un signo dice mas_catequista - Juventudes Marianas Vicencianas

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rio?, ¿cómo cambiarían las cosas si se imitara no a Tiberio,
que sólo busca poder, riqueza y honor, sino a Dios, que pide
justicia y compasión para los últimos?
Para Jesús, el reino de Dios no es un sueño. Es el proyecto
que Dios quiere llevar adelante en el mundo. El único objetivo que han de tener sus seguidores. ¿Cómo sería la Iglesia
si se dedicara sólo a construir la vida tal como la quiere
Dios, no como la quieren los amos del mundo?
La primera actuación de Jesús es buscar colaboradores para
llevar adelante su proyecto. Jesús va “pasando junto al lago
de Galilea”. Ha comenzado su camino. No es un rabino sentado en su cátedra, que busca alumnos para formar una escuela religiosa. Es un profeta itinerante que busca seguidores para hacer con ellos un recorrido apasionante: vivir
abriendo caminos al Reino de Dios. Ser discípulo de Jesús no
es tanto aprender doctrinas cuanto seguirle en su proyecto
de vida.
El que toma la iniciativa es siempre Jesús. Se acerca, fija su
mirada en aquellos pescadores y los llama a dar una orientación nueva a su existencia. Sin su intervención no nace nunca un verdadero discípulo. Los creyentes hemos de vivir con
más fe la presencia viva de Cristo y su mirada sobre cada
uno de nosotros. Si no es Él, ¿quién puede dar una orientación nueva a nuestras vidas?
Por eso lo más decisivo es escuchar desde dentro su llamada: “Venid detrás de mí”. No es tarea de un día. Escuchar
esta llamada significa despertar la confianza en Jesús, reavivar nuestra adhesión personal a Él, tener fe en su proyecto, identificarnos con su programa, reproducir en nosotros
sus actitudes y vivir animados por su esperanza en el Reino
de Dios.
(“El Camino abierto por Jesús”, José Antonio Pagola, 2011)
JUVENTUDES MARIANAS VICENCIANAS
SECRETARIADO NACIONAL
Al finalizar la catequesis de este mes, oraremos a partir del
texto evangélico de Mc 1,14-20. Nos encontramos con el momento
especial en el que Jesús elige a sus discípulos y les pide que lo dejen todo y le sigan.
Ayudaremos a los Juveniles a interiorizar este texto y a compartir, libremente, la respuesta que el Señor les da a cada uno en
este momento de su vida, especialmente en torno al interrogante
planteado en el texto de los Juveniles: “Jesús sigue llamando y…
¿quién sabe? Tal vez te llame a ti…”.
֠ Ayuda para el catequista:
Jesús no enseñó una doctrina para que sus discípulos la
aprendan y difundieran correctamente. Jesús anuncia más
bien un “acontecimiento” que pide ser acogido, pues lo puede cambiar todo. Él lo está ya experimentando: Dios se está
introduciendo en la vida con su fuera salvadora. Hay que
hacerle sitio.
Jesús proclamaba esta Buena Noticia de Dios: “Se ha cumplido el plazo. Está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed la
Buena Noticia”. Es un buen resumen del mensaje de Jesús.
Se avecina un tiempo nuevo. Dios no quiere dejarnos solos
frente a nuestros problemas y desafíos. Quiere construir junto a nosotros una vida más humana. Que cambiemos de manera de pensar y actuar y que vivamos creyéndonos esta Noticia que es la mejor noticia que podíamos escuchar.
Nos puede sorprender que Jesús nunca explique directamente en qué consiste el “Reino de Dios”. Lo que hace es sugerir
en parábolas inolvidables cómo actúa Dios y cómo sería la vida si hubiera gente que actuara como Él.
Para Jesús, el Reino de Dios es la vida tal como la quiere
construir Dios. Ese era el27fuego que llevaba dentro: ¿cómo
sería la vida en el Imperio si en Roma reinara Dios y no Tibe-
comienza el canto de Comunión, el cual debe expresar, por la unión de las
voces, la unión espiritual de quienes comulgan, manifestar el gozo del corazón y hacer más evidente el carácter “comunitario” de la procesión para
recibir la Eucaristía. El canto se prolonga mientras se distribuye el Sacramento a los fieles. Procúrese que también los cantores puedan comulgar
convenientemente. Si no hay canto, la antífona propuesta en el Misal puede
ser recitada por un lector o por el sacerdote después de comulgar y antes de
distribuir la comunión a los fieles. Terminada la distribución de la Comunión, según las circunstancias, el sacerdote y los fieles oran en secreto. Para
completar la súplica del pueblo de Dios y para concluir todo el rito de la
Comunión, el sacerdote recita la oración después de la Comunión, en la que
se imploran los frutos del misterio celebrado. El pueblo hace suya esta oración con la aclamación Amén.
1.- OBJETIVOS
Descubrir la utilización del lenguaje simbólico en nuestras
relaciones humanas y en nuestra relación con Dios.
Reconocer los Sacramentos como signos de encuentro con
Jesús, con la comunidad, con el prójimo y con nosotros mismos.
Descubrir la necesidad de la fe para comprender el simbolismo y para vivir con sentido los Sacramentos.
Conectar los Sacramentos, en especial la Eucaristía, con
nuestra propia vida.
2.- CONTENIDOS
D) RITO DE CONCLUSIÓN
Al rito de conclusión pertenecen:
a) Dar breves avisos, si fuera necesario;
b) El saludo y la bendición del sacerdote, que en algunos días y ocasiones se enriquece y se expresa con la oración “sobre el pueblo” o con
otra fórmula más solemne;
c) La despedida del pueblo por parte del diácono o del sacerdote, para
que cada uno regrese a sus tareas alabando y bendiciendo a Dios.
d) El beso del altar por parte del sacerdote y del diácono y luego la inclinación profunda al altar por parte del sacerdote, del diácono y de
los otros ministros.
Una vez finalizado el análisis del Evangelio los discípulos de
Emaús y su paralelismo con los diferentes momentos de la Eucaristía, el catequista puede hacer una lectura comentada de las
páginas 11 a 14 del cuadernillo del Juvenil, donde los catequizandos podrán ir comprendiendo toda la importancia y profundidad
que encierra el Sacramento de la Eucaristía.
(Papa Francisco, 22-6-2014)
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No pretendemos en esta catequesis una introducción teórica
a la noción de símbolo, sino una invitación a la vivencia de los
símbolos cristianos, en concreto de la eucaristía. No hemos de olvidar que una de las tareas de la catequesis es la iniciación al simbolismo cristiano, viviendo los sacramentos.
