuos y a la sociedad en general a asumir costos elevados en la forma de alimentos más caros y mal uso de los recursos productivos. Alimentos caros. Al escoger esta estrategia para lograr la seguridad alimentaria, los jerarcas se “olvidan” de que el primer efecto del proteccionismo es el encarecimiento de los alimentos. Este aspecto constituye una de las grandes fallas del concepto tercermundista de seguridad alimentaria, el cual se centra en lograr la producción interna del alimento –a cualquier costo– e ignora de forma expresa a los consumidores y el efecto sobre su capacidad de consumo. Por ejemplo, si se utiliza un arancel del 50 por ciento para proteger la producción de papa, el precio de la papa nacional puede llegar a ser un 50 por ciento más alto que sin la protección. Esto significa que, a raíz de la protección, a un buen número de ciudadanos no les alcanzará el dinero para comprar papas; y al no poder consumirla, tendrán una mayor inseguridad alimentaria. Cuanto mayor sea el nivel de protección, más alto es el precio y menor el número de personas que tengan la capacidad de adquirir el alimento. Es por esta razón que cuando se habla de seguridad alimentaria basada en el proteccionismo hay que preguntarse: ¿seguridad para quién? A pesar de que, en principio, el objetivo de la estrategia es lograr seguridad para los que consumen, en la práctica todo se hace como si esos mismos consumidores no existieran. Pero existen. 48 A raíz de este efecto negativo del proteccionismo y del descenso en los precios reales de los alimentos durante los años 80, comenzó a cobrar vigencia una nueva visión de la seguridad alimentaria que no sólo toma en cuenta la oferta agregada, sino también la “universalidad de acceso” a ciertos mínimos nutricionales establecidos en forma normativa. La Octava Sesión del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial la plasmó en la siguiente definición: El objetivo de la seguridad alimentaria mundial es asegurar que todas las personas tengan, en todo momento, acceso físico y económico a los alimentos básicos que necesiten. La seguridad alimentaria debe tener tres propósitos específicos: asegurar la producción alimentaria adecuada, conseguir la máxima estabilidad en el flujo de tales alimentos y garantizar el acceso a los alimentos disponibles por parte de quienes lo necesitan. El mal uso de los recursos productivos. El segundo elemento de costo que ocasiona lo que ya podríamos llamar una “falsa seguridad alimentaria” es el mal uso dado a los recursos productivos. La razón por la cual se requiere de protección para producir un alimento determinado, digamos arroz, es, normalmente, la falta de ventaja comparativa en la producción de dicho alimento. El no gozar de esa ventaja implica dos cosas: que sin protección los consumidores podrían importar el alimento a precios menores que los locales, y que, desde el punto de vista social, los recursos utilizados para producir arroz – tierra, mano de obra, capital, capacidad gerencial– podrían generar mayores niveles de bienestar si se dedicaran a otros rubros en los cuales sí se tiene ventaja comparativa 6. Esto entraña que, salvo en circunstancias especiales de exceso de mano de obra, el trabajador recibiría una mayor remuneración si no existiese el proteccionismo. De ahí que 6 Cuando no se tiene una ventaja comparativa, es necesario proteger la producción para poder subir el precio por encima de lo que costaría importarlo. De la diferencia entre esos dos precios, multiplicada por la cantidad consumida se obtiene la cantidad de dinero transferida de los consumidores a los productores, pero que a la sociedad no le representa ningún valor adicional. Sin esa transferencia, la actividad no sería rentable para los privados. Esta es la razón por la cual decimos que en otras actividades donde no se necesitan transferencias, los recursos le generarían más a la sociedad. 49 esta política empobrece de dos maneras: primero reduce la remuneración que reciben los pobres por su mano de obra y, luego, encarece los alimentos que deben comprar con ese salario reducido. Estos dos resultados significan una mayor inseguridad alimentaria para los pobres. En este sentido, el costo de esta política es la reducción relativa del bienestar de la sociedad. En la sección sobre proteccionismo y pobreza se darán algunos ejemplos. Opciones de verdadera seguridad alimentaria Antes de hablar de opciones de políticas para lograr la seguridad alimentaria, debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Puede existir seguridad alimentaria? o ¿puede haber seguridad alimentaria en los términos definidos por la Octava Sesión del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial: asegurar la producción alimentaria adecuada, conseguir máxima estabilidad en el flujo de alimentos, y garantizar el acceso a los alimentos disponibles por parte de quienes los necesitan? La respuesta es no. Nadie puede garantizar eso; ninguna política puede hacerlo; y de todas las políticas posibles, el proteccionismo agropecuario es el que menos podría lograrlo. Lo que sí es posible lograr es un mayor grado de seguridad alimentaria y a un costo menor que el proteccionismo. Para ello hay al menos dos opciones de política: el libre comercio en solitario y el libre comercio acompañado de un plan de almacenamiento de cierta cantidad de alimentos para encarar algunas eventualidades. El libre comercio. Esta estrategia o política es capaz de generar mayores niveles de seguridad alimentaria que el proteccionismo, por dos vías. Primero, permite que los recursos de producción, incluyendo la mano de obra, sean utilizados en aquellas actividades en las cuales el país tiene ventaja comparativa, con lo que se maximizan los retornos al uso de esos recursos. El ciudadano común, el menos afortunado, ve reducida su pobreza, porque percibe una mayor remuneración por su mano de obra y por cualquier otro de sus recursos de producción. Segundo, los alimentos son más baratos que bajo el proteccionismo, porque se importan aquellos que son más económicos en el exterior. Ya 50 dijimos que es más seguro depender del intercambio con el exterior que dentro del mismo país porque hay mayor riesgo de bloqueo interno que externo. Por estas dos vías se preve que haya más alimentos disponibles y más personas con acceso a ellos; es decir, mayor seguridad alimentaria. Libre comercio más plan de almacenamiento. Si aún persistiera el temor de que pueda darse un bloqueo que impidiera la llegada al país de algún alimento básico, la sociedad entera, o parte de ella, podría optar por guardar una cantidad de dicho (s) alimento (s) para el consumo, digamos, de seis meses. Y esas reservas estarían sujetas a ser renovadas cada cierto tiempo. Esta estrategia, que se aplica tanto para la inseguridad externa como la interna, es más costosa que la anterior, pero menos costosa que el proteccionismo agropecuario. Moralidad de la seguridad alimentaria En sociedades como las latinoamericanas, en las cuales al consumidor, al ser humano, se le concede muy poco valor, el contenido moral de las políticas pierde toda importancia; de ahí que este aspecto brilla por su ausencia en las discusiones de seguridad alimentaria. ¿Cuál es el contenido moral de la seguridad alimentaria basada en el proteccionismo? Para responder a esta pregunta hay que definir cuáles son los derechos de los ciudadanos; y si partimos del principio de que cada ser humano debe tener absoluta libertad para disponer de sus bienes (propiedad) de la forma que prefiera, siempre que respete el mismo derecho de todos los demás y que no medie ni la fuerza ni el engaño, debemos concluir que el comprar, vender, regalar, consumir, producir lo que quiera, es un derecho de todo ciudadano; es decir, uno de sus derechos humanos consiste en poder intercambiar bienes y servicios con otros, sin importar fronteras de ningún tipo. La “seguridad alimentaria” basada en el proteccionismo impide que los consumidores ejerzan este legítimo derecho; por tanto, es inmoral. Más sobre este tema en el capítulo 7. 51 5 Estabilización de Precios e Ingresos Este argumento en favor del proteccionismo agropecuario se maneja de la siguiente manera: los precios mundiales o internacionales son muy variables (volátiles) y si no se protege (aisla) el mercado nacional, aunque sea parcialmente, los precios nacionales también serán volátiles. En el contexto latinoamericano, los precios volátiles son malos por dos razones fundamentales: en primer lugar, no permiten que los productores conozcan de antemano los precios que recibirán en el momento de la cosecha; consecuentemente, estos productores, caracterizados por su bajo nivel de educación, no pueden planificar su producción agropecuaria y terminan por producir erráticamente o por debajo de su potencial; se empobrecen. En segundo lugar, la mayoría de los productores latinoamericanos, caracterizados por su pobreza, no tienen los recursos para hacer frente a los años de bajos precios que necesariamente forman parte de un esquema con precios volátiles; es decir, en un mal año, el productor puede, literalmente, morirse de hambre. Por estas dos fuertes razones, continúa el argumento, es necesario tener una política de precios estables y por encima de un mínimo, el cual no será necesariamente fijo de un año a otro. Ahora, ¿qué implica o en qué consiste la política de estabilización de precios? Consiste en que el gobierno fija los precios de los alimentos en cuestión, pero para que esos precios sean efectivos, la fijación debe ir acompañada de otras medidas. ¿Cuáles? Los gobiernos latinoamericanos han preferido las dos siguientes: el levantamiento de barreras contra la importación de dichos alimentos, y la creación de instituciones estatales o para-estatales de comercialización de ciertos productos alimenticios, especialmente granos básicos. Las barreras preferidas contra el comercio exterior son: prohibir la 52 importación de los productos señalados o permitir su ingreso sólo cuando se comprueba que hay o que habrá escasez de alimento. Con estas barreras se aisla o separa el mercado doméstico del internacional, permitiendo al gobierno fijar los precios que quiera, y lograr éstos son los que efectivamente reciben los productores. Dado el efecto aislador, con sólo las barreras al comercio internacional se podría lograr un precio doméstico cuya estabilidad dependiera únicamente de factores internos; o sea, de los factores que afectan la oferta y la demanda internas. Sin embargo, los gobiernos han pretendido más que la estabilidad. En realidad han buscado dos cosas: (1) que el precio sea totalmente fijo durante al menos un ciclo de producción, y (2) que se mantenga en cierto nivel. Este segundo objetivo es claramente ajeno al objetivo de estabilizar el precio, y tiene más que ver con el objetivo de alcanzar cierto nivel de ingreso. Para lograr estos otros (superiores) objetivos, no bastaba con erigir barreras, debían crear instituciones de comercialización: Consejo Nacional de Producción (CNP) en Costa Rica, Instituto de Mercadeo Agropecuario (IMA) en Panamá, Empresa Nacional de Almacenamiento y Comercialización de Productos Agropecuarios y Agroindustriales (ENAC) en Ecuador, Dirección General de Servicios Agropecuarios (DIGESA) en Guatemala, Instituto Hondureño de Mercadeo Agropecuario (IHMA) en Honduras, por mencionar unos pocos. Estas instituciones fijaban –decimos fijaban, porque algunas ya han desaparecido y otras cambiaron en los noventas su modus operandi–, a veces al inicio de la siembra, el precio al cual iban a comprar los productos, y tenían la potestad de exportar parte si compraban demasiado o importar si había faltante. De esta manera lograban que sus precios prevalecieran en los mercados, aun cuando típicamente solo compraban entre 30 y 60 por ciento de la producción. Una de las justificaciones para la creación de esas instituciones ha sido que como el intermediario se aprovecha del indefenso productor, hay que eliminarlo o ponerle freno, ofreciéndole al productor una alternativa de venta de su producto a precios oficiales. Lo que sucedió en muchos países fue que los empresarios que iban a ser intermediarios terminaron siendo los jerarcas de las instituciones y, a su vez productores. De ahí que la política de precios de esas instituciones para los productos en los cuales se involucraron 53 los jerarcas y sus allegados o protegidos ha tenido un alto contenido proteccionista: el precio al productor ha sido, casi siempre, superior al precio internacional ajustado a la frontera del país o a un punto interior. Para muchos alimentos producidos por pequeños agricultores sin influencia política, la política de precios ha sido todo lo contrario. Estas instituciones también cometieron otros desaguisados. En no pocas ocasiones pretendieron subsidiar al productor y al consumidor al mismo tiempo, fijando un precio alto al productor y uno bajo al consumidor, hasta el punto en que el precio al consumidor fuera menor que el precio pagado al productor. Esto equivale a fijar un precio negativo (subsidio) a todo el servicio de comercialización: transporte, procesamiento, almacenamiento, venta. En esas condiciones, muchos ciudadanos compraron el alimento (ej. frijol) al precio del consumidor y se lo vendieron luego a la misma institución al precio más alto. En Costa Rica, durante el año que duró esa política, la institución les compró a los productores nacionales más del doble de lo que produjeron. Validez de los argumentos Los argumentos utilizados para justificar la estabilización de precios y, por medio de ésta, el proteccionismo, son totalmente inválidos. En primer lugar, si bien es cierto que los precios internacionales fluctúan como respuesta a los múltiples factores que afectan la oferta y demanda mundiales, no hay evidencias de que sean extremadamente volátiles o más inestables que los precios nacionales fijados por las autoridades. En efecto, un estudio realizado en Costa Rica por Peter Hazell, experto del Banco Mundial, demostró que los precios reales fijados por el gobierno para granos básicos –arroz, maíz, frijol– tenían una variabilidad igual o mayor que la de los correspondientes precios mundiales (Stewart, 1991). Por otra parte, la estabilización –o fijación– es sólo uno de los mecanismos que podrían ser implementados para manejar los siguientes inconvenientes que causan los precios variables: (1) la dificultad para formar expectativas de precios que ayudan a 54 decidir qué y cuánto sembrar, y (2) el riesgo de tener ingresos demasiado variables. En cuanto al primer problema, es preciso señalar que, debido a que los ciclos productivos varían a través de países y las compras en el mercado internacional se llevan a cabo sólo pocas veces al año, cualquier cambio en el precio internacional se refleja en el precio nacional con buen retraso. Por esta razón se requiere un buen manejo de la información internacional para formar expectativas de precio tan acertadas como las formadas con políticas de estabilización de precios. En cuanto al riesgo de tener ingresos demasiado bajos, es necesario señalar que los campesinos y agricultores latinoamericanos han encontrado un buen mecanismo para protegerse de la variabilidad de precios y, por ende, de ingresos: la diversificación de cultivos. El mismo estudio de Hazell encontró que los coeficientes de variación (CV) de los ingresos por hectárea eran típicamente más bajos que los CV de los precios de arroz, maíz o frijol, lo cual refleja el efecto de reducción del riesgo que trae consigo la diversificación de cultivos. Esto