LEY Con la guerra civil permanente todo progreso es imposible, el

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LEY
Con la guerra civil permanente todo progreso es
imposible, el progreso moral sobre todo, es el que
funda la voluntaria obediencia a la ley. La guerra
civil es la barbarie, la negación de todo derecho
porque conduce a la supremacía del más fuerte.
La Constitución escrita puede ser pródiga en promesas de todo lo bueno, ¿pero de qué valen tales
promesas si no tienen ni pueden tener cumplimiento?
La ley en estos países —incluyendo a Colombia— ha sido por tanto entidad teórica, puesto
que la regla, el estado normal, ha sido la revolución, la guerra.
En Colombia, por ejemplo, no teníamos pena
de muerte jurídica, pero sí teníamos las matanzas
colectivas de las batallas. Teníamos garantías individuales escritas, pero sobre ellas prevalecía el derecho de gentes, la dictadura militar o la anarquía
demagógica peor que ésta. La ley no pasaba de
accidente, de pasajera excepción. Sobre la prometida inviolabilidad de la vida estaba el combate;
sobre la de la propiedad, el empréstito forzoso o el
saqueo; sobre la libertad personal, el reclutamiento
y el atropello de toda especie; sobre la libertad de
imprenta, la imposición de las bayonetas; y así lo
demás.
{El Porvenir.—Cartagena, 8 de febrero de 1891.)
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RAFAEL NÚÑEZ
LIBERALISMO
Observadores perspicaces notan con razón como
fenómeno moderno la extinción del viejo liberalismo europeo en el seno de la democracia. Producto originario de las clases medias y del gobierno
de éstas que lo difundieron y adoptaron a manera
de credo, su doctrina y su fraseología parecen ya
sumergidas en el limbo de las cosas olvidadas como
si por ellas hubieran pasado las ondas del Leteo.
Flotaron un poco en la atmósfera política como
hojas secas de otoño haciendo el ruido lúgubre de
tocio lo que cae y parece a espíritus superficiales
continuación de vida; pero el deterioro final ha
sido continuo y hoy es pafjyrus propio apenas para
capítulo de historia. Pudiera aun sospecharse que
ni agradecimiento le tributan los mismos a quienes
él abrió la puerta cuando reinaba omnipotente, sin
prever, eso sí, todo lo que ha sobrevivido por ley
de inexorable lógica.
Una de sus hazañas fue la de extender la jurisdicción del Estado hasta donde le era vedado antes
intervenir, con lo cual labró al fin su propia ruina.
Su historia, no podría negarse, ha sido ilustrada
por el impulso decisivo dado a la industria y al
comercio, a la formación de general riqueza, por
la supresión de trabas y privilegios injustos, la lucha con todas las tiranías y el amparo de los pueblos oprimidos. Se aduce la emancipación y unidad de Italia como obra de sus esfuerzos o de sus
doctrinas. No así la creación de Alemania, en la
cual ninguna parte tuvo. En 1848 tentó hacerla,
pero falló completamente, y al ser al fin realizada,
lo fue más bien a favor, a expensas del liberalismo.
Este tiene gran poder para destruir abusos que
embargan la libre acción de las fuerzas producto-
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ras; pero su genio no es especialmente adecuado
para reconstruir con u n positivo método; y es a
esta limitación a lo que se debe su súbito desprestigio. Lo que estaba en sus posibilidades está cumplido. Lo que ahora se necesita es u n a política de
reconstrucción sobre un campo convenientemente
preparado, y u n partido que haga derivar el orden
de la democracia para reconciliar las contendoras
fuerzas de la industria y la vida social. El proceso
de reconciliación ha de ser lento, muy deliberado,
de ensayos, con prescíndencía de las panaceas inventadas por los socialistas. Poco útil, por otra
parte, suministrará el viejo liberalismo cargado ya
de supersticiones sectarias e intransigentes.
Nótese así, de pasada, la causa de la falibilidad
de ese liberalismo, no obstante sus parciales victorias. H a carecido y carece de poder reconstructivo.
En cuanto a la desconfianza que inspira a la democracia, ella depende de q u e ésta, con razón, lo encuentra frío, duro, antipático. En sus buenos días
se encontraba engreído, dogmático, orgulloso, seguro de sí mismo. Hoy aparece melancólico, pequeño, sin iniciativa; pero sufre menos por sus
virtudes que por sus vicios. Ha tenido por costumbre fundar doctrinas sobre hechos exteriores materiales, tangibles, imbuido en el "dos y dos son
cuatro", y haciendo caso omiso en absoluto de incógnitas. Es el error idéntico del positivismo y del
agnosticismo en religión, la ignorancia de las fuerzas y elementos invisibles. T a m b i é n el empleo inmoderado de la línea recta; el desconocimiento de
que la curva conduce en muchas ocasiones mucho
más pronto al deseado punto. La democracia no
acepta limitaciones, ni retóricas, ni aritmética, sino
soluciones rápidas y completas. T o d o el m u n d o
debe tener asiento en el banquete y sin demora,
porque el hambre no espera ya después de h a b e r
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RAFAEL NÚÑEZ
tanto esperado. El liberalismo no es bastante utilitario para los socialistas en este concepto, y su
lógica cerrada no le permite creer en infalibilidad,
ni su honradez ofrecer lo que no podrá cumplir.