Nuestra vida de cada día está llena de símbolos. Estos símbolos también han sido asumidos por el cristianismo como medios para nuestra comunicación con Dios. Los sacramentos nos inician a la
vida y nos muestran una manera cristiana de vivir. Son signos, en
este sentido, de una alianza, de una relación con Cristo. Y por otra
parte, los sacramentos también son signos de comunión entre todos los cristianos.
Todos los grupos humanos utilizan signos para expresarse, para comunicarse. Estos signos evocan algo que une a todos los hombres. Simbolizar significa unir, poner juntos el significado y la realidad. Por eso los amigos se reúnen, hablan, recuerdan y lo celebran juntos con signos y gestos, manifestando la alegría y unión
entre todos. Los cristianos también tenemos unos signos que nos
distinguen y nos recuerdan hechos y acontecimientos muy importantes. La experiencia que tenemos nosotros de Dios es siempre
sacramental, es decir, se expresa
3 a través de unos símbolos.
preparatorios, con los que se va llevando a los fieles hasta el momento de la
Comunión.
Los signos y símbolos nos ayudan a asociar ideas y, por lo
tanto, a hacernos comprender más rápidamente su significado. La
mente humana es abstracta y procesa los signos y símbolos que
también son abstractos, de una forma rápida y sin necesidad de
utilizar palabra alguna. Invaden nuestras vidas como, por ejemplo,
las señales de tráfico, los números, los colores... Estamos rodeados
de señales indicándonos continuamente qué dirección hemos de
tomar, dónde hemos de pararnos y si tenemos o no preferencia de
paso; incluso podemos utilizar las manos para comunicarnos. Por lo
tanto, son un lenguaje internacional.
En esta primera parte vamos a intentar descubrir lo que nos
quieren decir los signos y símbolos. Los utilizamos mucho durante
el día en casi todos nuestros ámbitos. Nos hablan, y Dios también
nos habla a través de ellos. En nuestros tiempos se ha perdido un
poco el sentido del símbolo como instrumento importante para relacionarnos con los demás y más aún con Dios. Conocer un símbolo,
o más bien reconocerlo, significa que descubrimos detrás de la
realidad visible lo que Dios nos dice.
El catequista hará ver a los Juveniles que el lenguaje de los
signos, en la sociedad, se usa a menudo en todos los ambientes,
incluidos los que ellos más frecuentan, y trataremos de mostrarles
que tienen varios significados. Les invitará a que vayan diciendo
qué significa para ellos cada uno de estos signos, hasta que digan
varias interpretaciones de cada uno. Les ayudará a descubrir cómo
los significados varían según el entorno.
Aquí dejamos al catequista una posible interpretación de cada uno de los signos:
El EURO: simboliza dinero, poder, el interés constante
de la sociedad por tener siempre más y por considerar
importantes a los que más tienen. Para nosotros debe simbolizar lo contrario; tenemos que desechar
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Oración el Señor: en ella se pide el pan de cada día, lo cual para los cristianos implica especialmente el pan eucarístico. El sacerdote invita a orar, y
todos los fieles, junto con el sacerdote, dicen la oración; el sacerdote solo
añade el embolismo y todo el pueblo lo concluye con la doxología. El embolismo, que desarrolla la última petición de la oración del Señor, pide para
toda la comunidad de los fieles la liberación del poder del mal. La invitación, la oración misma, el embolismo y la doxología conclusiva del pueblo,
se proclaman cantados o en voz alta.
Rito de la paz: por él la Iglesia implora para sí misma y para toda la familia
humana la paz y la unidad, y los fieles expresan la comunión y la mutua caridad, antes de comulgar con el Sacramento. En cuanto al gesto mismo de
entregar la paz, será establecido por las Conferencias Episcopales, de
acuerdo a la índole y costumbres de los pueblos. Sin embargo es conveniente que cada uno dé la paz con sobriedad solamente a los que están más
cercanos.
La fracción del pan: el sacerdote parte el pan eucarístico. Este gesto de la
fracción realizado por Cristo en la última Cena, que en los tiempos apostólicos dio el nombre a toda la acción eucarística, significa que los fieles siendo muchos, por la Comunión de un solo pan de vida, que es Cristo muerto y
resucitado para la salvación del mundo, forman un solo cuerpo (1 Cor
10,17). La fracción comienza después del rito de la paz, y debe ser cumplida con la debida reverencia; sin embargo no se ha de prolongar innecesariamente ni se le dará una importancia exagerada. El sacerdote parte el pan y
deja caer una parte del mismo en el cáliz, para significar la unidad del
Cuerpo y la Sangre del Señor. El pueblo canta o recita el Cordero de Dios.
La invocación acompaña la fracción del pan, por lo cual puede repetirse
cuantas veces sea necesario hasta que haya terminado el rito. La última vez
se concluye con las Palabras “danos la paz”.
Comunión: el sacerdote se prepara con una oración en secreto para recibir
el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Los fieles hacen lo mismo orando en silencio. Luego el sacerdote muestra a los fieles el pan eucarístico sobre la patena o sobre el cáliz, y los invita al banquete de Cristo; y, juntamente con los
fieles, pronuncia el acto de humildad, usando las Palabras evangélicas
(“Señor, no soy digno...”). Es muy de desear que los fieles, participen del
Cuerpo del Señor con el pan consagrado
en esa misma Misa, y en los casos
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previstos, participen del cáliz. Mientras el sacerdote toma el Sacramento
a) Acción de gracias (que se expresa principalmente en el Prefacio), en
la cual el sacerdote, en nombre de todo el pueblo santo, glorifica a Dios
Padre y le da gracias por la obra de la salvación o por algún aspecto particular de la misma, según los diversos días, fiestas o tiempos.
b) Aclamación: con ella toda la comunidad canta el Santo. Esta aclamación es proclamada por todo el pueblo junto con el sacerdote.
c) Epíclesis: con ella la Iglesia, por medio de unas invocaciones, implora la fuerza del Espíritu Santo, para que los dones ofrecidos por los fieles sean consagrados; es decir, se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la Comunión, sea para salvación de quienes van a participar de ella.
d) Narración de la institución y consagración: Palabras y acciones de
Jesús por las que se realiza el sacrificio que Él mismo instituyó en la
última Cena, cuando ofreció su Cuerpo y Sangre bajo las especies de
pan y vino, y lo dio a sus discípulos como comida y bebida, y les dejó el
mandato de perpetuar el misterio.
e) Anámnesis: con ella la Iglesia, cumpliendo el mandato que recibió de
Jesús, por medio de los Apóstoles, realiza el memorial del mismo Cristo
recordando especialmente su pasión, su gloriosa resurrección y su ascensión al cielo.
f) Oblación: por ella, en este memorial la Iglesia, y principalmente la
que está aquí y ahora congregada, ofrece al Padre en el Espíritu Santo la
víctima inmaculada. La Iglesia procura que los fieles también aprendan
a ofrecerse a sí mismos, se perfeccionen día a día –por mediación de
Cristo- en la unión con Dios y entre sí, para que finalmente Dios sea todo en todos.
g) Intercesiones: por las que se expresa que la Eucaristía se celebra en
comunión con toda la Iglesia del cielo y de la tierra, y que la ofrenda se
hace por ella misma y por todos sus miembros, vivos y difuntos, que han
sido llamados a participar de la redención y de la salvación adquirida
por el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
h) Doxología final: en ella se expresa la glorificación de Dios, y se confirma y concluye con la aclamación: Amén del pueblo.