se debe a que los precios tienen una correlación menos que perfecta. En efecto, los precios de arroz, maíz y frijol tenían una correlación negativa con los precios de muchos otros cultivos, de tal manera que aun si solamente una pequeña porción del total del área cultivada se dedicara a otros cultivos, ello tendría un efecto estabilizador significativo sobre el ingreso de los agricultores. Ya se ha dicho que para justificar la creación de empresas para-estatales de comercialización de alimentos básicos, los gobernantes han esgrimido que los intermediarios se aprovechan de los pobres productores. Este argumento tampoco es válido. Los intermediarios son una parte fundamental, indispensable de cualquier sistema de comercialización, ya que proveen transporte, procesamiento, almacenamiento y distribución de los productos alimenticios. Sin ellos –u otro ente que cumpla esa función–, el nivel de bienestar de toda la población sería mucho menor, ya que el puente entre productores y consumidores no existiría. Por esta razón, lo que le conviene a la sociedad no es entorpecer o eliminar la labor de intermediación, sino mejorarla. Desafortunadamente, lo que se ha hecho en Latinoamérica con la creación de instituciones para-estatales –que monopolizan esa función, en algunos casos, o participan 55 de ella, en otros, pero subsidiando o distorsionando los precios– es entorpecer esa labor de intermediación. En muchas ocasiones la empresa para-estatal anuncia que va a comprar, digamos arroz, pero no estipula el precio, o lo indica pero no tiene el dinero para comprar mucho grano. Esto causa distorsiones que perjudican mucho a los agentes económicos, en especial a los productores. Por ejemplo en Ecuador, ENAC anunció un año que compraría arroz, pero aún un mes después de iniciada la cosecha no había comprado ni un solo grano ni había fijado el precio. Obviamente, durante ese lapso, los intermediarios pagaron los precios más bajos posibles –porque corrían mucho riesgo– en claro detrimento de los productores. Esto no quiere decir que no se han dado abusos, que no se ha hecho “fiesta” a costa de los productores. Pero esos abusos ocurren casi siempre porque las medidas estatales crean la oportunidad para que se den. Los intermediarios privados extraen excedentes7 de los productores sólo cuando tienen algún poder monopólico; es decir, cuando son pocos quienes ofrecen el servicio o cuando el productor carece de información. Estas dos fallas resultan fácilmente corregibles sin que se tenga que crear una empresa para-estatal. El Estado tiene la facultad de crear las condiciones necesarias para que muchas empresas se interesen en brindar el servicio, y de proveer información a los productores y así incrementar su poder de negociación. Conveniencia de la estabilización de precios En la economía, los precios tienen la importantísima función de reflejar el valor de escasez de los bienes y servicios. Cuanto más escaso se vuelva un bien, mayor será su precio; y será menor cuanto más abundante. Con base en el nivel de su precio, los productores toman la decisión de producir o no un bien o de dedicarse a otro de mayor precio. Igualmente, si el precio sube, los consumidores evaluarán si vale la pena seguir 7 Se entiende por excedentes el ingreso que obtienen los agentes económicos por encima del costo total incurrido para generar esos ingresos. 56 consumiendo dicho producto en las mismas cantidades, o si es mejor consumir más de otro que esté más barato. En este sentido es que los economistas dicen que los precios sirven para ayudar en la asignación de los recursos productivos a distintas actividades y para asignar los bienes entre los consumidores. Para cumplir estas importantísimas funciones, el precio debe variar de acuerdo con variaciones en la escasez relativa del producto. Por esta razón, la estabilización o fijación de precios es a todas luces inconveniente. 57 PARTE III ASPECTOS ECONÓMICOS Y MORALES 58 59 6 Proteccionismo y Pobreza El proteccionismo agrícola crea pobreza para la gran mayoría de la población a través de tres mecanismos: la transferencia de riqueza de consumidores a productores, la reducción de ingresos reales de los trabajadores y el mal uso de los recursos productivos. Esta aseveración se puede comprobar con un ejemplo sencillo. El país Zeta se especializa en la producción de A, el país Yeto en la producción de B e intercambian. Si Yeto impone un arancel a la importación de A y dedica parte de sus recursos (con que producía B) a producir A (digamos la misma cantidad que importaba), tendría igual cantidad de A pero menos B para consumir que antes de la protección. Los habitantes de Yeto serán más pobres. El tener menos qué consumir puede ser desglosado en términos de los tres mecanismos antes citados. Primero, al tener que pagar un precio mayor por A (causado por el arancel) los consumidores de A transfieren recursos (dinero) a los productores de dicho bien. Segundo, al dejar de producir B (donde tenían ventaja) para producir A (sin ventaja) los trabajadores rinden menos: son menos productivos y, por ende, su remuneración real disminuye. Tercero, la tierra y otros recursos utilizados para producir A en vez de B son igualmente menos productivos. Hay una mala asignación de los recursos de producción. Además de discutir los tres mecanismos anteriores, queremos utilizar una forma novedosa de explicar cómo crea pobreza el proteccionismo y lo haremos señalando que el gran error de esta política es que da preeminencia al proceso de producción errado; protege a los productores equivocados. En lugar de proteger a los productores de bienestar, el bien final supremo, protege a los productores de bienes intermedios como el maíz, el arroz o los lácteos. 60 Los productores de bienestar En su revisada teoría de la elección del consumidor (consumer choice), el profesor Gary S. Becker, premio Nobel de Economía en 1992, postula que los individuos tienen un orden de preferencias para bienes básicos (él los llama commodities) y que los hogares o unidades familiares combinan bienes adquiridos en el mercado con su propio tiempo y otros insumos para producir dichos commodities, según una función de producción (household production function). La producción de un almuerzo, por ejemplo, puede requerir insumos como: arroz, frijoles, carne, lechuga, tomate, tiempo para comprar esos ingredientes y para preparar la comida, ollas, electricidad, etcétera. Esta revisión de la teoría abandona la separación tradicional entre producción y consumo: convierte a las unidades familiares en productores y consumidores, simultáneamente. Cada integrante de la unidad familiar tiene una restricción de tiempo: las 24 horas del día. Una hora dedicada al mercado de trabajo remunerado será una hora menos para dedicar a otras actividades o al ocio. Igualmente, la compra de productos en el mercado no podrá exceder el ingreso de la unidad, equivalente a las horas trabajadas en el mercado multiplicado por el pago por hora, más otros ingresos. Cualquier incremento en el precio de los artículos utilizados para producir los bienes básicos provocará una merma en la producción de éstos. Igualmente, cada incremento en el ingreso total de la unidad tendrá el efecto de incrementar la producción y el consumo de bienes básicos. Unidades productoras de bienestar (UPB). Siguiendo esta idea genial del profesor Becker de que todos somos productores y todos estamos en el difícil negocio de agenciarnos la vida, postulamos que cada hogar constituye una unidad de producción de bienestar (UPB). Así, la producción ya no se circunscribe a los empresarios industriales, agrícolas o proveedores de servicios, sino que los pulperos, trabajadores informales, dueños de ventas en el mercado, futbolistas, periodistas, campesinos, oficinistas, médicos ... todos encabezan o forman parte de una unidad de producción de bienestar; son productores. 61 ¿Cómo se produce el bien superior llamado bienestar? Se logra por medio del “consumo” de bienes básicos: salud, educación, techo, esparcimiento y alimento espiritual (puede haber otros), los cuales son producidos por las UPB al combinar artículos obtenidos en el mercado con su tiempo y otros insumos. Para producir salud, por ejemplo, las UPB combinan cuidados médicos, ejercicios y una buena nutrición con agua potable y ambiente limpio, según su función de producción. A su vez, una buena nutrición se logra con el acceso a alimentos baratos, variados y de alta calidad. Es decir, alimentos, agua, ejercicios, cuidados médicos y tiempo, son insumos que utilizan las UPB para producir bienestar a través de la salud. De igual manera podríamos confeccionar una lista de los insumos empleados por las UPB para producir bienestar vía educación, techo, esparcimiento y alimento espiritual. Interrelación entre productores. Existe una relación de jerarquía entre los productores de distintos bienes intermedios que, en cada caso, constituyen insumos de producción de otros bienes hasta llegar al bien final: el bienestar. Así tenemos, por ejemplo, que ciertas empresas producen hierro, acero, fibra, llantas .... Otras, utilizan estos productos como insumos para producir maquinaria agrícola; los agricultores utilizan esta maquinaria (junto con otros insumos) en la producción de arroz, maíz, frijol, carne. Por otra parte, existen empresas que producen automóviles, servicios telefónicos, seguros, servicios bancarios, etcétera. Y por último están las UPB, las cuales combinan estos servicios con los productos agrícolas y otro sinfín de insumos para producir salud, techo, educación, esparcimiento; es decir, bienestar (Gráfico 4 ). Efecto de políticas intervencionistas. Resulta evidente que cualquier política o intervención gubernamental que encarezca los insumos utilizados por los productores de bienestar, disminuirá su producción y, como consecuencia, reducirá el bienestar familiar. El proteccionismo agropecuario —igual que el industrial y los monopolios estatales— es una de esas intervenciones que reduce el bienestar familiar. Para producir un bien intermedio como arroz, carne o lácteos, los agricultores usan fertilizantes, tractores, alimentos concentrados y otros insumos. Cuanto más se encarecen 62 esos insumos, más se incrementan los costos de producción y menos producción de arroz, carne o lácteos se obtiene. 63 Gráfico 4 64 Esta es la razón por la cual los productores agrícolas han luchado para que se eliminen los aranceles que pesan sobre algunos insumos agrícolas y se subsidien muchos de estos insumos. Sin embargo, la protección que ellos demandan para sus productos encarece los alimentos que emplean las UPB en calidad de insumos para producir bienestar y, por tanto, tiene el efecto de reducir la producción de este bien supremo. Igual que los agricultores, las UPB tienen todo el derecho y la autoridad moral para demandar que se eliminen los aranceles que pesan sobre los insumos de producción que ellas utilizan: papa, arroz, frijol, carnes, lácteos y un largo etcétera, y que se les permita aprovechar todas las oportunidades que ofrece el mercado internacional, para así producir mayor bienestar. Pobreza vía transferencias Hay varias formas de interpretar la motivación de la política agroalimentaria tradicional en Latinoamérica. A veces parece que el objetivo es maximizar la producción de algunos rubros agroalimentarios o por lo menos alcanzar cierto nivel de producción. Este es el caso de los países que aún claman por total autosuficiencia en ciertos rubros. Una mejor interpretación sería que las autoridades persiguen el objetivo de maximizar los ingresos de los productores. Otra, y que confiere más inteligencia a las autoridades, es que buscan maximizar las utilidades –no el ingreso bruto– de los productores o lo que en la jerga económica se conoce como el excedente del productor (EP). El Gráfico 5 capta esta última interpretación de la política de protección. El excedente del productor (EP) es la diferencia entre el precio y lo que al productor le cuesta producir las cantidades indicadas a lo largo de la curva de oferta, O. Cuanto más alto sea el precio, mayor es el excedente del productor. Pero, ¿qué hay de malo en este esquema? Lo malo de esta política proteccionista es que sólo toma en cuenta al productor y a la producción de bienes intermedios. Es 65 tuerta. Ignora por completo el hecho de que el mercado está conformado también por consumidores de esos bienes. 66 67 Si no existieran esos consumidores, el esquema proteccionista sería el apropiado, o sea, el subsidio vía incremento en los precios sería aceptable, hasta correcto. Pero, por esas cosas de la vida, existen, y se les debe tomar en cuenta, ya que sin ellos no habría mercado. Cuando se incluyen los consumidores, el gráfico cambia. Se le adiciona la curva de demanda (de los consumidores) e inmediatamente nos percatamos de un hecho crucial que casi siempre es ignorado por quienes formulan las políticas agroalimentarias: cada vez que se incrementa el precio, el productor se favorece, su EP sube, pero el consumidor pierde; el excedente del consumidor, EC, (el área por encima de la línea de precio pero por debajo de la curva de demanda) disminuye (Gráfico 6). Y, en esencia, lo que logra el esquema proteccionista es transferir excedentes del consumidor al productor, pero sin incrementar el total del excedente en la economía; es decir, no se aumenta el pastel 8, sólo se redistribuye. Un buen ejemplo. Según un acuerdo del Gobierno de Costa Rica, de enero de 1999, el arancel a las partes de pollo y muslo pasaría de 200 a 150 por ciento en cinco semestres; el de las pechugas y el pollo entero de 50 a 40 por ciento de forma inmediata; y el de las partes de pollo deshuesadas, de 258 a 60 por ciento en dos años y medio. Mediante estos aranceles, se obliga a los consumidores a transferir sumas astronómicas a los industriales de pollo. En el caso de partes del pollo, un arancel de 150 por ciento significa que, en el límite, cada vez que un pobre consumidor compre ¢1 000 de pollo debe, además, regalarle ¢1 500 adicionales a los avicultores y ¢320,50 al gobierno (el 13 por ciento del IVA). De los ¢1 500 adicionales, una sola empresa recibe ¢1 112,50. Los cálculos más conservadores indican que, en 1999, los consumidores transfirieron a los industriales avícolas unos ¢18 000 millones ($65 millones). De éstos, una sola empresa recibió ¢13 500 millones ($48,8 millones). Con este arancel, el gobierno crea un impuesto en favor de una empresa privada específica. 8 En realidad, debido a los otros efectos que tiene esta política sobre la producción, el pastel se reduce. Es decir, el esquema proteccionista crea pobreza. 