RAGUER, Hilari, El general Batet, Publicacions de l`Abadia de Montse

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Recensiones
La «ilusión» de evitar la guerra general fracasó al poco tiempo. En definitiva,
en España todos intervinieron, o dejaron hacer, es decir, consintieron. Avilés lo
subraya, demostrando con ello las dos grandes potencias occidentales que sus recursos internacionales resultaban plenamente insuficientes en aquella coyuntura.
Pasión y farsa, de Juan Avilés Farré, reconstruye todo este escenario de una manera concluyente y especialmente seria: su investigación archivística (en el Public
Record Office británico, el Quai d'Orsay francés, en el Palacio de Santa Cruz español, en el Archivo General de la Administración de Alcalá, y en varios fondos
particulares) resulta esclarecedora de algunos aspectos oscuros de la cuestión; la
bibliografía utilizada es de una dimensión más que generosa. En fin, nos hallamos ante un libro decisivo para entender la política internacional del período de
nuestra guerra civil y para situar correctamente las razones que empujaron a unos
y otros para actuar como lo hicieron.
Ricardo Miralles
RAGUER, Hilari, El general Batet, Publicacions de l' Abadia de Montserrat, Barcelona, 1994, 420 pp.
Domingo Batet no es famoso, pero sí fundamental en nuestra historia de los
años 30, como máxima autoridad militar de Barcelona, en octubre de 1934, y de
Burgos, en julio de 1936. En el primer caso contrapesaba a Companys, Presidente
de la Generalitat; en el segundo, era jefe directo del general Mola, cerebro de la
conspiración contra la República. En ambos casos se opuso a los movimientos insurrecionales, con fortuna cambiada. Neutralizó fácilmente a Companys y el gobierno republicano le recompensó con la Gran Cruz Laureada. En cambio, fue incapaz de contener a Mola y los sublevados le fusilaron como culpable de rebelión
militar.
Su vida sencilla y dramática ha motivado una biografía de Hilari Raguer
cuya primera edición ha sido un éxito. El autor desvela a ese general, dibujado en
gris, y cuya figura adquiere la grandeza de los hombres humildes.
Aunque excombatiente de Cuba, Batet no se convirtió en un africanista, de
los que acudieron a Marruecos a sacarse la espina del fracaso colonial, con una
mezcla de valor y picaresca. Miembro de una burguesía acomodada provincial y
sin relumbrón, vivió como otros tantos militares metropolitanos.
Hasta que le nombraron instructor del célebre expediente Picasso, que depuraba las responsabilidades del desastre de Annual. Obediente miembro de un ejército anticuado, cumplió su cometido hasta desvelar las miserias de la guerra de
Marruecos, lo cual le malquistó, para siempre, con sus compañeros africanistas.
Por otra parte, ser liberal, catalán y enemigo de Primo de Rivera eran ya títulos
sobrados para hacerse odiar por las facciones más conservadoras del cuerpo de
oficiales, durante las tensiones que agitaban la época.
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El movimiento revolucionario de octubre de 1934 le sorprendió como general de la IV División Orgánica, es decir de Cataluña. Mientras Companys
cedía a las presiones de su entorno, Batet conocía que la relación de fuerzas
era rotundamente desfavorable a la Generalitat y que la mayoría de los oficiales de la guarnición eran anticatalanistas. En el decisivo 6 de octubre, no cedió
a la invitación de Companys para que se sumara al movimiento, sino que lo redujo rápidamente y con la mínima violencia. En realidad, no frustró ni malbarató una maniobra política, que nacía muerta. Se limitó a levantar acta y terminar cuanto antes.
Entre tanto, desde el cuarto de planos del Ministerio de la Guerra, en Madrid,
Franco había enviado tropas africanas a Barcelona. Pero, al desembarcar, encontraron una ciudad en paz, donde mandaba el general de la IV División Orgánica.
Nada pudieron hacer más que desfilar hacia sus acuartelamientos. Batet había
evitado un baño de sangre y la represión posterior. Mientras Asturias padeció todos los horrores, no hubo en Cataluña pretexto para la vesania a consecuencia de
los hechos de octubre.
Distinta fue la situación en 1936. Sabedor el gobierno de los manejos que tramaba Mola desde Pamplona, nombró a Batet general de la VI División Orgánica,
con sede en Burgos. Una responsabilidad crucial, otorgada en último momento y
con la conspiración ya muy adelantada.