Rito de la Comunión: como banquete pascual que es la celebración
eucarística es un banquete. Conviene que, según el mandato del Señor, su
Cuerpo y su Sangre sean recibidos como alimento espiritual por los fieles
debidamente preparados. A esto tienden la fracción y los demás ritos
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esa escala de valores donde los que más tienen más mandan.
Nosotros, como vicencianos, creemos en una repartición de la
riqueza y siempre nos sentimos más unidos a los más desfavorecidos y necesitados.
SÍMBOLO DE LA PAZ: formado por un círculo con tres
líneas en su interior, una en la parte superior y dos en la
inferior en forma de huella de ave, que tuvo su etapa
más representativa en la década de los 60. Fue creado
en 1958 por el diseñador británico Gerald Holtom para
la campaña de desarme nuclear, aunque después su significado se
extendería al sentido más general de “paz” con el que se interpreta hoy en día. Holtom se basó en las letras (Nuclear Disarmament)
según el abecedario semáforo en donde ‘N’ se representaría con ambos brazos hacia abajo (uno a un lado y otro
al otro) y la ‘D’ con un brazo vertical
hacia arriba y otro vertical hacia abajo. Desde entonces está de moda y son
muchos, sobre todo mujeres, que lo usan como complementos y
estampados en camisetas. Pero, ¿realmente saben lo que significan?
Para nosotros la paz es uno de nuestros objetivos primordiales, ansiamos la paz en todos los niveles, en el mundo, en
nuestro entorno, con nuestros amigos, en nuestra familia y
tendríamos, no sólo que buscar la paz entre los nuestros, sino
entre todos, evitando los insultos y desprecios…; intentar entender a todos y compartir nuestro tiempo con todos, en paz.
El CORAZÓN, signo quizás más conocido por todos, y
en todas partes del mundo representa el amor en sí,
pero ¿cuántas maneras
de interpretar el amor exis5
ten? No todos entendemos el amor de la misma ma-
nera. “Dios es amor” (1 Jn 4,8), por lo que, para nosotros, el
amor es la base de todo. Todas nuestras acciones están fundamentadas en el amor y, como tal, hemos de evitar cualquier
sufrimiento a los demás.
El TRÉBOL DE CUATRO HOJAS: las cuatro hojas
del trébol tienen su propia simbología particular.
Se dice que las cuatro hojas significan fe, esperanza, amor y suerte. Otros sostienen que la primer hoja a la izquierda del tallo nos trae fama, la
segunda riqueza, la tercera amor y la cuarta salud. En general, este trébol se utiliza para la buena suerte. Es un amuleto que actualmente goza de una gran popularidad y se emplea en todas las partes del mundo.
Los cristianos de la Edad Media lo veían como una representación de la cruz de Cristo y esto, después, lo convirtió en
símbolo de buenaventura. Este símbolo también está presente
en la arquitectura gótica, simbolizando a los cuatro evangelistas, así como el hombre alado o ángel (Mateo), león (Marcos),
buey (Lucas) y águila (Juan).
El FUEGO: uno de los cuatro elementos que tuvo altares, sacerdotes y sacrificios en muchísimas comunidades del planeta. Por ejemplo, los romanos lo representaban bajo la figura de Vulcano en medio de los
cíclopes... El significado simbólico antiguo del fuego
posee una doble naturaleza: creación e iluminación,
por un lado, y destrucción y purificación, por el otro.
En la Biblia, el fuego representa la trascendencia y la santidad de Dios: la zarza ardiente en el HOREB y en el SINAI; la co­
lumna de fuego en el camino del Éxodo; el Señor desciende en el
monte SINAI en medio del fuego (cf. Ex 19,18); la brasa ardiente
que purifica los labios de Isaías; el carro de fuego que llevó a Elías;
el bautismo en el Espíritu Santo y fuego, anunciado por Juan Bau6
3) Por la fracción del pan y por la Comunión, los fieles reciben de un
único pan el Cuerpo y de un único cáliz la Sangre del Señor, del mismo
modo que los Apóstoles lo recibieron de manos del mismo Cristo.
Preparación de los dones: al comienzo de la Liturgia Eucarística se llevan
al altar los dones que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. En
primer lugar se prepara el altar o mesa del Señor, que es el centro de toda la
Liturgia Eucarística, y se colocan sobre él el corporal, el purificador, el Misal y el cáliz, si no se ha preparado en la credencia (mesa pequeña que se
utiliza para tener los objetos del culto de la Misa). Luego se traen las ofrendas: es de desear que el pan y el vino sean presentados por los fieles; el sacerdote los recibe en un lugar adecuado para llevarlos al altar. También se
puede recibir dinero u otros dones para los pobres o para la iglesia, traídos
por los fieles o recolectados en la iglesia, y que se colocarán en un lugar
conveniente, fuera de la mesa eucarística. Acompaña a la procesión en la
que se llevan las ofrendas el canto del Ofertorio que se prolonga por lo menos hasta que las ofrendas han sido colocadas sobre el altar. El canto siempre puede acompañar los ritos del Ofertorio, incluso cuando no hay procesión de dones. El sacerdote coloca el pan y el vino sobre el altar, diciendo
las fórmulas establecidas. Puede incensar los dones colocados sobre el altar, luego la cruz y el altar, para significar que el sacrificio de la Iglesia y su
oración suben como incienso hasta la presencia de Dios. Después el sacerdote, por su sagrado ministerio, y el pueblo, en razón de su dignidad bautismal, pueden ser incensados por el diácono o por otro ministro (el sacerdote
puede lavarse las manos expresando, por este rito, el deseo de purificación
interior).