68 69 Pobreza vía reducción del ingreso real de los trabajadores El proteccionismo implica transferir recursos (tierra, mano de obra) de actividades donde estaban siendo bien utilizados a otras actividades donde son menos útiles. Esto da como resultado que un recurso como la mano de obra sea menos productivo en los nuevos usos y, por ende, reciba una remuneración real menor. Por ejemplo, Costa Rica no produce trigo. Si el gobierno decidiera ponerle un arancel suficientemente alto a la importación de trigo como para que se iniciara su producción, los productores tendrían que desviar recursos de producción hacia ese cultivo. Esta nueva asignación de recursos sería necesariamente menos productiva que la anterior y, por ende, la remuneración de la mano de obra tendría que ser menor. Es fácil ver lo que pasa en una sola industria. Tomemos el caso de un vendedor de perros calientes (hot dogs). Los ingredientes utilizados y los costos de producción son los estipulados en el Cuadro 1. Ahí se observa que al imponer un arancel de 20 por ciento a la importación de carne para perros calientes (todos los demás insumos están recibiendo sus costos de oportunidad), al productor le quedan sólo dos opciones: salirse del negocio o reducir la remuneración de la mano de obra. Lo mismo sucede con el empleo mismo. Si bien es cierto que se incrementa el empleo en la producción de trigo, también es cierto que se reduce en otras áreas. Recordemos que a raíz del arancel, los consumidores de trigo tienen que pagar más por el grano, así que les queda menos dinero para todo lo demás. Esto redunda en una reducción de la demanda de todos los otros bienes que, a través de la economía, causará una reducción generalizada del empleo. Según el Departamento del Trabajo de los Estados Unidos (U.S. Department of Labor), el proteccionismo en ese país destruye ocho empleos en la economía en general por cada uno que genera en una industria protegida (Miller y Elwood 1998). 70 Cuadro 1. Impacto de un arancel a la carne sobre la remuneración de la mano de obra (en dólares) Insumos Costo sin el arancel Costo con on el arancel Pan 0,40 0,40 Carne 0,70 0,84 Otros ingredientes Capital Mano de obra Precio de venta 0,15 0,20 0,30 1,75 0,15 0,20 0,16 1,75 71 Pobreza vía el mal uso de los recursos productivos Hemos señalado que el proteccionismo induce a los agricultores a producir bienes de poco valor, cuando podrían producir otros mucho más valiosos: es decir, el proteccionismo estimula un pésimo uso de los recursos de producción. En Panamá, por ejemplo, muchos recursos de producción han sido utilizados para actividades en las cuales, por no gozar el país de ventajas comparativas, el retorno económico 9 (o al país) es negativo. En sólo cuatro de esas actividades (arroz, ganadería, leche y azúcar), se estimó (Stewart, 1996) que la asignación de 1,6 millones de hectáreas generaba, en 1996, una rentabilidad anual al país de -$19 millones (calculada con precios no distorsionados) (Cuadro 2). ¿Una rentabilidad social negativa? Sí. Este resultado se obtiene porque si un agricultor gasta $400 para producir una tonelada de arroz que se puede importar a un costo de $200, ese agricultor genera pérdidas (sociales o económicos) equivalentes a $200/tm, aunque, por el proteccionismo, él lo venda en el mercado local a $600/tm. Bajo una asignación basada en las ventajas comparativas, los 1,6 millones de hectáreas hubiesen generado una rentabilidad al país de unos $1 000 millones (Cuadro 3). La diferencia representa alrededor del 15 por ciento del PIB total de ese año. Industria forestal. Lo que ha sucedido en esta industria en muchos países latinoamericanos constituye un buen ejemplo del mal uso de los recursos que ocasiona el proteccionismo. Los altos niveles de protección efectiva otorgados a las industrias forestales, principalmente la de contrachapados, han significado costos económicos muy elevados. 9 Calculado con precios internacionales, o sea, los costos de oportunidad. 72 --------------------------------------------------------------------------------------------Cuadro 2. Panamá: uso real del recurso agrícola, 1996 Cultivo Área Rentabibilidad al país Total al país (000ha) $/ha) (mill $) --------------------------------------------------------------------------------------------Arroz 100 -100 -10 Carne 1 020 25 25,5 Leche 456 -48 -21,9 Azúcar 32 -390 -12,5 --------------------------------------------------------------------------------------------Total 1 608 -18,9 --------------------------------------------------------------------------------------------Fuente: Stewart, 1996. ----------------------------------------------------------------------------------Cuadro 3. Panamá: uso potencial del recurso agrícola, 19 Cultivo Area Rentabilidad al país (000ha) ($/ha) ----------------------------------------------------------------------------------Pino 1 600 630 Sandía 2 720 Melón 4 1 000 Ñame 2 640 ----------------------------------------------------------------------------------Total 1 608 ----------------------------------------------------------------------------------Fuente: Stewart, 1996. 73 Estos costos económicos están relacionados con la prohibición de exportar trozas y los aranceles a la importación de madera aserrada y contrachapada. La combinación de los bajos precios de las trozas (el insumo) y los altos precios del contrachapado (el producto) ha ocasionado que ineficientes fabricantes produzcan contrachapados con altas ganancias privadas, que son principalmente transferencias de los dueños de bosque y los usuarios de esos productos. Sin embargo, a precios económicos (internacionales) las utilidades son negativas. Las trozas utilizadas valen más (medido por lo que pagaría por ellas el mercado internacional) que la madera aserrada y contrachapada que se obtienen de ellas. Por lo tanto, la diferencia entre el valor del producto y el precio del insumo (las trozas) más el costo de procesamiento, constituyen el costo económico de llevar a cabo aserrío y manufactura de contrachapados en vez de exportar las trozas. En el Cuadro 4 se presentan estos cálculos para la madera aserrada en Costa Rica y Bolivia, así como el contrachapado en Costa Rica y Ecuador (Stewart y Gibson, 1993). Ahí se observa un gran desperdicio de los recursos forestales de esos países y los altos costos económicos de los políticos proteccionistas. En Ecuador, por ejemplo los fabricantes de contrachapados gastaron aproximadamente US$200 para convertir un valor de US$500 de trozas (el valor económico) en un metro cúbico de contrachapado que se hubiera podido importar a un costo oscilante entre US$320 y US$400 (el valor económico). La pérdida económica fue de US$300 a US$380/m3 del contrachapado que se produce. En los casos ilustrados, el gobierno pretendía generar empleo, valor agregado local y excedentes económicos mediante el procesamiento de la madera en el país. Los resultados, sin embargo, fueron desastrosos. El valor agregado local fue negativo en todos los casos, lo cual indica que, en el proceso, el valor fue destruido, no agregado. En cuanto al objetivo de proporcionar empleo, los resultados evidencian que forzar el procesamiento local ha sido una forma muy cara de generar empleo. Cada puesto de trabajo generado en el Ecuador por la decisión de fabricar contrachapados en vez de exportar las trozas tuvo un costo económico equivalente a 19 salarios. Esta es una muestra clara de cómo el proteccionismo reduce la productividad y la remuneración de la 74 mano de obra. La decisión de producir madera aserrada en vez de exportar las trozas también fue insensata, tal como lo ilustran los costos en que se incurrió también en Costa Rica y Bolivia10. Cuadro 4. Costos económicos directos ocasionados por las barreras al comercio ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------forestal 1992-93 (en dólares) Indicadores Bolivia Costa Rica Ecuador ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Madera Aserrada Valor económico de trozas, (mills) 1/ 22.9 - 27.2 53 n.e. Valor de madera aserrada producida 18,7 45,4 n.e. Costo del aserrío (mill) 2.4 8,2 n.e. Valor neto a los aserraderos (mill) 16,3 37,2 n.e. Pérdida económica al país (mills) 6,6 - 10,9 15,8 n.e. ................ 3 Producción total de aserrada (000m ) 44.9 264,6 3 Total empleos creados (70/m ) 642.5 3.780 n.e. Costo anual de cada empleo generado 10,272 - 16,965 4.213 n.e. Salario anual 780 2.068 n.e. Costo de cada empleo en términos de salarios 13.2 - 21.7 2 n.e. n.e. Madera Contrachapada 3 Valor económico de 1m de contrachapados n.e. 404,6 320,1 3 Valor de trozas en 1m de contrachapados n.e. 256 500 3 Costo de proceso de 1m de contrachapados n.e. 235 200 3 Pérdida económica al país por 1m de contrach. n.e. 86,4 380 .................. 3 Producción total de contrachapados (m ) n.e. 27.000 85.000 Pérdida económica total (mills) n.e. 2,3 32,3 ................... 3 Total de empleos creados (40/m ) n.e. 675 2.125 Costo anual por empleo generado n.e. 3.456 15.200 Salario anual n.e 2.068 780 Costo por empleo en términos de salarios n.e. 1,67 19,5 ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------3 1/ Se estimó que solo se hubiesen exportado unos 450.000m de trozas. n.e. = no estimado. Fuente: Stewart, Claure, Gibson (1993); Southgate et. al. (1994); Stewart (1994) 10 La diferencia entre los costos en ambos países se debe a la diferencia en desarrollo tecnológico 75 de sus industrias de aserrío. 76 Pobreza vía subsidios directos A pesar de que despotrican contra los subsidios que los gobiernos de los países desarrollados otorgan a sus productores agrícolas, los jerarcas o gobernantes latinoamericanos son muy proclives a otorgar subsidios directos a la exportación en beneficio de sus propios agricultores. ¿Doble moral? Igual que la exención de impuestos y los subsidios a los insumos de producción agrícola, estos subsidios directos a la exportación se pueden considerar parte del favorecimiento (protección) a los productores agropecuarios y como un cuarto mecanismo generador de pobreza en las unidades productoras de bienestar. Para justificar estos subsidios se recurre al argumento de que son necesarios para compensar distorsiones internas como la mala infraestructura, altas tasas de interés, exageradas cargas sociales, y altas tasas de importantes servicios públicos como la electricidad, la telefonía o los seguros Para esa compensación han usado instrumentos como los Certificados de Abono Tributario (CAT), drawbacks, contratos de exportación, entre otros. En el caso de los CAT, el gobierno se compromete a otorgar al agricultor/exportador un subsidio equivalente a entre 10 y 30 por ciento del valor de todo lo exportado. Así, si es 30 por ciento y el empresario exporta productos por un valor de US$1 millón, recibe un subsidio del Estado por $300 000. A través de estos programas, el Estado transfiere sumas astronómicas a unas cuantas firmas (ver Cuadro 5 para el caso costarricense), lo que crea pobreza por dos vías: (1) el dinero de los subsidios es obtenido a través de impuestos cuya incidencia relativa es mayor sobre las clases media y baja, y no sobre las empresas. Después de todo, no tendría sentido tomar el dinero de las empresas para luego devolvérselo. Los que más sufren son las unidades familiares (UPB), puesto que su producción de bienestar se reduce. (2) En lugar de subsidiar directamente a las empresas, el dinero se hubiese podido utilizar para efectuar subsidios indirectos en la forma de inversión en infraestructuras como carreteras, caminos vecinales (agrícolas), puertos y aeropuertos, y así se beneficia también a las UPB. 77 Cuadro 5. Las veinte empresas que más CAT recibieron durante 1993-1996 (millones de dólares)* Empresa Vinculación Política o Internacional PINDECO Del Monte Jurch Hules Técnicos Total 18,78 11,93 Samuel Guzowski, Exministro de Comercio Exterior 1998-2000 11,50 Pegaso Internacional 8,66 Compañía Palmatica 7,33 Borda Azul 6,52 Melones de C.R. 6,22 Tico Frut 5,92 Aluminios Nac. 5,32 Inversiones Delka 4,51 Sardimar 5,08 Central de Exportaciones Agroindustriales 5,06 Olympic Fibers 4,75 Liga Agrícola Industrial de la caña de azúcar 4,62 Productos Gerber de Centroamérica 4,57 Matadero Nacional de Montecillos 4,54 PRATSA 4,33 Fertilizantes de Centroamérica 4,13 Derivados de Maíz Alimenticio 4,04 Tenería Primenca 3,64 Total 133,4 * Son dólares nominales obtenidos mediante la conversión de colones usando el tipo de cambio promedio de cada año. Fuente: La Nación 24/11/1997 78 Según Patricia Leitón: (...) En Costa Rica con esa suma ($1 000 millones otorgados a través de CAT), la deuda interna sería un tercio más pequeña; o se tendrían 45 puentes semejantes al que se necesita sobre el río Tempisque; o se remodelarían cinco aeropuertos parecidos al Juan Santamaría. La Nación, 27/9/99 De haber invertido en infraestructura, se hubieran favorecido los productores agropecuarios (al reducirse las distorsiones internas), pero –y esto es muy importante– también se hubieran favorecido las unidades productoras de bienestar (UPB), las cuales igualmente sufren por las distorsiones internas. Al no proceder de esta forma, las autoridades causan pobreza. Cometen un crimen económico (ver Anexo 2). En la misma nota periodística, Patricia Leitón señala: Para reducir esa vulnerabilidad de la economía costarricense se optó por un nuevo modelo de desarrollo basado en la promoción de las exportaciones, pero para paliar las deficiencias del país en infraestructura y servicios públicos, entre otros, se ingenió la idea de darle a los exportadores —a los que vendieran bienes no tradicionales fuera del istmo— un incentivo llamado Certificado de Abono Tributario. Sin embargo, la carga se transformó en algo mayor de lo que se esperaba para el fisco, y hubo abusos. Algunas empresas están acusadas hoy ante el Ministerio Público por haber inflado las ventas y además, hoy 26 años después, cuando están a punto de acabarse, el país arrastra las mismas deficiencias en infraestructuras y servicios públicos de los años 70. La Nación, 27/9/1999 Aspecto moral. Muchas de las empresas beneficiadas con los subsidios pertenecen a connotados políticos. De las 20 que más recibieron CAT en Costa Rica, algunas están vinculadas con políticos y por lo menos una de ellas con una empresa transnacional (ver Cuadro 5). El caso de Panamá, mencionado en el prefacio, es típico. 79 No es difícil concluir, entonces, que estos programas son para transferir recursos de las unidades productoras de bienestar, vía el Estado, a las empresas de políticos. Además de estas empresas, en la lista de beneficiados aparecen con frecuencia compañías transnacionales (como Del Monte), cuyas utilidades superan el PIB de muchos de estos países. Golpear a las unidades productoras de bienestar para regalar el dinero a compañías transnacionales es una de las acciones más grotescas que puede realizar un gobernante del Tercer Mundo. 80 7 Proteccionismo y Moral Hemos visto que el proteccionismo agropecuario genera pobreza para la gran mayoría de la población y enriquece a unos pocos. Pero ¿quiere decir esto que el proteccionismo es inherentemente inmoral? Todo depende del marco de referencia utilizado para definir los derechos de cada individuo que conforman la sociedad y el valor que se otorga a esos individuos. Es decir, depende del modelo de sociedad que se tiene en mente. Modelos de sociedad y proteccionismo En el contexto de la política económica, la moralidad tiene que ver con el respeto de los derechos individuales dentro de una sociedad. En este sentido, todo acto que no viole los derechos establecidos es moralmente aceptable. Pero, ¿cuáles son esos derechos y cómo se establecen? Para nuestros propósitos, postulamos que existen dos tipos de sociedades: aquellas con derechos individuales y las colectivistas. En las primeras todos los individuos tienen los mismos derechos (los derechos naturales del hombre): a la vida, la libertad y la propiedad, entre otros. Las sociedades colectivistas, en cambio, dan preeminencia al colectivo. El individuo no tiene derechos naturales, sino que sus derechos están supeditados a los dictados del colectivo, el cual siempre es manejado por una cúpula. No hay derechos a la libertad ni a la propiedad. Procedemos a evaluar la moralidad del proteccionismo en el contexto de cada una de estas sociedades. 