Su absoluta desaparición hará probablemente falta como contrapeso de un impulso que tiene la
ceguedad del instinto y la cólera del resentimiento.
En las repúblicas hispanoamericanas generalmente el liberalismo ha expirado en brazos de dictaduras, a veces grotescas, no obstante lo que dicen
los cuadernos constitucionales. En Colombia se
ensaya otra cosa distinta del régimen de las libertades absolutas —que suprimen la acción protectora del Estado y el predominio indispensable del
interés colectivo, en beneficio del más osado—, y
los nueve años de paz que gozamos y el racional
progreso que en todas direcciones se siente, a pesar
de la neurosis, demuestran que el reinado de la
democracia convenientemente dirigida, es en la
práctica mucho más liberal que el liberalismo
egoísta.
(Tomado de La Reforma Polilica en Colombia. Tomo vu.
Ola que Sube.)
^
LIBERTADES EN COLOMBIA
No hay un país en donde se viva con menos restricciones legales que en Colombia. La imprenta
es irresponsable en absoluto, aun cuando injurie,
calumnie y predique descaradamente todas las formas del crimen, inclusive el asesinato. La palabra
oral también es inmune como la imprenta. El derecho de sufragio es un paciente mecanismo. El
motín, la asonada, la insurrección, quedan de hecho ordinariamente impunes. Los más atroces delitos, como el parricidio y el incendio, son castigados —cuando se castigan— con muy poco más de
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seis años de encierro o presidio. La lista de reos
prófugos en todos los Estados se llama legión, n o
tanto porque se cometan muchos delitos, sino porq u e poco se persigue a los delincuentes. Sin embargo, no hay en Colombia menos seguridad práctica q u e en Chile, por ejemplo, donde las restricciones a la libertad individual son incomparablemente mayores y más severas, pues allí hay todavía
pena de muerte y de azotes, penas corporales perpetuas, y muy serios reglamentos de policía urbana
y rural. Nosotros no tenemos policía rural sino
teórica, y la policía urbana es insignificante, y en
ocasiones contraria al objeto de su institución.
<Et Porvenir.—Cartagena, 21 de enero de 1883.)
LIBERTAD COLECTIVA
Tuvimos una época de idealismo sincero, de nobles aspiraciones. Se trataba de fundar la libertad
en la justicia, pero se incurrió en el enorme error
de creer que podía existir libertad colectiva. La
barbarie nos invadió en breve; la guerra civil se
volvió nuestro estado normal, y la ruina interior
y el descrédito exterior fueron el general resultado
de la gran quimera. T o d o esto es asunto de estadísticas; y si no entramos en detalles lastimosos,
es porque el patriotismo lo veda.
(23 de enero de 1887.)
L I B E R T A D DE I M P R E N T A
La absoluta libertad de imprenta ofrece el beneficio de dar a conocer, por entero, lo que pasa en
el fondo de la conciencia de los partidos, de modo
que no pueda haber duda acerca de sus quilates
de moralidad. La hojarasca ampulosa se diseca así
virtualmente, y el fango intrínseco queda en com-
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RAFAEL NÚÑEZ
pleta exhibición. El freno de la penalidad, cuando
¡a oratoria o los escritos son justificables, pone una
sordina en el tambor de la vocinglería de los difamadores de profesión, legatarios de Pasquinero, y
es causa de una moderación engañosa que embaraza el criterio de los observadores imparciales. Pero
cuando ese freno falta, los instintos se muestran
en toda su desnudez y la perversidad se suicida al
desplegar sin temor todos sus pestilentes harapos.
{La Luz.-Bogotá, 14 de febrero de 1882.)
LIBERTADES CONSTITUCIONALES
Muchas de las libertades que prometen las Constituciones americanas son nominales; pero ellas en
todo caso sirven como de ideal siempre presente;
como de una especie de delenda est C art hago, si
así podemos expresarnos, que aguija constantemente nuestra voluntad y no deja que nos entreguemos, por entero, al sueño de la servidumbre.
{El Poivenir,—Cartagena, 3 de febrero de 1884.)