Oración sobre las ofrendas: una vez depositadas las ofrendas en el altar y
concluidos los ritos correspondientes, con la invitación a orar junto con el
sacerdote y la oración sobre las ofrendas, se concluye la preparación de los
dones y se prepara la Plegaria Eucarística.
Plegaria eucarística: ahora comienza el centro y cumbre de toda la celebración: la Plegaria Eucarística, es decir, la Plegaria de acción de gracias y
de santificación. El sacerdote invita al pueblo a elevar los corazones al Señor en la oración y acción de gracias y lo asocia a la oración que, en nombre de toda la comunidad, él dirige a Dios Padre, por Jesucristo en el Espíritu Santo. El sentido de esta oración es que toda la asamblea de los fieles
se una con Cristo en la alabanza de las maravillas de Dios y en la ofrenda
del sacrificio. La Plegaria Eucarística exige que todos la escuchen con respeto y en silencio. Los principales23elementos de la Plegaria Eucarística son:
Profesión de fe (Credo): el Símbolo o profesión de fe tiene como fin que
todo el pueblo congregado responda a la Palabra de Dios anunciada en las
lecturas de la Sagrada Escritura y expuesta en la homilía, y a que, al proclamar la norma de su fe, recuerde y confiese los grandes misterios de la fe,
antes de comenzar su celebración en la Eucaristía. El Símbolo también puede decirse en celebraciones más solemnes.
Oración universal: en la oración universal u oración de los fieles, el pueblo, en cierto modo, responde a la Palabra de Dios recibida con fe y, ejerciendo la función de su sacerdocio bautismal, ofrece súplicas a Dios por la
salvación de todos. Las intenciones normalmente serán:
a) por las necesidades de la Iglesia;
b) por los gobernantes y por la salvación del mundo entero;
c) por los que sufren cualquier dificultad;
d) por la comunidad local.
Compete al sacerdote celebrante dirigir esta oración desde la sede. Él la introduce con una breve monición con la que invita a los fieles a orar, y la
termina con la oración conclusiva. Las intenciones que se proponen han de
ser sobrias, compuestas con sabia libertad y pocas palabras, y deben expresar la súplica de toda la comunidad. Normalmente serán leídas desde el
ambón u otro lugar adecuado, por el diácono o un lector. El pueblo, de pie,
expresa su súplica con una invocación común después de cada intención, o
bien con la oración en silencio.
C) LITURGIA EUCARÍSTICA
En la Última Cena, Jesús instituyó el sacrificio y banquete pascual, por
el que el sacrificio de la cruz se hace continuamente presente en la Iglesia,
cuando el sacerdote, representando a Cristo el Señor, realiza lo mismo que el
Señor hizo y encomendó a sus discípulos que hicieran en memoria de Él.
Cristo tomó el pan y el cáliz, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomad, comed, bebed; éste es mi Cuerpo; éste es el cáliz de mi
Sangre. Haced esto en conmemoración mía”. Por eso, la Iglesia ha ordenado
toda la celebración de la Liturgia eucarística con estas partes, que responden a
las Palabras y a las acciones de Cristo. En efecto:
1) En la preparación de los dones, se llevan al altar pan, vino y agua, o
sea los mismos elementos que Cristo tomó en sus manos.
2) En la Plegaria eucarística se da gracias a Dios por toda la obra de la
salvación; y se hace la ofrenda del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
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tista; lenguas de fuego en Pentecostés que simbolizan la venida
del Espíritu Santo… Durante la primera parte de la Vigilia Pascual,
llamada "lucernario", la fuente de luz es el fuego. Este, además de
iluminar quema y, al quemar, purifica. Como el sol por sus rayos,
el fuego simboliza la acción fecundante, purificadora e iluminadora. Por eso, en la liturgia, los simbolismos de la luz-llama e iluminar-arder se encuentran casi siempre juntos. El Cirio Pascual simboliza a Cristo resucitado y reparte su fuego para encender las
velas que llevan todos los fieles, significando que Cristo, "Luz
del Mundo", ilumina la vida de los hombres con su Resurrección.
STOP es una señal de tráfico reglamentaria. Indica, en las intersecciones, la obligación de detenerse antes de continuar la marcha. Esta forma singular permite ser reconocida en los cruces desde diferentes ángulos permitiendo a los distintos usuarios identificar la prioridad de paso de los demás.
Nosotros, con frecuencia relacionamos esta señal con el
Tiempo de Cuaresma, donde tenemos por delante 40 días para
detenernos, para pararnos y despojarnos de lo que en realidad
no nos permite acercarnos a Jesús. ‘Parar’ significa hacer una
reflexión, reconducir los pequeños hábitos de la vida y esforzarse con especial interés, no por el mero hecho de cambiar,
sino con el objeto de alcanzar la auténtica metamorfosis que
supone la verdadera conversión.
El ATRAPASUEÑOS, según la creencia popular, su
función consiste en filtrar los sueños de las personas, dejando pasar sólo los sueños y visiones positivas; los sueños que no recuerdas son los que bajan lentamente por las plumas. Las pesadillas se
quedan atrapadas en la cuenta (piedra) y a la mañana siguiente se queman con la luz del día para
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que no se cumplan.
El RAYO es una poderosa descarga natural de
electricidad estática, producida durante una tormenta eléctrica, generando un "pulso electromagnético". La descarga eléctrica precipitada del
rayo es acompañada por la emisión de luz (el
relámpago), causada por el paso de corriente
eléctrica que ioniza las moléculas de aire, y por el
sonido del trueno, desarrollado por la onda de choque. La electricidad (corriente eléctrica) que pasa a través de la atmósfera calienta y expande rápidamente el aire, produciendo el ruido característico del trueno.
La Biblia nos dice que Jesús vendrá como un relámpago, es
decir, no vendrá en secreto sino visible para todos y de repente: “Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día” (Lc
17,24; Mt 24,27). El relámpago es símbolo de teofanía
(presencia de Dios). El poder de Dios trasciende al hombre y lo
llena todo (Ap 11,19). La imagen del relámpago es ya utilizada
en el libro de Daniel (Dn 10,6).
Para la segunda parte de esta actividad (pág. 5 del cuaderno
del Juvenil), el catequista irá sugiriendo signos, señales y lo que
significan. Estamos tan acostumbrados a veces que apenas nos damos cuenta del simbolismo que encierran; por ejemplo, siempre
identificamos el rojo con tener que parar y el verde con continuar,
y no sólo en los semáforos. Todo lo que esté dentro de un triangulo
lo identificamos con peligro… Otros ejemplos pueden ser:
Móvil: durante el día lo tenemos siempre con nosotros, casi no
nos separamos de él. Además de servir para ver el Twitter, Facebook y sacarnos fotos, también sirve para acercarnos a aquellos que están lejos. El móvil también significa los puentes que
podemos tender hacia los demás, nuestra capacidad de expresarnos y de cuidar a los otros a base de pequeños detalles. Suena a locos, pero ¿a qué cambiaría nuestra forma de usar el
móvil si lo interpretamos con un signo que nos une y conecta
con los demás?
