Le daba gracias P. Sergio Cerna, SVD De camino a Jerusalén, pasó

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DOMINGO 28° DURANTE EL AÑO: 9 DE OCTUBRE 2016
Le daba gracias
P. Sergio Cerna, SVD
De camino a Jerusalén, pasó por los confines entre Samaría y Galilea. Al entrar en un pueblo,
salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la
voz, dijeron: ¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros! Al verlos, les dijo: Vayan y
preséntense a los sacerdotes. Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos,
viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz, y, postrándose rostro en tierra a
los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo:
¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera
a dar gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate y vete; tu fe te ha salvado. (Lucas
17,11-19)
Referencias bíblicas
- Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad
de ir a Jerusalén. (Lucas 9,51)
- Cuando se acercaba a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna;
al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. (Lucas 18,35)
- El afectado por la lepra llevará la ropa rasgada y desgreñada la cabeza, se tapará hasta el
bigote e irá gritando: ¡Impuro, impuro! Todo el tiempo que le dure la llaga, quedará impuro.
Es impuro y vivirá aislado; fuera del campamento tendrá su morada. (Levítico 13,45-46)
- Cuando bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre. En esto, un leproso se
acercó y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres puedes limpiarme. Él extendió la
mano, le tocó y dijo: Quiero, queda limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra. Y Jesús
le dice: Mira, no se lo digas a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda
que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio. (Mateo 8,1-4)
- Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: Si quieres, puedes
limpiarme. Encolerizado, extendió su mano, le tocó y le dijo: Quiero; queda limpio. Y al
instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole
severamente: Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu
purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio. Pero él, así
que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no
podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras,
en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes. (Marcos 1, 40-45)
- Estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se
echó rostro en tierra y le rogó: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Él extendió la mano, le
tocó y dijo: Quiero, queda limpio. Y al instante le desapareció la lepra. Le ordenó que no se
lo dijera a nadie. Y añadió: Vete, preséntate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación
como prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio. Su fama se extendía cada vez más
y una numerosa multitud afluía para oírle y ser curados de sus enfermedades. Pero él se
retiraba a los lugares solitarios, donde oraba. (Lucas 5,12-16)
- Yahvé habló a Moisés en estos términos: Ésta es la ley que ha de aplicarse al leproso en
el día de su purificación. Se le llevará al sacerdote, y el sacerdote saldrá fuera del
campamento; si, tras de haberlo examinado, comprueba que el leproso está ya curado de
su lepra, el sacerdote mandará traer para el que ha de ser purificado dos pájaros vivos y
puros, madera de cedro, púrpura escarlata e hisopo. Mandará degollar uno de los pájaros
sobre una vasija de barro con agua corriente. Tomará luego el pájaro vivo, la madera de
cedro, la púrpura escarlata y el hisopo, los mojará, juntamente con el pájaro vivo, en la
sangre del pájaro degollado sobre el agua corriente, y hará siete aspersiones sobre el que
ha de ser purificado de la lepra. Lo declarará puro y soltará en el campo el pájaro vivo. El
que se purifica lavará sus vestidos, se afeitará todo el pelo, se bañará y quedará limpio.
Entonces podrá entrar en el campamento; pero durante siete días ha de habitar fuera de su
tienda. El día séptimo se afeitará todo el pelo, la cabellera, la barba, las cejas; en una
palabra, se afeitará todo su pelo, lavará también sus vestidos, bañará su cuerpo y quedará
limpio. (Levítico 14,1-9)
- Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y
visto, tal como se les había dicho. (Lucas 2,20)
- Envió, pues, mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos
para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. (Lucas
9,52-53)
- Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión.
Acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y le montó luego sobre su
propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacó dos denarios
y se los dio al posadero, diciendo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando
vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los
salteadores? Él dijo: El que practicó la misericordia con él. Jesús le dijo: Vete y haz tú lo
mismo. (Lucas 10,33-37)
- Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: Les aseguro que en Israel no
he encontrado en nadie una fe tan grande. Y les digo que vendrán muchos de oriente y
occidente y se pondrán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos,
mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y
el rechinar de dientes. Y dijo Jesús al centurión: Anda; que te suceda como has creído. Y en
aquella hora sanó el criado. (Mateo 8,10-13)
- Jesús les respondió: Vayan y cuenten a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los
cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se
anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí! (Lucas
7,22-23)
- Jesús les respondió: Vayan y cuenten a Juan lo que oyen y ven: los ciegos ven y los cojos
andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a
los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí! (Mateo 11,4-6)
Comentario
El evangelista Lucas nos recuerda nuevamente el contexto en que se realiza su relato. Jesús
se encontraba, junto con sus discípulos, en camino hacia la ciudad de Jerusalén, lugar donde
se produciría el violento desenlace de su misión. Es en estas circunstancias, que Jesús llegó
a un lugar, en los límites de Samaría y Galilea, donde se produjo el encuentro con un grupo
de diez leprosos. El tema central del relato de la curación está relacionado con la actitud de
agradecimiento de los discípulos de Jesús por la llegada del Señor. El texto señala que sólo
uno de los leprosos, que era samaritano, había regresado hasta Jesús dando gloria a Dios
por su presencia en medio de los hombres, especialmente entre los más gravemente
enfermos. En esta intervención sanadora de Jesús, se había hecho manifiesta la llegada del
Reino de Dios al mundo y correspondía dar gracias públicamente a Dios. El relato se divide
en tres partes. Primero, está la descripción de la historia como tal. Luego, vienen las diversas
reacciones de los personajes involucrados. Finalmente, aparece una breve, pero maciza
conclusión.
Los leprosos se dirigen a Jesús con el título de Maestro y le solicitan que se compadezca de
ellos, es decir, que les dé una ayuda, debido a la difícil situación de aislamiento y
marginación que están experimentando. Es evidente que la intervención de Jesús va a ir más
allá de una simple limosna. Jesús los mira, se compadece de ellos y les pide que se presenten
ante los sacerdotes, para que pudieran reintegrarse legalmente a la comunidad. Es una
invitación a reincorporar a una vida normal a todos los enfermos y los excluidos. El texto
añade inesperadamente que, mientras iban a cumplir este encargo, los leprosos quedaron
sanados. Con toda seguridad, la sorpresa inicial se trasformó posteriormente en un gesto
de admiración.
El relato sólo se refiere directamente a la reacción de uno de los leprosos y a la de Jesús. El
enfermo, al darse cuenta que había sido sanado, alababa a Dios, y regresando a donde
estaba Jesús, le manifestaba su agradecimiento. Se transforma así en modelo de todo
creyente: experimentar la salvación, alabar a Dios y dar gracias a Jesús. Una nueva sorpresa
indica que esta persona era un samaritano, despreciado por los judíos. La reacción de Jesús
se expresa a través de algunas preguntas. Si eran diez los curados, ¿dónde estaban los otros
nueve? ¿Por qué había regresado sólo un extranjero?
El relato concluye con la frase: Jesús le dijo, levántate y vete; tu fe te ha salvado. La
intervención de Jesús había provocado la curación de los diez leprosos, pero sólo uno de
ellos había tenido un encuentro salvador con Jesús. Esto fue posible, porque él había
descubierto lo que había detrás de aquella sanación. Dios se había hecho presente en medio
de los hombres y la vida en el mundo había empezado a cambiar radicalmente. Él había
descubierto la presencia de Dios, la había proclamado públicamente, había alabado a Dios,
había contemplado con admiración este misterio y había llegado hasta Jesús para celebrarlo
con él, en una acción de gracias.
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