LIBERTAD CONTROLADA
La libertad económica no debe, además, vincularse a mera libertad mercantil, pues todos los
impuestos y todos los reglamentos embargan el desarrollo de la riqueza. ¿Por qué no se concede a la
gran masa de agricultores la libre explotación de
ese poderoso agente natural —la tierra—, dado
gratuitamente por Dios a la especie humana, como
el calor, la electricidad y la luz? La libertad es
muy fecunda fuerza ciertamente, como lo son el
vapor y el agua; pero ella necesita también, para
cumplir su misión, de reguladores, válvulas y cauces. Pudiera creerse que un salvaje, que a nadie
obedece, es más libre que un hombre civilizado;
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pero hay entre uno y otro la misma diferencia gue
entre la arboleda silvestre cuajada de serpientes,
de maleza y espinas, y el gracioso jardín fomentado
cuidadosamente por el arte, y circuido de cincelada verja de hierro. ¿Qué árbol florece y fructifica
más y más y mejor: el que se poda y se injerta, o
el que crece sin ninguna restricción?
(El Porvenir.—Cartagena, i de marzo de 1884.)
LIBERTADORES
"¡Conciudadanos! Desde muy remotas épocas, y
acaso desde el principio de las sociedades políticas,
todos los propagadores de la verdad han tenido que
sufrir la cólera ensañada de los duros de entendimiento y de los duros de corazón. Los perseguidos
se han llamado unas veces Sócrates o Arístides, divino Jesús, Galileo, Colón, Gutenberg. . . los perseguidores. Demagogia, Nerón, Tiberio, Fariseos,
Felipe 11, Torquemada. . . Y ¡cosa deplorable! con
frecuencia ha sucedido que aquellos a quienes se
trataba de libertar, han sido los primeros en sublevarse contra sus mismos libertadores. En este
aparente caos de injusticias y errores recíprocos, un
historiador ilustre ha encontrado elementos para
formular esta síntesis melancólica: "El destino de
la humanidad es progresar padeciendo"; aunque
también es verdad C]ue, como Moisés alcanzaba a
descubrir desde el árido desierto los jardines de la
tierra de promisión, así la mirada del filósofo alcanza a divisar al través de este cuadro de tristezas,
armonías y auroras inmortales.
"Ahí están, como elocuente testimonio, ésos nue\ e nombres de mártires de nuestra Independencia,
que encima de estas columnas simbólicas resplandecen heridos por los rayos del poniente sol.
"Ese sol se dirige, conciudadanos, a otro hemisferio, a promulgar entre sus moradores la historia
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RAFAEL NÚÑEZ
de este gran sacrificio, y a contarles también esta
patética escena de un pueblo entero que viene a
este lugar clásico, unido y trémulo de emoción, a
inclinarse, como las ramas de un inmenso ciprés,
ante la imagen imperecedera de esos nueve sepulcros venerandos.
"Para redimirnos por completo, y para redimirnos a todos sin excepción, esos nueve insignes varones rindieron su vida en los cadalsos. Un acendrado amor de justicia en que no podía caber la más
ligera sombra de odio, fue el sentimiento que hizo
latir sus generosos corazones; y como el Mártir del
Gólgota, ellos al expirar pronunciaron también
sublimes palabras de fraternidad y perdón.
"Egregio monumento es éste que deja en eclipse
las soberbias pirámides de los Faraones, que sólo
representan orgullo. Inmateriales como son las formas de éste, nuestros ojos no pueden percibirlas:
pero sí se reflejan gloriosas en el fondo de nuestras almas agradecidas con caracteres indelebles.
Manos inocentes van a ofrendarles frescas rosas,
acompalladas de angélicas sonrisas; pero nosotros,
hombres más o menos marcados con las cicatrices
de la experiencia, estamos en el deber de tributarles un homenaje que pueda competir con toda su
severa grandeza moral.
"Larga y costosa en sacrificios fue la obra estupenda de nuestra independencia política, y no sabemos, en verdad, qué corrió con más abundancia
en aquellos tormentosos años, si la sangre de los
mártires y de los héroes, o las lágrimas de desolación de las madres, de las viudas y de los huérfanos. Y sin embargo, aquél fue apenas el primer
avance realizado en el camino de la libertad, cuyos
horizontes sin cesar se transforman; a la manera
de esos paisajes que se ofrecen sucesivamente al
intrépido viajero que entre nieblas y relámpagos.
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escala las alturas del Chimborazo y el Himalaya.
