Se acaba la impunidad de golpistas y tiranos

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Se acaba la impunidad de golpistas y tiranos
Dos tiranos fueron condenados a prisión en marzo y mayo de este año en Argentina y Guatemala,
eventos que marcaron un hito en la historia político-social de América Latina y el Caribe al poner fin
a una época en la que dictaduras militares y pseudo democracias lacayos del Imperio asolaron
durante el siglo XX a la Patria Grande. Una era durante la cual EEUU y sus cómplices de las
oligarquías criollas sojuzgaron a los pueblos y saquearon sus riquezas, recuerdo que debe guardar
en su memoria colectiva para que jamás vuelva a repetirse, a pesar de las conjuras
desestabilizadoras que el Imperio y sus secuaces de siempre hoy adelantan para devolverlo a la
larga noche de dominio y explotación que una vez vivieron. El 13 de marzo fue condenado a prisión
perpetua el general Reinaldo Bignone, último de la manada de “gorilas” argentinos de la dictadura
militar que durante 17 años mató a 30.000 personas. Y este viernes 11 de mayo, fue condenado a
80 años de prisión, el general Efraín Ríos Montt, sátrapa guatemalteco quien durante su mandato de
17 meses asesinó a mas de 1.700 indígenas mayas. Los militares argentinos más de una década
gobernaron a sangre y fuego la patria de San Mártín donde ejecutaron el Plan Cóndor, tan sangriento
como los planes Victoria 82, Victoria 83 y el Plan Sofía que Ríos Montt implementó en el país
centroamericano. El último de los tiranos argentinos fue derrocados en 1983, el mismo año que lo
fue el guatemalteco, después que esa pandilla de genocidas, cometiera los más horrendos
crímenes, que superan en sadismo a los perpetrados por los dictadores que en el pasado arrasaron
con la furia de su odio y servilismo a la mayoría de los pueblos de la Gran Patria Latinoamericana y
caribeña. Fue EEUU que colocó en el poder a esa manada de “gorilas” el responsable principal del
genocidio que ellos perpetraron, como lo hizo años antes en Cuba, al imponer a Batista; en
Nicaragua a los Somoza; a Castillo Armas en Guatemala; a Stroessner en Paraguay: a los Duvalier
en Haití y al resto de esa legión de asesinos, militaries y civiles que antes y después de ellos
escribieron las más macabra historia criminal de la región. Dieron rienda libre a su compulsiva sed
de sangre, desatando esa orgía de violencia, destrucción y muerte, cumpliendo la siniestra misión
encomendada por el amo, destruyendo cientos de miles de vidas humanas, aplicando las más
espantosas torturas, masacres, desapariciones y secuestros de hombres, niños, ancianos y mujeres
En el marco de los proyectos de exterminio que ejecutaron con la brutalidad de una bestia y el odio
de la miseria humana que los corroía, obnubilados por su ambición y por ciega obediencia al amo se
abalanzaron unas veces sobre las débiles democracias que existían y otras sobre otras dictaduras
que se habían adelantado a sus planes de dominación. Los tiranos que asolaron a Argentina,
Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay, aplicaron el Plan Cóndor, un monstruoso engendro creado
en los laboratorios de la guerra sucia que EEUU creó en inútil empeño por detener la marcha del
proceso revolucionario surgido inicialmente en Cuba por Fidel. No había aún aparecido en el
horizonte libertario sudamericano y caribeño la Revolución Bolivariana, proceso inédito y pacífico
que de la mano del Comandante Chávez se hizo presente 40 años después. Durante la devastadora
era de 17 años de violencia, destrucción y muerte, que vivió Argentina bajo el dominio de la pandilla
de “gorilas” argentinos inicialmente por Jorge Rafael Videla, Eduardo Emilio Massera y Orlando
Ramón Agosti, a quienes sucedió Bignone, el último de esa caterva de tiranos, se perpetraron, en el
marco del Plan Cóndor, los más horripilantes crímenes. Fueron lanzados al mar, desde aviones en
pleno vuelo, centenares de combatientes revolucionarios atados de pies y manos; fueron
torturados, desaparecidos y enterrados en cementerios clandestinos miles de estudiantes,
sindicalistas, intelectuales, obreros y mujeres y todo aquel sospechoso de ser crítico o enemigo del
régimen. A centenares de mujeres embarazadas prisioneras en sus cárceles, le fueron arrebatadas
sus criaturas al nacer para entregarlas , como si fueron hijo propios, a funcionarios de la dictadura.
Algunos de ellos fueron rescatados años después, por esas heroínas que son las Abuelas de la Plaza
de Mayo. En Guatemala, Ríos Montt, que además de militar era un fanático religioso, implementó,
los Planes Victoria 82, Victoria 83 y la Operación Sofía, tsunamis de sangre desbordados de
brutalidad inenarrable, que el breve lapso de poco mas de un año ahogaron las vidas de centenares
de hijos del pueblo originario maya.
