EL CAMBIANTE ROSTRO DE LA SANGHA Por Lama Ole Nydahl Traducción: Miriam Cotes Benítez Tomado de: Buddhism Today, Volumen 7 del 2000 Durante los últimos 25 años, el Lama Ole Nydahl ha estado al frente de una revolución en el budismo. Ha fundado y dirige, con su esposa Hannah, más de 200 centros en todo el mundo, desde Europa hasta Rusia pasando por Sur América, Australia, Canadá y Estados Unidos. Estos centros sirven de punto de contacto para que la gente se reúna, medite y estudie la filosofía budista. Entre estos grupos, hay comunidades de practicantes laicos que viven juntos y realizan tareas de organización para el funcionamiento de los centros, junto con otros miembros que no viven en ellos. Lama Ole ha construido mucha parte de su trabajo con la ayuda de estos centros. Con frecuencia ha dicho que vivir en un centro es como realizar el Ngöndro (las cuatro prácticas fundamentales del budismo tibetano) y puede traer mucho crecimiento, madurez y cambios positivos en las personas. El excitante modelo de la “nueva sangha” presenta un desafío para los individuos como practicantes budistas. ¿Cómo pueden adultos ocupados, la mayoría de los cuales trabajan de tiempo completo y/o tienen familias, desarrollarse y mantener su propia práctica, transmitir entusiasmo a aquellos que buscan respuestas y amistad, administrar una organización sin ánimo de lucro y mantener una buena relación con sus compañeros de vivienda? Por lo demás, se espera que lo hagan con cierta gracia para que así puedan convertirse en ejemplos vivos de los beneficios de la meditación. Como es de suponer, no se trata de una tarea fácil. Hace poco se le preguntó al Lama Ole sobre la filosofía que soporta sus centros y éstos fueron sus comentarios: El nombre que se le da a la iluminación en Tibetano es Sangye. Significa purificado/a y completamente maduro/a y denota un estado que claramente se consigue en un ambiente jovial y de confianza, en el que se encuentran las herramientas adecuadas para trabajar con el cuerpo, el habla y la mente y en el que hay una guía adecuada. El Buda, como refugio último, y las partes más relevantes de sus 84000 enseñanzas como métodos para propiciar el desarrollo de las diferentes personas y culturas no han variado en los últimos 2500 años. Tampoco han variado las 254 reglas que gobiernan la vida de los monjes y las 350 que gobiernan la vida de las monjas. Lo que abre una nueva dimensión y posibilidades de crecimiento en estos días en los que el budismo inspira cada vez más a Occidente, son los practicantes laicos que actualmente son más libres que nunca para utilizar todas las oportunidades que ofrece la vida. La democracia, la transparencia, la educación, el pensamiento crítico y la Internet capacitan a las personas para compartir la información budista e integrarla en sus vidas. Por ello, el budismo le llega ahora a muchos de forma relevante y convincente y podría inclusos hablarse de una naciente revolución en las democracias Occidentales orientada hacia el interés en los potenciales de la mente. 1 Sin embargo, llevar a cabo una práctica budista trae más profundidad y alegría que cualquier cantidad de información que uno pueda conseguir y es en la práctica y con la ayuda de los practicantes laicos, llamados Sangha, que las enseñanzas se actualizan para la gente moderna. Aquellos que viven en los centros o los representan y el ejemplo que dan son un contexto para que la gente crezca. Dan métodos útiles, ejemplos vivientes y demuestran que las enseñanzas funcionan. De esta forma, les dan a otros el mejor de los regalos, es decir, la certidumbre de que los pasos relativos pueden llevarnos a la meta eterna y absoluta y que la vida puede tener un significado trascendente. Si todos los que se visitan los centros fueran grandes filósofos y pudieran mantener una visión abstracta de los eventos sin importar las condiciones, simplemente considerarían los altibajos de los budistas, de los grupos o de los centros como un reflejo de los pasos que están dando hacia la perfección esencial. Sin embargo, esto no es así en todos los casos. Evidentemente, la gente se acerca a los grupos con ciertas expectativas personales y es influencia por la forma en que se les recibe y se les trata. A pesar de que las verdades demostrables son necesarias para inspirar a las mentes más refinadas en el largo plazo, no hay duda de que para que las personas accedan a dicho tesoro la atmósfera emocional que rodea estas verdades debe ser atractiva. Por ello, los centros que ofrecen a los recién llegados una taza de té, amistad, literatura comprensible, interés humano y, por supuesto, las meditaciones del Camino del Diamante, pueden esperar que los nuevos amigos traigan más amigos. Sin esta calidez, los grupos se convierten en atracciones exóticas y étnicas para otros egoístas pero a pocos les muestran que su visión también está incluida y que se puede vivir de manera gozosa. Por lo tanto, incluso si se tiene la mejor de las enseñanzas es necesario incluir el aspecto humano y aquí es de notar que pocos seres logran combinar la sabiduría con la flexibilidad. Incluso el grupo más motivado es