Para obtener luego el pleno reconocimiento de los
derechos inmanentes del hombre, nuevos y terribles conflictos fueron necesarios, porque preocupaciones inveteradas e intereses pequeños oponían
al esfuerzo regenerador resistencia implacable. Hoy
mismo nos encontramos empeñados en restablecer
el movimiento político sobre el eje incorruptible
de la justicia, y en dar a los pueblos la libertad
práctica, que procede del trabajo debidamente remunerado, porque es ese trabajo la única fuente
segura de subsistencia. Comencemos, pues, por
emanciparnos de los odios políticos, que no sólo
nos hacen moralmente esclavos, sino que quitan
al problema de nuestra redención económica todo
el vigor intenso que podría darle el unísono concurso de las voluntades enteramente satisfechas.
"En homenaje digno de la memoria de esos nueve patricios que por la libertad se inmolaron, obremos de manera que nuestras necesarias desavenencias futuras no pasen de discusiones razonadas y
tranquilas, y desterremos para siempre del escenario político, ya que no el desacuerdo, porque esto
no es posible, sí esas pasiones siniestras que envenenan nuestras almas, turban nuestro criterio y ponen con frecuencia en nuestras manos la espada,
fratricida de Caín.
"Consignando aquí este noble propósito, conciudadanos, hagamos dos veces memorable esta
clásica fecha. Que sea ese propósito como una gran
guirnalda tejida por el reconocimiento popular
para ofrecerla en oblación a estas nueve gloriosas
víctimas."
(Discurso pronunciado en Cartagena el 12 de noviembre de
1878, en el acto de la coronación de las columnas simbólicas
de los mártires de la patria.)
(£/ Pon/eniV.-Cartagena, 16 de noviembre de 1878.)
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RAFAEL NÚÑEZ
LIBERTAD ECONÓMICA
En años pasados no habría sido posible fomentar
la riqueza pública por estos medios. "La libertad
económica lo arregla todo", era la gran máxima,
parte integrante de cierto Syllabus laico de que
hemos a veces hablado en este periódico. Según
ese cierto Syllabus, todos los impuestos indirectos
debían abolirse y ser reemplazados con directos,
proporcionales o progresivos, y el gobierno limitarse a hacer efectivas las garantías individuales,
cobrando a los asociados por la prestación de este
único servicio, que resumiría todas las tareas administrativas, un tanto por ciento semejante al
que perciben las compañías de aseguros. Si alguno
se avanzaba a decir algo en contra de la llamada
"libertad económica", anathema sil, ¿Cómo argumentar, cómo proceder contra principios tan claramente definidos y demostrados por esos grandes
apóstoles de la ciencia que se llaman Adam Smith,
J. B. Say, Federico Bastiat y otros? La libertad económica debía traerlo todo, porque así lo afirmaban
los maestros: bancos, ferrocarriles, industria, agricultura. . . todo aparecería y se propagaría en el
país naturalmente a su debido tiempo. Pero habiendo aguardado más de lo suficiente sin feliz
resultado, y prestando, por otra parte, atención al
hecho alarmante de encontrarnos cada día con
más generales y doctores, a la vez que con menos
empresas sólidas de producción, por carecer de los
primeros elementos del trabajo útil, y oyendo además resonar con frecuencia el siniestro clarín de la
guerra civil, fruto legítimo de la miseria creciente,
algunos hombres pensadores y patriotas comprendieron que era de necesidad urgente un cambio de
rumbo en materias económicas y fiscales como lo
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era también en materias políticas indubitablemente.
(El Pori'enir.—Cartagena, 25 de noviembre de 1883.)
LIBERTAD ESCRITA
El edificio que fundaron nuestros proceres se
halla incompleto, y los vergeles de la tierra prometida parecen alejarse más y más. No tenemos virreyes, pero sí anónimos dominadores. Tenemos libertad escrita, pero no libertad práctica. Tenemos república, pero sólo nominal, porque la opinión no
funciona por ^u legítimo medio, que es el sufragio.
{La Luz.—Bogotá, 12 de noviembre de 1884.)
LIBERTAD LIMITADA
Sólo Dios es absoluto. En la tierra nada es absoluto. La libertad no lo es, y así lo demuestra el
hecho histórico de que cuando ella se ensaya como
tal, degenera prontamente en el extremo opuesto:
el despotismo. Los Césares de Roma, los Cromwell,
los Napoleones, fueron gajes legítimos de la libertad ilimitada. En Inglaterra hay amplia libertad
de testar, y esa amplia libertad mantiene allí los
mayorazgos de sangre, abolidos en todo el mundo
donde la libertad de testar no existe. El libre interés del dinero genera la usura opresiva. El derecho
de hipotecar la persona —que es una libertad exagerada— hace al deudor esclavo del acreedor. Si
fuera permitido a los ciudadanos hacerse siervos,
no faltarían quienes emplearan su libertad de acción en esclavizarse. La vergonzosa prostitución,
que en las grandes ciudades extranjeras pulula,
¿qué otra cosa es sino la más horrible de las servidumbres?