Lo hizo contra ese débil e indefenso pueblo, desencadenando
toda la saña e ira que cabía en su enferma mente de fanático y brutalidad de simio con figura
humana. Y en el marco del proyecto de exterminio indígena contemplado en esos planes, su
soldadesca quemó viviendas con niños, ancianos y mujeres. Violaron niñas, adultas y ancianas. A
las embarazadas se le extrajo las criaturas del vientre; se secuestraron niños que fueron
abandonaron en las calles de la Capital y otras ciudades, para que murieran de hambre y frío.
Lanzaron bombas desde aviones y ametrallaron desde helicópteros a centenares de indígenas y a
los que capturaban los mataban, pues la orden recibida decía: “Indio detenido, indio muerto.”
Además de quitarle sus vidas, trataron de arrebatarle su cultura. y para ello, les prohibieron hablar
su idioma, y a las mujeres, vestir sus tradicionales mantas cuyo uso se remonta a los orígenes de
la civilización Maya.
Los sobrevivientes del genocidio que dejó como saldo más de 1.700
muertos, para salvarse debieron escapar y refugiarse en la montaña, donde centenares de ellos,
por vivir a la intemperie, soportando viento, lluvia, hambre y frío, escasos de alimentos y
medicinas, perecieron. Pensaron, obstante esos genocidas centro y sudamericanos, que sus
crímenes quedarían impunes, que jamás serían castigados, pues gozaban del apoyo y protección del
más grande y poderoso imperio de la historia. Se equivocaron, ya que en la década de los 80´
comenzaron a soplar los primeros vientos de un proceso libertario que abrió senderos de justicia
en el subcontinente y América Central donde el fascismo se había asentado, y que logró barrerlos
con su furia, hasta derrocar al último de los sátrapas argentinos en 1983. Lo mismo le ocurrió a
Ríos Montt en Guatemala, al ser derrocado por otro militar ese mismo año, pero la guerra civil siguió
su sangriento curso hasta su final 13 años mas tarde con la firma de un tratado de paz en 1996 bajo
la supervisión de la ONU y otros organismos internacionales. Rigoberta Menchú, indígena Maya,
sobreviviente del genocidio en el que sus padres fueron asesinados denunció el genocidio indígena y
la solicitó el enjuiciamiento de Ríos Montt, acción que le hizo acreedora al Premio Nobel de la Paz. El
ex dictador evadió durante años a la justicia, haciéndose elegir Senador, hasta que finalmente fue
despojado de la inmunidad. Y el incendio que dos años más tarde Chávez provocó Chávez con la
Revolución Bolivariana tras finalizada la guerra civil en Guatemala fue el comienzo del fin de las
últimas dictaduras fascistas que quedaban en la Gran Patria Caribeña y Latinoamericana. Algunos
como Orlando Ramón Agosti, miembro del trío de “Gorilas” golpistas que inauguraron la dictadura de
17 años en Argentina escaparon por la “gorila” chileno de la muerte. Lo acompañó, años después en
su viaje fúnebre, Pinochet el “gorila” chileno, justo cuando iba a ser juzgado por el genocidio que
cometió contra su pueblo, entre 1973 y 1990, los 17 años de su sangrienta dictadura. Ocho años
después de que el tirano chileno perdiera el poder, Chávez lo conquistó en Venezuela con su
aplastante victoria electoral de diciembre de 1998. Con la Revolución Bolivariana, cuyo ejemplo
siguieron líderes progresistas y revolucionarios de la región, comenzó una oleada de victorias
comiciales sobre los candidatos fascistas apoyados por Washington.
Fue entonces que, bajo la
guía del Comandante comenzó a cambiar el mapa político, económico y social de la Gran Patria
Caribeña y Latinoamericana que dejó una colonia del Imperio. Y este año 2013, cuando se cumplen
3 décadas del derrocamiento del último de dictador argentino y del sátrapa guatemalteco, se dio la
feliz coincidencia, de que 2 de los “Gorilas” sudamericanos, Videla y Bignone y Ríos Montt, el
centroamericano, fueran condenados por los tribunales de justicia de sus respectivos países, al final
de sendos y prolongados juicios. Y es que la justicia, que tarda pero no olvida, que “anda cojeando,
pero que al final alcanza al criminal en su carrera”, capturo y sentenció a esa manada de “gorilas”,
como ha de alcanzar a los modernos Judas que pretenden entregar la Patria de Bolívar a la
voracidad de su amo imperial. A esos golpistas que el pueblo y Nicolás Maduro, legítimos
herederos del legado libertario de Chávez están decididos y dispuestos a aplastar su nueva conjura y
castigarlos como lo hicieron los pueblos hermanos centro y sudamericanos con Ríos Montt, Videla,
Massera y Bignoni A esos vasallos centro y sudamericanos que ayer se equivocaron creyéndose
intocables por ser protegidos de un Imperio que no “tiene amigos, sino intereses,” por que desecha
o abandona a quienes le sirven cuando dejan de serle útiles. Como hoy se equivoca Capriles
Radonski, cabecilla de los golpistas venezolanos, quienes más temprano que tarde serán juzgados
por los criminales atentados que cometieron y siguen cometiendo contra la Revolución Bolivariana,
sus instituciones, el pueblo y sus líderes, consagrados como están al legado de amor, paz y
solidaridad que les dejó Chávez.
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