81 Modelo de derechos individuales En el modelo de sociedad con derechos individuales (MDI) impera el siguiente principio: todo ser humano es dueño de sí mismo y por tanto tiene el derecho de disponer de su cuerpo, su mente y sus bienes (honestamente adquiridos) de la forma como más le convenga, siempre que respete el mismo derecho de todos los demás. De este principio se derivan los derechos antes mencionados: a la vida, libertad y propiedad. Este último conlleva el derecho a la libertad económica, el cual se enuncia así: todo ser humano tiene el derecho a utilizar su propiedad para producir, distribuir y consumir bienes y servicios (es decir, para realizar actividades económicas tales como comprar, vender, trocar ahorrar, transportar, importar, exportar, almacenar, regalar) sin ninguna restricción más que evitar el uso de la fuerza y el engaño. Las características del modelo son: · Todos los individuos nacen con los derechos naturales del hombre: nadie los asigna caprichosamente. Todos tienen el mismo valor y el bienestar de cada uno contribuye lo mismo al bienestar total. · El objetivo de la política económica (en este caso, la política comercial agrícola) es maximizar el bienestar de la sociedad (BS), donde BS equivale a la suma del bienestar de todos los individuos. Para simplificar, agrupamos a los individuos en unidades familiares o UPB, por lo que el objetivo es maximizar la suma de bienestar a través de todas las UPB. La expresión matemática de este objetivo es: n n Max BS = Max Bi = BUPBj i=1 j=1 82 donde BS = el bienestar de toda la sociedad; Bi = el bienestar de cada individuo; BUPBj = el bienestar de la Unidad Productora de Bienestar, y n = el número de individuos o de UPBs en la sociedad. El objetivo de maximizar BS está sujeto a la restricción de que no se pueden violar los derechos individuales, en particular el derecho a la libertad económica. Cualquier violación de este derecho significa una reducción del bienestar del individuo o de la UPB afectada y, por tanto, del bienestar total. Por esta razón, la transferencia de una unidad de bienestar (asumiendo que ésta es mensurable) de un individuo a otro o de una UPB a otra reduce el bienestar total. Pero el proteccionismo y subsidios como los CAT están diseñados justamente para transferir riqueza (bienestar) de unas UPBs a otras: reducen el BS, imposibilitando así el logro del objetivo de la política económica. Es decir, el proteccionismo es totalmente incompatible con el modelo de sociedad donde todos los individuos tienen el mismo valor y los mismos derechos (los naturales del hombre). Modelo de colectivismo moderado En una sociedad moderadamente colectivista, el individuo no es dueño de sí mismo y, por tanto, no tiene derecho a disponer de su cuerpo, mente y bienes de la forma como le convenga, ni tiene derechos a la vida, libertad y propiedad. Él pertenece al colectivo y sólo posee el valor y los derechos asignados a ese colectivo. Las características del modelo son: · Para simplificar, los seres humanos son divididos en dos grupos: los productores agropecuarios (PA)11 y todos los demás ciudadanos (TC). El primero engloba a los políticos. · Los políticos asignan los valores a cada grupo. El grupo (PA) vale más que el (TC). 11 Nos referimos exclusivamente a los dueños de los medios de producción, o sea, los empresarios. Además, el grupo podría ampliarse para incluir a todos los empresarios, no sólo a los agrícolas. 83 · El objetivo de la política económica es maximizar el bienestar de la sociedad, donde ese bienestar equivale a la suma del bienestar de los dos grupos (BS = BPA + BTC). La expresión matemática es: MAX BS = α BPA + λ BTC donde α 1 y λ<1; es decir, una unidad de bienestar de TC no contribuye lo mismo al BS que una unidad de bienestar de PA. En este modelo es permisible la violación de los derechos individuales o grupales. De hecho, la transferencia de una unidad de bienestar (UB) de TC a PA incrementa el bienestar total. Por ejemplo, si α = 1,5 y λ = 0,7, cada UB transferida de TC a PA incrementa el BS en 0,8 unidades. ¿Es compatible el proteccionismo con este modelo; es decir, se puede maximizar BS con base en una política comercial proteccionista? Sólo si los parámetros α y λ se alejan lo suficiente de 1. En el caso de λ, el extremo es cero, donde TC no vale absolutamente nada y, por tanto, el aporte de su bienestar al BS es nulo. Este es el caso del siguiente modelo. Asumimos que los parámetros α y λ se mantienen dentro de los márgenes (no extremos) donde el proteccionismo no procede porque se podría lograr mayor bienestar de la sociedad (BS) con una política comercial diferente. Para ilustrar con un ejemplo, usemos el arroz y postulemos, para simplificar, que el subsidio en países desarrollados es tal que se podría obtener una cantidad equivalente al consumo “normal” de un año en Costa Rica totalmente gratis. Obviamente, rechazar el regalo (prohibir la importación o imponer un arancel lo suficientemente alto para que el costo de importación supere los costos de producción locales más utilidad) sería una estrategia menos rentable en términos de bienestar total que aceptarlo. Sigamos con cifras plausibles, pero no del todo reales. El consumo nacional (Costa Rica) es de 200 000 tm por año, y el costo de producción es de $350/tm (incluye utilidad, por lo que equivale al precio de venta). El regalo de 200 000 tm de arroz a ese precio equivale a $70 millones. Una cantidad que podría contribuir mucho a la producción de bienestar. ¿Cómo lograr un mayor BS que el que se lograría rechazando el regalo? Hay muchas maneras de hacerlo. Una de ellas consiste en aceptar las 200 000 tm de arroz, 84 venderlas en el mercado a un precio que permita recuperar el dinero (la utilidad) que hubiesen logrado los agricultores al producir y vender bajo un esquema proteccionista. Supongamos que la utilidad normal es de $50/tm producida y que normalmente producen y venden 200 000 tm. Habría que entregarles $10 millones. Esto implica que se podría vender cada tonelada a $50 y entregar los $10 millones a los productores. Este esquema es obviamente superior porque los consumidores se ahorrarían $60 millones (podrían usar ese monto para adquirir otros bienes y producir más bienestar) y los productores recibirían sus utilidades; no pierden. Algunas observaciones: · La ganancia en términos de BS es mayor que los $70 millones ya que no se ha tomado en cuenta todo lo que se podría producir con los recursos no dedicados a la producción de arroz. · Algunos señalarían que todo parece bien, pero ¿qué hacer con la mano de obra que hubiese producido arroz? La respuesta sale del punto anterior: se utilizaría para producir otro bien donde se cuenta con ventaja comparativa. En esta otra actividad, la remuneración de la mano de obra podría ser mayor, en vista de que sería más productiva. En el caso muy improbable de que la mano de obra se quedase desempleada, se podría remunerar con parte de las ganancias de los consumidores. Aún así quedaría mucho para repartir. · La repartición de los $70 millones entre PA y TC que maximiza el BS dependerá de los valores de α y λ. · En los casos menos extremos (más reales) donde se dan subsidios externos que hacen descender el precio internacional (pero no hasta cero), se puede lograr mayor BS usando una metodología similar a la señalada. 85 · Al utilizar el proteccionismo —que beneficia a sólo un pequeño grupo— en vez de aprovechar los subsidios externos para enriquecer a la ciudadanía en general, los países despilfarran recursos y desdeñan al ser humano más allá de lo tolerable en una sociedad moderadamente colectivista. El proteccionismo no es compatible con este modelo de sociedad. 86 Modelo de colectivismo extremado Este modelo de sociedad es el caso extremo del MCM, donde el parámetro λ es igual a cero, es decir, sólo los productos agrícolas (el grupo PA) tienen valor. Todos los demás ciudadanos (el grupo TC) no valen absolutamente nada y su bienestar no contribuye nada al bienestar de la sociedad (BS). En este modelo, el objetivo de la política económica es maximizar el bienestar de la sociedad (BS), sólo que ahora BS es equivalente al bienestar de PA únicamente. La expresión matemática es: MAX BS = α BPA + λ BTC = BPA dado que α = 1 y λ=0. ¿Es compatible el proteccionismo con este modelo; es decir, se puede maximizar BS con base en una política comercial proteccionista? Claro que sí. Aquí la transferencia de una unidad de bienestar de TC a PA incrementa el BS en una unidad, y el objetivo del proteccionismo es precisamente transferir bienestar (riqueza) de TC a PA. Es más, existe para cada caso un arancel (óptimo) que maximiza la transferencia de TC a PA; o sea, maximiza el BS. Otra acción que contribuye a incrementar BPA, y por ende BS, consiste en quitar recursos a TC –mediante impuestos– y trasladarlos a PA por medio de mecanismos como los CAT, programas de reconversión, crédito subsidiado o regalado, formación de corporaciones (ej. la Corporación Hortícola). La entrega de $ 1 000 millones a exportadores por medio de los CAT en Costa Rica, durante 1984-1999, es un acto perfectamente compatible con este modelo. Una observación. El esquema en el cual se aceptan las 200 000 tm de arroz del ejemplo anterior, se vende el grano al precio de protección y se entrega todo el dinero a los productores (una especie de pago por no producir), generaría más BS que el proteccionismo puro. Sin embargo, tal esquema no sería viable políticamente: como TC no recibiría ningún beneficio, no lo aceptaría. Es por ello que, además del proteccionismo, a 87 las “autoridades” les resulta mejor recurrir a mecanismos como los CAT para trasladar más bienestar de TC a PA. Codicia de los productores Durante los últimos tiempos, el inmoral proteccionismo se ha transformado en un mercantilismo feudal donde los productores no sólo mantienen hermético el mercado nacional, sino que se lanzan en pos de mercados externos y, cuando los conquistan, también reciben subsidios de exportación. Lo obtienen todo. Esto es doblemente inmoral. A continuación, algunos ejemplos de este deleznable comportamiento. Avicultores costarricenses. El comportamiento de los avicultores costarricenses es típico de lo que se acaba de señalar. Según el tratado de libre comercio entre Centroamérica y la República Dominicana (RD), firmado en 1998, los avicultores costarricenses exportarían una cuota de pechugas de pollo de 1 170 tm en 1999, la cual se incrementaría paulatinamente hasta llegar a 2 070 tm en el 2004. Estas exportaciones ingresarían como parte del contingente arancelario que ese país abrió para las pechugas de pollo, pagando sólo la mitad del arancel que pagaban otros países. En términos económicos, se estima que lo negociado en el TLC significa como mínimo $3 millones en pechugas enteras y un poco más para las deshuesadas. Estos hechos debieron haber suavizado la posición de los avicultores con respecto al mercado local, pero no fue así. A pesar de que no podían satisfacer la demanda para la exportación y a veces se les dificultaba cumplir con la local (durante algunos días del mes de junio de 1998, se agotó la existencia de huevos en las tiendas), los avicultores reaccionaron airados porque un decreto ejecutivo imponía aranceles (sólo para el equivalente a un 3 por ciento de la producción) de entre 15 y 40 por ciento (por debajo del consolidado). En 1999 pusieron como condición la apertura del mercado estadounidense a la producción avícola nacional, a cambio de permitir la reducción gradual de los aranceles que protegen a los industriales del pollo en Costa Rica. Según el acuerdo logrado con el gobierno, el arancel de las partes de pollo y muslo pasaría de 200 a 150 88 por ciento en cinco semestres; el de las pechugas y el pollo entero de 50 a 40 por ciento en forma inmediata, y el de las partes de pollo deshuesadas, de 258 a 60 por ciento en dos años y medio. La permanencia de estos aranceles sólo es compatible con el principio colectivista ya mencionado y con el modelo colectivismo extremado. Lecheros costarricenses. La política lechera del gobierno costarricense y la actitud de los lecheros, que varía según el mercado en que operen, constituyen testimonios de la moral comercial prevaleciente. Como parte de la política lechera, el gobierno les niega a los consumidores su derecho humano a adquirir en el exterior, libremente, leche barata y sus derivados; fija un precio para la leche fluida (2 por ciento de grasa) muy por encima del costo de importación; deja libres los precios de derivados lácteos, y estimula la exportación de leche y todos los demás productos lácteos. Una de las consecuencias lógicas de esta política es que cada vez que pueden obtener mejores precios vendiendo productos elaborados en el mercado nacional o exportando leche fluida, en polvo y otros productos, los industriales utilizan la leche fluida de “consumo nacional” para hacerlo (en abril de 1997 la exportación aumentó un 95 por ciento en relación con el mismo mes del año anterior). Este hecho hace que periódicamente haya escasez del producto. Por otra parte, la postura de la empresa industrial que agrupa a los lecheros varía según el mercado en que opera. En Costa Rica, donde es productora, se opuso radicalmente al TLC con Chile y luchó por mantener el arancel de los lácteos cercano al 100 por ciento. En Panamá, donde es importadora neta, lucha para que los aranceles no se incrementen por encima del 40 por ciento. Los lecheros quieren abarcar todos los mercados posibles, pero impiden que los costarricenses tengan acceso a lácteos más baratos. Y para ello cuentan con el apoyo del gobierno. Omisión de los subsidios beneficiosos 89 Cuando, para justificar el proteccionismo, los productores argumentan que son perjudicados por subsidios otorgados en países desarrollados, se refieren a los subsidios a productos finales o semifinales como arroz, maíz, leche, quesos, etcétera. Pero éstos no son los únicos bienes que reciben subsidios. En los países desarrollados existen subsidios a las investigaciones que abaratan la maquinaria agrícola, las medicinas veterinarias, los fertilizantes, las semillas y muchos insumos más. Contrario a los otros subsidios, éstos les producen enormes beneficios a los productores/industriales de los países subdesarrollados. Ahora, si se utilizan los subsidios a los productos (arroz, papa, etc) para justificar la imposición de aranceles, se debería emplear los subsidios a los insumos para bajar o quitar esos aranceles. Los dos tipos de subsidio se compensan entre sí. A todas luces resulta inmoral solicitar una compensación cuando se cree haber sido perjudicado, pero callar cuando se es beneficiado. Equidad. En vista de que existen muchos programas de subsidio en los países desarrollados cuyos efectos sobre los productores latinoamericanos (a través de precios de productos e insumos) son muy variados, en lugar del proteccionismo puro, una política más equitativa y justa (en un modelo de sociedad no colectivista) haría lo siguiente: (1) estimar el impacto neto de todas las distorsiones, no sólo el impacto de ciertos subsidios; (2) compensar a los productores con un arancel equivalente cuando el neto de las distorsiones es negativo para ellos y castigarlos con un impuesto proporcional cuando es positivo; (3) subsidiar a los consumidores cuando el neto de las distorsiones es negativo para ellos, y castigarlos con un impuesto (arancel) cuando es positivo. ¿Se puede realizar esta tarea? Claro que sí, pero sería en extremo onerosa y complicada. Además, el resultado no sería mejor que el libre comercio. Perjuicio al pequeño productor agrícola Con mucha frecuencia, por no decir siempre, el proteccionismo agropecuario se presenta como la salvación del pequeño productor, pero resulta que él es quien menos se 90 beneficia, inclusive, resulta perjudicado. Tomemos el caso de un pequeño agricultor que produce 100 unidades de frijol a un costo de S/.100/unidad. Sin protección, el precio en el mercado es de S/.80/unidad. Con un arancel de protección del 50 por ciento, el precio de venta sube a S/.120/unidad. ¿Cuánto se beneficia de la protección? Todo depende de su nivel de consumo (incluyendo lo que adquiere en el mercado). Si su consumo es de 150 unidades, el costo neto por unidad consumida es de S/.106,7. Pierde S/.20,7 por cada unidad consumida (Cuadro 6). Si su consumo es de 100 unidades, con la protección habría 100 por ciento autoconsumo y el costo por unidad consumida sería S/.100. 