(£/ Pon/eniV.—Cartagena, 2 de marzo de 1884.)
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RAFAEL NÚÑFÍ
LIBERTAD RELIGIOSA
En Hispanoamérica el dilema que los antecedentes imponen es éste: o catolicismo o exclusión del
sentimiento religioso. Navegar con la corriente, o
en contra. Como si dijéramos: derecho de propiedad, o nihilismo. No sabemos por qué —como el
argimiento de los abusos— se irrespeta por los legisladores el más poderoso de los sentimientos humanos —porque tiene doble raíz en la ciencia y en
la esperanza—, y se rinde culto a intereses menores. Entre nosotros se ha, al fin, llegado, como
queda visto, a la verdadera, a la auténtica libertad
religiosa: puesto que no hay compulsión en ningún
sentido. Si no hay compulsión, es claramente que
hay libertad.
(La Nación.—Bogotá, 23 de enero de 1887.)
LIBERTAD Y TOLERANCIA
Si se logra inculcar en los ánimos la necesidad
de hacer de la libertad y de la tolerancia dos entidades homogéneas, la labor regeneradora habrá
realizado las dos terceras partes de su camino. Liberales y conservadores somos muy intolerantes.
Unos y otros pretendemos la infalibilidad, y lo
cierto es que unos y otros somos muy falibles. La
verdad, como la chispa eléctrica, resulta del choque de contradictorios elementos; y por ese motivo precisamente, el exclusivismo conduce, como
por la mano, a la inanición y a la muerte.
(El Porvenir.—Cartagena, 16 de junio de 1879.)
LÓGICA POLÍTICA
Hay en el arte una ley que se llama simetría o
congruencia. Todo el éxito de un trabajo de escultura, o de pintura, o de música, o de arquitectura.
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depende del cumplimiento estricto de esa ley. Si
al tallar en el mármol de Carrara su estatua de
Moisés, hubiera Miguel Ángel prescindido de realizar la armonía de las formas con que debía ser
representado plásticamente el libertador de los.
israelitas, en lugar de haber producido una obra
admirable, habría consagrado su cincel a la producción de una extravagancia.
Hay en política una ley equivalente que se llama lógica, considerada la política también como
un arte. No se puede faltar a esa ley sin que se cosechen desgracias. El principio fundamental dé
toda estructura republicana es la justicia; esto es,
el amparo constante y sin restricciones, de todo derecho. Ningún partido político, en general, tiene
obligación de profesar tal o cual dogma: pero el
que se titula con orgullo jmrtido liberal no puede,
sin suicidarse, enarbolar el estandarte de la persecución o el exclusivismo. Los Césares romanos no
se apellidaron reyes porque aquel pueblo había
concebido implacable aborrecimiento a ese nombre que le recordaba el odioso Tarquino; pero en
cambio del nombre de reyes tomaron el de emperadores. Si hubieran adoptado el de cónsules, que
equivalía al de presidentes, habrían infringido la
ley fundamental del sistema político inaugurado
por Augusto sobre los escombros de la república,
y se habrían expuesto a contradicciones en el ejercicio del poder, que habrían ocasionado un prematuro cataclismo.
Nuestro antiguo y ya disuelto partido liberal
quiso, en su degeneración radical, realizar estas do&
cosas inconciliables, a saber:
1' Ser el promotor y guardián de una Constitución singularmente republicana, y
2» Reservar a unos pocos el privilegio exclusivo
de gobernar al pueblo de Colombia.
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RAFAEL NÚÑEZ
Era lo primero hacer bella y valerosa gala de la
más absoluta fe en el reinado del derecho.
Era lo segundo demostrar la mayor falsía en la
manifestación de esa fe absoluta en la fecundidad,
para el bien, de los principios liberales.
{La Luz.—Bogotá, 14 de julio de 1882.)
LUCHA DE CLASES
Es privilegio de los verdaderos estadistas anticiparse al porvenir. Ha como treinta años que M.
Gladstone dijo que el siglo xix se llamaría "el siglo
de los obreros", y lo que ocurre actualmente parece justificar su previsión.
Después de la célebre conferencia de Berlín, y
de tantos proyectos en que se ocupan los gabinetes
y los parlamentos, dándoles cierta preferencia y
particular énfasis, tenemos ya, en letra de molde,
la anunciada carta Encíclica de León xn, sobre la
Condición de los obreros. El egregio Pontífice trata in extenso con magistral sabiduría, como era de
esperarse, el complicado y urgente problema "no
fácil de resolver ni exento de peligro", según sus
palabras.
