UN LAGO MANCHADO DE SANGRE Arranqué con fuerza la última página escrita de mi diario, ¡Como se me podía haber ocurrido escribir eso!, cualquier persona en su sano juicio me habría llamado loca, idiota o quizás asesina. Si has oído bien, ¡Asesina!, y yo le hubiera tenido que dar la razón, porque eso es lo que era en aquel momento. Acababa de llegar a casa con mis manos manchadas de sangre, todavía podía olerla, óxido que se mezclaba con mi sudor y el jabón de manos, sentí náuseas y corrí al baño, pero a pocos metros algo me detuvo, ¡Un ruido!, estaban tocando a la puerta. Pero… ¿Quién podía ser? No era posible que fueran mis padres, los dos tenían turno de noche, ¿La policía?, no, era muy pronto para que se hubieran enterado de lo que había hecho, aunque, ¿Quién sabe?, ante la duda no hice ningún movimiento y esperé a que se fuera quien quiera que hubiera estado tocando la puerta de mi casa, luego, eché a correr llegando al bidé a tiempo para vomitar la comida mientras me desplomaba en el suelo por el dolor que sentía y desgarraba mi pecho al recordar aquellas imágenes. Todavía las tenía grabadas en mi mente, no me dejaban pensar con claridad. Había llevado el cuerpo a la parte más profunda del lago donde nadie lo encontraría en unos días, el tiempo suficiente para escapar, pero ahora mismo, las dudas me invadían ¿Y si escondí mal el cuerpo? ¿Y si dejé algún rastro de sangre? ¿Y sí….? Grité fuerte para poder despejarme, ya que mi cabeza quería estallar y yo, le seguía dando motivos para hacerlo. Volví a mi habitación y agarré con fuerza la hoja de mi diario en la que confesaba lo que había hecho, la volví a leer, necesitaba comprobar que era verdad, que realmente había cometido un asesinato. Después intenté tranquilizarme, me tomé un té y maquiné un plan, ¡Sí!, mi primer plan, porque lo de antes solo había sido un impulso. Una parte de mí quería escapar, pero si lo hacía, iba a dejar atrás a mi familia; mis padres, mis abuelos, mi hermano… y pensándolo bien, ¿Por qué tenía que huir? Yo solo lo había golpeado en defensa propia, pero nadie me creería. Aún recordaba todo como si estuviera ocurriendo en ese mismo instante, esa tarde, como casi siempre, había ido al lago con mi mejor amigo, Ezequiel. Pero ese día había algo distinto en él, me agarró de la mano con fuerza, como si tuviera miedo de algo, o eso es lo que pensé. Le pregunte varias veces durante el camino porque estaba tan callado o si estaba bien, y el solo me decía – Estoy 1 perfectamente, todo está como debe. Aunque estas respuestas no me convencieron seguí caminando. Cuando llegamos me dediqué a observar todo a mi alrededor, cada día seguía el mismo recorrido, como si fuera un ritual, primero dejaba la mochila que traía del instituto en la hierba, después paseaba por el sendero bordeando el lago y por último, me daba un chapuzón. Esa tarde fue diferente, cuando estaba paseando por el camino sentí otra vez la fuerte mano de Ezequiel, pero ahora, era algo distinto, la fuerza con la que me agarraba no denotaba gentileza ni delicadeza, me di la vuelta y vi algo terrible y extraño en él. Le grité – ¡Me haces daño! ¡Suéltame! Su agarre apretó más en mi brazo, sonrió mientras comenzaba a meter su mano por debajo de mi ropa quitándomela, yo forcejeé con él pero fue en vano. En algún momento, cogí una piedra del suelo golpeándolo con esta en la cabeza. Se oyó un ruido sordo, después solo pude sentir un líquido caliente que se deslizaba por mi mano y la dura piedra que sostenía. Al principio me dejé llevar por el pánico, después por el miedo y por último, la certeza me golpeó como un jarro de agua fría. Tras esto comprendí que me había dejado llevar por mis impulsos… había matado a mi mejor amigo, sentí las lágrimas caer por mis mejillas mientras comprobaba que Ezequiel estaba muerto. Cogí su mano mientras acariciaba su mejilla a pesar de que ya no podía hacer nada por él o por su vida. En ese momento no tenía miedo, solo me odiaba a mi misma por lo absurdo de golpearle a pesar de que no estaba segura al 100% de lo que estaba haciendo conmigo, quizás solo había sido una broma o una mala jugada de mi cabeza, que me había hecho pensar algo que no era real. Me incorporé del suelo sujetando el cuerpo de mi amigo sin pensar muy bien lo que hacía con él, lo había visto cientos de veces en las películas, aunque claro, esto no era un película, ¡Maldita sea!, esto era la vida real, le estaba anudando piedras con unas cuerdas viejas que me había encontrado tiradas en la orilla del lago, pensaba ahogarlo, bueno no sería ahogarlo, sino deshacerme del cadáver. Lo arrojé con fuerza hacía la zona más profunda del lago, rezando para que las cuerdas aguantaran y no se rompieran dejando flotar el cuerpo. Ahora mismo estaba en mi casa, el cansancio me abrumaba y poco a poco me adormecía, sin pensar en lo que podría pasar si continuaba aquí. Subí a mi habitación para recostarme sobre mi cama mientras daba vueltas a lo ocurrido aquella tarde. En algún momento el sueño me arrastró con él y sentí unas manos sobre mis hombros. Salté de mi silla y chillé por el susto, mientras caía en la cuenta de que estaba en clase de Biología, el profesor acababa de descubrir que me había quedado 2 dormida y se había acercado a mí para despertarme. El alivio recorrió mi cuerpo a pesar de la bronca que recibí tras ser mandada a la jefatura de estudios. Mientras caminaba por los pasillos vacios de mi instituto, me di cuenta de que el sueño que había tenido estaba cada vez más difuso en mi mente, y no le di más importancia de la que tenía a pesar de que estaba bastante inquieta y sentía como si mi cuerpo pesase más de lo normal. Todas estas sensaciones las atribuí a no haber dormido mucho la noche anterior. Entré en la jefatura acongojada, sólo pensaba en la bronca que recibiría al llegar a casa, y cuando terminé de explicarle lo ocurrido al jefe de estudios me quedé realmente sorprendida, me había librado de cualquier tipo de amonestación o nota a casa. Aunque volví a clase estuve toda la mañana inquieta, sin apenas prestar atención a la exposición de los profesores, que en más de una ocasión me preguntaron sobre la materia y por supuesto, como de costumbre, les respondí mal. Ezequiel me esperaba a la salida del instituto donde nos reunimos para dirigirnos al lago como hacíamos habitualmente. Pero algo extraño pasaba, el estaba inquieto, a medio camino me sujetó con fuerza la mano y yo le pregunté varias veces si le pasaba algo, entonces oí aquella respuesta que decía –Estoy perfectamente, todo está como debe. Mi mundo se desplomó, pronto comencé a recordarlo todo, el sueño, sus ojos, sus manos rebuscando y entonces… ¡La piedra manchada de sangre! Eche a correr despavorida soltando con brusquedad su agarre y gritándole -¡Aléjate de mí! Mientras él se quedaba desconcertado pensando en qué demonios pasaría por mi cabeza, porque gritaba o incluso porque corría. El miedo y la fuerza de su agarre se debían a que él ya no aguantaba más, no quería estar cerca de mi sin poder ser algo más que amigos y se había decidido por fin a pedirme que fuéramos novios, pero cuando había llegado el momento se había puesto tan nervioso que apenas controlaba su cuerpo. FIN Alacan 3