El problema era inverso al de Barcelona dos años antes, porque la nueva conjura era bien vista por la mayoría de la oficialidad. Sin embargo, el nuevo general
de Burgos era hombre que asumía, en cualquier caso, sus responsabilidades. Intentó reconvenir a su subordinado Mola, en la célebre entrevista de Irache, donde
el Director de la conspiración le mintió con descaro. Después ordenó investigaciones policiales y unas cuantas detenciones en Burgos. Pero los conspiradores
contaban con la mayor fuerza y nada podían contra ellos las medidas tardías y
aisladas de un aislado general. Colocado en el lugar clave y en el momento justo,
el general Batet se convirtió en su víctima.
Medio siglo después casi nadie sabe quién es. O lo sabe mal. Incluso los
franquistas le habían tildado de masón. Invención tan burda que no necesita desmentidos.
La memoria histórica, que suele ser tan cruel como la vida, no le ha hecho
justicia. Incluso ciertos sectores catalanistas le consideraban responsable del fracaso del 6 de octubre de 1934 y represor inmediato de la Generalitat.
En estas latitudes, tales son habituales servidumbres de ser militar y sentirse
demócrata. Cuarenta años de franquismo no pasaron en balde, con sus mixtificaciones y propaganda. Gracias a tantos vacíos historiográficos, los estereotipos permanecen y el sentimiento antimilitarista que, en estos pagos, está marcado a fuego y
no suele distinguir matices entre las gentes de aquí. Aunque, a consecuencia de la
guerra civil, militares de toda graduación fueran encarcelados y fusilados. Muy alejados los tiempos de generales populares como Prim o Espartero, la mayor parte de
los militares demócratas del siglo xx han sido ignorados por su propia gente.
El trabajo de Hilari Raguer ha servido para rescatar un recuerdo histórico de
tantas simplificaciones y omisiones. Batet, un general asesinado por sus camara-
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das e ignorado por sus correligionarios, se revela con la sencillez de un hombre
consciente del lugar que ocupa. Sin que el autor haya quedado, por ello, limitado.
Al contrario, se ha preocupado por el hombre y por las circunstancias en que se
gestó y desarrolló su tragedia. Esta es una biografía enmarcada históricamente y
comprensible para las generaciones cuya edad aleja de los hechos.
Es la historia de un general humano, contrapeso de muchos, los salvapatrias
entonces al uso. Capaz de cumplir con su deber en la Barcelona de 1934, el Burgos de 1936 y de morir sereno, acusado de rebeldía por los rebeldes triunfantes.
Es la rescatada realidad de una época envolviendo la biografía de un héroe sencillo. Humano. Funcionarial. Casi burocrático.
Gabriel Cardona
Nation und Nationalismus in Deutschland 1770-1990,
Verlag C.H. Beck, München 1993, 363 pp.
DANN, OTTO,
La formación del segundo Estado-Nación democrático en Alemania tras
la caída del muro ha dado pie en ese país a un gran debate en torno a la identidad de sus habitantes. Las interrogantes son múltiples: ¿Qué es lo que les
une a los alemanes del oeste con los del este tras una separación de 40 años,
máxime cuando para los mandatarios de la difunta RDA los alemanes orientales constituían una nación separada y claramente diferenciada de la de la
otra Alemania? ¿Hay que fomentar un nuevo «sano patriotismo nacional» de
los 80 millones de alemanes en pos de la estabilidad y cohesión del nuevo
Estado unificado, tal y como lo proponen los ideólogos de la derecha y del
centro-derecha liderados por el delfín del canciller Kohl, el presidente del
grupo parlamentario democristiano W. Schauble? ¿a hay que ir precisamente en la dirección contraria, hacia un «patriotismo constitucional» postnacional (L Habermas)?
Es en este contexto que la historia se convierte en actualidad. De hecho, la legitimidad del nuevo Estado de 1990 se basó casi exclusivamente en argumentos
históricos, mientras la absorbción absoluta y total con tinte de colonización de la
RDA por parte de la República Federal imposibilitó la gestación de legitimidad
política, imprescindible para el buen funcionamiento de cualquier sistema político. Esta es una de las conclusiones del libro de atto Dann sobre la historia de la
nación y del nacionalismo en Alemania. Dann compara la Alemania de 1990 con
algunos de los países del mal llamado Tercer Mundo, que tras conseguir su independencia y constituirse en Estado-Nación, deben acometer el problema de la formación de la nación, es decir, -para hablar en la jerga de los politólogos-, el
«nation building» viene después del «state building», y no, como suele ser habitual, al revés.
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