"Es difícil, en efecto —agrega—, precisar en
justicia los derechos y deberes que deben unir recíprocamente la riqueza y el proletariado, el capital y el trabajo; y hay por otra parte peligro en
discutir el asunto, porque los hombres audaces y
turbulentos tratan, con frecuencia, de desnaturalizar el sentido del problema y aprovechar la ocasión
para excitar a las multitudes y fomentar trastornos."
Pero la Encíclica no disimula los errores que han
contribuido a agravar la condición de los obreros.
"El último siglo, dice, destruyó, sin reemplazo, los
gremios antiguos que para ellos eran una protec-
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ción. T o d o principio y todo sentimiento religioso
han desaparecido de las leyes y de las instituciones
públicas, y debido a esto se ha visto que, poco a
poco, aislados y sin defensa, los trabajadores se han
encontrado, con el transcurso del tiempo, a merced de patrones ordinariamente inhumanos, y víctimas de la codicia de una competencia sin freno.
La voraz usura ha venido a exacerbar el mal, porq u e no obstante haber sido condenada por el juicio de la Iglesia, repetidas veces, no cesa de ser
practicada, en una u otra forma, por hombres ávidos de lucro, insaciables en su avaricia. Y a todo
esto hay aún que agregar el monopolio de la industria y de los artículos de comercio, que realizada
en provecho de un pequeño número de ricos, pesa
como yugo casi servil sobre la innumerable multit u d de proletarios."
Los remedios propuestos por el socialismo, en
c u a n t o tienden a la abolición de la propiedad individual y al menoscabo de la familia, no entran desde luego en el plan recomendado por la Encíclica,
pues ésta, bien al contrario, los contradice y refuta
con argumentos prácticos irresistibles; los que demuestran, al mismo tiempo, que tales remedios
empeorarían la situación de todos sin beneficio
particular durable de ninguno.
"Sea, pues, bien entendido —dice en resumen
la Encíclica— que la inviolabilidad de la propied a d privada es el primero de los fundamentos de
q u e deben valerse todos los que sinceramente se
interesan por el bienestar del pueblo."
El Padre Santo recomienda naturalmente la caridad y sobriedad a los grandes, así como la paciencia a los pequeños, y entra en muchos detalles,
q u e significan consejos para los gobiernos acerca
de puntos importantes relacionados con el mejoramiento de la condición de las clases trabajadoras.
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RAFAEL NÚÑEZ
No se preconiza la intervención inmoderada o
inoportuna del Estado en lo que llaman problema
social; pero sí la que sea necesaria para resguardar
el interés común contra abusos de los poderosos.
"Está, pues, en el orden —continúa la Encíclica—, que ni el individuo ni la familia sean absorbidos por el Estado; es justo que ambos tengan la
facultad de obrar libremente, en tanto que el ejercicio de esta facultad no se oponga al bien general
ni cause injuria a nadie. Sin embargo, es deber de
los gobernantes proteger a la comunidad y a sus
partes: a la comunidad, porque la naturaleza ha
confiado su conservación al poder soberano, de tal
manera, que la salud pública no es sólo la ley suprema, sino la causa misma y la razón de ser del
gobierno; a las partes, porque, por derecho natmal,
el gobierno no debe mirar el interés de los que
tienen el poder en sus manos, sino el bien de todos
los que obedecen a ese poder. Tal es lo que enseñan la filosofía y la fe cristiana. Por otra parte,
como toda autoridad viene de Dios, y es una participación de su autoridad suprema, los que son depositarios de esa autoridad deben ejercerla a semejanza de Dios, cuya paternal solicitud protege a
cada una de sus criaturas en particular y a todas
en general. Si, pues, los intereses generales o el interés de una clase en particular se hallan lesionados
o simplemente amenazados, y es posible poner i-emcdio a ello u obviarlo de otro modo, es de toda
necesidad solicitar la intervención de la autoridad
pública. Ahora importa a la salud general y privada cjue por todas partes reinen el orden y la paz;
que toda la economía doméstica esté fundada en los
mandamientos de Dios y en los principios de la ley
natural; que la religión sea honrada y observada;
que se vean florecer las costumbres privadas y públicas; que la justicia se observe religiosamente a
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fin de que jamás pueda una clase oprimir impunemente a otra; que crezcan generaciones robustas,
capaces de ser el sostén y, en caso necesario, defensoras de la patria. Por eso, si sucede que los obreros, abandonando el trabajo o suspendiéndolo por
medio de las huelgas, amenazan la tranquilidad
pública; si los lazos de la familia se relajan entre
los trabajadores; si se menosprecia la religión de
los obreros dificultándoles el cumplimiento de sus
deberes para con Dios; si la promiscuidad de los
sexos, u otras excitaciones al vicio, constituyen en
las fábricas peligro para la moralidad; si los patrones agobian a los obreros bajo el peso de fardos
inicuos, o deshonran en ellos a la personalidad humana por medio de condiciones indignas y degradantes; si atenían a su salud por un trabajo excesivo y desproporcionadfj a su edad y a su sexo; en
todos esos casos es de absoluta necesidad aplicar en
ciertos límites la fuerza y autoridad de las leyes.