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la Palabra y se la distingue entre las demás lecturas con especiales muestras
de honor, sea por parte del ministro delegado para anunciarlo, sea por parte
de los fieles que, con sus aclamaciones, reconocen y confiesan la presencia
de Cristo que les habla, y escuchan la lectura de pie.
Salmo responsorial: después de la Primera Lectura sigue el Salmo Responsorial, que es parte integral de la Liturgia de la Palabra y de por sí tiene una
gran importancia litúrgica y pastoral, por cuanto favorece la meditación de
la Palabra de Dios. El Salmo Responsorial será el correspondiente a cada
lectura y normalmente se tomará del Leccionario. Es conveniente que el
Salmo sea cantado, al menos en lo que se refiere a la respuesta del pueblo.
Si no puede ser cantado, se ha de recitar del modo más adecuado para favorecer la meditación de la Palabra de Dios.
Aclamación antes de la lectura del Evangelio: después de la lectura que
precede inmediatamente al Evangelio, se canta el Aleluya (u otro canto,
según lo pide el tiempo litúrgico). Esta aclamación por sí misma constituye
un rito por el que la asamblea de los fieles recibe y saluda al Señor que le
hablará en el Evangelio y confiesa su fe con el canto. Es cantado por todos
de pie, y el versículo por los cantores o por un cantor.
a) el Aleluya se canta en todos los tiempos, excepto en Cuaresma.
b) en el tiempo de Cuaresma, en lugar del Aleluya se canta el versículo
antes del Evangelio, presentado en el Leccionario.
c) la Secuencia de Pascua y de Pentecostés se canta después del Aleluya.
Cuando hay sólo una lectura antes del Evangelio:
a) el Aleluya y el versículo antes del Evangelio si no se cantan, pueden
omitirse.
Homilía: la homilía es parte de la Liturgia y se la recomienda encarecidamente, pues es alimento necesario para la vida cristiana. Conviene que sea
una explicación de algún aspecto de las lecturas de la Sagrada Escritura.
Normalmente hará la homilía el mismo sacerdote celebrante o éste se la encomendará a un sacerdote concelebrante, o algunas veces, según las circunstancias, a un diácono, pero nunca a un laico. Los domingos y fiestas de
precepto debe haber homilía en todas las Misas que se celebran con asistencia del pueblo, y no se la puede omitir, si no es por un motivo grave; los demás días se recomienda, especialmente en las ferias de Adviento, Cuaresma
y tiempo pascual, como también en otras fiestas y ocasiones en que el pueblo acude en mayor número a la iglesia. Es oportuno guardar un breve mo21
mento de silencio después de la homilía.
el sacerdote o, según las circunstancias, un cantor o cantores, pero es cantado o por todos juntos, o alternando el pueblo con los cantores, o sólo por
los cantores. Si no se canta, lo recitarán todos juntos o alternando en dos
coros. Se canta o se recita los domingos, excepto en tiempo de Adviento y
de Cuaresma, en las solemnidades y fiestas, y en algunas celebraciones más
solemnes.
Oración colecta: el sacerdote invita al pueblo a orar, y todos, junto con el
sacerdote, guardan un breve silencio para hacerse conscientes de estar en la
presencia de Dios y formular interiormente sus intenciones y deseos. Entonces el sacerdote comienza la oración, que suele llamarse “colecta”, por
la cual se expresa la naturaleza de la celebración. Conforme a una antigua
tradición de la Iglesia, normalmente la oración colecta se dirige a Dios Padre, por Cristo en el Espíritu Santo, y termina con la conclusión trinitaria.
El pueblo, uniéndose a la súplica, hace suya la oración con la aclamación
Amén.
B) LITURGIA DE LA PALABRA
Las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura con los cantos que se intercalan, constituyen la parte principal de la Liturgia de la Palabra; la homilía, la
profesión de fe y la oración universal u oración de los fieles la desarrollan y
concluyen. En las lecturas, Dios habla a su pueblo y Cristo, por su Palabra, se
hace presente en medio de su pueblo. El pueblo hace suya esta Palabra por el
silencio y los cantos, y se adhiere a ella por la profesión de fe; y alimentado
por ella, ruega en la oración universal por las necesidades de toda la Iglesia y
por la salvación de todo el mundo.
El silencio: la Liturgia de la Palabra será celebrada de tal modo que favorezca la meditación, por eso se evitará completamente toda clase de prisa
que impida el recogimiento. Conviene que en ella también se den momentos breves de silencio, adaptados a la asamblea congregada, en los cuales,
con la ayuda del Espíritu Santo, la Palabra de Dios sea acogida en el corazón, y mediante la oración se prepare la respuesta.
Lecturas bíblicas: en las lecturas se prepara la mesa de la Palabra de Dios a
los fieles y se les abren los tesoros de la Biblia. Por lo cual se debe conservar la disposición de las lecturas bíblicas que esclarecen la unidad de ambos Testamentos y de la historia de la salvación; y no está permitido que las
lecturas y el salmo responsorial que contienen la Palabra de Dios, sean
cambiados por otros textos no bíblicos. Las lecturas se proclamarán siempre desde el ambón. La lectura del Evangelio es la cumbre de la Liturgia de
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Foto: simboliza momentos felices que hemos vivido junto a alguien e incluso una experiencia vital que hemos podido tener.
Muchas veces guardamos esas fotos porque son importante para
nosotros, son signos visibles de nuestro crecimiento.
Canción: muchas veces sus letras, el momento en que se escuchó o con quien se compartió convierten una canción en un
signo que nos trasmite algo grande.
El catequista tratará de profundizar en los significados de cada señal, signo o símbolo para asegurarnos que están en lo correcto y que no tienen una idea equivocada.
Por último, el catequista ayudará a los Juveniles a crear el
SÍMBOLO DEL GRUPO, haciendo hincapié en la trascendencia del
símbolo, es decir, en su profundo significado.
Una vez finalizado el trabajo, el catequista ayudará a que los
Juveniles sepan distinguir un signo de un símbolo (ver pág. 5 y 6
del cuaderno del Juvenil).
