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ANIVERSARIO
La sofisticada
5
Fotograma Pulp fiction
violencia
Una de las
películas más
taquilleras y
premiadas de
Tarantino, que
este año cumple
veinte años de
su estreno y
realización, fue
declarada por
el Congreso
estadounidense
como patrimonio
cultural por
considerarla
“histórica o
estéticamente
significativa”
E
Juan Fernando Covarrubias
l momento culminante de la
biografía de Quentin Tarantino
(Knoxville, Tennessee, 1963) ocurrió, describe Guillermo Cabrera
Infante en Cine o sardina, cuando consiguió
trabajo en una tienda de videos. “Era el trabajo ideal —contaría Tarantino—. Podía ver
todas las películas gratis y además me dejaba
tiempo para leer y escribir”. A sus anchas vio
“todas las películas del mundo”. No es descabellado decir que allí se gestó su manera de
hacer cine: si el séptimo arte hasta entonces
procedía del teatro, de la literatura, en Tarantino —imagen de bumerang— el cine viene
del cine mismo. Su formación no fue teórica,
sino en esa tienda de videos y delante de la
pantalla grande: desde niño su madre lo llevaba cada sábado al cine, donde vio incluso,
todavía menor, Conocimiento carnal, un filme
exclusivamente para adultos.
Guionista de Asesinos por naturaleza (Oliver Stone, 1994), Tarantino dedicaba muchas
horas a series televisivas y a la lectura de lo
pulp (término que remite a publicaciones de
tema misterioso, sensacionalista, efímero y
estereotipado, impresas en papel áspero y
barato, y escritas con un fin puramente comercial). ¿Será esto último una definición
a chaleco para Pulp fiction —Tiempos violentos—, esa película que cumple dos décadas y
que le valiera a Tarantino la Palma de Oro en
el Festival de Cannes en 1994? Quizá sobrarían un par de adjetivos y haría falta uno más:
violencia. Porque resulta impensable el cine
tarantinesco sin aludir a ésta, omnipresente
en todos sus guiones y largometrajes. Y en
ese entendido, Reservoir dogs, Pulp fiction y Kill
Bill (en sus dos volúmenes) constituyen la parábola de los tiempos modernos del cine: el
montaje de una coreografía que echa mano
de la violencia como una forma de arte.
Realmente pocas películas consiguen retratar la violencia con un hacer depurado, que
no le estorba al filme sino que lo articula. Más
bien, escasos directores logran eso, y lo hacen
recurriendo a un reducido número de recursos. Entre esos cuantos figura Quentin Tarantino, a quien su madre bautizó de ese modo
porque prefiguraba que llegaría a ser famoso.
En Reservoir dogs (1992), Tarantino alcanza una
cima que muy pocos habrían apostado que
la conseguiría de nuevo —máxime por ser
su debut cinematográfico como director—, y
mucho menos que la superaría. Pero lo hizo.
Tan solo dos años después lo consiguió con
Pulp fiction, porque, escribe Cabrera Infante,
este filme “es el cine que reinventa el cine”.
Pulp fiction aglomera el perfil y las pretensiones de Tarantino: admirador del spaghetti
western italiano, del cine japonés, de Brian
de Palma y Martin Scorsese, captura aquí la
violencia de las películas de gángsters y del
género negro, lo pulp y los largos diálogos que
preceden a alguna escena de acción climática
y explosiva. Calificada de “escandalosamente
violenta”, la película transcurre en diversos
escenarios donde la violencia se regenera, es
cíclica: los matones Jules y Vincent Vega, el
boxeador que decide no caerse en el round
acordado y huye del tipo al que después salva
la vida, al mismo Vega se le ve bailar con la
mujer de su jefe y aquel par de ladrones de la
cafetería. La naturaleza de todos ellos acapara la compasión y lo terrible; son personajes
cuya violencia emerge de sus adentros, aunque vayan por la vida como tipos mesurados,
e incluso religiosos.
Antes de la muerte, la risa, y si estentórea,
mejor: Jules se solaza en la declaración de un
largo pasaje del libro bíblico de Ezequiel (que
alude a la caída de Israel) antes de acuñar la
furia en el rostro y disparar a matar tras comerse una hamburguesa. “Toda la película
mantiene este tono de humor negro —reseña Cabrera Infante—, aunque Tarantino
nos obliga a tomarla en serio y su estilo se
balancea entre el humor y la violencia más
horrible”. Este acontecer violento, sin embargo, no lleva al espectador a horrorizarse, sino
a sorprenderse, a solazarse en ese reguero de
sangre por el rosario de muertes: Tarantino
entendió pronto que la realidad construida
atrae, y que el cine era el vehículo idóneo para
ofrecerla. El mismo Cabrera Infante dice que
Tarantino aprendió con Ernest Hemingway a
contar (sobre todo con aquel cuento de “Los
asesinos”), porque Pulp fiction “es una película de acción elemental, como Reservoir dogs,
pero contada con sofisticación”. [
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Lunes 1 de septiembre de 2014
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