Pátzcuaro Sor Juanita Japunda obedece, es princesa casta. Su padre, el monarca, impone destinos; mañana la casa, con noble guerrero. Viene a despedirse del lago que ama. Llega a la rivera, siente que se abrasa. “Uémbeka en tu lengua; amor, en la mía: aunque sea de otro, te entrego mi vida.” Yo, Lago, respondo en la bruma helada: “toma ya los remos, navega hacia mí, tampoco yo puedo respirar sin ti.” Las aves del lago, que hicieron cortejo, llevan la noticia cuando empieza a albear: “Japunda es del lago, yace ya con él. Es su novia amante, y trocada en garza, vive en la rivera del blanco Yunuén.”