Sirva como formación para el catequista lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica con relación a los signos y símbolos
(CIC 1145-1152):
1145. Una celebración sacramental está tejida de signos y de símbolos.
Según la pedagogía divina de la salvación, su significación tiene su raíz
en la obra de la creación y en la cultura humana, se perfila en los acontecimientos de la Antigua Alianza y se revela en plenitud en la persona
y la obra de Cristo.
1146. Signos del mundo de los hombres. En la vida humana, signos y
símbolos ocupan un lugar importante. El hombre, siendo un ser a la vez
corporal y espiritual, expresa y percibe las realidades espirituales a
través de signos y de símbolos materiales. Como ser social, el hombre
necesita signos y símbolos para comunicarse con los demás, mediante
el lenguaje, gestos y acciones. Lo mismo sucede en su relación con
Dios.
1147. Dios habla al hombre a través de la creación visible. El cosmos
material se presenta a la inteligencia
del hombre para que vea en él las
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huellas de su Creador (cf Sb 13,1; Rm 1,19-20; Hch 14,17). La luz y la
noche, el viento y el fuego, el agua y la tierra, el árbol y los frutos
hablan de Dios, simbolizan a la vez su grandeza y su proximidad.
1148. En cuanto creaturas, estas realidades sensibles pueden llegar a
ser lugar de expresión de la acción de Dios que santifica a los hombres,
y de la acción de los hombres que rinden su culto a Dios. Lo mismo sucede con los signos y símbolos de la vida social de los hombres: lavar y
ungir, partir el pan y compartir la copa pueden expresar la presencia
santificante de Dios y la gratitud del hombre hacia su Creador.
1149. Las grandes religiones de la humanidad atestiguan, a menudo de
forma impresionante, este sentido cósmico y simbólico de los ritos religiosos. La liturgia de la Iglesia presupone, integra y santifica elementos
de la creación y de la cultura humana confiriéndoles la dignidad de signos de la gracia, de la creación nueva en Jesucristo.
1150. Signos de la Alianza. El pueblo elegido recibe de Dios signos y
símbolos distintivos que marcan su vida litúrgica: no son ya solamente
celebraciones de ciclos cósmicos y de acontecimientos sociales, sino
signos de la Alianza, símbolos de las grandes acciones de Dios en favor
de su pueblo. Entre estos signos litúrgicos de la Antigua Alianza se puede nombrar la circuncisión, la unción y la consagración de reyes y sacerdotes, la imposición de manos, los sacrificios y, sobre todo, la Pascua. La Iglesia ve en estos signos una prefiguración de los sacramentos
de la Nueva Alianza.
1151. Signos asumidos por Cristo. En su predicación, el Señor Jesús se
sirve con frecuencia de los signos de la creación para dar a conocer los
misterios el Reino de Dios (cf. Lc 8,10). Realiza sus curaciones o subraya su predicación por medio de signos materiales o gestos simbólicos
(cf Jn 9,6; Mc 7,33-35; 8,22-25). Da un sentido nuevo a los hechos y a
los signos de la Antigua Alianza, sobre todo al Éxodo y a la Pascua (cf
Lc 9,31; 22,7-20), porque Él mismo es el sentido de todos esos signos.
1152. Signos sacramentales. Desde Pentecostés, el Espíritu Santo realiza la santificación a través de los signos sacramentales de su Iglesia.
Los sacramentos de la Iglesia no anulan, sino purifican e integran toda
la riqueza de los signos y de los símbolos del cosmos y de la vida social.
Aún más, cumplen los tipos y las figuras de la Antigua Alianza, significan y realizan la salvación obrada por Cristo, y prefiguran y anticipan la gloria del cielo.
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A) RITOS INICIALES
Los ritos que preceden a la Liturgia de la Palabra, es decir la entrada, el
saludo, el acto penitencial, el Señor, ten piedad, el Gloria y la oración colecta,
tienen carácter de introducción y preparación. Su finalidad es hacer que los fieles reunidos constituyan una comunidad y se dispongan a escuchar debidamente la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía.
Entrada: una vez reunido el pueblo, mientras entra el sacerdote, comienza
el canto de entrada. La finalidad de este canto es abrir la celebración, fomentar la unión de los que se han congregado e introducir los espíritus en el
misterio del tiempo litúrgico o de la fiesta, y acompañar la procesión del sacerdote y los ministros.
Saludo al altar y al pueblo congregado: el sacerdote -y los diáconos y los
ministros, si los hubiere- cuando llegan al presbiterio, saludan al altar con
una inclinación profunda. En señal de veneración, el sacerdote besa después el altar; y, según las circunstancias, inciensa la cruz y el altar. Concluido el canto de entrada, el sacerdote, de pie ante la sede, se signa junto
con toda la asamblea con la señal de la cruz; luego mediante el saludo manifiesta a la comunidad congregada la presencia del Señor. Este saludo (“El
Señor esté con vosotros”) y la respuesta del pueblo (“Y con tu espíritu”)
hacen patente el misterio de la Iglesia congregada. Después del saludo, el
sacerdote o el ministro laico, con brevísimas palabras, puede introducir a
los fieles en la Misa del día.
Acto penitencial: el sacerdote invita al acto penitencial que, después de una
breve pausa de silencio, hace toda la comunidad mediante una fórmula de
confesión general (“Yo confieso ante Dios todopoderoso”), y que el sacerdote concluye con la absolución, la cual, sin embargo, carece de la eficacia
del sacramento de la Penitencia. El domingo, especialmente durante el
tiempo pascual, en lugar del acostumbrado acto penitencial, puede hacerse
alguna vez la bendición y aspersión del agua en memoria del bautismo.
Señor, ten piedad: después del acto penitencial comienza siempre el Señor,
ten piedad, a menos que éste ya haya formado parte del mismo acto penitencial. Siendo un canto en el que los fieles aclaman al Señor e imploran su
misericordia, normalmente será cantado por todos.
Gloria a Dios: es el himno antiquísimo y venerable por el que la Iglesia
congregada en el Espíritu Santo glorifica a Dios Padre y al Cordero, y le su19
plica. El texto de este himno no puede
ser cambiado por otro. Lo comienza
TEXTO EVANGÉLICO
Lc 24,13-15
MOMENTOS DE LA
EUCARISTÍA
“Y mientras estaba a la mesa con
ellos, tomó el pan, pronunció la
bendición, lo partió y se lo dio.
Entonces se les abrieron los ojos
y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Comentaban: ¿no nos ardía el corazón
mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?” (vv. 30-32)
Jesús ha aceptado nuestra invitación y ahora es el momento de
compartir la mesa, lo más importante de la Celebración. El que ha
sido invitado es ahora el que invita. El pan y el vino son símbolos de
la entrega y el amor infinito hacia
nosotros. Es el momento de la
Consagración, de la Fracción del
Pan y de la Comunión. Entramos
en comunión con Jesús.