91 Cuadro 6. Efecto del proteccionismo sobre el pequeño agricultor Datos básicos: Producción =100 unidades Costo por unidad = S/100 Precio sin protección = S/80 Precio con protección = S /120 Sin protección Con protección Consumo = 150 unidades Costo de 100 u 8 000 10 000 Costo de 50 u 4 000 6 000 12 000 16 000 Costo total Costo por unidad 80 106,7 Consumo = 100 unidades Costo de 100 u Costo por unidad 8 000 10 000 80 100 Consumo = 50 unidades Costo de producción 0 Ingreso por venta de 50 u 0 6 000 4 000 4 000 Costo de consumo de 50 u Costo por unidad consumida 80 10 000 (100 u) 80 Consumo = 0 unidades Costo de producir 100 Ingreso por venta Costo de consumo Ingreso neto 10 000 10 000 8 000 12 000 0 -2 000 0 2 000 92 Sin la protección, él compraría todo y el costo por unidad consumida sería de sólo S/.80. Estaría mejor sin la protección. Si su consumo es de sólo 50 unidades, los números demuestran que su costo por unidad consumida sería igual, tanto con la protección como sin ella. Este es una especie de punto de equilibrio del consumo. Cualquier consumo por debajo de 50 unidades hace que la protección le sea favorable. El extremo sería un consumo de cero (100 por ciento comercial) donde la protección haría que pasara de perder S/.20 por unidad producida a ganar S/.20. Obviamente, estos números son sólo ilustrativos. La condición real de cada productor puede variar mucho, pero sin cambiar el hecho de que los pequeños agricultores —aquellos que tienden a consumir una proporción importante de la producción— son perjudicados por el proteccionismo. Los que más se benefician —a veces, los únicos— son los empresarios agrícolas, entre los cuales se encuentra la clase político/empresarial. Iniquidad entre productores Los defensores del proteccionismo lo justifican aduciendo que en el exterior existen numerosas distorsiones perjudiciales para los productores nacionales y que en el interior del país hay otra serie de distorsiones que causan un sesgo anti-exportador: mala infraestructura, altas tasas de interés, exageradas cargas sociales y altas tasas por servicios como electricidad y telecomunicaciones. Pero debemos notar que los consumidores de alimentos (o productores de bienestar) son igualmente afectados por las mismas distorsiones. En el exterior resultan perjudicados por distorsiones que abarcan desde los carteles que hacen subir el precio de los combustibles y los manejos financieros que revalúan el yen y el dólar, hasta los programas agrícolas e instrumentos que elevan los precios internacionales del arroz, el trigo y muchos otros alimentos. En el ámbito interno, estos productores también sufren los embates de las altas tasas de interés, mala infraestructura, elevado costo de los seguros, de la electricidad y de los servicios telefónicos. La lista es larga. 93 Para compensar los efectos de las distorsiones, los productores agrícolas obtienen “protección” arancelaria, reconversiones, créditos preferenciales y subsidios, pero los productores de bienestar no reciben ninguna compensación. ¿Es esto igualdad ante la ley? El tema es más grave aún, porque además de no recibir ninguna indemnización por las “distorsiones” que les afectan, los productores de bienestar se ven obligados a pagar la protección de los grandes productores agrícolas y cubrir el costo de subsidios como los CAT, las reconversiones y los créditos preferenciales. Esto corresponde al más rancio sistema feudal o colectivista, perfectamente compatible con el Modelo de Colectivismo Extremado. 94 8 Libre Comercio y Riqueza Si el proteccionismo genera pobreza a través de las transferencias de consumidores a empresarios, la reducción del ingreso real de los trabajadores (salarios más bajos y precios más elevados de los alimentos) y la mala asignación de los recursos productivos, el libre comercio, lógicamente, crea riqueza al evitar esas transferencias, incrementar el ingreso de los trabajadores y propiciar un mejor uso de los recursos productivos. Todos estos efectos se pueden resumir de la siguiente manera: el libre comercio crea riqueza porque amplía el área de bienestar total (el pastel crece) y, a través del cambio de actitud, estimula inversiones que aumentan el pastel aún más. Veamos. Para un modelo de sociedad basado en los derechos individuales, se ha definido el concepto de bienestar total como la suma de las dos áreas o los dos excedentes: EP+EC (Gráfico 7). En este modelo de sociedad, el objetivo de la política agroalimentaria no es maximizar los excedentes del productor (EP) –como sí lo es en el modelo de colectivismo moderado–, sino maximizar el bienestar (la riqueza) de la sociedad; o sea, la suma de EP+EC. Este objetivo se logra desplazando una o ambas curvas hacia afuera, lo cual no hace el esquema proteccionista. De hecho, la diferencia entre un país rico y uno pobre reside en el tamaño de esa área de bienestar, medida ya no con la curvas de oferta y demanda de un determinado mercado, sino con las curvas de oferta y demanda agregadas; o sea, la suma (agregación) de todas las curvas de oferta y demanda de bienes y servicios que se comercian dentro de la economía (Gráfico 8). El libre comercio es el motor más efectivo para lograr el desplazamiento de ambas curvas (partiendo desde un modelo proteccionista), ya que implica disponibilidad 95 inmediata de alimentos más baratos, lo que a su vez entraña un incremento en el ingreso real de los consumidores o UPB, ya que éstos se tornan relativamente más ricos. 96 97 A raíz de este incremento en ingresos, los consumidores demandarán más bienes y servicios, lo que desplaza la curva de demanda hacia afuera. El libre comercio también tiene la virtud de estimular la especialización del país (o región) en la producción de aquellos rubros para los cuales cuenta con ventaja comparativa12. Cuanto más se especializa el país en la producción de estos bienes, más productivo es y más se desplaza hacia afuera la oferta agregada. Esta oferta agregada se desplaza aún más cuando se utilizan los recursos generados por la exportación de bienes (con ventaja comparativa) para importar bienes en los cuales otros son los que tienen esa ventaja. Cada desplazamiento hacia afuera de la curva de oferta agregada significa una reducción global de precios. Y cuanto más caen los precios a raíz del desplazamiento de la oferta hacia afuera, más se incrementa el ingreso real de los consumidores y, como consecuencia, más se desplaza la demanda hacia afuera. Pero eso no es todo. Dado que fuerza la competencia y el cambio de actitud de los actores económicos, el libre comercio estimula inversiones que crean riqueza: en investigación y extensión, infraestructura y formación de capital humano. Tanto la inversión en capital humano como la inversión en investigación y extensión son fundamentales para desarrollar o materializar ventajas comparativas, y para la búsqueda constante de formas más eficientes de producir, manipular, procesar, transportar e intercambiar productos agroalimentarios. Todo lo cual provoca el desplazamiento de la curva de oferta agregada hacia la derecha. La inversión en infraestructura también es fundamental por las mismas razones: facilita la producción y distribución de los productos agroalimentarios, y de esa forma también desplaza la curva de oferta agregada. Fortaleza moral del libre comercio En el capítulo anterior, quedó establecido que el proteccionismo es una política óptima en un modelo de sociedad colectivista donde sólo los productores (en este caso 12 Esto es así porque los consumidores adquieren en el exterior todo aquello cuyo precio sea inferior a los costos de producción locales. 98 los productores agropecuarios) tienen valor y sólo su bienestar cuenta. Todos los miembros de la sociedad no cuentan, tampoco su bienestar. Si nuestra referencia es este modelo de sociedad, una valoración de la moralidad del libre comercio o del proteccionismo pierde sentido. Sólo lo tiene en un modelo de sociedad basado en los derechos individuales. Y esa es nuestra referencia. Hemos señalado que en lugar del proteccionismo puro, sería más equitativo un sistema que tomara en cuenta todas las distorsiones, que compensara o castigara a los productores y consumidores según el neto les sea negativo o positivo. Pero aún desde esta perspectiva de la equidad, el libre comercio sería mucho mejor. ¿Por qué? Porque esas acciones para lograr la equidad serían: · Demasiado costosas. Para hacerlo bien, se requeriría de un gran esfuerzo por parte de un contingente de especialistas, nada baratos. Y tal como se hace hoy, los fondos para cubrir esos gastos saldrían de los bolsillos de las UPB, reduciendo así su bienestar y creando iniquidad. · Difícil de calibrar. Habría mucha dificultad para calibrar bien cuándo el neto de las “distorsiones” es positivo o negativo para productores y consumidores. Son demasiadas las variables que se habrían de tomar en cuenta. Además, como ya se ha señalado, existiría la dificultad para establecer el límite de qué se considera un subsidio. A fin de cuentas, muchas de estas decisiones serían necesariamente arbitrarias. · Poco productivas. Si el estudio de Fisher y Gorter es indicativo de la realidad, todo este esfuerzo sería para ajustar precios en menos de un 10 por ciento. Lo que se agravaría más si tomamos en cuenta que, para cada grupo, algunas veces el neto de las distorsiones resulta positivo, y otras, negativo, equilibrándose así a través del tiempo. 99 Por todo lo anterior, el libre comercio es superior a esa alternativa de equidad: tiene un costo administrativo de cero; no hay que estimar nada ni compensar o castigar a ningún grupo. Por otra parte, es la única política comercial compatible con un modelo de sociedad basado en el respeto de los derechos individuales. En síntesis: el libre comercio crea riqueza y es lo moralmente correcto. 100 101 PARTE IV HACIA LA ACCIÓN 102 103 9 Soluciones para el Sector Agropecuario Uno de los efectos de la protección arancelaria y para-arancelaria de los productores agrícolas es la transferencia de ingentes recursos de los productores de bienestar (consumidores) a los agricultores. Se ha estimado que en Costa Rica, a raíz del proteccionismo, los consumidores de lácteos y productos avícolas entregan a los productores de esos bienes un monto adicional equivalente a ¢30 000 millones (US$100 millones) y ¢18 000 millones (US$60 millones) anuales, respectivamente. Como se observa, la protección de los agricultores no es inocua: cada vez que se “protege” al productor se castiga a otro inocente (muchas veces pobre) ser humano. La injusticia que se comete es equivalente a que, para aliviar su enfermedad cardiaca, un grupo de gente malvada utilice la fuerza (el gobierno) para extraer corazones de gente sana y transplantárselos. Es decir, los representantes de los agricultores no son blancas palomas. Cuando piden “protección”, se comportan como una gavilla de sanguinarios criminales que cree —herencia maldita de la Colonia— tener derecho sobre los cuerpos, los bienes y la libertad de otros individuos. El asunto es aún más grave cuando nos percatamos de que el problema cardiaco de los productores agrícolas se debe a sus malos hábitos alimentarios y una vida sedentaria. Es decir, su problema tiene otra solución: comer menos grasas saturadas, ejercitarse más y, en última instancia, someterse a una operación a corazón abierto. No necesitan recurrir al acto criminal e inmoral de extirpar el corazón de otros. Ahora, en el contexto de un modelo de sociedad basado en los derechos individuales, donde todos son iguales ante la ley y ninguno tiene la potestad de violar los derechos de otro, ¿cómo puede avanzar el sector agrícola, es decir, cómo pueden los 104 agricultores aliviar su problema cardiaco sin arrebatarle el corazón a otro ser humano? Cumpliendo con esa condición, los agricultores podrían alcanzar la prosperidad mediante acertadas acciones tanto gubernamentales como por parte de sus propios gremios. Acciones gubernamentales Las acciones gubernamentales en pro de la agricultura se pueden separar en dos grandes grupos: los subsidios directos y los subsidios indirectos. Entre los primeros encontramos la protección arancelaria y para-arancelaria, los gastos en reconversión y los subsidios a la exportación (CAT). Estos subsidios directos violan los derechos de consumidores y contribuyentes y, por tanto, no constituyen un mecanismo aceptable para promocionar la agricultura. Quedan descartados. Subsidios indirectos. En los países desarrollados, el grueso de los subsidios agrícolas toma la forma de altas tasas de inversión en investigación e infraestructura que, por incrementar la productividad y la oferta agrícolas y provocar el descenso de los precios, favorecen grandemente a los consumidores o UPB. Pero los consumidores no sólo se benefician de los bajos precios; también se benefician de buenas y amplias carreteras y autopistas, telecomunicaciones de alta calidad, excelentes servicios portuarios (tanto marítimos como aéreos) y sistemas de información, los cuales favorecen también a la agricultura y a muchos otros sectores. Estas formas de subsidio fomentan la creación generalizada de riqueza en la sociedad. Contrario a los países desarrollados, la inversión en infraestructura en los países latinoamericanos es muy pobre. Los caminos rurales, cuando existen, dan lástima, lo que dificulta y encarece el transporte de insumos y productos. Las carreteras entre los principales puertos y centros de consumo son insuficientes y de mala calidad. La infraestructura de riego casi no existe. En muchos de estos países el sistema telefónico es deficiente: cuesta comunicarse y el déficit de líneas es alarmante. Lo mismo sucede con los puertos marítimos, aeropuertos e infraestructura de almacenamiento. La inversión en investigación agropecuaria no guarda, ni por asomo, una relación proporcional con la de los países desarrollados (en los setenta, esta inversión fue de 0,26 a 0,33 por ciento del 105 PIB agrícola en los países de bajos ingresos, comparadas con 1 a 2 por ciento en los países desarrollados). Además, no es inversión, sino gasto, ya que el presupuesto sirve mayoritariamente para mantener una frondosa burocracia y una planilla de investigadores que no han sido entrenados para investigar. Si aceptamos como válida la situación actual, donde el Estado cobra impuestos y provee ciertos servicios, entonces, en vez de aranceles y subsidios directos que empobrecen a la mayoría, el Estado debería optar por dar subsidios indirectos a la agricultura. Es decir, invertir profusa y eficientemente en infraestructura, salud, educación. Estas dan muchos réditos a todos, incluyendo a los agricultores. Tomemos como ejemplo la educación. Chou y Lau (1987) encontraron que un año adicional de educación incrementó la producción agrícola en 2,5 por ciento. Phillips y Marble (1986), usando datos de Guatemala, encontraron que cuatro años de educación incrementaban la productividad agrícola (no especifican en cuánto). Según Lau, Jamison y Louat (1991), en Asia Oriental, un año adicional de educación contribuye más de 3 por ciento al PIB real. Según Claudia Goldin (1996), la educación puede lograr la reducción de la diferencia entre los que más ganan y los que menos. Hay muchas evidencias de esto en Asia y en los Estados Unidos de principios de siglo. Por su parte, Birdsal (1994) señala que la política de crecimiento compartido contribuyó a la acumulación rápida de capital humano, y ésta contribuyó al crecimiento económico y reducción de la desigualdad, los cuales, a su vez, aseguraron otra ronda de alta acumulación de capital humano. Un círculo virtuoso Acciones gremiales Más allá de lo que haga el Estado, las agrupaciones de productores pueden hacer mucho para alcanzar su propia prosperidad. En particular, señalamos tres acciones: cambio de actitud, inversión en la generación y transferencias de tecnología, e inversión en la investigación de mercados y formulación de una estrategia de comercialización. 