VIDA DE JOSÉ DE CALASANZ Nació José de Calasanz en el año

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VIDA DE JOSÉ DE CALASANZ
Nació José de Calasanz en el año 1557, hace casi 500 años, en Peralta de la Sal, un pueblo chiquito
de habla catalana, en lo que hoy es España. Sus padres se ganaban la vida en el campo y en la
herrería. Siendo niño daba catecismo a sus hermanitos y a los niños más pequeños del pueblo.
Tenía un fino sentido de lo bueno y lo malo. Un día, armado de un cuchillo y acompañado de otros
niños, salió al campo en busca del diablo para matarlo.
Animado por el ejemplo de los padres estudió para
sacerdote. Una vez ordenado de sacerdote, a los 26 años,
fue enviado a servir en los pueblos perdidos en las
montañas de Catalunya. Allá se hizo un vecino más. Como
Calasanz era muy fuerte, se cuenta que ayudó a sacar un
burro atorado en el lodo, cosa que los demás campesinos
no supieron hacer. También quiso ser maestro y enseñar a
los niños que servían en la residencia del obispo. Viendo la
inteligencia y la bondad de Calasanz, un obispo lo puso de secretario y con el tiempo lo envió a
Roma a resolver asuntos de la Iglesia. Este envío, Calasanz lo mira como un llamado de Dios. Era el
año 1592 y tenía 35 años cuando llegaba a la ciudad de Roma.
Los primeros meses los pasó de oficina en oficina, cumpliendo las encomiendas de su obispo y al
mismo tiempo buscando un cargo para él, a fin de poder tener empleo y manera de ganarse la
vida al regresar a España. Calasanz era hombre sensible en lo social y visitaba y ayudaba a las
familias pobres de Roma. Ese contacto con las colonias pobres y su gente le movió el corazón.
Sintió compasión de tanta pobreza y descubrió la necesidad de la educación para salir adelante.
Caminando por las calles de Roma se hizo amigo de un
grupo de niños pobres que, como tantos, perdían su
tiempo y su inocencia vagando por las calles, peleándose
y haciendo travesuras. Buscó desesperadamente quien
los admitiera en las escuelas. Pero como los niños eran
muy pobres, nadie quería hacerse cargo de ellos. Y
escuchando la voz de Dios en su corazón, Calasanz sintió
su llamado para educar a los niños. Nació su vocación. Él
mismo sería el maestro de los niños.
Así abrió una escuela en una parroquia de Roma en el año
1597, a sus 40 años. En ella enseñaba personalmente a
sus niños callejeros. Pronto encontró otro lugar para abrir
la escuela gratuita para que ningún niño, por pobre que
fuera, se quedara sin educación.
Cuando le avisaron que ya en España tenía un cargo importante, que le dejaría buen dinero,
Calasanz no lo aceptó. Dijo: “He encontrado en los niños la manera de servir a Dios, y ya no los voy
a dejar".
A partir de aquí, Calasanz empezó su obra de enseñar a los
niños la Piedad y las Letras. Es decir, enseñarles el
catecismo, a ser buenos cristianos, que se traduciría en
una vida de valores para ser honrados y buenos
ciudadanos y, al mismo tiempo, enseñarles los estudios
que hicieran posible que los niños encontraran trabajo, se
abrieran paso en la vida y vivieran dignamente.
Otras personas le ayudaron a enseñar y las escuelas
fueron creciendo. Como en sus escuelas enseñaban
piedad, -es decir, les enseñaban valores, una buena
manera de comportarse-, se les llamó, “Escuelas Pías”, y a
las personas que enseñaban en ellas se les llamó
“escolapios”. Fueron las primeras escuelas en toda
Europa, en donde todos los niños recibían educación
gratuita, sin distinción de clases sociales ni de religión. Con
métodos sencillos y adaptados a la realidad, los niños
crecían sabios y como buenos ciudadanos.
A fin de asegurar el futuro de las Escuelas Pías, Calasanz reunió en torno de sí a otros hombres
ilusionados en el mismo proyecto: dedicar la vida a la enseñanza de los niños y jóvenes,
especialmente los más pobres. Así en 1621 nace la Orden de las Escuelas Pías.
Claro que no le faltaron problemas y contratiempos. Cuando las Escuelas eran numerosas, no
faltaron personas que lo acusaron de revolucionar la nación, con miedo de que si los pobres abren
los ojos, ya no se dejarán explotar ni serán dóciles. También entre sus compañeros escolapios
nacieron las intrigas y envidias. Entonces el gobierno, que en este tiempo estaba en manos del
Papa de Roma, disolvió la Orden de las Escuelas Pías. Cada escolapio debía buscar un obispo y
abandonar las Escuelas. Era el año 1646 y Calasanz tenía 89 años. “Dejemos obrar a Dios”, repetía
incesantemente ante los escolapios tristes, los niños y los padres de familia, que veían cerrarse las
escuelas. Y así, destruida su obra, el día 27 de agosto de 1648, a punto de cumplir los 92 años,
murió José de Calasanz con el nombre de Jesús en sus labios.
Al cabo de unos años las aguas volvieron a su cauce y de nuevo el Papa de Roma aceptó la Orden
de las Escuelas Pías. Muchos sacerdotes regresaron a ella y otros nuevos se fueron integrando. Y la
Orden se fue expandiendo por todo el mundo.
Inspirados en la obra pedagógica de este insigne pedagogo
nacen las ESCUELAS DE TAREAS “CALASANZ”. A través de ellas
se sigue educando a los niños en los valores y en los
aprendizajes. Sigue vivo su lema de “Piedad y Letras”. Los
niños, sin importar clase social o religión, reciben el apoyo
educativo que necesitan para abrirse camino en la vida. Los
maestros y los padres de familia crecen en conocimientos y en
calidad humana. Las colonias se transforman. Un futuro mejor
es posible. Calasanz y su obra educadora siguen vivos en las Escuelas de Tareas.
Texto redactado, a partir de fuentes varias, por P. Pepe Segalés,
Delegado Viceprovincial de las Californias para Educación no formal.
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