Las modernas telecomunicaciones que llegaron tarde y duraron poco

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Las modernas telecomunicaciones
que llegaron tarde y duraron poco
llamado indicador, de tres pies de diáme­
tro y 18 pulgadas de altura , cuyas diver­
sas posiciones con relación á tres fajas
que se proyectan horizontalmente sobre
las narras exteriores y cubren sus espacios
intermedios , dividiendo en tres claros ó
secciones iguales la altura de la máquina,
suministran cuantos signos pueden ser
necesarios para la transmisión de toda
clase de comunicaciones oficiales y de
servicio interior de la línea. Todas las
partes del aparato son de hierro, lo cual
unido á la sencillez de su combinación le
hace superior al que se usa en Francia,
que de seguro no podría resistir en ciertos
puestos de nuestras líneas, á lo menos
sin continuados deteriores á los grandes
temporales que en ellos suelen experi­
mentarse con frecuencia…”
la correcta visualización oscilaría entre
las 2 y 3 leguas (8 y 12 kilómetros).
La telegrafía óptica supuso una auténtica
revolución pues por ejemplo de Madrid a
Valencia se podía enviar un despacho y
recibir la respuesta de vuelta a través de
las 30 torres que componían la línea en
apenas unas 6 o 7 horas. Era impensable
hasta entonces que un mensaje viajara
a 300 kms. por hora (si había buena
visibilidad) ya que hasta entonces el
correo de postas necesitaba para el tra­
yecto unos 4 o 5 días de viaje.
En la época se diseñaron diferentes má­
quinas o artilugios ópticos pero finalmente
el gobierno optó por el modelo presentado
por el señor José Mathé, ingeniero hidráu­
lico y brigadier de Caballería. LA
ILUSTRACIÓN, una revista de la época,
explicaba el funcionamiento del artilugio
en este artículo:
“… Consiste la ingeniosa máquina del
señor Mathé en 8 barras de hierro, 4 de
ellas de 19 pies de altura y las otras de
21, planteada verticalmente de 4 en 4
en los ángulos de dos cuadros, el uno
exterior de 11 pies , y el otro interior y
paralelo de 2 pies de lado. tío que forman
las cuatro barras interiores, se mueve en
el sentido vertical por medio de un sencillo
mecanismo, un cilindro hueco, ó corona,
Generalmente las torres tenían tres plan­
tas y una azotea donde estaba instalado
el telégrafo. El mecanismo de control se
accionaba desde la tercera planta donde
estaba prohibido el acceso a personas
ajenas a los trabajadores. El celo era tal
que aunque los mensajes estaban cifrados
nadie podía presenciar la transmisión de
los mismos. La primera planta era el
almacén y la cocina y resultaba inaccesible
desde fuera, tenía unos ventanucos en
forma de troneras. La puerta de acceso
se situaba a unos 4 metros, en el segundo
piso y se accedía tras subir por una esca­
lerilla que después se retiraba y guardaba
en el interior.
En las líneas trabajaban militares o licen­
ciados que habían demostrado su lealtad
al cuerpo y que estaban acostumbrados
a llevar una vida espartana y de privacio­
nes. Los mandos superiores eran inspec­
tores, comandantes y oficiales de sección,
trabajando en cada torre dos torreros y
un ordenanza. Los torreros hacían servi­
cios de 8 horas continuas, en las que
sentados frente al catalejo acromático
hacían funcionar la maquinaria a la vez
que escribían los signos que observaban
de la torre anterior trasmitiéndolo inme­
diatamente a la posterior. El comienzo
del mensaje se hacía colocando el telégra­
fo en posición de alerta, cuando la si­
guiente estación veía esa señal colocaba
su telégrafo en posición de preparado y
una vez que se comenzaba la trasmisión
cada símbolo debía permanecer unos 20
segundos o más en ese estado para que
la siguiente torre lo leyese y a su vez
colocara el aparato en la misma posición.
Los mensajes no eran alfabéticos sino
que existía un código cifrado recogido en
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