vulnerable al agotamiento de alguno de sus miembros o de todo el staff y, por lo tanto, es necesario proteger a los más refinados recursos del budismo: a los idealistas que hacen trabajo práctico en el mundo. ¿Cuál es la experiencia que hemos recogido en los últimos 28 años de trabajo en nuestros 250 centros en el mundo? Lo más importante es que el grupo se sienta como un organismo, como una familia y que entienda que si uno de sus miembros progresa todos ganan. Esto incluye gozar y ser conscientes del potencial y los deseos de los otros y delegarles trabajos que puedan manejar y que los hagan crecer. Ir hacia adelante cuando las cosas funcionan y reunirse cuando las cosas no marchan tan bien es algo que ciertamente beneficia a los centros. Comer juntos al menos una vez al día es importante y también lo es que los responsables del centro se unan a las meditaciones que se llevan a cabo. Aunque la gente se siente aparte porque cada uno está realizando su propia práctica, todos se benefician de su presencia. Parafraseando lo que dijo Churchill hace 60 años: con visión a futuro se pueden evitar los derramamientos de sangre, con visión correcta se puede evitar las lágrimas... pero no hay forma de que un bodhisattva pueda evitar el sudor. El trabajo duro es indispensable y, como dice un proverbio europeo, madurar toma 40 años (¡o quizás sean 60 como dice un proverbio chino!). Esto se aplica tanto a los centros como a los que los hacen. 2 Aunque los campos de energía iluminados tocan tanto a las personas como a los lugares, debido a las impresiones kármicas y a los hábitos, estas energías sólo pueden madurar gradualmente. Aunque la fuerza del lama que inspira y funda un centro del Camino del Diamante está presente desde el comienzo, el desarrollo completo de la sabiduría y la experiencia pueden tardar bastante tiempo. En Dinamarca nuestro grupo tardó 25 años en aprender a trabajar unidos. Otros lugares se ven mejor en la superficie y parecen muy unidos pero después de un tiempo las diferencias empiezan a surgir. Seguir para adelante es esencial en cualquier caso. Sólo uno de nuestros grupos decidió, por votación, acabarse. Era un grupo de maestras de Braunschweig, Alemania, que querían tiempo para atender a sus familias. La mayoría de ellas reiniciaron el trabajo en forma activa tan pronto como alguien más decidió hacerse responsable. Realmente sólo unos pocos tienen la motivación y las condiciones para hacer el trabajo de los centros por largos años sin interrupción y por ello es saludable una cierta fluctuación. Es casi una regla general que los amigos asuman las tareas que otros tienen que dejar para atender a la familia o al trabajo. Algo esencial en este proceso es el sentimiento de gratitud por lo que se ha hecho, el mantener los lazos de amistad y el informar a los que antes eran responsables. Al utilizar el centro y colaborar con éste siempre que sea posible, le agregan la sabiduría que emana de la vida práctica y los recursos de la sociedad mientras hacen parte de la frescura de la vida consciente. Debido a la riqueza de nuestras sociedades, un satisfactorio estilo proveniente del Este del Tíbet se está difundiendo. Lo veo muy conducente para la libertad y el crecimiento humanos. Incorpora la visión del Gran Sello (Mahamudra) para aquellos cuya mente se orienta al deseo, de la Gran Perfección (Maha Ati) para aquellos cuya emoción predominante es la ira y coloca toda experiencia y actividad en un contexto iluminado. Ver lo que les sucede a los seres humanos como resultado del karma al tiempo que reconocemos que nuestras reacciones reflejan nuestro grado de madurez, convierte a la vida en un libro abierto del que es posible aprender. De esta forma, todo lo que sucede se convierte en un paso en nuestro camino y, dada la eficacia de las comunicaciones modernas, las situaciones materiales pueden utilizarse para bien. De esta forma, los amigos les ofrecen trabajo a los amigos, alguien cuida de los niños mientras otros meditan o les ayudan a encontrar un lugar para estar. Gradualmente, como en las sociedades tradicionales, aparecen familias del dharma en las que todos saben con qué tienen que contribuir y qué se necesita en un momento dado. Entonces, está en nuestras manos no competir en los grupos sino darles buenos roles a todos, propagar la visión de “esto, lo otro, ambos y ninguno” cuando sea entendible para aquellos que buscan respuestas y enseñar en forma liviana y no dogmática que el cielo y el infierno dependen de nuestro karma y punto de vista. Al hacer énfasis en la confianza en uno mismo, podemos darle al mundo un regalo único. En él, se combina la visión suprema de que todos tenemos la naturaleza búdica y en verlo todo como una tierra pura con el conocimiento crítico de los desarrollos relativos tales como las tendencias importantes en el mundo. Maduros debido a las más excelsas meditaciones que llevan a realizar estados transpersonales y cálidos debido al gozo de compartir, nuestros centros son verdaderas joyas. Si nos hacemos conocer, aquellos que tengan el karma necesario vendrán a ellos. Tren de Boloña a Bari, 25 de octubre de 1999 3