La Parábola del Buen Samaritano www.esperanzadeisrael.org La Parábola del Buen Samaritano INTRODUCCION En esta parábola Jesucristo deja un doble mensaje para el mundo; todo nace cuando un docto de la ley le hizo a Jesús una pregunta: “Más él queriéndose justificar á sí mismo, dijo á Jesús: ¿y quien es mi prójimo? y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; é hiriéndolo, se fueron, dejándole medio muerto. Y aconteció, que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole se pasó de un lado. Y así mismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, se pasó de un lado. Mas un Samaritano que transitaba, viniendo cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; Y llegándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, le llevó al mesón, y cuidó de él. Y otro día al partir, sacó dos denarios y se los dio al mesonero, y le dijo: cuídamele: y todo lo que demás gastares, yo cuando vuelva te lo pagaré. ¿Quien, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo de aquel que cayó en manos de los ladrones? Y él dijo: El que usó de misericordia. Entonces Jesús dijo: Ve, y has tu lo mismo“ Lucas 10: 29 al 37. En las doctrinas de los hebreos había un punto interpretativo de ellos sobre quien era su prójimo, creían que el prójimo era solamente los de su raza, y a los gentiles los trataban despectivamente, en la corta visión que tenían mediante la ley de las sombras no miraban a toda la humanidad como prójimo, en las sinagogas se les había enseñado que Dios solamente era para ellos y no para los gentiles, pero con esta exposición que el Maestro hace al doctor de la ley le despertó la sensibilidad que su ritualismo había dormido, como ya dijimos y permítame repetirlo, ellos no miraban a los samaritanos como prójimo ni mucho menos al resto de los pueblos que no pertenecían a su raza, en aquel momento cuando Jesús le expuso esta parábola le ha de haber dolido mucho al doctor de la ley, no revela la Escritura si este hombre creyó en las palabras de Jesús o las rechazó, lo cierto es que a los 2 judíos les costó aceptar que Dios no solo era para ellos sino también para los gentiles, Pablo entendió muy bien este concepto y escribió: “¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Cierto, también de los gentiles” Romanos 3:29. Jesucristo vino a romper un esquema que se había vuelto obsoleto, esto al principio no fue fácil entenderlo pues aún a los mismos apóstoles les costó aceptar que también los gentiles tenían derecho a la salvación. A Pedro, uno de los más destacados apóstoles, le costó entender esta verdad, fue necesario que Jesucristo le presentara una visión la cual le tomó varias horas entenderla, y aún así siempre se mantenía proclive a creer en el concepto judaizante: Pedro les dijo: “… Vosotros sabéis que es abominable á un varón Judío juntarse ó llegarse á extranjero; mas me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo” Hechos 10: 28 (Pida nuestro folleto “La Puerta abierta a los gentiles”) Con especialidad los judíos mantenían una infranqueable barrera por cuestiones ideológicas, religiosas y raciales con los samaritanos, pero Jesucristo entró en este terreno prohibido por el judaísmo y en su agenda de trabajo tenía marcado el día y la hora en que llegaría a Samaria a platicar con una mujer, por cierto de mala moral: “Vino pues a una ciudad de Samaria llamada Sichar, junto a la heredad que Jacob dio a José su hijo. Y estaba allí la fuente de Jacob. Pues Jesús, cansado del camino, se sentó junto a la fuente. Era como la hora sexta. Vino una mujer de Samaria á sacar agua: y Jesús le dijo: Dame de beber… Y la mujer Samaritana le dijo: ¿Cómo tú siendo Judío, me pides a mí de beber, que soy mujer Samaritana? Porque los judíos y los Samaritanos no se tratan entre si“ Juan 4: 5 al 9 Samaria fue la capital de las diez tribus que se rebelaron contra la dinastía Davídica. Después de muchos años los llevaron cautivos por el rey de Asiria al otro lado del Éufrates y como era costumbre los conquistadores movían gentes de un lugar a otro conquistado, esto lo hacían por medidas de seguridad y lo mismo sucedió con los habitantes de Samaria 3 “Y trajo el rey de Asiria gente de Babilonia, y de Cutha, y de Ava, y de Hamat, y de sepahrvaim, y los puso en las ciudades de Samaria, y habitaron en sus ciudades” 2 de Reyes 17: 24. Los judíos consideraban a los Samaritanos como cualquier gentil, por esa razón no se trataban, aunque los samaritanos alegaban que eran hijos de Jacob y seguramente muchos de ellos lo eran. El primer mensaje que Jesús deja en esta lección es que nuestro prójimo debe ser cualquier persona, independientemente que sea de distinto credo religioso, político, raza, o estrato social ES NUESTRO PROJIMO, aunque el judaísmo no lo acepte así, la verdad misma hecha carne así interpretó ese precepto. A este intérprete de la ley le ha de haber dolido la exposición que Jesús le hizo para contestarle la tentadora pregunta sobre quien era su prójimo. Pero la enseñanza no termina en la vejez