“Y, levantándose al momento, se
volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once
con los demás compañeros, que
decían: ¡Era verdad: el Señor ha
resucitado y se ha aparecido a
Simón! Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado por
el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan” (vv. 3335).
La Eucaristía concluye en una Misión: “id y anunciadlo…”. La comunión, esa sagrada intimidad con
Jesús, no es el momento final de
este camino. Lo hemos reconocido,
sí, pero el reconocimiento no es
sólo para saborearlo y disfrutarlo
nosotros solos ni para mantenerlo
en secreto sino para anunciarlo y
proclamarlo a todos los pueblos. Es
el ENVÍO: “Ite Missa est…” (Id en
Misión evangelizadora).
A continuación ofrecemos al catequista una explicación detallada de cada momento de la Eucaristía a modo de complemento y
anexo:
Las partes de la Misa
La Misa se puede decir que consta de dos partes: la Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística, tan íntimamente unidas, que constituyen un solo
acto de culto. En efecto, en la Misa se prepara la mesa tanto de la Palabra de
Dios como del Cuerpo de Cristo, en la que los fieles se instruyen y alimentan.
Otros ritos inician y concluyen la celebración.
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En esta catequesis nos vamos a centrar en tres Sacramentos. Para ello vamos hacer tres grupos. Cada grupo profundizará sobre un Sacramento a partir de un símbolo concreto. En cada grupo nos ayudará
una canción, una cita del Evangelio y una pregunta de reflexión que
será la misma para todos los grupos: ¿Qué nos dice Jesús a través de
este Sacramento?
Una vez finalizado el trabajo en grupo, ponemos en común la
reflexión y la respuesta a la pregunta planteada.
Dejamos que los grupos vayan exponiendo sus reflexiones
aunque facilitamos al catequista las ideas principales que debe resaltar en cada uno de los Sacramentos.
BAUTISMO
(Jn 3,3-15; Mt 28,18-20; Mc 16,15; Hch 8,35-38)
Cuando los padres esperan un hijo, desean lo mejor
para él. Por eso, le dan todo lo que necesita: alimentos, ropa, cariño, etc. Si los padres son cristianos y viven en una comunidad cristiana desean que su hijo participe también de la misma fe. Así, muchos padres
acercan a sus hijos al bautismo como algo bueno, como el alimento o el idioma.
Cuando unos padres deciden bautizar a su hijo pequeño, significa que desean educarlo en la fe cristiana. Por eso es muy importante el papel de los padres en el bautismo ya que los niños son
bautizaos en la fe de éstos. Los padrinos acompañan a los padres en la tarea de educarlos en la fe.
Origen: Jesús no sólo fue bautizado por Juan el Bautista en el
Jordán, sino que pidió a sus discípulos que bautizaran a todos
aquellos que creyeran en él.
El bautismo puede recibirse 11
de niño o de adulto. Si es de adulto
se recibe juntamente con la Confirmación y la Eucaristía, como
en los primeros siglos.
El ministro del bautismo puede ser el obispo, el sacerdote o el
diácono.
El momento más importante del rito del bautismo tiene lugar
cuando el ministro derrama agua sobre la cabeza de quien es
bautizado al tiempo que pronuncia las palabras: “Yo te bautizo
en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Antes se lleva a cabo la profesión de fe en la que toda la comunidad manifiesta su fe y después se realiza la unción con el crisma, es decir, con aceite, en la frente del bautizando.
El agua, sobre todo (que da vida y limpia), y también el aceite
(los atletas se untaban con aceite para tener los cuerpos más
ágiles) son los dos signos más importantes del bautismo. Los
otros símbolos son la señal de la cruz, la colocación de la vestidura blanca y la vela.
Por el bautismo la persona nace a la fe, renace interiormente
del agua y del Espíritu, se purifica de sus pecados y del pecado
original y se convierte en hijo de Dios y en miembro de la Iglesia
con sus derechos y obligaciones. Así pues, cuando una persona
se bautiza entra a formar parte de la Iglesia; asume el compromiso de vivir como hijo de Dios y ser testigo de Jesús, sintiéndose hermano de los demás cristianos y de todos los hombres.
De camino a Emaús, de camino a la Eucaristía
TEXTO EVANGÉLICO
Lc 24,13-15
MOMENTOS DE LA
EUCARISTÍA
“Ellos se detuvieron con semblante
afligido, y uno de ellos, llamado
Cleofás, le dijo: ¿Eres tú el único
forastero en Jerusalén que no se ha
enterado de lo sucedido allí estos
días? Él les preguntó: ¿Qué? Y les
contestaron: Lo de Jesús Nazareno
(…) Entonces Jesús les dijo: ¡Qué
necios y torpes para creer lo que
anunciaron los profetas! ¿No tenía
que padecer el Mesías todo eso para entrar en su gloria?” (vv. 13-26)
Llegamos a la Eucaristía con el corazón roto, por todas aquellas cosas
que no hemos hecho bien, por ello,
nos sentimos tristes; es el momento
de pedir perdón. Éste es un nuevo
punto de partida en nuestro camino.
Es el Acto Penitencial: “Señor, ten
piedad”.
Entonces ocurre algo nuevo, surge un
compañero muy especial, un compañero de camino, que nos comienza a
“Y entonces Jesús, les explicó hablar, y sus palabras piden una especial atención. Él nos ha escuchado,
todo lo que se refería a Él, en las ahora somos nosotros los que le escuEscrituras...” (v. 27)
chamos a Él, cuyas palabras son sumamente claras y directas. Es la Liturgia de la Palabra: “Palabra de
Dios”.
PENITENCIA (PERDÓN)
(Lc 7,48-50; Mt 16,19; Jn 20,22-23)
Dios creó al hombre libre y le dio la potestad de
elegir entre el bien y el mal. El hombre comete pecado cuando, actuando consciente y libremente,
atenta contra el amor de Dios y el amor a sus semejantes. Por tanto, para que exista pecado debe
haber: conocimiento de lo que se hace, libertad plena para realizarlo y algo que atente contra Dios o los
hermanos.