106 Cambio de actitud Hasta ahora la actitud de los agricultores –y nos referimos a los grandes productores, los comerciales, no los pequeños, cuyo nivel de autosuficiencia los convierte en víctimas del proteccionismo– ha sido de total dependencia del Estado. De esta entidad esperan todo: investigación, asistencia técnica, semilla, crédito, controles fitosanitarios, reconversión, búsqueda de mercados externos, comercialización interna y externa, aranceles proteccionistas, subsidios directos y mucho más. Los eventos de la primera quincena de junio de 2000, en Costa Rica, constituyen un buen ejemplo de lo anterior. Al respecto, Karina Murillo escribió: (...) El pasado 6 de junio, 50 organizaciones de agricultores amenazaron al Ministro de Agricultura, Alberto Dent, con bloquear las principales vías nacionales si no se planteaban soluciones a los principales problemas del sector a más tardar el 15 de junio. La República, 16/6/00 ¿Qué soluciones pedían? Según Mora (2000) sus principales demandas fueron: · Detener la pérdida de parcelas por deudas. Por medio de una readecuación o condonación de deudas, buscar los mecanismos para que los bancos no lleguen a liquidar sus propiedades. · Regular las importaciones de productos agropecuarios. · Renegociar aranceles en productos sensibles. · Disminuir los costos de producción por medio de la eliminación del impuesto selectivo de consumo a los combustibles. · Financiar proyectos de comercialización y agroindustria. · Definir una política forestal clara. 107 La respuesta del flamante ministro fue rápida. El 16 de junio, Edgar Delgado reportó lo siguiente: Dent señaló que el Gobierno tiene listo un fondo por ¢1 240 millones (US$4 millones) para poner al día las operaciones crediticias de los agricultores, luego de hacer un estudio minucioso de cada caso. Dent reafirmó que ha estado en constante comunicación con los bancos para encontrar una solución, pero rechazó tajantemente que consideren la condonación de deudas, pues eso sólo se puede hacer por medio de una ley. Dijo que sí están en disposición de ayudar para que los bancos devuelvan las fincas que ya han sido rematadas y de pedir una adecuación de plazos. En cuanto a las importaciones indicó que en los próximos días emitirán por decreto el Reglamento sobre la adjudicación de cuotas de importación en casos de desabastecimiento de bienes agropecuarios, con el cual se pretende ordenar el mercado y “monitorear” el ingreso de productos del exterior. Dent agregó que se aumentará por decreto el arancel (todavía no definido) para la importación de frijoles, con el fin de dar protección especial a los productores ante la disminución de los precios internacionales. Acerca de los costos de producción, Dent dijo que el Gobierno presentó al Congreso el proyecto de Ley de simplificación tributaria, que crea un impuesto único a los combustibles, por lo que solicitó a los agricultores que pidan su aprobación a los diputados. En materia forestal, el Ministro dijo que buscan recursos en el exterior para pagar los servicios ambientales. ¿Cómo lo tomaron los agricultores? El la misma nota, Delgado señala: El secretario general de la Unión Nacional de Pequeños y Medianos Productores (Upanacional), Rogelio Fernández, dijo que “aunque la propuesta será analizada hoy, existen puntos que no tienen solución clara. Hace falta mejorar la respuesta”. Además, mencionó el problema de los altos costos de producción y el hecho de que no se 108 mencione la posibilidad de condonar las deudas de algunos agricultores. La Nación, 16/6/00 Es imperante que esta actitud cambie. Los agricultores deben organizarse, en serio, no para pedirle al gobierno que continúe violando los derechos (humanos) de los productores de bienestar por medio de aranceles, ni para exigir subsidios y otras ventajas, sino para desarrollar una verdadera gestión empresarial, asumiendo la responsabilidad por sus propias vidas y actos. El presidente de la Cámara de Porcicultores de los años noventa, Melchor Rodríguez, comentó una vez que antes de existir la amenaza de la apertura del mercado porcino, el comportamiento del gremio era de completa complacencia: protegidos por altísimos aranceles, no se preocupaban por mejorar el aspecto administrativo de la explotación, ni las técnicas de producción o la parte genética de hatos, y menos interesarse por lo que pasaba en el resto del mundo. Pero a partir de dicha amenaza, todo cambió: empezaron a asistir a congresos internacionales, a mejorar genéticamente sus hatos para producir carne con menos grasa, e incrementar las técnicas de manejo y, sobre todo, la parte higiénica de la explotación. 13 Actualmente son más técnicos, higiénicos, eficientes, competitivos y orgullosos. Este es el tipo de cambio de actitud que se requiere. Relación con el gobierno. Los agricultores deben cortar toda relación de dependencia con el aparato estatal y más bien exigir la eliminación de los costos que les impone el Estado: intereses elevados, seguros caros, impuestos excesivos, infraestructura pésima. Si quieren crédito barato y abundante, por ejemplo, deben unir fuerzas con otros sectores de la sociedad –como los productores de bienestar– para demandar la dolarización de la economía, el cierre del Banco Central y la apertura total del sistema financiero, o sea, que los bancos internacionales operen libremente en el país. Sin este cambio de actitud no habrá progreso. 13 Extraído de una conversación personal con Melchor Rodríguez durante la primera mitad de los años noventa. 109 Generación y transferencia de tecnología Ya hemos visto que los gobiernos latinoamericanos invierten proporcionalmente menos recursos en investigación que los países desarrollados. Además, la inversión realizada es poco productiva porque se gasta sobre todo en salarios y en cultivos equivocados. Estos hechos contradicen la teoría que justifica el rol del Estado como investigador agrícola. Según esa teoría, los resultados de la investigación agrícola son un bien público –una vez que se tenga una nueva variedad, por ejemplo, no se puede excluir a nadie del uso de esa variedad– y por tanto los costos serán mayores que los beneficios que obtenga un individuo o empresa que invierta en investigación. Por esta razón, los privados no invertirían o lo harían escasamente, por lo que nunca se daría la cantidad “socialmente óptima” de inversión en la investigación. En cambio, el Estado sí lo haría captando los recursos14 por medio de impuestos e invirtiendo la cantidad socialmente óptima. Esta teoría falla, porque presume que el Estado sabe cuál es esa cantidad óptima y, además, que tiene todo el interés o la motivación para optimizar el bienestar de la población. Nada más alejado de la verdad. Ante esta realidad, los agricultores deben asumir la dirección y conducción de la investigación agropecuaria. Asumir el control de los institutos de investigación agrícola, actualmente en manos del Estado, y financiarlos con parte de los impuestos que ahora le entregan al Gobierno o, si no alcanza, hacerlo con sus propios aportes. Esto significa asumir responsabilidades, pero requiere del cambio de actitud antes mencionado. Muchos aspectos de la generación y transferencia de tecnología deben mejorar. Los siguientes cambios son fundamentales: realizar estudios para determinar en qué lugares y cuáles actividades cuentan con ventajas comparativas, tomar la decisión de investigar sólo en las áreas y rubros donde se tiene o se puede tener esas ventajas y dedicar más recursos a la investigación agrícola, pero con mejor orientación. 14 La teoría justifica la financiación de la investigación a través de impuestos basándose en el hecho de que los consumidores también se benefician de los resultados de la investigación por medio de la reducción de precios que estos ocasionan. 110 En Panamá, en los años noventa, dentro de los planes de investigación del IDIAP se encontraban rubros como arroz y maíz, definidos como prioritarios (IICA 1992), a pesar de ser rubros en los cuales no se gozaba de ventajas comparativas. Un grave error, que fue confirmado por un documento de modernización del sector agrícola. Éste señalaba: Es importante destacar una experiencia positiva sobre un programa conjunto de investigación-extensión en granos básicos, patrocinado por la CEE y los países del Istmo Americano, con el apoyo administrativo y técnico del IICA. Este programa, llamado PRIAG, tiene como propósito lograr soluciones tecnológicas para los pequeños y medianos productores panameños, en respuesta a la problemática tecnológica de la baja producción y productividad de los granos básicos. Investigación de producción. Es necesario estudiar el comportamiento de los mercados internacionales para decidir en cada ciclo qué producir, cuándo y de qué forma. Es preciso que también organicen la investigación para reducir continuamente los costos de producir lo que el mercado requiere, y procurar mucha flexibilidad para cambiar de cultivos conforme cambien los mercados. Investigación de mercados y estrategia de comercialización Todavía en el año 2000, las agrupaciones de agricultores no realizan investigaciones de mercado. El modus operandi generalizado consiste en que cada agricultor siembra lo que se le ocurre y lleva el producto al mercado para ver quién se lo compra. Si encuentra problemas, entonces recurre al Estado para que éste le compre o comercialice su producto. Este comportamiento, infantil e indigno de verdaderos empresarios, se evidenció en junio de 2000 cuando se presentó una crisis de mercado que afectó al palmito, así como a otros productos no tradicionales. La periodista, Mercedes Agüero (2000) escribió: 111 Para Salvador Monge, director de la Secretaría Ejecutiva de Planificación Agropecuaria (SEPSA), una de las razones fundamentales de los problemas radica en la falta de integración de las instituciones involucradas en el sector. Por un lado, los funcionarios del Área de Extensión Agrícola del MAG iban al campo y después de hacer los estudios, incentivaban a los agricultores a la siembra. Pero no se medía y estudiaba bien el mercado donde se iba a colocar el producto. Hasta hace poco tiempo, los estudios de mercado estaban en manos del Departamento de Mercadeo del Consejo Nacional de Producción (CNP), pero sin ninguna coordinación con el MAG. “En algunos cultivos, tal vez no éramos competitivos”, añadió Monge. El presidente de la Cámara de Agricultura, Rodolfo Coto, afirmó que estos problemas reflejan la falta de previsión y de estudios de mercado. El secretario general de la Unión de Pequeños y Medianos Productores (UPANACIONAL), Rogelio Fernández, coincide en que los fracasos de los productores obedecen a la falta de estudios de mercado y planificación. “Se trajeron proyectos políticos con pocos de plata de otros países, la gente en malas condiciones se embarca y al final pierde hasta las fincas. Este es un país que improvisa, y ese es el costo”. Al Día, 26/6/00 Queda suficientemente claro que la forma de actuar de los agricultores debe cambiar. Los gremios de productores, si actuaran como verdaderos empresarios, deberían analizar los mercados para determinar qué les interesa a los posibles clientes, cuándo lo quieren y en qué forma. También, es necesario tener proyección y perspectivas del mercado hacia el futuro, además de darle seguimiento. Sólo entonces podrán planificar la producción en términos de qué producir, dónde, cuándo y cómo. Estrategias de comercialización. Lo anterior servirá de muy poco si no va acompañado de una buena estrategia de comercialización. Esta ha de incluir las ventas a futuro (mediante contratos), la adaptación constante a los cambios del mercado, una incesante búsqueda de ventanas y otras oportunidades, la utilización de los mercados a futuro (futures market) para “amarrar” buenos precios (hedging), y muchas estrategias más. 112 113 114 Epílogo Una legión de eruditos se ha quebrado la cabeza tratando de descifrar cómo en países donde el 50 por ciento o más de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza y padece de desnutrición y otras enfermedades, los gobernantes rechazan los alimentos baratos del exterior y exigen que los países exportadores les suban los precios de los alimentos que importan, y cuando no les hacen caso, ellos mismos suben esos precios por medio de aranceles. A veces rechazan beneficios (de bienes importados baratos) equivalentes a $100 millones y un mes después acudin al mercado financiero internacional a colocar bonos (pedir prestado) por los mismos $100 millones. Los eruditos, simplemente, no lo entienden. Al revisar sus propias vidas y la de sus amigos y familiares, concluyen que ninguno de ellos pediría que les suban el precio de los alimentos que quieren comprar. Califican este acto como una monumental estupidez y se preguntan: “Si es ridículo para un individuo y una familia, ¿cómo puede ser lo contrario cuando se trata de un grupo de familias llamado sociedad o país?” La respuesta, deducen, está en que los gobernantes saben algo que ellos ignoran o son incapaces de ver, o los jerarcas son tontos y, quizás, muy corruptos. Pues, bien, se acabó el misterio. Ya sabemos que los gobernantes no saben nada que esos preocupados ciudadanos no sepan, lo que implica que lo segundo ha de ser lo correcto. Inteligencia. Es obvio que cualquier gobierno que abrace el proteccionismo, empobrece a la mayoría de su población. Aun en una sociedad colectivista, donde unos tienen más derechos que otros, está demostrado que en lugar del proteccionismo, convendría aprovechar el subsidio externo (el precio barato no necesariamente implica un subsidio) y repartir las ganancias entre la población. Inclusive, la repartición podría ser de acuerdo con el valor asignado a cada individuo o grupo. A pesar de que esta estrategia es superior al proteccionismo, no se requiere de mucha inteligencia para aplicarla. Sin embargo, no lo hacen. 