Esos límites serán determinados por el fin mismo
que solicita el apoyo de las leyes; es decir, cjue éstas
no deben hacer ni emprender nada que exceda a lo
que es necesario para reprimir los abusos y apartar
los peligros.
"Los derechos en dondequiera que se encuentren, deben ser religiosamente respetados, y el goIjierno debe asegurarlos a los ciudadanos, previniendo o castigando su violación. Sin embargo, en
la protección de los derechos privados debe preocuparse de una manera muy especial de los débiles
y de los indigentes. La clase rica tiene en su fortuna una especie de escudo y necesita menos de la
tutela pública. La clase indigente, al contrario, sin
riquezas que la pongan al abrigo de las injusticias,
cuenta sobre todo con la protección del gobierno.
Debe, pues, el Estado, muy particularmente, ser la
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RAFAEL NÚÑEZ
providencia de los obreros, que pertenecen a la clase pobre en general."
Pero donde luce con todo su esplendor la Encíclica es, como debía ser, en la parte estrictamente
moral y religiosa.
El hombre debe, ante todo, resignarse a la suerte que le haya cabido como pasajero del m u n d o ;
porque la igualdad de condiciones es imposible.
Los socialistas tienen sin duda en mira la nivelación, pero la lucha con la desigualdad es natural
escollo en q u e siempre se estrellarán sus vanos esfuerzos. Jamás se conseguirá que todos los hombres
tengan idéntica inteligencia, idéntica salud, idéntica fuerza corporal. Y las diferencias de capacidades son necesarias para la mutualidad de servicios
y la final confraternidad a que conducirán necesariamente las deficiencias de cada cual, cuando la
verdad filosófica —por no decir simplemente la
verdad cristiana— penetre en todas las conciencias.
El goce perpetuo y absoluto es aspiración absurda.
El trabajo es imprescindible, los dolores lo son
también, así como la ociosidad sería el peor de los
tormentos, y el goce continuado acabaría con toda
sensibilidad agradable. "Los cjue prometen al pobre
una vida libre de sufrimientos y penas, de constante fruición y reposo, lo engañan arteramente preparándole calamidades futuras mayores que las
presentes."
Las dos clases en apariencia rivales no lo son
realmente. Se necesitan y se complementan; la u n a
perecería sin la otra. A la manera que en el cuerpo
h u m a n o los miembros, no obstante su diversidad,
se adaptan maravillosamente los unos a los otros
para un todo exactamente proporcionado q u e podría llamarse simétrico, así también las dos clases
tienen el natural destino de unirse armónicamente
para mantenerse en equilibrio. La una vive de la
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Otra, puesto que no puede haber trabajo sin capital, ni capital sin mano de obra.
Pero si al obrero se recomienda la paciencia, al
patrón se le recomienda la liberalidad, la caridad,
que es, en muchos casos, simple justicia. "Ecce
merces operariorum quas fraúdala est a vobis, clamat: et clamor eorum in aures Domini Sabaoth introivit."
He aquí palabras que debieran ser leídas diariamente en todas las escuelas:
"Cuando nos separemos de esta vida empezaremos a vivir, y sólo entonces: esta verdad, que la
naturaleza misma nos enseña, es un dogma cristiano sobre el cual reposa, como sobre su principal
fundamento, toda la economía de la religión. No;
Dios no nos ha creado para esas cosas frágiles y caducas, sino para las celestes y eternas, y no nos ha
dado este mundo como mansión fija, sino como
lugar de destierro. Nade uno en la abundancia
de riqueza o de todo lo que se reputa como bienes
de fortuna, o carezca uno de todo, eso poco importa a la beatitud eterna: lo que interesa es el usa
de todo ello. Por medio de su superabundante redención, Jesucristo no ha suprimido las aflicciones,
que forman casi toda la trama de la vida mortal,
sino las ha convertido en estimulantes de la virtud
y fuentes del mérito; de tal manera que no hay
hombre que pueda pretender y conseguir las recompensas eternas, si no sigue las huellas dolorosas de Jesucristo: "Si sufrimos con El, reinaremos
con El."