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“Cerca ya de la aldea adonde se
dirigían, él hizo ademán de seguir adelante: pero ellos le insistieron diciendo: “Quédate con
nosotros, que se hace tarde y el
día va ya de caída”. Y él entró
para quedarse” (vv. 28-30)
A medida que escuchamos a nuestro
compañero de camino, algo cambia
en nuestros corazones, sentimos que
una nueva esperanza y una nueva
alegría, invade lo más profundo de
nuestro ser. Nuestro amigo ha dado
un nuevo sentido a la marcha. Es ahora cuando nuestro corazón quiere abrirse a Él, ofreciéndole todo lo que
somos y proclamando que creemos en
Él:
17 Liturgia de la Eucaristía: Profesión de fe, Ofertorio...
los hombres por puro amor.
La eucaristía es acción de gracias: La palabra «eucaristía» viene del griego y significa «acción de gracias». La eucaristía es
una alabanza al Padre por la obra maravillosa de la salvación.
La eucaristía es signo de amor y de unidad: El gesto que Jesús
hace de partir y repartir el pan debe llevar, necesariamente, a
compartir. Así lo entendieron los primeros cristianos. Por eso,
un primer nivel necesario para vivir la eucaristía es compartir
todo lo que la vida nos ofrece: esperanzas, frustraciones, alegrías, bienes... Pero hay algo más: quienes comparten el mismo
pan de la eucaristía forman un mismo cuerpo.
El PAN y el VINO simbolizan el Cuerpo y la Sangre de Jesús, el
alimento para los cristianos. Es la máxima expresión del Amor
de Jesús por nosotros: dar la vida por los demás. A través del
Pan y el Vino recibimos a Jesús en nuestras vidas con el deseo
de tenerle cerca de nosotros y caminar con Él.
Jesús, durante su vida pública, perdonó los pecados a todos
aquellos que se presentaban ante él con fe y con arrepentimiento. Después de su resurrección concedió a los apóstoles y a sus
sucesores el poder de perdonar los pecados.
Quien se acerca a recibir el perdón debe reconocer, ante sí y
ante Dios, las faltas cometidas, arrepentirse de lo que se ha
hecho mal y hacer propósito de enmienda, es decir, reparar el
daño causado.
Seguidamente viene la confesión personal, que se realiza ante
un sacerdote que representa a Cristo y a la Iglesia. El pecado es
un mal hecho a Dios y a la comunidad de creyentes, y su confesión se hace ante aquel a quien Cristo dio potestad para perdonar y representar a la comunidad. El sacerdote, en nombre de
Cristo, acoge a quien se siente pecador, como el padre recibe al
hijo pródigo que reconoce su culpa y vuelve a la casa paterna.
La EUCARISTÍA es el sacramento del Amor. Es una fiesta llena de
alegría donde damos gracias a Jesús por amarnos y quedarse con
nosotros. Una fiesta en la que somos enviados a ser sus testigos
y hacer vida su Reino de Amor.
La celebración de la Eucaristía está llena de símbolos, ritos,
palabras y acciones
llenos de significado.
A través del texto
evangélico de los discípulos de Emaús iremos descubriéndolos.
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El sacerdote pide a Dios que conceda al penitente el perdón.
Luego, traza con su mano la señal de la cruz como signo de
perdón mientras dice: “Yo te absuelvo de tus pecados. En el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Es la absolución.
El cuarto y último paso del sacramento del perdón es la penitencia por la que el cristiano, ya perdonado, acepta y se compromete a realizar aquella buena obra que le propone el sacerdote como señal de querer convertirse a Dios.
El sacramento del perdón es la respuesta de la comunidad a la
experiencia humana del mal y del arrepentimiento a los que, lejos de mantener presente el daño cometido, se les ofrece el
perdón.
El sacramento del perdón es uno de los mayores regalos que
Jesús nos hace: su misericordia, que nos regala nuevas oportunidades para ser mejores personas. Nos acoge con los brazos
abiertos y nos regala su amor entrañable y su perdón.
LA EUCARISTÍA
(Mt 26,26-29; Mc 14,22-25; Lc 22,15-20; 1 Cor 11,23-26)
Cuando los amigos o la familia tienen algo que celebrar, se reúnen generalmente en tomo a una mesa.
Ponen en común el alimento y la bebida y, a medida
que la reunión avanza, comunican sus experiencias,
comparten sus problemas, recuerdan los momentos
pasados juntos.
En tiempos de Jesús, los judíos se reunían todos los
años en la época de primavera para celebrar la Pascua. En esa fiesta renovaban los hechos ocurridos
hacía siglos, cuando salieron de Egipto donde estaban sometidos
a esclavitud, hacia la tierra prometida. En el marco cronológico
de la Pascua, Jesús se reunió con los apóstoles para celebrar la
última cena. En esta celebración Jesús realizó una serie de gestos que adquirieron un significado profundo: tomó el pan, lo
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bendijo, lo partió y se lo dio a sus discípulos mientras dice:
“Tomad, esto es mi cuerpo”. A continuación tomó una copa de
vino, lo bendijo y lo repartió mientras exclama: “Ésta es mi sangre de la alianza derramada por vosotros”.
Los gestos que realiza Jesús con el pan y el vino son una anticipación de lo que va a realizar al día siguiente al entregar su vida por todos. El pan repartido es su cuerpo entregado y el vino
distribuido es su sangre derramada. Participar del pan y del vino
significa compartir los valores y principios de Jesús.
Desde un punto de vista social la eucaristía expresa la unidad y
la fe compartida de los creyentes. Si algo se siente en el corazón se muestra en comunidad.
Los primeros cristianos, siguiendo el mandato de Jesús: “Haced
esto en memoria mía”, se reunían con frecuencia para celebrar
la fracción del pan. Durante los tres primeros siglos las eucaristías se celebraban en las casas, quizá por miedo a las persecuciones o por ser reducido el número de fieles. Posteriormente,
pasaron a celebrarse en las basílicas.
El rito central de la eucaristía consiste en repetir los mismos
gestos que Jesús hizo. El ministro, obispo o sacerdote, toma el
pan y el vino y pronuncia las mismas palabras de Jesús en la
última cena. De este modo Jesús se hace realmente presente en
medio de la comunidad presidida por el ministro.
Los símbolos más importantes de la eucaristía son el pan de trigo, el vino de vid y la invocación al Espíritu Santo.
Los dos grandes momentos que forman la eucaristía son la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía. La Liturgia de la
Palabra se compone de: lecturas bíblicas, Homilía, Profesión de
fe (Credo) y Oración de los fieles (peticiones). La Liturgia Eucarística se compone de Ofertorio, Prefacios (oraciones), Consagración, diferentes aclamaciones e intercesiones, Comunión y
Acción de Gracias.
La eucaristía es un sacrificio: Lo que Jesús hace en la última
cena, al partir y repartir el 15
pan, es un gesto profético que culminará con el sacrificio de la cruz. Cristo se entrega por todos
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