de letra, nos da también una revelación espiritual mas elevada que la de entender solamente quien es nuestro prójimo: “Jesús dijo: cierto varón descendía de Jerusalén a Jericó cuando arremetieron contra él unos salteadores, que luego de despojarlo, se fueron dejándolo medio muerto. Y sucedió que descendiendo cierto sacerdote por ese camino, al verlo pasó de largo. De igual modo, vino un levita y llegó a ese mismo lugar, y al verlo pasó de largo. Pero cierto samaritano que iba de viaje, llegó a donde él estaba, y al verlo sintió compasión por él, y acercándose le vendó sus heridas y les aplicó vino y aceite, y lo puso en su cabalgadura, lo llevó a un mesón y le brindó atención. A la mañana siguiente sacó dos denarios, y entregándolos al mesonero, le dijo: Atiéndemelo, y si gastas algo más, te lo pagaré cuando regrese” Lucas 10: 30 al 35. De hecho tan solo leer estas líneas despierta sensibilidad y admiración para este extraño caminante que tuvo misericordia del herido. Este hombre bajando de Jerusalén a Jericó, visto desde la óptica espiritual está representando la caída, el descenso moral y espiritual de la humanidad, tomemos bien los puntos geográficos que marca el Maestro 4 en la caída del hombre. Él viene bajando de Jerusalén a Jericó y en ese tortuoso camino lo despojaron de todo. Jerusalén: Significa un lugar de Paz y bendición, leemos en las Escrituras: “Y Abraham le apartó los diezmos de cuanto tenía consigo, su nombre se traduce rey de justicia, y por otro lado rey de Salem, es decir rey de paz” Hebreos 7:2. Jerusalén aunque hoy es el lugar más conflictivo del mundo, en la profecía de Dios se revela que este lugar de Salem será un ejemplo de paz, gozo, y felicidad para los descendientes de Adán, será tipo y figura del Edén que el Señor creó en el pasado, y Jericó es el anti tipo de Jerusalén, este lugar de Jericó es sinónimo de maldición, estas palabras las pronunció Josué cuando tomó esta ciudad después de dar siete vueltas en el séptimo día, además de las vueltas que habían dado en los días anteriores, los muros de Jericó se desplomaron, y Josué dijo: “Y esta ciudad, y todo lo que haya en ella, es maldito, para el Eterno. Solamente dejarán con vida a Rajab la ramera y a todos los que estén con ella en su casa, ya que ella ocultó a los espías que enviamos.” Josué 6: 16 al 17. Entonces si Jerusalén es un lugar de Paz y Jericó sinónimo de maldición, aquel hombre que se dirigió por ese camino de descenso es tipo y figura de la humanidad. El hombre al principio vivió en un lugar tranquilo, seguro sin que nadie lo espantara, pero él eligió otro camino, la senda de la tristeza, y en esta loca carrera de la vida el hombre va al despeñadero y en ese alejamiento de Dios se encontró con los ladrones y le despojaron de todo, estos malévolos sujetos no son otros mas que los demonios que están siempre al asecho de los hijos de Adán para robarles las bendiciones y maltratarlos, el demonio le ha robado al hombre el gran potencial que Dios puso en su ser, una de las heridas mas fuertes que al hombre le hicieron en este camino fue en su mente, perdió sus ojos espirituales, escribió el apóstol: “En los cuales el dios de este mundo cegó los entendimientos de los incrédulos para que no les resplandezca la luz del evangelio de Cristo...” 2 de Corintios 4:4. Como el hombre está ciego espiritualmente no puede encontrar el camino de regreso a Dios, lo siente difícil porque hay que caminar hacia arriba, contra la ley de gravedad, el hombre ha descendido tanto que: “… ya no se da cuenta que está 5 pobre, miserable, desdichado, ciego y desnudo” Apocalipsis 3:17. Le robaron todo en este camino bajando del simbólico lugar de Jerusalén al maldito Jericó el cual es el mundo, y las heridas están sangrantes y muy infectadas, como leemos: “Desde la planta del pie hasta la cabeza, no hay en ella parte sana, sino heridas, lastimaduras e hinchazón tumorosa. No han sido curadas ni vendadas con aceite.” Isaías 1:6. Y estando en esta triste condición dice Jesús: “… que pasó un sacerdote por aquel camino y se hizo el disimulado, y después pasó un levita e hizo lo mismo…”, tanto los sacerdotes como los levitas pertenecían a la orden religiosa que Dios había instituido desde los tiempos de Moisés para atender los problemas espirituales del pueblo, pero ninguno de ellos hizo su función como tenían que hacerla, se hicieron los disimulados con el pueblo, Jesucristo les dio una reprensión bastante fuerte a esta clase gobernante religiosa; entre las cosas que les dijo en el atrio del templo están: “¡ Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque pagan del diezmo de la menta, el eneldo y el comino, pero pasan por alto los aspectos más importantes de la ley: la justicia, la compasión y la fe. Estas cosas debían haber hecho, sin dejar de hacer aquellas.” Mateo 23: 23. No tuvieron misericordia de nadie, el sacerdocio Aarónico solamente se hizo rico con el tesoro del templo, pero no se trabajó por sanar las heridas que el pecado había ocasionado a la