115 La disminuida inteligencia de los gobernantes, no obstante, no alcanza para explicar la totalidad del fenómeno. Ningún grupo humano puede ser tan estúpido al azar. En una reunión de ministros de Comercio Exterior, uno de los latinoamericanos le preguntó a su homólogo asiático que cómo hacían ellos con el dumping. La respuesta fue: “¿Cuál dumping?, si no es dumping, nosotros no compramos.” Esto demuestra que no todos son tan necios, y que hay otros factores, probablemente de orden moral. Aspecto moral. Tradicionalmente se ha dicho que el proteccionismo se impone porque los productores están bien organizados en fuertes grupos de presión, mientras que los consumidores —la gran mayoría de la población— se encuentran dispersos, desorganizados y sin poder político. Por esta razón, sigue la tesis, los débiles gobernantes sucumben ante la presión de los productores y abrazan —se supone que a regañadientes— el proteccionismo. Esta aseveración no es del todo cierta. En realidad, los gobernantes latinoamericanos se caracterizan por ser los líderes precisamente de esos gremios de productores e industriales. Ellos forman una parte importante del engranaje productivo, como empresarios agrícolas, industriales y comerciantes, tanto en el ámbito interno como el externo. Es decir, los gobernantes, aquellos que se han asignado la tarea de formular las políticas económicas (en particular, la política comercial) y los gremios de productores e industriales son los mismos. Si a estos ingredientes se agrega un poco de cinismo e inmundicia, que sobra en América Latina, tendremos la explicación completa del proteccionismo. Poseemos ahora los elementos para entender por qué se aplica una política comercial que sólo es compatible con la más execrable forma de colectivismo: aquella donde sólo la clase política y sus allegados (una verdadera satrapía) tienen valor; todos los demás no valen absolutamente nada y su bienestar no cuenta a la hora de contabilizar el bienestar total de la población. ¿Qué hacer? Ante este panorama, ¿qué se puede hacer? Obviamente, el statu quo no debe continuar; no puede continuar mucho tiempo más. Ante esta realidad, ¿qué acciones puede realizar la ciudadanía en general para solucionar el problema? Proponemos las siguientes tres: organizar una campaña educativa, asociarse para 116 defender sus derechos, y llevar a los violadores de esos derechos ante ciertos tribunales de justicia. Educación. Es obvio que mientras la población ignore que tiene el derecho a la libertad económica y que sin ésta es imposible salir de la pobreza, el proteccionismo gubernamental continuará entronizado. Esta ignorancia sólo se podrá aliviar mediante una gran campaña educativa, la cual podría ser liderada por organizaciones privadas de corte liberal. El Instituto para la Libertad y el Análisis de Políticas (NLAP) es una de ellas, y este libro es parte de ese esfuerzo. Empero, esta estrategia es a largo plazo, pues tiene que lidiar con el obstáculo de que el Estado (gobierno) controla el sistema educativo y los medios de comunicación, de manera que la formación va en la dirección contraria. Organización y defensa de derechos. Para defender su derecho a la libertad económica, la población puede formar verdaderas asociaciones de consumidores. Su objetivo primordial —muy distinto, por cierto, a los de las organizaciones de consumidores que el gobierno de Costa Rica ha organizado y auspiciado— sería defender a ultranza los derechos del consumidor frente al Estado y los gremios de productores e industriales, y luchar por la igualdad de derechos entre productores y consumidores en todos los ámbitos (subsidios, comercio internacional, etc.). Para ello, auspiciaría y desarrollaría campañas educativas sobre los verdaderos derechos del consumidor; propiciaría manifestaciones contra las amenazas de esos derechos, realizaría estudios para demostrar la magnitud de los efectos que tienen las intervenciones nacionales e internacionales sobre los consumidores; enfrentaría a los gremios de productores e industriales cuando sus demandas lesionen los derechos de los consumidores; exigiría y participaría en las negociaciones de tratados de libre comercio para proteger los derechos del consumidor; y si fuese necesario, acudiría a la Sala Constitucional para defender los derechos legítimos de los consumidores. Juzgar a los criminales. Una tercera acción sería juzgar a los gobernantes por el crimen económico. La violación del derecho individual a la libertad económica, la cual abarca la libertad comercial, es un crimen por cuanto causa pobreza, miseria y la pérdida de vidas. Ya hay suficientes evidencias al respecto (ver Anexo B), y bases científicas 117 suficientes para llevar a los gobernantes ante cortes de justicia (privadas, obviamente) para que respondan por sus crímenes. Esta acción se encontrará con la dificultad de hallar jueces privados que quieran asumir el reto. Sin embargo, no debe ser motivo de desaliento. Los tiempos y las circunstancias están en constante evolución. Lo más conveniente y efectivo sería que se llevasen a cabo estos tres tipos de acciones simultáneamente. Lo que hay en juego es el bienestar de millones de pobres latinoamericanos. El esfuerzo bien vale la pena. 118 119 ANEXOS 120 121 ANEXO A Otros Falsos Justificantes del Proteccionismo Los políticos y jerarcas han rebuscado una serie de justificaciones para apoyar las medidas proteccionistas. Con base en esos equívocos han podido vender el proteccionismo al gran público, aun, como ya sabemos, a costa de su propia pobreza y miseria. En el texto analizamos tres de esos argumentos. En este anexo se discuten otros dos: la falta de opciones de producción para los agricultores y la necesidad de darle un respiro o ventaja a la industria naciente. Nulas opciones de producción Otro argumento frecuentemente usado para justificar el proteccionismo agropecuario es la falta de opciones de producción. Se dice que en sus tierras los agricultores sólo pueden producir lo que están produciendo en ese momento, y que sin protección irían a la quiebra segura, lo cual provocaría desempleo y otros males. Casi siempre se añade como variante de esa justificación la excusa de que el país (entiéndase, los productores) no tiene ventaja en la producción de nada y, por tanto, todo lo que produce debe ser protegido o todos los productores necesitan protección. Este aspecto requiere una explicación. Ventaja comparativa. En cuanto a procesos productivos se refiere, hay dos tipos de ventajas: la absoluta y la comparativa. Una región o país puede tener desventaja absoluta en todo lo que produce, pero siempre tendrá ventaja comparativa en la producción de uno o más bienes. Tomemos como ejemplo el caso de dos países que 122 producen arroz y vino. Para simplificar, asumamos que el único costo es la mano de obra, y que en el país A cada tonelada métrica (tm) de arroz requiere 1 000 unidades (o jornales) de mano de obra, y cada barril de vino requiere también 1 000 unidades de mano de obra. En el país B la tm de arroz necesita 2 000 unidades de mano de obra y cada barril de vino, 1 500 jornales. Queda claro que el país A tiene una ventaja absoluta en la producción tanto de arroz como de vino, y el B una desventaja absoluta en la producción de ambos bienes. Pero en términos relativos debemos observar que es comparativamente más barato producir arroz en A que en B, y producir vino en B que en A. ¿Por qué? Porque en el país A el costo de producción de una tm de arroz es equivalente a un barril de vino (1 000 jornales/1 000 jornales), en tanto que en el país B ese costo es equivalente a 1,33 barriles de vino (2 000 jornales/1 500 jornales). Por eso decimos que el país A tiene una ventaja comparativa en la producción de arroz, pero no en la producción de vino, a pesar de tener una ventaja absoluta en la producción de ambos bienes. Vino. Cada barril de vino producido en el país A representa un costo equivalente a 1 tm de arroz (1 000 jornales/1 000 jornales), mientras que el costo del barril de vino producido en B es equivalente a 0,75 tm de arroz (1 500 jornales/2 000 jornales). El país B tiene una ventaja comparativa en la producción de vino, a pesar de no tener ventaja absoluta en la producción de ninguno de los dos bienes. Ahora, ¿de qué le sirve a un país poseer una ventaja comparativa si en términos absolutos tiene total desventaja? Esto se demuestra muy fácilmente. Para una determinada dotación de mano de obra, si el país A se especializa en la producción de arroz, el B en vino, y luego realizan un intercambio, los dos países tendrán más arroz o más vino y al menos igual cantidad del otro producto disponible para el consumo, comparado con la situación de autosuficiencia en los dos productos (Cuadro A). Opciones de producción. No es cierto que los productores no tengan otras opciones de producción. Siempre las hay. Lo que ha faltado es imaginación por parte de quienes se han auto-asignado la tarea de determinar qué producir. En 1976, en Guatemala, se decía que los indígenas del altiplano no tenían otra opción que producir maíz, porque lo habían hecho durante miles de años y el maíz estaba íntimamente ligado 123 a sus tradiciones religiosas. Ocho años después, se observó que una gran cantidad de productores habían dedicado la mitad de su pequeña parcela (una cuerda) a la producción de habas chinas, un cultivo de exportación que unos extranjeros habían introducido en la región. 124 Cuadro A. Ilustración de la ventaja com ----------------------------------------------------Detalle País A País B ----------------------------------------------------Jornales 30.000 60.000 Máximo arroz 30 tm 30 tm Máximo vino 30 b 40 b ......... Bajo autosuficiencia y 50% a cada Arroz Vino 15 tm 15 b 15 tm 20 b .......... Bajo especialización e intercambio Arroz Vino 30 tm 0b 0 tm 40 b ----------------------------------------------------- 125 En la provincia costarricense de Guanacaste, existió por muchos años una especie de monocultivo del arroz, producido al amparo de altos niveles de protección. Después de mucho tiempo, los agricultores se percataron de que el clima guanacasteco era excelente para la producción de melón de exportación. En los años noventa, miles de hectáreas pasaron a producir melón en vez de arroz, generando mayores ingresos tanto a productores como a trabajadores. Sí había opción. Para muchos países latinoamericanos, la producción de flores y plantas ornamentales es, igual que el melón en Costa Rica y en otros países, una opción que ha incrementado sustancialmente el bienestar de los productores. Otra opción de uso de los suelos es la producción forestal, o sea, de madera. Sin embargo, sólo Chile ha sabido aprovechar en toda su dimensión esta opción de producción o de uso del suelo, especialmente los más pobres o degradados. El hecho de que en algunos lugares no se le haya dado una consideración seria a esta opción de producción, se debe, en parte, a políticas gubernamentales que reducen la confianza necesaria para realizar inversiones de largo plazo. Los gobiernos han sido los mayores culpables de que las mejores opciones no sean viables. Inclusive si los productores no tuvieran opciones, cabría preguntarse si el proteccionismo es la mejor solución para el problema. La respuesta sería un rotundo no. ¿Por qué? Para responder, imaginemos que un grupo de productores agrícolas, en una región determinada de un país, produce el alimento Y, y se aduce que no existe alternativa de producción. ¿Cómo se les podría ayudar? Primero, debemos hacer notar que siempre cabe la posibilidad de que en un momento dado todos los consumidores decidan dejar de consumir Y. (Esto pasó con el abacá en muchos países latinoamericanos después de la Segunda Guerra Mundial). En este caso, el proteccionismo no serviría de nada, lo cual indica que debe haber una mejor salida. Una sería un subsidio directo: es muy probable que a la sociedad le resulte más barato darle a ese grupo un cheque por el equivalente de las utilidades que obtendría produciendo, que utilizar el proteccionismo para continuar con la producción de algo que nadie quiere. 126 Un ejemplo. Panamá ha desarrollado una ventaja comparativa en la producción de diferentes salsas de tomate, producto que exporta a Costa Rica y otros países centroamericanos. Ahora, a los industriales panameños les sale más barato importar desde Costa Rica la materia prima –el tomate fresco– que adquirirlo de los productores panameños. Sin embargo, el Gobierno de Panamá ha erigido fuertes barreras a la importación de tomate fresco de Costa Rica sólo para que un grupo de productores siga sembrando tomate. Eso no es todo. Para compensar a los industriales por el sobre-precio que pagan por el tomate, el Gobierno ha erigido barreras a la importación de salsas, pasta de tomate y ketchup, con lo que son los consumidores finales quienes terminan sacrificados. A través de toda la maraña de medidas, en 1996, los productores recibieron una transferencia anual de $0,67 millones, mientras que los consumidores perdieron unos $11,7 millones. A todas luces, les hubiera resultado más barato a los consumidores panameños dar a los productores, a través del Gobierno, los $0,67 millones, y que los industriales importen tomate barato de Costa Rica. De esta forma, los consumidores –el 50 por ciento de los cuales se encontraban bajo la línea de pobreza– hubiesen perdido $0,67 millones y no los $11,7 millones; es decir, se habrían ahorrado anualmente unos $11 millones (Stewart, 1996). No debemos concluir esta sección sin señalar que incluso si los productores no tuvieran alternativa de producción, el proteccionismo seguiría siendo inmoral, porque limita las opciones de los consumidores. La industria naciente A menudo se justifica el proteccionismo agropecuario con base en el argumento de la industria naciente. Este se plantea así: el país tiene una ventaja comparativa (competitiva) potencial en la producción de Z que sería materializada si se les da tiempo a los productores para que adquieran los conocimientos y la experiencia requeridos para ser competitivos. Luego de ese período de ajuste, podrán competir con cualquiera, pero en 127 ese lapso, necesitan barreras protectoras. Este argumento en favor del proteccionismo ha sido muy empleado en el sector industrial, y constituyó la base para la política de sustitución de las importaciones. Este planteamiento, que parece válido, ha sido utilizado en Latinoamérica como excusa para enriquecer a los productores de ciertos rubros en perjuicio de una significativa proporción de los consumidores. Muchas industrias y grupos de productores han gozado de protecciones fuertes durante 50 años o más, pero aún no pueden competir. Son dos las razones que prevalecen para que esto ocurra: (1) no se ha tenido ventaja comparativa en la producción de ese alimento, y (2) contando con esa posibilidad, ésta no ha sido desarrollada debido al amparo de la protección. No se preocupan en invertir para desarrollarla. Evaluación económica. Desde el punto de vista estrictamente económico (ignorando el aspecto moral), la protección de la industria naciente sólo podría ser justificada cuando los beneficios esperados sean mayores que los costos para toda la sociedad1. Pero, ¿cómo se calculan esos beneficios y costos? Los costos. Para calcular los costos, habría que estimar la diferencia entre el precio que pagan los consumidores bajo el proteccionismo y el que hubiesen pagado sin la protección, multiplicar ésta por las cantidades que se hubiesen consumido sin la protección, y sumar ese resultado a través de todos los años que prevalezca dicha protección, utilizando el concepto de valor presente neto (VPN); es decir, trayendo el costo de cada año en el futuro a su valor de hoy, a través de un “deflatador” basado en las tasas de interés. Los beneficios. Debemos notar que habría beneficios sólo si después de quitar la protección –una vez que los productores hubiesen alcanzado la eficiencia y la ventaja comparativa– el precio del bien se situara por debajo del precio internacional, es decir, el nivel que tendría de allí en adelante si no existiera una “industria” local, ya crecida. El problema radica en la dificultad para que esos beneficios se den, ya que después de levantar la protección, el precio prevaleciente sería el internacional. Nótese, sin embargo, que sí se obtendrían 1 Necesariamente nos referimos a un sistema colectivista donde los individuos no cuentan como tales, no tienen sentimientos propios. Sólo el colectivo siente o sufre. 