Lucas 4,31-37 Había en la sinagoga un hombre que tenía un

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Lucas 4,31-37
Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces:
¿qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros?
Sé quién eres: el santo de Dios.
Jesús, cuando enseñas a los hombres, les hablas con autoridad,
esa que recibiste del que te envió, el Padre
Y la gente se admira, y los demonios te reconocen,
y al hacerlo reconocen quién eres: el Santo de Dios
Y al reconocerte hacen una profesión de fe que adelanta
la del día de la resurrección: el Viviente de Dios.
Jesús, el mal se agita, grita ante tu presencia,
presencia liberadora del hombre y destructora de todo mal
Y el hombre se puede regocijar de tu presencia,
y es liberado y descubre la vida, sin amenaza de mal, libre
Y el mal reconoce su final, todo se acaba para él,
pues has venido a acabar con la maldad, lo que esclaviza.
Jesús, al dar orden al mal de que libere al hombre,
el hombre experimenta la santidad de quien te ha enviado
Y las noticias comienzan a correr por todos los ambientes,
Dios se ha hecho presente, Dios empezó a liberar
Y se anuncia el poder de tu Palabra, que expulsa demonios,
levanta muertos, sana, habla de un Amor, eterno.
Jesús, y se nos revela tu identidad, la santidad de Dios hecha carne,
habitando en este mundo de los hombres
Y esa santidad es para todos los que necesiten ser liberados,
para todos los que reconocen tu poder y gloria
Poder que se descubre en la autoridad de tu Palabra,
esa que salió de la eternidad de Dios en esta historia.
Jesús, también nosotros queremos reconocer la autoridad de tu palabra,
para anhelar ser liberados por ella
Y llevar a todos la buena noticia de tu cercanía al dolor humano,
de tu liberación de todo mal, de tu gloria
Y que al final de la vida, libre del pecado y de la muerte,
pueda cantar eternamente que Tú eres el Santo.
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