humanidad, en este caso específico a los hijos de Israel, por el otro lado las religiones habidas y por haber que el mundo inventó poco o nada hicieron por la raza humana. Lo relevante de todo esto es que pasó un extraño samaritano por aquel lugar y dice en la parábola que tuvo misericordia del herido y vendó sus heridas poniéndoles aceite y vino. Ese samaritano es Jesucristo, Él estuvo de tránsito en esta tierra, prototipo de la maldita Jericó, así como los samaritanos eran despreciados por la sociedad israelita igual Jesucristo fue despreciado, como estaba dicho de Él en la profecía: “Despreciado y humillado por los hombres, varón de dolores experimentado en sufrimientos, escondimos de Él nuestro rostro, lo despreciamos y 6 no lo estimamos.” Isaías 53:3. Pero a pesar de todo el desprecio que le hicieron a Jesucristo, y aún hoy se lo hacen, Él es quien está vendando las heridas y llagas purulentas que el hombre tiene debido al pecado, Él fue el único quien se acercó a los leprosos y los sanó, tuvo misericordia de las mujeres que llevaban una vida inmoral, estuvo con los publicanos, personas que eran detestadas por aquella santulona sociedad, y el Maestro les dijo: “… De cierto les digo que los publicanos y las rameras irán antes que ustedes al Reino de Dios” Mateo 21:31. Jesucristo trató muy personalmente los problemas del hombre, Él llevó en su cuerpo nuestros males y angustias, por su herida fuimos nosotros curados, así lo miró el profeta, por eso dice en la parábola que aquel extraño peregrino: “Vendó sus heridas y le puso aceite y vino”, en aquellos tiempos se usaba el aceite de oliva para desinflamar los golpes, como lo leímos en Isaías 1:6 “… No han sido curadas ni vendadas con aceite”. El aceite es símbolo del Espíritu Santo, la energía que fluye de Dios para traer consuelo, ánimo y esperanza a nuestras vidas, con esa santa unción el Señor, el buen samaritano, unge al herido que encuentra en este escabroso y oscuro camino de la vida, Dios dice: “He encontrado a David mi siervo, lo he ungido con mi óleo santo” Salmo 89: 20, y en ese tratamiento con el herido le aplicó vino en las heridas, por aquellos tiempos cuando la medicina se encontraba en pañales el jugo de uva era un gran desinfectante, por que contiene un cierta cantidad de alcohol y ácidos. Jesús nos dio jugo de uva y la convirtió en su sangre, Sí, Él dio de su vida a los que estábamos muertos en delitos y pecados para ser restaurados a una nueva vida. Este milagro se dio cuando Jesucristo celebró la última pascua e instituyó la primer Cena: “Y tomando la copa, dio gracias, y les dio diciendo: Tomen, beban todos ustedes de ella. Esto es mi sangre del nuevo pacto que es derramada por muchos para perdón de los pecados. Y les digo que de ahora en adelante no beberé de este fruto de la vid hasta el día cuando lo beba nuevo con ustedes en el Reino de Dios” Mateo 26: 26 al 29 Pero no solo le vendó sus heridas, leemos en la parábola que el Samaritano el cual no nos cansamos de repetir que simboliza 7 a Jesucristo, lo puso sobre su cabalgadura y lo llevó al Mesón, no lo dejó abandonado en el camino, el enfermo tiene que seguir un proceso para su sanación. Mesón: era un dormitorio público donde se hospedaban a los forasteros, Jesucristo lo lleva a ese lugar y se lo encargó al que cuidaba a los enfermos, esta casa donde deja al herido no es otra más que su Iglesia, es en ese bendito lugar donde encontramos refugio, asilo, allí el Señor nos restaura completamente, es su Santa Iglesia, la casa de la misericordia, allí esta el vino y el aceite para nuestro tratamiento espiritual, en la reunión de su pueblo Dios se sigue manifestando como escribió David en el Salmo 133. El Mesonero son los que Dios ha puesto para tratar con los heridos que van llegando: “Y Él mismo constituyó a unos, apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores, y a otros maestros, para la madurez de los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” Efesios 4: 11 al 12. Pero a ese ministerio encargado de cuidar al herido le dejaron un capital para que haga su trabajo: “A la mañana siguiente sacó dos denarios, y entregándolos al mesonero, le dijo: atiéndemelo, y si gastas algo más, te lo pagaré cuando regrese” Lucas 10: 35. El ministerio de la Iglesia quedó bien armado con dos poderes para tratar al pecador, nos dejó su Espíritu, claramente dijo antes de partir: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros… Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” Juan 14: 18 al 26. Y también nos dejó su Palabra Escrita, la cual es el otro elemento para tratar a la humanidad. Pero el Samaritano prometió volver, y nos dejó dicho que todo lo que demás gastemos cuando Él vuelva nos lo va a pagar, esta es nuestra esperanza firme, que nuestro trabajo en el Señor no es en vano, si gastamos tiempo, energía aun nuestra vida, todo será recompensado cuando el buen Samaritano vuelva, lo estamos esperando con pasión santa y nos unimos al clamor del anciano Juan: “¡Ven Señor Jesús!”. 8