128 beneficios si por culpa de esa industria nacional, el precio internacional se redujera, algo casi imposible de ocurrir con productos agroalimentarios que han necesitado de protección –arroz, maíz, frijol, carne, leche– o en países pequeños cuya producción no representa una parte importante del comercio mundial. Algunos podrían aducir que si bien es cierto no hay ganancias sociales a través de precios, se obtiene un beneficio al contar con una industria que, vendiendo al mismo precio internacional, genera empleo, lo cual no se daría importando todo ese producto. Aunque no se hará en este documento, es demostrable que esa misma cantidad de empleo puede generarse a menor costo, inclusive con beneficio. Además de una reducción futura de precios, existe otra dimensión de beneficios. Los que utilizan el argumento de la industria naciente para justificar el proteccionismo temporal arguyen que una forma de obtener un flujo de beneficios, una vez que la industria se desarrolle, es mediante los impuestos que cobra el Estado sobre la renta de las empresas que habían sido protegidas. Durante el período de protección, y a raíz de ésta, las empresas pueden generar utilidades, las cuales son gravables, pero es muy común que el Estado decida, como parte de la protección, no gravarlas. Los beneficios sociales, entonces, serían los impuestos sobre la renta que cobre el Estado a partir del momento en que la industria esté desarrollada y se quite la protección. Para efectos del análisis, habría que descontar cada ingreso anual futuro para obtener su valor presente. En principio, se compararía este valor presente con el de los costos para determinar si, desde el punto de vista puramente económico (y colectivista) es justificable la protección de dicha industria. Fuera del ambiente colectivista, los flujos de costos y beneficios presentan un pequeño problema. Los costos del esquema son asumidos por todos los que consumen el producto agroalimentario; incluso, si se le protege mediante un arancel, parte del costo incurrido por los consumidores engruesa las arcas del Estado. Los beneficios futuros también son absorbidos por el Estado. Esto significa que los que pagan los costos y los que reciben los beneficios no son los mismos. Por más que el Estado gaste el dinero en obras que beneficien a la mayoría de la población, siempre habrá una elevada falta de 129 correspondencia entre quienes pagan los costos y quienes reciben los beneficios. Si consideramos que en Latinoamérica se tiende a transferir recursos a los grupos de presión políticamente poderosos y a gastar en una frondosa burocracia, se debe concluir que el esquema es inadecuado o inapropiado. Evaluación moral. Si el planteamiento no tiene una buena justificación económica, está más lejos de tener una moral, porque viola el derecho de los individuos a producir, comprar, vender ... según lo que les convenga. Debido a este inconveniente es necesario adoptar otra estrategia. Si verdaderamente existe una ventaja comparativa potencial, los interesados deberían elaborar una campaña para convencer a posibles inversionistas sobre lo lucrativo del negocio, con la advertencia de que durante los primeros años habría pérdidas. La inversión sería semejante a los proyectos forestales que toman de 15 a 20 años (en algunos países) antes de que haya ganancia. Esto sí sería moralmente aceptable y, muy probablemente, menos costoso. Además, tiene la ventaja de incentivar un mejor manejo de la empresa productiva. 130 ANEXO B El Proteccionismo como Crimen Económico Del Informe Anual 2000: Libertad Económica en el Mundo, publicado por el Instituto Fraser de Canadá y el Instituto Cato de los Estados Unidos, además de think tanks independientes de otros 52 países (incluyendo al INLAP), y que clasifica a 123 países según su Índice de Libertad Económica (ILE), podemos extraer dos conclusiones muy importantes: (1) actualmente vivimos en un planeta más libre económicamente y (2) la violación del derecho humano a la libertad económica es un crimen por el cual los gobernantes deben ser juzgados y condenados como cualquier otro criminal. ¿Qué es y cómo se mide la libertad económica? En esencia, la libertad económica es el grado de libertad que tienen los individuos para producir, distribuir y consumir bienes y servicios. Para medirla, los autores del informe (Gwartney y Lawson 2000) utilizaron siete grandes categorías de variables: tamaño del gobierno, estructura de la economía y el predominio de los mercados, política monetaria y estabilidad de precios, libertad para utilizar otras monedas, estructura legal y seguridad de la propiedad privada, libertad para comerciar con extranjeros y libertad de intercambio en mercados de capitales y financieros. El ILE es un promedio ponderado de las 23 variables contenidas en esas categorías, y tiene una escala de 0 a 10, donde 10 representa la máxima libertad. Un mundo más libre El informe revela que a pesar de que muchas personas continúan viviendo bajo gobiernos hostiles a la propiedad privada, la elección individual y la libertad de intercambio, el 131 mundo avanza en cuanto a la libertad económica. El promedio del ILE para los 123 países incluidos en el estudio fue de 6,6 en 1997, significativamente superior al 5,3 de 1980. Esto se debe a mejoras globales en varios componentes del índice, como la inflación, el comercio internacional, los impuestos y el consumo del gobierno. El promedio de la tasa de inflación descendió de 14,5 por ciento en 1980 a 5,8 porciento en 1997 y el número de países con una tasa de inflación anual inferior al 5 por ciento pasó de 10 a 55. El promedio de los aranceles pasó de 27 por ciento en 1980 a menos de 12 por ciento en 1997. Aunque las transferencias y los subsidios continúan en crecimiento –con un promedio de 11,3 por ciento del PIB en 1997–, la parte de bienes y servicios consumida por el gobierno se ha estabilizado y las tasas marginales máximas de los impuestos han descendido drásticamente. Estos resultados indican que muchos gobiernos han ido liberando a su gente. En Latinoamérica se han logrado avances significativos en países como Perú, Nicaragua, Argentina, El Salvador y la República Dominicana. Entre los que más avanzaron en la liberación de los ciudadanos durante la década pasada, se encuentran Irlanda y Nueva Zelanda, países que ocuparon los puestos 28 y 10, respectivamente, en 1990. Irlanda. A principios de los años 90, los gobernantes de este país se embarcaron en un impresionante programa de liberalización que tuvo los siguientes componentes: una reducción drástica del tamaño del gobierno (ahora consume 14,8 por ciento del PIB) y la deuda pública, un arancel promedio de sólo 3,6 por ciento, una tasa máxima de impuestos de 10 por ciento para muchas compañías, libre participación del sector privado en cualquier área de la economía, una inflación promedio anual de 3 por ciento durante 1990-96 y de 1,6 en 1997, un sistema bancario libre, abierto y competitivo, y un sistema judicial que protege adecuadamente la propiedad privada. La consecuencia de esta liberalización fue un crecimiento del PIB de 6,6 por ciento anual durante 1990-96 y de 10,5 por ciento en 1997. Nueva Zelanda. Después de mucho aislacionismo económico, en 1984, el primer ministro David Lange inició un programa de liberalización económica extremadamente ambicioso (prácticamente eliminaron todos los subsidios agrícolas), el cual fue expandido 132 por el gobierno siguiente a través de una regulación nula del mercado laboral, el equilibrio del presupuesto y mayor reducción de impuestos. En consecuencia, el arancel promedio bajó a 3 por ciento (llegaría a cero en el 2000). El gobierno consume sólo el 15 por ciento del PIB, la inflación promedió en 1986-96 fue de sólo 6,1 por ciento (1,2 por ciento en 1997), el sistema bancario no tiene regulación (ni siquiera existe el encaje legal) y se encuentra internacionalizado, los sistemas legal y judicial son eficientes y protegen celosamente la propiedad privada. Además, es fácil establecer una empresa en ese país. El crimen económico Mientras que los políticos irlandeses y neozelandeses, con un despliegue de sabiduría, valentía y decencia, propician altos niveles de bienestar mediante el respeto del derecho a la libertad económica, con igual ostentación de cobardía, estulticia y deshonestidad, muchos políticos latinoamericanos violan el derecho de sus ciudadanos a la libertad económica, condenándolos a la miseria y a otros males. Los gobernantes costarricenses no han sido la excepción. En 1970, Costa Rica tuvo un ILE de 8,3. Sin embargo, la creciente intervención estatal hizo que este índice cayera a 5,6 durante 1980-1985. Desde entonces, se ha recuperado hasta alcanzar un índice de 7,3 en 1990 y 8,1 en 1997. En 1970, Costa Rica ocupó el puesto número 6, cayó al 47 en 1985 y mejoró subsecuentemente hasta ubicarse en el puesto 22 en 1997. Aunque no aparece en este informe, otros estudios indican que el país descendió entre 1997 y 1999. La libertad económica en este país se ve disminuida porque el consumo del gobierno, que alcanzó 17,2 por ciento del PIB en 1997, no es compensado por los servicios que se obtienen. Aún persiste una alta tasa de crecimiento del dinero y de la inflación, las restricciones y regulaciones impiden el libre funcionamiento de bancos internacionales en el país, el arancel promedio de 11 por ciento es muy alto y varios aranceles superan el 100 por ciento, los procedimientos aduanales son engorrosos y 133 costosos, en muchos mercados importantes los consumidores no pueden ejercer su derecho a la elección (el gobierno los tiene monopolizados) y los sistemas legal y judicial no son eficientes ni protegen adecuadamente la propiedad privada. Libertad económica, prosperidad y calidad de vida. El estudio demuestra, inequívocamente, que hay una relación directa y causal entre libertad económica y prosperidad. Los países que conforman el 20 por ciento de los más libres económicamente tuvieron un ingreso per cápita promedio de US$18 108 y una tasa de crecimiento promedio anual de 1,6 por ciento (durante 1970-97), en tanto que los países ubicados entre el último 20 por ciento de la clasificación tuvieron un ingreso per cápita de sólo US$1 669 y una tasa de crecimiento promedio anual de B1,3 por ciento (negativo). Además, la esperanza de vida promedio en los 24 países más libres económicamente es de unos 20 años más que en los 24 países menos libres. El crimen. Un criminal no es sólo aquel que atenta contra la vida humana utilizando un arma. Las evidencias son claras: los gobernantes que violan el derecho de los ciudadanos a la libertad económica generan pobreza y hasta la muerte. Reducen la calidad y la “cantidad” de vida –años hombre– de la población. Esto es adecuadamente cuantificable. Por ejemplo, durante 1970-82, el índice de libertad económica de Costa Rica descendió de 8,1 a 5,6. Los datos del estudio permiten hacer una proyección sobre las muertes generadas (la cantidad de años de vida perdidos en el tiempo) por ese grado de violación de la libertad económica. Por ejemplo, los doctores Guido Miranda y Luis del Valle concluyeron que durante la década de los noventa se perdieron 240 000 años de vida a causa de la violencia en Costa Rica (Gómez 2000). De la misma manera podemos estimar el número de años de vida perdidos por causa de la violación de la libertad económica. En cuanto a la pérdida de calidad de vida, uno puede preguntarse: ¿cuántos niños han debido dejar de estudiar y prostituirse por causa de ese atropello que genera pobreza?¿Cuántos niños han visto truncado su desarrollo físico y mental debido, digamos, a un arancel de 100 por ciento que pesa sobre los lácteos? La lista es larga. 134 El caso Pinochet sienta un buen precedente: los crímenes de los gobernantes no deben quedar impunes. Se debe juzgar a todas las autoridades que sacrifican a los ciudadanos por medio de la violación de su derecho humano a la libertad económica. El proteccionismo agropecuario constituye una de estas violaciones que causan muertes, y, por este crimen, los gobernantes deben ser juzgados. 135 Referencias Agüero, M. “Agricultores “embarcados””. Al Día, 26/6/00, p.3. Becker, G. S. Economic Theory. New York: Alfred A. Knopf, Inc., 1971. Birdsal, N. Inequality, exports and human capital in Asia: Lessons for Latin America. Documento presentado en el Instituto de Las Américas, 1994 Hemispheric Policy Forum, Washington, D.C., marzo 2-4, 1994. Browne, W. P., K. Allen y D. B. Schweikhardt. “Never Say Never Again: Why the Road to Agricultural Policy Reform Has a Long Way to Go ”. Choices, Fourth Quarter 1997, pp. 4-9. Chou E. C. y Lau, L. J. “Farmer ability and farm productivity: A study of farm households in the Chiangmai Valley, Thailand, 1972-1978.” Discussion paper 62. 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Obtuvo su título de Agrónomo de la Escuela Agrícola Panamericana (EL Zamorano), su B.Sc en Economía de los Alimentos y Recursos Naturales, de la University of Florida; su Maestría en Economía Agrícola de Louisiana State University, y su doctorado en Economía de la North Carolina State University. Hizo, además, un postdoctorado en el Programa de Economía del Centro Internacional para el Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). Además dictar cursos en la Universidad de Costa Rica y la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología (ULACIT), ha fungido como consultor internacional, realizando estudios para el Banco Mundial, BID, USAID y otras organizaciones, en países como Ecuador, Ghana, Costa Rica, Perú, Bolivia, México, Honduras, El Salvador, Guatemala, Panamá y Jamaica. 140 Otras Publicaciones Stewart, R. Limón REAL: Región Autónoma y Libre. San José: INLAP, 1999. Stewart, R. y V. Miller, eds. Libertad en nuestro tiempo: una colección de ensayos libertarios. 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Lo que es prudencia en la conducta de toda familia privada, jamás podrá ser un error cuando se trata de un gran reino. ” —Adam Smith Mercantilismo “(...) no se justifica, en los momentos actuales, un tratado de libre comercio con esa nación (...) Nuestras exportaciones a Colombia han sido ínfimas durante los últimos años: US$16 millones en 1995 y US$14 millones en 1999. No creo que un TLC aumente mucho nuestras ventas a ese país. Colombia (...) es un país que no tendrá capacidad de importar montos significativos de productos costarricenses en los próximos años. Por el contrario, sería de suponer que más bien los empresarios colombianos desearían exportar a Costa Rica bienes a precios bajos, factor que iría en detrimento de los productores locales.” — Fernándo Naranjo ex ministro de Hacienda de Costa Rica, 1986-1990 “A quien más le conviene un tratado de intercambio comercial es a los Estados Unidos, debido a que sus productos tienen que pagar impuestos al entrar en nuestros mercados, mientras que las exportaciones de esta área gozan de un ingreso más libre a la economía estadounidense. ” —José M. Figueres 142 Presidente de Costa Rica, 1994-1998 143