"Por otra parte, al escoger El la cruz, los tormentos, ha aliviado singularmente su peso y amargura;
y con el fin de hacernos más soportable aún El el
sufrimiento, al ejemplo añadió su gracia y la "promesa de una recompensa sin fin: "pues el momento, tan corto y ligero de las aflicciones cjue sufrimos
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RAFAEL NÚÑEZ .
en esta vida, produce en nosotros el premio eterno
de una gloria soberana e incomparable."
"Así, los afortunados de este mundo quedan advertidos de que sus riquezas no los libran del dolor,
que ellas no son de ninguna utilidad para la vida
eterna, antes bien son un obstáculo, que deben
temblar ante las amenazas que Jesucristo profiere
contra los vicios; y, en fin, que llegará un día en
que deberán dar a Dios, su Juez, rigurosa cuenta
•del uso que hayan hecho de su fortuna."
Imposible es dar idea completa de la Encíclica
por estos simples extractos. Habrá que leerla entera, y después de leerla, meditar sobre cada una de
sus palabras, por no decir sobre cada una de sus
sílabas, para llegar a comprender, o a sospechar
siquiera, todo el caudal de verdades que encierra.
He aquí los párrafos de despedida:
"Ya veis, venerables hermanos, por quiénes y
por qué medios, tan difícil cuestión debe ser tratada y resuelta. Emprenda cada cual la tarea que le
incumbe, sin demora, por temor de que, al diferir
el remedio, se vuelva incurable un mal ya tan
grave. Hagan uso los gobernantes de la autoridad
protectora de las leyes e instituciones; recuerden
sus deberes los ricos y los patrones; traten los obreros, cuya suerte está en juego, de recabar sus derechos por las vías legítimas; y ya que la religión, como lo hemos dicho desde el principio, es la única
capaz de destruir el mal en su raíz, recuerden todos
que la primera condición que debe realizarse es la
restauración de las costumbres cristianas, sin las
•cuales, aun los medios sugeridos por la prudencia
humana como más eficaces, serán poco aptos para
producir saludables resultados. En cuanto a la Iglesia, su acción no dejará de hacerse sentir, y será
tanto más fecunda cuanto mayor sea la libertad
^con que pueda obrar; y deseamos que esto lo com-
DicaoNARio
POLÍTICO
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prendan bien, sobre todo los que tienen la misión
de velar por el bien público. Desplieguen los ministros sagrados todas las fuerzas de su alma y todas
las industrias de su celo, y, bajo la autoridad de
vuestras palabras y ejemplos, venerables hermanos, inculquen a los hombres de todas condiciones
las reglas evangélicas de la vida cristiana; trabajen
con todo su poder en favor de la salud de los pueblos, y sobre todo, dediqúense a alimentar en ellos
mismos y en hacer nacer en los demás la caridad,
reina y señora de todas las virtudes. En efecto, la
salud no se puede esperar sino de una abundante
efusión de caridad. Nos, hablamos de la caridad
cristiana, q u e resume todo el Evangelio y que, presta siempre a sacrificarse por el bien del prójimo,
es seguro antídoto de la arrogancia del siglo y el
amor inmoderado al yo; virtud cuyos oficios y rasgos divinos describe el Apóstol San Pablo con las
siguientes palabras: "La caridad es paciente, benigna . . . ella no busca su propio interés. . .; ella
lo soporta todo."
Ese amor inmoderado del yo es el gran enemigo
en efecto. Hagamos votos porque modere siquiera
sus pretensiones absorbentes.
Caridad verdadera, amplia, en la cúspide, y reí
signación cristiana en la base, tal es la Sola solución eficaz.
Fe; no cálculo.
(El Porvenir.—Cartagena, 5 de julio de 1891.)
LUCHA POR EL PODER PUBLICO
Hay un error grave, generalmente aceptado entre nosotros, y es que todo el desiderátum de u n
partido político y todos sus esfuerzos deben encaminarse a la posesión del poder público, representado en el jefe del Ejecutivo Nacional.
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RAFAEL NÚÑEZ
Ese error es síntoma evidente de decadencia, por
que atestigua una lastimosa desconfianza en la
fuerza moral, que es la verdadera alma mater de las
agrupaciones políticas. La posesión mencionada es,
en muchas ocasiones, causa de desgracia para un
partido, como lo es en otras, la pérdida de esa posesión, causa de influencia, vigor y engrandecimiento. "Todo ideal sufre al ponérsele en obra", ha dicho alguno. Ampliando este exacto pensamiento,
tendremos la explicación del desconcierto y de las
angustias que aguardan a toda comunidad política
cuando llega el momento de cumplir sus promesas
y de hacer efectivos sus propósitos, entretanto que
sus oponentes crecen en crédito y prestigio en la
misma proporción en que cobran cuerpo las contrariedades inevitables del partido que se encuentra en el poder.
{La Luz.—Bogotá, 14 de julio de 1882.)
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